Lenin: Triunfo de la
Revolución Bolche, Ejemplar, un Siglo Después.*
(Segunda y última parte)
Roque
Ramírez Cueva.
EL
ANÁLISIS DEL BREVE PERÍODO REVOLUCIONARIO de 1905, obligó a Lenin volver a leer
las propuestas teóricas de Carlos Marx; la revolución burguesa no bastaba si se
eliminaba el régimen feudal zarista, la revolución proletaria de la clase
obrera pondría fin a ambos, e incluso al creciente capitalismo, y establecer un
régimen socialista. Esta nueva lectura de las teorías de Marx implicaba no su
aplicación rígida sino la correcta interpretación de ellas. Lenin entendió,
desde este suceso de 1905, que las ideas de Marx requerían de una adaptación a
la situación y realidad latentes de Rusia. Y eso lo empezó a concebir y aplicar
a partir de 1912, año que toma la conducción y dirección del movimiento
revolucionario, tras la separación de los mencheviques del mismo.
En razón de tal decisión, en Mayo de ese
año, los obreros de San Petersburgo se hallan leyendo “Pravda” (verdad), y, si
bien lo dirigía Lenin desde el exilio, su responsable legal es un bolchevique
Georgiano –menciona Rius- llamado Joseph Vissarionovitch Djugashvili,
personalidad clave para la continuación del proceso socialista en la futura
nación de los soviets y el fin de la II Guerra Mundial. “Pravda”, detenido
Joseph V. D., se reorganiza bajo conducción de Molotov y contribuye a
fortalecer la obra de los bolcheviques, quienes en elecciones de la Duma
obtienen cerca de un millón de votos, a pesar que los militantes probados y
comprometidos eran “apenas cien” comenta un personaje de Rius, (p.98). En
1913-14 se da una situación de protestas sociales en las ciudades y aldeas
rusas, a ello se suma el conflicto de la I Guerra Mundial, lo cual debilita “el
puño zarista”. La gran guerra resultó oportuna para los bolcheviques.
Lenin denuncia el conflicto bélico y sus
efectos, “La guerra que acaba de estallar es una guerra imperialista, burguesa,
dinástica. Su objetivo es la conquista de los mercados y las colonias del
‘enemigo’. Su fin, la división y exterminio de los pobres, haciéndolos morir
por los intereses del capitalismo”. Mientas tanto, la izquierda europea y
mencheviques rusos coincidían con los derechistas, acusan a Lenin de traidor y
se predisponen a luchar “en nombre de la patria” y los intereses de
capitalistas y reyes. Lenin precisó, “hay guerras y guerras. La guerra es la
continuación de la política por otros medios. Toda guerra va unida al régimen
político del que surge”. Estas observaciones sobre la guerra produjo extensos
debates y discusiones entre la izquierda, en los cuales no hubo consensos ni
acuerdos a pesar de las dos conferencias convocadas de 1915. Rius sonriente
espeta, “Marathón de verborrea y nada de habas. Con ‘llamados’ no se hace la
revolución ni la paz” (p. 100).
En lo personal, Lenin “no tiene ni en
qué caerse muerto” –bromea Rius-, sigue grave Nadeshda; y para conseguir
ingresos escribe una de sus mejores obras, El
Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo. En carta a Chliapnikov le
confiesa que “la vida es terriblemente cara y no tengo con qué vivir”. Mas en
octubre de 1916 un editor le envía 500 rublos, para solventarse varios meses.
Lenin a los 46 años, no sólo se envuelve en pobreza, con 30 años de lucha por
la revolución, los de izquierda le huyen por radical, no supieron comprender su
fidelidad a las ideas y prácticas ortodoxas que se veía obligado practicar, si
quería obtener resultados favorables a la revolución. Un grupo pequeño de
militantes lo sigue. Y hasta esa fecha, la situación interna y la primera gran
guerra mundial no ha producido la guerra civil que esperaban los bolcheviques,
para generar una circunstancia favorable a la transformación social.
Mas, como atrás dijimos, el frente
bélico mundial y las confrontaciones sociales internas incrementaron el
movimiento telúrico, sacudiendo la inmensa Rusia. Así, el 11 de marzo de 1917,
en Petrogrado (antes Petersburgo), un regimiento de cosacos balea a 60
manifestantes. Los soldados se conmocionan por esas muertes y optan por sumarse
a la rebelión popular que exige la caída del Zar, “que anda en el frente
jugando a la guerra”, dicho a la manera de Rius. Tal rebelión se siente en el
plano internacional, en las páginas 104-5 se mira el recorte del facsímil de un
titular del New York Times anunciando la abdicación del Zar y junto a una foto
rota de la familia real vemos el final del régimen zarista. Se refuerza el
impacto con una caricatura de Bronski corriendo hacia Lenin “estalló la
revolución en Rusia”, ambos están en Zurich.
Sucedía que la Duma, apoyada en la gran movilización
popular y sacrificio de los mártires, decide tomar el poder y ordena al ejército
la detención del Zar y su familia, confinándolo en la ciudad de Pskov. Según
Rius, Krupskaia recordaría que, “Cuando salió Bronski nos dirigimos al lago en
cuya orilla se colgaban todos los periódicos recién salidos … en efecto, en
Rusia estaba la revolución..”. Rius dice, “no cabía duda alguna era una
revolución, o mejor dicho, la primera etapa de la revolución prevista por
Lenin”. (p. 105). Luego, la caricatura de un cosaco -como el soldado del poema
de Brecht- interroga ¿una revolución sin Lenin? La respuesta se ve en el trazo
mixto de un dibujo y foto del Zar, quien comenta incrédulo “No la amuelen, sin
Lenin ya me da el cuarto..! Cierto, Lenin era el motor y pensamiento de ese
proceso revolucionario.
En tanto, en Rusia dos facciones
políticas disputan el control del poder, los Kadetes o Partido Democrático
Constitucional y los socialistas. Urge la presencia de Lenin en Petrogrado.
Salir de Suiza le obligó al líder y los bolcheviques (que lo acompañan) hacer
un pacto. Rius evita con elegancia usar tal palabra. “El káiser aceptó al ver
que el triunfo de una revolución rusa significaba el fin de la guerra..”, por
eso les dio un tren para regresar al territorio natal. Ese largo mes, sin Lenin
en el epicentro del conflicto, no inmovilizó a militantes del partido bolche,
quienes organizan soviets –“gobiernos populares de obreros y soldados”- en las
principales ciudades rusas. La llegada de Lenin, en marco de miles de banderas
rojas, inclinó las simpatías y compromisos por la perspectiva de los
bolcheviques, que a partir de ese momento se constituyen con el nombre de
Partido Comunista.
Lenin, ante el Congreso de los Soviets,
es preciso y rotundo. Rius resume las ideas del líder respecto de varios
asuntos relacionados con la coyuntura, planes y tareas del movimiento, leamos:
Frente al conflicto, hacer ver el lazo indisoluble del capital con la guerra,
terminarla implica liquidar el capitalismo; frente a suceso revolucionario de
marzo, se le considera –se dijo- como primera etapa que da el poder a la
burguesía, en segunda etapa se dará el poder a los proletarios y campesinos
pobres; acerca de la táctica, si se está en minoría la tarea es criticar y
denunciar errores aparte de difundir la necesidad de dar todo el poder a los
soviets; sobre el tipo de gobierno, construir una república de los soviets y renovar
estructuras y depurar ex funcionarios y autoridades; acerca del programa,
confiscar propiedades de latifundistas, fundar nuevas formas de producción
agrícola bajo control de los soviets; control de la producción y reparto de
productos por soviets; de las tareas del partido, modificar el programa,
cambiar el nombre del partido por el de “comunista”.
Rius nos recuerda el rencor, el odio de
clase que, desde ese momento, tuvieron los capitalistas y sus mayordomos,
lacayos contra Lenin y sus ideas. ¿Cómo fue posible que un pequeño grupo de
bolcheviques diera vuelta a la tortilla? Los burgueses y derechistas tuvieron
el poder en sus manos, pero sólo les duró el tiempo en que los bolches
demoraron para organizar los soviets en las ciudades rusas. En realidad, como
bien bromea Rius, la brillantez, audacia y firmes convicciones de Lenin convirtieron
la rebelión oportunista de los burgueses (quien dio y siempre da su sangre es
el pueblo trabajador) en una revolución de proletarios y campesinos pobres. Y
no hablamos únicamente del encono de los capitalistas rusos de la época, sino
de los capitalistas del mundo, y cierto, también de los mayordomos y lacayos de
derecha e izquierda en todo el siglo XX y el presente. Esto ha sido desde que
los periódicos rusos de abril de 1917 lo tildaran de “loco”, “traidor”,
“delirante”, “incendiario”, ahora dicen “dictador”. La actitud de los diversos
medios de prensa actuales no es diferente.
¿Cómo lo hizo? Los soviets se aliaron
con la burguesía y formaron un gobierno provisional en tanto no tenían el
control del ejército. Luego fueron al frente de batalla para convencer a los
soldados de la conveniencia de apoyar el plan y el programa de los bolcheviques
dentro de los soviets y comités revolucionarios. Los soldados desertaron y
abandonaron la guerra y a sus generales zaristas, cientos se sumaron a los
bolches. Quisieron ser ganados para los provisionales del gobierno por el zurdo
moderado llamado Kerensky (su perseguidor), pero, como bien se asombran y se
placen los personajes del comic, “¡ya no pudo! La rueda de la historia iba más
rápido…”, “Y Lenin estaba trabajando como nunca…”; desde la dirección de
Pravda, de los comités, del partido, conferencias y mítines. Lenin tenía la perspicacia
de establecer alianzas y saber con quién, y cuando dar por terminada esa
cooperación. En ese contexto trabajó con León Trotsky, un gran orador de masas
que aportó lo suyo a la revolución rusa. Lenin, mientras, vuelve a un exilio de
cien días perseguido por Kerensky y los
provisionales. Allí escribe, dirige la revolución, y da forma a una obra vital
para el proceso emprendido –y todos los que vinieron después-, el libro se
llamó El Estado y la Revolución.
Entonces, para septiembre de 1917, en
vista que la revolución corre peligro ante avance del ejército alemán y el
gobierno provisional se hace inestable, Lenin toma la gran decisión que cambió
–dijimos- la historia: hacerse del poder y control del estado, mediante una
carta dirigida al Comité Central. Y decimos Lenin decide, porque dicho
organismo desoyó la indicación de tomar el poder y le pidieron siguiera en el
exilio y no comunicaron la directiva a la militancia; como dijo Bujarin –según
Rius- “Stalin nos leyó las cartas…y nos quedamos sorprendidos (…) sumidos en
mayor desconcierto”. Otra de sus
virtudes, la esencial, se expresa en el hecho de que Lenin podía hacer frente a
las más adversas circunstancias solo y un círculo pequeño de apoyo, durante 30
años lo hizo.
Esta vez no fue distinto, cruzó la
frontera de manera clandestina, con ayuda de mujeres leales, entre ellas
Krupskaia, difunde la directiva de tomar el poder ¡ya!, mientras vuelve a
convocar a un pleno del Comité Central, donde asisten los “Stalin, Sverdlov,
Cherchinsky, Zinoviev, Trotsky, Kamenev, Uritski, Lomov, Sokolnikov, la kolontai,
Bubnov y Lomov” (p. 127). Tras larga discusión se opta por la insurrección, y
esta se organizaba en secreto en las principales ciudades y toda la Rusia
rural; PERO, “el 17 de octubre apareció en el periódico de Gorki un artículo de
kamenev y Zinoviev ¡denunciando La insurrección!
Un paréntesis es necesario para hacer
una evaluación de la figura de Máximo Gorki, quién respaldó la creación del
Partido Obrero Social Demócrata Ruso antes de 1900 y abandona Rusia por su
oposición al gobierno zarista. Era un escritor que simpatiza con las ideas
marxistas pero que antes y durante la primera etapa del proceso de la
revolución rusa, liderada por Lenin, tiene un comportamiento dubitativo y
abstencionista ya observado en la comodidad del exilio y su estancia en Capri, Italia,
donde -hemos dicho en parte uno- confabuló y se opuso junto a Plejanov, Martov
y otros intelectuales a la labor de Lenin y los bolcheviques, se opusieron a
dar apoyo a los periódicos “Iskra” y otros porque consideraban a Lenin
extremista y temerario cuando no loco. Incluso en los primeros tiempos de la
revolución de 1917, Gorki criticó a Lenin y la política del nuevo gobierno
socialista, criticaba el sufrimiento y orfandad en que se encontraba el pueblo
y campesinado ruso debido a las franciscanas condiciones en que se obligaban a
convivir mientras se recuperaba la economía del nuevo estado. Justo vuelve al
autoexilio por las fuertes discrepancias con el estado mayor y las decisiones
de como Lenin concibe y pone en práctica la revolución socialista. Esta actitud
y posición dubitativa –y lo digo porque si simpatizaba con el marxismo- lo
llevaron a publicar en su periódico el artículo que advertía a Kerensky de la
insurrección que se planeaba.
En 1928, regresa a Rusia, y es cobijado plenamente
por el estado y la revolución socialista, se reconcilia con la obra de Lenin,
diciendo que si se equivocó de llamar locura a las acciones de Lenin, reconoce
–en todo caso- que es una gran locura,
la mejor, puesta en práctica por el líder de la revolución rusa. Congenia muy
bien con Stalin y es considerado representante de la nueva estética literaria
que impulsaba el nuevo estado, teniendo en cuenta los perfiles y propuestas que
se conciben a partir de la estructura literaria de la novela La madre, la novela símbolo de la
literatura proletaria. Precisamente, Gorki generó un gran debate acerca del
tipo de estética que debía expresar los intereses, anhelos e ideales de los
obreros socialistas; se concibe proletario al obrero que asume la visión
marxista del mundo, esta labor la realizó desde el colectivo intelectual
llamado Cultura Proletaria (Proletkult). Los especialistas e historiadores, se
inclinan a resaltar el mayor peso y aporte de esta segunda etapa de Gorki, por
su singular producción y símbolo de la literatura proletaria, en el proceso de
la revolución rusa.
Volviendo al tema, “¡Ora si se petateó
la cuestión!” Piensa Lenin desde un rostro dibujado -Ironiza Rius-, y sigue
trabajando, sin dudar para nada, la conspiración de las masas que se hará del
poder, apoyado solo por Stalin –el Joseph Vissarionovitch que una vez dirigió
Pravda- gran organizador y consecuente
con la ortodoxia del pensamiento leninista. Conocedor de momentos, contextos y
circunstancias, no espera la decisión del Congreso de Soviets que votará a
favor de la insurrección popular, y en otra carta insiste en que las masas
conducidas por los bolcheviques deben derrocar el gobierno de Kerenski sin
demora, bajo el lema de “todo el poder para los soviets”. De esa manera, y en
base a las urgencias planteadas por Lenin, la madrugada del 25 de octubre -7 de
Noviembre en el calendario actual- las tropas y soviets armados de Petrogrado
toman por asalto el gobierno y pasan a conducir el nuevo estado. Contra las calumnias y
descréditos lanzados ayer y hoy, por pluma de Rius concluimos que “durante las
escasas 24 horas que duró la insurrección, murieron únicamente unas diez
personas. Había sido -hasta ese momento- la revolución menos sangrienta de la
historia”. Tomado el poder las tareas urgentes son conceder tierras a los
campesinos pobres, terminar la guerra –mundial- derrotando a los alemanes, y
eliminar todo rasgo y estructura capitalista oponiendo las del estado
socialista.
Lograr el cumplimiento de estas tareas
demandaría esfuerzo y sacrificio por parte de los pueblos de las naciones
rusas. Aún Rusia no se convertido en la sólida Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas y su emergente desarrollo, es un país que si bien ha conquistado
libertades políticas y mejores proyectos de vida para los pueblos de dichas
naciones, empieza a ser cercado por las potencias europeas en guerra que tratan
de invadirlo y restaurar a la burguesía y el capitalismo, comienza a ser boicoteado
económicamente por capitalistas y terratenientes, los ex funcionarios y empleados se niegan a
cooperar con los nuevos conductores del estado, los bancos cierran y no atienden,
los agricultores ricos esconden y especulan con el trigo (el pan del pueblo).
Lenin tiene que realizar pactos, hacer frente a los ejércitos europeos y a los
mercenarios de los oficiales blancos y sancionar a los agricultores y hacer
concesiones que implicaban dar dos pasos
atrás para dar uno adelante. La revolución se hizo fácil del poder, mas le
costó sudor y sangre poner en marcha el estado socialista.
Rius aparte de sus dibujos y trazos, se
vale del testimonio fotográfico y gráficos de humor que no es poco, y se ha
documentado bien acerca de los sucesos históricos, pensamientos e ideas, y el
rol de los personajes que participaron en la gesta evocada, eso no sólo
evidencia lo bien documentado de su libro comic que con fina ironía se titula Lenin
para principiantes, y decimos fina porque leerlo resulta una crónica tan
enriquecedora y certera como la obra de John Reed Diez días que conmovieron al mundo; es decir, el libro comentado de
Rius, si entendemos bien, tiene un título figurado, oculto, Lenin para duchos.
Estas reflexiones por los cien años de
la Revolución de Lenin y los Bolcheviques, las hacemos desde el lado de las
simpatías y de las adhesiones a sus ideales y su causa, no importa si somos
pocos. Mas valen las adhesiones y compromisos francos, de un clan de leales -al
estilo de los espartanos de Leónidas-, sabiendo que del otro lado todas las
descargas de odio de clase intentan golpes, desprestigios, todas las calumnias
impensables porque esta Revolución fue la que hizo cundir el pánico entre los
capitalistas, entre los explotadores, entre las clases corruptas y abusadoras;
en particular se le defenestra por ser ejemplo real de que lograr el cambio de
sociedades clasistas e injustas, es una certeza.
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(*) Segunda parte del
artículo Lenin y sus bolches para todo lector: distinción de Rius, publicado en la edición de octubre del
presente año en el BLOG CREACIÓN HEROICA.
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