Relación Entre Objeto y Sujeto*
A. Vostrikov
EL PROBLEMA DEL OBJETO Y DEL SUJETO,
de lo objetivo y de lo subjetivo, es en esencia el mismo de la materia y la
conciencia, solo que tomado en otro sentido. Sin embargo, requiere un estudio
especial, ya que la cuestión consiste en que la relación entre objeto y sujeto
tiene una serie de aspectos específicos que se enfocan de distinta manera en
nuestra literatura filosófica. Por lo general se considera como objeto lo que
existe fuera e independientemente de la conciencia, es decir, la realidad
objetiva, la materia; y como sujeto, al hombre que conoce. Todo lo que arranca
del objeto se llama objetivo y lo que pertenece al sujeto, subjetivo. Esto es
verdad solo en sus rasgos generales. Si se estudia con más atención el problema
de la correlación de objeto y sujeto se evidencian aspectos que no encuadran de
ningún modo en los marcos de las ideas comunes sobre esa cuestión.
Ante
todo, podrá ponerse un signo igual entre lo objetivo y lo material, entre lo
subjetivo y lo ideal, como a menudo se hace? Creemos que no puede hablarse de
una total coincidencia de lo objetivo con lo material, y de lo subjetivo con lo
ideal en todas las circunstancias. Si tomamos la definición de materia, en este
sentido coinciden plenamente los conceptos de lo objetivo con lo material. Pero
el concepto de lo objetivo se emplea en otros sentidos, donde lo objetivo no
puede considerarse como material. Por ejemplo, las representaciones y conceptos
del hombre, las leyes de la ciencia, al ser un reflejo del mundo objetivo
tienen un contenido y significado objetivos. Pero ni las representaciones, ni
los conceptos, ni las leyes de la ciencia son materiales, porque solo existen
en la conciencia del hombre como imágenes o fotografías del mundo exterior y
por eso se refieren no a los fenómenos materiales, sino a los ideales. De aquí
se desprende que si todo lo material es objetivo, no todo lo objetivo es
material. Lo material es aquello que existe fuera de la conciencia e
independientemente de ella. Y todo lo que de un modo u otro existe en nuestra
conciencia, es reflejo del mundo material y constituye lo ideal.
Pero
si en nuestra conciencia hay un contenido objetivo, que no depende del sujeto,
por consiguiente la conciencia, como reflejo ideal de lo material, no puede ser
reducida a lo subjetivo ni confundirse con él. La conciencia, o lo ideal, es la
unidad entre lo subjetivo y lo objetivo. Su fuente es la realidad objetiva y
todo lo que proviene del mundo material existente fuera de nosotros forma el
contenido objetivo de la conciencia. Al mismo tiempo, ese contenido de la
conciencia no es la realidad objetiva misma, la materia, sino apenas su reflejo
por el sujeto, es decir, existe en la mente del hombre en forma de imagen
subjetiva del mundo objetivo. Por eso lo ideal, considerado como lo material
transformado por el sujeto, contiene, además del contenido objetivo que
proviene de fuera, del mundo exterior, todo lo que proviene del sujeto mismo.
Son sus determinados sentimientos, vivencias, emociones, objetivos, la autoconciencia,
que quedan orgánicamente comprendidos en la conciencia del hombre como sus
elementos inseparables. La subjetividad de la conciencia, de lo ideal, implica
que la conciencia, pertenece a un determinado sujeto, al hombre, el cual
refleja el mundo objetivo no pasivamente, no de modo indiferente, sino activa,
dinámica y adecuadamente, cuando todo este reflejo se vive en cierto modo por
el sujeto, se vincula de modo especial a sus sentimientos y pensamientos.
Desde
luego, todo lo que viene del sujeto, el aspecto dinámico, creador y adecuado de
su conciencia no puede ser interpretado en el espíritu idealista, como algo “tomado
fuera del mundo”, no dependiente del mundo. “En realidad, los fines de los
hombres son engendrados por el mundo objetivo y lo presuponen…”38.
Empero, todo lo que emana del sujeto, aunque se halla engendrado por el mundo
objetivo, depende de él, constituye una pertenencia solo del hombre como
sujeto, pero no del propio mundo objetivo. Porque es el hombre el que siente,
vive, toma conciencia en el proceso de la interacción con el mundo exterior. “No
hay otros sentidos que los humanos, es decir, los ‘subjetivos’ –porque razonamos
desde el punto de vista del hombre y no del duende”.39 Lo objetivo y
lo subjetivo se presentan como aspectos de la conciencia, de lo ideal,
inseparables el uno del otro. Y esto encuentra su expresión en la definición de
la conciencia como imagen subjetiva del mundo objetivo.
De
aquí se desprende que, por supuesto, sería incorrecto remplazar el problema de
la relación entre objeto y sujeto con el de lo objetivo y subjetivo, que se
refiere a la caracterización de la conciencia misma. En la conciencia, lo
objetivo y lo subjetivo no actúan como contraposiciones de las cuales una
podría ser primaria, otra secundaria. La conciencia en su conjunto es
secundaria con respecto al objeto, al mundo exterior.
El
problema del objeto y del sujeto se complica por la circunstancia de que el
hombre es un sujeto con relación al mundo exterior y al mismo tiempo es un
objeto, una parte de la naturaleza. A veces se intenta resolver este problema
mediante el enfoque “ontológico” demostrando que dizque en el plano ontológico
el sujeto está fundido, o simplemente identificado, con el objeto, al paso que
en sentido gnoseológico aquél se contrapone a éste. En realidad el hombre como
sujeto en cualquier relación con el objeto, con el mundo exterior, encontrándose
en interacción con éste, se contrapone a él no por su aspecto físico o
corporal, sino subjetivamente, por su conciencia, por su capacidad de tomar
conciencia, de sentir, vivir, pensar, relievarse del mundo exterior y
contraponerse a él. Gracias a la conciencia, el hombre se contrapone al mundo
objetivo como sujeto y al mismo tiempo entra en interacción con él,
orientadamente lo cambia. En caso contrario, el hombre se colocaría frente al
mundo exterior en la misma relación que los animales.
El
objeto y el sujeto constituyen materia de estudio filosófico solo en sus mutuas
relaciones, es decir, únicamente en el aspecto del problema gnoseológico
fundamental: el de la relación de la conciencia y materia, entre lo ideal y lo
material. En este sentido el objeto es lo primario y el sujeto, lo secundario.
Pero tan pronto remontamos los lindes del problema de saber qué es lo primario
y estudiamos al hombre junto con la conciencia que le es inherente como una
parte integrante de la naturaleza, inmediatamente se torna claro que la
contraposición entre sujeto y objeto es muy relativa. Para sí mismo, el hombre
es sujeto; para los demás, objeto, esto es, parte de la naturaleza. Como decía
con razón Feuerbach, lo que para mí es subjetivo, de suyo es objetivo.
Empero
el carácter relativo de la contraposición entre objeto y sujeto más allá de la
gnoseología no puede comprenderse como si en este caso se identificaran, como
si no solo el objeto sino el sujeto se pudieran estudiar como realidad
objetiva. Esto no puede hacerse porque el hombre se convierte en sujeto
precisamente gracias a la conciencia, la cual le da la posibilidad de
diferenciarse del mundo objetivo, de contraponérsele y al mismo tiempo de
influir activamente sobre él y cambiarlo. En otros términos, el nexo entre
objeto y sujeto en todas sus relaciones es apenas una manifestación más de la
relación entre materia y conciencia. En este sentido lo objetivo y lo subjetivo
no puede reducirse a lo fisiológico y lo síquico, vale decir, al problema que
se estudia en la fisiología de la actividad nerviosa superior en el plano
científico-natural.
En
la solución del problema de las relaciones entre objeto y sujeto, entre lo
objetivo y lo subjetivo, se evidencian abruptamente dos líneas gnoseológicas
totalmente contrapuestas: El materialismo y el idealismo (el subjetivismo): “El
materialismo: reconocimiento de los ‘objetos en sí’ o fuera de la mente; las
ideas y las sensaciones son copias o reflejos de estos objetos. La doctrina
opuesta (el idealismo): Los objetos no existen ‘fuera de la mente’; los objetos
son ‘combinaciones de sensaciones’.”40
Para
el materialismo el objeto existe fuera e independientemente del sujeto. Para el
idealismo no hay objeto sin sujeto. Los idealistas reconocen el objeto solo
como objeto de conocimiento, solo como lo que es dado en la actividad cognoscitiva
del sujeto. Más allá del sujeto que conoce no existe ningún objeto. En verdad,
las diversas corrientes del idealismo subjetivo exponen diferentes criterios
sobre la concepción de la “objetivo”. Los neokantianos, por ejemplo, consideran
que ese criterio es la conciencia trascendental. Según este punto de vista el
mundo objetivo no es lo que existe fuera e independientemente de la conciencia
del hombre, sino lo que es dado en la conciencia humana universal,
trascendental. Ser objetivo, en la concepción neokantiana, significa ser
indispensable en la conciencia de cada sujeto que conoce. “Limpiando el
kantismo” de la “cosa en sí”, han colocado al mundo objetivo en total
dependencia de la conciencia. Los kantianos han demostrado por todos los medios
que dizque hablar de realidad y objetividad del mundo, sin relacionarlos con el
sujeto es un absurdo tan grande como “preguntar a qué distancia se encuentra
Moscú sin relacionarlo con ningún otro punto”. La dependencia del mundo
objetivo con respecto a la “conciencia trascendental”, según su afirmación, es
el único “rasgo de realidad” y de que “la conciencia trascendental crea el
mundo”. Los neokantianos consideran como primario la conciencia junto con sus
principios apriorísticos lógicos.
Como
se sabe, los machistas, por la línea del extremo subjetivismo, fueron hasta el
solipsismo. Despojaron la filosofía kantiana no solo de la “cosa en sí”, como
hicieron los neokantianos, sino también del apriorismo. Los machistas
resolvieron el problema del objeto y del sujeto mediante la total
identificación del objeto con el sujeto, con la conciencia individual.
Ciertamente, Bogdánov, por ejemplo, se inclinaba hacia la concepción
neokantiana, se esforzaba por interpretar el concepto de lo “objetivo” como de “significación
universal”. Según Bogdánov, la objetividad del mundo físico reside en que
existe “no para mí personalmente, sino para todos”, en que en general es la
experiencia “socialmente concordante”, “socialmente organizada”. Es una definición
falsa de raíz, idealista, de lo objetivo. “…el mundo físico existe
independientemente de la humanidad y de la experiencia humana; el mundo físico
existía en tiempos en que no podía haber ninguna “sociedad”, ninguna ‘organización’
de la experiencia humana, etc.”41
El
objeto (el mundo exterior) en la concepción leninista existe independientemente
de “todos”, vale decir, divorciado de la conciencia individual, de la trascendental
y de la social. La conciencia, el sujeto, por el contrario, no existen sin el
objeto, sin el mundo objetivo. Tal es la opinión materialista.
La
concepción neokantiana, y en particular la machista sobre el objeto y el
sujeto, se presenta hoy como en muchas corrientes de la filosofía burguesa
contemporánea, aunque con diversas modalidades. Por ejemplo, si los
pragmatistas afirman que el objeto y el sujeto siempre están dados juntos, no
existe el uno sin el otro y solo se distinguen dentro de la experiencia, los
neopositivistas declaran que el objeto solo es dado en las observaciones del
sujeto y que únicamente puede hablarse de la realidad del objeto en un sentido
operacional, esto es, solo cuando efectuamos operaciones de medición. Este
punto de vista neopositivista en las relaciones entre objeto y sujeto se
expresa con especial claridad en el llamado idealismo instrumental. Es sabido
que en la mecánica cuántica los instrumentos desempeñan una función especial en
la observación de los micro-objetos. El instrumento, en el proceso de
observación, entra en acción recíproca con el micro-objeto y ejerce sobre él
determinada influencia. Mediante los instrumentos, en el proceso del
experimento se lleva a cabo el nexo del sujeto (del investigador) con los
micro-objetos, de los cuales juzga según las indicaciones de los instrumentos.
Sobre esta base algunos científicos de Occidente llegan a la conclusión de que “sin
instrumento no hay objeto”, así como también que las propiedades físicas del objeto,
y el objeto mismo, son creados por el experimento que realiza el sujeto que
conoce.
De
esta deducción incorrecta se extrae a su turno una conclusión idealista más
amplia sobre la dependencia del objeto del micromundo con respecto al sujeto
que lo conoce. Se demuestra que solo puede hablarse de la realidad del
micro-objeto, cuando el sujeto lo observa o lo mide. Por ejemplo, de la
realidad del electrón, según este punto de vista, solo puede hablarse en el
grado en que, mediante la cámara de Wilson, puedan observarse las huellas del
camino que lleva a cabo y que pueden fijarse en un disco fotográfico. Resulta así
que la realidad física de los micro-objetos es solo el conjunto de las
operaciones de medición o de resultados experimentales. Los micro-objetos mismos
surgen en el proceso de observación por el sujeto, fuera de cuya dependencia no
puede hablarse de su realidad.
Contra
la moderna tendencia neopositivista, la esencia idealista, en la solución del
problema de la realidad en la física cuántica, se pronuncian de un modo u otro
no solo nuestros científicos sino también los más prestantes físicos de
Occidente, tales como M. Born, V. Heizenberg, Pauli y otros. Empero, las tesis
de algunos de ellos son muy vagas y, desde luego, están lejos de ser consecuentes.
Esto lo demuestra, por ejemplo, el libro de Heisenberg, “La física y la
filosofía”.
Este
libro es interesante en el sentido de que expresa claramente la necesidad que
tiene el científico especialista de la asimilación científico-filosófica de los
problemas contemporáneos de la ciencia. En varios lugares el autor se declara
insatisfecho con la filosofía positivista y anota que tal esquema del
pensamiento es en conjunto “demasiado limitado para la descripción de la
naturaleza”. Al mismo tiempo, el desconocimiento del materialismo dialéctico no
le permite redimirse directa y definitivamente de las concepciones positivistas
e idealistas, en el espíritu de las cuales se esfuerza varias veces por
resolver el problema de la realidad en la mecánica cuántica. Heisenberg dice en
su obra que “la observación juega un papel decisivo en el suceso nuclear y que
la realidad se diferencia en dependencia de si la observamos o no”.42
Dice
en otro lugar: “…lo que observamos no es la naturaleza misma, sino la
naturaleza que se presenta en la forma en que se expresa gracias a nuestro modo
de plantear los problemas”.43 Al mismo tiempo anota que “de algún
modo hay que hablar de la estructura del átomo, y no solo de los hechos a los que
se refieren, por ejemplo, los puntos negros en el disco fotográfico a las gotas
de agua en la cámara de Wilson”.44
La
inconsecuencia de Heisenberg, como la de algunos otros científicos, se explica
en buena medida porque confunden el problema de la realidad objetiva de los fenómenos
físicos, incluyendo los microscópicos, con la cuestión de las condiciones en
donde estos fenómenos se observan. Porque el hecho de que los micro-objetos, a diferencia
de los macro-objetos, no se observan directamente; que tal cosa solo sea
posible mediante instrumentos, no significa que sin estos no existan los
micro-objetos o que ellos sean creados por los instrumentos en el proceso de la
observación. El nuevo papel del instrumento en la investigación de los
fenómenos del micromundo no suprime el problema de la realidad objetiva de los
micro-objetos. Indica simplemente el cambio sustancial de nivel, condiciones y
medios del conocimiento de la realidad objetiva, las peculiaridades de la
investigación de la materia en su nivel atómico. Lo nuevo en la física
cuántica, en comparación con la clásica, estriba en que en el proceso de la
observación experimental el instrumento y el micro-objeto se presentan en tal
interacción que el instrumento ejerce influjo sobre el objeto y, por
consiguiente, sobre el experimento. Por eso no implica en modo alguno que el
micro-objeto dependa del sujeto que lo observa.
La
mutua relación entre el instrumento y el micro-objeto es un fenómeno físico,
por eso no puede enfocársele como interrelación entre sujeto y objeto. En el
proceso del experimento del micro-objeto cambia no porque el sujeto lo mida y
observe, sino en virtud de la influencia física que sobre él ejerce el
instrumento objetivo y real utilizado por el investigador. La medición y la
observación mismas actúan al respecto como un momento del conocimiento del
objeto materialmente existente, independiente del sujeto.
La
concepción positivista de la dependencia del micro-objeto con respecto al
sujeto que conoce ni se desprende en manera alguna de la física cuántica. Pero
aquella utiliza algunos de sus principios para fundamentar el enfoque subjetivo-idealista
de los fenómenos del micromundo. Los micro-objetos que estudia la física
cuántica poseen propiedades especiales en comparación con los macro-objetos;
por ejemplo, sus movimientos resultan ser más complejos que el movimiento
puramente mecánico. El movimiento de los macrocuerpos, como es sabido, se
subordina a las leyes de la mecánica clásica. A este movimiento están ligados
conceptos como trayectoria, órbita, la determinación simultánea de las
coordenadas de los cuerpos que se desplazan en el espacio. Al movimiento de las
micropartículas, en razón de su contradictoria naturaleza corpusculo-ondular,
son inaplicables los conceptos de trayectoria, así como las ideas de que posee
al mismo tiempo coordenadas e impulso. A diferencia de los procesos mecánicos,
el movimiento de las micropartículas se subordina a las leyes de la mecánica
cuántica. A la contradictoria naturaleza corpúsculo-ondular de las
micropartículas se halla vinculada la correlación de las indeterminaciones, la
cual significa que las micropartículas no son susceptibles simultáneamente de
una definición precisa por su situación y por su velocidad. La definición de
las partículas en un sentido, en el de la situación por ejemplo, torna
imposible al mismo tiempo su rigurosa determinación en el otro, en la
velocidad, y viceversa.
De
aquí se sacó la conclusión subjetiva e idealista de que son inaplicables al
micromundo los conceptos de la realidad objetiva y de la causalidad.
Interpretando subjetivamente la correlación de las indeterminaciones como
resultado de una fundamental falta de control de la interacción entre el
micro-objeto y el instrumento, se demuestra que en la mecánica cuántica puede
hablarse de la realidad del micro-objeto, así como de su impulso y de la
coordenada, únicamente con respecto al observador. El objeto resulta real solo
cuando lo observa el sujeto mediante el instrumento. En pocas palabras, sin
sujeto, según este punto de vista, no hay objeto. Semejantes deducciones idealistas
son ante todo el resultado de una confusión totalmente inaceptable del concepto
filosófico de la realidad objetiva con las representaciones que sobre ella
tienen las teorías físicas sobre los diversos niveles de su investigación.
Porque una cosa es el problema de la correlación de las indeterminaciones, de
las conexiones entre micro-objeto e instrumento, y otra, la cuestión de las
relaciones entre objeto y sujeto. En el primer caso se trata de problemas
físicos, en el segundo, de la cuestión gnoseológica fundamental. No puede
remplazarse una cosa con la otra. Esto conduciría ineluctablemente a la confusión
y al idealismo en última instancia.
El
problema de la correlación de objeto y sujeto es, esencialmente, el de la
prioridad de la materia y el carácter secundario de la conciencia. El objeto y
el sujeto en la comprensión materialista se encuentran en una correlación tal,
en donde el objeto existe independientemente del sujeto, mientras que el sujeto
no puede existir sin el objeto. Por eso no puede considerarse la relación entre
objeto y sujeto en el mismo sentido en que se analiza la correlación, por
ejemplo, de la forma y el contenido, de la esencia y el fenómeno, de la causa y
el efecto, de la casualidad y la necesidad, donde existe una interdependencia y
donde lo uno sin lo otro carece de sentido. Sin embargo, en ciertos casos hay
quienes aceptan la absurda sustitución del problema de las correlaciones entre
sujeto y objeto o el de la materia y la conciencia, por la cuestión de la
correlación, por ejemplo, entre la esencia y el fenómeno. Así pues, en el
artículo “El problema de la ‘realidad física’ en la escuela de Copenhaguen”,
escribe S. Suvórov: “Por la manera como los filósofos responden al problema de
las correlaciones entre esencia y fenómeno, se evidencia su pertenencia a una u
otra dirección en filosofía”.
Esta
aseveración solo puede introducir confusión en la comprensión del criterio de
la división de las corrientes filosóficas y de la relación misma entre esencia
y fenómeno. Esta afirmación debe entenderse en el sentido de que, según el
autor, algunos filósofos toman como primario la esencia y como secundario el
fenómeno; otros, al contrario, o simplemente confunden el fenómeno con la
esencia. Se acepta también que la esencia puede existir en el fenómeno, fuera
del fenómeno. En realidad, la esencia y el fenómeno son dos aspectos
indisolubles de los objetos y procesos del mundo objetivo, pues no existe el
uno sin el otro. Por eso no puede equipararse la relación entre esencia y
fenómeno con la existente entre materia y conciencia o entre sujeto y objeto.
Desde el punto de vista de la solución materialista al problema cardinal de la
filosofía, la esencia y el fenómeno, como aspectos de la realidad objetiva son
primarios en igual medida con respecto a la conciencia del sujeto.
En
el análisis del problema del objeto y del sujeto se aduce en algunos trabajos
la diferenciación del concepto de objeto y ser. Se anota que la noción de
objeto está ligada a la caracterización gnoseológica del problema fundamental
de la filosofía y la de ser, a la ontológica. Según esta opinión, si el ser
existe de suyo sin relación al sujeto, como objeto existe solo para el sujeto.
Así, por ejemplo, S. L. Rubisntéin, criticando al idealismo subjetivo cuando
niega la existencia del ser independientemente del sujeto con base en que como
objeto el ser existe solo para el sujeto, escribe: “Lo que no es cierto no es
que como objeto algo exista solo como objeto para el sujeto; lo que es falso es
que el ser existe solo como objeto para el sujeto. El ser existe independientemente
del sujeto, pero como objeto tiene relación con el sujeto. Las cosas que
existen independientemente del sujeto, se convierten en objetos a medida que el
sujeto entra en vinculación con la cosa y ella actúa en el proceso de
conocimiento y de acción como cosa para nosotros. El ser, el mundo material, se
convierte en realidad objetiva en el sentido del objeto para el sujeto, en el
curso de la evolución, cuando en el proceso de su desarrollo surgen los
individuos capaces de conocer a dicho ser”.45
Por
supuesto, el objeto y el sujeto están interrelacionados mutuamente; de otro
modo no podría presentarse el problema de la correlación de objeto y sujeto.
Pero no podemos estar de acuerdo, por razones de principio, con el enfoque que
Rubistéin hace de esta correlación. Este modo de abordar el problema conduce en
fin de cuentas a la confusión de dos puntos de vista diametralmente opuestos
sobre el objeto y el sujeto: El idealista, para el cual no hay objeto sin
sujeto; y el materialista, que considera que el objeto existe
independientemente del sujeto.
Resolver
el problema de la correlación de objeto y sujeto solo en el plano de la
vinculación indisoluble que hay entre ellos, sin mostrar que el objeto exista
fuera e independientemente del sujeto, que el sujeto no existe sin el objeto,
es dar pábulo al idealismo. De la opinión de Rubinstéin atrás citada se colige
que él no solo no se opone a la tesis de que “como objeto nada existe solo para
el sujeto”, sino que él mismo defiende esa afirmación. Asimismo, se pronuncia contra
la aseveración de que “el ser existe solo como objeto para el sujeto”. Resulta
que el ser existe de suyo sin el sujeto, y el ser como objeto existe solo en
relación con el sujeto. Desde este punto de vista no es posible hablar del
objeto antes de la aparición del sujeto.
De
tal suerte que las tentativas de resolver el problema de la correlación de
sujeto y objeto de modo distinto que como problema de la relación entre
conciencia y ser, conduce inevitablemente a conclusiones que no pueden
calificarse de correctas.
____________
(*) Tomado de A. Vostrikov, Teoría del conocimiento del materialismo
dialéctico. Ediciones Suramérica. Bogotá, 1970.
(38) V. I. Lenin: Obras, t. 38, pág. 183.
(39) Ibídem, t. 14, pág. 111.
(40) Ibídem, pág. 25.
(41) Ibídem, pág. 23.
(42) V. Heisenberg: Física y filosofía, pág. 32.
(43) Ibídem, pág. 36.
(44) Ibídem, pág. 151.
(45) S. L. Rubinstéin: El ser y la conciencia, pág. 57.
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