miércoles, 2 de julio de 2025

Stalin

Stalin y la Lucha por la Reforma Democrática

(Quinta Parte)

Grover Furr

Capítulo 3

En su discurso final del 5 de Marzo, el día final del Pleno, Stalin minimizó la necesidad de descubrir enemigos, incluso trotskistas, muchos de los cuales, según dijo, habían regresado al Partido. Su punto principal fue la necesidad de impedir a los funcionarios del Partido dirigir todos y cada uno de los aspectos económicos, combatir la burocracia, y elevar el nivel político. En otras palabras, Stalín apostó por elevar el nivel de crítica a los secretarios.

"Algunos camaradas entre nosotros piensan que si ellos son Narkom (Comisario Popular), saben todo lo que hay que saber. Piensan que el grado, por sí mismo, garantiza grandes e inagotables conocimientos. O bien piensan: "si soy un miembro del Comité Central, no lo soy por accidente, luego significa que sé todo". Eso no es así.

Algo que sonaba amenazante para todos los dirigentes del Partido, incluyendo a los primeros secretarios, es la afirmación de Stalin de que deberían elegir dos cuadros que les sustituyeran, mientras asistían a un curso de educación política de seis meses de duración, que se implantaría muy pronto. Esa sustitución era peligrosa para los secretarios del Partido, que temían que durante ese espacio de tiempo fuesen destinados a otro lugar, rompiendo así la estructura de su "clan" (otros dirigentes a su servicio), una causa principal de burocracia.

Thurston define el discurso de Stalin como "notablemente suave", apoyando "la necesidad de aprender de las masas, y prestar atención a las críticas de abajo". Incluso la resolución basada en el informe de Stalin tocaba sólo levemente el tema de los "enemigos", y trataba principalmente de fallos en la organización del Partido y en su dirección. Según Zhukov, que menciona esta resolución no publicada, ni uno sólo de sus 25 puntos estaba relacionado principalmente con los "enemigos". 

Tras el Pleno, los Primeros Secretarios protagonizaron virtualmente una rebelión. Primero Stalin, y más tarde el Politburó, emitieron mensajes recordando la necesidad de efectuar votaciones secretas en el seno del Partido, oponerse a las conductas de cooptación favoreciendo las elecciones, y la necesidad de generalizar la democracia interna en el Partido. Los primeros secretarios siguieron haciendo las cosas al viejo estilo, independientemente de las resoluciones del Pleno.

En los meses siguientes, Stalin y sus más próximos intentaron que la caza de los "enemigos" no fuera el foco principal, la principal preocupación de los miembros del Comité Central, insistiendo en la lucha contra la burocracia en el Partido, y en preparar las elecciones al Soviet. Mientras "los líderes locales del Partido hicieron todo lo que la disciplina del Partido les permitía, y a veces más, para suspender o retrasar las elecciones".

El súbito descubrimiento en Abril, Mayo y principios de Junio de 1937 de lo que aparentemente era un extenso complot militar y policial hizo que el pánico cundiese en el gobierno de Stalin. Genrikh Yagoda, director de la seguridad y Ministro de Asuntos Interiores, fue arrestado a finales de Marzo de 1937, y empezó a confesar en Abril. En Mayo y principios de Junio de 1937, militares de alto rango confesaron su conjura con el alto mando alemán para derrotar al Ejército Rojo en el caso de una invasión por parte de Alemania y de sus aliados, y sus relaciones conspirativas con políticos, incluidos muchos que ocupaban aún posiciones destacadas.

Esta situación era mucho más seria que cualquiera en momentos anteriores. Durante los juicios de Moscú de 1936 y 1937 el gobierno se tomó tiempo para preparar los procesos y organizar unos juicios públicos dotados de la máxima publicidad. Pero la conjura militar fue tratada de forma muy diferente. 

Poco más de tres semanas transcurrieron desde la fecha de la detención de Mikhail Tukhachevsky a finales de Mayo hasta el juicio y ejecución de este y de otros siete militares de alta graduación los días 11 y 12 de Junio. Durante este periodo, centenares de militares de alta graduación fueron requeridos en Moscú para escuchar las pruebas contra sus colegas -sus superiores, para la mayoría de ellos- y para escuchar los alarmantes análisis de Stalin y del Mariscal Voroshilov, Comisario del Pueblo para la Defensa, y el militar de más alta graduación del país. 

En las fechas del Pleno, febrero o marzo, ni Yagoda ni Tukhachevsky habían sido aún arrestados. Stalin y el Politburó tenían como objetivo que la Constitución fuera el punto principal de su agenda, y se pusieron a la defensiva ante el hecho de que la mayoría de los miembros del Comité Central ignoraran este punto, prefiriendo insistir en la batalla contra los "enemigos". El Politburó planeó que las reformas constitucionales fueran también el punto esencial del siguiente pleno a celebrar en Junio de 1937. Pero la situación en Junio era muy diferente. El descubrimiento de complots en la cúpula del NKVD y muchos destacados líderes militares para derribar el gobierno y matar a sus dirigentes, cambió por completo la atmósfera política.

        Stalin se colocó a la defensiva. En su discurso del 2 de Junio a la sesión ampliada del Soviet del Ejército (reunido del 1 al 4 de Junio), describió la serie de conspiraciones recientemente descubiertas como "limitadas", y afrontadas en forma ampliamente exitosa. También en el Pleno de Febrero-Marzo, él y sus apoyos en el Politburó minimizaron las exageradas preocupaciones de los primeros secretarios sobre los "enemigos internos". Pero, como Zhukov subraya, la situación "lenta, pero decisivamente, se iba de las manos (de Stalin)".

El pleno del Comité Central de Junio de 1937 empezó con propuestas de exclusión, en primer lugar, de siete miembros del Comité Central y candidatos por "falta de confianza política", y después con la de otros 19 miembros y candidatos por "traición y actividad contrarrevolucionaria". Estos últimos diecinueve fueron arrestados por el NKVD incluyendo los diez miembros expulsados por parecidas acusaciones antes del pleno por un grupo de miembros del Comité Central (incluyendo los mandos militares ya juzgados, culpados y ejecutados), significaba que 36 de los 120 miembros y suplentes del Comité Central habían sido destituidos antes del 1 de Mayo.

Yakovlev y Molótov criticaron el fracaso de los dirigentes del Partido en organizar elecciones independientes a los Soviets. Molótov apoyó incluso la medida de apartar del camino a revolucionarios distinguidos si no estuviesen preparados para las tareas del momento. Insistió en que los dirigentes de los Soviets no eran "trabajadores de segunda fila". Evidentemente, los dirigentes del Partido les estaban tratando como tales.

Yakovlev expuso y criticó el fracaso de los primeros Secretarios a la hora de efectuar elecciones secretas para los puestos del Partido, apoyándose por el contrario en los nombramientos ("cooptación"). Destacó el hecho de que los miembros del Partido que fueran elegidos delegados en los Soviets no estuvieran bajo la disciplina de grupos del Partido, fuera de los Soviets, que les dijesen como tenían que votar. Que su voto no fuera el que les indicaran sus superiores en el Partido, tales como los Primeros Secretarios. Tenían que ser independientes de ellos. Y Yakovlev se refirió en los más duros términos a la necesidad de "reclutar de la muy rica reserva de nuevos cuadros para reemplazar a aquellos que se han corrompido  o burocratizado". Todas estas afirmaciones constituyen un ataque explícito a los primeros secretarios.

La Constitución fue finalmente contemplada, y la fecha de las primeras elecciones se fijó para el 12 de Diciembre de 1937. Los dirigentes cercanos a Stalin nuevamente expusieron las ventajas de la lucha contra la burocracia y de crear lazos con las masas. Sin embargo -una vez más- todo esto fue posterior a la igualmente expulsión sumaria y sin precedentes de los 26 miembros del Comité Central, 19 de los cuales fueron acusados directamente de traición y actividades contrarrevolucionarias.

Tal vez lo más revelador sea el siguiente comentario de Stalin, comentado por Zhukov:

"Finalizando las discusiones, cuando el tema era la búsqueda de un método de contar papeletas más fiable, [Stalin] comentó que en Occidente, gracias a un sistema multipartidista, este problema no existía. Inmediatamente después, murmuró una frase que sonó muy extrañamente en un encuentro de ese tipo: "Nosotros no tenemos partidos políticos diferentes. Afortunadamente o desgraciadamente, tenemos solo un partido." [Subrayado por Zhukov]. Para pasar a proponer, aun cuando sólo provisionalmente, utilizar para el recuento y supervisión a miembros de todas las organizaciones sociales existentes, menos las del Partido Bolchevique... El desafío a la autocracia en el Partido estaba planteado”.

El Partido Bolchevique sufría una severa crisis, y era imposible suponer que las cosas se desarrollaran con suavidad. Era la peor situación posible para organizar unas elecciones democráticas (secretas, universales, abiertas). El plan de Stalin de reformar el gobierno soviético y el papel en ello del Partido Bolchevique estaba condenado. 

Finalizando el Pleno, Robert Eikhe, Primer Secretario de la región del Krai, Oeste Siberiano, se reunió privadamente con Stalin. Posteriormente otros Primeros Secretarios se reunieron con él. Probablemente, pedían los poderes que muy poco después obtuvieron: la autorización de formar troikas, grupos de tres dirigentes, para combatir la posibilidad de conjuras extendidas contra el gobierno soviético en sus regiones.

Estas troikas recibieron el poder de ejecución sin apelación. Se exigieron límites en el número de ejecutados y prisioneros basándose en el poder de estas troikas, y fueron concedidos. Cuando esos límites estaban agotados, los Primeros Secretarios pidieron, y recibieron, límites superiores.  Zhukov piensa que Eihke podía estar representando a un grupo informal de Primeros Secretarios.

¿Quiénes fueron los objetivos de estos draconianos juicios a cargo de esas troikas? Zhukov piensa que deben haber sido los lishentsy, aquellos cuyos derechos de ciudadanía, incluyendo el derecho a voto, habían sido recientemente restaurados, y cuyos votos planteaban potencialmente el peligro mayor para la continuidad en el poder de los Primeros Secretarios. Zhukov descarta ampliamente la existencia de conspiraciones reales. Pero los documentos de archivo recientemente publicados en Rusia evidencian que, como mínimo, la dirección central estaba continuamente recibiendo verosímiles Informes de conspiraciones, incluyendo transcripciones de confesiones. Ciertamente que Stalin y otros en Moscú creyeron en la existencia de estas conspiraciones. Mi opinión a este respecto, es que al menos algunas de las conspiraciones existieron de hecho, y que los Primeros Secretarios creían en ellas.

Otra hipótesis es que cualquiera que estuviera o hubiese estado relacionado con cualquier clase de movimiento de oposición era clemente contemplado como "enemigo", y sujeto a detención e interrogatorio por parte de la NKVD, uno de cuyos miembros era siempre parte de la troika. Otro grupo eran aquellos que expresaron abiertamente desconfianza u odio hacia el sistema soviético en su conjunto. Thurston cita pruebas de que tales individuos eran a menudo inmediatamente arrestados. Sin embargo, aquellos que manifestaban críticas de los líderes locales del Partido, no eran molestados, mientras aquellos a los que criticaban, incluyendo miembros del Partido, a veces lo fueron.

Por tanto, contra aquellos que argumentan que las conjuras fueron fantasmas en la mente paranoica de Stalin, o, peor aún, mentiras destinadas a reforzar su obsesión megalómana con el poder, hay cantidad de pruebas que demuestran la existencia de conspiraciones reales. Los relatos de los conspiradores que consiguieron salir más tarde de la URSS lo afirman. El amplio volumen de documentación policial sobre tales conspiraciones, muy poco del cual ha sido publicado, es un potente argumento contra la teoría de que todo pudiera haber sido un montaje. Además, las anotaciones de Stalin en estos documentos reafirman el hecho de que pensaba que eran ciertas.

Getty resume esta contradicción de la siguiente manera:

Stalin aún no era partidario de retirar las elecciones, y el 2 de Julio de 1937 Pravda desautorizó claramente a los secretarios regionales publicando el primer decreto de las nuevas reglas electorales, animando y apoyando las elecciones secretas y universales. Pero Stalin planteó un compromiso. El mismo día que se publicó la ley electoral, el Politburó aprobó lanzar una campaña masiva contra, precisamente, los elementos de los que se habían quejado los líderes locales, y horas más tarde Stalin envió su telegrama a los líderes provinciales del Partido, ordenando la operación kulak. [contra los lishentsy, G.F.].  Es difícil evitar la conclusión de que a cambio de obligar a los líderes locales del Partido a participar en las elecciones, Stalin eligió ayudarles a ganar dándoles licencia para eliminar o deportar a centenares o miles de "elementos peligrosos".

Cualquiera que sea la historia de estas purgas, ejecuciones extra- judiciales y deportaciones, parece que Stalin creía que estaban creándose condiciones para unas elecciones libres y abiertas. Sin embargo, estas acciones sabotearon cualquier posibilidad para unas elecciones de cualquier tipo.



Stalin. Historia y Crítica de una Leyenda Negra

(17)

Domenico Losurdo

Entre «derrocamiento bonapartista», «golpes de Estado» y desinformación: el caso Tuchacevsky

En este contexto de guerra civil latente o manifiesta dentro del nuevo grupo dirigente surgido del derrumbe del antiguo régimen, de acusaciones recíprocas de traición y de connivencia con el enemigo imperialista, y de intensa actividad de los servicios secretos, dedica-dos tanto al reclutamiento de agentes como a la manipulación, debe colocarse el asunto que en 1937 lleva a la incriminación y ejecución del mariscal Tuchacevsky y de otros numerosos y destacados miembros del Ejército rojo.

Tras este caso hay una larga historia previa. Años antes Lenin vislumbra la posibilidad de un período bonapartista y expresa su preocupación también a Trotsky: ¿llegará realmente el poder civil a hacerse obedecer por el militar? En 1920 Tuchacevsky parece querer decidir de manera soberana una anhelada marcha victoriosa sobre Varsovia. Se perfila con claridad — observan actualmente historiadores de primer nivel— la tendencia del brillante general a «convertirse en el Bonaparte de la revolución bolchevique»248. Diez años después Stalin es alertado por la GPU acerca de los planes que en ambientes militares se tejen contra él. ¿Es sólo un montaje?249 En abril del año siguiente es Trotsky el que expresa sus profundas du-das sobre Tuchacevsky, y hace este análisis de la situación creada en la URSS tras la derrota política de Bujarin y la "derecha": ahora el peligro principal para el socialismo está representado no por el «giro termidoriano», que formalmente conserva el carácter soviético del país y el carácter comunista del partido en el poder, sino más bien el «giro bonapartista», que asume «la forma más abierta, "más madura" de la contrarrevolución, dirigiéndose contra el sistema soviético y el partido bolchevique en su conjunto, desenvainando la espada en nombre de la propiedad burguesa». En tal caso, «los elementos aventureros-pretorianos a la Tuchacevsky» podrían desarrollar un papel de gran importancia. Oponiéndose a ellos «con las armas en la mano» habrían estado los «elementos revolucionarios» del partido, del Estado y —obsérvese bien— «del ejército», reunidos alrededor de la clase obrera y la «fracción de los bolcheviques-leninistas» es decir, los trotskistas.

Esta toma de posición representa una novedad en el conflicto entre bolcheviques: pese a tener «a las fuerzas armadas bajo su control», Stalin «tuvo cuidado de no implicarlas demasiado íntimamente en todas las polémicas e intrigas que agitaron al partido y al Estado»250; ahora claramente la oposición intenta meter el pie o consolidar su presencia en el ejército en nombre de la lucha contra el peligro bonapartista, que solamente éste sería capaz de enfrentar de manera consecuente. No obstante, sin dejarse impresionar por este peligro bonapartista, en 1936 Stalin eleva a Tuchacevsky y a otros cuatro dirigentes militares a la dignidad de mariscales. Es una promoción decidida en el contexto de una reforma que prevé que el ejército abandone «el carácter principal de milicia territorial», se convierta en «una verdadera fuerza permanente» y restaure «la antigua disciplina prerrevolucionaria»251. El 21 de diciembre del mismo año, junto al resto de miembros del vértice político y militar soviético, el nuevo mariscal festeja en casa de Stalin el cumpleaños de este último, «¡hasta las 5:30 de la mañana!» subraya Dimitrov252.

Es precisamente esta reforma la que suscita la indignación de Trotsky, que retoma una vieja acusación: el Ejército rojo «no se ha librado de la degeneración del régimen soviético; al contrario, tal degeneración ha encontrado en el ejército su expresión más cumplida». Por otro lado Trotsky adopta tonos nuevos, mencionando la «formación de una especie de fracción de oposición en el ejército» que, desde la izquierda, lamenta el abandono de la «perspectiva de la revolución mundial». El texto aquí citado insinúa de algún modo que por tal oposición podría verse atraído el mismo Tuchacevsky: aquél que en 1921 se había batido incluso con «exagerada impetuosidad» por la formación del «estado mayor mundial» difícilmente podía reconocerse en el abandono del internacionalismo y el «culto del statu quo» que habían arraigado en la URSS. ¿Qué decir de este nuevo texto? La agitación en el ejército continúa y parece reforzar-se: sólo que ahora la lucha en el horizonte ve cómo se contraponen no la «fracción de los bolcheviques-leninistas» contra los generales bonapartistas, sino más bien una parte consistente del ejército y de sus vértices contra los dirigentes termidorianos y traidores del Kremlin. La resistencia del Ejército rojo o su rebelión contra el poder central estarían tanto más justificadas por el hecho de que el nuevo curso de su política era en realidad como un «doble golpe de Estado» que, rompiendo con el Octubre bolchevique, procede arbitrariamente a la «liquidación de la milicia» y al «restablecimiento de la casta de los oficiales, dieciocho años después de su supresión revolucionaria»253; sublevándose contra Stalin, el Ejército rojo en realidad habría evitado los golpes de Estado proyectados por él y habría restablecido la legalidad revolucionaria. Como si todo ello no fuese suficiente, el trotskista "Boletín de la oposición" anuncia una inminente revuelta del ejército254. Una medida adoptada en Moscú algún mes antes de los procesos tiene quizás como objetivo enfrentarse a este eventual peligro: «El 29 de marzo de 1937 el Politburó deliberó acerca de retirar del Ejército rojo a todos los comandantes y dirigentes que hubiesen sido expulsados del partido por motivos políticos, ordenando su traslado a las oficinas económicas».

Los rumores difundidos en los ambientes de los rusos Blancos en París acerca del golpe de Estado militar que se preparaba en Moscú alimentan ulteriormente el clima de sospecha y preocupación. En definitiva: en la segunda mitad de enero de 1937 llegan al presidente checoslovaco Eduard Benes informaciones relacionadas con las «negociaciones» secretas en curso entre el Tercer Reich y «la claque antiestaliniana en la URSS del mariscal Tuchacevsky, Rykovy otros»: ¿tenía algún fundamento la acusación o era todo una puesta en escena de los servicios secretos alemanes? Todavía a comienzos de 1937, conversando con el ministro de exteriores Konstantin von Neurath, Hitler rechaza la idea de una mejora de las relaciones con la URSS, pero añade: «Sería diferente si las cosas en Moscú se desarrollaran en la dirección de un despotismo absoluto, basado en los militares. En este caso no sería lícito malgastar la ocasión de hacer sentir de nuevo nuestra presencia en Rusia»255— Benes pone al corriente de las «negociaciones» también a los dirigentes franceses, «cuya confianza en el Pacto franco-soviético se vio notablemente debilitada»256. Por tanto quien daba crédito a las voces o informaciones transmitidas por el presidente checoslovaco no era solamente Stalin. Y por otro lado, todavía después de la conclusión del Segundo conflicto mundial, Churchill parece avalar la versión de Moscú al señalar que, como veremos más adelante (infra, p. 313), la depuración había golpeado a los «elementos filogermánicos», a lo que añadía: «Stalin sintió una fuerte deuda en reconocimiento hacia el presidente Benes»257.

Queda sin embargo abierta la cuestión, y para responderla de modo concluyente apenas ayuda una conversación privada de Hitler en el verano de 1942: pese a no mencionar una conspiración militar determinada, observa que Stalin tenía serios motivos para temer su asesinato por parte del círculo de Tuchacevsky258. Si todo hubiese sido una puesta en escena realizada con la directa supervisión o consenso del mismo Führer259, éste quizás se habría vanagloriado de ello, en un momento en el que era reciente el recuerdo de los prime-ros éxitos arrolladores de la Wehrmacht.

Habiendo ya tenido lugar el "proceso" y ejecución, al plantearse la pregunta clave «¿hubo realmente una conspiración militar?», Trotsky da una respuesta que da qué pensar: «Todo depende de lo que se entienda por conspiración. Cualquier motivo de descontento y todo contacto entre los descontentos, toda crítica y toda reflexión sobre qué hacer, sobre cómo enfrentarse a la desgraciada política del gobierno, todo ello es desde el punto de vista de Stalin una conspiración. Y en un régimen totalitario toda oposición es indudablemente la semilla de una conspiración»; en este caso una «semilla» era la aspiración de los generales de proteger al ejército de las «intrigas desmoralizantes de la GPU». ¿Es la refutación de la tesis de la conspiración o su reconocimiento, expresado en un «lenguaje esópico» impuesto por las circunstancias? El historiador ruso fervientemente trotskista que ya hemos mencionado (Rogowin) llama la atención sobre esta ambigua declaración, y acaba retomando la tesis de la «conspiración antiestalinista» de Tuchacevsky, colocándola en un contexto político "bolchevique" más que burgués260. En conclusión; quedan dudas, aunque parece difícil explicar todo lo acontecido a través del habitual deus ex machina: un dictador sediento de poder y de sangre, deseoso de rodearse de marionetas listas para la obediencia ciega e incondicional. Aún mayor es la fragilidad de esta explicación por cuanto que en 1932 Stalin no había tenido dificulta-des a la hora de acudir, junto con Molotov, a las clases del director de la Academia militar, Boris M. Shaposhnikov; y de estas clases, impartidas por un estratega de gran prestigio pero que no era miembro del partido comunista, Stalin parece haber sacado un gran provecho261. Por otro lado, «el arte militar fue uno de los pocos campos políticamente importantes en el que Stalin favoreció la originalidad y la innovación», por lo que «el cuerpo de oficiales» pudo dar muestra de notable «independencia espiritual»262. Quienes ocuparon el puesto de Tuchacevsky y sus colaboradores fueron generales que, lejos de ser ejecutores pasivos de órdenes, expresaban con franqueza sus opiniones y argumentaban con independencia de criterio263, sin dudar a la hora de contradecir al líder supremo, quien por otro lado animaba y ocasionalmente premiaba tal actitud (supra, P. 53).

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(248) Mayer 2000), p. 621, que remite a su vez a Thomas C. Fiddick.

(249) Chlevnjuk 1998), p. 61.

(250) Deutscher 1969), p. 694.

(251) Ibid, p. 531.

(252) Dimitrov 2002), p. 59.

(253) Trotsky 1988), pp. 913 y 916-28 = Trotsky, 1968, pp. 192 y 195-205).

(254) Wolkogonow 1989), p. 415.

(255) En Nolte 1987), pp. 306-7.

(256) Conquest 2000), p. 322.

(257) Churchill 1963), p. 321.

(258) Hitler 1989), p. 447 conversación del 21 de julio de 1942).

(259) Conquest 2000), p. 321.

(260) Rogowin 1998), pp. 520 y 531-44.

(261) Schneider 1994), pp. 248 y 232.

(262) Deutscher 1969), pp. 694-5

(263) Roberts 2006), p. 16.


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