La literatura debe ubicarse en el Área de
Formación Artística
Julio Carmona
La mitología clásica hermana a las musas y a las
artes; y tanto social como culturalmente –al menos en la civilización
occidental– también se hermanan las diversas artes que componen los sistemas
artísticos. Este hecho fundamental de nuestra tradición cultural, esta
contigüidad de producción y de recepción artísticas, resulta que después se
desvincula en la organización, programaciones y curricula escolares. Frente a tal desaguisado, se trata de poder
sugerir una fórmula de interdisciplinariedad que venga a globalizar y
sintetizar muchos de los objetivos culturales y de la metodología comparada de
la literatura, tal como desearíamos que se conjugaran en un curriculum humanístico. Alfred WHITEHEAD, reflexionando en torno al
“sentido del valor” dice que éste “impone a la vida tareas increíbles, y sin él
la vida se hunde en la pasividad de sus tipos inferiores.” Y agrega que: “La
más penetrante demostración de esa fuerza es el sentido de la belleza, el
sentido estético de la perfección.” Y concluye WHITEHEAD de la siguiente
manera: “Este pensamiento me lleva a preguntar si en nuestra educación moderna
damos suficiente relieve a las funciones del arte.”
En los dominios de la metodología literaria
norteamericana, según Antonio MENDOZA FILLOLA, hay una escuela llamada
comparatística. Pues bien, para ella -dice- “no hay duda de que es objeto
propio de su estudio la consideración de las conexiones entre la literatura y
otras artes.” Y esta aserción la ratifica señalando que dicha escuela legitima
“definitivamente la comparación de obras artísticas que emplean ‘distintos
medios de expresión’, uno de los cuales será necesariamente literario.” Y
Antonio MENDOZA concluye diciendo que “en particular la escuela americana ha
insistido en la idea de que la separación de las artes es algo totalmente artificial.”
Se debe, pues, poner las cosas en sentido inverso del
que hasta ahora se las ha puesto; si estaban con los pies para arriba y la
cabeza para abajo, hay que ponerlas con la cabeza para arriba y los pies para
abajo. Si se está mezclando ciencia y arte (comunicación, lengua y literatura)
en una sola asignatura o área, pues hay que separarlas; si se mantenía aislada
a la literatura de las otras artes, pues hay que integrarlas de manera
interdisciplinar: es más lógico que la literatura coordine con las otras artes
sus acciones de carácter formativo y sus objetivos para formar la dimensión
estética del ser humano, que lo haga de manera inorgánica con la lengua. Y esto
no quiere decir que no esté contribuyendo a afinar o apuntalar la lectura
común. Todo lo contrario, pero debe hacerlo sin confundirse con ella, como si
fueran una y la misma cosa. Por lo demás –como dice LOMBARDO-RADICE: “Todo
maestro en cuanto educador, dentro de su materia especial, ayuda a la
sinceridad de la expresión, es decir, actúa como maestro del idioma.” Aun cuando resulta típico que la formación en
lectura y escritura (y el “aprender a aprender”) sea cargada a la responsabilidad
del profesor de lengua, lo cierto es que “todos los docentes son responsables
de la buena comunicación.” Y, lo más importante, si
el curriculum impuesto, si los planes
y programas del Ministerio desnaturalizan las materias pedagógicas, pues éstas
deben ‘naturalizarse’ o deben ser ‘naturalizadas’ por los docentes
especialistas en ellas. Sentencia Wilhelm
DILTHEY: “... los reglamentos escolares sólo pueden dar reglas en general, y
enseñar sólo los buenos y capaces maestros.” De tal manera, pues, que el separar la literatura de
las disciplinas científicas (que son
la lengua y la comunicación) no implica convertirla en privilegiada y asignarle
una ubicación aislada que, por un lado, podría estar congestionando la
distribución horaria o reclamando un incremento en el número de docentes. Y no
es así. Porque suponiendo la existencia de dos docentes de Lengua/Literatura en
un centro educativo. Lo primero que se haría es la especialización de cada uno
en una sola de ellas. Y si cada docente (A y B) tenía cuatro horas en un aula
respectiva (A-1 y B-2), al asignársele, a cada uno, sólo una especialidad, lo
que harían es intercambiar dos de sus horas, de tal manera que en cada una de
las aulas (1 y 2) cada profesor va a dictar sólo dos horas; pero el aula
siempre tendrá las cuatro horas que le correspondían.
Por otro lado, con esta propuesta busca adecuar la
esencia artística de la literatura con las disciplinas que le son afines:
música, teatro, pintura, etc., de tal manera que el profesor de Literatura
tendría nexos de coordinación con los profesores de las otras artes (música,
dibujo, teatro, etc.), dentro del Área (bien implementada) de Formación
Artística. Es tan válida la existencia de un área de “Formación Artística”,
como lo es para a los especialistas del MED el que exista un área de “Formación
religiosa”.
Esta nueva integración de la literatura no significa
que, así como decimos “se pierde en el curso de Lengua”, también ocurra su
difuminación en los cursos de arte. Lo positivo de esta integración es, justamente,
que se puede desarrollar un trabajo interdisciplinar coherente y articulado, no
sólo entre las mismas disciplinas artísticas del nivel secundario, sino con el
Área de Formación Artística del nivel primario. Y, desde luego, también y de
manera especial, en los curricula de
nivel superior (de formación pedagógica) la propuesta de cambio tiene que
plantearse en concordancia con los niveles precedentes, destacando la
independencia de las sub-áreas de Lengua y Literatura, que al constituir áreas
autónomas darían por resultado la formación de especialistas en cada una de
ellas.
Esta reubicación de nuestra materia exigirá también
una nueva adecuación de la formación estética (en los casos en que exista);
debiendo realizarse con profesores que estén idóneamente preparados para eso. Y
el especialista en literatura sí tendrá que estarlo. Pero, para esto,
previamente tiene que hacerse esa distinción y adecuación de la especialidad
desde la formación magisterial, pues aquello no se podrá lograr en una
“especialidad” ya saturada por su doble dimensión. ¿Cómo incluir una línea más
de formación estética en los planes de estudio de esa doble especialidad? Y,
sin embargo, se pretende que la asignatura de literatura, con la fisonomía
actual de “lengua y literatura”, cumpla con ese objetivo de formación estética;
y, por supuesto, se le atribuyen exclusivamente a ella las fallas en ese
sentido y se pretende decretar su “inutilidad”, rondando en las intenciones de
los especialistas del MED la tentación de prescindir de ella.
Se trata, pues, en definitiva, de identificar lo
esencial de la literatura: su cualidad artística, para –de ahí– establecer la
oposición que obligue a separarla de asignaturas cuya esencia es el
conocimiento racional: la comunicación y la lengua. Establecida la autonomía
artística de la literatura, se podrá, entonces, desarrollar la fundamentación
de su naturaleza y función artísticas, con lo que nuestra disciplina estará
facilitando el desarrollo de la sensibilidad estética, en tanto las otras artes
–por constituir lenguajes autónomos– impiden una comprensión o asimilación
viable de los niveles de la estética como fundamentos imprescindibles en la
formación integral del ser humano. No debe olvidarse que cada arte desarrolla
su propio lenguaje (existiendo así un lenguaje pictórico, un lenguaje musical,
un lenguaje cinematográfico, etc.). La literatura, por usar el lenguaje –o la
lengua– común a todos, permite un mejor desarrollo de la valoración estética o
poética y de la apreciación artística en general, en tanto a sus usuarios, para
alcanzar cierta sensibilidad en relación con las demás artes, no tienen que
verse obligados a dominar sus lenguajes específicos. La literatura, pues,
posibilita hacer más comprensivo el entendimiento de lo que es el fenómeno artístico
y, en ese sentido, su integración con las otras artes se justifica más que con
la comunicación o con la lengua. Y de esta manera –con esa redefinición de
ambas disciplinas– se estará apuntando al desarrollo de la calidad educativa,
tan pregonada –y a la vez tan venida a menos– en los últimos años.
Algo similar a lo expresado hasta aquí puede hacerse
extensivo al estudio de la literatura en su dimensión nacional y universal; es
decir, se trata de hacer que ambas dimensiones sean adecuadas a las necesidades
de los educandos. Y hacer que tanto el arte como la literatura no constituyan
cúmulos de conocimientos predigeridos cuya “memorización” hay que realizar de
manera compulsiva, sino que su comprensión pase por el trato directo con las
obras nacionales para seguir su progresión hacia el arte y la literatura
universales. No se trata –de ningún modo– de vedar el acceso a la cultura
artística y literaria universal. Todas las latitudes artísticas no deben sernos
extrañas. Pero en tanto todas tienen nexos comunes (teóricos, técnicos,
históricos, hermenéuticos, exegéticos, etc.) propiciar el acceso a éstos a
partir de la producción propia debería ser lo recomendable, como dice Hilda
TABA:
es posible enseñar o aprender literatura
norteamericana de una manera que amplíe la apreciación de todo tipo de
literatura, del mismo modo como estudiar un desierto puede contribuir al
conocimiento de todos los desiertos.
No se trata –reiteramos– de incentivar un espíritu
xenófobo. El arte y la literatura foráneos no deben sernos extraños, deben
hacérsenos cercanos, hermanos. Pero no debe empezarse por ellos para introducir
a nuestra niñez y juventud en el dominio
de lo artístico. La preferencia debe cargarse hacia las manifestaciones nacionales
(y/o americanas), empezando por las populares, analizando sus canciones:
valses, huaynos, sambas, cuecas, tangos[1], incidiendo en las creaciones de dominio público,
cuya oralidad las hace ser más cercanas a la idiosincrasia del alumno, y cuyo
anonimato nos libra de incidir demasiado en las contingencias biográficas que,
muchas veces, suelen desviar la atención del verdadero objeto de estudio.[2] Sería digno de aclarar por qué los especialistas en
literatura reconociendo el valor de la literatura popular siempre postergan su
estudio o la sistematización de su estudio (se nos ocurre pensar en Washington
DELGADO y Antonio CORNEJO Polar).[3] Y, en realidad, esa incidencia en la 'literatura
popular' haría más viable el tránsito al dominio de la llamada “literatura
culta” –tanto en su teoría como en su práctica. E igual incidencia podría hacerse respecto de las
otras manifestaciones artísticas: No
empecemos por Bach –con toda su importancia y bondad estética–,
hagámoslo por el vals o el huayno que son modestos sensibilizadores musicales;
no empecemos por las venus y los apolos griegos, hagámoslo por la Venus de
Frías o el Señor de Sipán.
Volviendo a nuestra preocupación por lo estético y la
importancia del papel que juega la literatura en su fundamentación, y ambos en
la formación en valores de nuestra niñez y juventud, queremos recordar lo dicho
por Daniel GOLEMAN sobre el particular: “Si existe un remedio, creo que debe
estar en la forma en que preparemos a nuestros jóvenes para la vida. En la
actualidad dejamos librada al azar la educación emocional de nuestros hijos,
con resultados cada vez más desastrosos. Una solución consiste en tener una
nueva visión de lo que las escuelas pueden hacer para educar al alumno como un
todo, reuniendo mente y corazón en el aula”. Porque –y para terminar– como lo
refiere una especialista en gestión educativa, “Además de los valores
personales [el sentido de confianza en sí mismo, la integridad, la búsqueda de
la excelencia y el coraje para fracasar sin perder autoestima] hay, por lo
menos, otros tres tipos de valores que requieren atención y énfasis en el
proceso educativo: los tecnológicos, los estéticos
y los sociales” (...) “Los aspectos de la experiencia educativa que fomentan
actitudes positivas sobre sí mismos y sobre valores técnicos, estéticos y sociales, no deben ser
dejados al azar, pues son parte importante de los planes y programas en
cualquier organización.”
Notas:
[1]“Es que el
único género lírico verdaderamente popular es la canción”, según André GIDE,
cit. por: MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel, op. cit., p. 56
[2]“Las madres de
las literaturas son analfabetas”, dice Ezequiel MARTÍNEZ ESTRADA, aludiendo al
origen popular de las literaturas cultas. Porque, siempre, según él, “el pueblo
es el sujeto y la cultura, el predicado”, (op. cit., p. 30), lo que traducido
al lenguaje poético, vallejiano, queda así: “Todo acto o voz genial viene del
pueblo/ y va hacia él.” VALLEJO, César, (1974). “España, aparta de mí este
cáliz”, en: Obra poética completa.
Lima: Mosca Azul Editores, p. 322.
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