domingo, 1 de julio de 2018

Psicología

Los Orígenes del Carácter en el Niño
de Henri Wallon

María Benel

HENRI WALLON es, sin lugar a dudas, uno de los más destacados representantes de la Psicología. Sin embargo, su nombre y sus propuestas prácticamente no aparecen en los textos que leen los estudiantes de Psicología. Marxista convicto y confeso, al igual que L.S. Vygotski, Wallon sería víctima, como afirma Eduard Rigo Carratalá, de un “olvido consciente”.

Wallon fue miembro del PC Francés (al igual que Politzer, Langevin y Joliot-Curie, destacados científicos franceses) y su militancia política fue una línea de trabajo tan igual de importante como sus investigaciones en Psicología o su rol de profesor universitario: como parte de organizaciones de intelectuales antifascistas, visitó los frentes de Barcelona y Madrid durante la Guerra Civil Española (1936); colaboró en la fundación de la revista clandestina L’Université Libre (1940); participó en la constitución del Frente Nacional Universitario y asumió su dirección (1941); ocupó por un breve periodo el cargo de ministro de Educación en el 1er Gobierno Provisional nombrado tras la derrota de los nazis; fue elegido diputado por París en la Asamblea Constituyente (1946); presidió la comisión que elaboró el Plan para la Reforma de la Enseñanza, conocido como Plan Langevin-Wallon, el cual fue entregado al nuevo gobierno en 1947; y fue presidente de la Federación Internacional del Sindicato de Enseñanza (1951).

En su larga trayectoria, Wallon escribió seis libros (uno en colaboración) y alrededor de 400 artículos. El texto que hoy nos interesa es Los orígenes del carácter en el niño, publicado en 1934, y que recoge los materiales que usó para las clases que dictó en La Sorbona desde 1932, así como artículos escritos anteriormente.

Publicado cuando Wallon tenía 55 años, Los orígenes del carácter en el niño es un libro de madurez. Dividido en tres partes y 18 capítulos, su intención primera es el estudio del origen de la personalidad. Sin embargo, es su teoría de la emoción la que finalmente ocupa el primer plano, y a la cual nos dedicaremos en esta oportunidad.

Las premisas psicofisiológicas de la vida afectiva

Como marxista, Wallon no podía dejar de lado las condiciones materiales de existencia al momento de estudiar las emociones: comprendió el aspecto social al reconocer que para superar el nivel de la experiencia concreta, el ser humano necesita instrumentos de origen social, como el lenguaje y otros sistemas de símbolos, todos los cuales son patrimonio del grupo social en el que se encuentra el individuo.

Por otro lado, estudió las bases psicofisiológicas de la emoción. Lector acucioso de los más destacados neurofisiólogos de su época, a partir de los planteamientos de Sherrington y, sobre todo, de Head, estableció el concepto de actividad o función tónica, a la que definió como la que mantiene en todo momento los músculos en la forma que han tomado y la que les da un grado variable de consistencia. Para Wallon, la actividad o función tónica cumple un rol fundamental en la emoción, pues ella “…cualquiera sea su matiz, tiene siempre por condición fundamental variaciones en el tono de los miembros y en la vida orgánica” (p. 65). La información que proviene del mismo organismo y de fuera de él le permiten ir asumiendo las actitudes necesarias para desenvolverse adecuadamente en su medio. Esta información llega a partir de dos tipos de sensibilidad, según Head

a)   Sensibilidad protopática u orgánica: la más elemental o primitiva, responde a las reacciones más íntimas del organismo (vísceras, intestinos, vejiga, órganos genitales, músculos, articulaciones, ligamentos, tendones).

b)   Sensibilidad epicrítica: la más elaborada, que permite diferenciar las cualidades y conocer las cosas. Su fuente de información son los sentidos, especialmente la piel y la vista.

Head no fue el único que propuso una clasificación de las sensibilidades. Actualmente, la más difundida es la que fue planteada por sir Charles Scott Sherrington: sensibilidad interoceptiva (proviene de los órganos internos), sensibilidad propioceptiva (proviene de los músculos esqueléticos, tendones y articulaciones) y sensibilidad exteroceptiva (proviene de los órganos de los sentidos).

Wallon prefirió la clasificación de Head, pues

… tiene el mérito de no establecer entre estas tres clases de sensibilidad una diferencia inicial de objetos y de órganos, sino que pone sobre todo en evidencia el antagonismo constante entre la sensibilidad que se volvió hacia la percepción y la sensibilidad donde se expresa simultáneamente la vida funcional y la vida afectiva (p. 67).

Es decir, mientras la clasificación de Sherrington es analítica, la de Head es sintética: muestra cómo en el ser humano la actividad de relación y la actividad postural (tónica), si bien distintas y opuestas, tienen una raíz común.

La sensibilidad protopática está ligada al Sistema Nervioso Simpático, el cual regula las funciones tónicas, viscerales y vegetativas. Asimismo, esta sensibilidad tiene centros en el cerebro medio o mesencéfalo, lo que quiere decir que evolutivamente es anterior a la sensibilidad exteroceptiva y permanece relativamente independiente de ella. Finalmente, Wallon concuerda con Head en que el tálamo es el centro único y terminal de la sensibilidad orgánica.

… el tálamo contribuye estrechamente a la vida emocional y afectiva. Como los centros subyacentes, continúa combinando entre sí las reacciones viscerales y tónicas, las sensibilidades posturales y afectiva. Pero, además, está en la encrucijada de dos sistemas: el sistema estriado, en el que se desarrollaron los automatismos superiores y en particular los automatismos de la emoción, y el sistema cortical, que llegó a ser el órgano de la actividad gobernada por el conocimiento. Entre las dos es como un puente de sensibilidad afectiva y de reacciones vegetativas (p. 129).

Que Wallon haya comenzado su libro por las bases psicofisiológicas de la emoción no es gratuito. Gracias a su estudio detallado, pudo establecer los centros de la emoción y el nivel que ocupan dentro del sistema nervioso, y con ello determinar el momento que marcaron en la evolución psíquica de la especie humana. A partir de allí es que pudo configurar su teoría de la emoción.

Las emociones en el comportamiento humano

Wallon afirma que: “El hecho de reconocer a las emociones el carácter de reacciones organizadas y que poseen centros en el sistema nervioso que regulan y coordinan sus manifestaciones, obliga a preguntarse qué utilidad pueden tener en el comportamiento de la especie o, al menos, el papel que han tenido en su evolución” (p. 72).

Propone que las emociones contribuyeron a que la especie humana afianzara esa forma de adaptación al entorno que es la acción en grupo, la acción colectiva. La colaboración, fundamento de la existencia del grupo, asocia a los individuos en función de lograr la supervivencia; pero la emoción logra la fusión de aquellos en una sola entidad, que los representa en cada uno y a todos, y por eso mismo pasa “… a ser él mismo una cosa orgánica y real” (p. 86).

Wallon destaca la importancia vital de las emociones en la historia de la especie humana cuando señala cómo la humanidad las sigue cultivando a través de prácticas y rituales rigurosamente establecidos, cuyo propósito es lograr en los participantes las mismas reacciones, los mismos gestos, las mismas emociones, y así unirlos a todos bajo una misma sensibilidad, la cual les otorga un mismo sentido de identidad, y podemos decir, siguiendo a Wallon, también una forma similar de pensar y de comportarse. Esto último nos hace recordar al visi-sonor, instrumento musical que aparece en la saga Fundación de Asimov, cuya peculiaridad consistía en que sus notas influían poderosamente en las emociones, al punto que podían manipularlas y lograr cambiar el comportamiento de las personas.

Esta función de la emoción perteneció a una etapa relativamente primitiva de la sociedad humana, lo que explicaría la presencia de las bases orgánicas de la emoción en zonas antiguas del cerebro, como es el tálamo y los núcleos subcorticales. Sin embargo, la misma acción colectiva impactó en las emociones, regulándolas a través de la actividad simbólica (lenguaje), producto nato de aquella en su lucha por la supervivencia. Esto explicaría la progresiva predominancia del córtex en la expresión emocional de la especie humana, “… hasta el punto de ofrecer hoy una gama que va de las manifestaciones más orgánicas de la emoción a los matices más delicados de la sensibilidad intelectual” (p. 87).

Ahora bien, según Wallon, la emoción pertenecería a una etapa del comportamiento “… en que el poder conceptual permanece limitado, pero en el que es necesario, sin embargo, reaccionar a tiempo” (p. 81). Efectivamente, en una etapa de la evolución de nuestra especie la emoción cumplió un rol crucial, y hasta ahora cumple un rol importante en las relaciones interindividuales; sin embargo, el desarrollo de los niveles más altos de pensamiento en el ser humano en función de nuevos retos en la lucha por la supervivencia exigió neutralizar la expresión emocional a fin de que se logre una actitud oportuna. Para que la emoción surja es necesario dejar de lado la actividad perceptiva o intelectual, “… necesita cerrar la sensibilidad  exteroceptiva o epicrítica, desviando o aboliendo el orden de las representaciones” (p. 75).

De este aspecto de la teoría de Wallon se desprende la clasificación de los tipos emocionales: emotivo, sentimental y apasionado. El primero es el más elemental de todos: reacciona de manera subjetiva a lo que le rodea, lo que le impide llegar a conocerlo y, por lo tanto, responder adecuadamente al entorno. El segundo es un ideador por excelencia, un personaje que imagina, reflexiona sus emociones, con lo cual las anula y, por lo tanto, está a salvo de los desbordes emocionales (vale recordar aquí lo que propone Wallon: la actividad de representación neutraliza la emoción), pero cuyas representaciones se quedan en experimentación, no pasan a la acción. Por último, el tipo apasionado es el que mayor control tiene sobre sus reacciones afectivas, a las cuales somete bajo el yugo del razonamiento a fin de conseguir, con gran tenacidad, que se hagan realidad sus representaciones.

El sentido de prestancia es un concepto que Wallon introduce para explicar el origen de la cólera: consiste en el fastidio (y las actitudes relacionadas) que genera el sentirse observado. Este fastidio fácilmente se torna en exasperación, por lo que Wallon afirma que “… la cólera parece estar esencialmente ligada a las relaciones de las personas entre sí” (p. 105).  En ese sentido, junto con la tristeza, sería una de las emociones más socializadas, pues son las que más dependerán de las influencias colectivas: el caso de la cólera es claro, mientras que en la tristeza el colectivo actúa a través de rituales que recogen la emoción y la elevan a niveles de exaltación; en ese proceso, la emoción del individuo se ve incrementada por la emoción de los demás.

En cuanto a la alegría, Wallon afirma que se genera por el libre estallido del movimiento; mientras que el miedo es el resultado de una sensación de desequilibrio, de falta de dominio de las actitudes ante una situación no prevista.

En las partes segunda y tercera de este libro, Wallon propone una explicación de cómo se origina la personalidad en el niño y cómo alrededor de los tres años se daría una primera “crisis de personalidad”. Estos aspectos de la obra walloniana han sido los más difundidos en la “psicología occidental” y, por lo mismo, los más revisados y cuestionados. Sin embargo, a nuestro criterio, es su teoría de la emoción lo más rico y novedoso: es el punto de partida obligatorio para sus teorizaciones posteriores. Estudiar su teoría de la personalidad sin considerar su teoría de la emoción es metafísico. Como afirma el mismo Wallon:

… las emociones, tienden a realizar, por medio de manifestaciones consonantes y contagiosas, una fusión de sensibilidad entre el individuo y lo que lo rodea. Sin duda, pueden ser vistas como el origen de la conciencia (…). Pero son el punto de partida de su conciencia personal sólo por intermedio del grupo, con el cual comienzan por fundirlo, y de quien él recibirá las fórmulas diferenciadas de acción y los instrumentos intelectuales sin los cuales le será imposible operar las distinciones y las clasificaciones necesarias para el conocimiento de las cosas y de sí mismo (p. 233).

Con su teoría de la emoción, Wallon aporta a la teoría de Vygotski acerca del origen social de las funciones psicológicas superiores: antes del lenguaje, las emociones cumplieron el papel de primera herramienta para consolidar la acción colectiva que favoreciera la adaptación al entorno; pero a medida que se fue complejizando la organización humana, el lenguaje se afirmó como la herramienta más poderosa para garantizar la supervivencia de la especie. Las emociones no desaparecieron, sino que se subordinaron a las funciones psicológicas superiores: mantuvieron su funcionalidad para situaciones que exigen respuestas rápidas, y se enriquecieron y sutilizaron gracias a la acción del neocórtex y, sobre todo, del lenguaje.

Glosario

Alocorteza: se refiere a la corteza filogenéticamente más antigua. Posee una estructura de tres capas celulares. Se localiza en la profundidad del lóbulo temporal y no es visible desde la superficie del cerebro.

Archipallium (o Arquicorteza): parte filogenéticamente más antigua de la corteza cerebral. Está conformada por regiones del sistema límbico, como el hipocampo.

Automatismo: por lo general, un acto complejo realizado inconscientemente.

Cerebro medio (o Mesencéfalo): está situado en la parte interior central de toda la masa cerebral. Su función es la conducción y control de los impulsos motores que van desde la corteza cerebral a la unión de la espina dorsal y el encéfalo. También es responsable de los impulsos sensoriales que se manifiestan en la médula espinal.

Córtex (o corteza cerebral): capa neuronal de la superficie externa cerebral del hombre y organismos superiores. En el hombre su superficie total es de unos 2200 cm² y su espesor oscila entre 1,3 y 4,5 mm, con un volumen de 600 cm³. El tejido cerebral del hombre contiene unas 3x10 (a la 9) neuronas. Típicamente se diferencian seis capas, que existen en más del 90% del total de la corteza. Filogenéticamente esta estructura de seis capas aparece en los mamíferos y se denomina Neocorteza o Isocorteza. Más antigua filogenéticamente es la Alocorteza que posee una estructura de tres capas y al que pertenecen el archipallium, paleopallium y rinencéfalo.

Fascículo: fibras nerviosas con un mismo origen, trayecto y terminación.

Función vegetativa: función orgánica que posibilita el mantenimiento de la vida y contribuye a la realización del metabolismo y la reproducción. A su vez el conjunto de funciones vegetativas están coordinadas y subordinadas al todo mediante la regulación. Las funciones vegetativas son: nutrición, transporte, respiración y excreción.

Head, Henry (1861-1940): neurólogo británico destacado por sus investigaciones sobre la afasia y la sensibilidad nerviosa en la piel. Gracias a los estudios profundos que llevó a cabo sobre el herpes zóster, los cuales dieron como resultado el esclarecimiento definitivo de su etiología, Head pudo determinar las áreas sensitivas de los distintos territorios del sistema nervioso periférico. Además de proponer la clasificación de la sensibilidad en epicrítica y protopática, defendió la teoría de los focos preferenciales de integración, estudió la afasia desde un punto de vista global, y fue el primero en hablar sobre la sensación que produce el miembro recién amputado o “miembro fantasma”.

Músculo: tejido constituido por células (fibras) contráctiles capaces de transformar directamente energía química en trabajo mecánico y calor. Representa el 40-50% del peso total del cuerpo.

Sherrington, sir Charles Scott (1857-1952): neurólogo británico destacado por sus estudios sobre la fisiología del Sistema Nervioso. En 1932 compartió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina con Edgar D. Adrian “por sus descubrimientos sobre el funcionamiento de las neuronas y el Sistema Nervioso Integrado”.

Sistema estriado (o cuerpo estriado): masa subcortical de materia blanca y gris que se encuentra enfrente del tálamo, en cada hemisferio cerebral. La materia gris de esta estructura está dispuesta en dos masas principales: el núcleo caudado y núcleo lentiforme. La apariencia estriada de una sección (de la que deriva el nombre) es debida a bandas de conexión de materia gris de un núcleo a otro atravesando la materia blanca de la cápsula interna. Algunos autores han sugerido que su papel podría circunscribirse a la planificación y al inicio de los movimientos generados internamente (sin estimulación externa), además de otras funciones cognitivas, emocionales y motivacionales.

Sistema Nervioso Simpático: porción del Sistema Nervioso Autónomo que controla las respuestas a situaciones de estrés, emociones y gasto de energía.

Tálamo: La porción media y mayor del diencéfalo que es parte de la pared lateral del tercer ventrículo y yace entre el hipotálamo y el epitálamo. Es un centro crítico para el procesamiento de la información sensorial. Coordina y regula la información sensorial que de la médula espinal, del tronco y del propio diencéfalo llegará hasta la corteza cerebral. Del mismo modo, es crítico para la transmisión de información desde el hipotálamo, desde el cerebelo y desde diferentes estructuras subcorticales a la corteza.

Referencias

Merani, A. (1977). Diccionario de Psicología. Barcelona: Grijalbo.

Redolar, D. (2014). Neurociencia cognitiva. Madrid: Médica Panamericana.

Rigo Carratalá, E. (1980). “Henri Wallon: un caso de marginación ideológica en Psicología”. Educació i Cultura: revista mallorquina de Psicología. Recuperado de: http://www.raco.cat/index.php/EducacioCultura/article/view/69940/86398

Vila, I. (1986). Introducción a la obra de Henri Wallon. Recuperado de: https://es.scribd.com/doc/212477551/VILA-Introduccion-a-la-obra-de-Henri-Wallon

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*Le agradecemos a la autora su colaboración. El presente artículo fue originalmente publicado en la Revista Peruana del Pensamiento Marxista. (Comité de Redacción).
** Wallon, H. (1965). Los orígenes del carácter en el niño (2da edición). Argentina: Lautaro. Salvo que se señale otra cosa, todas las citas corresponden a esta edición.

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