Análisis
y Síntesis. La Teoría Como Forma de la Unidad del Análisis y la Síntesis
P.
V. Kopnin
EL
PENSAMIENTO NO ESTÁ CONSTITUIDO por juicios, conceptos y razonamientos sueltos,
aislados, sino por sus sistemas. La formación de conceptos, juicios y razonamientos
no es un objetivo en sí, sino tan solo un medio para que la mente reproduzca el
objeto en toda su plenitud y objetividad. En el proceso real del pensamiento
nos enfrentamos siempre con un sistema de conocimientos. Incluso la célula
elemental del pensamiento, el juicio, es un sistema formado, por lo menos, del
sujeto, del predicado y la cópula. Se entiende que el concepto y el raciocinio
también constituyen un sistema determinado. Sin embargo, la sistematización del
saber científico, realizada en juicios, conceptos y razonamientos, sigue
desarrollándose en formas de pensamiento cuya esencia, cuya función básica en
el proceso de su movimiento constituye.
La lógica formal no se ha ocupado, ni
puede ocuparse, de estudiar las formas de sistematización del saber, ya que no
es incumbencia suya hacerlo. Este problema corresponde a la gnoseología. Como
la lógica formal se limitaba a investigar los juicios, los conceptos y los
raciocinios, se tenía la impresión de que el pensamiento se circunscribía a estas
formas. Las formas complejas, como la hipótesis, por ejemplo, se presentaban
como variantes del razonamiento. La lógica formal no podía proceder de otro
modo, ya que el razonamiento es un foco en el cual convergen los juicios y los
conceptos.
T. Pávlov indica que en el estudio de
las formas del pensar, la dialéctica no puede limitarse tan solo al concepto,
al juicio y al razonamiento. Refiriéndose a las formas del pensamiento
científico, escribe: Son formas del pensamiento científico el concepto, el juicio
(y el razonamiento), un sistema científico especial y un método científico
especial (incluyendo la hipótesis, el experimento científico y la estadística)
y, finalmente, un sistema o una teoría filosófica sobre el mundo y un método
filosófico lo más general posible (incluyendo la práctica social como
criterio).”1
En el caso dado, nos interesan las dos
siguientes ideas de T. Pávlov: 1) el
círculo de las formas discursivas es mucho más amplio de lo que se cree
habitualmente; 2) el juicio, el
concepto y el razonamiento se complementan con formas que son sistemas
científicos, por consiguiente, el estudio de estas formas presupone que se
conozca a fondo en ellas el proceso de sistematización de los conocimientos
científicos.
Se sobrentiende que la sistematización del conocimiento no es
la simple adición de conceptos, juicios y razonamientos sueltos, la
incorporación mecánica de unos a otros, sino una síntesis en su forma más alta. Por ello, la esencia de la
sistematización del conocimiento científico y de sus formas se entiende si se
vincula a la interpretación de la índole de la síntesis y a su relación con el
análisis.
Durante mucho tiempo el concepto de
análisis y de síntesis no rebasaba el marco del razonamiento inductivo y
deductivo, que habían surgido, al principio, en geometría como elementos de su
método de demostración. Según Euclides, en el análisis de algo que se quiere
investigar, este algo se considera indiscutible a fin de llegar a verdades
realmente indiscutibles. En la síntesis, por el contrario, se parte de verdades
realmente indiscutibles y se llega a lo que no era evidente.2
El análisis y la síntesis, en este caso,
aparecen como dos procedimientos opuestos de demostración deductiva; en el
método analítico se deducen de lo desconocido, de lo no demostrado, tesis cuya
veracidad quedó establecida anteriormente. En la síntesis por el contrario, las
tesis que se quieren demostrar, se infieren de verdades indiscutibles. Además,
de hecho, no se trata aquí de encontrar nuevas tesis verídicas, sino modos de
demostrar tesis acabadas, obtenidas anteriormente; el propio movimiento de lo
desconocido a lo conocido, y viceversa, es comprendido de un modo muy limitado,
por cuanto no se trata de formar nuevas verdades científicas, sino tan solo de
los modos de establecer su evidencia.
Más tarde, la lógica abandonó esta idea
puramente geométrica del análisis y la síntesis, ampliándose considerablemente
su noción de esas operaciones. El análisis y la síntesis empezaron a oponerse
como dos tipos distintos de la dinámica del pensar: el inductivo y el
deductivo, es decir, las categorías del análisis y la síntesis adquirieron un
significado lógico general más amplio como facetas de un método de pensamiento
científico. Hobbes, por ejemplo, consideraba que “… todo método que empleamos
para estudiar las causas de las cosas sirve bien para unir, bien para desunir,
o es en parte copulativo y en parte disyuntivo. Habitualmente, el método
disyuntivo se llama analítico y el copulativo, sintético”.3 Tanto un
método como el otro están vinculados al raciocinio y equivalen al paso de lo
conocido a lo desconocido (descubrimiento de la acción por medio de causas
conocidas). Todo razonamiento ya une, y combina, ya divide, y descompone.
Newton ha expresado con mayor nitidez el vínculo
del análisis con la inducción y de la síntesis con la deducción, haciendo
anteceder el análisis a la síntesis. El método analítico consiste en hacer
experimentos, observaciones y en deducir de ellos conclusiones generales;
gracias a este método se pasa de lo complejo a lo simple, de las acciones a las
causas, de las causas particulares a otras más generales. El método de la
síntesis, escribe Newton, “consiste en explicar, con ayuda de los principios,
los fenómenos que estos principios originan y en demostrar las explicaciones”.4
Así, pues, por medio del análisis se
encuentran las verdades nuevas y por medio de la síntesis se argumentan, se
demuestran.
Aunque esta comprensión del análisis y
de la síntesis constituye un avance, comparada con la puramente geométrica,
también resulta limitada, por cuanto, primero, el análisis y la síntesis se
acomodan en los marcos de diversas formas de raciocinio y, segundo, se
presentan como procesos independientes: uno, como medio de obtención de la
verdad, y el otro de su demostración, es decir, no se enuncia un concepto
verdadero sobre el proceso sintético y los medios, las vías de su realización.
La filosofía de Kant supuso cierto avance en la solución de este último
problema.
El planteamiento hecho por Kant del
problema de la síntesis contiene ideas fértiles; entre ellas hemos de señalar
la tesis de que todo conocimiento solo es
posible como síntesis. Esta última, además, presume obligatoriamente la
unión de los conceptos y las representaciones palmarias. “Sin sensibilidad, no
nos serían dados los objetos, y sin el entendimiento, ninguno sería pensado…
Estas dos facultades o capacidades no pueden trocar sus funciones. El
entendimiento no puede percibir y los sentidos no pueden pensar cosa alguna.
Solamente cuando se unen, resulta el conocimiento.”5
La síntesis se produce siempre sobre una
base (categorías, ideas); su misión es pensar lo múltiple único, pero no
encajando las representaciones en un solo concepto, sino creando nuevos
juicios, combinando los datos de las representaciones prácticas a base de las
categorías: “Entiendo por Síntesis,
en su más alta significación, la operación de reunir las representaciones unas
con otras y resumir toda su diversidad en un solo conocimiento”6 La
condición suprema, máxima de toda síntesis, de todas las categorías a base de
las cuales se realiza, es la unidad de la autoconciencia como posibilidad de
referir todas las representaciones a una sola: «yo pienso». “El enlace no
existe, pues, en los objetos, y no puede tampoco derivarse de éstos por
percepción alguna, y recibirse después en el entendimiento, sino que es
únicamente una operación de éste, que a su vez es la facultad de enlazar a priori y de reunir la diversidad de
las representaciones dadas a la unidad de la apercepción. Este principio es el
más elevado de todo el conocimiento humano.”7 Según Kant en el
objeto no hay nada que no esté en nosotros mismos: la síntesis, el enlace, es
la única representación… “que no puede sernos dada por los objetos”.8
Aquí es donde se manifiestan con
particular evidencia todos los vicios del concepto kantiano de la síntesis, que
se basa en el idealismo subjetivo y en el apriorismo. Kant niega la existencia
de la causa objetiva de la síntesis. Por
ello el conocimiento obtenido como resultado de la síntesis no tendrá el valor
de una verdad objetiva, no será un
conocimiento de las cosas entre sí. Es igualmente errónea l división hecha por
Kant de la síntesis en pura y empírica, que también se deduce de su apriorismo.
Kant no pudo superar la oposición metafísica, el divorcio, de la síntesis y el
análisis. La síntesis se efectúa por sí misma, al margen del análisis. La
síntesis posee su lógica llamada trascendental, y el análisis la suya: general
o formal, precediendo la síntesis al análisis: “… no podemos representarnos
nada enlazado con un objeto sin haberlo hecho antes nosotros mismos…”9
Por ello el análisis, de hecho, no participa en el avance del saber científico,
en la formación de nuevos conceptos.
La interrelación dialéctica del análisis
y la síntesis en el proceso del conocimiento fue descubierta por Hegel, quien
considera el conocimiento analítico y sintético como factores en la obtención
de conocimientos verídicos.
Hegel muestra, ante todo, la pobreza y
el carácter abstracto de la definición dada al análisis como del paso de lo conocido a lo desconocido
y a la síntesis como del paso de lo desconocido a lo conocido. Cabe decir,
observa Hegel, que “el conocer empieza, en general, con la falta de
conocimiento, pues lo que ya se conoce, no se aprende a conocerlo”.10
Es igualmente correcta la afirmación contraria: “el conocimiento procede de lo
conocido a lo desconocido” El conocimiento empieza por el proceso analítico que
consiste “… en descomponer el objeto concreto dado, en aislar sus diferencias y
comunicarle la forma de una universalidad
abstracta”.11
El análisis empieza por un cierto objeto
concreto o singular (o tarea), que no se descompone fácilmente en el intelecto
en sus partes integrantes, sino que se reduce a algo universal. Por ello la
esencia del análisis consiste en establecer una identidad formal entre el
objeto y la universalidad abstracta. El empirismo, que se caracteriza por
erigir en absoluto el proceso analítico, conduce a una representación deformada
de las cosas. “El objeto sometido a análisis –escribe Hegel– es considerado
como una cebolla de la que se va quitando capa tras otra.”12 Al
formular algunas definiciones abstractas, del objeto, éste, en toda su
diversidad, no debe reducirse a definiciones tomadas por aislado o adicionadas.
El conocimiento sintético en oposición
al analítico “… procede hacia la comprensión
de lo que existe, es decir, procede a
captar la multiplicidad de las de las determinaciones en su unidad”.13
La síntesis, además, no se limita a unir los resultados del análisis,
reproduciendo aquello que existía con anterioridad a él. En este caso el
proceso analítico y el sintético, posterior a él, serían superfluos. Partiendo
de lo universal en la síntesis se llega al conocimiento de lo singular como
necesario universal. Los factores de este proceso sintético son: 1) la definición; 2) la división; 3) el
teorema. La definición proporciona lo universal que es preciso separar; esto
último se consigue en la división; en el teorema culmina el proceso sintético;
lo particular se convierte en singular y se produce la unidad del concepto y la
realidad.14
Refiriéndose a la unidad del proceso
analítico y sintético, Hegel señala que su elección no depende de la voluntad
del sujeto pensante de atenerse a un método o a otro: “… de la forma de los
propios objetos que deseamos conocer depende cuál de los dos métodos, que se
infieren del concepto del conocimiento definitivo, tendremos que aplicar”.15
La idea marxista del análisis y la
síntesis está íntimamente vinculada a la de Hegel, aunque se diferencia por
principio de ella, ya que no solo está exenta de apriorismo, sino también de
todo el idealismo de la metafísica.
La base objetiva del proceso analítico y
sintético del conocimiento es la existencia de las múltiples formas de
movimiento de la materia en medio de su unidad sustancial, interna y necesaria.
Debido a que el propio mundo es la vez único y múltiple, hay en él identidad y
diferencia; lo único existe en lo múltiple (lo idéntico en lo diferente) y lo
múltiple en lo único (lo diferente en lo idéntico). El conocimiento debe
aprehender la naturaleza del mundo objetivo, reflejar lo múltiple en lo único y
lo único en lo múltiple; de aquí la necesidad de descomponer y unir en su
unidad. “… el pensamiento consiste tanto en la separación de objetos de
consciencia en sus elementos cuanto en la unificación de elementos correspondientes
en una unidad. No hay síntesis sin análisis”.16
La misión
del análisis, lo mismo que de la síntesis, es reproducir el objeto en el intelecto,
de acuerdo con la naturaleza y las leyes del propio mundo objetivo. Si el
pensamiento se aparta de las leyes objetivas y efectúa el análisis y la
síntesis en concordancia con leyes ajenas a la naturaleza del propio objeto (si
extrae elementos que no existen en el objeto o bien aglutina aquello que está
separado en el mundo material) se apartará de la verdad objetiva hacia la
región de las construcciones intelectivas, creando formas arbitrarias. Como
dice Engels: “… el pensamiento, sino quiere incurrir en arbitrariedades, no
puede reunir en una unidad sino aquellos elementos de la consciencia en los
cuales –o en cuyos prototipos reales– existía
ya previamente dicha realidad. Si reúno los cepillos de los zapatos bajo la
unidad ‘mamíferos’, no por ello conseguiré que tengan glándulas mamarias”. 17
Para el marxismo la causa de la actividad sintética del pensamiento no radica
en la unidad trascendental de la apercepción en el intelecto, sino en la unidad
material del mundo.
El análisis y la síntesis tienen
carácter creador, su resultado es el avance de nuestro saber. Mas la creación
en el conocimiento no significa apartarse del mundo objetivo y de sus leyes,
sino su aprehensión en toda su plenitud y objetividad. La actividad analítica y
sintética del pensamiento humano es libre e ilimitada en el reflejo objetivo de
los fenómenos de la realidad. No debe uno imaginarse que el proceso
cognoscitivo transcurre del siguiente modo: primero se hace el análisis (sin la
síntesis), y luego, a base del análisis, la síntesis. El vínculo entre el
análisis y la síntesis es orgánico, intrínseco. Al hacer el análisis,
sintetizamos, y la síntesis incluye el análisis como uno de sus elementos. El
conocimiento no puede dar ni un paso adelante partiendo tan solo del análisis o
de la síntesis. El análisis más elemental es imposible sin la síntesis, sin la
unificación de los elementos analizados en algo único y la síntesis, como es
lógico, incluye en calidad de elemento indispensable, la separación en un todo
de sus elementos aislados.
La actividad del análisis y la síntesis
constituye un elemento indispensable de todo proceso de pensamiento; sin
embargo, el vínculo dialéctico, la unidad del análisis y la síntesis se
manifiesta con mayor claridad, plenitud y madurez en el proceso de formación y
desarrollo de la teoría científica.18
Se
llama teoría una vasta esfera de conocimientos que describe y explica el
conjunto de los fenómenos, que da a conocer las bases reales de todas les tesis
enunciadas y que circunscribe leyes descubiertas en dicha esfera a un principio
unificador único. Esta definición no agota todo el contenido del concepto
de “teoría”, pero destaca lo principal, lo fundamental en él. Cuando se habla
de teoría, se sobreentiende, ante todo, una esfera de conocimientos bastante
amplia acerca de un objeto o de un conjunto de fenómenos. Mas el conocimiento
no se divide en teorías de un modo mecánico, no se corta simplemente en trozos;
tampoco se califica de teoría cualquier conjunto de tesis, por amplia que sea.
Primero, se incluyen en una teoría los
conocimientos que se refieren a un objeto (estrictamente determinada, vinculada
orgánicamente por el conjunto de los fenómenos). Algunas tesis, que describen y
explican los fenómenos de la Luna, no constituyen una teoría científica si se
unen a datos científicos que se refieren al funcionamiento del corazón de las
ranas. La aglutinación de los conocimientos en una teoría se efectúa, ante
todo, por el propio objeto, por sus leyes. Esto determina el carácter objetivo
de los nexos entre los diversos juicios, conceptos y raciocinios en la teoría.
Pero no todo conjunto de proposiciones
acerca de un objeto constituye una teoría. El conocimiento, para convertirse en
teoría, ha de alcanzar en su desarrollo un determinado grado de madurez. Cuando
el conocimiento incluye tan solo la selección y la descripción de los hechos
reales que se refieren a un objeto determinado, no adquiere aún la forma de una
teoría científica. La descripción no es más que un modo de enfocar la teoría,
de preparar su creación, pero no es la teoría propiamente dicha. Aristóteles había
indicado ya que el conocimiento equivale, ante todo, a descubrir las causas de
los fenómenos. La teoría ha de englobar,
además de la descripción de un determinado conjunto de hechos, su explicación,
el descubrimiento de las leyes a que están supeditados. Por explicación no
solo se entiende, claro está, el descubrimiento de la causa (la causalidad no
es más que una partícula del vínculo universal), sino también de los nexos que,
en general, están sujetos a leyes. Integran la teoría diversas tesis que
expresan los vínculos regidos por leyes. Estas tesis, estas tesis, además,
están aglutinadas por un solo principio general, que refleja la ley fundamental
del objeto (o del conjunto de fenómenos). Si no existe el principio unificador, ningún gran conjunto de tesis científicas que
reflejan las leyes lógicas puede constituir una teoría científica. Este
principio es el que cumple la función sintetizadora fundamental en la teoría,
el que aglutina las tesis integrantes (tanto las que describen como las que
explican) en un todo único.
Finalmente, es obligatorio para la
teoría la argumentación (la demostración) de las tesis que la componen. Si no
hay demostración, tampoco hay teoría.
Los rasgos arriba enumerados
caracterizan toda teoría, ya que constituyen lo necesario y suficiente para que
el conocimiento se presente en forma de teoría. Sin embargo, las propias
teorías suelen ser distintas.
Se diferencian, ante todo, por el objeto
que reflejan. La teoría matemática tiene sus peculiaridades que la distinguen
de la teoría física, biológica, histórica, etc. Las peculiaridades específicas
en la estructura, el desarrollo y la demostración de la teoría de una ciencia,
inferidas del carácter de su objeto, se estudian por esa misma ciencia. La gnoseología
proporciona los principios generales necesarios para el estudio de las
peculiaridades de la estructura y el desarrollo de las teorías científicas.
Las teorías se diferencian también por
la amplitud de los fenómenos que abarcan y explican. Debido a ello pueden ser
más o menos generales, cosa que tiene importancia para determinar el lugar de
cada teoría en el sistema científico. La amplitud de la teoría depende, a su
vez, del carácter de su principio unificador. Si este papel de principio lo
cumple una ley fundamental de un elevado grado de generalidad, la teoría,
construida sobre su base, tiene un carácter sumamente amplio. Además es
fundamental para una teoría el modo de argumentación, de demostración que
emplea. Hay teorías cuyas tesis se demuestran experimentalmente y otras cuyas
tesis fundamentales se argumentan por medio de la deducción.
Y, finalmente, el carácter de una teoría
se determina por el grado de argumentación de su principio determinante. En
unas teorías, hace las veces de este principio una tesis cuya veracidad ya está
establecida; en otras, está argumentado hasta un grado mayor o menor de
probabilidad. Estas últimas, como es natural, tienen menos importancia que la
primera.
Las diferencias entre las teorías
señaladas más arriba, pueden servir de base para su clasificación. Sin embargo,
la dialéctica considera que lo principal en el estudio de las teorías no es la
descripción de las mismas y el establecimiento de las diferencias entre ellas,
sino el descubrimiento del proceso de su formación y desarrollo, de los modos
que emplea para sintetizar el conocimiento. ¿Cómo y de qué modo se aglutinan en
una teoría única las diversas tesis científicas que caracterizan diversas
facetas del objeto? ¿En qué momento el conocimiento se transforma en teoría? La
respuesta a esta pregunta exige que se esclarezca la esencia y el papel de una
forma del pensamiento: la idea.
_____________
(1)
Teodor Pávlov, La teoría del reflejo,
Ediciones de Literatura Extranjera, Moscú, 1949, pág. 389.
(2)
Esta noción del análisis y la síntesis figura en el libro XIII de Elementos del Euclides. (N. del A.)
(3)
T. Hobbes, Obras escogidas, Gosizdat,
Moscú-Leningrado, 1926, pág. 48.
(4)
Isaac Newton, Principios matemáticos de
filosofía natural (páginas selectas), Leningrado, 1929, pág. 58.
(5)
Kant, Crítica de la razón pura,
Lozada, Buenos Aires, pág. 198.
(6)
Ibídem, pág. 218.
(7)
Ibídem, pág. 253.
(8)
Ibídem, pág. 238.
(9)
Ibídem, pág. 237.
(10)
Hegel, Obras, Ciencia de la lógica,
Hachette, Buenos Aires, pág. 512.
(11)
Ibídem, t. 1, pág. 332.
(12)
Hegel, Obras, t. 1, Gosizdat, Moscú-Leningrado,
1939, pág. 333.
(13)
Ibídem, t. VI, Hachette, Buenos
Aires, pág. 521.
(14)
“En la definición y la división, lo sintético es una vinculación tomada del
exterior; lo que se ha hallado preexistente es llevado hasta la forma del
concepto, pero, como hallado preexistente, todo el contenido es solo mostrado; el teorema, en cambio, tiene
que ser demostrado.” (Hegel, t. VI, Hachette, Buenos Aires, pág. 536.)
(16)
F. Engels, Anti-Dühring, Editorial
Grijalbo, S. A., México, D. F., pág. 29.
(17)
Ibídem, pág. 56.
(18) El término “teoría” no
siempre tiene la misma significación. A veces se da el nombre de teoría a
cualquier conocimiento. Se emplea este término al hablar de las relaciones
recíprocas entre la teoría y la práctica. En nuestro caso entendemos por teoría
no una forma específica cualquiera del conocimiento humano, sino el
conocimiento en general, es decir, teoría viene a ser el sinónimo de
conocimiento. En el capítulo presente empleamos este término en un sentido más
restringido, como forma de pensamiento, que posee sus propias peculiaridades y
que ocupa un determinado lugar en la dinámica del saber. (N. del A.)
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