jueves, 3 de marzo de 2016

Ciencias Naturales


Las Razas Humanas

(Novena Parte)


M.F. Niesturj


EN EL TRANSCURSO DEL TIEMPO las diversas razas se han mezclado considerable­mente. Este proceso de mestizaje racial ha adquirido especial intensidad durante los últimos 10 000 ó 15 000 años. Desde el descubrimiento de América por Colón, en 1492, el cruzamiento de tipos raciales ha asumido proporciones enormes, de tal modo que en ningún lado quedan razas "puras". La humanidad entera, en mayor o menor grado, es una raza mezclada: en el mundo existen decenas de millones de personas que no pueden ser incluidas con seguridad en ninguna de las grandes razas.

La estrecha consanguinidad entre los hombres, como resultado del cruzamien­to, ha reducido en gran medida las diferencias entre ellos.

El mestizaje induda­blemente ha desempeñado un papel positivo en el desarrollo de la humanidad y ayudado a unir al hombre en una entidad biológica única, la cual es muy diferen­te, cualitativamente, de la especie antropoidea de la cual derivaron los hombres primigenios.

Lo dicho confirma la tesis, formulada por Marx y Engels, de que las diferen­cias raciales han de ser eliminadas, y lo serán en el curso del desarrollo histórico de la humanidad.

Todas las razas humanas se cruzan fácilmente; los descendientes de esos cru­zamientos son fecundos, normales y sanos. En muchos casos hasta se llega a una generación que se distingue favorablemente por sus peculiaridades físicas y mayor esbeltez. La tesis central de la antropología soviética —todas las razas humanas actuales son biológicamente iguales— se ve poderosamente confirmada por tales hechos (Roguinski, 1948; Efroimson 1964).

La ciencia del origen y desarrollo de las razas humanas mina por completo las falsas teorías misantrópicas sobre la existencia de razas superiores e inferiores. La antropología auténticamente científica echa por tierra las invenciones de los racistas referentes a cierta raza aria escogida o a la raza de blancos norteamerica­nos ciento por ciento puros, razas que, según aquellos teorizantes, estarían llamadas a subordinar a todos los demás pueblos y razas y a gobernarlos, a causa de su su­perioridad natural, física y espiritual, condicionada, supuestamente, por las pro­piedades genéticas congénitas.

Ultimamente, en la biología soviética se reforzaron en especial las investiga­ciones del factor de la herencia. Para profundizar la comprensión de su esencia y fundamentos se aplican, en sentido amplio, las leyes de la herencia de los rasgos expuestas por Gregorio Mendel. Los genetistas usan los métodos más finos para el estudio de las unidades de la herencia (genes) y del mecanismo de transmisión de los rasgos a las generaciones futuras (M. E. Lobashev, 1967).

Los fundadores del marxismo-leninismo, que elaboraron una concepción genuinamente científica del desarrollo social, probaron convincentemente que las divisiones raciales no desempeñan ni pueden desempeñar papel apreciable alguno en la historia de la humanidad.

Marx y Engels demostraron que la historia de las sociedades esclavistas, es en esencia la historia de la lucha de clases. Los ideólogos seudocientíficos del im­perialismo procuran probar que la lucha básica en la historia humana es la de ra­zas, no la de clases.

Al sustituir la lucha de clases por la de razas como principal fuerza motriz de la historia, los científicos reaccionarios falsifican conscientemente la historia.

La leyenda de razas superiores e inferiores no es nueva. Ya durante la Anti­güedad solía ocurrir que el pueblo vencedor en una guerra declaraba que él era la raza superior y que el pueblo derrotado era de raza inferior. No se trataba más que de una excusa para explotar o aniquilar al último.

La falsa idea de la superioridad racial, que se originó de la explotación del pueblo, comenzó a tomar un carácter seudocientífico en el siglo XVIII. Ya en 1786 en Alemania, desde la Universidad de Gotinga, el profesor Christoph Meiners predicaba el credo racista, poniendo a la raza "blanca" por encima de las de "color" y a los celtas en un nivel superior al de los eslavos.

Desde el siglo XIX los racistas se han basado con preferencia en las concep­ciones de teóricos como Joseph Gobineau, Georges Lapouge, Otto Ammon y Ludwig Woltmann. En sus tratados, seudocientíficos aunque frecuentemente de varios tomos, estos autores procuran fundamentar la falsa teoría de la desigualdad racial.

Los partidarios del racismo predican tesis tan reaccionarias como la de la di­visión eterna de la humanidad en grupos raciales superiores e inferiores: la antigua naturaleza aristocrática innata de las clases dirigentes; la necesidad de mantener la pureza de la raza superior, de propagar y perfeccionar a ésta; la destrucción en masa y planificada (genocidio) de la raza inferior. Los racistas recurren con predi­lección a la idea maltusiana de la "sobrepoblación".

El conocimiento auténtico contradice las invenciones racistas. Los mismos conceptos del racismo se oponen diametralmente a la ciencia. Ha sido comprobado fehacientemente que existen afinidades básicas en las peculiaridades anatomo-fisiológicas innatas de todas las razas humanas. Una de las mejores pruebas de ello es el estudio que Darwin realizó de la población de Tierra del Fuego.

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