(Cuarta Parte)
Emilio Choy
LA PRODUCCIÓN
INDUSTRIAL INGLESA hería la hacienda del gobierno español por todos los
medios. Pero también afectaba otros intereses; su baratura no admitía la
competencia de las manufacturas que existían en la América española o en la
metrópoli. Durante el monopolio, el contrabando fue el medio eficaz para
introducir sus productos. Todos los medios eran buenos para ampliar sus
mercados. Si Inglaterra había "ayudado" a los iroqueses, ¿por qué no
estaba también obligada, por sus conveniencias, a "ayudar" a Túpac
Amaru? Pero en ningún momento debemos imaginarnos que de haber culminado el
movimiento de 1780 con la separación de las colonias de España para caer bajo
la dirección inglesa, hubiéramos tenido mejor suerte. Con los métodos refinados
del colonialismo inglés, sacudir su opresión hubiera sido mucho más difícil.
Los ingleses deseaban eliminar a los virreyes españoles, para reemplazarlos
por virreyes británicos. Habrían tratado de convertir a Túpac Amaru en una
especie de rajah, o sea en un simple administrador de los intereses británicos.
En el mejor de los casos, los ingleses hubiesen tratado de convertir el
virreinato del Perú en una multitud de territorios gobernados al estilo de Jamaica
para facilitar su explotación.
Surge
la pregunta: ¿por qué, en el caso hipotético que proponemos, no se hubiera
desarrollado el Perú a la manera del Dominio del Canadá? Porque los progresos
que lograron los canadienses con relación al Perú y el resto de la América
hispánica, por la dificultad de amarrar al hombre a la tierra en forma de
servidumbre, especialmente al indígena, y la importancia de la industria
peletera obligaban a comerciar con los indios en lugar de explotarlos en los
trabajos agrícolas. También influyó la abundancia de tierras, el desarrollo de
la industria maderera debido a las exigencias de la demanda de construcciones
navales de la misma metrópoli, y el impulso de los saladeros de pescado que
dieron al Canadá un capitalismo industrial de un empuje mayor que el que se
pudo desenvolver en la América española.
Las
probabilidades de triunfo del movimiento de Túpac Amaru disminuyeron en lugar
de aumentar con la orientación probritánica. Lo que podía convenir a los
comerciantes ingleses resultaba perjudicial a los intereses de los
terratenientes, comerciantes y manufactureros criollos en el virreinato
peruano. Las maniobras británicas contribuyeron a impedir la alianza que tanto
buscaba el cacique de Tungasuca, o sea la formación de un frente unido criollo
e indígena contra la dominación española. De haberse cristalizado esta alianza
habría surgido el Washington peruano; pero los agentes de la City sólo querían
debilitar el imperio español, llenar una parte del vacío de su imperio que se
producía con la independencia norteamericana, conquistando las colonias de
potencias rivales o ampliando sus mercados; pero no entraba en sus cálculos
ayudar a fundar una república al estilo norteamericano en las colonias que
poseían los españoles en la América del Sur.
La
postura que asumió la dirección del movimiento de Túpac Amaru desde los
primeros momentos revelaba, en los hechos, ataque a fondo contra los intereses
vitales de los criollos, que coincidía con las conveniencias británicas y
atentaba contra el porvenir de la rebelión. El famoso decreto de libertad de
los esclavos del 16 de noviembre de 1780, que se anticipa al de Ramón Castilla
en tres cuartos de siglo, más que un golpe contra el gobierno español, era
mortal para los propietarios de esclavos de los ingenios azucareros, en su
mayor parte criollos.
La
libertad de algunas decenas de miles de esclavos hubiera dejado en ruinas a la
agricultura costeña. Los productores británicos de azúcar en las Antillas
hubieran capitalizado entonces la ruina de la industria azucarera en el Perú.
Otra medida equivocada fue la liquidación tenaz de los obrajes, batanes y
chorrillos, cuya desaparición significaba la eliminación de las manufacturas
de telas nacionales, como tocuyos y bayetas, que vestían a gran parte de la
población del virreinato y eran exportadas a otras regiones. Los perjudicados
en este caso también fueron los criollos en su mayor parte, y los beneficiados
los importadores de telas extranjeras. Los productores ingleses y españoles se
hubiesen aprovechado de la ruina total de la producción textil nativa.
También
el grupo de los monopolistas limeños (importadores que tenían la exclusiva en
la introducción de mercaderías, lo que les permitía tener una flota naviera de
relativo volumen para la movilización de productos) se sintió perjudicado con
la guerra de Túpac Amaru contra el reparto que hacían los corregidores. Los
corregidores eran funcionarios que se dedicaban a hacer justicia con derecho a
repartimiento, tenían subalternos que cobraban impuestos. Pero los comerciantes
limeños, para poder vender mercaderías sin salida, utilizaban a los
corregidores como intermediarios; así conseguían vender sus "huesos"
a precios exorbitantes, habilitando a estos funcionarios. Igualmente, los
ganaderos de Tucumán se valían de ellos para vender sus famosas mulas, que si
bien eran útiles y se repartían a los indios, éstos tenían que pagar un precio
que era varias veces superior a su precio real (4).
Esta actitud de Túpac Amaru contra los
corregidores y los repartimientos estaba justificada; pero movilizó en contra
suya al poderoso grupo de los comerciantes limeños.
Los
dueños de minas también se vieron afectados. Este numeroso e importante grupo
se enriquecía en sociedad con la corona de España, ya que tenía que entregar a
los representantes del rey, al principio, el quinto, que después fue rebajado a
la mitad, o sea el décimo de la producción de los metales preciosos; en
compensación, la corona les garantizaba la explotación inhumana de los indios
con una paga ínfima a pesar de las leyes protectoras de Indias, cuando estas
mismas leyes habían reglamentado y legalizado la horrorosa institución de la
mita minera. La metrópoli, aunque no en la legislación, pero sí en los hechos,
toleraba el exterminio de la masa indígena en las minas. Túpac Amaru libertó a
los mitayos; la destrucción de la mita era, pues, justa, pero no la destrucción
de la industria minera, que fue arrasada en muchos lugares; sin que los
directores del movimiento hicieran nada por contrarrestarla, más bien alentaron
esta destrucción.
Las haciendas también fueron saqueadas.
Estos
golpes asestados a los sectores más importantes de los criollos impidieron el
desarrollo de la liberación nacional. Se trataba de una lucha por la
independencia, pero también era una guerra que atentaba contra las formas de
propiedad de aquellos que eran necesarios para fortalecer el poder del
movimiento; de este modo, Túpac Amaru perdió el apoyo de los sectores sin cuya
participación la independencia, en esos momentos, no era posible de alcanzar.
El mismo Lewin nos da el dato en su libro cuando interpola el poema colonial en
que se "formula con una plasticidad sorprendente los fines sociales de los
indios":
Nos
hicieran (los victoriosos indios, B.L.) trabajar
del
modo que ellos trabajan
y
quanto aora los rebajan, nos hicieran rebajar:
nadie
pudiera esperar
Casa
Hacienda, ni esplendores
ninguno
alcanzará honores
todos
fueran Pleveios
fuéramos
Indios de ellos
y
ellos fueran los Señores (5)
Notas
[4] Luis Antonio
Eguiguren. Guerra separatista. Crónica de Melchor Paz, págs.. 293-338; Diálogo crítico, t.1.
[5] B. Lewin,
ob.cit. pág. 199.
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