viernes, 1 de febrero de 2019

Internacionales



Pronunciamiento Sobre los Acontecimientos en la República Bolivariana de Venezuela

CREACIÓN HEROICA se manifiesta categóricamente contra el golpe de Estado en curso en la República Bolivariana de Venezuela. Rechazamos firmemente los nuevos y repetidos intentos imperialistas de someter y destruir al pueblo y al gobierno venezolanos y nos solidarizamos sin ninguna clase de ambigüedad con éstos. Está en curso un golpe de Estado que busca destituir por la fuerza y mediante una burda maniobra al presidente Nicolás Maduro, legalmente elegido en 2018, con más de 6.3 millones de votos, y poner en su lugar a un don nadie, Juan Guaidó, autoproclamado “presidente encargado” de Venezuela. El imperialismo busca caotizar de esta forma a Venezuela, derrocar a su presidente constitucional, destruir su Estado y hacer inviable en este país cualquier proyecto político de orientación nacional. Asimismo, Estados Unidos busca controlar los recursos naturales de Venezuela, específicamente su petróleo. Debemos estar absolutamente claros que en modo alguno le interesa a los Estados Unidos defender los derechos humanos de la población venezolana, derechos humanos que Estados Unidos se ha encargado de violar desde siempre en su propio territorio con la población esclava y negra (entre otras), y en todo el mundo, y ahora en Venezuela, por ejemplo, mediante el desabastecimiento de alimentos y medicinas a la población venezolana, en tanto que en Yemén respalda un genocidio perpetrado por las fuerzas militares de Arabia Saudita, que ya ha dejado más de 85 mil niños muertos. Finalmente, alertamos que la alternativa de nuevas elecciones presidenciales pueden constituirse en una forma ya experimentada en otros países de restablecer el statu quo, el antiguo orden. Somos conscientes del momento histórico que atraviesa Venezuela. Somos conscientes de que el desafío es hacer frente al proyecto de recolonización de América Latina por parte de los Estados Unidos. Solo la unidad de nuestros pueblos hará posible hacer frente con éxito a la actual ofensiva imperialista. No debemos detenernos en nuestro afán de unificar a nuestros pueblos ni en nuestra determinación de derrotar al imperialismo y al capitalismo.     

¡Viva Venezuela Bolivariana libre y soberana!
¡Muera el imperialismo norteamericano!

Comité de Redacción de Creación Heroica


Venezuela: Maduro, ¿Un Gobierno Ilegítimo? ¿Ilegítimo Por Qué?

Pasqualina Curcio


¿SE HABRÁN HECHO ESTA PREGUNTA QUIENES AFIRMAN que Nicolás Maduro es un dictador, un usurpador y que el período 2019-2025 carece de legitimidad? ¿O solo repiten lo que escuchan?

Comenzaron a posicionar esta matriz de opinión los 12 países reunidos en Lima. Se lee en su comunicado: “…el proceso electoral llevado a cabo en Venezuela el 20 de mayo de 2018 carece de legitimidad por no haber contado con la participación de todos los actores políticos venezolanos, ni con la presencia de observadores internacionales independientes, ni con las garantías y estándares internacionales necesarios para un proceso libre, justo y transparente.”

Los dirigentes de la oposición venezolana, nos referimos a la no democrática, repiten sin descanso, y por supuesto sin argumentación, que Maduro es un usurpador.

En un acto de desespero, el propio Vicepresidente de los EEUU, Mike Pence al verse obligado a convocar personalmente la marcha opositora para el 23 de enero, debido a la incompetencia de la dirigencia opositora, insistió y repitió que el Presidente Nicolás Maduro es un dictador, usurpador e ilegítimo.

La estrategia es clara, repetir mil veces la mentira para convertirla en verdad.

Desmontemos la mentira:

1. Hubo elecciones presidenciales. Se realizaron el 20 de mayo de 2018, es decir, antes del 10 de enero de 2019, momento en el que de acuerdo con los artículos 230 y 231 de la Constitución se vence el período presidencial 2013-2019. Se estuviese violando la Constitución si las elecciones se hubiesen realizado después del 10 de enero de 2019, o peor aún que no se hubiesen realizado.

2. Fue la oposición venezolana la que solicitó el adelanto de las elecciones. Se realizaron en mayo y no en diciembre, como tradicionalmente se hacía, porque fue la oposición la que solicitó, en el marco del diálogo en República Dominicana, que se efectuasen el primer trimestre del 2018.

3. En Venezuela el voto es un derecho, no es un deber. Quienes de manera libre, aunque influenciados por algunas organizaciones políticas no democráticas que llamaron a la abstención, decidieron no asistir a votar están en su pleno derecho, pero en lo absoluto ilegitima el proceso electoral, más aún cuando eso implicaría desconocer e irrespetar a los 9.389.056 que si decidieron votar y ejercieron democráticamente su derecho al sufragio.

4. Participaron 16 partidos políticos en la contienda electoral (PSUV), (MSV), (Tupamaro), (UPV), (Podemos), (PPT), (ORA), (MPAC), (MEP), (PCV), (AP), (MAS) (Copei) Esperanza por el Cambio, (UPP89). En Venezuela no es obligatorio que todos los partidos políticos participen en los procesos electorales. Están en su pleno derecho de decidir si participan o no. Justamente porque nuestro sistema es democrático. El hecho de que 3 partidos (AD, VP y PJ) decidieron libremente no participar, no ilegitima el proceso electoral.

5. Se postularon 6 candidatos: Nicolás Maduro, Henri Falcón, Javier Bertucci, Reinaldo Quijada, Francisco Visconti Osorio y Luis Alejandro Ratti (los dos últimos decidieron retirarse).

6. Maduro ganó con un amplio margen, obtuvo 6.248.864 de votos, el 67,84%; le siguieron Henri Falcón con 1.927.958, el 20,93%; Javier Bertucci con 1.015.895, 10,82% y Reinaldo Quijada quien obtuvo 36.246 votos, el 0,39% del total. La diferencia entre Maduro y Falcón fue 46,91 puntos porcentuales.

7. Acompañaron el proceso electoral unas 150 personas, entre ellas 14 comisiones electorales de 8 países; 2 misiones técnicas electorales; 18 periodistas de distintas partes del mundo; 1 Europarlamentario y 1 delegación técnico-electoral de la Central Electoral de Rusia.

8. Las elecciones se realizaron con el mismo sistema electoral empleado en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, en las cuales resultó ganadora la oposición venezolana. Sistema que es automatizado y sometido a auditorías antes, durante y después de los comicios. Sistema que garantiza los principios de “un elector, un voto” porque solo con la huella dactilar se desbloquea la máquina de votación; y garantiza el “secreto del voto”.

9. Se realizaron 18 auditorías al sistema automatizado. Los representantes del candidato Henri Falcón participaron en las 18 y suscribieron las actas en las que manifiestan su conformidad con el sistema electoral. Las auditorías son públicas y televisadas en vivo por el canal del Consejo Nacional Electoral. Una vez realizadas las auditorías, el sistema se bloquea y la única manera de acceder nuevamente es con la introducción simultánea de los códigos secretos que tiene cada organización política.

10. Ninguno de los candidatos que participó en el proceso electoral impugnó los resultados. No hay pruebas de fraude, no presentaron ninguna evidencia o denuncia concreta de fraude.

Las elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2018 fueron libres, transparentes, confiables, seguras y ajustadas a la Constitución y a las leyes a pesar del llamado antidemocrático a la abstención por parte de un sector de la oposición.

Son otros los que pretenden usurpar el cargo de Presidente de la República con el argumento de un supuesto vacío de poder, figura que no está contemplada en nuestra Constitución y la instauración de un “gobierno de transición”, figura tampoco prevista en la Carta Magna. Por si fuera poco, pretenden ejercer el poder fuera de nuestras fronteras violando el artículo 18 de la Constitución que establece que es Caracas la sede de los poderes públicos.

Así las cosas, son otros los usurpadores, ilegítimos y antidemocráticos.

Es ilegítimo y constituye un intento de usurpación el que algunos sectores de la oposición pretendan sostenerse en el apoyo de sectores extranjeros provenientes de gobiernos imperialistas para ejercer una autoridad que ni el pueblo ni la Constitución les da.

Repitamos mil veces estas verdades.


EE.UU: ¿Donald Trump ha Sido Obligado a Renunciar?

Thierry Meyssan


¿HA RENUNCIADO EL PRESIDENTE DONALD TRUMP a cambiar la política estadounidense? ‎‎¿Se ha sometido a la antigua clase dirigente de su país? Durante los dos últimos meses, su administración parece haber redefinido los objetivos del AfriCom, del CentCom y del SouthCom. El primero parece haber sido autorizado a luchar contra los proyectos chinos en África, el segundo se dedicaría ahora a exacerbar la división entre árabes y persas en el Gran Medio Oriente y el tercero a iniciar la destrucción de las estructuras de los Estados en los países de la Cuenca del Caribe. Esas nuevas misiones se acompañan ahora con un regreso de los neoconservadores.

Desde las elecciones legislativas conocidas como (midterm) [1], realizadas el 6 de noviembre de 2018, el presidente Trump enfrenta una presión extremadamente fuerte. Las instituciones federales tuvieron que cerrar el 22 de diciembre (shutdown) porque el Congreso rechazó el presupuesto presentado por la administración, presupuesto que incluía el financiamiento del famoso muro a lo largo de la frontera con México. La crisis duró 35 dias, hasta el 25 de enero de 2019. El presidente Trump acabó inclinándose temporalmente ante las exigencias del Partido Demócrata. Según S&P Global Ratings, el shutdown costó más de 6 000 millones de dólares, o sea mucho más de lo que habría costado el muro [2].

Durante ese periodo, la administración Trump dio numerosas muestras de abandono de su política exterior y de defensa y de sometimiento al imperialismo estadounidense.

También es posible que este promotor inmobiliario haya optado por simular un cambio radical y que acabe desmintiéndolo el 15 de febrero, fecha de expiración del acuerdo sobre el presupuesto. En todo caso, al menos por el momento, numerosos elementos hacen pensar que Donald Trump ha renunciado a concretar el cambio que había prometido. El 13 de diciembre de 2018, el consejero para la seguridad nacional, John Bolton, exponía ante la Heritage Foundation la nueva estrategia de Estados Unidos en África [3]:

1. desarrollar el comercio,  
2. luchar contra el terrorismo islámico,
 
3. verificar el uso que se hace de la ayuda estadounidense.
Nada muy diferente a lo de antes, exceptuando el hecho que los objetivos comerciales fueron ampliamente expuestos ya no como una rivalidad con las antiguas potencias coloniales (Francia y Reino Unido) sino como un feroz combate contra China y Rusia.

El 20 de diciembre, el secretario de Defensa, el general James Mattis, presentaba su dimisión al presidente Trump en una carta pública [4]. Aunque la prensa dijo lo contrario, Mattis expresaba en esa carta su conformidad con la retirada de las fuerzas estadounidenses presentes en Siria. Pero también decía temer la manera en que los aliados miembros de la coalición anti-Daesh podían interpretar esa retirada y que ese movimiento pudiera poner fin al liderazgo estadounidense [5]. Trump estimó que nadie puede pretender darle lecciones, y menos en público, y revocó inmediatamente a Mattis, o sea no le permitió mantenerse en el cargo hasta que se le designara un sucesor.

Sin embargo, ante la lluvia de críticas, Trump acabó por retroceder y admitió que la retirada estadounidense ya anunciada será más larga que lo previsto inicialmente.

El 3 de enero de 2019, al iniciarse el 116º periodo de trabajos del Congreso de Estados Unidos, el representante demócrata Eliot Engels y el senador republicano Marco Rubio presentaban ‎‎2 proyectos de ley (H.R. 31 [6] y S. 1 ‎‎ [7]). En ambos proyectos aparece un pasaje casi idéntico tendiente a la adopción de sanciones que impidan la reconstrucción de Siria. Después, Eliot Engels que ya había sido el redactor de la Syria Accountability Act, adoptada en 2003 fue elegido presidente de la Comisión de Exteriores de la Cámara de Representantes mientras que James Rich era elegido para presidir la comisión equivalente en el Senado. Rich se alió de inmediato al proyecto de ley contra Siria.

Ambos proyectos afirman que no son los yihadistas sino el gobierno sirio el que torturó a las personas cuyos cadáveres aparecen fotografiados en el llamado «Informe Cesar», lo cual es presentado como justificación para impedir la reconstrucción en la República Árabe Siria. El texto del Senado incluso respalda la ayuda militar de Estados Unidos a Israel, precisamente en momentos en que el Estado hebreo reconoce haber iniciado una campaña de ataques aéreos contra Siria.

El 10 de enero de 2019, el secretario de Estado Mike Pompeo enunciaba la nueva estrategia de Estados Unidos para el Gran Medio Oriente en una conferencia impartida en la Universidad Americana del Cairo (Egipto) [8]. Esa política consistiría en:
1. luchar contra el terrorismo islámico,  
2. luchar contra Ir
án y sus aliados, 
3. retirar de esa regi
ón las tropas estadounidenses favoreciendo simultáneamente la creación de una «OTAN» israelo-árabe.

Sin embargo, además de que dividir la región entre árabes y persas resulta más peligroso aún que la situación actual, la creación de una alianza militar israelo-árabe parece improbable. Por supuesto, los creadores de tal alianza se apoyarían en una serie de gobiernos que ya están colaborando en secreto con Israel. El problema es que lo hacen en contra de la opinión de sus propios pueblos.
Al mismo tiempo, el consejero para la seguridad nacional, John Bolton, construía una internacional terrorista contra Irán, aglutinando en ella elementos árabes sunnitas provenientes del Emirato Islámico (Daesh) y persas chiitas miembros de los Muyahidines del Pueblo (MEK) [9].

Ese mismo día, 10 de enero, el secretario de Estado Mike Pompeo publicaba una declaración contra Venezuela, dando con ello a Juan Guaidó la señal para se autoproclamara presidente interino del poder ejecutivo [10].

Mientras la prensa occidental y los propios venezolanos veían al gobierno bolivariano como blanco de este conflicto, desde este sitio web nosotros anunciábamos –adelantándonos a los acontecimientos que el Pentágono está aplicando en la Cuenca del Caribe la estrategia que ya utilizó en la región africana de los Grandes Lagos y que luego reprodujo en el Gran Medio Oriente ‎‎ [11]. Esa es también la interpretación del ministerio de Exteriores de la Federación Rusa ‎‎ [12]. Moscú declaraba:

«La creación deliberada y notoriamente bien orquestada de un doble poder y de un centro alternativo de decisión en Venezuela abre la vía al caos y a la erosión del Estado venezolano.»

El 22 de enero, el Partido Demócrata adoptó en la Cámara de Representantes una ley que prohíbe al presidente Donald Trump sacar a Estados Unidos de la OTAN [13]. Eliot Engels había participado en la redacción de esa ley.

Ese proyecto de ley no se había mencionado durante la campaña de las elecciones legislativas de medio término, pero el Partido Demócrata lo priorizó, dejando de lado sus compromisos sobre el Obamacare. En julio de 2018, Eliot Engels había redactado, junto al ex secretario general de la OTAN Anders Fogh Rasmussen, un artículo de opinión en favor de la alianza atlántica ‎‎ [14].
El 26 de enero, Mike Pompeo anunciaba que el neoconservador Elliott Abrams será su enviado especial para Venezuela. Hace sólo 2 años, Abrams era el candidato de los imperialistas al sillón de secretario de Estado. Su nombre está indisolublemente asociado a las peores acciones secretas de Estados Unidos en América Latina durante la guerra fría.

Los neoconservadores provienen del trotskismo, o sea su origen ideológico es una extrema izquierda que se unió al aparato estatal estadounidense en tiempos de la administración Reagan. Sus partidarios han emigrado constantemente de la izquierda a la derecha, al ritmo de los cambios en la cúpula del poder estadounidense. Los neoconservadores se opusieron a la elección de Donald Trump, pero ahora se unen a su administración.

En definitiva, se han redefinido los objetivos del AfriCom, del CentCom y del SouthCom [15] autorizándolos a defender intereses que no son los del Pueblo estadounidense sino los intereses de ciertas empresas transnacionales y de Israel. Asociados como siempre a esa política, los neoconservadores entran nuevamente en escena.

Esos factores tienden a demostrar que el Partido Republicano y la administración Trump han cambiado radicalmente de política y que aunque mantienen la decisión de no permitir que los grupos terroristas administren Estados regresan a la política del Partido Demócrata, de Barack Obama y de Hillary Clinton: el imperialismo militar al servicio de las transnacionales.

Los principales donantes del Partido Republicano parecen haber tomado nota de ese abandono. Los hermanos Koch acaban de anunciar que no apoyarán la reelección de Donald Trump [16].


Notas:
[1] Las llamadas “midterm” estadounidenses son elecciones legislativas que se realizan a mediados del mandato presidencial. Nota de la ‎‎Red Voltaire.
[2]
US economy lost at least $6 billion to government shutdown: S&P”, Reuters, 26 de enero de 2019.
[3] «Allocution de John R.
Bolton sur la nouvelle stratégie de ladministration Trump en Afrique», por John Bolton, Réseau Voltaire, 13 de diciembre de 2018.
[4]
Resignation letter from James Mattis”, por James Mattis, Voltaire Network, 20 de diciembre de 2018.
[5] «Estados Unidos se niega a luchar
por la finanza transnacional», por Thierry Meyssan, ‎‎Red Voltaire, 25 de diciembre de 2018.
[6]
Caesar Syria Civilian Protection Act of 2019”, Eliot Engels, US House of Representatives, 3 de enero de 2019.
[7] “Strengthening America’s Security in the Middle East Act of 2019”, Marco Rubio,
‎‎US Senate, 3 de enero de 2019.
[8]
Mike Pompeos Remarks at the American University in Cairo”, por Mike Pompeo, Voltaire Network, 10 de enero de 2019
[9] «El uso del
terrorismo según John Bolton», por Thierry Meyssan, ‎‎Red Voltaire, 22 de enero de 2019.
[10]
«Acciones de Estados Unidos contra el corrupto régimen venezolano», por Mike Pompeo, Red Voltaire, 10 de enero de 2019.
[11]
«Estados Unidos prepara una guerra entre latinoamericanos», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 18 de diciembre de 2018.
[12]
Russian Foreign Ministry statement on the developments in Venezuela, ‎‎Voltaire Network, 24 de enero de 2019.
[13] “House aims to
prevent Trump from withdrawing from NATO, Karoun Demirjian, Washington Post, 22 de enero de 2019.
[14]
President Trump, you need NATO more than ever, Eliot L. Engel y Anders Fogh Rasmussen, CNN, 10 de julio de 2018.
[15] El
SouthCom es lo que los latinoamericanos llaman comúnmente el Comando Sur estadounidense. Nota de la Red Voltaire.
[16]
Koch network tells donors it plans to stay out of 2020 race, once again declining to back Trump, Josh Dawsey and Michelle Ye Hee Lee, The Washington Post, 24 de enero de 2019.

Tomado de Argosls-Internacional





Condolencias

Lamentamos comunicar a nuestros lectores que el 10 de enero dejó de existir el camarada Jorge Beinstein, colaborador de Creación Heroica. Economista y ante todo revolucionario, Jorge Beinstein ha dejado una obra teórica que consideramos importante leer, estudiar y discutir para comprender los tiempos contemporáneos y las tareas que tienen frente a sí los comunistas en la hora actual. En su última correspondencia con nosotros nos envió el siguiente texto, cuya primera parte publicamos a continuación, y otro sobre el pensamiento de Marx, que publicaremos en las sub-siguientes ediciones de Creación Heroica. Nuestras condolencias para sus familiares, compañeros y amigos.

Comité de Redacción de Creación Heroica


Neofascismo y decadencia (1). El planeta burgués a la deriva
(Primera parte)

Jorge Beinstein

Conceptos borrosos

DECADENCIA Y NEOFASCISMO son dos conceptos de difícil definición aunque esenciales para entender la realidad actual, sus presencias abrumadoras, sus fronteras borrosas los hacen a veces “invisibles a los ojos” (como lo enseñó Saint-Exupéry). ¿Dónde termina el autoritarismo burgués y comienza el neofascismo?, ¿cómo diferenciar a un proceso de decadencia de una gran turbulencia muy persistente o de un fenómeno de corrupción social muy extendido?

Cuando hablamos de decadencia por lo general nos referimos a procesos prolongados donde convergen un conjunto de indicadores como la reducción sistemática del ritmo de crecimiento económico hasta llegar al estancamiento o la retracción, la declinación demográfica, la degradación institucional, la hegemonía del parasitismo, la desintegración social generalizada y otros. Sin embargo a veces es inevitable señalar la decadencia de una civilización o de un conjunto de naciones sin que se hagan presentes todas esas señales, lo que decide la cuestión es la evidencia de un proceso duradero de descomposición sistémica, de desorden creciente, de entropía que se manifiesta en el comportamiento de las clases dirigentes corroídas por el parasitismo pero también de las clases subordinadas.

Es común confundir decadencia con crisis prolongada, así es como la llamada “larga crisis del siglo XVII europeo” aparenta con su desorden, sus confrontaciones, llevar a esa región al desastre, sin embargo dicho proceso le permitió eliminar restos precapitalistas, digerir las riquezas acumuladas del saqueo periférico iniciado en los siglos XV y XVI, principalmente de América, y avanzar en el siglo XVIII hacia su aburguesamiento general cuyas tres expresiones más notables fueron la revolución industrial en Inglaterra, las transformaciones en el continente desatadas por la Revolución Francesa seguida por las guerras napoleónicas y el control del planeta por parte de Occidente completado hacia fines del siglo XIX.

En un sentido contrario lo que se presenta como superación de la decadencia (el adiós a la crisis de los años 1930) entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y comienzos de los años 1970, donde emergió la superpotencia estadounidense y se produjeron los “milagros económicos” de Alemania Occidental. Italia, etc., en realidad no fue más que una rehabilitación de un poco más de dos décadas sostenida por la muletas del keynesianismo militar de Estados Unidos y de la intervención estatal en general dinamizando la oferta y la demanda de los países capitalistas centrales. Que se fue agotando hacia el final de los años 1960 hasta hacer crisis en la década siguiente dando vía libre al parasitismo financiero y sus acompañantes culturales, institucionales y económicos. La droga keynesiana calmó los dolores, brindó un dinamismo pasajero pero inoculó venenos que terminaron por agravar más adelante la situación del enfermo. Por su parte el neofascismo aparece emparentado con el fascismo clásico, suele en ciertos casos reproducir nostalgias del pasado, sin embargo se diferencia del mismo. A veces resucita viejos demonios que se mezclan en una marcha confusa (si la observamos desde antes de 1945) con descendientes de sus víctimas bajo la bandera común del racismo antiárabe, de la islamofobia o de la rusofobia. Después de todo el viejo fascismo también nació cultivando incoherencias, mezclando banderas contrapuestas como el elitismo nacionalista-imperialista y el socialismo, Hitler y su “nacional-socialismo” racista y ultra autoritario constituye el caso más grotesco.

En ambos casos se trata de expresiones que recogen pragmáticamente sentimientos de odio y desprecio hacia pueblos o sectores sociales considerados inferiores, corruptos, bárbaros y en consecuencia potenciales objetos de agresión (aplastamiento de los más débiles) adornándolas con títulos de nobleza (raza superior, patriotismo, civilización, valores morales, democracia, honestidad, etc.).

Cuando observamos al viejo fascismo vemos como Hitler o Mussolini en sus ascensos al poder hacían demagogia “social” o “socialista”, captando el espíritu de la época y la introducían junto a otros condimentos en sus sopas dictatoriales, aunque Franco afirmaba el conservadorismo más negro sin necesidad de esas demagogias. Y en América Latina aparecían dictaduras militares, apéndices subdesarrolladas de Occidente, cultivando ambigüedades curiosas, como en Argentina en el golpe de estado de 1930 donde se combinaba el patriotismo aristocrático, la admiración hacia el fascismo italiano y el sometimiento colonial al Imperio Inglés.

El neofascismo no se queda atrás y hoy en Europa constatamos que en países como Polonia o Letonia se mezclan el ultranacionalismo, el antisemitismo y otros brotes nazis, el respeto formal a la institucionalidad democrática made in Unión Europea, el neoliberalismo económico, la fobia antirusa y el sometimiento a la OTAN. En Brasil, Paraguay, Honduras o Argentina es preservada la formalidad democrática, bandera cultural de su amo imperial, junto la concentración mafiosa del poder. Tanto en el fascismo como en el neofascismo los discursos oficiales no han sido ni son otra cosa que vestimentas de ocasión del lobo autoritario. 

El comienzo de la decadencia

La crisis en la que estamos sumergidos debería ser considerada como el capítulo actual de un largo proceso de decadencia pensado como fenómeno de carácter planetario. ¿Cuándo comenzó?. Al hacer el recorrido temporal hacia atrás encontramos años decisivos como 2008 cuando estalla la burbuja financiera  y se despliega la serie de crecimientos económicos anémicos en Occidente y se va desacelerando la expansión china. Lo que inevitablemente nos lleva a 2001 y sus alrededores cuando convergen el fin del auge neoliberal de los 1990 (plagado de turbulencias) con el lanzamiento imperial de una desesperada (y fracasada) fuga militarista hacia adelante apuntando hacia la conquista del corazón geopolítico de Eurasia y sus tesoros energéticos.

Esa mirada nos impulsa a seguir retrocediendo y llegar a los años 1970 cuando emerge la crisis petrolera y la estanflación, y se instala la declinación tendencial de la tasa de crecimiento económico global que se prolonga hasta la actualidad, motorizada por las potencias económicas dominantes tradicionales y suavizada por el ascenso chino. Sin olvidar el antecedente de 1968 (con epicentro en los sucesos de Mayo en Francia y sus extensiones), terremoto político-cultural que quiebra la ilusión de la nueva prosperidad civilizacional de Occidente.
Dicha ilusión se apoyaba en la efímera recuperación keynesiana de Europa del Oeste y Estados Unidos, si la medimos en tiempos históricos, enfrentada con la constante reducción de su área de dominación territorial planetaria (ampliación del campo socialista y del espacio postcolonial).

Atravesamos esa fiesta geográficamente limitada, entramos en la Segunda Guerra Mundial y navegamos por las recesiones de los años 1930 desembocando en 1929 para finalmente detenernos en 1914, año clave que marca el final del ascenso irresistible de Occidente desde sus fracasos en las Cruzadas del Este (hacia Medio Oriente y hacia el espacio eslavo) y sus primeros éxitos importantes en el Oeste, desde el siglo XV: la conquista completa de la península Ibérica y de posiciones en el Oeste de África y sobre todo del continente americano. Ofensiva plurisecular que culmina a lo largo del siglo XIX devorando a la casi totalidad de la periferia.

Dicho mega-saqueo generó (y sigue generando) lo que Malek calificó como “Surplús Histórico”, es decir “el surplus acumulado por Europa y Estados Unidos bajo la forma de civilización occidental basada en el saqueo de Asia, África y América Latina. Inmensa acumulación de poder que constituye la fuente de la iniciativa histórica de los países del Oeste, desde el período de los descubrimientos marítimos pasando por la explosión de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki y hasta nuestros días”2. Acumulación de riquezas que le permitió crear un gran mercado interno, su industrialización y el desarrollo de una sucesión de revoluciones científicas y tecnológicas. El mundo del año 1900 era decididamente occidental por integración burguesa de su espacio original y por sus ampliaciones coloniales y semicoloniales.

En ese momento el “progreso”, es decir la marcha ascendente de la civilización burguesa (identificada con los patrones culturales de Occidente) devenida planetaria consiguió imponer la imagen de un proceso irresistible de mejoras sucesivas de la condición humana, dictadas por la expansión del sistema o por su posible “superación socialista” engendrada desde el interior del capitalismo central industrializado. Así fue como la generación bolchevique cultivó la esperanza de que la revolución que ellos encabezaron en la periferia euroasiática rusa constituía el detonante de la revolución proletaria en el Oeste, los dirigentes de la primera gran insurrección exitosa de la periferia creían erróneamente ser la avanzada de la llegada del postcapitalismo socialista occidental (y en consecuencia mundial).

Como sabemos la expansión del capitalismo liberal que según las ideas dominantes al comenzar el siglo XX irradiaba al planeta para convertirlo tarde o temprano en un universo próspero y libre (pero que en realidad desarrollaba al centro y subdesarrollaba a la periferia) fue interrumpida por una carnicería espantosa, sin precedentes en la historia universal llamada Primera Guerra Mundial. Y también sabemos que la tan esperada revolución socialista en Occidente empujada por la crisis y por el novedoso ejemplo soviético no llegó nunca y que lo que sí llegó allí fue el fascismo.

Raíces occidentales del fascismo clásico

Las interpretaciones tradicionales del viejo fascismo europeo suelen navegar entre las que lo atribuyen a una suerte de desviación moral de las élites y también de las masas populares embaucadas por ellas, principalmente producto de la Primera Guerra Mundial o bien como resultado de la radicalización de ciertas taras culturales generada por formas específicas, perversas, de desarrollo de la modernidad en países como Alemania e Italia o también como reacción antiproletaria de la alta burguesía arrastrando a las clases medias, en este último caso el fascismo habría sido una emergencia terrorista burguesa de la lucha de clases(3). No han faltado en ciertos casos algunas referencias a la historia anterior que casi siempre quedan aplastadas por el peso apabullante de los desórdenes de las primeras décadas del siglo XX que produjeron esa novedad sorprendente. Un marxista eminente de aquellos tiempos, Karl Radek afirmaba hacia 1930 luego de las últimas elecciones en Alemania que marcaban el ascenso de los nazis: “Debemos constatar que sobre este partido que ocupa el segundo lugar en la política alemana, ni la literatura burguesa ni la literatura socialista no han  dicho nada. Es un partido sin historia que se instala de improviso en la vida política de Alemania como una isla que emerge en medio del mar bajo el efecto de fuerzas volcánicas”(4).

“Partido sin historia” según Radek, más aún el medievalista Karl Werner agregaba que “Nadie ha negado más la historia alemana que los ideólogos nazis”(5), la Escuela de Frankfurt afirmó esa hipótesis, Max Horkheimer señalaba hacia 1943 que “El fascismo en su exaltación del pasado deviene antihistórico. Las referencias de los nazis a la historia solo significa que los poderosos tienen que mandar y que no hay como emanciparse de las leyes eternas que guían la historia. Cuando ellos dicen Historia en realidad dicen lo contrario: Mitología”(6).
                 
       Incluso en pleno auge hitleriano, Hermann Rauschning, uno de los más agudos evaluadores del nazismo, no pudo escapar a la idea del carácter aberrante, ahistórico y efímero del nazismo presentado como una sorpresivo estallido de nihilismo. Según Rauschning: “este fanatismo producido y difundido es tan artificial e inauténtico  que todo ese gigantesco aparato podría llegar a derrumbarse de un día para otro, a partir de algún acontecimiento sin dejar traza alguna de vida autónoma de alguna parte de su mecanismo”(7).
Partido sin historia, negador de la historia, reemplazando la descripción científica de la historia real por la mitología, construcción nihilista efímera, etc.

Sin embargo a propósito del caso paradigmático por excelencia del fascismo: el nazismo alemán y su furia exterminadora de judios, autores como Goldhagen al plantear un interrogante de sentido común: ¿quiénes fueron los ejecutores del Holocausto?, concluye que: “de no haber existido una considerable inclinación entre los alemanes corrientes a tolerar, apoyar e incluso, en muchos casos, contribuir primero a la persecución absolutamente radical de los judíos en la década de 1930 y luego (por lo menos entre los encargados de realizar la tarea), de participar en la matanza de judíos, el régimen jamás habría podido exterminar a seis millones de personas”, a lo que agrega: “cabe señalar que la existencia de un antisemitismo muy difundido en otras zonas de Europa explica porque los alemanes encontraron en otros países a tantas personas dispuestas a ayudarles y deseosas de matar judíos”(8). A partir de allí resulta inevitable como hace el autor buscar referencias en la tradición histórica del pueblo alemán y señalar por ejemplo la ferocidad antisemita de Martin Lutero (1483-1546) como una de las fuentes de su popularidad. A lo que debemos agregar el plurisecular desprecio hacia los eslavos, con especial énfasis en rusos y polacos, considerados pueblos inferiores destinados a ser esclavizados por pueblos superiores como los alemanes, lo que legitimaba la vocación por marchar hacia el Este, hacia su conquista imperial, como lo anticipaba Hitler mucho antes de llegar al poder. La  “Drang nach Osten” (empuje o expansión hacia el Este)  que en el siglo XIX impulsaban intelectuales nacionalistas como Heinrich von Sybel quien postulaba revivir las aventuras medievales de colonización alemana del Europa oriental, revalorizando los mitos de las cruzadas germánicas y escandinavas hacia el Este en la Baja Edad Media, paralelas a las cruzadas hacia el Medio Oriente. Así fue como la Orden Teutónica intento conquistar tierra rusa y fue derrotada como lo relata el film “Alexander Nevsky” de Sergei Eisenstein anticipando en 1938 la derrota catastrófica que los herederos nazis de la Orden sufrirían en la URSS pocos años después. Todo esto nos lleva a entender la aparente locura de Hitler por conquistar el Este no como un empecinamiento insólito sino como herencia cultural profunda, latente en la subjetividad popular alemana. Como señala acertadamente Ayçoberry en su libro ya citado: “En el desarrollo de la política exterior (de Hitler) todo estaba subordinado a la expansión hacia el Este… lo que impuso abandonos tácticos inquietantes para los nacionalistas primarios: renuncia al Tirol para conseguir la alianza con Italia, a la expansión ultramarina para seducir a Inglaterra e incluso a conquistas en Francia ya que según Hitler la guerra contra dicha nación “solo se justificaría si de esa manera conseguimos cubrir nuestra retaguardia y así ampliar nuestro espacio vital en el Este” cuyo foco central era la captura y destrucción de la Unión Soviética(9).

La mitología, subestimada por Horkheimer, revelaba la existencia de una memoria histórica imperialista nada superficial.

Necesitamos ampliar el espacio de la memoria europea y poner al descubierto un pasado monstruoso de conquistas coloniales exitosas o fracasadas, de las gigantescas matanzas de los pueblos originarios de América, de africanos árabes o subsaharianos, de asiáticos de India y China, en suma de vastos genocidios periféricos que moldearon la cultura de sus asesinos occidentales. Malek menciona al “surplus histórico” principalmente económico que acumuló Occidente con dichos saqueos que no debería ocultar la componente criminal del mismo, no como recuerdo lejano sino como parte decisiva de la reproducción de una civilización sanguinaria. Matanza de periféricos combinada con grandes masacres y saqueos internos que explicó Marx en su descripción de la Acumulación Originaria.

En ese sentido  Hitler, Mussolini o Franco no fueron los productos de irrupciones momentáneas sin pasado ni futuro.

Los mitos históricos no deberían ser arrojados al basurero de las historias falsas, sobre todo si aparecen en la superficie o quedan sumergidos en la memoria social para reaparecer en el momento menos pensado. Son formas concretas de memoria, latentes, en consecuencia componentes de la cultura popular, pueden ser criticadas, acusadas de ser visiones deformadas o “irreales” del pasado como también lo podrían ser ciertas construcciones de historia “científica” basadas en unos pobres datos disponibles o no tan pobres pero siempre incompletos, casi siempre distorsionados por el observador  influido por la cultura (las deformaciones ideológicas) de su tiempo.

Una observación que merece ser el objeto de una reflexión más amplia es que la llegada del fascismo (su primera victoria en Italia) se produjo muy poco tiempo después de que Occidente consiguiera convertirse en amo del mundo, visto desde el lago plazo histórico ambos fenómenos convergen en un corto espacio temporal. La civilización burguesa devenida realmente universal, planetaria, comenzó a tocar sus límites territoriales y fue dejando de lado sus discursos democráticos (se quiebra la lógica de la expansión hacia espacios indefensos y cobran fuerza las del canibalismo interimperialista, del disciplinamiento terrorista interno y del expansionismo desesperado).

Más aún, es posible detectar en Europa embriones significativos de fascismo entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX bien antes de la mega crisis iniciada en 1914, desde las emergencias políticas protofascistas en Francia10 hasta manifestaciones ideológicas virulentas de rechazo al legado de la Revolución Francesa, la Comuna de París y la proliferación de expresiones democráticas radicales, socialistas y comunistas. Nietzsche o Sorel anunciaron el fascismo avant la lettre, como restablecimiento de jerarquías sociales vigorosas, de autoritarismos rejuvenecedores de Occidente.

En la Europa de fines del siglo XIX, próspera e imperialista, donde en los más alto de sus sistema de poder reinaba una pequeña élite financiera (la Haute Finance señalada por Polanyi como garante del equilibrio y la paz interior)(11), emergían los brotes de lo que va ser el fin del capitalismo liberal y el nacimiento del fascismo.    Incluso fuera del escenario europeo en los años 1920 y aún antes de 1914, en Estados Unidos (extensión neoeuropea), aparecieron lo que algunos autores señalan como los orígenes norteamericanos de la ideología nazi. Domenico Losurdo señala “el notable papel que los movimientos reaccionarios y racistas americanos desarrollaron al inspirar y alimentar en Alemania la agitación que al final desembocó en el triunfo de Hitler. Ya en los años 20, entre el Ku Klux Klan y los círculos alemanes de extrema derecha se establecieron relaciones de intercambio y colaboración con la consigna del racismo en contra de los negros y en contra de los judíos”. Losurdo agrega ejemplos concretos incluidos algunos referidos a las raíces lingüísticas de conceptos fundamentales del discurso nazi: “El término Untermensch, que juega un papel tan central como nefasto en la teoría y en la práctica del Tercer Reich, no es otro que la traducción de Under Man [sub-hombre]. Lo reconoce Alfred Rosenberg, uno de los principales ideólogos del nazismo, quien expresa su admiración por el autor estadounidense Lothrop Stoddard: a él corresponde el mérito de haber acuñado por primera vez el término en cuestión, que resalta como subtítulo (The Menace of the Under Man) [La amenaza del sub-hombre] de un libro publicado en New York en 1922 y de su versión alemana (Die Drohung des Untermenschen) aparecida tres años después. En cuanto a su significado, Stoddard aclara que éste sirve para mostrar al conjunto de “salvajes y bárbaros”, “esencialmente negados a la civilización, sus enemigos incorregibles”, con quienes es necesario proceder a un radical ajuste de cuentas, si se quiere evitar el peligro que amenaza destruir la civilización. Elogiado, mucho antes que por Rosenberg, por dos presidentes estadounidenses (Harding y Hoover), el autor americano es posteriormente recibido con todos los honores en Berlín, donde encuentra a los exponentes más ilustres de la eugenésica nazi, además de los más altos jerarcas del régimen, incluido Adolf Hitler que estaba empeñado ya en su campaña de aniquilación y esclavitud de los Untermenschen, es decir de los “indios” de Europa oriental” (12).
No solo se trata de la influencia de la teoría estadounidense de la “white supremacy”, reacción protofascista desde fines del siglo XIX contra la abolición de la esclavitud, expresada en Alemania como supremacía aria sino también de textos decisivos como “El Judío Internacional” de Henry Ford publicado en 1920, luego traducido y muy difundido en Alemania donde importantes jefes nazis como Von Schirack e Himmler señalarán años después haberse inspirado en ese libro. Himmler hizo notar que el libro de Ford cumplió un  papel significativo en la formación de Hitler (13).

Despegue, auge, declinación y recomposición de la marea periférica

La irrupción del fascismo clásico pero también su derrota y renacimiento como neofascismo, debe ser relacionado con el ascenso y posterior declinación de una marea periférica que amenazó sepultar la hegemonía occidental, hecho decisivo del siglo XX. Pero que ahora se presenta principalmente bajo la forma de potencias emergentes despertando la histeria geopolítica de los Estados Unidos y una profunda crisis existencial en algunos de los principales países europeos como Alemania, Francia o Italia tironeados de un lado por su amo norteamericano y sus viejos instintos occidentalistas imperiales (que lo hacen ver al Este como un espacio de depredación) y por el otro por sus intereses económicos concretos que apuntan hacia algún tipo de asociación o amistad con las grandes economías euroasiáticas empezando por China y Rusia.

En 1914 la expansión occidental se convirtió en guerra intestina (interimperialista) y en 1917 se produjo el primer mega desgajamiento, el mayor espacio geográfico del planeta donde habitaba el Imperio Ruso rompió con Occidente convirtiéndose en Unión Soviética. Más adelante llegaron la escisión china (1949), las expulsiones del conquistador occidental en la península indochina, la revolución cubana y un amplio abanico de nacionalismos periféricos que quebraban los viejos lazos coloniales. Era posible mostrar una suerte de film donde el espacio de dominación global de Occidente se retraía gradualmente.

La ilusión marxista-eurocéntrica de superación postcapitalista desde el centro imperial (desarrollado) del mundo fue reemplazada por otra ilusión no menos pretenciosa según la cual dicha superación se expandía desde la periferia subdesarrollada, desde los capitalismos o semicapitalismos sometidos. Sin embargo cuando en los años 1970 y 1980 comenzó y se fue agravando  la crisis del capitalismo central, cuando perdía dinamismo productivo y en su seno se propagaba el parasitismo financiero, la amenaza comunista y antiimperialista también fue perdiendo dinamismo. La radicalización maoísta de la revolución china comenzó a convertirse desde fines de los años 1970 en “socialismo de mercado” y de allí en un curioso capitalismo burocrático con el partido comunista a la cabeza haciendo de China en el siglo XXI la segunda potencia capitalista del mundo tendiendo a devenir la primera. La URSS se fue pudriendo y colapsó al comenzar los años 1990 arrastrando a todo su espacio “socialista” incluyendo a países que habían mantenido su autonomía como Albania y Yugoslavia.

Sobre todo a partir del fin de la URSS pero con manifestaciones anteriores, hacia fines del siglo XX, en buena parte de Europa emergía una ola reaccionaria que retomaba componentes del viejo fascismo incorporando elementos nuevos. Racismo contra los inmigrantes, odios interétnicos, recuperación más o menos sinuosa, más o menos desfachatada de banderas enterradas en 1945. Se trató de un proceso confuso que tomaba en consideración los nuevos tiempos globales y que dio sus primeros pasos antes del derrumbe soviético. En la Francia de 1981, por ejemplo, la izquierda ganaba las elecciones pero se ponían de moda los llamados “nuevos filósofos” como Bernard Henri Levy o André Glucksmann que despegando como supuestos “humanistas antiestalinistas” derivaron pronto en un anticomunismo rabioso convergiendo en muchos aspectos con la derecha neofascista. Aparentemente Francia giraba políticamente hacia la izquierda (después se comprobó que se trataba de una pura apariencia) mientras se desplazaba culturalmente hacia la derecha. La socialdemocracia, desde España hasta Alemania iba abandonando sus estandartes keynesianos, productivistas e integradores, y penetraba en el universo neoliberal gobernado por la especulación financiera, las llamadas derechas “democráticas” hacían algo parecido. Y gradualmente se extendía una mancha maloliente que empezaba a ser calificado como neonazismo, neofascismo, extrema derecha, nueva derecha, etc. En Europa del Este en lugares como Polonia, los países bálticos, Croacia o más recientemente en Ucrania reaparecieron los viejos fantasmas del fascismo. Ya en pleno siglo XXI en Alemania, Austria, Francia y otros países europeos los neofacistas obtienen grandes progresos electorales, en varios de ellos asociando estilos y tradiciones del pasado hitleriano con sólidas amistades  sionistas. La nueva islamofobia reemplaza a (y a veces se mezcla con) la vieja judeofobia, hasta se produjeron casos tragicómicos donde en un mismo movimiento se apretujaban algunos veteranos (e incluso jóvenes) admiradores de Hitler y Mussolini… y de Benjamín Netanyahu. También afloraba en el este europeo y no solo en Ucrania (Guerra Fría 2.0 mediante) el revanchismo antiruso dispuesto a vengarse de la derrota sufrida siete décadas atrás.

En Estados Unidos, sobre todo desde 2001 emergió una ola ultraimperialista que se fue desarrollando a través de los gobiernos de Bush y Obama hasta desembocar en Trump al ritmo de la degradación financiera. Multiplicación de intervenciones militares directas e indirectas, golpes blandos y sanciones contra países rebeldes a la dominación imperial, racismo, islamofobia, confrontación con Rusia acercándose al límite de la guerra…. la era Trump ha ido asumiendo todas las características de un protofascismo.

Regresando al ascenso y derrota del viejo fascismo es necesario resaltar no solo la persistencia imperialista alemana en torno de la “marcha hacia el Este”, motor del expansionismo hitleriano, sino los delirios mussolinianos acerca de la restauración del imperio romano o el españolismo no menos delirante de José Antonio Primo de Rivera nostálgico de imperio español desaparecido. La tentativa de conquista de la Unión Soviética tomó la forma de una gran cruzada europea contra el gigante eurasiático donde participaron no solo alemanes sino también franceses, españoles, italianos, belgas, ucranianos occidentales, letones, etc. El aspecto imperialista-occidental del fascismo clásico y en consecuencia de los fascismos periféricos como satélites coloniales, seguidores elitistas de sus amos históricos, queda al descubierto.

En ese sentido, más allá de los debates acerca de la naturaleza socialista de la URSS, de su legitimidad comunista y de su lugar en la historia de las ideas y practicas postcapitalistas, es importante destacar que probablemente, visto a nivel de la historia universal, el mayor mérito de la experiencia soviética ha sido el de la destrucción de la barbarie fascista, inscripta en el multisecular recorrido de saqueos y genocidios occidentales. Ese solo hecho alcanza para justificar, reivindicar su existencia, sin la URSS Hitler habría conquistado esos territorios, la exitosa marcha hacia el Este habría otorgado a Alemania el liderazgo de Europa y seguramente la primacía global como cabeza de un nuevo imperio.

La captura de Berlín por el ejército soviético podría ser vista como el símbolo de la victoria de la humanidad condenada a la esclavitud, la periferia, el “Oriente” tantas veces estigmatizado. Oriente despreciado (y temido) cuyas prolongaciones se extendían hacia las periferias interiores del centro del mundo (los judíos y los gitanos europeos y demás grupos locales considerados inferiores, peligrosos, desechables).

Los ciclos fascista y neofascista aparecen como etapas de la larga decadencia sistémica global, intentos brutales de salvación, de recuperación de la vitalidad perdida. Derrotada la primera arremetida reaccionaria (1945) las formas autoritarias extremas del capitalismo realizaron un prudente repliegue estratégico, pero coincidente con la evaporación de la marea periférica en los años 1980 y comienzos de los 1990 la peste comenzó a recomponerse renovando discursos y técnicas de intervención, se trató de una transformación acorde con los nuevos tiempos donde el fenómeno entrópico está experimentando un gigantesco salto hacia adelante. En el pasado el retroceso del polo hegemónico occidental (del espacio territorial bajo su control, de su dominación financiera, tecnológica, etc.) atrapó, arrastró hacia el fracaso a ensayos de autonomización capitalista o con pretensiones postcapitalistas. El caso de Japón entre la restauración Meiji e Hiroshima mostró los límites de la creación de una potencia capitalista (imperialista) independiente respecto de la trama de dominación occidental. El  caso de la URSS expresó la debilidad de una construcción postcapitalista híbrida, geopolíticamente antagónica a Occidente, mezclando entre otras cosas estatismo, aspiraciones comunistas y modernización negadora de herencias culturales colectivistas rechazadas como precapitalistas. Tampoco debemos olvidar en este caso las consecuencias de la cruzada nazi que le costó 27 millones de muertos y el posterior acoso político-militar sufrido durante la Guerra Fría, formas concretas de ejercicio del poder de Occidente, prisionero de su dinámica expansionista, estratégicamente incompatible con algún tipo de coexistencia medianamente durable (esa obsesión occidental por controlarlo todo que se expresó en el pasado como anticomunismo renace actualmente como rusofobia).

Ahora, cuando se profundiza la declinación occidental emergen nuevos desafíos periféricos, principalmente los de China y Rusia. En ambos casos y luego de distintos recorridos se han constituido sistemas que de manera muy general pueden ser caracterizados como capitalismos burocráticos con amplios márgenes de autonomía respecto de Occidente y arrastrando el peso de sus respectivas herencias culturales socialistas. Con un bien orquestado giro hacia el capitalismo insertado en la trama global pero preservando el gobierno del Partido Comunista en el caso chino, demoliendo primero el edificio soviético para después de una efímera tentativa de instauración neoliberal imponer controles estatales sobre la economía en el caso ruso(14). En principio quedan abiertos dos escenarios entre otros, si partimos del supuesto de que la crisis global se va a agravar. El primero muestra a China y Rusia arrastradas por el desastre general, sus estructuras exportadoras dependientes de los mercados de Europa y Estados Unidos, el entramado financiero internacional del que forman parte y las exigencias de militarización derivadas de la agresividad de los países de la OTAN, las atarían a la degradación euro-norteamericana-global. El segundo escenario presenta a estas potencias sobreviviendo al desastre, afirmando su espacio euroasiático, una de las variantes (atención, no la única)  de ese futuro posible sería la introducción en sus sociedades de componentes defensivas postcapitalistas para lo que disponen de reservas culturales más que suficientes.

NOTAS
(1) Este texto tiene como disparador la ponencia “Conciencia socialista y crisis de la civilización burguesa” presentada en la Mesa Redonda 1979 – Las fuerzas subjetivas del socialismo – Međunarodna Tribina Socijalizma u Svetu, Cavtat- Jugoslavija, 1979.
(2) Anouar Abdel Malek, “Political Islam”, Round Table 1978 “Socialism and the Developming Countries”, Socialism in The World, Cavtat 1978, Number 11, Yugoslavia.
(3) Renzo De Felice, “Comprendre le fascisme”, Editions Seghers, Paris, 1975.
(4) Citado por Pierre Ayçoberry en “La question nazie. Les interpetations du national-socialisme”, p.19. Éditions du Seuil, Paris, 1979.
(5) Citado por Edmond Vermeil, “Doctrinaires de la revolution allemande”, p. 64. Fernand Sarlot éditeur, Paris, 1939.
(6) Carta de Horkheimer a Leo Lowenthal, citada por Martin Jay, “The Dialectical Imagination. A History of the Frankfurt School and the Institute of Social Research 1923-1950”, p. 278, Heinemann London, 1973.
(7) Hermann Rauschning, “La révolution du nihilisme”, Gallimard, Paris, 1980.
(8) Daniel Jonah Goldhagen, “Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto”, Taurus Pensamiento, Madrid, 1998.
(9) Pierre Ayçcoberry, op. cit.
(10) Zeev Sternhell, “La droite revolutionaire. Les origines françaises du fascisme, 1885-1914”. Editions du Seuil, Paris, 1978.
(11) Karl Polanyi, “La gran transformación”, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2007.
(12) Domenico Losurdo, “Guerra preventiva, americanismo e antiamericanismo”, en Giuseppe Prestipino (a cargo de), Guerra e pace, Istituto Italiano per gli Studi Filosofici- La Città del Sole, Napoli, 2004.
(13) Domenico Losurdo, op. cit.
(14) En realidad la demolición no fue tan profunda como lo presentaban las apariencias, el viejo aparato golpeado y en parte eliminado pudo atravesar la tempestad de los años 1990, renovarse ideológicamente, desalojar a los neoliberales, recomponer el complejo industrial-militar y el sistema de inteligencia y dar a luz una nueva era nacionalista encabezada por Vladimir Putin.

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