Stalin y la Lucha por la Reforma
Democrática
(Quinta Parte)
Grover Furr
Capítulo 3
En su
discurso final del 5 de Marzo, el día final del Pleno, Stalin minimizó la
necesidad de descubrir enemigos, incluso trotskistas, muchos de los cuales,
según dijo, habían regresado al Partido. Su punto principal fue la necesidad de
impedir a los funcionarios del Partido dirigir todos y cada uno de los aspectos
económicos, combatir la burocracia, y elevar el nivel político. En otras
palabras, Stalín apostó por elevar el nivel de crítica a los secretarios.
"Algunos camaradas entre nosotros piensan que si ellos son Narkom
(Comisario Popular), saben todo lo que hay que saber. Piensan que el grado, por
sí mismo, garantiza grandes e inagotables conocimientos. O bien piensan:
"si soy un miembro del Comité Central, no lo soy por accidente, luego
significa que sé todo". Eso no es así.
Algo que
sonaba amenazante para todos los dirigentes del Partido, incluyendo a los
primeros secretarios, es la afirmación de Stalin de que deberían elegir dos
cuadros que les sustituyeran, mientras asistían a un curso de educación
política de seis meses de duración, que se implantaría muy pronto. Esa sustitución
era peligrosa para los secretarios del Partido, que temían que durante ese
espacio de tiempo fuesen destinados a otro lugar, rompiendo así la estructura
de su "clan" (otros dirigentes a su servicio), una causa principal de
burocracia.
Thurston define el discurso de Stalin como "notablemente suave", apoyando "la necesidad de aprender de las masas, y prestar atención a las críticas de abajo". Incluso la resolución basada en el informe de Stalin tocaba sólo levemente el tema de los "enemigos", y trataba principalmente de fallos en la organización del Partido y en su dirección. Según Zhukov, que menciona esta resolución no publicada, ni uno sólo de sus 25 puntos estaba relacionado principalmente con los "enemigos".
Tras el Pleno, los Primeros Secretarios protagonizaron virtualmente una
rebelión. Primero Stalin, y más tarde el Politburó, emitieron mensajes
recordando la necesidad de efectuar votaciones secretas en el seno del Partido,
oponerse a las conductas de cooptación favoreciendo las elecciones, y la
necesidad de generalizar la democracia interna en el Partido. Los primeros
secretarios siguieron haciendo las cosas al viejo estilo, independientemente de
las resoluciones del Pleno.
En los meses siguientes, Stalin y sus más próximos intentaron que la caza
de los "enemigos" no fuera el foco principal, la principal
preocupación de los miembros del Comité Central, insistiendo en la lucha contra
la burocracia en el Partido, y en preparar las elecciones al Soviet. Mientras
"los líderes locales del Partido hicieron todo lo que la disciplina del
Partido les permitía, y a veces más, para suspender o retrasar las elecciones".
El súbito descubrimiento en Abril, Mayo y principios de Junio de 1937 de
lo que aparentemente era un extenso complot militar y policial hizo que el
pánico cundiese en el gobierno de Stalin. Genrikh Yagoda, director de la
seguridad y Ministro de Asuntos Interiores, fue arrestado a finales de Marzo de
1937, y empezó a confesar en Abril. En Mayo y principios de Junio de 1937,
militares de alto rango confesaron su conjura con el alto mando alemán para
derrotar al Ejército Rojo en el caso de una invasión por parte de Alemania y de
sus aliados, y sus relaciones conspirativas con políticos, incluidos muchos que
ocupaban aún posiciones destacadas.
Esta situación era mucho más seria que cualquiera en momentos anteriores.
Durante los juicios de Moscú de 1936 y 1937 el gobierno se tomó tiempo para
preparar los procesos y organizar unos juicios públicos dotados de la máxima
publicidad. Pero la conjura militar fue tratada de forma muy diferente.
Poco más de tres semanas transcurrieron desde la fecha de la detención de Mikhail Tukhachevsky a finales de Mayo hasta el juicio y ejecución de este y de otros siete militares de alta graduación los días 11 y 12 de Junio. Durante este periodo, centenares de militares de alta graduación fueron requeridos en Moscú para escuchar las pruebas contra sus colegas -sus superiores, para la mayoría de ellos- y para escuchar los alarmantes análisis de Stalin y del Mariscal Voroshilov, Comisario del Pueblo para la Defensa, y el militar de más alta graduación del país.
En las fechas del Pleno, febrero o marzo, ni Yagoda ni Tukhachevsky
habían sido aún arrestados. Stalin y el Politburó tenían como objetivo que la
Constitución fuera el punto principal de su agenda, y se pusieron a la
defensiva ante el hecho de que la mayoría de los miembros del Comité Central ignoraran
este punto, prefiriendo insistir en la batalla contra los "enemigos".
El Politburó planeó que las reformas constitucionales fueran también el punto
esencial del siguiente pleno a celebrar en Junio de 1937. Pero la situación en
Junio era muy diferente. El descubrimiento de complots en la cúpula del NKVD y
muchos destacados líderes militares para derribar el gobierno y matar a sus
dirigentes, cambió por completo la atmósfera política.
Stalin se colocó a la defensiva. En su
discurso del 2 de Junio a la sesión ampliada del Soviet del Ejército (reunido
del 1 al 4 de Junio), describió la serie de conspiraciones recientemente
descubiertas como "limitadas", y afrontadas en forma
ampliamente exitosa. También en el Pleno de Febrero-Marzo, él y sus apoyos en
el Politburó minimizaron las exageradas preocupaciones de los primeros
secretarios sobre los "enemigos internos". Pero, como Zhukov
subraya, la situación "lenta, pero decisivamente, se iba de las manos (de
Stalin)".
El pleno del Comité Central de Junio de 1937 empezó con propuestas de
exclusión, en primer lugar, de siete miembros del Comité Central y candidatos
por "falta de confianza política", y después con la de otros
19 miembros y candidatos por "traición y actividad
contrarrevolucionaria". Estos últimos diecinueve fueron arrestados por
el NKVD incluyendo los diez miembros expulsados por parecidas acusaciones antes
del pleno por un grupo de miembros del Comité Central (incluyendo los mandos
militares ya juzgados, culpados y ejecutados), significaba que 36 de los 120
miembros y suplentes del Comité Central habían sido destituidos antes del 1 de
Mayo.
Yakovlev y Molótov criticaron el fracaso de los dirigentes del Partido en
organizar elecciones independientes a los Soviets. Molótov apoyó incluso la
medida de apartar del camino a revolucionarios distinguidos si no estuviesen
preparados para las tareas del momento. Insistió en que los dirigentes de los
Soviets no eran "trabajadores de segunda fila". Evidentemente,
los dirigentes del Partido les estaban tratando como tales.
Yakovlev expuso y criticó el fracaso de los primeros Secretarios a la
hora de efectuar elecciones secretas para los puestos del Partido, apoyándose
por el contrario en los nombramientos ("cooptación"). Destacó el
hecho de que los miembros del Partido que fueran elegidos delegados en los
Soviets no estuvieran bajo la disciplina de grupos del Partido, fuera de los
Soviets, que les dijesen como tenían que votar. Que su voto no fuera el que les
indicaran sus superiores en el Partido, tales como los Primeros Secretarios.
Tenían que ser independientes de ellos. Y Yakovlev se refirió en los más duros
términos a la necesidad de "reclutar de la muy rica reserva de nuevos
cuadros para reemplazar a aquellos que se han corrompido o burocratizado". Todas estas afirmaciones constituyen un
ataque explícito a los primeros secretarios.
La Constitución fue finalmente contemplada, y la fecha de las primeras
elecciones se fijó para el 12 de Diciembre de 1937. Los dirigentes cercanos a
Stalin nuevamente expusieron las ventajas de la lucha contra la burocracia y de
crear lazos con las masas. Sin embargo -una vez más- todo esto fue posterior a
la igualmente expulsión sumaria y sin precedentes de los 26 miembros del Comité
Central, 19 de los cuales fueron acusados directamente de traición y actividades
contrarrevolucionarias.
Tal vez lo más revelador sea el siguiente comentario de Stalin, comentado
por Zhukov:
"Finalizando las discusiones, cuando el tema era la búsqueda de
un método de contar papeletas más fiable, [Stalin] comentó que en Occidente,
gracias a un sistema multipartidista, este problema no existía. Inmediatamente
después, murmuró una frase que sonó muy extrañamente en un encuentro de ese
tipo: "Nosotros no tenemos partidos políticos diferentes. Afortunadamente
o desgraciadamente, tenemos solo un partido." [Subrayado por
Zhukov]. Para pasar a proponer, aun cuando sólo provisionalmente, utilizar para
el recuento y supervisión a miembros de todas las organizaciones sociales
existentes, menos las del Partido Bolchevique... El desafío a la autocracia en
el Partido estaba planteado”.
El Partido Bolchevique sufría una severa crisis, y era imposible suponer que las cosas se desarrollaran con suavidad. Era la peor situación posible para organizar unas elecciones democráticas (secretas, universales, abiertas). El plan de Stalin de reformar el gobierno soviético y el papel en ello del Partido Bolchevique estaba condenado.
Finalizando el Pleno, Robert Eikhe, Primer Secretario de la región del Krai,
Oeste Siberiano, se reunió privadamente con Stalin. Posteriormente otros
Primeros Secretarios se reunieron con él. Probablemente, pedían los poderes que
muy poco después obtuvieron: la autorización de formar troikas, grupos
de tres dirigentes, para combatir la posibilidad de conjuras extendidas contra
el gobierno soviético en sus regiones.
Estas troikas recibieron el poder de ejecución sin apelación. Se
exigieron límites en el número de ejecutados y prisioneros basándose en el
poder de estas troikas, y fueron concedidos. Cuando esos límites estaban
agotados, los Primeros Secretarios pidieron, y recibieron, límites
superiores. Zhukov piensa que Eihke
podía estar representando a un grupo informal de Primeros Secretarios.
¿Quiénes fueron los objetivos de estos draconianos juicios a cargo de
esas troikas? Zhukov piensa que deben haber sido los lishentsy, aquellos cuyos
derechos de ciudadanía, incluyendo el derecho a voto, habían sido recientemente
restaurados, y cuyos votos planteaban potencialmente el peligro mayor para la
continuidad en el poder de los Primeros Secretarios. Zhukov descarta
ampliamente la existencia de conspiraciones reales. Pero los documentos de
archivo recientemente publicados en Rusia evidencian que, como mínimo, la
dirección central estaba continuamente recibiendo verosímiles Informes de
conspiraciones, incluyendo transcripciones de confesiones. Ciertamente que
Stalin y otros en Moscú creyeron en la existencia de estas conspiraciones. Mi
opinión a este respecto, es que al menos algunas de las conspiraciones
existieron de hecho, y que los Primeros Secretarios creían en ellas.
Otra hipótesis es que cualquiera que estuviera o hubiese estado
relacionado con cualquier clase de movimiento de oposición era clemente contemplado como "enemigo",
y sujeto a detención e interrogatorio por parte de la NKVD, uno de cuyos
miembros era siempre parte de la troika. Otro grupo eran aquellos que
expresaron abiertamente desconfianza u odio hacia el sistema soviético en su
conjunto. Thurston cita pruebas de que tales individuos eran a menudo
inmediatamente arrestados. Sin embargo, aquellos que manifestaban críticas de
los líderes locales del Partido, no eran molestados, mientras aquellos a los
que criticaban, incluyendo miembros del Partido, a veces lo fueron.
Por tanto, contra aquellos que argumentan que las conjuras fueron
fantasmas en la mente paranoica de Stalin, o, peor aún, mentiras destinadas a
reforzar su obsesión megalómana con el poder, hay cantidad de pruebas que
demuestran la existencia de conspiraciones reales. Los relatos de los
conspiradores que consiguieron salir más tarde de la URSS lo afirman. El amplio
volumen de documentación policial sobre tales conspiraciones, muy poco del cual
ha sido publicado, es un potente argumento contra la teoría de que todo pudiera
haber sido un montaje. Además, las anotaciones de Stalin en estos documentos
reafirman el hecho de que pensaba que eran ciertas.
Getty resume esta contradicción de la siguiente manera:
Stalin aún no era partidario de retirar las
elecciones, y el 2 de Julio de 1937 Pravda desautorizó claramente a los
secretarios regionales publicando el primer decreto de las nuevas reglas
electorales, animando y apoyando las elecciones secretas y universales. Pero
Stalin planteó un compromiso. El mismo día que se publicó la ley electoral, el
Politburó aprobó lanzar una campaña masiva contra, precisamente, los elementos
de los que se habían quejado los líderes locales, y horas más tarde Stalin
envió su telegrama a los líderes provinciales del Partido, ordenando la
operación kulak. [contra los lishentsy, G.F.].
Es difícil evitar la conclusión de que a cambio de obligar a los líderes
locales del Partido a participar en las elecciones, Stalin eligió ayudarles a
ganar dándoles licencia para eliminar o deportar a centenares o miles de
"elementos peligrosos".
Cualquiera
que sea la historia de estas purgas, ejecuciones extra- judiciales y deportaciones,
parece que Stalin creía que estaban creándose condiciones para unas elecciones
libres y abiertas. Sin embargo, estas acciones sabotearon cualquier posibilidad
para unas elecciones de cualquier tipo.
Stalin. Historia y Crítica de una Leyenda Negra
(17)
Domenico
Losurdo
Entre
«derrocamiento bonapartista», «golpes de Estado» y desinformación: el caso
Tuchacevsky
En
este contexto de guerra civil latente o manifiesta dentro del nuevo grupo
dirigente surgido del derrumbe del antiguo régimen, de acusaciones recíprocas
de traición y de connivencia con el enemigo imperialista, y de intensa
actividad de los servicios secretos, dedica-dos tanto al reclutamiento de
agentes como a la manipulación, debe colocarse el asunto que en 1937 lleva a la
incriminación y ejecución del mariscal Tuchacevsky y de otros numerosos y
destacados miembros del Ejército rojo.
Tras
este caso hay una larga historia previa. Años antes Lenin vislumbra la
posibilidad de un período bonapartista y expresa su preocupación también a
Trotsky: ¿llegará realmente el poder civil a hacerse obedecer por el militar?
En 1920 Tuchacevsky parece querer decidir de manera soberana una anhelada
marcha victoriosa sobre Varsovia. Se perfila con claridad — observan
actualmente historiadores de primer nivel— la tendencia del brillante general a
«convertirse en el Bonaparte de la revolución bolchevique»248. Diez
años después Stalin es alertado por la GPU acerca de los planes que en
ambientes militares se tejen contra él. ¿Es sólo un montaje?249 En
abril del año siguiente es Trotsky el que expresa sus profundas du-das sobre
Tuchacevsky, y hace este análisis de la situación creada en la URSS tras la
derrota política de Bujarin y la "derecha": ahora el peligro
principal para el socialismo está representado no por el «giro termidoriano»,
que formalmente conserva el carácter soviético del país y el carácter comunista
del partido en el poder, sino más bien el «giro bonapartista», que asume «la
forma más abierta, "más madura" de la contrarrevolución, dirigiéndose
contra el sistema soviético y el partido bolchevique en su conjunto,
desenvainando la espada en nombre de la propiedad burguesa». En tal caso, «los
elementos aventureros-pretorianos a la Tuchacevsky» podrían desarrollar un
papel de gran importancia. Oponiéndose a ellos «con las armas en la mano»
habrían estado los «elementos revolucionarios» del partido, del Estado y
—obsérvese bien— «del ejército», reunidos alrededor de la clase obrera y la
«fracción de los bolcheviques-leninistas» es decir, los trotskistas.
Esta
toma de posición representa una novedad en el conflicto entre bolcheviques:
pese a tener «a las fuerzas armadas bajo su control», Stalin «tuvo cuidado de
no implicarlas demasiado íntimamente en todas las polémicas e intrigas que
agitaron al partido y al Estado»250; ahora claramente la oposición
intenta meter el pie o consolidar su presencia en el ejército en nombre de la
lucha contra el peligro bonapartista, que solamente éste sería capaz de
enfrentar de manera consecuente. No obstante, sin dejarse impresionar por este
peligro bonapartista, en 1936 Stalin eleva a Tuchacevsky y a otros cuatro
dirigentes militares a la dignidad de mariscales. Es una promoción decidida en
el contexto de una reforma que prevé que el ejército abandone «el carácter
principal de milicia territorial», se convierta en «una verdadera fuerza
permanente» y restaure «la antigua disciplina prerrevolucionaria»251.
El 21 de diciembre del mismo año, junto al resto de miembros del vértice
político y militar soviético, el nuevo mariscal festeja en casa de Stalin el
cumpleaños de este último, «¡hasta las 5:30 de la mañana!» subraya Dimitrov252.
Es
precisamente esta reforma la que suscita la indignación de Trotsky, que retoma
una vieja acusación: el Ejército rojo «no se ha librado de la degeneración del
régimen soviético; al contrario, tal degeneración ha encontrado en el ejército
su expresión más cumplida». Por otro lado Trotsky adopta tonos nuevos,
mencionando la «formación de una especie de fracción de oposición en el
ejército» que, desde la izquierda, lamenta el abandono de la «perspectiva de la
revolución mundial». El texto aquí citado insinúa de algún modo que por tal
oposición podría verse atraído el mismo Tuchacevsky: aquél que en 1921 se había
batido incluso con «exagerada impetuosidad» por la formación del «estado mayor
mundial» difícilmente podía reconocerse en el abandono del internacionalismo y
el «culto del statu quo» que habían arraigado en la URSS. ¿Qué decir de este
nuevo texto? La agitación en el ejército continúa y parece reforzar-se: sólo
que ahora la lucha en el horizonte ve cómo se contraponen no la «fracción de
los bolcheviques-leninistas» contra los generales bonapartistas, sino más bien
una parte consistente del ejército y de sus vértices contra los dirigentes
termidorianos y traidores del Kremlin. La resistencia del Ejército rojo o su
rebelión contra el poder central estarían tanto más justificadas por el hecho
de que el nuevo curso de su política era en realidad como un «doble golpe de
Estado» que, rompiendo con el Octubre bolchevique, procede arbitrariamente a la
«liquidación de la milicia» y al «restablecimiento de la casta de los
oficiales, dieciocho años después de su supresión revolucionaria»253;
sublevándose contra Stalin, el Ejército rojo en realidad habría evitado los
golpes de Estado proyectados por él y habría restablecido la legalidad
revolucionaria. Como si todo ello no fuese suficiente, el trotskista
"Boletín de la oposición" anuncia una inminente revuelta del ejército254.
Una medida adoptada en Moscú algún mes antes de los procesos tiene quizás como
objetivo enfrentarse a este eventual peligro: «El 29 de marzo de 1937 el
Politburó deliberó acerca de retirar del Ejército rojo a todos los comandantes
y dirigentes que hubiesen sido expulsados del partido por motivos políticos,
ordenando su traslado a las oficinas económicas».
Los
rumores difundidos en los ambientes de los rusos Blancos en París acerca del
golpe de Estado militar que se preparaba en Moscú alimentan ulteriormente el
clima de sospecha y preocupación. En definitiva: en la segunda mitad de enero
de 1937 llegan al presidente checoslovaco Eduard Benes
informaciones relacionadas con las «negociaciones» secretas en curso entre el
Tercer Reich y «la claque antiestaliniana en la URSS del mariscal Tuchacevsky,
Rykovy otros»: ¿tenía algún fundamento la acusación o era todo una puesta en
escena de los servicios secretos alemanes? Todavía a comienzos de 1937,
conversando con el ministro de exteriores Konstantin von Neurath, Hitler
rechaza la idea de una mejora de las relaciones con la URSS, pero añade: «Sería
diferente si las cosas en Moscú se desarrollaran en la dirección de un
despotismo absoluto, basado en los militares. En este caso no sería lícito
malgastar la ocasión de hacer sentir de nuevo nuestra presencia en Rusia»255—
Benes pone al corriente de las «negociaciones» también a los dirigentes
franceses, «cuya confianza en el Pacto franco-soviético se vio notablemente
debilitada»256. Por tanto quien daba crédito a las voces o
informaciones transmitidas por el presidente checoslovaco no era solamente
Stalin. Y por otro lado, todavía después de la conclusión del Segundo conflicto
mundial, Churchill parece avalar la versión de Moscú al señalar que, como
veremos más adelante (infra, p. 313), la depuración había golpeado a los
«elementos filogermánicos», a lo que añadía: «Stalin sintió una fuerte deuda en
reconocimiento hacia el presidente Benes»257.
Queda
sin embargo abierta la cuestión, y para responderla de modo concluyente apenas
ayuda una conversación privada de Hitler en el verano de 1942: pese a no
mencionar una conspiración militar determinada, observa que Stalin tenía serios
motivos para temer su asesinato por parte del círculo de Tuchacevsky258.
Si todo hubiese sido una puesta en escena realizada con la directa supervisión
o consenso del mismo Führer259, éste quizás se habría vanagloriado
de ello, en un momento en el que era reciente el recuerdo de los prime-ros
éxitos arrolladores de la Wehrmacht.
Habiendo
ya tenido lugar el "proceso" y ejecución, al plantearse la pregunta
clave «¿hubo realmente una conspiración militar?», Trotsky da una respuesta que
da qué pensar: «Todo depende de lo que se entienda por conspiración. Cualquier
motivo de descontento y todo contacto entre los descontentos, toda crítica y
toda reflexión sobre qué hacer, sobre cómo enfrentarse a la desgraciada
política del gobierno, todo ello es desde el punto de vista de Stalin una
conspiración. Y en un régimen totalitario toda oposición es indudablemente la
semilla de una conspiración»; en este caso una «semilla» era la aspiración de
los generales de proteger al ejército de las «intrigas desmoralizantes de la
GPU». ¿Es la refutación de la tesis de la conspiración o su reconocimiento,
expresado en un «lenguaje esópico» impuesto por las circunstancias? El
historiador ruso fervientemente trotskista que ya hemos mencionado (Rogowin)
llama la atención sobre esta ambigua declaración, y acaba retomando la tesis de
la «conspiración antiestalinista» de Tuchacevsky, colocándola en un contexto
político "bolchevique" más que burgués260. En conclusión;
quedan dudas, aunque parece difícil explicar todo lo acontecido a través del
habitual deus ex machina: un dictador sediento de poder y de sangre, deseoso de
rodearse de marionetas listas para la obediencia ciega e incondicional. Aún
mayor es la fragilidad de esta explicación por cuanto que en 1932 Stalin no
había tenido dificulta-des a la hora de acudir, junto con Molotov, a las clases
del director de la Academia militar, Boris M. Shaposhnikov; y de estas clases,
impartidas por un estratega de gran prestigio pero que no era miembro del
partido comunista, Stalin parece haber sacado un gran provecho261.
Por otro lado, «el arte militar fue uno de los pocos campos políticamente
importantes en el que Stalin favoreció la originalidad y la innovación», por lo
que «el cuerpo de oficiales» pudo dar muestra de notable «independencia
espiritual»262. Quienes ocuparon el puesto de Tuchacevsky y sus
colaboradores fueron generales que, lejos de ser ejecutores pasivos de órdenes,
expresaban con franqueza sus opiniones y argumentaban con
independencia de criterio263, sin dudar a la hora de contradecir al
líder supremo, quien por otro lado animaba y ocasionalmente premiaba tal
actitud (supra, P. 53).
____________
(248)
Mayer 2000), p. 621, que remite a su vez a Thomas C. Fiddick.
(249)
Chlevnjuk 1998), p. 61.
(250)
Deutscher 1969), p. 694.
(251)
Ibid, p. 531.
(252)
Dimitrov 2002), p. 59.
(253)
Trotsky 1988), pp. 913 y 916-28 = Trotsky, 1968, pp. 192 y 195-205).
(254)
Wolkogonow 1989), p. 415.
(255)
En Nolte 1987), pp. 306-7.
(256)
Conquest 2000), p. 322.
(257)
Churchill 1963), p. 321.
(258)
Hitler 1989), p. 447 conversación del 21 de julio de 1942).
(259)
Conquest 2000), p. 321.
(260)
Rogowin 1998), pp. 520 y 531-44.
(261)
Schneider 1994), pp. 248 y 232.
(262)
Deutscher 1969), pp. 694-5
(263)
Roberts 2006), p. 16.
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