Los Sindicatos y la Lucha de Clases del Proletariado*
A. Losovsky
MARX COMENZÓ A PENSAR como político en una época en la
que los sindicatos acababan de nacer. Se hizo comunista, cuando en algunos
países los sindicatos se hallaban en el comienzo de su cristalización,
surgiendo del seno de formas diversas de mutualidades (Francia) y en otros
(Inglaterra) dirigían huelgas económicas y la lucha por el derecho de sufragio.
Tenía ante sus ojos formas embrionarias de organizaciones, sumamente
primitivas, de ideología y composición abigarradas, con todos los signos
reveladores de su origen. Y la grandeza de Marx consiste, precisamente, en
haberse dado cuenta de que no eran más que balbuceos de infancia de la
clase obrera, y que por lo tanto no se podía juzgar por estas formas primitivas
del movimiento, del papel histórico de estas organizaciones ni de los causes de
su desarrollo.
Marx veía
en los sindicatos, ante todo, centros organizadores, focos de
agrupamiento de las fuerzas de los obreros, organizaciones destinadas a darles
su primera educación de clase. ¿Qué es lo que le importaba fundamentalmente a
Marx? El hecho de que los obreros dispersos y en competencia mutua,
comenzaran a actuar conjuntamente. En esto vio Marx la garantía de la
transformación de la clase obrera en una fuerza independiente. Marx y Engels
insisten frecuentemente en la idea de que los sindicatos son escuelas de
solidaridad, escuelas de socialismo. Su correspondencia nos proporciona a este
respecto material abundante; en sus cartas planteaban más abierta y brutalmente
una serie de cuestiones que no podían plantear, teniendo en cuenta el nivel del
movimiento, en la prensa socialista internacional.
Los
sindicatos son escuela del socialismo. Pero Marx no se limita a enunciar
fórmulas. Desarrolla su pensamiento y aborda la cuestión de los sindicatos en
sus distintos aspectos. Es el autor de la resolución. Adoptada en el Congreso
de la Ia Internacional, celebrado en Ginebra, en 1866, sobre “El
pasado, el presente y futuro de los sindicatos”. ¿Cuál ha sido, pues, el pasado
de los sindicatos?
“El
capital es poder social concentrado, mientras que el obrero solo dispone de su
fuerza de trabajo. El contrato entre capital y trabajo no puede, pues,
descansar, nunca en justas condiciones, ni aun en el sentido de la justicia
de una sociedad que pone la posesión de los medios materiales de vida y de
producción de un lado, y la fuerza productiva viviente en el opuesto.
“Del lado
del obrero, su única fuerza social es su masa. Pero la fuerza de la masa se
rompe por la desunión. La división de los obreros es el producto y el resultado
de la inevitable competencia entre ellos mismos. Los sindicatos nacen
precisamente del espontáneo impulso de los obreros a eliminar, o por lo menos a
reducir, esta competencia, a fin de conseguir en los contratos condiciones que
les coloquen al menos en situación superior a la de los simples esclavos.
“El fin
inmediato de los sindicatos se concreta, pues, en las exigencias del día, en
los medios de resistencia contra los incesantes ataques del capital; en una
palabra, en la cuestión del salario y de la jornada. Esta actividad no solo
está justificada, sino que es necesaria. No se les puede privar de ella en
tanto que perdure el modo actual de producción. Al contrario, es necesario
generalizarla, fundando y organizando sindicatos en todos los países.
“Por otra
parte, los sindicatos, sin que sean conscientes de ello, han llegado a ser el
eje de la organización de la clase obrera, como las municipalidades y las
parroquias medioevales lo fueron para la burguesía. Si los sindicatos son
indispensables para la guerra de guerrillas cotidiana entre el capital y el
trabajo, son todavía importantes como medio organizado para la abolición del
sistema mismo del trabajo asalariado.”
Marx declara que los sindicatos tienen aun mayor
importancia como factores de organización para la supresión del sistema de
trabajo asalariado mismo. Eso prueba que Marx atribuyó una gran importancia
política a los sindicatos, que no veía en ellos de ningún modo organizaciones
apolíticas y neutrales. Cada vez que los sindicatos se encerraban en los
estrechos marcos corporativos, Marx intervenía fustigándolos apasionadamente.
En la
segunda parte de la misma resolución, bajo el título “Su presente”, leemos:
“Hasta
ahora, los sindicatos han atendido demasiado exclusivamente las luchas locales
e inmediatas contra el capital. Todavía no han comprendido del todo su fuerza
para atacar el sistema de esclavitud del asalariado y el modo de producción
actual. Se han mantenido por lo mismo demasiado alejados de los movimientos
generales sociales y políticos. Sin embargo, en los últimos tiempos, parecen
haber despertado en cierta medida a la conciencia de su gran tarea histórica,
como se puede deducir, por ejemplo, de su participación en los movimientos
políticos reciente de Inglaterra, de una más alta concepción de su función en
los Estados Unidos, y de la resolución adoptada por la última gran conferencia
de delegados de los tradeunionistas en Sheiffield. La resolución dice así:
“«Esta
Conferencia estima en todo su valor los esfuerzos de la Asociación
Internacional para unir a los obreros de todos los países en una unión
fraternal común, y recomienda con todo interés a las diferentes organizaciones
representadas en la Conferencia que se hagan miembros de la Asociación, en la
convicción de que ésta es necesaria para el progreso y bienestar de todo el
proletariado».”
En esta parte de la resolución hallamos ya una crítica
aguda de los sindicatos que se apartan de la política y ese mismo texto subraya
y destaca claramente la importancia de los sindicatos que comienzan a
comprender su gran misión histórica.
Si se
tiene en cuenta el nivel del movimiento sindical de la séptima década del siglo
pasado, hemos de comprender la altura en que se sitúan las apreciaciones de
Marx sobre el movimiento sindical de su tiempo. Marx, teniendo en cuenta que
los sindicatos se encontraban aún en su infancia, no consideraba, sin embargo,
posible hacerles ninguna concesión política. Marx planteaba ante ellos tareas
no solamente económicas, sino también problemas generales de clase.
Pero Marx
no solo se limita a definir el pasado y el presente de los sindicatos. He aquí
lo que se dice en esta resolución con respecto a su porvenir:
“Aparte
de sus fines primitivos, los sindicatos deben aprender a actuar ahora de modo
más consciente como ejes de la organización de la clase obrera, por el interés
superior de su emancipación total. Deberán apoyar todo movimiento político o
social que se encamine directamente a este fin. En tanto que se consideran a sí
mismos como vanguardia y representación de toda la clase obrera, y puesto que
obran de acuerdo con esta significación, deben conseguir atraerse a los que
están fuera de los sindicatos. Deben ocuparse cuidadosamente de los intereses
de las capas trabajadoras peor pagadas, por ejemplo, de los obreros agrícolas,
a quienes circunstancias especialmente desfavorables han privado de su fuerza
de resistencia. Deben llevar a todo el mundo a la convicción de que sus
esfuerzos, lejos de ser egoístas y ambiciosos, han de tener más bien por fin la
emancipación de las masas oprimidas.”
Esta resolución fue escrita hace sesenta y ocho años.
Pero ¿se puede decir que ha envejecido, que estas tareas no convienen a los
sindicatos de los países capitalistas de nuestro tiempo? De ninguna manera.
Hallamos así expuestas con la fuerza de concentración y la claridad tan propia
de Marx, las tareas fundamentales de los sindicatos de los países capitalistas.
Pero Marx no se limita a esto.
El
problema de las relaciones mutuas entre la economía y la política, surgía
siempre ante Marx y la Ia Internacional, por él dirigida. Y se vio
en la necesidad de defender su punto de vista sobre estas relaciones, contra
los bakuninistas, los lasallianos, los tradeunionistas, etc. Por eso vuelve
frecuentemente sobre esta cuestión. Muy característica e instructiva a este
respecto es la resolución, escrita por él, “sobre las tareas políticas de la
clase obrera” adoptada por la Conferencia de Londres, de la Asociación
Internacional de Trabajadores (17-23 de septiembre de 1871). En esa resolución
leemos lo siguiente:
“Teniendo
en cuenta que la Internacional se encuentra frente a una reacción desenfrenada
que aplasta cínicamente todo esfuerzo emancipador de los trabajadores y
pretende mantener por medio de la fuerza bruta la división en clases y el
dominio político de las clases poseedoras que resulta de ellos;
“que en
contra del poder colectivo de las clases poseedoras el proletariado puede
actuar, como clase, solamente constituyéndose en partido político distinto,
opuesto a todos los añejos partidos creados por las clases dominantes;
“que esta constitución del
proletariado en un partido político es indispensable para asegurar la victoria
de la revolución social y de su objetivo final, la supresión de las clases;
“que la unificación de las
fuerzas obreras, ya alcanzada por las luchas económicas, debe servir también
como palanca en su lucha contra el poder político de los explotadores;
“la Conferencia recuerda a todos
los miembros de la Internacional, que en la clase obrera militante, el
movimiento económico y la actividad política están ligados entre sí
indisolublemente.”
En esta resolución hallamos otra vez la idea de que
los sindicatos deben servir de palanca potente de la clase obrera, para la
lucha contra el sistema de explotación. Contra todos los intentos de los
bakuninistas de dividir la lucha general de clases y de separar la economía de
la política, de ponerlas en pugna, la Ia Internacional recuerda que en
el plan de combate de la clase obrera, el movimiento económico y la actividad
política están ligados entre sí indisolublemente.
Dos meses
después, en la carta a Bolte, fechada el 23 de febrero de 1871, Marx plantea de
nuevo la cuestión de las relaciones entre la política y la economía,
determinando en ella el lugar que corresponde a la lucha económica, en la lucha
general de clase del proletariado. Marx escribe:
“El
movimiento político de la clase obrera tiene por finalidad, naturalmente, la
conquista del poder político por sí misma, y para eso es necesario, como es
lógico, que vaya adelante una organización de la clase obrera relativamente
desarrollada que se ha formado de sus propias luchas económicas.
“Por otra
parte, todo movimiento en que la clase obrera se oponga como clase a las
clases dominantes, procurando vencerlas por una presión exterior, es un
movimiento político. Por ejemplo, el intento de conseguir por la huelga en una
fábrica o en un gremio determinado o de determinados capitalistas, una
limitación de la jornada, es un movimiento puramente económico. En cambio, un
movimiento encaminado a conseguir una ley de ocho horas, etc., es un movimiento
político. Y de este modo, de los movimientos económicos aislados de los
obreros, surge en cualquier momento un movimiento político, es decir, un
movimiento de clase para ver satisfechas sus reivindicaciones en forma
general, de modo que posean fuerza social obligatoria. Si estos
movimientos se realizan poniendo por delante a una determinada organización,
son también un medio para que éstas se desarrollen.”
Había necesidad no solamente de resolver el problema
de la importancia de la lucha económica, sino también la cuestión de las
relaciones entre la organización económica y política de la clase obrera. A
este respecto es muy característica la decisión del Congreso Internacional de
la Haya de la Asociación Internacional de Trabajadores (2-7 septiembre de
1872). El Congreso de la Haya adoptó, a propuesta de Marx, una resolución
“sobre la actividad política del proletariado”. En esta resolución leemos que:
“Contra
la fuerza social de las clases poseedoras, no puede actuar el proletariado como
clase, más que constituyéndose en partido político especial, opuesto a todos
los viejos partidos políticos creados por las clases poseedoras; que esta
organización del proletariado en un partido político es indispensable para
asegurar el triunfo de la revolución social y su objetivo final de abolición de
las clases; que la unión de las fuerzas del proletariado que ya se ha
conseguido por las luchas económicas, debe servir también como palanca para
la lucha contra el poder político de sus explotadores. En vista de que los
propietarios de la tierra y del capital aprovechan siempre sus privilegios
políticos para salvaguardar y eternizar sus monopolios económicos y para la esclavización
del trabajo, la conquista del poder político se plantea como la gran tarea del
proletariado.”
Al terminar el Congreso, Marx intervino en el mitin
con un discurso donde subrayó el sentido esencial de las decisiones adoptadas.
Ahora bien: ¿qué es, según Marx, lo principal en las decisiones del Congreso de
la Haya que fue, como es sabido, el punto culminante del desarrollo de la Ia
Internacional?
“El
Congreso de la Haya ha realizado un trabajo importante. Ha proclamado la
necesidad de la lucha de la clase obrera, tanto en el terreno político como
económico, contra la vieja sociedad en descomposición.
“Debemos
reconocer que en la mayoría de los países continentales, la fuerza debe servir
como palanca para nuestra revolución; habrá necesidad, en un momento dado, de
apelar a la fuerza para implantar definitivamente el reino del trabajo.”
Una vez más tenemos ante nosotros una precisa y clara
definición del lugar de la lucha económica en la lucha general de clase del
proletariado. Los sindicatos deben ser en manos de la clase obrera “la
palanca de la lucha contra el poder político de sus explotadores”.
La
cuestión de las relaciones entre la lucha económica y política, constituye el
eje de la doctrina de Marx. Tanto menos admisible es entonces la actitud ligera
y negligente frente a esta cuestión de algunos historiadores soviéticos. Esta
negligencia la ha demostrado J. Steklov en su voluminoso libro consagrado a la
Ia Internacional. El compañero Steklov escribe que Marx empleó la
fórmula siguiente en la exposición de motivos del reglamento de la Asociación
Internacional de Trabajadores: “La lucha política está subordinada como un
medio a la lucha económica del proletariado” (pág. 122). Luego el compañero
Steklov se esfuerza “por disculpar” al autor de esta fórmula, pero se embrolla,
porque hubiera sido difícil “disculpar” a Marx, si hubiera escrito algo
semejante. Tomemos el tercer capítulo del mismo libro del compañero Steklov y
allí, en la “exposición de motivos”, citada íntegramente en la página 61 leemos
lo siguiente:
“La
emancipación económica de la clase obrera es el gran objetivo al cual debe ser
supeditado como medio, todo movimiento político.”
Esto es lo que escribió Marx. ¿Pero es que puede
confundirse la lucha económica y la emancipación económica de la clase obrera?
Si Marx hubiese escrito lo que le atribuye el compañero Steklov, hubiera sido
un vulgar proudhoniano y nosotros le hubiéramos combatido porque eso
significaría colocar la lucha económica por encima de la lucha política. Pero Marx,
como vemos, no escribió nunca nada semejante.
Carlos
Marx sentía la pulsación de las masas y sabía el lenguaje que era preciso
emplear con ellas en cada momento. Desde este punto de vista es muy útil
comparar el Manifiesto Comunista (1847) con la Proclama Inaugural de la Ia
Internacional, escrita diecisiete años más tarde. La proclama inaugural de la Ia
Internacional es un documento de frente único, tendiente a atraer las capas
y organizaciones de obreros aún no maduras para el comunismo. En toda ella
no se cita una sola vez la palabra comunismo y, a pesar de eso, es, del principio
al fin, un documento comunista. John Commons, escribe: “La Proclama
inaugural, es un documento sindical y no un manifiesto comunista.”
Esta es
una apreciación absolutamente falsa, porque no es la forma, sino el contenido,
lo que determina el carácter de la Proclama Inaugural. Es muy cierto que la
situación económica de los obreros, la legislación obrera, etc., ocupan el
centro de su atención, pero en el mismo documento señala Marx que la conquista
del poder político se ha transformado en el gran deber de la clase obrera, y a
continuación aborda la cuestión del Partido, pero de una manera especial.
He aquí lo que dice Marx:
“Los
obreros cuentan con uno de los elementos del éxito: la cantidad. Pero la
cantidad tiene peso únicamente cuando está unida por la organización y guiada
por el saber. La experiencia del pasado ha demostrado que el menosprecio a
la unión fraternal que existe entre los obreros de los distintos países y que
debería impulsarlos al mutuo apoyo en la lucha por su emancipación, encuentra
su castigo en la derrota común de sus esfuerzos dispersos.”
He aquí una fórmula poco habitual en la pluma de Marx.
Primero, la “masa obrera agrupada por la unión” es considerada por Marx en un
triple punto de vista: la masa agrupada en el sindicato, la masa unificada en
el partido político y la masa unificada en la Internacional. Tampoco es
habitual la expresión: “El papel dirigente del saber.” ¿A qué se refiere? ¿Al
papel dirigente de la ciencia universitaria, de los profesores académicos? Nada
de esto. Aquí la palabra saber es el pseudónimo del comunismo. Marx
utilizó intencionalmente expresiones y fórmulas que permitiesen penetran
profundamente en las masas.
“La
Asociación Internacional de Trabajadores, escribió F. Engels, tenía por objeto
reunir en un inmenso ejército a toda la clase obrera de Europa y América. No
podía, pues, partir de los principios expuestos en el Manifiesto. Debía darse
un programa que no cerrara las puertas a las Tradeuniones inglesas, a los
proudhonianos franceses, belgas, italianos y españoles, y a los lassallianos
alemanes.”
“Era muy
difícil exponer esta cuestión de manera, escribía Marx, que nuestras
concepciones adquiriesen una forma aceptable para el estado actual del
movimiento obrero… Se necesita tiempo para que la presión renovada autorice el
viejo lenguaje audaz.”
Marx habla aquí de la forma de exponer las
ideas, no de su esencia. Cuando se trataba del principio, de la esencia
de las ideas comunistas, Marx fue duro e intransigente; pero manifestaba una
extraordinaria flexibilidad y capacidad para presentar la esencia de sus ideas
en las más diversas formas. Así se explica “el lenguaje sindical” de la
Proclama Inaugural, el documento más notable después del Manifiesto Comunista.
Así fue como Marx, persiguiendo el único fin de impregnar al movimiento obrero
de conciencia comunista, cambiaba la formas y métodos de relación con las masas,
de acuerdo con el nivel del movimiento y el carácter de las organizaciones
obreras de su época.
Determinar
con acierto la relación entre la lucha económica y política, significa definir
acertadamente la relación entre los sindicatos y el partido. Aun atribuyendo un
enorme significado a la lucha económica del proletariado y a los sindicatos,
Marx subraya siempre la supremacía de la política sobre la economía, es decir,
subraya la cuestión que fue puesta como base de todo el trabajo del Partido
Bolchevique y de la Internacional Comunista.
Cuando
hablamos de la supremacía de la política sobre la economía, no significa que
los sindicatos deben transformarse en un partido político o que deben adoptar
un programa puramente de partido; no quiere decir que haya que borrar la
diferencia entre los sindicatos y el Partido. No. No es esto lo que quería
decir Marx. Marx subrayaba la importancia de los sindicatos como centros
organizadores de las amplias masas obreras, y combatió la tendencia a meter en
el mismo saco los partidos y los sindicatos. Consideraba que la
organización política y económica del proletariado tiene un solo objetivo, pero
cada una con sus propios métodos específicos.
____________
(*) Losovski, A. Marx y los sindicatos. I. Los sindicatos y la lucha de clases del proletariado. Colección 70. Editorial Grijalbo, México, 1969.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.