viernes, 1 de junio de 2018

Filosofía


El Marxismo y el Fin de la Filosofía

César Risso

FEDERICO ENGELS, en su trabajo Anti-Dühring, plantea lo siguiente:

“En los dos casos es este materialismo sencillamente dialéctico, y no necesita filosofía alguna que esté por encima de las demás ciencias. Desde el momento que se presenta a cada ciencia la exigencia de ponerse en claro acerca de su posición en la conexión total de las cosas y del conocimiento de las cosas, se hace precisamente superflua toda ciencia de la conexión total. De toda la anterior filosofía no subsiste al final con independencia más que la doctrina del pensamiento y de sus leyes, la lógica formal y la dialéctica. Todo lo demás queda absorbido por la ciencia positiva de la naturaleza y de la historia.”

Afirma F. Engels que la filosofía, como ciencia de la conexión total, ha concluido. Sin embargo, esto entra en contradicción con la afirmación de que la filosofía de Marx es el materialismo filosófico acabado, es decir, el materialismo dialéctico e histórico, así como su reflejo en el pensamiento.

        La propuesta de Federico Engels hay que entenderla en el sentido de que la filosofía pasa a tener un nuevo contenido, que es el de la ciencia de las leyes más generales de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento. Esto sucede al fusionarse el materialismo con la dialéctica. Entonces lo que concluye, lo que finaliza, no es la filosofía, sino la filosofía cuyo contenido era el de la ciencia general, o de la ciencia generalizada, en la que se mezclaba el contenido positivo de las ciencias particulares, con las especulaciones que se imponían en el ánimo de completar el “conocimiento” de las diversas formas de movimiento de la materia que aún no se había logrado descubrir. La nueva filosofía, descubierta por Marx y Engels, cuyo contenido es radicalmente distinto a la anterior, tenía que partir necesariamente de los aportes del conocimiento humano anterior, para arribar finalmente a ser la ciencia de las leyes del movimiento de la materia así como de este reflejo en el cerebro del hombre.

“Por esa misma razón se hicieron superfluas la filosofía de la historia, la filosofía del derecho, etc.; fueron sustituidas por ciencias que pusieron de manifiesto las verdaderas leyes que rigen el desarrollo de la sociedad. Los intentos realizados por los filósofos burgueses de resucitar la vieja filosofía de la naturaleza constituyen, a nuestro juicio, un paso hacia atrás en su desarrollo. Pero el fin de la filosofía de la naturaleza no significa que toda la filosofía haya perdido importancia, como aseguran los positivistas. Por el contrario, la filosofía, en su desarrollo, pasa de un estado prehistórico a una nueva fase, a la fase con que se inicia su verdadera historia. A partir de ese momento, la filosofía adquiere su propio objeto, diferente al objeto de cualquier rama especial de la ciencia. Este nuevo periodo está vinculado a la aparición del marxismo, a una nueva interpretación del objeto y de las tareas de la filosofía.” (Kopnin. Lógica dialéctica)

Lenin recoge como uno de los aspectos centrales de la filosofía marxista esta diferencia entre la filosofía marxista y la filosofía premarxista:

“Este aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana es el que Marx recoge y desarrolla. El materialismo dialéctico ‘no necesita de ninguna filosofía situada por encima de las demás ciencias’. De la filosofía anterior queda en pie ‘la teoría del pensamiento y sus leyes, es decir, la lógica formal y la dialéctica’. Y la dialéctica, tal como la concibe Marx, y también según Hegel, abarca lo que hoy se llama teoría del conocimiento o gnoseología, ciencia que debe enfocar también su objeto desde un punto de vista histórico, investigando y generalizando los orígenes y el desarrollo del conocimiento, y el paso de la falta de conocimiento al conocimiento.” (Lenin. Carlos Marx. Breve esbozo biográfico con una exposición del marxismo)

Una segunda cuestión es: qué hay de común entre la antigua filosofía (premarxista) y la filosofía marxista. En el folleto Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Federico Engels plantea que “El gran problema cardinal de toda la filosofía, especialmente la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el ser.” Y este problema “[…] encierra, además, otro aspecto, a saber: ¿qué relación guardan nuestros pensamientos acerca del mundo que nos rodea con este mismo mundo?”

        Hemos afirmado, siguiendo a Federico Engels, que la anterior filosofía era especulativa, en el sentido de reemplazar con el pensamiento aquello que todavía no se había descubierto. En la filosofía marxista no se niega la especulación. Esta tiene ahora un carácter científico, pues se atiene permanentemente a la realidad. Esta especulación científica se expresa en dos sentidos: primero, en la aplicación de los métodos singulares y particulares, así como en la aplicación de las categorías del materialismo dialéctico; segundo, en el proceso del pensamiento, es decir, en la elaboración de nuevas ideas, pero que se asientan en la realidad.

        Consideremos el primer aspecto de la especulación científica que nace con la filosofía marxista:

“Desde el punto de vista del contenido, el concepto es la condensación, la suma de conocimientos alcanzados acerca de un objeto o fenómeno. Lo principal en el concepto es lo universal, puesto que así es como se manifiesta la esencia del objeto. Sin embargo, si hablamos del concepto árbol, sabemos que no existe el árbol en general, sino los árboles concretos. Lo que existe es el conjunto de propiedades que posee cada árbol. Lo universal tiene existencia concreta en lo singular, en los atributos o propiedades de los árboles reales.”

“Kopnin nos dice a este respecto lo siguiente: ‘El idealismo utiliza el carácter peculiar de los vínculos entre lo universal y lo singular en el concepto, su índole compleja y velada, para divorciar lo universal de lo singular y convertir el concepto en una esencia independiente, absoluta, separada de los objetos singulares de la vida real. El divorcio entre lo universal y lo singular en el concepto conduce a la separación de los conceptos del mundo exterior y constituye una de las fuentes gnoseológicas del idealismo.’” (Cesar Risso. Fuentes de error en la investigación científica. https://creacionheroica1928.blogspot.pe/2013/09/metodologia.html)

Atendiendo al segundo aspecto, E. Shorojova sostiene:

“El análisis y la síntesis de los estímulos presentes y de las impresiones que de estímulos anteriores quedan en el sistema nervioso, constituyen la base para una independencia relativa de la actividad refleja del sistema nervioso. Los sistemas inorgánicos no poseen ese reflejo relativamente independiente al reflejar los objetos y fenómenos del mundo exterior. Gracias a la compleja actividad del cerebro humano, el hombre no solo reproduce en su mente las impresiones experimentales en otros tiempos, sino que forma nuevas ideas y realiza nuevos descubrimientos. Si no se admite una cierta independencia en la actividad nerviosa superior, sería imposible imaginarse que en la mente humana pueda surgir algo nuevo y creador”. (Shorojova. La conciencia. Pág. 221)

A la vez que se considera la especulación científica, teniendo en cuenta el proceso del pensamiento, se tiene también la posibilidad del error a través de las raíces epistemológicas del idealismo.

        Lenin escribe lo siguiente al respecto, aunque como crítica al idealismo:

“El conocimiento humano no es (o no sigue) una línea recta, sino una curva que se aproxima infinitamente a una serie de círculos, a una espiral. Todo fragmento, segmento, sección de esta curva puede ser trasformado (trasformado unilateralmente) en una recta independiente, completa, que entonces (si los árboles impiden ver el bosque) conduce al pantano, al oscurantismo clerical (donde queda fijada por los intereses de las clases dominantes). El avance rectilíneo y la unilateralidad, la rigidez y la petrificación, el subjetivismo y la ceguera subjetiva: he ahí las raíces epistemológicas del idealismo. Y el oscurantismo clerical (= idealismo filosófico), por supuesto, tiene raíces epistemológicas, no carece de fundamento; es, sin duda, una flor estéril, pero una flor estéril que crece en el árbol vivo del conocimiento humano, vivo, fértil, auténtico, poderoso, omnipotente, objetivo, absoluto.”

[…]

        “El idealismo filosófico es solo una tontería desde el punto de vista del materialismo tosco, simple, metafísico. Por otra parte, desde el punto de vista del materialismo dialéctico, el idealismo filosófico es desarrollo unilateral, exagerado, überschwengliches (Dietzgen) (inflación, distensión) de una de las características, aspectos, facetas del conocimiento, que se convierte así en un absoluto divorciado de la materia, de la naturaleza, y es llevado a la apoteosis. El idealismo es oscurantismo clerical. Es cierto. Pero el idealismo filosófico es (“más correctamente” y “además”) un camino hacia el oscurantismo clerical a través DE UNO DE LOS MATICES del conocimiento infinitamente complejo (dialéctico) del hombre.” (Lenin. Sobre la dialéctica, en Cuadernos filosóficos. )

El materialismo filosófico de Marx considera como principio en el campo de la historia de la sociedad, que el ser social determina la conciencia social. Esto significa que la conciencia de las diferentes clases sociales está sometida a las condiciones materiales de existencia. Por eso señala Lenin: “La filosofía de Marx es el materialismo filosófico acabado, que ha dado una formidable arma de conocimiento a la humanidad, y sobre todo, a la clase obrera.” (Lenin. Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo).

        La burguesía y sus representantes, se ven afectados por su situación de clase:

“En toda sociedad de clases, la separación entre el pensamiento ordenador y la producción material crea la ilusión, no solo de la independencia del pensamiento, que planea por encima de la realidad material y de la acción práctica, sino también de la primacía del pensamiento.”

“Para una clase que ya no está en contacto directo con las cosas, que actúa sobre el mundo a través de los símbolos del pensamiento y del lenguaje para concebir el trabajo, y mediante órdenes dirige su ejecución, el pensamiento es prisionero de la ilusión de ser la fuerza suprema y ordenadora del mundo.” (Garaudy, Roger. 1980. Introducción al estudio de Marx. Ediciones ERA, México. 4ta edición en español. Pp. 50-51.)

Por eso señala José Carlos Mariátegui que: “El intelectual, como cualquier idiota, está sujeto a la influencia de su ambiente, de su educación y de su interés. Su inteligencia no funciona libremente.” (J. C. Mariátegui. El grupo Clarté, en La escena contemporánea)

        ¿Por qué el materialismo en general (a lo largo de la historia, desde la aparición de las clases sociales), y el método dialéctico en particular (desde el inicio del capitalismo), puede convertirse en un arma de conocimiento de las clases explotadas (progresistas)? Porque a diferencia de los explotadores, pone en evidencia la explotación, y trata de explicar su esencia. Porque dándose la lucha de clases, la ubicación de cada individuo en una clase social determinada, le permite ver desde una perspectiva específica la situación de la sociedad, y particularmente la suya propia. Esta es la perspectiva del explotado, lo que le obliga a explicar las causas de su situación y a tratar de superarla, liberándose así de sus cadenas.

        Sin embargo, esto no es algo mecánico. Aníbal Ponce, en su escrito sobre Erasmo de Rotterdam, afirma, criticando la postura de Erasmo al abdicar frente al empuje de las masas, que no basta con enunciar la verdad para que esta se imponga. La filosofía marxista no se agota en la enunciación de sus principios.

“El marxismo-leninismo no ha agotado en modo alguno la verdad, sino que en el curso de la práctica abre sin cesar el camino hacia su conocimiento. Nuestra conclusión es la unidad concreta e histórica de lo subjetivo y lo objetivo, de la teoría y la práctica, del saber y el hacer, y nos oponemos a todas las ideas erróneas, de ‘izquierda’ o de derecha, ideas que se separan de la historia concreta.” (Mao Tsetung. Sobre la Práctica)

No basta comprender los principios de la filosofía marxista para ser un materialista consecuente. Hay que realizar un arduo trabajo de investigación. En la sociedad, los individuos somos ganados por el pensamiento marxista a costa de mucho esfuerzo. Esto quiere decir que partimos de la influencia burguesa, y que, por lo tanto, asumir la filosofía marxista implica ir despojándonos de todas las creencias que nos ha impuesto la burguesía, es decir, que en nuestro pensamiento, no obstante los principios que asumimos, se mezclan las ideas burguesas con las proletarias. Se puede ser materialista dialéctico por los principios, pero por el contenido, esto es, por el nivel de conocimientos alcanzados, aun se puede seguir siendo idealista.

        Cuando Marx y Engels descubren la concepción materialista de la historia, salen del campo del idealismo, pero en muchos aspectos siguen siendo idealistas, hasta que como consecuencia de la aplicación del materialismo dialéctico al estudio y la investigación de la realidad en la cual se desenvuelven, descubren las leyes del desarrollo de la sociedad, y sobre todo la ley de la plusvalía que rige el sistema capitalista.

        En el periodo histórico en el que se despliega la filosofía premarxista, el hombre no había comprendido el proceso del conocimiento, ni las leyes del pensamiento. En este sentido actuaba un poco a ciegas, más o menos intuitivamente, pero actuaba. Es decir, investigaba, daba solución a los problemas que enfrentaba en la práctica, buscaba explicaciones a lo que acontecía, avanzaba en el conocimiento del mundo sin llegar a tener una visión del proceso del conocimiento y del pensamiento en su conjunto. Correspondió a Marx y Engels esta tarea, cuya expresión es la filosofía marxista.

        La intuición del hombre, desde su origen hasta llegar al hombre actual, puede interpretarse como el arduo proceso que va desde la actuación práctica aguijoneado por sus necesidades vitales, elaborando explicaciones que mezclaban el conocimiento positivo con suposiciones arbitrarias, y en base a ciertas reglas que le daban el éxito inmediato, hasta la comprensión de los procesos naturales y sociales, así como del proceso del conocimiento. Es como si se pasase de la intuición común a la intuición científica. En ambos casos, la actividad práctica y la especulación científica, en la observación y comprensión de la realidad, encajan espontáneamente en el esquema conceptual, en la cultura, que tiene el observador, como individuo o ser social: nivel cultural y pertenencia a una clase social.

        La aplicación de la filosofía marxista a la realidad permite comprender hechos que se revelan como inconscientes, esto es, que aparecen como intuitivos, espontáneos. Así, los procesos revolucionarios incorporan a la acción a las multitudes, a individuos pertenecientes a las clases explotadas, que actúan para el logro de un objetivo común. En el intento de comprender este hecho, José Carlos Mariátegui se nutre de los elementos positivos de la filosofía de Bergson a través de George Sorel. El mito, que aparece inicialmente como un intento de explicar fenómenos naturales y luego sociales, asume en la concepción materialista de la historia el papel de explicar cómo se orientan las masas explotadas por el camino de su liberación. Carlos Marx lo dice en otros términos: Cuando la teoría prende en las masas deviene fuerza material. (C. Marx. Crítica de la filosofía del derecho de Hegel)

        J. C. Mariátegui desarrolla el siguiente análisis:

        “Pirandello, relativista, ofrece el ejemplo adhiriéndose al fascismo. El fascismo seduce a Pirandello porque mientras la democracia se ha vuelto escéptica y nihilista, el fascismo representa una fe religiosa, fanática, en la jerarquía y en la Nación. (Pirandello que es un pequeño-burgués siciliano, carece de aptitud psicológica para comprender y seguir el mito revolucionario). El literato de exasperado escepticismo no ama en política la duda. Prefiere la afirmación violenta, categórica, apasionada, brutal. La muchedumbre, más aún que el filósofo escéptico, más aún que el filósofo relativista, no puede prescindir de un mito, no puede prescindir de una fe. No le es posible distinguir sutilmente su verdad de la verdad pretérita o futura. Para ella no existe sino la verdad. Verdad absoluta, única, eterna. Y, conforme a esta verdad, su lucha es, realmente, una lucha final.”

        “El impulso vital del hombre responde a todas las interrogaciones de la vida antes que la investigación filosófica. El hombre iletrado no se preocupa de la relatividad de su mito. No le sería dable siquiera comprenderla. Pero generalmente encuentra, mejor que el literato y que el filósofo, su propio camino. Puesto que debe actuar, actúa. Puesto que debe creer, cree. Puesto que debe combatir, combate. Nada sabe de la relativa insignificancia de su esfuerzo en el tiempo y en el espacio. Su instinto lo desvía de la duda estéril. No ambiciona más que lo que puede y debe ambicionar todo hombre: cumplir bien su jornada.” (J. C. Mariátegui. La lucha final, en El alma matinal y otras estaciones del hombre de hoy)

“Pasa, sobre todo, que a la revolución no se llega por una vía fríamente conceptual. La revolución más que una idea, es un sentimiento. Más que un concepto, es una pasión. Para comprenderla se necesita una espontánea actitud espiritual, una especial capacidad psicológica.” (J. C. Mariátegui. El grupo Clarté en La escena contemporánea)

Como se puede apreciar, la aplicación de la concepción materialista de la historia conduce a comprender fenómenos sociales como el de la revolución socialista, caracterizada por ser un movimiento de masas, analizando sus diferentes aspectos, comprendiendo cómo el estudio y la explicación de la realidad, es decir, la transformación de las formas de movimiento de la materia, se reflejan y se hacen conscientes, hasta ser captadas subjetivamente no solo por los cuadros marxistas, sino también por las masas explotadas bajo la forma de lucha final, de mito, de objetivo inmediato. Se convierte así la teoría en una suerte de “elemento” de doble carácter, en el sentido de ser reflejo de la realidad objetiva, y a la vez la envoltura ideal de la realidad futura, que opera en la conciencia de las clases explotadas como voluntad, como acción colectiva.

        La aplicación de la filosofía marxista al estudio de los fenómenos sociales, pone al alcance de la mano de las clases explotadas su liberación:

“Al niño que sigue a la mariposa puede ocurrirle que no la aprese, que no la coja jamás; pero para que corra tras ella es indispensable que la crea o que la sienta relativamente a su alcance. Si la mariposa va muy lejos, si su vuelo es muy rápido, el niño renuncia a su imposible conquista. La misma es la actitud de la humanidad ante el ideal. Un ideal caprichoso, una utopía imposible, por bellos que sean, no conmueven nunca a las muchedumbres. Las muchedumbres se emocionan y se apasionan ante aquella teoría que constituye una meta próxima, una meta probable; ante aquella doctrina que se basa en la posibilidad; ante aquella doctrina que no es sino la revelación de una nueva realidad en marcha, de una nueva realidad en camino.” (J. C. Mariátegui. Internacionalismo y nacionalismo en Historia de la crisis mundial.)

Si lo que queda en pie de la filosofía premarxista corresponde a las formas y a las leyes del pensar, tenemos que pasar al estudio de estas leyes. Pero, precisamente, al ser estas leyes el reflejo de las leyes del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad, la dialéctica objetiva se revela como dialéctica subjetiva, es decir, como método general de conocimiento. “La dialéctica es la teoría del conocimiento de (Hegel y) el marxismo. Este es el ‘aspecto’ del asunto (no es un ‘aspecto’, sino la esencia del asunto) al que Plejánov, por no hablar de otros marxistas, no prestó atención.” (Lenin. Sobre la dialéctica)

“La dialéctica para Marx como para todo materialista, engloba a la vez el acto subjetivo del pensamiento y el contenido objetivo de aquello en lo que está fijado el pensamiento […] El método es inseparable del contenido. No es únicamente una lógica del pensamiento sino también una lógica de lo real, es decir, de lo que no es el concepto, de lo que el concepto examina y reconstruye idealmente.” (R. Garaudy. Introducción al estudio de Marx. Pág. 118)

Se trata, pues, de comprender la realidad en desarrollo, de empalmar con el curso general de la historia, de reflejar el mundo, y a través de la práctica transformarlo. Se señalan aquí dos tareas: comprender el mundo, y transformarlo. En la primera tarea, hay que ser consecuente en la aplicación del principio materialista dialéctico, de reconocer que tenemos que reproducir lo real, no de producirlo. En la segunda tarea, se trata de producir lo real a través de la actividad práctica, no en el sentido de crearlo de la nada, sino en el de producirlo con la materia prima de la realidad existente, de la transformación de la realidad.

“[…] en la perspectiva materialista, el método por el que el espíritu se eleva de lo abstracto a lo concreto es un método consistente en apropiarse lo real, en reproducirlo y no en producirlo.” (R. Garaudy)

En la descripción y explicación del método de la Economía política, Carlos Marx expone un caso concreto de la aplicación del método dialéctico:

“Así, pues, si comenzase por la población, me formaría una representación caótica del todo y, por medio de una determinación más precisa llegaría, analíticamente, a conceptos más simples; partiendo de lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles, hasta acabar en las determinaciones más simples. Y, arrancando de aquí, tendría que emprenderse de nuevo el viaje hacia atrás, hasta llegar, otra vez, por último, a la población, pero ahora no ya como la representación caótica de un todo, sino como la rica totalidad de muchas determinaciones y relaciones. El primer camino fue el que la economía siguió históricamente al nacer. Los economistas del siglo XVII, arrancan siempre de la totalidad viva, de la población, de la nación, del Estado, de varios Estados, etc., pero terminan siempre desentrañando por medio del análisis algunas relaciones determinantes generales y abstractas, tales como la división del trabajo, el dinero, el valor, etc. Una vez más o menos fijados estos momentos singulares, comenzaban los sistemas económicos, que partían de lo simple, del trabajo, la división del trabajo, la necesidad, el valor de cambio, [etc.], para remontarse hasta el Estado, el cambio entre las naciones y el mercado mundial. No cabe duda de que este es el método científicamente exacto. Lo concreto es concreto porque constituye la síntesis de muchas determinaciones y, por tanto, la unidad de lo múltiple. En el pensamiento aparece, por tanto, como un proceso de síntesis, como resultado, y no como punto de partida, a pesar de que es el punto de partida real y también, por tanto, el punto de arranque de la intuición y la representación. Por el primer camino toda la representación se evaporaría en [pura] determinación abstracta; por el segundo, las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por la vía del pensamiento. De aquí que Hegel cayera en la ilusión de concebir lo real como resultado del pensamiento concentrado en sí mismo, que se profundiza y se mueve por sí mismo, siendo así que el método que se eleva de lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento el [único] modo [que tiene] de asimilarse lo concreto, de reproducirlo como un concreto espiritual. Pero no, en modo alguno, el proceso de nacimiento de lo concreto mismo. Por ejemplo, la más simple de las categorías económicas, digamos el valor de cambio, presupone la población, una población que produce dentro de determinadas relaciones; y presupone también un determinado tipo de familia, de comunidad o de Estado, etc. No puede nunca existir fuera de la relación abstracta, unilateral de un todo concreto y vivo ya dado. En cambio, como categoría, el valor de cambio tiene una existencia antediluviana. De aquí que, para la conciencia –y la conciencia filosófica está determinada así–, para la que el pensamiento conceptual es el hombre real y, por tanto, el mundo concebido en cuanto tal lo real mismo, el movimiento de las categorías se manifiesta como el acto real de la producción –que, desgraciadamente, solo recibe un impulso desde fuera–, cuyo resultado es el mundo, y esto –aunque ello representa a su vez una tautología– es exacto en la medida en que la totalidad concreta, en cuanto totalidad de pensamiento, como un concreto pensado, es en realidad un producto del pensamiento, de la concepción; pero en modo alguna del concepto que nace por sí mismo fuera o por encima de la intuición y la representación, sino la elaboración de la intuición y la representación [como producto] en el concepto. El todo, tal como se manifiesta en la mente, como un todo discursivo, es un producto de la cabeza pensante que se asimila el mundo del único modo que puede hacerlo, modo que se diferencia de la asimilación artística, religiosa o prácticamente espiritual. El sujeto real permanece lo mismo que antes fuera de la cabeza, con su independencia, mientras que la cabeza, queremos decir, solo se comporte especulativamente, teóricamente. Por tanto, también en el método teórico tiene que estar siempre como premisa, ante el sujeto, la sociedad.” (C. Marx. Grundisse. T. I. pp 15-16)

En El Capital, C. Marx nos presenta de forma acabada la reproducción de lo real en lo ideal, el desenvolvimiento del análisis como resultado de la elevación de lo abstracto a lo concreto, la reproducción de la dialéctica de la realidad económica capitalista.

“Si Marx no nos dejó una ‘Lógica’ (con mayúscula), dejó en cambio la lógica del Capital, que en este problema tiene que ser utilizada a fondo. En el Capital, Marx aplicó a una sola ciencia la lógica, la dialéctica y la teoría del conocimiento del materialismo [no hacen falta tres palabras: es una y la misma cosa], que tomó todo lo valioso que había en Hegel y lo desarrolló.”

        “El comienzo –el ‘Ser’ más simple, común, inmediato, de masas: la mercancía singular (el ‘Sein’ en economía política). Su análisis como relación social. Un doble análisis, deductivo e inductivo– lógico e histórico (formas del valor)”

        “La prueba por los hechos o por la práctica, respective, se encuentra aquí a cada paso del análisis”. (Lenin. Cuadernos filosóficos. “Plan de la dialéctica de Hegel (lógica)”)

La aplicación de la filosofía marxista a las ciencias concretas exige el conocimiento tanto de las leyes de la dialéctica como las categorías de la misma.

        “Si se observa la historia de la filosofía, resulta que los filósofos idealistas han subrayado con más fuerza que los materialistas metafísicos el carácter activo del pensamiento, si bien los primeros no llegan a comprender el verdadero carácter del proceso cognoscitivo y presentan bajo forma tergiversada la relación existente entre el pensamiento y los objetos.”
       
“Dentro de la época moderna, el problema de las categorías y de los conceptos ha sido ampliamente estudiado en las doctrinas filosóficas idealistas de Kant y Hegel.” (Rosental y Stracks. Categorías del materialismo dialéctico)

La aplicación del método dialéctico haciendo uso de las categorías le permitió a Carlos Marx penetrar en la esencia de la producción capitalista, descubriendo, por ejemplo, que el cambio entre mercancías es intercambio de equivalentes, y por esto encierran determinada cantidad de trabajo socialmente necesario expresado en horas; o que en el intercambio privado, se revela el carácter social de la producción, pues este trabajo privado incorporado en cada mercancía representa partículas de trabajo social.

        “Así pues, el materialismo dialéctico da una clara respuesta al problema concerniente a la naturaleza de las categorías filosóficas. Las categorías y los conceptos reflejan la esencia objetiva de los fenómenos y los objetos mismos; es decir, tienen un contenido objetivo, y solo en virtud de ello pueden servir de puntos de apoyo a nuestro conocimiento y actividad práctica. Las categorías, lo mismo que las sensaciones, percepciones y representaciones, son imágenes del mundo objetivo, pero imágenes más complejas y profundas. Estas imágenes, en efecto, no reflejan los objetos en su singularidad, sino en su universalidad y necesidad; reflejan su esencia y las leyes por las que se rigen.” (Rosental. Categorías del materialismo dialéctico. Págs. 30-31)

La vigencia de la filosofía, su expresión como dialéctica objetiva y subjetiva, consiste en la permanente confrontación contra las limitaciones propias del conocimiento, y contra las clases sociales interesadas en perpetuar la forma de explotación en la que someten a las clases trabajadoras.

        “Una vez que se ha penetrado en la conexión de las cosas –escribía Marx en 1868– se viene abajo toda la fe teórica en la necesidad permanente del actual orden de cosas, se viene abajo antes de que dicho estado se desmorone prácticamente. Por tanto, las clases dominantes están absolutamente interesadas en perpetrar esta insensata confusión.” (Rosental. Categorías del materialismo dialéctico. Pág. 92)

El reconocimiento únicamente de lo singular, sin lo universal, y su expresión en categorías, elimina los conceptos de capitalismo, burguesía, etc. Así, por ejemplo no hay clase social burguesa, y por lo tanto la explotación se reduce al maltrato de un empresario a un trabajador.

        “Es natural que, empleando semejante método idealista subjetivo, puede campear la más absoluta arbitrariedad en la ciencia y en el estudio de los problemas sociales. Siguiendo este ‘método’, los conceptos de ‘capitalismo’, ‘clase obrera’, ‘burguesía’, ‘racismo’, ‘libertad’, ‘esclavitud’ y otros, no son más que signos vacíos, nacidos de las insuficiencias del lenguaje. Muchos filósofos y economistas burgueses difunden la peregrina idea de que, cambiando las palabras, modificando los nombres con que se designan los hechos o fenómenos, se puede cambiar el orden social, superar las más hondas contradicciones entre las clases, etc.” (Rosental. Categorías del materialismo dialéctico. Pág. 28)

La filosofía marxista ha permitido comprender cabalmente el mundo objetivo y su reflejo subjetivo, haciendo pasar al proletariado en particular, y a la humanidad en general, de la necesidad a la libertad, de la posibilidad del socialismo a la realidad del mismo, en el proceso de liberación del hombre de toda forma de explotación.

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