La
Mayéutica Vallejiana
Julio Carmona
CÉSAR
VALLEJO (CV) usa el método de la mayéutica (o técnica de las preguntas para
llegar al conocimiento de algo) cuando propone algunas cuestiones, y deja la
respuesta como sugerencia o la posterga para otro momento, dando oportunidad al
lector para que establezca la relación. Dice:
«En toda la
literatura marxista hay una fisura [a]: ¿por qué progresa la técnica social?
¿Por necesidad del hombre? [b] Las ciencias progresan porque las fuerzas de
producción progresan. ¿Y por qué progresan las fuerzas de producción? [c]
¿Primero nace la técnica? [d] ¿Primero nace la idea de la necesidad de la
técnica? [e] Este es un círculo vicioso y sin salida» [f] (B-1973-2: 140-141).
a) La «fisura» a que
alude CV, atribuyéndola a «toda la literatura marxista», no es que sea una
deficiencia de esta literatura sino que, con ello, sugiere que el marxismo,
desde su concepción dialéctico-materialista, ha zanjado —ha hecho una zanja divisoria1— con cualquier
otra concepción metafísico-idealista. Hay que aclarar, por otro lado, que el
término «literatura» no se refiere a la artística o poética. CV lo está usando
en su sentido laxo o etimológico: del latín litterae
= letras, es decir, se refiere a todo texto escrito: filosófico, científico,
político (y poético).
b) Aparentemente en la
segunda pregunta («¿Por necesidad del hombre?») ya hay una respuesta a la
primera («¿por qué progresa la técnica social?») y esa respuesta es la
siguiente: es la misma necesidad del hombre la que hace que se descubran
técnicas sociales que ayuden a satisfacerla.
c) Sin embargo, a
continuación, CV hace una afirmación con la que descarta la «pregunta-respuesta
anterior»: «Las ciencias progresan porque las fuerzas de producción progresan».
Y, sin dejar respiro al lector, vuelve a preguntar: «¿Y por qué progresan las
fuerzas de producción?» Entonces, si se observa bien, en la afirmación previa a
esta pregunta («Las ciencias progresan porque las fuerzas de producción
progresan») seguían incluidas las dos preguntas iniciales: «¿por qué progresa
la técnica social? ¿Por necesidad del hombre?», en tanto las ciencias necesitan
de técnicas y de métodos, y si se dice que ‘es el progreso de las fuerzas de
producción lo que hace que las ciencias progresen’, entonces, sigue siendo la
necesidad del hombre la que impulsa el progreso de la técnica, y con el
desarrollo de esta técnica se impulsará el progreso de las fuerzas de
producción que, a su vez, impulsarán el progreso de las ciencias. Pero, luego,
CV vuelve a preguntar:
d) «¿Primero nace la
técnica?» Y el lector que sigue atento a la mayéutica vallejiana, responde que
no puede ser así, pues sería dar a la técnica una existencia que antecedería a
la existencia del hombre y sus necesidades. Vallejo, entonces, insiste con otra
pregunta:
e) «¿Primero nace la
idea de la necesidad de la técnica?» Y en este caso el lector atento seguirá
negándolo: porque la idea no puede preceder al hecho concreto de la necesidad
que debe ser satisfecha. Se ve, entonces, que la respuesta a todas estas
cuestiones estaba en la segunda de las dos preguntas iniciales: ‘La necesidad
del hombre hace que progrese la técnica social que ayuda al progreso de las
fuerzas de producción y estas a su vez hacen que progresen las ciencias’. Ergo,
la conclusión a la que llega CV:
f) «Este es un círculo
vicioso y sin salida» corrobora lo dicho, porque de la existencia material del
hombre no hay salida hacia una existencia extra-material. Corolario: no hay
escape hacia el idealismo metafísico. El hombre está «condenado» a producir,
con sus propias fuerzas, las técnicas que harán progresar las ciencias, porque
la necesidad lo obliga a ello.
Y en
otro acápite de la misma página CV vuelve a usar el método de la mayéutica:
«¿El arte antecede a la técnica de producción o la sigue y es su reflejo?»
(B-1973-2: 141). Obviamente, la respuesta a esta pregunta es similar a la
anterior: el arte no puede anteceder a la técnica ‘de su producción’, pues a él se le estaría dando una existencia
independiente o autónoma del ser humano. Pero si se dice que el arte está
después de la técnica, ¿no se le da a esta una existencia independiente o
autónoma? No, porque ya se dijo que la técnica es posterior a la necesidad del
hombre. En consecuencia, tanto el arte como la técnica son posteriores a la
necesidad del hombre. Y si el hombre
necesita hacer arte entonces recién crea la técnica que le permitirá satisfacer
esa necesidad.
Ahora bien, como complemento a estas
reflexiones vallejianas, veamos lo que CV ha dicho antes, en las pp. 139-140: que
es propio de «la psicología espiritualista [creer] en la actitud meramente reflectora o contemplativa del pensamiento sobre el mundo»,
mientras que «la psicología materialista o marxista sostiene la actitud
transformadora del pensamiento sobre el mundo», y de esa manera está
coincidiendo con una respuesta que va implícita a la pregunta vista arriba:
«¿El arte antecede a la técnica de producción o la sigue y es su reflejo?», y la respuesta es: ‘el arte sigue a la técnica de
producción y es su reflejo, y no la antecede’). Con esta diferenciación CV no
se está contradiciendo: que, al mismo tiempo, el materialismo diga que el pensamiento es reflejo del mundo, y que
el espiritualismo tenga una actitud
reflectora del mismo. Lo que ocurre es que CV se rige por la correcta
aplicación de la teoría del reflejo marxista, la que no admite que, por
ejemplo, el reflejo artístico sea de uso exclusivo del realismo, sino que
también lo es del formalismo, nada más que en el caso de los usuarios de este se
da como reflexión inconsciente (quiéranlo o no), y piensan
conscientemente (con la falsa conciencia de que hablan Marx y Engels) que, en
definitiva, ellos son los que inventan la técnica y el arte mismo (como si
dijeran que los sacan de la nada)2; mientras que los usuarios del
arte realista son conscientes de su deuda con la realidad, y que con su arte lo
que hacen es reflejarla, incluida en este reflejo la «técnica de producción»
artística a la que pueden contribuir a cambiar —lo mismo que a la realidad
toda— lo cual no implica que sean actores de su invención sino, en todo caso,
de su transformación o perfeccionamiento.
____________
(1) En
otro momento de El arte y la revolución,
CV dice, refiriéndose al «duelo entre dos literaturas», que «La encrucijada de
la historia está, como se ve, zanjada
en este terreno» (B-1973-2: 99). CV ha zanjado la contradicción clasista que se
da entre la literatura burguesa o formalista y la literatura proletaria o
realista.
(2)
«La división del trabajo solo se convierte en verdadera división a partir del
momento en que se separan el trabajo físico y el intelectual. Desde este
instante, puede ya la conciencia
imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la
práctica existente, que representa realmente
algo sin representar algo real; desde este instante, se halla la conciencia en
condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría
“pura”, de la teología “pura”, la filosofía y la moral “puras”, etc.»
(Marx-Engels, A-1974-a: 32).
Confesiones de Tamara Fiol ¿un novelón indigesto?
(Vigésima Primera Parte)
Julio Carmona
82. p.
166: «Era una casita bastante decorosa que prestigiaba (sic) los estantes que
desbordaban de libros», obviamente son los estantes de libros que prestigiaban
a la casita, y no que la casita prestigiaba a los estantes.
83. p.
167: «El viejo Adrián le contó que el maestro Orrego le rogó…»; la frase «El
viejo Adrián le contó que» sale sobrando (para evitar la cacofonía), además ya
se sabe que el único que le está haciendo esas referencias es el viejo Adrián,
y es él quien le ha dicho que había ido a visitar a Orrego.
84. p.
167: «Le explicó que Borodín pertenecía al llamado del (sic) grupo de los cinco
de Rusia…»; está demás la expresión «del».
85. En
la p. 168 se lee: «Era un centón indigesto, de sintaxis farragosa, lleno de
trivialidades que sin embargo había merecido el calificativo de sobresaliente
durante la sustentación» (¿se dice «durante» o «después» de la sustentación o
simplemente ‘en la sustentación’?)
86.
«Conocía y amaba a Shakespeare, tanto al autor de El mercader de Venecia como al otro Shakespeare, el íntimo y
secreto de los Sonetos, en los que hablaba del amor que no se atrevía a decir
su nombre…» (169). Los puntos suspensivos son del original, como asimismo
la cursiva de los dos títulos de Shakespeare. La última cursiva es nuestra y
destaca un sentido anfibológico, puesto que no se sabe si quien no se atreve a
decir su nombre es el amor del que hablaba Shakespeare, o si es este quien no
se atrevía a decir el nombre de aquel, y, en este caso, debió decir: ‘… del
amor de quien no se atrevía a decir su nombre’. Todo esto está referido a los
gustos literarios de Haya de la Torre.
87. «Te
estaba hablando del viejo Adrián Arancibia. Por cuanto (sic), me contó,
admiraba la retórica de Haya (…).» (170). La frase seguida de “sic” ha debido
quedar así: ‘De cuánto, me contó, admiraba la retórica de Haya…’.
88. p.
172: «El corazón de las herederas suspiran (sic: suspiraba) por los
extranjeros…» el que «suspiraba» era el corazón y no las herederas.
89. p.
173: «En los últimos días la prensa local había publicado noticias alarmantes
sobre poblaciones ashaninkas que habrían sido reducidas a la condición de
esclavos (sic) por los senderistas. Leí parte de diarios y revistas que
informaban sobre el asunto, pero reservé mi opinión hasta conocer de manera
directa los hechos.» Si se habla de las poblaciones ellas serán reducidas a la
condición de «esclavas». Por otro lado, cabe preguntar: ¿Cómo va a conocer «directamente
los hechos» si está absorbido todo su tiempo en ver el asunto de TF. Además,
esa opinión ¿a quién se la va a dar?, si nunca ha dicho que tenga comunicación
en ese sentido con su agente en EEUU, y este solo está a la espera del segundo
reportaje sobre TF. Será, pues, finalmente, una opinión que nunca se sabrá, y
es, por lo tanto, un ripio más.
90. p.
175: Muriel dice: «… la banda de Los Chalacos, la famosa banda que operó entre
los cincuenta y comienzo de los sesenta, antes de que yo viera la luz de este
puto mundo, como diría tu amiga Tamara.» ¿Cómo puede Muriel saber que su última
expresión puede ser atribuida a TF?, si nunca ha conversado con ella y eso no
lo puede sacar de lo que le cuenta MB; es más, ella recién va a escuchar la voz
de TF en los casetes que revisará junto a MB, en acción que se verá más
adelante…
91. p.
174: «Al regresar al hotel, Muriel me había dejado en la recepción un número de
teléfono para que la llamara. Lo hice y, sin apenas saludarla (sic), le propuse
viajar…» La expresión «sin apenas saludarla» quiere decir que «apenas la
saludó», es decir, que lo hizo mínimamente; pero resulta ser un acto fallido si
se le agrega la preposición «sin», pues entonces se está negando ese ‘saludo
mínimo’.
92. p.
174: «Tenemos que estar en el aeropuerto muy temprano para tomar el vuelo a
Huamanga de las seis.» Así como está, se entiende que ‘las seis son de
Huamanga’, no del vuelo; ha debido decir: ‘el vuelo de las seis a Huamanga’.
93.
175: Muriel dice: «Tengo la intuición de que esta noche los terroristas
descansarán.» Pero, en la p. 158, se ve que falla la predicción: MB antes de
dirigirse al departamento de ella, va a un bar y como ve que los clientes se
retiran, le pregunta al mozo por eso y este le responde: «Es por los atentados,
jefe. A esta hora empiezan.» Y Morgan responde: «Tonterías, viejo. Esta es la
noche de descanso de los terroristas —dije recordando a Muriel.» Y agrega:
«Pero los terroristas no descansaban.» Esta es una prueba de que los atentados
de Sendero no aparecen por ningún lado de la novela, solo se insinúan. Pero aun
dice que después empezó la detonación de un petardo y el apagón de luces, pero
él sigue en su proyecto de fornicar esa noche con Muriel y de seguir con la
entrevista a TF y sin animarse a realizar el proyecto sobre los ashaninkas y,
por supuesto, sin enviar a su centro de trabajo los informes sobre la guerra,
que es lo primordial de su trabajo.
94. A
partir de la p. 176, se suceden muestras de la afición al alcohol por parte del
narrador, dice: «Desistí del café exprés y pedí un vodka tonic» (del mismo modo
como se castellanizó la palabra «spress» ha debido hacerlo con la palabra
«tonic» poniéndole tilde, al menos. En
la p. 177 dice: «Pensé que me vendría bien un poco de hierba.» En la p. 178
vuelve a decir: «… antes me tomaría un segundo vodka tonic.» En la p. 179 dice:
«Muriel me esperaba con una pizza espectacular y una botella de grueso tinto de
Mendoza que tanto nos gustaba.» Y más adelante agrega: «Terminamos de comer y
beber, jugueteamos todavía un poco y ella, de pronto, dijo: “Ah, me olvidaba
del postre”. Y desnuda se levantó de la cama (…) Al volver, traía un canuto de
marihuana, que fumamos muy lentamente.» En la p. 381 reitera su relación con
las drogas: «Para soportar la espera, la ansiedad, las avanzadas del miedo
incluso, los reporteros de guerra (entre los que me incluyo) se entregan a las
borracheras, a las drogas o al frenesí erótico.»220
95. En
la p. 332, MB dice que Muriel lo llevó a «“un hueco”, “que quedaba en Barranco.
Recuerdo que, pasando la quebrada de Armendáriz, había apagón. Sin embargo el
hueco seguía funcionando a la luz de unos lamparines. Fue una velada muy grata,
bebimos, fumamos mucho…» (¿este «fumamos mucho» se refiere a marihuana?)
Definitivamente, siendo el narrador un corresponsal de guerra, su mayor
preocupación debió centrarse en la guerra interna de Sendero Luminoso con el
Estado peruano; más aun si ha venido a Perú, en principio, para realizar un
reportaje a las mujeres de Sendero. Y ello pudo paliarse haciendo que envíe
despachos periodísticos a su centro de noticias sobre las acciones armadas.
Pero el narrador desvía su atención primordial hacia un hecho totalmente
intrascendente: la vida de TF que está totalmente alejada de ese tema central.
96. p.
176: «Puse los dos sobres en la mesa y encendí un Imperio. Podía imaginar y
hasta escuchar la voz de mi madre mientras escribía la carta.» Es válido decir
que se puede imaginar a una persona escribiendo una carta; pero es impertinente
agregar que se puede hacer lo mismo con su voz, salvo que se sepa o se diga que
ella siempre que escribe va repitiendo de viva voz cada palabra que escribe.
97. p.
177: «Cuánto me avergüenza ahora por (sic) haberme aferrado a esa esperanza.»
Si la fórmula es «me avergüenza» ha debido concluir sin la preposición «por»,
debió quedar así: ‘Cuánto me avergüenza haberme aferrado a esa esperanza’, y si
se quería que quedara con la preposición aludida, debió cambiarse «me
avergüenza» por ‘me avergüenzo’, debiendo quedar así: ‘Cuánto me avergüenzo por
haberme… etc.’
98. p.
178: «Aunque no era prudente, decidí volver a pie a mi hotel, ubicado en la
avenida Shell, a muy pocas cuadras donde yo me encontraba ahora.» Si todo lo
está narrando en tiempo pasado, es erróneo cambiar de sopetón al tiempo
presente; en todo caso, se debió cambiar «ahora» por ‘en ese momento’.
99. p.
180: «Estoy segura de que será una crónica más bacán, mejor de (sic: ‘mejor
que’) la que me diste a leer sobre las mujeres de Sendero.»
100. p.
188: decir: «… contraer el paludismo o la malaria» es erróneo porque significan
lo mismo; tal vez fuera pertinente si a la segunda se le suprimiera el
artículo, quedando así: ‘el paludismo o malaria’, dando a entender lo
siguiente: ‘el paludismo, o sea la malaria’; en el otro caso se da a entender
elección: uno u otra, como si fueran distintos.
101. p.
189: Se menciona a un conquistador del Perú, Pedro de Candia, pero lo escribe
con tilde: Candía, y es erróneo; Candía existe en el diccionario como
equivalente a Heraklion, ciudad griega en el norte de Creta; pero no tiene nada
que ver con el apellido español.
102. p.
194: «Pero te equivocas, Braca (sic) si crees que era retardado mental.» Faltó
cerrar la coma de vocativo.
103. p.
195: «… ni a él ni al señor padre les molestaba (sic) aquellas emanaciones»,
‘las emanaciones no les molestaban ni
a él ni al padre’.
104. p.
196: «… Benigno tenía quince años cuando se hizo dueño y señor y práctico de la pequeña embarcación» (…)
«… otros animales e insectos que tenían su hábitat en esta singular catinga…» Las palabras en cursiva son
expresiones usadas por Mario Vargas en La
casa verde y en La guerra del fin del
mundo, respectivamente; MG las ha mimetizado aquí, y puede ser válido en el
caso de «práctico», pues según el DRAE está relacionado con el Mar. Y se refiere a un «técnico que, por
el conocimiento del lugar en que navega, dirige el rumbo de las embarcaciones
en la costa o en un puerto». Pero en el caso de la otra, «catinga», su uso no
es adecuado, pues es propio del nordeste brasileño, y no hay ninguna referencia
a su empleo en el norte del Perú, y menos en la zona de los manglares que es
pantanosa y no desértica.221
105. p.
198: «… apartándose lo conveniente de la orilla decidió esperar en la
embarcación la llegada del amanecer resistiendo a los bramidos que emergían de
los manglares poblando la noche.» Hasta aquí se ha referido una anécdota que le
ocurre al personaje Benigno, de quien no se volverá a hablar más en los
siguientes capítulos y quedando prácticamente inconclusa la anécdota, pues
hasta aquí lo que se sabe es que se perdió en los manglares, sin haber dejado
señuelos para ubicar el retorno. En la p. 242 vuelve a tratar de Benigno pero
no completa la historia que quedó inconclusa, pues no se sabe cómo logró salir
del embrollo. Y aun dice que: «Benigno se negó a prestarme el bote porque era
muy peligroso a esas horas surcar los esteros» lo cual reitera la dificultad de
orientarse sin dejar señuelos.
106. p.
200: «… las invitaciones que le hacía el viejo Scott de pasar un día entero por
el centro de Manhattan. Estos ocurría (sic) una o dos veces al año y habían
empezado desde que el viejo crápula, huyera con la primera zorra…» La frase seguida de «sic» denota que está
fallando la concordancia: «Estos» en plural y «ocurría» en singular; además
tampoco concuerda con el antecedente que son «las invitaciones», y en ese
sentido debió decir: ‘Éstas ocurrían una o dos
veces al año’, aunque ha podido decir: ‘Esto ocurría’. Y después de «dos
veces al año» ha debido ir una coma, para separar la siguiente oración: «y
habían empezado desde que el viejo crápula, huyera con la primera zorra…»; la
coma que va después de ‘crápula’ es impertinente.
107. En
la p. 201: «… el viejo Scott se
obstinaba en hablar en inglés y yo a usar spanglish
parodiando a los malditos puertorriqueños.» Hay repetición viciosa de la
preposición «en», y ¿por qué «malditos» puertorriqueños?, ¿porque son
colonizados por USA?
108. p.
205, MB dice: «Aunque yo ya había dado por concluido el tema de la guerra
senderista tomé muchas fotos para mi archivo personal…» En realidad, no puede
decir que «había concluido», porque recién llega a Ayacucho por segunda vez con
la intención de investigar sobre los indios ashánincas que están relacionados
con la guerra senderista.222 Y, por lo demás, tampoco puede hablar
de la «guerra senderista» en términos de «tema concluido» pues este propiamente
no ha sido tratado por él en ninguno de sus reportajes: de Las mujeres de
sendero y de Tamara Fiol. Recién en la p. 206, el taxista le da una noticia
«que entorpecería el motivo de mi viaje» (ir al lugar de los ashánincas),
entonces ¿cómo antes ha dicho que «ya había dado por concluido el tema de la
guerra senderista»? Lo que ha frustrado el motivo de su viaje es un
enfrentamiento entre senderistas y el ejército. Y esto abre en su imaginario un
nuevo tema o motivo que suple al anterior: ir al lugar de los hechos, que es lo
que haría «cualquier reportero que se respete», y, más aun, tratándose de un
«reportero de guerra», profesión que Morgan no ha respetado en ninguno de los
casos de sus reportajes, pues se ha centrado en dos temas que no tenían que ver
con el tema mismo de la guerra, el que, sin embargo, explosionaba frente a sus
ojos y oídos. Y en la p. 207 da una razón definitiva que debe motivar al
reportero de guerra, dice: «es orgullo del cronista llegar no importa si a
rastras a los lugares más inaccesibles y custodiados por la autoridad. Y
cuantos más riesgos se corre (sic: corren) (incluso el de perder la vida) al
desplazarse por los sitios prohibidos mayor es la adrenalina que el periodista
segrega.» En la p. 311, Muriel usa la expresión «reportero de guerra» con
cierto tonito irónico, pero además certero, dice: «Así que pierde cuidado,
señor reportero de guerra.» «La verdad es que en las dos últimas semanas me
había dedicado a trabajar a tiempo completo en mi crónica sobre Tamara Fiol, de
modo que todo lo relativo a la guerra senderista me llegaba como un ruido
lejano» (p. 203). En toda la novela se percibe eso, que la guerra es lo que
menos le interesa, ¿a quién?, al «reportero de guerra».
109. En
la p. 182, se insiste por parte del mismo MB que es un «reportero de guerra»,
primero indica que se conoció con Muriel: «… comentando nuestras experiencias
periodísticas: ella como investigadora del submundo limeño y yo como cronista
de guerra» (ya hemos tenido oportunidad de señalar que ambos se convierten en
reporteros de basura); pero más adelante insiste MB: «Recuerdo que una de las
primeras cosas que me preguntó Muriel fue sobre cómo había nacido mi vocación
como reportero de guerra». Y en el caso específico de MB, debe modificarse su
profesión de «reportero de guerra» por el de «chismoso de féminas».
110. p.
207: Endiosamiento de TF: «… nunca fui fatuo con Muriel. Y tampoco, Dios me libre,
con Tamara Fiol.» En esta misma página hay una atingencia ociosa: «Escuche
amigo» —le dice al chofer—. «Necesito
llegar al lugar. ¿Conoce a alguien que quiera llevarme? Por supuesto todo
trabajo se paga». Esto último es obvio, máxime si se trata de una situación
sumamente difícil. Y, por supuesto, el taxista lo disuade, lo cual hace que
reflexione lo siguiente: «En otra ocasión una negativa de esta naturaleza no
habría hecho más que potenciar mis afanes de cumplir la tarea que me hubiesen
encomendado. Pero esta vez las palabras del taxista me produjeron un sacudón
que me hizo recapacitar en el sentido de mi viaje. Me repetí que yo había
venido para echar una mirada a la tierra de los asháninkas del Apurímac, y esto
nada más que por cubrir esos tres o cuatro días que tenía vacíos mientras
durase el internamiento en la clínica de Tamara Fiol.» (En la última frase hay
anfibología, pues se entiende que la clínica pertenece a TF, ha debido decir:
‘el internamiento de Tamara Fiol en la clínica.’ Y, en seguida dice,
continuando con el endiosamiento de TF: «Y pensé en ella y escuché su voz y me
dije que sería insensato morir sin haber terminado de oír su historia.» (p.
208).
111. p.
212: «… me puso en contacto con cierto padre Julián, jesuita disidente y unos (sic)
de los inspiradores de la Teología de la Liberación», (el artículo que va antes
de «sic» debe ir en singular).
112. p.
213: «… los indios que regresaban a su comunidad por la salida de Puca Cruz
mostrando en el alto los tres fusiles
FAL que recibieron de la autoridad militar.» El artículo «el» delante de «alto»
está demás, debe suprimirse. Y el número de fusiles es irrisorio: la autoridad
militar ¿les dio solo «tres fusiles FAL» para que enfrenten a Sendero?
113. En
la p. 213: Se refiere al personaje Azpur, de quien dice que «había sido
monaguillo» y, ante el asesinato de un sacerdote por parte de un senderista en
plena misa, dice: «Aunque yo ya no era creyente — me confesó Azpur en Nueva
York—, sentí como que se había profanado con sangre un espacio sagrado». Y hay
una incongruencia, pues para quien ya no es creyente dejan de existir ‘espacios
sagrados’, en todo caso lo que debió decir: ‘ya no era católico’, pero seguía
creyendo en espacios sagrados. Y esto es tanto más urgente de aclarar porque en
la p. 214, se dice que al hacer alusión el narrador «al carácter» (sagrado)
«del recinto donde ocurrió el crimen» una de las prisioneras de Sendero le
retrucó: «¿Cree usted en esas bobadas?»
114. p.
214: «Yo estaba golpeando la puerta de la casa parroquial. Por fin, esta se
abrió y la figura de un viejo se colocó debajo del dintel de la puerta.» Esta
última mención «de la puerta» es redundante; si ya se ha aludido a la puerta,
debió decirse solo «debajo del dintel».
115.
pp. 215-216: «Pensar que, como me contó Tamara allí, feliz, vivió durante tres
años Taylor y pudo descubrir —oculto detrás del altar— la entrada al sótano que
años después salvó la vida de Azpur.» Hay tres errores: a) La expresión
explicativa, que va entre comas, ‘como me contó Tamara allí,’ está mal
construida y da la impresión de que fue allí que Tamara le contó, cuando lo que
ha debido hacer es poner la coma delante de la palabra «allí», quedando así: ‘,
como me contó Tamara, allí feliz vivió’; b) después de «vivió» debe ir coma
explicativa, quedando la expresión de la siguiente manera: ‘vivió, durante tres
años, Taylor, y…’; c) por último, lo que Taylor «pudo descubrir» es «la entrada
al sótano» y es ésta la que estaba ‘—oculta detrás del altar—‘; de la otra
forma, se entiende que quien estaba «—oculto detrás del altar—» era Taylor:
¿estaba oculto para descubrir la entrada del sótano?
116. p.
217: «… los faros de los escasos postes de alumbrado habían sido destrozados a
pedradas.» Lo común para referirse a los postes de alumbrado es «focos», y no
‘faros’.
117. p.
218: «¿Existe algún cronista de guerra que sepa realmente por qué atraviesa
medio mundo para a cubrir conflictos
bélicos?» Ha debido decir: ‘para ir a cubrir’.
118. p.
219: «… había quedado una conversación pendiente con Muriel para abordar estos
temas (incluyendo los del amor…». En este punto lo destacable es que ha abierto
el paréntesis y, hasta finalizar el párrafo, no lo cierra.
119. p.
220: El narrador dice que «Uno de los primeros consejos que recibí al iniciarme
en este oficio» (de ‘reportero de guerra’) «fue que jamás debía involucrarme
afectivamente con las víctimas ni con los victimarios ni con ninguna de las
fuerzas en contienda…», y es contradictorio, pues —si como declara en sucesivas
veces que ha venido a cubrir la guerra de Sendero— él se ha involucrado con una
de sus víctimas, en tanto TF lo sería.
120. En
la p. 221: El narrador está exponiendo el recorrido que hace por la ciudad —en
su segundo viaje a Huamanga, cuando está haciendo el reportaje a TF; el primero
lo realizó cuando hizo el reportaje a las mujeres de Sendero—, y en el segundo
viaje dice que llegó hasta la casa de Taylor —en la que ahora vive otro gringo,
Earl— y dice que Taylor la restauró hasta en sus más mínimos detalles: «Incluso
el portón, vuelto a construir con caoba del Apurímac, conservó de manera
traviesa el pene de hierro que servía de llamador»; pero aquí viene el desfase,
pues dice: «Me pareció un detalle divertido y curioso, obra, pensé, de un
sujeto extravagante, un libertino o un librepensador, que sin duda habría
tenido serios problemas con el Tribunal del Santo Oficio»; y hay desfase, pues
desde la p. 209 se dice que en la crónica sobre las mujeres de Sendero ya trata
el tema de los «penes de hierro», entonces, en el segundo viaje ya no tenía por
qué parecerle divertido algo que ya conocía y había sido digerido. Y no hay
indicios de que diga estar haciendo reminiscencias correspondientes a su primer
viaje.
121. p.
227: «Al regresar al hotel por la calle Lima vi que las patrullas del Ejército
habían disminuido y habían vuelto (sic: a) abrir el tránsito…». Debió decir:
‘vuelto a abrir’. Este error se vuelve a repetir en la p. 294: «… según revelación
propia, nunca llegaría (sic: a) ser él…»; ha debido decir: ‘llegaría a ser…’ En
la misma p. 227 dice: «Al regresar al hotel por la calle Lima vi que las
patrullas del Ejército habían disminuido y habían vuelto (sic: a) abrir el
tránsito por la plaza Sucre.»
122. p.
227: «Y aquí también, detrás del mirador de la Alameda, se habían producido
nuevas invasiones de emigrantes que extendían el cerco a la ciudad señorial.»
Ha debido decir inmigrantes, pues estos son los que llegan «aquí, a la ciudad
señorial», desde la que habla el narrador, los emigrantes serían los que salen
de ‘aquí, de la ciudad señorial’.
123. p.
229: «Los más exaltados entre los tumbesinos, estaban Rulos Arancibia y su
pandilla de caníbales y la pandilla de cholos y zambos que comandaba el Pijas
Niko.» En primer lugar no debe ponerse coma después del sujeto, ha debido
decir: ‘Los más exaltados entre los tumbesinos estaban…’; pero aquí surge un
problema con el verbo porque a ese sujeto no le corresponde el verbo «estar»
sino el verbo «ser», es decir: ‘Los más exaltados entre los tumbesinos eran…”
Si se usa el verbo estar, entonces la frase debe modificarse así: ‘Entre los
más exaltados de los tumbesinos estaban…’
124. p.
231: «—lo demostraba (sic: n) los ojos alelados y lujuriosos de los niños—».
(¿lujuria en los ojos de los niños?)
125. p.
236: «Antes, durante el conflicto y en los meses que tardó el (sic: en debe reemplazar a «el») firmarse el
armisticio la vida en Tumbes cambió.»
126. p.
238: «… los más exóticos lo conformaban un grupos (sic) de negros y zambos…» Es
esta una construcción deficiente: Ha debido decir: ‘lo más exótico lo
conformaba un grupo de negros…’.
127. p.
239: «Un instante después, los graciosos salvaron la situación injuriosa
tomándolo a la chacota, emitiendo toda suerte de gritos y ayes de placer y
dolor, como harían —les gritaban— las putas monas de su madre» (sic: falla en
la concordancia de número; ha debido decir ‘de sus madres’). De esa situación
rijosa a TF se la hace reaccionar de manera puritana, pero también desfasada,
dice: «“Pero es vergonzoso lo que me cuentas, Arancibia —le dijo Tamara—. ¿Y la
ideología dónde quedaba?”.» En principio, TF no puede hacerse la puritana
porque ha experimentado degeneraciones similares. Y, por otro lado, ¿cómo puede
hablar de ideología, si Arancibia está contando hechos que le habían ocurrido
cuando era niño o púber?
128. p.
243: Vicio de redundancia al repetir la conjunción ‘pero’: «Pero nosotros
éramos nueve caníbales. Pero aun así el Bello Eduardo no lloraba…»
129. p.
245: «Come dije, hasta que apagué la luz a las cuatro de la mañana…» Ha debido
decir: ‘Como dije…’
130. p.
245: «… precedidos, a manera de obertura creo yo, por con (sic) una suerte de
crónica familiar». Ha debido quedar solo la expresión “por”.
131. p.
246: «… los documentos inciden sobre todo en dos momentos críticos del
Arancibia político (o, si se quiere, ideólogo): la ruptura con el partido
aprista al final, ¿1953?, de su encarcelamiento del (sic: en el) penal El
Frontón y su expulsión del Partido comunista durante las luchas internas que
culminaron con la escisión del partido entre moscovitas y pekineses. Qué
extraño, qué incitante, pero también qué demencial me pareció este mundo de los
ideales y las pasiones políticas, pues son estas pasiones la (sic: las) que
desencadenaban revoluciones y guerras, como las que yo venía cubriendo como
reportero en diferentes partes del mundo».
___________
(220)
Estas muestras de drogadicción ¿son parte del «privilegio del narrador» que MG
releva como «irreverencia desacralizante que el novelista utiliza para ofrecer
a las naciones, por encima de las interdicciones o tabúes, imágenes crudas y
descarnadas de sí mismas»? La cabeza y
los pies de la dialéctica, p. 188. ¿Las naciones requieren que se les
muestre algo que ellas toleran y hasta promueven? Eso, un escritor marxista
está en la obligación de denunciarlo, y esto implica «ofrecer» al lector la
posibilidad de descubrir al contrario dialéctico.
(221)
«Las plantas de espinos y las suculentas de otro semidesierto, la caatinga, ocupan la mayor parte del
noreste árido en Brasil». La catinga (‘bosque blanco’ en tupí) es la formación
vegetal característica del Nordeste brasileño, en la que se alternan periodos
de sequía prolongada con lluvias torrenciales. Cuenta, a pesar de la climatología
hostil, con un ecosistema riquísimo. Las especies vegetales poseen mecanismos
para economizar y almacenar agua: así, árboles como el mulungu pierden las
hojas durante la sequía, y plantas como los cactus tienen reservas de agua y
sus hojas se han transformado en espinas, lo que reduce la transpiración y les
sirve de defensa. Básicamente, la fauna se compone de aves, como papagallos y
periquitos, así como reptiles. Es el hábitat del guacamayo azul grande (en
peligro de extinción) y pequeño, de los que apenas se conoce más que un
ejemplar en libertad.» DRAE.
(222)
«Qué diablos, me dije, la guerra senderista había dejado de ser mi caso y creía
que de Huamanga ya había recogido todo lo que necesitaba para mi trabajo.» (p.
252). Entonces, cabe preguntar, ¿para qué volvió a Huamanga? ¿El tema de los
ashánincas fue solo un pretexto para alargar la novela? Y, por lo demás, si en
toda la novela no se ve que la guerra hubiera sido su caso, ¿de dónde resulta
que ahora, cuando ya se va a ir, diga que la guerra ha dejado de ser su caso?
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