Interacción
de los Contrarios en el Desarrollo
(Octava Parte)
S. Meliujin
ASÍ, PUES, LA LUCHA DE LO VIEJO con lo nuevo no puede considerarse como
fuente de desarrollo únicamente y mucho menos como la fuerza motriz universal
de desarrollo, imperante en todo el mundo material. Al parecer, en general no
existen contrarios que condicionen en grado igual el desarrollo, tanto en la
naturaleza inorgánica como en la naturaleza viva y la sociedad. Para cada uno
de esos grupos de fenómenos existen sus propias leyes de desarrollo y, por
consiguiente, tienen sus propias oposiciones y contradicciones específicas,
distintas para cada grupo. Lo común, en este caso, es tan sólo el hecho de la
unidad y la interacción de los contrarios, pero la manifestación concreta de
dicha unidad será diferente en cada caso.
Además, la interacción o la lucha de los
contrarios constituye la fuente de desarrollo de cada sistema material concreto. Pero sería erróneo afirmar, como se hace a veces, que la lucha de los
contrarios es la fuente del automovimiento de toda la materia en su conjunto. En general, no puede plantearse la cuestión de la fuente de
movimiento para la materia como sustancia de todos los fenómenos, en el caso de
atenerse consecuentemente a las concepciones del materialismo dialéctico. El
movimiento es un atributo importantísimo de la materia, es su modo de
existencia. Puesto que la materia existe, se halla en movimiento, en
interacción, y para este movimiento no puede haber ninguna fuente. Pero si
consideramos que la lucha de los contrarios constituye la fuente del
movimiento, surge en el acto la pregunta: ¿cuál es, pues, la fuente de la lucha
de los contrarios? La única respuesta que cabe dar es la siguiente: la fuente
de esa lucha es el movimiento, y de este modo caemos en un círculo vicioso.
La afirmación de que la lucha de los contrarios
es la fuente del movimiento resulta contradictoria también en el siguiente
sentido. En la naturaleza la propia lucha se manifiesta en forma de
interacción de los contrarios. Pero todo proceso de interacción no es otra cosa
que movimiento de uno u otro género. Por consiguiente, llegamos a la tautología
de que "el movimiento es la fuente del movimiento".
La lucha o la interacción de los contrarios no
constituye la fuente, sino el contenido interno de todo movimiento. Eso
significa que todo movimiento y todo cambio se basan en la unidad de los
contrarios de uno u otro género: de lo continuo y lo discontinuo, lo interno y
lo externo, de la atracción y la repulsión, de lo finito e infinito, etc.
Pero la interacción de los contrarios será la
fuente de desarrollo de todo sistema concreto. Los sistemas
de ese género siempre tienen causas determinadas para su aparición y, por
consiguiente, con relación a ellos, puede hablarse de causas o de la fuente de
su desarrollo. Esa fuente es, precisamente, la interacción de los contrarios
más arriba examinados.
Como el desarrollo de todo sistema comprende la
fase ascendente, relacionada con la complicación de la estructura y de las
formas del movimiento de los objetos materiales, y la fase descendente, que
conduce a la desintegración del sistema en sus elementos componentes, cabe
decir que, objetivamente, existen por lo menos tres grupos fundamentales de
oposiciones y contradicciones: 1) los que caracterizan todo movimiento y
existencia de la materia, al margen del proceso de la complicación o
desintegración de los sistemas; 2) los que condicionan la complicación de las formas de la materia y el
movimiento en el desarrollo, y 3) los que producen la degradación y la desintegración de los sistemas.
Se han de incluir en el primer grupo, ante todo,
las contradicciones entre la estabilidad relativa y la variabilidad, entre lo
finito y lo infinito, lo continuo y lo discontinuo, que son inherentes a la
materia en todos sus estados. Es evidente que en la naturaleza existen también
otras contradicciones de ese género.
Se incluye en el segundo grupo un número muy
elevado de contradicciones, que constituyen la fuente del desarrollo en la
naturaleza inorgánica, la naturaleza viva y la sociedad. Todas ellas se
diferencian sustancialmente entre sí. De entre las contradicciones de la
naturaleza inorgánica debemos mencionar, ante todo, aquellas que expresan la
relación entre la atracción y la repulsión, la absorción y la radiación, la
asociación y la disociación de los átomos y las moléculas, etcétera.
Las contradicciones del tercer grupo son de extraordinaria
diversidad, ya que la degradación y la desintegración de los sistemas en cada
caso particular están condicionadas por diversas causas. Existen dos clases
fundamentales de desintegración de sistemas: forzosa y espontánea. La desintegración
forzosa es la que se produce por algunas causas exteriores. En los sistemas
mecánicos la desintegración se produce cuando la energía de la acción exterior
supera la energía de las conexiones internas. En los no mecánicos —biológicos y
sociales— la desintegración está determinada por causas mucho más complejas,
diferentes en cada caso concreto.
La desintegración espontánea es la determinada
por causas internas del propio sistema. La produce la contradicción entre el
nuevo tipo de conexiones internas, que se han originado en el sistema, y la
vieja forma de su organización.
Los tres grupos de contradicciones señalados
están indisolublemente unidos entre sí. Las contradicciones del primer grupo,
que caracterizan la existencia general de la materia, constituyen la base para
la aparición y el desarrollo de contradicciones del segundo y tercer grupo.
Algunas contradicciones del primer grupo, como, por ejemplo, lo finito y lo
infinito, lo continuo y lo discontinuo, contribuyen incluso al desarrollo de
los diversos sistemas, y de ese modo se adhieren directamente a las
contradicciones del segundo grupo.
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