Sobre la Revolución
de Túpac Amaru
(Sexta Parte)
Emilio Choy
En
el pasquín aparecido en La Paz, se expresaba:
"Viva
la Ley de Dios y la puresa de María, y Muera el rey de España, y se acabe el
Perú, pues él es causa de tanta eniquidad; Si el Monarca no sabe de las
insolencias de sus ministros de los Robos Públicos, y como tiene ostilisados a
los pobres Viba el Rey y mueran estos ladrones públicos, ya que no quieren
poner enmienda en lo que se les pide. Con esta ban dos habisos, y no hay
enmienda pues lloremos de tal lastima porque por dos o tres malignos ladrones
que están aquí pagara muchos ynosentes y correrá sangre por calles y Plasa cuanta
Agua lleban las Calles de la Paz; cuenta el que no defiende a los
criollos" (11).
Este
pasquín, como repetimos, apareció el 4 de marzo, y aparecía justamente cuando
los ánimos de los que se habían sublevado, habían declinado gracias a las
rebajas de alcabalas conseguidas por la población de la ciudad del Misti;
igualmente, las autoridades de La Paz reunidas en fecha posterior hicieron una
concesión similar. Los comerciantes y terratenientes de La Paz y Arequipa
habían obtenido una victoria que también era capitalizada por los grupos
económicos que rodeaban a Guirior. Esta fue una victoria de la burguesía nativa
que había formado partido en contra de las medidas que Areche había venido a
poner en acción.
Para la corriente jesuítica y probritánica, en parte,
esto era un inconveniente; era necesario seguir manteniendo el ataque, pero ya
no contra las elevadas alcabalas ni la desaparición de aduanas. En el pasquín
se deseaba la muerte del Rey de España. Esto estaba de acuerdo con las
doctrinas del jesuita Mariana. Es importante el párrafo en que se condenaban
"los Robos Públicos", la "Hostilidad a los Pobres". No era
posible contar con el descontento del sector que limitaba su reclamación a la
rebaja de impuestos, pero sí se podía insistir en movilizar a los que eran
víctimas de los robos de los corregidores, quienes hostilizaban a los pobres
indios con sus repartimientos y otros abusos; a los mitayos, los trabajadores
de los obrajes, minas y haciendas, en fin, a la gran masa de gente desposeída;
la indignación de ésta se mantenía. El pasquín apela a ella y la aleja de los
criollos que habían salido airosos frente a Areche; "cuenta el que no
defiende a los criollos", dice el pasquín.
Si las autoridades del virreinato, sobre todo las que
habían revelado ser sensibles a conceder las rebajas, no tomaron represalias
contra los sublevados fue porque estaban influidos, en gran parte, por
conveniencias o intereses personales. La rebaja del 6 al 4% era beneficiosa también para los
corregidores, que, como funcionarios, tenían que acatar las disposiciones que
recibían, y como comerciantes procuraban que la marcha de sus negocios no se
viera afectada.
Túpac Amaru, en la preparación de su vasto movimiento,
siguió una dirección separada de la del cacique Tambohuacso, que estuvo comprometido
en la conspiración de Farfán de los Godos. El cacique de Tungasuca hizo
estallar la insurrección cuando la sublevación de los comerciantes y
hacendados criollos había sido contenida. Su rebelión se iniciaba fuera de
tiempo, a pesar del volumen que tuvo. De haber estallado en el mes de enero de
1780, coincidiendo con la conspiración de Farfán de los Godos, el resultado,
probablemente, habría sido muy distinto.
El 4 de noviembre de 1780, cuando estalló la revolución
de Túpac Amaru, la insurrección trató de atraer a su lado a los criollos y
mestizos por medio de proclamas; pero sólo estuvieron a su lado o se
incorporaron a su movimiento aquellos que no poseían bienes. Los grupos más
importantes que gozaban de mayor influencia, por sus recursos económicos, no
podían acudir a su llamado, aunque coincidían con él en las aspiraciones
independentistas. Las medidas inoportunas de Túpac Amaru que hemos comentado,
su aparente radicalismo de repartir la ropa del obraje de Pomacanchi y otros, y
ordenar la destrucción del edificio e instalaciones, merecen ser analizadas. La
repartición de telas y ropa era conveniente, como medida política; pero la destrucción
de los centros de manufactura fue un hecho negativo. Se perjudicaba a los
abusivos propietarios de los obrajes sin beneficiar a quienes trabajaban en
ellos. El problema exigía crear nuevas condiciones de trabajo, más humanas (12).
Como el objetivo de ciertos instigadores del movimiento era liquidar la
industria textil para abrir un ancho paso a las manufacturas británicas, los
representantes de esos intereses creían haber obtenido su principal victoria
dentro de la insurrección. Si se tiene en cuenta que Túpac Amaru procedía de un
sector comercial dedicado principalmente al tráfico de mercaderías, el negocio
del transporte, con 350 mulas, cifra importante en los medios comerciales de la
época, se comprenderá que no sintiera la gravedad que significaba para el Perú
de esa época dar un paso de tanta trascendencia. Los partidarios de Inglaterra
que lo alentarían a ejecutar estos actos, soñaban con las telas baratas con que
la poderosa industria textil de las Islas inundaría el país (13).
Notas
[11]
Boleslao Lewin. Los movimientos de emancipación en Hispanoamérica y la independencia de Estados Unidos, pág. 144.
[12]
Las
condiciones de los trabajadores en Gran Bretaña eran algo más favorables o
similares que las que existían en los obrajes. Sin embargo, las fábricas de las
islas eran centros de exterminio de los asalariados, integrados en su mayoría
por ex-campesinos. En el siglo siguiente, Dickens, en su
David Cooperfield, trataba los padecimientos de las criaturas
que entraban a trabajar a las tenebrosas fábricas que parecían centros de
castigo. El desarrollo de la industria inglesa requería en forma implacable
toda la obra de mano a su alcance, sin distinción de edades ni sexo.
[13]
Los partidarios de las
manufacturas extranjeras, que despreciaban las industrias nativas, atrasadas
pero prósperas, y que daban trabajo a miles de personas, no podían comulgar con
lo que diría Belgrano más tarde: que la "importación de mercancías que
impiden el consumo de las del país o que perjudiquen el progreso de sus
manufacturas y de su cultivo, lleva tras sí necesariamente la ruina de una
nación".
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