viernes, 1 de febrero de 2019

Investigación


La Justificación del Uso de la Violencia Revolucionaria: Un Análisis de las Organizaciones Guerrilleras Peruanas de las Décadas de 1960 y 1980*
(Primera Parte)

Jan Lust

Resumen: Este artículo analiza la justificación del uso de la violencia revolucionaria por las organizaciones guerrilleras peruanas de las décadas de sesenta y de ochenta. Para una evaluación integral de su legitimación, se presenta las principales ideas y conceptos de Lenin, Castro, Guevara y Mao sobre la violencia revolucionaria y se los compara con los documentos de las organizaciones políticas-militares de estos años. Como estas organizaciones argumentaron que existía una situación revolucionaria (o prerrevolucionaria) y por lo tanto la violencia revolucionaria estaba justificada, se determina, en base de las condiciones objetivas y subjetivas de Lenin, si realmente existía una situación revolucionaria. Se concluye que la lucha armada en las décadas de sesenta y ochenta no fue legitimada si aplicamos el concepto situación revolucionaria de Lenin. Sin embargo, la realidad concreta de las décadas de sesenta y ochenta hacían muy difícil desarrollar estas evaluaciones durante estos mismos años. Reconozco que un análisis relativamente esquemático no sabe captar la efervescencia política, también importante para la toma de decisiones revolucionarias.

Palabras clave: Perú, MIR, ELN, PCP-SL, MRTA, violencia revolucionaria, situación revolucionaria.

LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA PERUANA tiene una historia marcada por el uso de la violencia política. Seis años después de la Revolución Cubana, guerrilleros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y del Ejército de Liberación Nacional (ELN) iniciaron la lucha armada. Fueron vencidos en enero de 1966, después de siete meses de lucha.

        En 1980, con el retorno de la democracia tras una dictadura militar de 12 años, el Partido Comunista del Perú – Por el luminoso sendero de José Carlos Mariátegui (PCP-SL) inició su guerrilla que duró, según la organización, hasta el 1993 (un año después de la captura de sus principales líderes). En 1982, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) empezó con sus acciones armadas. Aunque en 1996 el MRTA obtuvo fama mundial cuando ocupó la residencia del embajador japonés en la capital del Perú Lima, sin embargo, en 1992, la organización ya había entrado en un proceso de desarticulación cuando fue capturado su comandante Víctor Polay.

        Los guerrilleros de las décadas de sesenta y ochenta se basaron en los pensamientos de Lenin, Fidel Castro, Ernesto Guevara y Mao para justificar el uso de la violencia revolucionaria. Aunque no se puede comparar la situación política y económica en el Perú de la década de sesenta con la situación al final de la década de setenta y a principios de los años ochenta, es interesante observar que la izquierda revolucionaria armada en el Perú utilizó, en términos generales, las mismas razones y las mismas categorías políticas y económicas para justificar el uso de la violencia revolucionaria.

        El propósito de este artículo es analizar la justificación del uso de la violencia revolucionaria por el MIR, el ELN, el PCP-SL y el MRTA. Con el fin de elaborar una evaluación completa de su legitimación, consideramos necesario (i) indagar en los principales puntos de vista de Lenin, Castro, Guevara y Mao sobre la violencia revolucionaria; (ii) comparar estos puntos de visto con los documentos de las mencionadas organizaciones políticas-militares; y (iii) determinar si existía una situación revolucionaria en el país, como argumentaron estas organizaciones, que podría justificar el uso de la violencia revolucionaria.

        Este artículo está estructurado en 6 secciones. En la sección 1 exponemos los principales puntos de vista teóricos marxistas que formaron la base para la justificación del uso de la violencia revolucionaria por parte de las organizaciones guerrilleras peruanas. Secciones 2 y 3 presentan los puntos de visto del MIR, del ELN, del PCP-SL y del MRTA sobre el uso de la violencia revolucionaria. Secciones 4 y 5 tratan de determinar si en las décadas de sesenta, setenta y ochenta había o no había una situación revolucionaria en el país. En la sección 6 presentamos nuestras conclusiones.

1. El sustento teórico para el uso de la violencia revolucionaria

Las discusiones sobre el uso de la violencia para avanzar en un proceso hacia la destrucción del sistema capitalista y para instalar el socialismo o, en otras palabras, sobre el uso de la violencia revolucionaria, nunca han sido debates teóricos abstractos. Las organizaciones políticas revolucionarias que utilizaron la violencia revolucionaria se basaron en el desarrollo político, económico y social de sus países. Sin embargo, para legitimar el uso de la violencia revolucionaria la guerrilla peruana se ha sustentado, principalmente, en las ideas y conceptos de Lenin, Mao, Guevara y Castro.

        El análisis de la situación en el país determinaba si era no era necesario usar la violencia revolucionaria para la toma del poder. Es decir, el uso de la violencia revolucionaria está justificado cuando existe una situación revolucionaria. Según Lenin, una situación revolucionaria tiene “tres síntomas principales” (Lenin, 1977: 310). El primero es “cuando es imposible para las clases gobernantes mantener su dominación sin ningún cambio […] Para que estalle la revolución no basta, por lo general, que “los de abajo no quieran” (Lenin, 1977: 310) vivir como antes, sino que también es necesario que “los de arriba no puedan vivir” como hasta entonces” (Lenin, 1977: 310). El segundo síntoma es “cuando los sufrimientos y las necesidades de las clases oprimidas se han hecho más agudos que habitualmente” (Lenin, 1977: 310), y la tercera es “cuando, como consecuencia de las causas mencionadas, hay una considerable intensificación de la actividad de las masas, las cuales en tiempos “pacíficos” se dejan expoliar sin quejas, pero que en tiempos agitadas son compelidas” (1977: 310).

        Para que una situación revolucionaria pueda llevarse a una revolución, a las condiciones objetivas mencionadas tienen que juntarse las condiciones subjetivas; es decir, “la habilidad de la clase revolucionaria para realizar acciones revolucionarias de masas suficientemente fuertes como para destruir (o dislocar) el viejo gobierno, que jamás, ni siquiera en las épocas de crisis “caerá” si no se lo “hace caer” (Lenin, 1977: 310).

        Como Lenin, también Castro (1966a; 1966c) se ha referido a ciertas condiciones objetivas y subjetivas con relación a una situación o proceso revolucionario. Sin embargo, estas condiciones no tenían nada que ver con la concepción leninista. Como decía Hart Dávalos, uno de los líderes del Movimiento de 26 de Julio de Cuba,

En algunas oportunidades se ha confundido nuestra afirmación de que hay condiciones con la concepción leninista de situación revolucionaria. Cuando hablamos de condiciones no nos estamos refiriendo a lo que en el criterio estricto de Lenin se señalaba como situación revolucionaria. Si nos atenemos a lo que Lenin llamó situación revolucionaria, podríamos concluir que no existe tal situación en el continente. Ahora bien, en América Latina hay condiciones económicas, sociales y políticas para crear, con el desarrollo de la guerra popular, situaciones revolucionarias (1967: 10).

Lenin consideraba que el camino hacia el socialismo era violento. En su “Programa de la revolución proletaria” argumentaba que las “guerras de clases” eran necesarias “para alcanzar ese bello porvenir”. Según el líder de la Revolución Rusa,

Una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad de clases –ya se funde en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado–, la clase opresora, está armada. No sólo el ejército regular moderno, sino también la milicia actual –incluso en las repúblicas burguesas más democráticas–, como, por ejemplo en Suiza– representan el armamento de la burguesía contra el proletariado (1961: 801-802).

La guerra revolucionaria debe confluir con las aspiraciones de las masas oprimidas. Según Mao, si los objetivos políticos de la guerrilla “no coinciden con las aspiraciones de la gente” (Tse Tung, 2007: 43-44), no se pueda ganar su simpatía, su cooperación y su apoyo. La guerra de guerrillas “se deriva de las masas y se apoya en ellos” (Tse Tung, 2007: 43-44). Además, la guerrilla no “puede existir ni prosperar si se separa” de las “simpatías y cooperación” del pueblo. En relación con eso, Alberto Bayo (2005), el entrenador militar español de la guerrilla liderada por Castro, consideraba que la guerrilla siempre será derrotada cuando se levanta contra un gobierno que no es enemigo del pueblo o cuando no es una dictadura. También Castro pensaba que en democracia no se debe usar la violencia revolucionaria. En su discurso en la conmemoración del noveno aniversario del asalto al palacio presidencial el 13 de marzo de 1966, decía “que cuando en un país todas las vías no están cerradas –como ocurre en la inmensa mayoría de los pueblos de América Latina– la lucha armada revolucionaria no se pone a la orden del día” (1966b). Guevara, sin embargo, no descartaba que también en democracia se pueda usar la violencia revolucionaria. Decía que el combate podría empezar cuando se ha agotado “los medios pacíficos” (1977a: 71; 1977b: 229) de lograr la liberación del pueblo.

        La discusión en círculos marxistas sobre el momento del inicio de la guerra de guerrillas o del uso de la violencia revolucionaria para instalar el socialismo fue enriquecida por el debate sobre las calidades de la guerrilla. Según Guevara (1962), la lucha armada funcionaría como un catalizador que podría hacer “nacer una conciencia” […] de la necesidad de un cambio en una situación social dada y a la certeza de la posibilidad de ese cambio”, es decir, la conciencia necesaria para desarrollar la revolución. En 1966, Castro decía que

No hay mejor maestro de las masas que la misma revolución, no hay mejor motor de las revoluciones que la lucha de clases, la lucha de las masas contra sus explotadores. Y fue la propia Revolución, el propio proceso revolucionario quien fue creando la conciencia revolucionaria. […] No hay mejor maestro de las masas que la misma revolución, no hay mejor motor de las revoluciones que la lucha de clases, la lucha de las masas contra sus explotadores. Y fue la propia Revolución, el propio proceso revolucionario quien fue creando la conciencia revolucionaria. […] Y el verdadero revolucionario no espera que esos llamados factores subjetivos se den de una manera cabal (1966c).

2. El MIR y el ELN de la década de sesenta

En la década de sesenta dos organizaciones guerrilleras han desarrollado la lucha armada en el Perú. La lucha guerrillera empezó el 9 de junio de 1965 con las acciones del MIR liderado por Luis de la Puente y terminó en una derrota en enero de 1966. En septiembre de 1965 el ELN inició sus acciones militares. Ya en diciembre de 1965 la organización fue diezmada. El ELN tenía como comandante a Héctor Béjar. A continuación, presentamos los puntos de vista del MIR y del ELN respecto a las razones para usar la violencia como instrumento para la toma del poder.

MIR

El MIR fue una organización que surgió del partido Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA). La derechización del APRA, por un lado, y la Revolución Cubana, por otro lado, motivó a un grupo de apristas fundar una nueva organización, APRA Rebelde. El APRA Rebelde, sin embargo, fue precedido por el Comité Aprista de Defensa de los Principios Doctrinarios de la Democracia Interna que quería detener el proceso de la derechización del APRA. Bajo la influencia de la Revolución Cubana y la marxistización de la organización misma, pronto dejó todas las viejas posiciones apristas. Aunque el MIR se basó en el marxismo-leninismo, no fue una organización “maoísta”1.

        El MIR intentó construir seis frentes guerrilleros, sin embargo, solamente tres de ellos habían funcionado como frentes guerrilleros. El 9 de junio de 1965 la unidad guerrillera Túpac Amaru, liderada por Guillermo Lobatón, empezó con sus primeras acciones en el departamento de Junín. Asaltaron una mina y una posta policial, volaron un puente y atacaron una hacienda. En el departamento de Cuzco se encontraba el cuartel general de la guerrilla. La unidad guerrillera que actuó allí, Pachacútec, fue dirigida por De la Puente. En el departamento de Piura había el tercer frente guerrillero, Manco Cápac. Este lo dirigieron Gonzalo Fernández y Elio Portocarrero. Como secretario general del MIR, De la Puente tuvo la dirección general sobre las acciones guerrilleras.

        El MIR consideraba la lucha armada como el único medio que podía privar a la clase dirigente de su poder. Además, era esencial para el establecimiento del socialismo. Como decía De la Puente, “sin capturar el poder, sin llegar al gobierno revolucionariamente, no es posible transformar las infraestructuras de la sociedad” (1980: 97).

        La organización llegó a la conclusión que el camino hacia el socialismo no puede ser otro que violento. El MIR señalaba:

[…] es un engaño equivalente a una traición, crear paralelamente ilu­siones en cuanto a las posibilidades de un paso pacífico al socialismo. En estos países la revolución tiene que ser violenta. Y no podrá ser de otra manera porque en ninguna parte las contradicciones son más antagónicas. En ninguna parte tampoco las oligarquías y el imperialismo están más amenazados de muerte, lo que los lleva a las más feroces intransigencias. […] Decíamos alguna vez que si el pueblo del Perú en una campaña gigantesca y millonaria hubiera conocido y creído las plataformas de los distintos grupos de izquierda y hubiera votado mayoritariamente por revolucionarios; decíamos, que aún en ese caso hipotético, los problemas del Perú no hubieron podido ser encarados ni menos resueltos. [...] Es que el poder político es expresión del poder económico, contando con la garantía de la fuerza armada. El sistema imperante está perfectamente acondicionado con métodos, medios e instituciones, que sirven únicamente para defender los intereses de la minoría privilegiada. Es ilusorio, ingenuo, infantil pensar que la oligarquía y el imperialismo se van a dejar arrancar el poder real con sonrisas en los labios, pactos, componendas o nobles invocaciones2 (1971: 2, 14).

La izquierda fue culpable de que aún el pueblo tuviera confianza en el camino electoral. El MIR escribió que “si el pueblo participa –en las elecciones-, no es porque el pueblo crea en ellas. El pueblo participa porque hasta ahora no se le ha abierta otro camino” (1973: 8).

        Un análisis de las condiciones objetivas no fue necesario porque, según De la Puente, “ellas no solo están maduras, sino que lo han estado siempre. No creo que haya un país en América Latina, que presente las condiciones infra y supraestructurales, tan injustas, tan carcomidas, tan arcaicas como las nuestras” (1973: 8). Las condiciones subjetivas se desarrollarían durante la guerrilla. MIR: “La guerra irá creando las condiciones que faltan. [...] Una guerra de esta naturaleza, desencadenadora de todas las potencias heroicas de las masas, no necesita inevitablemente de tan mezquinos recursos para ir creando las condiciones revolucionarias. Si algunas faltan, ella misma las irá creando en el camino” (1973: 5).

        El MIR llevó a cabo su lucha guerrillera cuando en el Perú había un gobierno “democráticamente” elegido. Esto, según Lobatón, el número 2 del MIR, no tenía ninguna influencia sobre la validez de la lucha guerrillera. Él escribió:

        4ta. Enseñanza: Dadas las condiciones materiales se puede desencadenar la revolución violenta en cualquier momento; las condiciones subjetivas se van creando en el curso de la misma lucha. El Che Guevara señala una limitación: solo sería posible desencadenar con éxito la guerra de guerrillas cuando una dictadura militar haya cerrado todas las salidas democráticas en un país. Conviniendo en que esta es, naturalmente, la época más indicada, nosotros no descartamos de antemano toda posibilidad en alguna otra época. Por el contrario, estamos persuadidos de que las mismas guerrillas pueden contribuir a desvelar definitivamente el carácter de los regímenes pseudodemocráticos, delimitar con toda claridad los campos enemigos, y obligar a la reacción a vestir su auténtica vestidura: la dictadura militar (Lobatón y Eluau: S.F: 42).

ELN

El ELN fue fundado en septiembre de 1962. Surgió del deseo de jóvenes peruanos por seguir el ejemplo de la Revolución Cubana. Eran personas que habían salido por voluntad propia o que fueron expulsados del PCP. También había estudiantes becados por el gobierno cubano que, impresionados por los éxitos de su revolución, se motivaron para organizar la guerrilla. También había gente que vino de otras organizaciones.

        El desarrollo del ELN ha pasado por tres fases. El primer período es desde la salida en 1961 de algunos peruanos a Cuba con el objetivo de prepararse para la lucha armada hasta la primera derrota del ELN en mayo de 1963 en la ciudad de Puerto Maldonado. El proceso de reestructuración que se inició y culminó posteriormente en la creación del frente guerrillero Javier Heraud, en el departamento de Ayacucho en septiembre 1965, fue la segunda etapa. La tercera fase comenzó después de la derrota de la guerrilla en diciembre de 1965. Este último periodo está centrado principalmente en el intento de crear un nuevo foco guerrillero en el departamento de Puno, y estaba en relación directa con la guerrilla boliviana dirigida por el Che Guevara en los años 1966 y 1967.

        El ELN consideraba que “a la violencia ejercitada criminalmente y a diario por la oligarquía y el imperialismo debemos oponer la lucha armada del pueblo como único medio para tomar el poder e instaurar un régimen popular y socialista que ponga fin a la explotación del hombre por el hombre” (1965: 8). Según la organización, “preconizando vías pacíficas en un país que como el nuestro es aherrojado por una oligarquía económica y militarmente poderosa, habituada a ejercer la tiranía, el despotismo y el golpismo.” En 1968 Béjar escribió:

        En otras palabras, hay que decirle claramente al pueblo, que con elecciones -del año 1969- no se conquista el poder y que hacer de la recolección de votos, el objetivo fundamental no pasa de ser una tarea divisionista e ilusoria. No creo que la constitución de una fuerza política capaz de enfrentarse a los partidos de la burguesía sea, de por sí, un hecho negativo. Lo negativo es reemplazar la lucha política revolucionaria por la lucha electoral. Hay que distinguir entre el éxito inmediato y los principios. Ganar amigos, conquistar varias decenas de miles de votos para una candidatura de izquierda puede ser, efectivamente, un éxito. Pero suele ser un fracaso a largo plazo, una derrota de los principios frente a las limitaciones de una lucha circunscrita de antemano a un plano “legal” que es ilusorio y mentiroso para un pueblo que, como el nuestro, ha sido arrojado a la ilegalidad permanente. Quienes se lanzan entusiasmados a la construcción de una gran maquinaria electoral se niegan a reconocer que la tolerancia del poder oligárquico hacia la actividad electoral de la izquierda, está íntimamente ligada a la estabilidad del sistema en su conjunto, a su perdurabilidad; en la medida en que participemos en el juego y obtengamos pequeñas ventajas, contribuiremos al fortalecimiento de un régimen político que es, precisamente, el que debemos destruir (1968: 2).

EL ELN fue de opinión, como el MIR, que era posible crear las condiciones subjetivas faltantes para llevar a cabo la revolución. El comienzo de la lucha guerrillera durante un gobierno “democrático” fue justificado por el ELN en su primer manifiesto, publicado después del comienzo de sus acciones:

Desde que Belaúnde asumió la presidencia de la República, ningún cambio fundamental se ha producido en la situación desesperante de nuestro país y nuestro pueblo. […] Vivimos los momentos más cruciales de nuestra historia, las clases dominantes han impuesto la violencia total. Belaúnde sometido a los partidos conocidos por su política de ferocidad contra el pueblo, ha traicionado la independencia de nuestra soberanía nacional al haberse cobijado también, bajo las brutales garras del Departamento de Estado yanqui. El saqueo y la explotación inmisericorde de nuestro país no para, más aún, ello continúa. El pueblo reclama y dice: ¡Basta ya de saqueos y explotación! Siguiendo las tradiciones revolucionarias, que nos legaron Túpac Amaru, Pumacahua y otros abanderados, para desalojar a la ocupación colonial, hacemos nuestros los postulados de Liberación Nacional y la necesidad de crear su brazo armado (1967: 188-189).

3. El PCP-SL y el MRTA de la década de ochenta

En las décadas de setenta y ochenta dos organizaciones guerrilleras han desarrollado la lucha armada en el Perú. El PCP-SL inició su guerra popular el 17 de mayo de 1980, en la víspera de las elecciones presidenciales, con la quema de las ánforas y las cédulas de votación en el pueblo Chusci (departamento de Ayacucho). El MRTA inició oficialmente sus acciones en 1984. Ambas organizaciones fueron golpeadas fuertemente con la detención de sus líderes en 1992. Abimael Guzmán fue el líder de PCP-SL y Víctor Polay el comandante del MRTA. A continuación, presentamos los puntos de vista del PCP-SL y del MRTA respecto a las razones para usar la violencia como medio para que el pueblo peruano llega al poder.

El PCP-SL

El PCP-SL es el resultado de varias divisiones. En 1964 el Partido Comunista Peruano (PCP) se dividió en un partido que se orientaba a la Unión Soviética (Partido Comunista Peruano-Unidad) y otro a la República Popular de China (Partido Comunista del Perú-Bandera Roja). En el transcurso de la década de sesenta, el PCP-Bandera Roja se dividió en tres partidos: PCP-Bandera Roja, PCPPatria Roja y PCP-SL.

        En 1980, el PCP-SL comenzó una guerra de guerrillas contra el Estado y el capital. Su base principal era el departamento de Ayacucho. A mediados de la década de 1980 se creía que el PCP-SL tenía alrededor de 2.000 a 7.000 militantes (Wickham-Crowley, 1992: 212).

        El PCP-SL caracterizó el país como semi-feudal y semi-colonial. Por tal razón, la organización pensó que se necesitaba como primera fase de la revolución peruana una revolución nacional-democrática (Guzmán, 1974). Para que esta evolución pudiera tener éxito, debería estar dirigida por el partido comunista. La historia había demostrado, además, que esto era solamente posible mediante la lucha armada. De ahí que la principal tarea de la revolución en el Perú era iniciar la lucha armada (PCP-SL, 1979).

        EL PCP-SL (1979) consideraba la situación en el país como una situación revolucionaria. Refiriéndose a Mao, la organización creía que en el Perú siempre estaba existiendo una situación revolucionaria. PCP-SL:

         Pero, además, el Presidente Mao Tse Tung ha establecido una brillante distinción entre situación revolucionaria en desarrollo y situación revolucionaria estacionaria, como puede verse en el punto 3 del capítulo II de su obra “Por qué puede existir el poder rojo en China?” El Presidente Mao parte de que en un país semifeudal y semicolonial, como es el nuestro, siempre existe situación revolucionaria, o situación objetiva, como él llama, para el desarrollo de la lucha armada pero que ésta se da en dos formas: 1) situación revolucionaria estacionaria y 2) situación revolucionaria en desarrollo. Más aún, analizando sus planteamientos, podemos decir que una situación revolucionaria estacionaria puede ser convertida en situación revolucionaria en desarrollo por acción de las condiciones subjetivas sobre la situación objetiva; esto es muy importante de tener presente. Además hay que diferenciar el desarrollo desigual de la situación revolucionaria y tener en cuenta que ésta incluso puede darse en una región y que la propia acción revolucionaria puede generalizarla a todo el país y que, además, la lucha armada puede iniciarse en medio de un repliegue general de la revolución como lo prueba el levantamiento de la cosecha de otoño, de agosto 1927 en China (1979).

Aparte de referirse a Mao, también se refería a las condiciones objetivas y subjetivas de Lenin. Según el partido, las condiciones objetivas se cumplieron en el país. PCP-SL:

         ¿Puede decirse que tales condiciones no se dan en la actualidad en nuestro país, incluso desde hace muchos años? Es evidente que todas estas condiciones se dan en la sociedad peruana y, más aún, que tales condiciones en los últimos años han entrado en un proceso de profundo agravamiento; necesita demostrarse esto? necesita demostrarse que las “nueve décimas partes” especialmente el campesinado peruano, está sujeto a una creciente opresión y explotación?, necesita demostrarse que cada día más se agudiza la explotación y opresión del proletariado peruano?, necesita demostrarse el hambre, la miseria, la ausencia de derechos y los ultrajes al pueblo peruano? Todo esto es tan evidente que nadie lo puede negar y, más aún, para no ir más atrás, todo esto se ha agravado desde el año 68, desde la toma del Poder por el presente régimen y se ha agudizado hasta devenir en la insostenible situación que vivimos hoy, desde el año 75. ¿Alguien puede negar esta realidad que padece nuestra patria? Nadie. Nadie que se sujete al más elemental análisis objetivo de nuestra realidad (1979).

Según el PCP-SL, “Lenin definió lo que es una situación revolucionaria, lo que son condiciones objetivas de la revolución y las sintetizó en dos: 1) que los de abajo no quieran seguir viviendo como antes y 2) que los de arriba no puedan seguir administrando y gobernando como hasta entonces; estas dos condiciones son las que generan las movilizaciones de las masas, sus luchas y entre ellas el movimiento huelguístico del proletariado. No es, pues, que la movilización de las masas genere la situación revolucionaria si no al revés; la situación revolucionaria, o sea las condiciones objetivas de la revolución son la causa de las movilizaciones y éstas son su efecto” (1979). Y porque “la situación revolucionaria genera una crisis política en la base misma del Estado […] no es factible “una salida reformista de la situación” (1979). No son factibles parches ni remiendos, sino que sólo cabe una salida revolucionaria. En el documento “Desarrollemos la guerra de guerrillas”, el PCP-SL definió la situación revolucionaria como “los de arriba no pueden seguir mandando como ayer y los de abajo no quieren seguir viviendo como hasta hoy” (1982). Las condiciones subjetivas tenían que ver con “la clase y los instrumentos capaces de convertir la situación revolucionaria en violencia revolucionaria, lo que en nuestro país implica lucha armada, frente único, Partido que maneje a ambos, proletariado capaz de dirigir y cumplir su papel de clase dirigente y un campesinado capaz de levantarse en armas.”

        En base de estas conceptualizaciones el partido consideraba que existía una situación revolucionaria en el país. PCP-SL:

Si analizamos, por muy someramente que sea, pero a la luz del marxismoleninismo-pensamiento Mao Tse Tung, la situación objetiva, las condiciones objetivas del país, la situación de los de arriba que ya no pueden seguir gobernando ni administrando como lo hacían, y la situación de los de abajo que ya no pueden ni quieren seguir viviendo como hasta hoy y la creciente protesta popular, no podemos menos que concluir: en nuestro país existe situación revolucionaria en desarrollo y éste es el punto de partida para determinar toda política, estrategia y táctica que sirvan al proletariado, al pueblo y a la revolución. Y una situación así no puede ser base nunca para centrar la actividad política del pueblo en procesos electorales pues éstos, en circunstancias como las que vivimos, lo desorientan de su camino revolucionario (1979).

Aparte de la existencia de una situación revolucionaria, había otras razones para las cuales el PCP-SL consideraba el uso de la violencia revolucionaria legítimo. En primer lugar, pensaba que solamente a través del uso de las armas se podría llegar al poder. Además, el mundo estaba viviendo “la ofensiva estratégica de la revolución mundial, vivimos el barrimiento del imperialismo y la reacción de la faz de la Tierra en los próximos 50 a 100 años” y la sociedad estaba “marchándose a una sociedad militarizada” (Guzmán Reinoso y Yparraguirre Revoredo, 2014: 250). Entonces, “militarizando el Partido plasmamos un paso hacia la militarización de la sociedad que es la perspectiva estratégica para garantizar la dictadura del proletariado” (PCP-SL, 1988).

El MRTA

El MRTA fue fundado en 1982. Aunque la organización comenzó a operar oficial y públicamente en 1984, en el periodo 1982-1984 ejecutó diferentes acciones y organizó sus militantes política y militarmente.

        La organización habría contado con 1.000 a 10.000 militantes (Sterr, 1997; Strong, 1992; Polay, 2007). Cuando en 1992 Víctor Polay fue capturado, las acciones de la organización disminuyeron drásticamente.

        El objetivo del MRTA fue “la captura del poder y la construcción del socialismo” (1988: 38). Con el fin de tomar el poder, las fuerzas políticas-militares tuvieron que ser construidas. Esto, de acuerdo con el MRTA (1988), sólo era posible a través de la guerra revolucionaria.

        La lucha armada fue considerada como el principal elemento de la estrategia. “La guerra”, como escribe el MRTA, “es la única forma de ir constituyendo, en la lucha misma, la fuerza político-militar del pueblo y volcar la correlación de fuerzas entre las clases”. Sin embargo, no descartó otras formas de lucha (MRTA, 1988: 40-41).

        Al comienzo de la década de ochenta, el MRTA definió la situación política en el Perú como una situación prerrevolucionaria. En “Nuestra Posición”, un documento publicado en 1981 por los precursores del MRTA, se puede leer lo siguiente:

         Estamos en la antesala del recrudecimiento de los factores objetivos que signaron el periodo pre-revolucionario. Nuestra impotencia como izquierda nos llevó a su desaprovechamiento y a que las clases dominantes impusieron su opción electoral. Esta perspectiva nos indica que aparte de la construcción del destacamento de vanguardia, se requiere en este periodo iniciar la acumulación de la fuerza militar como instrumento inherente en la lucha por el poder. (MRTA, 1990: 27)

El MRTA no definió lo que es una situación revolucionaria sino proporcionó una descripción general de los elementos que llevó el MRTA a concluir que existe una situación prerrevolucionaria en el país. En el documento “El MRTA y las tareas en el periodo pre-revolucionario” del segundo Comité Central de febrero de 1985, la organización mencionó algunos elementos “por los que sustentamos el periodo pre-revolucionario”. Enumeraba factores internacionales como “la crisis más profunda del capitalismo”, “la persistencia de la crisis y el estancamiento y/o retroceso en algunos casos de las economías” en América Latina, “la proletarización de las masas campesinas y de la pequeña burguesía funcionaria, creando favorables condiciones para una alianza entre estas clases”, “la consolidación de la revolución cubana y los avances de Nicaragua”, y “la profundización del ascenso de masas y el fortalecimiento de la lucha anti-dictatorial y democrática en el cono sur”. Cuando se refirió al Perú mencionó, en términos generales, “una crisis profunda de las clases dominantes”, “no existe capacidad dirigente entendida como una clase o sector con proyecto alternativo”, “la burguesía está incapacitada para resolver los problemas fundamentales para el desarrollo del país”, la “clase obrera y masas populares que vienen demostrando sus cualidades tanto combativas como importantes experiencias de conducción del poder popular en los frentes de defensa”, y el “descontento de las llamadas capas intermedias también se produce en estos periodos y la burguesía se encuentra incapacitada para seguir manejando estos sectores” (MRTA, 1990: 69-70).

        La primera reunión del Comité Central en enero de 1984 consideraba que las condiciones objetivas de la revolución se aceleraban (MRTA, 1990: 54). En su segunda reunión la organización confirmó que “la situación económica y política ha empeorado para las masas. Se ratifica en consecuencia la validez y la vigencia del periodo pre-revolucionario prolongado y que la forma de acumular fuerzas es mediante la lucha armada de manera prioritaria” (MRTA, 1990: 47). El MRTA (1990) debería contribuir a que la situación prerrevolucionaria se transformaba en una situación revolucionaria.

        En el período prerrevolucionario era necesario que se acumulara las fuerzas revolucionarias. MRTA: “El avanzar en el terreno estratégico implica la incorporación del pueblo al proceso de guerra que vive el país. Es decir, organizar la violencia revolucionaria de masas” (1990: 69). Además, decía que “en un periodo pre-revolucionario la tarea de los revolucionarios es madurar este período hacia una situación revolucionaria. En nuestro país sólo es posible mediante la lucha armada. En esa perspectiva lo fundamental de nuestra actividad debe estar centralizada en el desarrollo de la lucha político-militar” (1990: 69).

        La principal razón para el uso de la violencia revolucionaria fue la situación prerrevolucionaria. Sin embargo, en relación con esta situación había otras razones. En primer lugar, se consideraba que los medios legales para la lucha revolucionaria estaban agotándose (MRTA, 1990). En segundo lugar, el gobierno de Beláunde había pérdida legitimidad (MRTA, 1990). Tercero, el desarrollo de la lucha armada podría generar una conciencia revolucionaria (MRTA, 1990), y en cuarto lugar la organización pensaba que para la toma del poder se debe organizar la violencia revolucionaria (MRTA, 1990). La militarización del país al comienzo de la década de ochenta (Polay, 2007) fue la quinta razón. Como decía el MRTA “El actual clima de violencia represiva tiene que ser enfrentado. No es posible que la policía siga ensañándose impunemente con la población indefensa” (1990: 57).

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(*) Jan Lust, (Perú). Universidad Ricardo Palma janlust@ymail.com.
(1) Ver Lust (2013) sobre la lucha revolucionaria en la década de sesenta.
(2) Ver la similitud con un discurso de Castro (1967: 168): “Se quejan que los burgueses y los oligarcas los aplasten con sus campañas, como si esa fuera cosa de sorprender a nadie. Lo primero que tiene que comprender un revolucionario es que las clases dominantes han organizado el Estado de manera de poder mantenerlo por todos los medios. Y se valen no sólo de las armas, se valen no sólo de las armas físicas, no sólo de fusiles, sino se valen de todos los instrumentos para influir, para engañar, para confundir. Y los que creen que les van a ganar en unas elecciones a los imperialistas no son más que unos ingenuos; y los que creen que incluso el día que ganan unas elecciones los van a dejar tomar posesión, no son más que unos superingenuos”.

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