miércoles, 1 de abril de 2015

Filosofía

Interacción de los Contrarios en el Desarrollo

(Sexta Parte)

S. Meliujin


LA TEORÍA CUÁNTICA MODERNA permite relacionar las fuer­zas de atracción y repulsión con otros procesos contrarios, a saber, con la absorción y radiación de cuantos de diferentes campos por los cuerpos. Vemos, pues, que las fuerzas de atracción entre los protones y los neutrones están condicio­nadas por el intercambio de cuantos de campo nuclear o mesones entre los nucleones. El protón emite el mesón, que es absorbido por el neutrón, y, al revés, el neutrón emite un mesón de otro género, que es absorbido por el protón. De­bido a ese cambio, los protones y neutrones se convierten constantemente el uno en el otro en los núcleos y entre ellos se originan las fuerzas de atracción necesarias. La atracción y la repulsión eléctricas también se deben al intercambio entre las partículas cargadas de cuantos del campo electro­magnético. Guiándose por esa idea, la teoría actual de la gravitación considera que la interacción gravitacional se debe al intercambio entre cuerpos de hipotéticos cuantos del campo gravitacional: los gravitones. De ese modo, cualquier fuerza de atracción y repulsión está determinada, en última instancia, por la absorción y radiación de las partículas de cuantos de diversos campos. Esos procesos opuestos son los que condicionan, precisamente, la aparición de sistemas de diverso orden y el incesante autodesarrollo de la materia.

Vemos, por tanto, que muchas oposiciones y contradic­ciones vigentes en el microcosmos determinan también el proceso de desarrollo de la materia en la escala del cosmos. Dicha ley rige no sólo con respecto a diversas fuerzas, sino también con relación a la propia organización estructural de la materia. La unidad de partículas y antipartículas en el microcosmos ha de realizarse en el universo en la posible coexistencia de antimundos y formas corrientes de materia. Es indudable que dichos contrarios interactúan entre sí y esa interacción debe desempeñar un papel especial en el des­arrollo de los sistemas cósmicos. Tal vez la supuesta dilata­ción de la metagalaxia no sea más que una consecuencia de esa clase de interacción, ocurrida hace varios miles de millo­nes de años.

Las investigaciones futuras demostrarán en qué medida responde esta hipótesis a la realidad, pero es indudable de todo punto que la unidad de contrarios de diverso género tiene lugar en todo el infinito universo, condicionando su irreversible cambio.

Además, de todas las contradicciones existentes en la na­turaleza son las contradicciones internas y externas las que desempeñan un papel especial. Llamamos internas aquellas conexiones y contradicciones que actúan en los límites del sistema material dado, entre sus elementos integrantes, mien­tras que las externas expresan las relaciones entre el sistema dado y otros sistemas circundantes. La diferencia entre las contradicciones internas y externas es relativa. Se determina exclusivamente por el carácter de los sistemas. Las contra­dicciones internas para un sistema dado serán externas para los subsistemas que lo componen, y viceversa.

El papel determinante en el desarrollo de todo sistema pertenece a los nexos y contradicciones internas. Así, los átomos existen como formaciones íntegras gracias tan sólo al carácter especial de las interacciones entre los electrones y el núcleo; las moléculas, gracias a los firmes vínculos entre los átomos, etc. Del mismo modo, todas las propiedades físi­co-químicas de los cuerpos se determinan, principalmente, por sus conexiones internas, por el carácter de las interac­ciones entre las micropartículas que los integran.

    Sin embargo, el sistema permanece estable mientras que la energía de las acciones exteriores no supere a la energía de sus vínculos internos. En caso contrario, se produce la contradicción entre la vieja forma de organización del sis­tema y las acciones dadas. La solución de esa contradicción conduce al cambio de las propiedades del sistema, o bien a la transformación radical de su estructura.

Habitualmente, el desarrollo de todo sistema está deter­minado tanto por los factores internos como externos, indi­solublemente ligados entre sí. Por ejemplo, la superficie de nuestro planeta se ha formado bajo la influencia de los pro­cesos tectónicos en las profundidades de la Tierra y las ra­diaciones solares, que provocan numerosos fenómenos en la atmósfera. En el desarrollo de los microbjetos, de los cuerpos macroscópicos, de los organismos vivos y de los fenómenos sociales también tiene lugar la unidad de los factores inter­nos y externos. Con la particularidad de que las contradic­ciones y los nexos internos constituyen siempre la fuente del autodesarrollo del sistema, mientras que los nexos exteriores son la condición para que se realice esa tendencia interna, para que de posible se convierta en real. Por ejemplo, en las partículas elementales, los átomos y las moléculas está im­plícita como posibilidad la tendencia a la ilimitada compli­cación de las conexiones y formas del movimiento, a la for­mación de especies altamente organizadas de la materia, incluidos los seres vivos. Sin embargo, esta posibilidad actúa en el caso únicamente de que existan condiciones físico-quí­micas propicias, necesarias para el surgimiento de comple­jas combinaciones y de la sustancia viva. Cuando esas con­diciones no existen, por ejemplo en las estrellas o en las nebulosas difusas, esa tendencia no pasa de ser una posibi­lidad.

        

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