El
Hombre Como Primate
(Sexta y Última
Parte)
M.F. Niesturj
En el cráneo del
hombre contemporáneo se notan muchos rasgos de semejanza con el cráneo de los
monos no sólo al comparar los individuos jóvenes, donde eso está expresado más
intensamente, por ejemplo, en la proporción de las partes facial y cerebral,
sino también en los adultos. Una semejanza particular hay con los cráneos que tienen
un relieve externo débil en los gibones chimpancés y las hembras de gorilas y
orangutanes. Los arcos ciliares característicos para el hombre encuentran sus
análogos en los orangutanes y gibones, los senos frontales se observan en el
hombre, chimpancé y gorilas. Por la forma del pterión el cráneo del hombre
tiene una semejanza máxima con el cráneo del gorila, según Ashley-Montagu
(1933). La sutura incisiva cicatriza frecuentemente tanto en el hombre como
también en los antropoides. Este rasgo de semejanza para el hombre y los
antropoides es la dirección hacia adelante de las órbitas. La apófisis
coronaria del maxilar inferior en el hombre está más baja que la de la
articulación en los gibones y orangutanes. De acuerdo con las particularidades
del sistema dental, el hombre se parece más a los antropoides que a los monos
catarrinos inferiores. En la forma del cráneo en los gorilas, como también en
los hombres contemporáneos, A. Keith (1926) encontraba todos los pasos
intermedios, desde la dolicocefalía hasta la braquicefalía. En general, el
cráneo humano, en comparación con el cráneo de los antropoides, no está
bruscamente especializado, con la exclusión de las dimensiones
extraordinariamente grandes de la caja cerebral con las modificaciones
acompañantes de los huesos.
La
semejanza del hombre con los antropoides en lo que respecta al esqueleto, en
las particularidades y estructura general, es muy considerable. Así, en los
grandes antropoides se cuentan 12-13 pares de costillas, hay rudimentos de las
curvaturas de la columna vertebral, la porción sacra consta de 5-6 vértebras,
lo que le da una particular solidez a la articulación del sacro con la pelvis;
la porción caudal de la columna vertebral es corta. También es similar la
estructura de la pelvis, la presencia de las fosas en las alas de los huesos
ilíacos, esternón ancho, caja torácica no en forma de quilla, como en los monos
inferiores, y es más o menos ancha; ausencia del agujero epicondílico en el
húmero, para el cual es característico la notable torsión; ausencia del hueso
central libre del carpo, como en el gorila y chimpancé; la forma general del
esqueleto de la muñeca de cinco dedos con el dedo gordo opuesto es muy
parecida.
En
el sistema muscular del hombre, además de los rasgos de semejanza general con
los antropoides, se señalan los siguientes: alto desarrollo de la musculatura
mímica de la cara; fuerte desarrollo de la parte clavicular del gran músculo
torácico; separación frecuente de los músculos torácicos mayores izquierdo y derecho;
pequeño número de istmos en la composición del músculo recto del abdomen, su
desplazamiento en sentido caudal junto con el oblicuo externo en relación con
el ensanchamiento y estabilización de la caja torácica, según E. Loth (1931);
presencia en el hombre del músculo piramidal, como en los chimpancés y gibones.
La semejanza entre el hombre y los antropoides se revela también en que la
parte clavicular del músculo trapezoides está bien expresada, que el músculo
largo de la espalda comienza en la cresta del hueso ilíaco; que el músculo
húmero-radial no tiene contacto con el deltoides. En general, la musculatura
humana tiene más semejanza con la musculatura de los antropoides africanos.
La
gran similitud entre el hombre y los antropoides se nota también en la
estructura de los órganos digestivos, en la estructura de los dientes, en la
forma de retorta del estómago; se parecen también las formas del hígado y del
apéndice vermiforme; el modo de inserción del mesenterio. En el sistema
urogenital esta semejanza se descubre en las dimensiones y forma de los
espermatozoides del gorila y el chimpancé, en la presencia del pliegue de la
mucosa en la entrada de la vagina en las hembras de estos monos, en la
estructura fina de los ovarios y la placenta.
La
placenta humana tiene forma de disco. Las vellosidades que la cubren absorben
agua, substancias nutritivas y el oxígeno de la sangre que llena los espacios
intervellosos (placenta hemocorial). Al nacer el niño, la mucosa del útero, que
forma la parte materna de la placenta, se desprende (placenta adherída). La
vesícula urinaria (alantoides) es muy pequeña, y desde el principio tiene un
carácter rudimentario (placenta microalantoidea). La superficie del corion al
comienzo del embarazo se cubre bastante uniformemente con vellosidades que más
tarde se agrupan en dos polos. En uno de los polos se forma la placenta
definitiva, el resto de la superficie del corion permanece lisa (corion laeve).
La placenta en los monos inferiores puede consistir de un disco o de los dos.
La superficie del corion, en éstos, desde el mismo inicio es lisa, excepto las
partes placentarias. En el hombre el óvulo fecundado se sumerge en la mucosa
del útero, donde se implanta; mientras que en los monos inferiores la
implantación es central, es decir, el óvulo se implanta en la superficie de la
mucosa en 1-2 porciones y se desarrolla en su luz. La placenta de los
chimpancés y gorilas es la que presenta el máximo de semejanza con la placenta
humana.
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