miércoles, 1 de noviembre de 2017

Filosofía


Relaciones Recíprocas Entre la Conciencia y la Actividad*

E. V. Shorojova

EL SENTIDO VITAL DE LA CONCIENCIA no estaría justificado si no se hallara vinculado a la conducta real del hombre, a su actividad. Así, pues, para comprender la naturaleza de la conciencia y las peculiaridades específicas de la actividad refleja del hombre se ha de caracterizar el nexo de la conciencia con la actividad.

        Este problema es uno de los más fundamentales en el sistema de los conocimientos psicológicos, y constituye la piedra angular de la teoría psicológica. En esto se asemeja al problema psicofísico, que fue una peculiar piedra de toque en la cual se ponía a prueba el credo filosófico de muchas concepciones psicológicas.

        El problema metodológico general de las relaciones recíprocas entre la conciencia y la actividad ha sido tratado desde muy diversos aspectos a lo largo de la historia de la psicología. Se ha abordado su solución desde diferentes puntos, analizándose tanto en su aspecto general como en sus aspectos particulares con el propósito de llegar a una solución general. Esto fue lo que ocurrió al plantearse el problema de las relaciones entre la sensación como proceso psíquico elemental y el movimiento como un factor de actividad. Muchos idealistas, al divorciar la actividad y la conciencia, empezaban, en general, por ese eslabón. Los que negaban toda conexión entre la conciencia y la actividad llegaban a la conclusión de que la psique es incognoscible y que la conciencia está encerrada en sí misma. El curso de los razonamientos que les conducía a semejantes conclusiones era, más o menos, el siguiente: Todo cuanto conocemos influye sobre nuestros sentidos. Esta influencia se efectúa por medio del movimiento. El espíritu es algo capaz de existir, ver, sentir y juzgar; entre el espíritu y el movimiento no hay ninguna similitud natural. Como el movimiento no puede ser más que desplazamiento, cambio de lugar, que sufren las partículas de la materia y lo psíquico no se desplaza, entre ese hecho físico del movimiento mecánico y el fenómeno psíquico (deseo, emoción, sensación) no existe ninguna semejanza. Partiendo de la idea de que los hechos del movimiento y la conciencia no son idénticos entre sí, los idealistas llegan a la afirmación de que la diferencia entre la conciencia y la actividad son tan profundas que deben considerarse de principio, o sea que se deben separar absolutamente la conciencia y la actividad.

        La tesis de que la conciencia y la actividad están desligadas recíprocamente se confirmaba, al parecer, por el hecho de que el movimiento, a veces, no iba acompañado por la conciencia. Cuando la actividad del cerebro se perturba, los movimientos se conservan, pero el hombre no es consciente de ellos. Por ejemplo, el cosquilleo de la planta del pie produce la contracción de los músculos correspondientes, más el hombre puede no ser consciente de esas contracciones. En cambio, si el cerebro funciona normalmente, a excepción de esa reacción refleja, motora involuntaria, dicen los partidarios de esa teoría, surge un nuevo fenómeno, la sensación, que es experimentada por el sujeto, por el “yo” del hombre. Es precisamente el “yo” quien siente el cosquilleo, y esa sensación es suficiente para reconocer que el “yo” posee conciencia. De este modo, la conciencia es considerada como un fenómeno adicional al movimiento e independiente de él. La actividad aferente y eferente del sistema nervioso se separa metafísicamente.

        En un plano más amplio, el problema de la conciencia y la actividad se presenta como el problema de las relaciones recíprocas entre la conducta y la conciencia. La psicología introspectiva, al encerrar la conciencia en el círculo de sus fenómenos, deja completamente al margen el análisis de la conducta, convirtiéndose en una psicología de conciencia pura. La psicología introspectiva no resuelve el problema de los vínculos entre la conciencia y la actividad; se limita a ignorarlo, no incluyéndolo en el orden del día de las discusiones y las investigaciones científicas. Los conductistas (behavioristas), al combatir el idealismo de la psicología introspectiva, tampoco lo resuelven, pues se limitan al análisis de la conducta exterior del individuo. Los fenómenos de la conciencia y la actividad, unidos en la vida real, se sitúan en polos diferentes, por decirlo así, y son objeto de estudio de tendencias psicológicas diferentes por sus posiciones de partida. La conciencia, que se situaba en un polo, se convertía en una contemplación pasiva y se consideraba como un estado inactivo internamente propio del hombre. La actividad inconsciente se situaba en otro polo. Este divorcio pudo ser superado no mediante la comparación exterior de la conciencia y la actividad, de la combinación externa de los fenómenos comprendidos al modo idealista, sino mediante el estudio tanto de no como de otro, como formas de interacción humana con la realidad objetiva. La salida del callejón en que se han metido de hecho la psicología introspectiva y el conductismo es la de considerar la psique como el reflejo del mundo exterior por el hombre concreto, vivo y operante en determinadas situaciones.

        La psicología científica, en la solución de sus tareas específicas con respecto a las relaciones entre la conciencia y la actividad, se basa en la doctrina materialista dialéctica de la unidad de la teoría y la práctica. La concepción filosófica general sobre la unión de la práctica y la teoría, del trabajo y la vida, se basa, además de todo lo restante, en los datos que proporciona el estudio del papel que ha desempeñado el trabajo en la formación del pensamiento humano.

        La práctica sirve de base del conocimiento. Esta tesis se confirma tanto por el estudio del proceso de la evolución histórica del conocimiento científico como por el análisis del proceso cognoscitivo, que efectúa constantemente cada individuo.

        El materialismo dialéctico ha superado la concepción idealista de que los hombres obran conscientemente cuando su voluntad y su pensamiento anteceden a la acción, se adelantan a ella, que, según dicen, demuestra el carácter primario de la conciencia con respecto a la actividad material de los hombres, su práctica. Al subrayar la unidad de la teoría y la práctica, el materialismo dialéctico demuestra que las ideas de los hombres son una respuesta a las demandas de la práctica, que el modo de vida determina el modo de pensar de los hombres. Al mismo tiempo, la filosofía marxista no rechaza la actividad de la razón, sino que, señalando esta actividad, analiza la fuente material de ella. Marx escribía que “la naturaleza no construye máquinas, locomotoras, vías férreas, telégrafos eléctricos, factorías agrícolas, etc. Todo eso son productos de la actividad humana; son materiales de la naturaleza convertidos en órganos del poder de la voluntad humana sobre la naturaleza o en órganos de ejecución de esa voluntad en la naturaleza. Todo eso son órganos del cerebro humano creados por la mano humana; es la fuerza material del saber”.1

        Las tesis generales del materialismo dialéctico sobre el vínculo entre la teoría y la práctica han servido de base para el planteamiento y la elaboración en psicología de cuestiones vinculadas al problema de las relaciones recíprocas de la conciencia y la actividad.

        Para la psicología, el vínculo indisoluble entre la conciencia y la actividad radica en el vínculo indisoluble de la sensación y el movimiento. Se basa, al mismo tiempo, en los datos de las ciencias naturales y parte de la tesis de la naturaleza refleja de cualquier fenómeno psíquico. Séchenov desempeñó un papel destacadísimo en la fundamentación científica de esta tesis. La actividad psíquica, según Séchenov, se expresa por indicios exteriores, y todos los hombres, por lo común, tanto los que saben como los que no saben, tanto los que cultivan las ciencias naturales como los que se dedican a investigar el espíritu, juzgan de la actividad psíquica por los indicios exteriores.

        Séchenov consideraba que toda la infinita diversidad de las manifestaciones exteriores de la actividad cerebral se reducen al movimiento muscular. “Lo mismo cuando ríe n niño al ver un juguete que cuando sonríe Garibaldi impulsado por un inmenso amor a la patria, que cuando se estremece una muchacha al pensar por primera vez en el amor o crea Newton las leyes universales y las anota en el papel, el hecho definitivo es siempre el movimiento muscular. Para ayudar a los lectores a reconciliarse lo antes posible con esa idea, les recordaré el marco creado por la inteligencia de los pueblos y en el cual caben todas las manifestaciones generales de la actividad cerebral; ese marco es: palabra y acción. Por acción, el entendimiento popular comprende, sin duda, toda actividad mecánica exterior del hombre que solo es posible por medio de los músculos. Y por palabra, ya habrá usted comprendido, amable lector, gracias a su desarrollo, una determinada combinación de sonidos que se producen en la laringe y la cavidad bucal también por medio de esos mismos movimientos musculares”.2

        Considerando como condición ineludible para el conocimiento científico de la psique el descubrimiento de los vínculos entre los fenómenos psíquicos y la actividad humana como la conexión de los dos primeros tercios del reflejo cerebral con su última tercera parte, Séchenov afirma que la actividad es la condición indispensable para el desarrollo de los propios órganos humanos. “Las observaciones hechas sobre adultos, niños y animales –escribe Séchenov– demuestran que la primera condición para el mantenimiento de la integridad material y, por consiguiente, de las funciones de todos los nervios y músculos sin excepción, exige el correspondiente ejercicio de esos órganos; así, por ejemplo, la luz ha de actuar sobre el nervio óptico, el nervio motor ha de ser excitado y su músculo debe contraerse, etc. Por otra parte, se sabe que siempre que el ejercicio de cualquiera de esos órganos se interrumpe violentamente, el hombre experimenta un sentimiento penoso que le obliga a buscar el ejercicio que le falta”.3

        Entre la conciencia y la actividad no existe una conexión unilateral, sino una interacción recíproca que, como toda interacción, es bilateral; exige la participación de ambas partes e imprime su huella en los factores interactuantes.

        Una manifestación de ese vínculo recíproco es la influencia de la conciencia sobre la actividad.

        La peculiaridad específica de la actividad vital del hombre, como se ha señalado ya, consiste en que el hombre trabaja. La conciencia, que surge a base del trabajo y se forma en el proceso de la actividad vital concreta del hombre, es la reguladora de la actividad humana. La propia actividad adquiere un carácter consciente y adecuado a fines. En esa actividad adecuada a fines es donde se revela, precisamente, el papel específico del reflejo consciente de la realidad. El hombre, al producir en el proceso del trabajo los objetos destinados a satisfacer sus necesidades y las necesidades de la colectividad, tiene en su mente, en forma de representaciones, el resultado posible de su actividad. Al actuar, además de tomar en cuenta las condiciones presentes de su actividad, el hombre realiza su plan mental interno que antecede al cumplimiento de las acciones concretas.

        Solo la forma superior de reflejo de la realidad, la conciencia, permite al hombre subordinar sus acciones a las ideas y conceptos que surgen en su mente, así como actuar mentalmente. Este hecho es el que determina el papel específico que desempeña la conciencia en la actividad humana.

        De este modo, el reflejo consciente del medio circundante y de los nexos del individuo con el medio ambiente constituye un factor sumamente activo para determinar la actividad del hombre dirigida a modificar el mundo que le rodea.

        El hecho de que la conciencia sea un reflejo no significa que no cumpla un papel activo en la vida. La conciencia es, ante todo, el producto de la actividad vital del hombre, de su práctica social. Por ser un reflejo de la realidad, desempeña un papel importante en la regulación de esa misma actividad cuyo producto es. La conciencia viene a ser un medio que dirige la actividad a la consecución de fines determinados. El sentido vital de la conciencia se manifiesta, precisamente, en el hecho de que regula, a base del reflejo de la realidad, las complejísimas interrelaciones sociales y la relación de la sociedad humana con esa realidad. Solo esto justifica la aparición de la conciencia en el proceso del desarrollo histórico de la humanidad.

        El papel regulador de la conciencia se manifiesta, ante todo, en los procesos volitivos del hombre. Mas el papel activo de la conciencia no se limita a eso. En su interacción activa con la realidad, el hombre percibe emocionalmente el mundo exterior. En la psicología idealista, la actividad de los procesos volitivos se entendía como la manifestación activa del principio espiritual, y las emociones se consideraban como el resultado de la actividad interna de la conciencia.

        El hombre, en el curso de su actividad, al sufrir la acción de los objetos y fenómenos del mundo exterior, al ocupar una posición determinada frente a ellos y sus cambios, mantiene una cierta actitud frente a esos objetos, los vive emocionalmente. La actitud emocional del hombre frente a la realidad puede convertirse a su vez en un estímulo para su actividad. Las emociones, en cierto sentido, individualizan toda la actividad consciente del hombre.

        La caracterización científica de las interrelaciones de la conciencia y la actividad sería unilateral si nos limitásemos a señalar el papel de la conciencia en la actividad del hombre. Esa interrelación tiene también otro aspecto: la actividad influye sobre la formación de la conciencia.

        La psicología marxista ha superado el defecto del pensamiento teórico al que aludía Engels cuando escribía: “Tanto las ciencias naturales como la filosofía han desdeñado completamente la influencia que la actividad del hombre ejerce sobre su pensamiento y conocen solamente, de una parte, la naturaleza y de la otra el pensamiento. Pero el fundamento más esencial y más próximo del pensamiento humano es, precisamente, la transformación de la naturaleza por el hombre, y no la naturaleza por sí sola, la naturaleza en cuanto tal, y la inteligencia humana ha ido creciendo en la misma proporción en que el hombre iba aprendiendo a transformar la naturaleza.”4 Todos los procesos psíquicos del hombre transcurren siempre en medio de alguna actividad. Esto no ocurre en los procesos volitivos únicamente, cosa que de por sí se entiende, sino también en los cognoscitivos y emocionales. El hombre actúa siempre de uno u otro modo y en el curso de su actividad conoce la vida real y se originan en su ánimo determinadas emociones.

        La psicología marxista, al señalar el vínculo entre la conciencia y la actividad, al indicar que la conciencia y la actividad, como la teoría y la práctica, están constantemente vinculadas la una con la otra y se penetran recíprocamente, no las identifica entre sí. El nexo entre la conciencia y la actividad puede ser más o menos estrecho, y esto se determina cada vez por las condiciones concretas y todo el curso de la actividad vital del hombre.

        La idea del nexo entre la conciencia y la actividad no significa que, al enjuiciar el mundo interior del hombre por el carácter de sus manifestaciones exteriores, toda la actividad psíquica se reduzca a las reacciones exteriores del hombre. La psicología no niega el mundo interior del hombre, sino que lo sitúa en el lugar que le corresponde. Desde ese punto de vista, la conciencia y la actividad constituyen los diversos aspectos de las efectivas relaciones recíprocas del hombre con el mundo exterior.

        Únicamente el estudio de los nexos de la conciencia con la actividad permite darse cuenta del verdadero puesto de la conciencia en el sistema de los fenómenos psíquicos y comprender más profundamente su esencia.

        Resumiendo, cabe decir que la conciencia se caracteriza por ser reflejo de la realidad. Se distingue por la posición activa del hombre frente a la realidad, frente a sí mismo, sus actos y su conducta, por una actividad dirigida a la consecución de los objetivos planteados. La conciencia es la capacidad del hombre de comprender el mundo circundante, los procesos que en él se verifican, sus propios pensamientos y acciones, así como su propia actitud ante el mundo y hacia sí mismo. La conciencia del hombre se forma y se manifiesta en si actividad de trabajo, en su comportamiento y acciones, en su actitud hacia los demás hombres y la sociedad en su conjunto.
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(*) Tomado de E. V. Shorojova, El problema de la conciencia. Cap. IV. Parte 3. Editorial Grijalbo, 1963.
(1) “Manuscritos no publicados de Marx”. En la revista Bolshevik, núms 11-12, 1939, pág. 63 (en ruso).
(2) I. M. Séchenov, Obras filosófica y psicológicas escogidas, pág. 71.
(3) I. M. Séchenov, Obras filosófica y psicológicas escogidas, pág. 71.
(4) F. Engels, Dialéctica de la naturaleza, ed. esp. Cit., pág. 196.

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