Qué País Tenemos, Qué País Queremos
Santiago Ibarra
A CONTINUACIÓN PRESENTAMOS UNOS APUNTES preparados para
exponerlos en la charla preparada por la Cátedra
Social de la Asamblea de los Pueblos
de Lima y el Callao (APLICA), que con el mismo título tuvo lugar el 25 de
agosto. El día del encuentro los dos últimos puntos solo fueron mencionados por
falta de tiempo.
Somos
un país capitalista periférico y subdesarrollado
El Perú es un país capitalista. El capitalismo es
el modo de producción dominante en el Perú, que somete al modo de producción
mercantil simple y al modo de producción comunitario que subsiste en algunos
lugares del país. No es un capitalismo comparable al que existe en los Estados
Unidos o Alemania. El capitalismo que se tiene en el Perú es de un tipo
particular. Lo que nos asemeja a los países capitalistas del Norte es que el
capital es la categoría dominante que tiende a someter todas las esferas de la
vida social a su lógica. Pero a diferencia de los países capitalistas del Norte
en nuestro país el capital no llevó adelante un proceso de industrialización
completo y continúa siendo en gran medida un país exportador de materias
primas. Mientras que los países capitalistas del Norte son “autocentrados”, los
países capitalistas como el Perú son dependientes de los países capitalistas
del Norte, de donde importan una gran cantidad de productos manufacturados, con
lo cual fuga hacia esos países una parte importante del valor económico que
generamos internamente. De otro lado, el capital monopólico controla nuestras
principales fuentes de generación de excedente económico, como la minería, y,
de otro lado, pagan a los trabajadores de las periferias un salario que está
muy por debajo del que tendrían que pagar en sus países de origen. En las
últimas décadas incluso ha retrocedido la industrialización del país, y hemos
pasado a depender más del excedente económico que se genera en el sector de la
exportación de minerales.
En lo inmediato,
la clave consiste en disputar el control del excedente económico que se genera
en los sectores de la minería, hidrocarburos, agroindustria y otros más.
Tenemos más de 30 días de huelga de parte del magisterio, la mayoría ha estado
de acuerdo con que se incrementen sus salarios y que se destinen mayores
recursos públicos al sector de educación, pero muy pocos han alertado sobre
quién controla el excedente económico y cuánto recauda el Estado de esos
sectores económicos controlados por el capital monopólico. La caja del Estado
tiene que ampliarse de tal modo que sea capaz de atender las diferentes
demandas de la sociedad. Hoy fueron los maestros, los médicos y los
funcionarios del poder judicial, pero mañana habrá otras presiones más, por el
servicio de agua potable, luz eléctrica, escuelas y hospitales para todas las localidades
del país, carreteras, incremento de la productividad de la economía campesina,
incremento del salario mínimo, etc. Está claro que la caja del Estado debe
incrementarse de modo significativo. Por ejemplo, ¿qué hacer con el gas que se
vende al extranjero? En Bolivia se vende a un precio que es significativamente
superior al que se vende en el Perú.
Vale decir, se
requiere que el Estado incremente significativamente su participación en la
economía. Y eso implica que debe alterarse la actual pirámide económico social,
destronando a la empresa privada extranjera, a la minería privada, a la banca,
a la agroindustria, etc., que absorben la mayor parte del valor económico generado
en el país, colocando al Estado como el principal generador de riquezas del
país, a través de nacionalizaciones, de tal manera que esté en condiciones de
satisfacer las necesidades de las grandes mayorías.
Se necesita que
se aumente significativamente el salario de los trabajadores, que se incremente
la productividad agrícola de la economía campesina para elevar su calidad de
vida y garantizar la soberanía y la seguridad alimentaria del país. Se requiere
impulsar la industrialización del país, haciendo el esfuerzo por producir
tecnología moderna, en la informática y las telecomunicaciones. Se requiere la
investigación científica y tecnológica para que el Perú deje de ser dependiente
de las potencias extranjeras, que nos venden los productos de mayor tecnología.
Somos
un país capitalista dominado por el capital financiero y las grandes
corporaciones mineras e industriales
Se piensa que el capitalismo constituye el máximo e
insuperable grado de civilización humana y se establece equivocadamente que
mercado es igual a capitalismo. Lo cierto es que el capitalismo es
prácticamente lo opuesto al mercado. El mercado supone muchas empresas, muchos
ofertantes, y muchos demandantes. Marx estudió profundamente el capitalismo y
descubrió que éste tiende naturalmente a la concentración y a la centralización
del capital. Esto lleva al monopolio, es decir, exactamente a lo contrario de una
situación de mercado. Y lo que tenemos en el Perú es el dominio de los
monopolios, de las grandes corporaciones, que son las que controlan la mayor
parte de la economía y succionan el valor que se genera en estas economías. De
manera que cuando dicen defender el “libre mercado”, están defendiendo en
realidad el capitalismo, es decir, el dominio de las grandes corporaciones. En
teoría, una empresa bajo un régimen de “libre mercado” consigue un margen de
ganancia bajo la influencia de la oferta y la demanda, en cambio, una
corporación, un oligopolio o monopolio, consigue su ganancia estableciendo el
precio de la mercancía muy por encima de su valor.
El dominio de
las corporaciones es tal en el Perú que no hay castigo severo para las empresas
mineras que provocaron mediante la contaminación de las aguas y de la tierra de
Cerro de Pasco la muerte y el cáncer de niños y adultos en esta ciudad. También
existen posibilidades de contaminación del río Rímac a causa de la actividad
minera. Hay ausencia y/o poco control sobre los productos que se importan y se
producen en el Perú, que son cancerígenos y provocan diferentes otros males,
como el talco Jhonson, la leche Pura Vida, y muchos otros productos.
Tenemos además
que el Estado posibilita que el capital monopolista minero despoje de sus
tierras a los campesinos y a sus comunidades. El caso de Máxima Acuña es uno
entre otros. Ella, felizmente, ganó su caso en la instancia judicial. La
empresa Yanacocha quiso arrebatarle la tierra que es de su propiedad. Por lo demás, es conocido por todos que el
capital ha despojado de sus tierras a los pueblos indígenas amazónicos.
El capital
monopólico tiene múltiples fuentes de ganancia, una de ellas es el interés que
perciben por el crédito monetario, y desde el extranjero ahora compran deudas
públicas para concluir cobrando una tasa de interés de hasta el 1000%, como en
el caso de Argentina. Y a nivel micro, a todos nos cobran excesivas cantidades
de dinero por la más mínima operación en el sector financiero, e incluso cobran
en nuestras cuentas de ahorro dinero que jamás hemos gastado ni autorizado a
cobrar. Existen numerosas denuncias al respecto. Todo esto es lo que llaman
algunos intelectuales de izquierda “acumulación por desposesión”, que es una de
las formas más importantes de acumulación del capital monopólico, financiero e
industrial.
Las grandes
corporaciones deben ser el objetivo principal de las reformas encaminadas a
construir un Perú nuevo.
El
trabajo se ha precarizado para la grandes mayorías; como en el mundo, en el
Perú sigue su curso la pauperización de los trabajadores
El trabajo es condición de existencia del ser
humano. Federico Engels habla del papel que cumplió el trabajo en la
transformación del mono en hombre. Pero de acuerdo a las condiciones en que se
opera, el trabajo puede realizar o puede degradar al ser humano. En la
actualidad, el trabajo degrada al ser humano, lleva a éste a niveles nunca
antes visto de alienación. El término precariedad hace referencia a una
situación de inestabilidad y de fragilidad. Precisamente, el trabajo en
cualquiera de sus formas, y el trabajo asalariado específicamente, viene
precarizándose sostenidamente en el Perú y el mundo desde hace poco más de 30
años. El trabajo hoy en día es más
inestable que nunca; podemos afirmar con total seguridad que el trabajo se ha
eventualizado. También podemos afirmar con total seguridad que el salario real
del trabajador se ha reducido y que la seguridad social ha empeorado (seguro de
salud y jubilación) Diferentes investigaciones en el Perú y el mundo lo
corroboran, y nosotros mismos hemos investigado el tema. El trabajo está hoy en
día más alienado que nunca y es alienante como nunca jamás lo ha sido en el
siglo XX, solo comparable a lo que fueron las condiciones laborales en el siglo
XIX.
De ahí
que tengamos en el Perú 200 mil niños que viven en la calle y a más de 1.6
millones de niños que trabajan. Tenemos además que uno de cada dos niños
menores de tres años de edad está desnutrido. Tenemos la más baja inversión
pública en educación, alrededor del 3%, en tanto que Cuba invierte más del 13%
de su PIB y Bolivia está en el 9%. A los maestros se les paga un magro salario
que solo va a aumentarse un poco gracias a una huelga general. De no haberse
levantado, es muy posible que a los maestros jamás les hubieran aumentado los
salarios. Asimismo, el 45% de los trabajadores en el Perú perciben un salario
menor al mínimo nacional. Tenemos un millón de personas que viven en condición
de extrema pobreza, es decir, un millón de personas que no tienen ingresos
siquiera para alimentarse, y siete millones de personas en condición de
pobreza, es decir, con múltiples necesidades elementales sin resolver. A la
vez, no debemos olvidar que el capital en el Perú ha logrado acumular
astronómicas sumas de dinero, en el sector financiero, minero,
hidrocarburífero, telecomunicaciones, agroindustria, universidades privadas.
Tenemos
una situación social en el Perú y el mundo que es moralmente inaceptable.
Nuestra lucha debe enmarcarse por la defensa, la restitución y la ampliación de
derechos.
Por
un Perú libre del imperialismo
La palabra imperialismo ha sido desterrada por
muchos académicos y políticos de su vocabulario. Es necesario advertir que ese
término es hoy en día más actual que nunca. El imperialismo es un fenómeno
analizado por Lenin en 1917. A la fecha ha cambiado la forma, pero se conserva
la esencia. Los imperialismos de esa época, Estados Unidos y Alemania, por
ejemplo, ya no están en confrontación militar, sino que desde 1945 entraron en
una etapa de conciliación de intereses, y hoy en día le hacen la guerra a los
países del tercer mundo que cuentan con ingentes recursos naturales y cuentan
con gobiernos relativamente autónomos. El imperialismo estadounidense aspira al
control militar del mundo. De ahí que cuenta con 900 bases militares en el
planeta. Solo en el Perú existen 9 bases militares. Esas bases militares
responden a la estrategia de controlar los recursos naturales del Perú y el
planeta, y mantener a raya y hacer desaparecer a gobiernos independientes de la
línea estadounidense. Asimismo, el Perú tiene encima suyo el dominio del
capital monopolista. Requerimos un Perú libre de bases militares y del capital
monopolista con reafirmación de su soberanía. Necesitamos un Perú libre del
imperialismo. Debemos situar el fenómeno del imperialismo en su verdadera
dimensión y su alta peligrosidad para la humanidad.
Tenemos
formalmente un régimen democrático en el cual la dimensión social está
absolutamente excluida
Tenemos un régimen democrático de hecho reducido a
la elección de los gobernantes cada cierto número de años. Por su parte, los
gobernantes y el sistema político existente excluye a la población de la
deliberación y toma de decisiones sobre diversos asuntos como el modelo
económico; al contrario, éste se nos impone.
La organización
del sistema político no responde a la generación de bienestar en la población,
en términos de generación de empleos, incremento sostenido de los ingresos de
las familias, dotación de salud, educación y cultura a las grandes mayorías. Al
contrario, el sistema político vigente existe para favorecer a la burguesía
financiera y a las grandes corporaciones extranjeras y a las grandes empresas
locales. Es una democracia que encubre la dictadura del capital.
Es un sistema
político que mantiene en la miseria y en la ignorancia a las grandes mayorías
del país. Ese sistema político no existe para reducir sistemáticamente las
desigualdades sociales, sino para conservarlas y aun incrementarlas. Solo
recientemente, la congresista Úrsula Letona de la bancada de Fuerza Popular se
ha pronunciado a favor de los despidos masivos. Es decir, a pesar de que en la
actualidad existe una tasa de eventualidad muy alta en el sector asalariado (el
75% del total), a la congresista Letona le parece muy poco todavía, y propone
más despidos, más eventualidad. ¿Una medida de ese tipo favorece o perjudica a
las grandes mayorías? Sin duda alguna, la perjudica, la pauperiza, imposibilita
que las familias y las personas puedan planificar sus vidas en el mediano y
largo plazo y las llena de incertidumbre.
Un sistema
democrático debe favorecer la reducción y la eliminación de las desigualdades
sociales. La democracia debe estar íntimamente vinculada al mejoramiento
sistemático de las condiciones de vida materiales y espirituales de las grandes
mayorías. No como ahora, que se encuentran separados. Hoy en día las políticas
públicas, especialmente las políticas económicas sirven para aumentar la
concentración de la propiedad y de los ingresos en los sectores minoritarios de
la sociedad.
Necesitamos
construir una democracia distinta a la que tenemos hoy en día, que se limita a
la elección de los gobernantes, una democracia que sea efectivamente gobierno
del pueblo, una democracia en la que el pueblo defina sobre los asuntos
comunes, públicos, como la tributación, la alimentación, la educación, la
salud, el agua, la tierra, los bosques, el gas, los minerales, etc., en suma,
la economía, la política y la sociedad. Solo una democracia así garantizará la
participación de la población y reducirá sistemáticamente las desigualdades
sociales.
Tenemos
una situación de herencia y mentalidad colonial
Con la conquista española se canceló abrupta y
violentamente el desarrollo autónomo de las civilizaciones indígenas. Éstas
fueron exterminadas y sometidas a opresivos regímenes de explotación laboral.
Asimismo, sus culturas fueron negadas, inferiorizadas y proscritas. El racismo,
es decir, la supuesta y desmentida inferioridad racial de los indígenas, fue la
ideología que sirvió para justificar y legitimar el dominio colonial. Esta
situación no cambió con la independencia; al contrario, continuó después de
ella. Hoy en día, en el Perú perviven una situación material, una mentalidad y
una personalidad colonial, cuyo origen se sitúa en las relaciones del Perú con
el gran capital extranjero y en las relaciones que establecen las clases
dominantes y el Estado con la población indígena. Son los indígenas andinos y
amazónicos hasta el día de hoy los grupos humanos que sufren con mayor
intensidad la explotación del capital, la pobreza y la marginalidad social. El
origen histórico de esta situación se remite a la época del colonialismo
español.
En la actualidad
podemos decir que existe una situación de dominio de una cultura sobre otra. La
cultura occidental opaca y domina a las culturas indígenas. El quechua, el
aymara y otros idiomas indígenas subsisten en una relación de subalternidad respecto
al idioma castellano. Asimismo, los saberes y los conocimientos indígenas sobre
la salud, el cultivo de tierras, las semillas, entre otras cuestiones, no son
tomados en cuenta ni protegidos por el Estado. Ni siquiera nuestro patrimonio
arqueológico fue objeto de protección, aun cuando se sabe que son centros de
generación de ingresos económicos. Por ejemplo, la huaca Mateo Salado que está
en Pueblo Libre, solo en el 2007 se la alistó para que sea oficialmente
visitada, ¡186 años después de que se proclamara la independencia del Perú! Y
el conjunto de la ciudad de Lima, que tiene alrededor de 350 huacas actualmente
(cito de memoria), fue levantada destruyendo una civilización milenaria. Luis
Lumbreras, por ejemplo, en el programa Sucedió
en el Perú, señala que cuando él era niño existía aún una ciudadela
milenaria que iba desde La Victoria hasta Limatambo. También el hospital del
Empleado fue construido sobre una huaca grande. El urbanismo con mentalidad
colonial las destruyó.
Mariátegui decía
que sin el indígena no hay peruanidad posible. Esa afirmación es cierta hoy más
que nunca. Bajo otras formas, continúa sin resolverse el problema de la tierra
y el del empleo en las zonas urbanas. Los indígenas tienen derecho a acceder a
la modernidad científica y tecnológica. A la vez, las regiones urbanas pueden
nutrirse de la sabiduría indígena en distintos tópicos como son la salud, la
convivencia, la producción agroecológica, etc. Necesitamos, en suma, construir
un Perú moderno en sintonía con las comunidades campesinas andinas y amazónicas
y sus prácticas comunitarias y solidarias. Se requiere que se defienda la
propiedad intelectual de los pueblos indígenas sobre sus conocimientos
ancestrales en lo que se refiere a semillas, cultivos, sistemas productivos,
etc. -que luego se los apropian las transnacionales-, que se reconozcan los derechos de los pueblos
indígenas, que se promueva la enseñanza en el idioma del estudiante, que los
idiomas indígenas sean oficial y efectivamente reconocidos y practicados en
diferentes instancias del Estado.
Mayor explotación y opresión de las mujeres
Alcanzar la igualdad sustantiva (no solo formal) de
las mujeres y hombres debe ser otro de los objetivos para lograr un Perú nuevo.
Actualmente, en promedio, las mujeres perciben un ingreso salarial que es igual
a dos tercios del salario de los hombres. Es decir, la mujer carga con la mayor
parte de la explotación capitalista. Debemos reconocer que el trabajo doméstico
es constitutivo de la generación de riquezas de la sociedad, y no solo el
trabajo productivo. La igualdad de la mujer es también una tarea de un Perú
Nuevo.
**********
Han aparecido en los últimos cincuenta o setenta
años los llamados “nuevos movimientos sociales”, como son los movimientos de
mujeres, los ecológicos y los indígenas. Se busca sustituir el movimiento
sindical de trabajadores por esos movimientos. Se busca descentrar el conflicto
de clases. Lejos de ello, sin embargo, debemos buscar el desarrollo del
movimiento por la emancipación del trabajo, incorporando a los demás
movimientos, no para sustituir, sino para enriquecer el proyecto socialista. No
se trata, entonces, de abandonar el proyecto de emancipación del trabajo, sino
de recuperarlo y volverlo el centro. El gran problema de nuestra época se llama
capitalismo. Este sistema histórico está en contradicción antagónica con los
intereses de las grandes mayorías, de la humanidad e incluso está en
contradicción con la preservación del equilibrio ecológico. Y este sistema
histórico solo es posible de enfrentar desde el frente y el punto de vista del
trabajo.
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