miércoles, 1 de abril de 2015

Ciencias Naturales

El Hombre Como Primate

(Cuarta Parte)


M.F. Niesturj


PARA EL SISTEMA MUSCULAR del hombre es muy característica la musculatura facial mímica originalmente desarrollada, lo que está relacionado con su activi­dad funcional multifacética, alto desarrollo de la región motora y otras de la corteza cerebral, y también, con la adquisición y perfección del lenguaje articu­lado — E. Huber (1931); es muy diferenciado, por ejemplo, el músculo de la risa y la parte transversal del músculo nasal; la musculatura mímica, según este autor, sigue desarrollándose en las regiones de la glabela, supraorbitaria y peribucal. Al contrario, los músculos masticadores en el hombre en comparación con los grandes antropoides son débiles, lo que se relaciona con la disminución en éste del aparato maxilar. En la mano señalaremos el flexor largo propio del dedo gordo, que se diferenció del flexor común de los dedos.

En el esqueleto del hombre es característica la presencia de 12 pares de cos­tillas (en el embrión 13), de las cuales 7 pares se insertan en el esternón, como en los antropoides; el húmero es más largo que el antebrazo y no más corto como en los gibones, en el húmero está más expresada la línea áspera, lugar de inser­ción del músculo deltoides; está ausente el orificio epicondíleo; el hueso central del carpo se fusiona con el escafoides, como en los antropoides africanos. La en­trada pelviana es particularmente ancha y grande en las mujeres, lo que se puede relacionar con la función de la procreación: el feto humano maduro dispone de un encéfalo voluminoso y en correspondencia con eso, de una cabeza grande.

Para el cráneo humano son muy características, ante todo, las grandes dimen­siones y el volumen de la caja cerebral, con la parte facial débilmente desarro­llada: la proporción de las áreas de proyección de la segunda en la primera, al examinar el cráneo en la norma lateral es igual a 25-45, y para el chimpancé es de 100-130. La parte facial se dispone, parcialmente, bajo la caja cerebral, y no por delante de ésta, como en los demás primates. El hueso frontal es alto y se encuentra en una posición más o menos recta y no se extiende tan lejos hacia atrás como en los monos; los arcos superciliares, como en el orangután o gibón, están desarrollados débilmente, en comparación con el poderoso toro supraorbitario en el gorila o chimpancés. Los huesos parietales, en el hombre, ocupan un área mayor que en los monos del Viejo Mundo; las líneas temporales están desarrolladas débilmente y están bastante separadas una de la otra; la cresta occipital no se forma ordinaria­mente; se tiene el tubérculo occipital externo; el agujero occipital mayor, al estar el cráneo en la horizontal orbitario-auricular, se encuentra bajo un ángulo de 7 a +16°; y en los antropoides este ángulo varía de +19 a -f45°. El hueso tem­poral tiene las apófisis bien formadas — la estiloides y mastoides; la fosa arti­cular es profunda; en la región del pterión el hueso temporal, como regla, entra en contacto con el ala mayor del hueso cuneiforme, como en los gibones y oran­gután, mientras que en el gorila y chimpancé, en mayor parte, se encuentra el pterión frontotemporal.

En la composición de la parte facial está desarrollado comparativamente débil el aparato maxilar, debido a lo cual se formaron las fosas caninas y comen­zaron a sobresalir no sólo los huesos nasales, que se fusionaban entre sí, sino tam­bién la espina nasal anterior; las filas dentales constituyen un arco en forma de herradura (el índice palatino es 63,6-94,6 contra 42,2-54,0 en los antropoides); está la prominencia mentoniana; el orificio nasal (piriforme) es ancho; las sutu­ras entre los huesos maxilares superiores e intermaxilares o incisivos ya se soli­difican en el período embrionario; el hueso cigomático no está desarrollado fuertemente. Según la forma, el cráneo varía mucho desde la dolicofalía hasta la braquicefalía. Los homínidos antiguos y muy antiguos, en su mayoría, tenían crá­neos dolicocefálicos, la frente baja, huidiza, toros supraorbitarios y occipitales y también el aparato maxilar más potente; la prominencia mentoniana y las fosas caninas estaban ausentes; la máxima anchura de la caja cerebral era en la parte inferior del cráneo en las formas más antiguas, y en las antiguas en su parte media, mientras que en el hombre contemporáneo la máxima anchura se encuentra en la parte superior, a nivel de los tubérculos parietales.

El encéfalo tiene una serie de diferencias esenciales, incluso, del encéfalo de los antropoides, según las dimensiones y estructura compleja. Su peso absolu­to es 2-2 1/2 veces mayor que en el gorila; el peso relativo también es grande, cerca de 1 : 35 (en el chimpancé 1 : 90, en el gorila 1 : 220). El producto de los pesos absolutos y relativo, es decir, el índice cuadrado del encéfalo es igual en el hombre a 32,0; en los grandes antropoides es de 2,03-7,35; en los gibones, 1,28- 2,51; en los macacos, 0,56-2,22; en los de cola prensil, 0,55-8,40; en los lemúri­dos, 0,13-1,37; en el elefante, 9,82; en los ungulados, 0,17-1,14; en los carnívo­ros, 0,09-1,14; en los quirópteros, 0,08-0,18; en los roedores, 0,01-0,19; en los insectívoros, 0,01-0,06; en los didelfos 0,01-0,17. Estos datos subrayan más brus­camente la preponderancia del hombre sobre los demás mamíferos (Ya. Roguinski, 1933).


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