viernes, 1 de agosto de 2014

Economía

Radiografía del Mensaje Presidencial

César Risso

Las medidas económicas y sociales anunciadas por Ollanta Humala en el mensaje presidencial a la nación del 28 de Julio del presente año, se pueden calificar de “manotazo de ahogado”.

El mensaje encubre los verdaderos objetivos de estas medidas (sortear la crisis y proteger la rentabilidad y con ello las ganancias de la burguesía nativa, así como de la imperialista), presentándolas como intención de mejora de la “calidad de vida” de los sectores en situación de pobreza y de pobreza extrema.

Desde la década del 30 del siglo pasado, el economista inglés Jhon Maynard Keynes, estudiando la crisis económica iniciada en 1929 en los Estados Unidos de Norteamérica, propuso como solución una mayor intervención del Estado en la economía. De modo que lo que nos proponen bajo el disfraz de la “inclusión social” y de “mejora de la calidad de vida”, no son más que las medidas que podrían, según la “ciencia económica burguesa”, evitar la crisis económica o suavizar sus efectos.

Todas las becas, que se presentan como generosas políticas sociales, no suponen otra cosa que la discriminación, esto es, favorecer a pequeños grupos, lo cual hace aflorar, detrás de las supuestas buenas intenciones de este representante político de la burguesía, la farsa de la llamada “igualdad de oportunidades” y de la “inclusión social”.

Si consideramos únicamente el marco del sistema capitalista, el intento sincero (pequeñoburgués) de mejorar las condiciones de vida de la población afectada por este mismo sistema (explotada laboralmente, así como la desempleada), incrementaría los impuestos directos, sobre todo a las utilidades, destinándolo a beneficiar a estos sectores, o aumentado las remuneraciones.

Toda la inversión pública se transforma en utilidades para las empresas privadas que ejecutan las obras, puesto que no hay producción capitalista que no busque ganancia. Si falta esta, la burguesía no invierte. De modo que el bienestar de la población tiene como filtro las utilidades de la burguesía, que además dependen de la rentabilidad, pues si esta es baja, la burguesía no tiene “incentivos” para invertir.

Desde un inicio el mensaje presidencial está plagado de falsedades, pero que a la conciencia burguesa aparecen como las perspectivas loables de quienes detentan el poder, loables a fuerza de defender la ganancia burguesa, y a las cuales por supuesto los explotados deben adherirse.

Se nos habla de “optimismo y esperanza”, que se está “[…] construyendo un Perú con Progreso para todos, con el firme propósito de avanzar hacia un futuro mejor”, que se está cumpliendo con “El desarrollo económico y el avance en la inclusión social”, etc.

El “optimismo” del que se habla en el Mensaje tiene que ver con la intranquilidad de la burguesía que ve peligrar sus negocios, pues saben que la crisis ya está en curso. La “esperanza” es la de las clases explotadas, a quienes les inducen a cifrar su bienestar en las decisiones burguesas de invertir. El desarrollo económico, hace referencia a las “mejoras” de las condiciones de vida, pero siempre en el sistema económico burgués.

En el mensaje se redondea la visión de país, diciendo que se busca construir “[…] un Perú líder en Sudamérica, sin pobreza extrema, con igualdad de oportunidades, con instituciones sólidas, orgulloso de su diversidad cultural y de las capacidades de su gente. Estas grandes tareas reclaman unidad, acción y confianza, porque un país en confrontación constante no llega a ninguna parte”.

Estas frases generales parecen querer convencernos de lo bien que estamos y del prominente futuro inmediato, lleno de bienestar. Pero ni bien tratamos de concretar estas expresiones nos encontramos con que en realidad la unidad de acción corresponde a los intereses burgueses; que debemos dejarnos explotar tranquilamente, porque la confrontación no nos lleva a ninguna parte; que la igualdad de oportunidades, es el libre mercado para que la burguesía nativa nos siga explotando al igual que la burguesía imperialista.

En el marco de la educación se nos dice que “nuestros objetivos son claros: el Perú del bicentenario debe contar con una educación de calidad, con docentes motivados y competentes, con ambientes que estimulen y faciliten el aprendizaje, y con una gestión orientada a que cada niño y niña alcance su máximo potencial”.

Ya sabemos que la educación burguesa, en todos los niveles, está en decadencia, y que la supuesta calidad a que se refieren es el adoctrinamiento en la convicción de que el libre mercado es el mejor asignador de recursos. Que la elección racional es la conducta del consumidor y del productor que nos conduce a ser cada vez “mejores”; racionalidad que se expresa en la corrupción y en las diversas formas de delincuencia.

Es esta educación la que pretenden profundizar. Una educación decadente, que es el sustento teórico de la conducta y aspiraciones burguesas, que es precisamente la que nos está llevando a un enorme colapso de la sociedad en su conjunto, no solo a nivel nacional sino a nivel planetario.

En cuanto a remuneraciones, se ofrece destinar al menos 1000 millones de soles en el 2015 para mejorar los salarios de los docentes. Esto significa, tomando como referencia la existencia de 300 mil docentes a nivel nacional, un aumento promedio al salario de 277 soles. Habrá que imaginar en cuánto puede mejorar la calidad de vida con semejante incremento salarial, y en consecuencia la “enorme” mejora de la educación que promete este gobierno.

En cuanto a infraestructura escolar, se han invertido en los últimos tres años 3000 millones de soles, y se añadirán 2500 millones de soles. En total 5500 millones de soles. Si tomamos como referencia una cuota de plusvalía de 300%, y  los datos del PBI del año 2013, se tiene que de esta inversión 3381 millones de soles quedarán en manos de la burguesía como ganancia, mientras que en manos de los verdaderos creadores de la riqueza, los trabajadores, quedará 1127 millones de soles de remuneraciones, en las que una buena parte queda en manos de los funcionarios, gerentes, y profesionales en general.

Se señaló también que la inversión total en infraestructura, en lo que va del gobierno hasta su culminación, será de 11800 millones de  soles, lo que equivale a ganancias para la burguesía de 7254 millones de soles.

Se nos dice que, en este gobierno, un millón de peruanos han dejado de ser pobres. Al respecto sabemos que este dato depende de la forma de medición de la pobreza. Según el Índice de Pobreza Multidimensional, existen en el Perú 3,6 millones de pobres no visibles para el Estado[1].

Las llamadas “megaobras” de las que se jacta el gobierno que se han realizado en estos primeros tres años, equivalen a 19 mil millones de dólares. Esto ha significado 11679 millones de dólares de ganancia para la burguesía nacional e imperialista.

Otro de los aspectos que esgrime como positivo el actual gobierno se refiere a los acuerdos comerciales. “Hoy el Perú cuenta con 17 acuerdos comerciales vigentes, que cubren el 95% de nuestro comercio exterior. Esta cifra deberá incrementarse hacia el 2016 con la entrada en vigor de 6 nuevos tratados, 4 de los cuales están actualmente en negociación”.

Resulta que si consideramos la productividad de Perú y la de los Estado Unidos de Norteamérica, por cada 100 horas de trabajo en el Perú en el intercambio comercial recibimos 16 horas de trabajo de EEUU. Esta es la situación que se refuerza en los acuerdos comerciales, y que en consecuencia es un agravante más para las clases explotadas de nuestro país[2].

En la propuesta de nuevas inversiones de este gobierno, que como hemos visto apuntan a generar ganancias para la burguesía, no se dice nada de la grave situación de los trabajadores con respecto a que la Remuneración Mínima Vital (RMV) está por debajo de la Canasta Básica Familiar; ni en relación a la tasa de incumplimiento de pago de la RMV, que es de 50% en promedio a nivel nacional; ni de el exceso de horas trabajadas semanalmente, que en Lima Metropolitana y el Resto Urbano es en promedio de 73 horas, situación en la que se encuentra la tercera parte de los trabajadores[3].

Con seguridad habrá quienes consideren que nuestra crítica es “destructiva”, cuando lo que necesitamos es la unidad de la nación para superar la crisis que nos afecta a todos, y que por lo tanto debemos procurar realizar una crítica “constructiva”. Sin embargo, no se nos ocurre proponer medidas que puedan mejorar la economía capitalista, que se basa en la explotación de los obreros y campesinos. Por ello nuestra crítica va dirigida a las bases mismas de este sistema. Y nada nos complacería más que ver a este sistema caer definitivamente, y con ello sentar las bases para una economía socialista.




Notas:
[1] César Risso. Reducción de la Pobreza y Capitalismo en el Perú. http://creacionheroica1928.blogspot.com/2013/06/economia.html
[2] César Risso. Productividad Laboral y Comercio Exterior. http://creacionheroica1928.blogspot.com/2014/06/economia.html
[3] César Risso. Explotación Burguesa y Lucha del Proletariado. http://creacionheroica1928.blogspot.com/2014/04/economia_30.html



El Mundo: Situación de la Hegemonía

Galileo Flores


Luego de la caída del Muro de Berlín quedó en claro la única hegemonía de EEUU en la geo-política mundial. Sobre la base hegemónica del Dólar en la economía, la gran potencia imperialista quedó al mando del mundo imponiendo su primacía político-militar.

Con el desarrollo de países emergentes en el inicio del nuevo milenio, la situación está cambiando cada vez más. El mundo unipolar está quedando atrás. China y Rusia se han levantado como nuevos referentes.

Los organismos financieros como el FMI y BM, han dejado de tener el poder sobre las finanzas en el mundo. Muchos países como Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua en América Latina, dependen cada vez menos de la dirección yanqui, y desarrollan sus propios destinos capitalistas. Asimismo sucede en Asia, Medio Oriente y Europa.

Nada dura para siempre, todo está sujeto a un cambio constante. Hoy en día vivimos una mayor confrontación entre los diferentes actores del mundo financiero. Cada vez son mayores los capitales dedicados a la usura y defensa del orden mundial. Veamos brevemente el caso de Argentina y los fondos buitres. Debido a su nueva política económica Argentina se sostiene como una economía productiva que vive de su Producto Interno. La deuda externa que está pagando con  recursos propios no requiere como en el pasado siglo de nuevos endeudamientos que es una de las formas principales del imperialismo para mantener sometidos y sujetos a los países menos desarrollados. Las deudas contraídas por el estado Argentino antes de Kishner se han venido pagando regularmente con fondos propios. Si Argentina definiera no pagar caería de Defauld, pero eso no aconteció hasta ahora porque cuenta con reservas que superan los 30,000 millones de dólares.

Como sabemos, un tribunal norteamericano obliga a la Argentina a pagar a los fondos buitres. Además define que no puede pagar a sus acreedores formales mientras no se le cancele a los fondos buitres. Más del 90 % de sus acreedores están cobrando gracias a acuerdos previos, y la justicia norteamericana sanciona que no se les siga pagando. ¿Cuál es la intención? Que Argentina no pueda pagar y caiga en el cuco del defauld. Aspiran a un ajuste de cuentas a su antigua semicolonia.

Todo el mundo se ha solidarizado con la postura Argentina de respetar los acuerdos con los acreedores, y ha repudiado a los pequeños sectores financieros que pretenden seguir a la antigua sometiendo a los estados débiles. Estos pequeños sectores se dedican a comprar bonos de la deuda de países en quiebra tal como lo estaba Argentina a inicios de los años 2,000. Han pasado 14 años y no quisieron participar de los acuerdos de pago como lo han hecho más del 90 %. Ahora la justicia norteamericana obliga a pagar más del  1,500 %. Acto que no puede ser aceptado ya que si se les paga en estas condiciones, con justa razón los demás bonistas aspiraran también a una reestructuración de la deuda, lo que ahí sí la haría impagable.

En este contexto interviene China y ofrece a la Argentina 10,000 millones de dólares en moneda china. Sabemos que China se ha constituido en el mayor comprador de materias primas a América Latina, y en el mayor inversor en proyectos de producción. En Europa se vive una lucha por defender el Euro y depender cada vez menos del dólar. Está llegando el fin de la única supremacía del dólar que además es una moneda sin respaldo en Oro como lo era antes, se emite sin ningún tipo de control mundial.

Si a esto agregamos el incondicional apoyo de los yanquis a sus colegas sionistas en su bárbara guerra contra Palestina, vemos un pronto apocalipsis del imperio yanqui.

Los pueblos y países del mundo reclaman por un mundo mejor.


Cambios y Grietas en la Economía Mundial y la
Rivalidad Entre las Grandes Potencias.
Lo Que Está Pasando y Qué Consecuencias Podría Traer*

(Segunda parte)

Raymond Lotta

II. El Desarrollo Capitalista de China y su Ascenso en el Sistema Imperialista Mundial: Naturaleza e Implicaciones

Se están dando importantes virajes en la distribución del poder económico mundial entre las grandes potencias imperialistas. Están surgiendo nuevos bloques geoeconómicos de países. Crece el potencial de que varias potencias, o alianzas de potencias, se adjudiquen una mayor capacidad geopolítica de desafiar el dominio estadounidense, no necesariamente mediante una confrontación directa en este período sino de maneras más estratégicas. Estos sucesos se están compenetrando con otras contradicciones, conflictos y luchas en el mundo.

Estados Unidos aún ocupa la posición primaria en la economía mundial imperialista. Es la mayor economía; el pegamento financiero de todo el sistema mundial; y el “garante” político-militar de un orden mundial del que se benefician todas las grandes potencias, al menos por ahora.

La posición económica de Estados Unidos en el mundo ha estado en declive. Pero el imperialismo estadounidense tiene un poderío militar sin paralelo en relación a sus rivales y aspirantes a rival. Desde 2001, ha estado aprovechando esta ventaja lanzando una ofensiva militar mundial, centrada en Irak y Afganistán, para amarrar un dominio indiscutible para décadas por venir.
Pero se está topando con dificultades en la realización de esta agenda, su sistema financiero ha estado padeciendo mayores trastornos, y los cambios y movimientos de la economía mundial están afectando su libertad de maniobra.

En resumen, el sistema imperialista está en un estado de cambio, en que China es un elemento altamente dinámico.
La naturaleza del desarrollo de China y las implicaciones de su ascenso en el sistema imperialista mundial, es el tema de esta entrega.

I. Introducción: No Es Una Sociedad Socialista, Una Compleja Dinámica de Desarrollo

Mucha gente supone que China es una sociedad socialista, pues sus líderes describen el sistema como socialista y hay, de nombre, un partido comunista gobernante. Pero el socialismo ya no existe en China. Fue derrocado en octubre de 1976. Deng Xiao-ping y otras fuerzas neocapitalistas dirigentes en el Partido Comunista de China dieron un golpe de estado militar poco después de la muerte de Mao. Sin demora, arrestaron el núcleo de dirección maoísta y reprimieron la oposición revolucionaria.

Una nueva clase capitalista gobierna a China. Está subordinada al imperialismo y dominada por él. El imperialismo ha penetrado profundamente en la sociedad y economía de China: mediante inversiones de las trasnacionales… actividades financieras mundiales… la influencia de organismos controlados por los imperialistas como el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio… y las esferas de cultura e ideología.

China depende del imperialismo: de las enormes entradas de capital de inversión en la economía, y del acceso para sus productos de exportación a los mercados de los países capitalistas avanzados, como Estados Unidos, Japón y Alemania. Este factor es lo que más ha estado determinando y lo que más está determinando el desarrollo capitalista de China.

A su vez, como China ha sido un ambiente tan lucrativo para las inversiones imperialistas, a causa de su enorme reserva de mano de obra superexplotable, que es su “ventaja competitiva” en el sistema mundial, su economía ha estado creciendo rápidamente. A medida que continúa este proceso y sus gobernantes han tomado medidas para fortalecer su base de poder e iniciativa, China ha cobrado mayor influencia y apalancamiento. Este proceso ocurre en un marco en que el imperialismo, sobre todo el estadounidense, domina a China.

Con mayor frecuencia, los gobernantes chinos trabajan para abrir espacios y promover sus propios intereses geoestratégicos en ese marco y sobre la misma base fundamental: la bárbara explotación de la fuerza de trabajo asalariada. Pero en este proceso, los gobernantes capitalistas están desafiando un marco que principalmente ha estado beneficiando al imperialismo estadounidense.

Es posible que China esté en una transición a ser una potencia imperialista. Pero el que lo haga o no, será producto de más que los factores económicos y desde luego no simplemente de los factores internos de China. Más bien, el proceso dependerá de diversos sucesos militares, políticos y económicos interdependientes en el sistema mundial, como acontecimientos imprevistos: crisis, guerras, la lucha de clases en China y en el mundo, y revoluciones.

En términos generales, una compleja dinámica de dependencia y creciente poder está modelando el desarrollo de China y su ascenso en el sistema imperialista mundial, la cual a su vez está afectando este sistema. Cómo todo eso se desenvolverá no está predeterminado, pero ya es una importante grieta o falla delimitante en el mundo.

II. El Rápido Crecimiento de China: Impulsado por el Capital Extranjero, Dependiente de Exportaciones

China es ahora la segunda economía en magnitud del mundo después de Estados Unidos. Su tasa de crecimiento ha sido la más rápida entre todas las grandes economías del mundo: promedia un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de casi 10% en las últimas dos décadas. En contraste, la tasa media anual de crecimiento de los países imperialistas fue 2-4%. El PIB de China, la producción de bienes y servicios, se duplicó entre 1990 y 2005. Sin embargo, China sigue siendo un país pobre, con una producción (e ingreso) por persona muy por debajo de aquellos de los países capitalistas avanzados.

Puede que la tasa de crecimiento e industrialización excepcionalmente alta y sostenida de China en las últimas dos décadas no tenga precedente en la historia del capitalismo. Lo que es más, este crecimiento sostenido a) lleva a un enorme aumento de capacidad productiva de China; b) afecta profundamente la trayectoria del desarrollo del capitalismo global; y c) contribuye al rápido ascenso de China como potencia económica mundial.

A. China en la economía mundial

China está llegando a ser el centro de gravedad del proceso manufacturero mundial. En los últimos años, ha estado entre las cinco mayores receptores de inversión extranjera; y es el mayor destinatario de inversión industrial extranjera. Ha sido el motor de crecimiento de la economía imperialista mundial. Consume del 20 al 25% de las reservas mundiales de hierro, acero, aluminio y cobre. Representa un tercio del aumento de la demanda mundial de petróleo.

Está profundamente metida en la economía mundial. Es el mayor tenedor extranjero de dólares del mundo. Compite por las materias primas y energéticos de África y otras partes, con Estados Unidos (y otras potencias imperialistas). Está surgiendo como una fuerza geoeconómica más y más agresiva en el mundo. El imperialismo estadounidense, por su parte, ha estado ubicando a China como un competidor y rival potencial a largo plazo.
El rápido crecimiento de China está entrelazado con enormes entradas de capital de inversión extranjera:

  • El capital extranjero controla la mayoría de los activos de 21 de los 28 sectores industriales líder de China.
  • Para comienzos del nuevo siglo, las transnacionales como General Electric representaban un tercio de la producción industrial china.
  • Las empresas en que se invierte capital extranjero representan casi 60% de las importaciones y exportaciones chinas.

Las inversiones por capitales extranjeros en China han creado enormes complejos de producción en las zonas costeras, adonde va el 80% de toda inversión extranjera. En los últimos 20 años, unos 200 millones de trabajadores rurales se han mudado a zonas urbanas para encontrar trabajo. Este ejército de migrantes superexplotables, de salarios bajos y discriminación en alojamiento y servicios, satisface las necesidades de estos complejos de producción.

Se ha invertido fuertemente el capital extranjero en China en productos manufacturados de bajo costo y bajo valor, como prendas de vestir. China también produce productos electrónicos y de tecnología de informática, y ahora es el mayor exportador a Estados Unidos de computadoras, aparatos electrónicos de computación y otros productos afines. Pero una alta proporción de esas exportaciones supone montaje en fábricas de propiedad extranjera en China u operaciones subcontratadas a los capitalistas de China que usan componentes de alta tecnología manufacturados fuera de China. Esto es un ejemplo del desarrollo distorsionado de China.

China es el mayor receptor de inversión directa extranjera en el tercer mundo. Y las empresas extranjeras consiguen ganancias excepcionalmente altas de sus operaciones en China. Como muestra la Gráfica 1, las tasas de rendimiento de las inversiones estadounidenses en manufacturas en China son el doble del nivel de inversiones comparables en países de la Unión Europea (UE), y mayor que en América Latina.
Otro ejemplo del desarrollo regido por el imperialismo: cuando el capital imperialista subcontrata a empresas chinas, las ganancias fluyen desproporcionadamente hacia el imperialismo. Mira el caso de un iPod vendido en Estados Unidos por $299. Solamente $4 se quedan en China con las empresas que arman los aparatos, mientras $160 van a las compañías estadounidenses que los diseñan, transportan y venden al por menor.

El capital internacional ha moldeado la economía china y la ha integrado como un eslabón clave en el sistema regional de Asia oriental de producción de altas ganancias, orientada a la exportación.
China depende en alto grado del mercado estadounidense, que es el principal receptor de sus exportaciones. Así que la vitalidad de la economía china depende mucho del crecimiento de la demanda en el mercado estadounidense, demanda que cada vez más se financia con deuda. China también depende de los mercados de exportación de otra manera: tiene que aumentar de manera exponencial las exportaciones para pagar la creciente cuenta por concepto de la importación de energéticos, minerales, alimentos, productos semiacabados, bienes de capital (como maquinaria) y bienes suntuarios para sus nuevas clases acomodadas.

B. Algunos antecedentes históricos y los crímenes de los nuevos gobernantes capitalistas chinos

En el siglo XIX, el capitalismo occidental llegó a dominar a China por medio de guerras, la imposición de tratados desiguales y la partición de China en esferas de influencia extranjera. La penetración económica y militar de potencias extranjeras siguió brutalmente: la presión económica estadounidense a “abrir” el mercado chino; la agresión y ocupación japonesas en los años 30, y el apoyo de Estados Unidos para las fuerzas corruptas y reaccionarias de Chiang Kai-Shek en la guerra civil china de 1945-49. China había perdido la soberanía, y su desarrollo económico fue deformado y truncado por la dominación imperialista.

La revolución china de 1949-76 lo cambió todo. Rompió el férreo control extranjero. Destruyó los cimientos del gobierno explotador y corrupto de terratenientes y capitalistas burocráticos. Los recursos de China ahora sirvieron las necesidades del desarrollo general. Bajo la dirección de Mao, China construyó una economía autosuficiente y equilibrada. Se construyó una base industrial moderna. El transporte y las centrales eléctricas, parte de una nueva infraestructura creada por los esfuerzos colectivos de la sociedad, sirvieron este desarrollo equilibrado. Se dispersó la industria a los pueblos y aldeas. Se establecieron las comunas en el campo: se llevó a cabo la agricultura cooperativamente a niveles diferentes, campesinos se unieron para construir enormes sistemas de irrigación y control de inundaciones, se ofrecieron servicios de salud y educación a bajo costo. El resultado fue una fuerza de trabajo calificada y sana.

Después de derrocar el socialismo en 1976, los nuevos gobernantes capitalistas básicamente abrieron a China y la entregaron al capital extranjero. El imperialismo, junto con los nuevos gobernantes capitalistas de China, le sacaron provecho al desarrollo socialista del pasado y lo transformaron en beneficio de la acumulación de capital. El nuevo régimen les quitó los derechos a los obreros y los convirtieron en esclavos asalariados para el capital extranjero y nacional. Desmantelaron las comunas; y los campesinos desterrados o sin capacidad de mantenerse de la agricultura emigraron por desesperación (y el aliciente de ingresos más altos) a las ciudades en las regiones costeras en auge donde se convirtieron en una casta de obreros flexibles, superexplotados y desechables. La infraestructura construida durante el período socialista hacía de una especie de subvención al desarrollo regido por el imperialismo.

C. La burguesía china y el sector estatal

Un sector de la burguesía basado en el estado está en el núcleo del poder de China. Gobierna por medio de su instrumento político, el Partido Comunista de China, un partido que no tiene nada que ver con el socialismo ni el comunismo. Regula la política monetaria y de impuestos. Está vinculado estrechamente al capital extranjero y depende de él, y está integrado con el gran capital privado nacional. Tiene el mando del ejército y de la fuerza represiva del poder estatal, y usa este poder con brutalidad contra las masas, como vimos en la supresión de los estudiantes y obreros en las protestas en la Plaza de Tiananmen en 1989.

El sector económico estatal incluye empresas industriales y bancos paraestatales (propiedad del gobierno), y representa aprox. 35% de la economía. El sector capitalista privado de la economía está creciendo mucho más rápidamente, y se ha privatizado una buena parte del sector estatal. Desde 1995, se ha reestructurado mucho el sector estatal. Ha eliminado gran cantidad de empresas y despedido a decenas de millones de empleados. Pero un núcleo de empresas estatales domina una buena parte de la industria pesada e importantes sectores servicios. Este sector estatal sigue siendo una base económica del poder de esta parte dominante de la burguesía.

El control estatal sigue siendo muy fuerte en los sectores bancario y de seguros, aunque hayan vendido acciones a inversionistas internacionales privados.

En el marco de la dominación del imperialismo y la dependencia de la tecnología importada, el estado chino ha estado dirigiendo estratégicamente, en cierta medida, el desarrollo de China. Una meta suya es que China “suba” la escalera manufacturera a un nivel de producción más sofisticada. China está produciendo más bienes intensivos en capital y realizando más procesos de manufactura modular (de tecnología avanzada, estandarizada), etc.

La clase dominante china pretende expandir y diversificar la base industrial-tecnológica e influenciar los patrones de desarrollo.

Una industria automotriz, encabezada por el capital extranjero (compañías como Volkswagen y GM), se desarrolla rápidamente en China. Pero como condición para entrar en el mercado chino, el gobierno requiere transferencias sin precedentes de tecnología de las corporaciones transnacionales. El régimen ha insistido que sus productores automotrices nacionales mantengan empresas conjuntas con sus socios competidores extranjeros.

De manera muy importante, China está invirtiendo en investigación y desarrollo en gran escala y a largo plazo. El gobierno está promoviendo compañías privadas y estatales nacionales a que sean líderes nacionales de industrias como computadoras y telecomunicaciones.

Los gobernantes pretenden convertir el desarrollo dominado por el imperialismo extranjero en una base para fortificar su posición como potencia económica mundial y de la cual proyectar y amplificar ese poder a escala mundial.
Sin embargo, el veloz desarrollo de China tal como se ha desenvuelto sigue siendo dominado por el capital extranjero y depende de los mercados internacionales. Es vulnerable a fluctuaciones de la demanda del mercado mundial. Tiene que atraer a capitales extranjeros, que constantemente buscan zonas de producción de costo aún más bajo, de México… a China... a Vietnam. Este proyecto requiere y valora la estabilidad social y política de la sociedad y la economía pero, al mismo tiempo, ha generado distorsiones agrícola-industriales extremas y agudas y enormes desigualdades regionales y sociales. La brecha de ingresos entre las zonas urbanas y rurales, según algunos estudios estadísticos, es mayor que ningún otro país del mundo, y esto es un factor profundamente desestabilizador.

D. La realidad

El crecimiento rápido con bajos costos y altas ganancias es un importante objetivo de la clase dominante. Se basa en la explotación de la fuerza de trabajo asalariada y la mano de obra de los campesinos, y la sangre y los huesos del pueblo chino. Es un desarrollo económico caótico, ruinoso y desastroso para el medio ambiente.

Cinco de las ciudades más contaminadas del mundo están en China. La Presa de las Tres Gargantas, un enorme proyecto sin paralelo en la historia humana, ha destruido ecosistemas en masa y desplazado a enormes poblaciones. El voraz desarrollo comercial está destruyendo tierras de cultivo a un ritmo acelerado (los funcionarios gubernamentales presionan a los agricultores a que vendan sus derechos de uso del suelo con poquísima compensación). China ya ha perdido la mitad de sus humedales. El desarrollo capitalista es un desastre ambiental. Se ha calculado que la contaminación del aire y del agua y otras formas de degradación ambiental son la causa de enfermedades y muertes prematuras que les roban la vida a unas 400.000 personas de China cada año10 .

El desarrollo económico de China es un desastre humano:

El terremoto de Sichuan de la primavera de 2008 tuvo un saldo mucho más desastroso para los pobres: las escuelas construidas de manera chapucera para aquellos de menos recursos se derrumbaron y muchos niños murieron innecesariamente. Los campesinos tienen que pagar por servicios médicos y educación. Un reciente estudio del sistema de salud concluyó: “Con mayor frecuencia, aquellos de menos recursos no disponen de plano de servicios médicos”11 .

En la China urbana, es común que los obreros asalariados de bajo pago del sector de exportación trabajan 80 horas a la semana en fábricas en abominables condiciones de salud y seguridad. En el occidente, oímos de la pintura con plomo en los juguetes producidos en China, pero no de los gases tóxicos, de las heridas ni de la pérdida de extremidades en esas fábricas de juguetes. Según un estudio del gobierno chino, se deben salarios al 72% de los casi cien millones de trabajadores migrantes del país, y esta es una fuente importante de capital acumulado por las empresas privadas y extranjeras12 .

Es significativo que el auge económico de 1990-2002 generó una disminución del empleo asalariado formal en el sector urbano, es decir, los trabajos formales con ciertas protecciones y normas, mientras el sector estatal pretendía lograr más eficiencia y rentabilidad. Se ha generado una buena parte de los nuevos trabajos en el sector privado y especialmente en lo que se llama el sector informal: los trabajos inestables y no regulados, jornaleros eventuales en la construcción de los megaproyectos (rascacielos en las ciudades, infraestructura para los juegos Olímpicos de 2008, construcción de presas), vendedores ambulantes y actividades ilegales13 .

Una manifestación de estas tendencias es la floreciente “industria del sexo” de China. Unas organizaciones de mujeres calculan que China ya tiene unos 20 millones de trabajadoras del sexo, en su mayoría provenientes del campo para trabajar en las zonas rojas de los enormes centros industriales y comerciales nuevos14 .

Las mujeres del campo tienen problemas nuevos cuando sus esposos e hijos emigren a las ciudades. Se les reducen las oportunidades. Un suceso social muy triste y poco divulgado en el campo es que cantidades sin precedente de mujeres, de mujeres jóvenes, se están suicidando. Esto dista mucho de la realidad en la China de Mao, en que la lucha contra la opresión de la mujer fue un elemento central de la transformación revolucionaria continua de la sociedad15 .

III. China, Una Pujante Potencia Económica Con Metas Estratégicas

El rápido desarrollo del capitalismo de China está formando una red regional centrada en China de producción capitalista en Asia oriental, en que el imperialismo japonés es un organizador importante. Asia oriental es la región manufacturera más dinámica del mundo. Los gobernantes de China están promoviendo mayores vínculos económico-políticos en toda Asia oriental. Están fortaleciendo su capacidad de proyectar su poderío militar en la región. Y se está extendiendo a otras partes del mundo.

A. Creciente peso financiero

China ha llegado a ser un importante actor en los mercados de finanzas y divisas del mundo. Tiene $1.8 millón de millones de reservas de divisas, que es una reserva de riqueza y se usa como medio de hacer pagos internacionales. Las reservas de divisas provienen de los ingresos por concepto de exportación así como de otros ingresos de sus inversiones. China es una máquina de exportación extraordinaria; Estados Unidos importa más bienes de China que de ningún otro país. China ya ha rebasado a Japón como mayor tenedor de reservas de divisas del mundo. Por ahora, mantiene la mayoría de estas reservas en dólares, invertidos en bonos del tesoro y deuda pública del gobierno estadounidense, y otros instrumentos financieros.

Las reservas de dólares de China son una fuente de considerable peso financiero en la economía imperialista mundial. Estados Unidos tiene un enorme déficit público (eroga más en guerras, programas sociales, pagos de interés, etc., que lo que recauda de impuestos); tiene un enorme déficit comercial (importa más de lo que exporta). Pide en préstamo enormes cantidades de capital para cubrir sus desequilibrios financieros internacionales. Y de importancia crucial, cuenta con que los países como China sigan financiando su deuda.

En 2007-08, a las debilitadas empresas financieras y de corretaje de Wall Street, como Morgan Stanley, les urgía una fuente de capitales, y por tanto recurrieron a los “fondos de riqueza soberana” de China, que son enormes reservas de riqueza financiera administradas por gobiernos.

China es un enorme importador de energéticos y minerales; representa casi el 40% del crecimiento del mercado mundial de esos bienes desde 1995. Ya que China tiene un desarrollo rápido orientado hacia el mundo que tiene una base tecnológica menos desarrollada que la que existe en un país como Japón, usa siete veces más energéticos para realizar el mismo volumen de producción que en el caso de Japón (y tres veces más que India)16 .

China busca un acceso seguro a materias primas para alimentar su máquina industrial. En América Latina y África, China está invirtiendo en industrias de extracción y comprando empresas. Sus inversiones directas extranjeras aumentaron de 1.8 mil millones en 2003 a 16.1 mil millones de dólares en 2006. Aprox. la mitad de estas están en industrias basadas en recursos naturales17 .

Una lucha entre competidores está tomando forma en África por el control del petróleo y las reservas minerales. Las petroleras estadounidenses han estado aumentando sus inversiones en países como Angola, Nigeria y Guinea Ecuatorial. En 2007, el ejército estadounidense estableció un nuevo mando africano, AFRICOM (antes de esto, las operaciones militares las coordinaban los mandos de fuera de África). Es una iniciativa importante del imperialismo estadounidense: para asegurar el suministro del petróleo y el control de otros recursos naturales e incorporar más partes de África en su “guerra contra el terror”. Además, Estados Unidos ha estado aumentando las transferencias de armamento y acuerdos de apoyo militar con varios gobiernos africanos.

Desde mediados de los 1990, China ha estado aumentando sus actividades en África. Ya es el tercer socio comercial de África. La petrolera paraestatal china adquirió una participación controladora en la petrolera líder del Sudán. Ya está invirtiendo en la industria petrolera de Argelia. Ha estado haciendo incursiones como inversionista en los sectores de petróleo de Angola y Nigeria. África ya suministra aprox. el 30% de las necesidades de petróleo importado de China. Las empresas mineras chinas que buscan cobalto, uranio, cobre y otros minerales industriales, con el apoyo del estado, han estado haciendo inversiones en la República Democrática del Congo, Zimbabwe y Zambia, dándoles ayuda financiera y forjando vínculos más estrechos con ellos18 .

Todas estas inversiones y maniobras de China son minúsculas en comparación al papel de Estados Unidos y Europa en África. Pero se intensifica la rivalidad en África, y está en marcha una competencia en que con mayor frecuencia China participa.

China utiliza lazos políticos y diplomáticos, ventas de armas y acuerdos de capacitación, y los préstamos de bajo interés para impulsar sus intereses. Se está posicionando en el frente ideológico en algunos países del tercer mundo criticando la dominación y algunas políticas de Estados Unidos que exprimen a esos países. Y está sacando provecho del hecho de que Estados Unidos está ocupado y enredado en el Medio Oriente, donde hoy libra guerras por un imperio mayor19 .

Con más frecuencia, el imperialismo estadounidense ha estado tratando a China como competidor estratégico. Desde 2006, el estudio anual de China del Departamento de Defensa estadounidense ha colocado la competencia por recursos con China a la par con el conflicto sobre Taiwán como potencial causa de una guerra estadounidense contra China.

En el contexto del ascenso de China en la economía mundial y la rivalidad con ella, se puede empezar a entender por qué Estados Unidos sataniza y hace que China sea blanco de los golpes: por exportar alimentos y medicinas peligrosos, por violar derechos de propiedad intelectual, por violar derechos humanos y por aumentar sus gastos militares.

B. Ambiciones geopolíticas y la conexión rusa-china

El crecimiento económico rápido, anárquico y escaso de recursos de China, bajo la dominación del capital imperialista, objetivamente está impulsando su surgimiento como una potencia mundial con ambiciones geopolíticas.

El Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz ha calculado que los gastos militares de China se han triplicado en la última década. En 2006, sus gastos militares superaron a los de Japón, para situarse en el tercer lugar de Asia oriental, y ahora tiene el tercer presupuesto militar del mundo20 . El gobierno chino está modernizando su capacidad naval, mejorando su arsenal de mísiles balísticos y entrando en campos de alta tecnología como la militarización del espacio. Sus gastos militares son pequeñísimos en comparación con los de Estados Unidos, pero su poderío militar es un factor siempre mayor en las relaciones internacionales, sobre todo en Asia oriental.

Con la perspectiva de promover los intereses del imperialismo estadounidense, dos ex asesores del gobierno estadounidense revelan ciertos aspectos de la realidad, al describir la cambiante situación geopolítica que Washington confronta en esta región crítica: “Después de 60 años de dominación estadounidense, la correlación de poderes está cambiando en Asia nororiental. Estados Unidos está en un declive relativo, China está en alza, y Japón y Corea están en un estado de cambio. Para mantener su poderío en la región, Washington debe identificar las tendencias que están modelando esa transición y adoptar nuevas herramientas y regímenes que amplíen la base de poder de Estados Unidos”21 .

Un aspecto de la situación actual es la creciente convergencia de intereses entre Rusia y China en esferas importantes, y la multiplicación de lazos y cooperación entre los dos países. En 2006, China llegó a ser el principal socio económico de Rusia, y financia importantes proyectos de oleo- y gasoductos para ese país, un tema que discutiremos en la próxima entrega de la serie.

Los dos países suministran armas a países productores de petróleo y gas natural del tercer mundo. Están aumentando su capacidad militar en importantes regiones que producen energéticos. En 2001, se unieron para formar la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) de países centroasiáticos.

La OCS representa un cambio importante en las relaciones mundiales. El crecimiento económico de China y su ascenso en la economía mundial se están expresando con más frecuencia en esferas geopolíticas y militares. La OCS es una alianza regional de energéticos y de seguridad en Asia central. Sus principales estados integrantes son China, Rusia, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán.

La OCS combina la fuerza económica china con la capacidad militar y los recursos energéticos de Rusia. En el verano de 2007, condujo sus primeros ejercicios militares. Fue la primera vez que China movilizó a tropas aerotransportadas fuera de su territorio22 .
La OCS claramente tiene como objetivo reducir y contrarrestar la influencia de Estados Unidos en Asia central, y concentrar ciertos puntos fuertes y superar ciertas debilidades de Rusia y China, mientras atrae a su órbita a otros países. Es un vehículo de rivalidad, naciente pero importante, en una región volátil y rica en energéticos.

C. Unos temas nuevos

El rápido ascenso de China en la economía mundial plantea unos temas nuevos.

¿Es posible que China “se desacople” (el término que usan los analistas financieros y geopolíticos) de su dependencia del mercado de exportación estadounidense y deje de financiar el déficit estadounidense?

En el corto plazo, la respuesta parece ser que “NO” con mayúscula, en vista de las grandes reverberaciones que podría provocar (China perdería miles de millones de dólares si abandonara de repente el dólar, pues llevaría a su desplome) y de que el desarrollo dependiente y distorsionado de China requiere de enormes mercados para sus productos de exportación. Parece que China no puede reemplazar fácilmente a esos mercados occidentales estimulando la demanda interna.

Sin embargo, a mediano y largo plazo, las posibilidades de tal “desacoplamiento” tienen otro aspecto, especialmente en conexión con otros cambios económicos y geopolíticos mundiales.

El alto ritmo de crecimiento de China y la rentabilidad que eso le ha dado al capital imperialista han sido un estímulo vital para la economía mundial, y para el imperialismo estadounidense. Al mismo tiempo, la Unión Europea, un bloque económico oesteeuropeo más cohesionado y más competitivo, está teniendo ahora un mayor papel en la economía y las finanzas mundiales.

Sin embargo, como mencioné al comienzo de este análisis, Estados Unidos ocupa la primera posición en la economía imperialista mundial. Y, debido a que China está profundamente metida en la economía imperialista mundial, si llegara a sufrir todos los estragos de lo que conllevaría la evolución de una disminución del crecimiento global, podría tener enormes repercusiones retroalimentarias desestabilizadoras tanto en China como en la economía mundial. La forma en que China y Estados Unidos responden a la crisis financiera de 2008, y cómo salen de ella, puede tener consecuencias geopolíticas largoplacistas.

China ha logrado sostener un alto ritmo de crecimiento. Pero es una economía capitalista. No es inmune ni a la inestabilidad ni a la crisis. Se calcula que el 75% de sus industrias están plagadas de sobrecapacidad, o sea, tienen demasiadas inversiones para los mercados existentes23 . La inflación está aumentando en China. La polarización social está agudizándose; en los últimos años se han multiplicando las huelgas, protestas y confrontaciones en el campo contra la corrupción, la adquisición hostil de tierras y los daños ambientales.

La dinámica del ascenso de China es compleja. No obstante, hay una contradicción que la delimita: su dependencia y su creciente fuerza económica. China depende del capital y de los mercados extranjeros. A pesar de eso, ha surgido en el mundo como una potencia económica y un centro manufacturero. Ha acumulado enormes reservas de divisas y se ha ganado una influencia financiera considerable... y cada vez más, sobre el dólar. Busca más agresivamente mercados del tercer mundo e invierte capitales fuera de sus fronteras.

Al reflexionarlo, parece que lo que guía a la clase dominante china es una orientación estratégica y competitiva de largo plazo: diversificar y reforzar la base industrial interna, ampliar su alcance económico y financiero en el mundo y fortalecer su capacidad militar... y hacer todo eso sin provocar una confrontación directa con el imperialismo estadounidense.

¿Podría evolucionar China para ser una formación de capital imperialista? Es una pregunta que no se puede descartar de antemano, aunque tampoco se puede decir que es inevitable. Sin embargo, es una posibilidad real... es posible que China esté en una etapa de transición hacia ser una potencia imperialista. ¿Cuáles son las posibilidades de un cambio cualitativo así, y por medio de cuáles caminos podría darse? Son asuntos que dependerán de la historia, de la interacción del movimiento y el desarrollo del capitalismo chino con la lucha de clases en China, y con los mayores cambios, desplazamientos y trastornos de la economía mundial... y con los acontecimientos grandes e inesperados de la política mundial, como guerras y otros conflictos, pero también luchas revolucionarias.

Notas
1. Keith Bradsher, “Labor Costs Soar in China, So Its Neighbors Beckon”, New York Times, 18 junio 2008; John C.K. Daly, “Feeding the Dragon: China’s Quest for African Minerals”, China Brief, 31 enero 2008, http://www.jamestown.org; Energy Information Administration, Country Analysis Briefs: China, agosto 2006, http://www.eia.doe.gov.
2. Wu Qi, “China Regulates Foreign Mergers for More Investment”, 11 septiembre 2006, http:/www.china-embassy.org.
3. Wang Zile, “Foreign Acquisition in China: Threat or Security”, China Security, Vol. 3, No. 2 (primavera 2007), p. 90.
4. US-China Business Council, Forecast 2008: Foreign Investment in China, p. 1.
5. US-China Business Council, Forecast 2008: Foreign Investment in China, p. 3; CIA, World Fact BookChina, http://www.cia.gov.
6. Nicholas Lardy, “Trade Liberalization and Its Role in China’s Economic Growth”, http://www.imf.org.
7. Charlemagne, “Winners and losers”, The Economist, 1 marzo 2008, p. 56.
8. Sobre el sector estatal, ver Arthur Kroeber y Roselea Yao, “Large and in charge”, Financial Times, FT.com, 14 julio 2008, http://www.ft.com.
9. Mobo Gao, The Battle For China’s Past: Mao and the Cultural Revolution (Londres: Pluto, 2008), pp. 160, 179; Joseph Kahn y Jim Yardley, “Amid China’s Boom, No Helping Hand for Young Qingming”, New York Times, 1 agosto 2004.
10. Elizabeth Economy, “China vs. Earth”, The Nation, 19 abril 2007; Jim Yardley, “China’s Turtles, Emblems of a Crisis”,New York Times, 5 diciembre 2007; L. Alan Winters y Shahid Yusuf, compiladores, Dancing with Giants (Washington, D.C.: Banco Mundial, 2007), p. 14.
11. Li Onesto, “Terremoto sacude al terreno capitalista en China”, Revolución #131, 1 junio 2008, http:/www.revcom.us; Sanjay Reddy, “Death in China: Market Reforms and Health”, New Left Review 45, mayo-junio 2007.
12. Anita Chan, “A ‘Race to the Bottom’”, China Perspectives, No. 46 (marzo-abril 2003), p. 43; David Harvey, A Brief History of Neoliberalism (Londres: Oxford University Press, 2005), p. 148.
13. Martin Hart-Landsberg y Paul Burkett, “China, Capitalist Accumulation, and Labor”, Monthly Review, mayo 2007, pp. 28-29.
14. Howard W. French, “The Sex Industry is Everywhere But Nowhere,” New York Times, 14 diciembre 2006, citado en Hart-Landsberg y Burkett, p. 29.
15. Robert Weil, “Were Revolutions in China Necessary,” Socialism and Democracy, Vol. 21, julio 2007, pp. 20-22.
16. Winters y Yusuf, Dancing with Giants, p. 14; Parag Khanna, The Second World: Empires and Influence in the New Global Order, Nueva York: Random House, 2008, p. 313, nota.
17. PPI, “Chinese Direct Investment Abroad Has Grown Twenty-Fold Since 2000”, 21 octubre 2007, http://www.ppionline.org
18. Sobre la competencia entre las grandes potencies por los recursos de África y el creciente peso económico de China en África, ver Michael T. Klare, Rising Powers, Shrinking Planet (Nueva York: Metropolitan Books, 2008), capítulo 6; Jian-Ye Wang y Abdoulaye Bio-Tchane, “Africa’s Burgeoning Ties with China”, Finance and Development (FMI), marzo 2008, Vol. 45, No. 1; David H. Shinn, “Africa, China, The United States, and Oil”, Africa Policy Forum, http://www.forums.csis.org.
19. Michael T. Klare, “The New Geopolitics of Energy”, The Nation, 1 mayo 2008, http://www.thenation.com.
20. Instituto Internacional de Estocolmo de Investigación para la Paz, Recent trends in military expenditure (Estocolmo: 2008), http://www.sipri.org
21. Jason T. Shaplen y James Laney, “Washington’s Eastern Sunset: The Decline of U.S. Power in Northeast Asia”, Foreign Affairs, noviembre-diciembre 2007, edición electronic, resumen, p. 1, http://www.foreignaffairs.org.
22. Sobre la Organización de Cooperación de Shanghai, ver Bates Gill y Mathew Oresman, “China’s New Journey to the West” (Washington, D.C.: Center for Strategic and International Studies, 2003), pp. 5-12; y Klare, “New Geopolitics of Energy”.
23. Ho-fung Hung, “Rise of China and the Global Overaccumulation Crisis”, Review of International Political Economy, 15:2, mayo 2008, p. 159.




Mutaciones del Capitalismo en la Etapa Neoliberal (II)
Ascendentes, Intermedios y Periferia

(Tercera Parte)


Claudio Katz


LAS ECONOMÍAS EMERGENTES SUSCITAN tanto interés como dificultades de interpretación. Aglutinan a los países que no integran el bloque de los desarrollados, ni de la periferia marginada. Se han expandido, ganan espacio en el mercado mundial y aumentan su influencia geopolítica.

Pero no es fácil distinguir a los integrantes de este segmento. Como suele ocurrir con las denominaciones que difunde el periodismo, el término se ha popularizado antes de alcanzar un significado nítido. Retrata indiscriminadamente a varias economías, sin distinguir a China del pelotón de ascendentes.

Esta generalización impide notar una de las principales transformaciones cualitativas del período actual: la conversión del gigante asiático en una potencia. Ya está ingresando en el club de los países centrales y se ubica muy por delante de cualquier otro ascendente. Se ha convertido en el taller del mundo, con un tipo de inserción global muy diferente a los proveedores de materia primas o a los subcontratistas de servicios.

La transformación de China

El cambio de posicionamiento de China en la jerarquía mundial corona el afianzamiento de su estructura industrial. Esta mutación es el resultado de un vertiginoso crecimiento que multiplicó en 22 veces el PBI per cápita entre 1980 y 2011(de 220 a 4930 dólares). Este mismo incremento se amplía a 33 veces en términos de poder de compra.

El volumen comercial del país se duplica cada cuatro años. Representaba el 20% de las transacciones estadounidenses en el 2001, saltó al 40% en el 2005 y actualmente ha emparejado a su rival. El peso del comercio exterior pasó de 9,8% del PBI (1978) al 65% actual. Estas transformaciones trastocaron por completo la estructura interna de la economía. El peso del sector agrícola cayó abruptamente, los servicios se expandieron y la industria se convirtió en el motor de todas las actividades [2].

La nueva potencia oriental mantuvo altísimas tasas de crecimiento durante tres momentos complejos de la etapa en curso: las “décadas pérdidas” de la periferia (1980-90), el desplome del bloque soviético y la crisis global reciente. En estos escenarios protagonizó un cambio histórico comparable a la revolución del vapor en Inglaterra, a la industrialización de Estados Unidos o el desarrollo de la Unión Soviética.

Esta nueva gravitación de China se ha verificado en el último sexenio. Su auxilio al dólar y al euro durante el pico de la crisis impidió la conversión de la recesión del 2009 en una depresión global. Los aportes financieros de Beijing fueron decisivos para el rescate inicial de las instituciones hipotecarias estadounidenses, para sostenimiento posterior de los Bonos del Tesoro y para el apuntalamiento reciente de la moneda europea. La magnitud de las acreencias acumuladas por China retrata la dimensión de este salvamento.

El auxilio no fue acto de filantropía. Sirvió para asegurar la continuidad de las exportaciones y evitar la desvalorización de los enormes activos atesorados en moneda extranjera. Pero lo novedoso es la gravitación del país. En los años 70 era impensable que el sistema financiero internacional fuera socorrido por China.

La mutación de esa economía comenzó en 1978 y hasta el 2007 estuvo centrada en la emigración rural y el aumento de la productividad por encima de los salarios. Esta combinación abrió las compuertas para el giro exportador y la creciente captura de porciones del mercado mundial. Pero esa expansión no fue gratuita. Se consumó reduciendo la participación de los salarios y el consumo en el ingreso total. El boom exportador floreció junto a las ganancias y el debut de una brecha social interna.

Este ascenso ilustró los enormes márgenes para desenvolver la acumulación que poseía una economía atrasada de dimensiones continentales. Pero China no partió de cero. El valor agregado de su industria en 1980 ya superaba ampliamente a Brasil y mantenía una distancia abismal con India [3] .

La crisis en curso tiende a reforzar un giro hacia el mayor consumo. Se intenta reducir la dependencia de las exportaciones de manufacturas básicas para expandir el mercado interno. Con ese objetivo se introdujeron varios planes keynesianos de estímulo de la demanda.

Pero los resultados del sexenio han sido modestos. Aumentó levemente el consumo, se incrementó en algunos puntos la participación del salario en el ingreso y se registró alguna caída porcentual de las exportaciones. Estos cambios se ubican muy lejos del viraje ambicionado.

El gran problema radica en que una economía estructurada en torno a elevadísimos rendimientos del comercio exterior, no puede girar hacia un esquema inverso sin perder competitividad.

El pasaje al capitalismo

China empieza a registrar las consecuencias de su tránsito al capitalismo. Desde 1978 hasta 1992 ese pasaje estuvo limitado por la preeminencia de un modelo de reformas mercantiles subordinado a la planificación central. Bajo ese esquema las comunas rurales se convirtieron en unidades agro-industriales guiadas por principios de rentabilidad, pero sin privatizaciones de envergadura. Aparecieron los managers con atribuciones para reorganizar las plantas industriales, pero sin facultades para despedir en masa o vender empresas.

También se formaron las zonas francas en la costa, arribó el capital extranjero y comenzó la exportación, pero estas actividades no ejercían un dominio estratégico sobre el resto de la economía. En ese período la industrialización retroalimentó la demanda y las mejoras en el consumo preservaron la distribución precedente del ingreso. El modelo ensayó una versión actualizada de la Nueva Política Económica (NEP), que se introdujo a mitad de los 20 en la URSS para remontar el estancamiento [4].

El viraje hacia el capitalismo se consumó a principios de los 90, a partir de las privatizaciones realizadas por los viejos directores de las empresas con la intención de forjar una clase capitalista. Los miembros de ese grupo se transformaron en los principales inversores de las nuevas compañías. Se aceleró también la acumulación primitiva mediante la expoliación de los productores agrarios. Con el ingreso del país a la OMC se afianzó, además, el entrelazamiento de la elite dominante con las empresas transnacionales.

La triplicación del ingreso per cápita y la cuadruplicación de la tasas de crecimiento han presentado desde ese momento otro significado social. Convalidan los enormes niveles de desigualdad social y la regresión de las conquistas populares.

Los grandes avances de la revolución han quedado interrumpidos. La duplicación de la esperanza de vida (de 32 a 65 años) y la alfabetización masiva (de 15 al 80-90% de la población) han sido reemplazados por la expansión del coeficiente de desigualdad (un Gini de 0,27 en 1984 a otro de 0,47 en 2009). Para una familia obrera se ha tornado muy difícil afrontar los gastos corrientes de salud y educación [5].

Los desequilibrios del capitalismo comienzan a emerger en una economía que reduce su promedio de crecimiento (del 9-11% al 6-7% anual), como consecuencia de la madurez industrial y el encarecimiento de los costos. En el ciclo 2013-14 el nivel de actividad registraría la menor expansión de la última década. Tal como ocurrió anteriormente con Japón y Corea, el modelo comienza a lidiar con problemas de competitividad. Mantiene salarios muy inferiores a esos países, pero en las regiones de la costa y en las actividades de mayor calificación esa diferencia se está estrechando.

También los desequilibrios financieros se multiplican. Una importante porción de los bancos opera en las sombras con créditos dudosos que solventan el consumo de la clase media. También la oscura administración de los gobiernos locales se financia con préstamos clandestinos.

En las grandes ciudades está ascendiendo, además, una visible burbuja inmobiliaria. La inflación que durante la década pasada osciló en torno al 2% anual ha trepado al 6,2%. Junto al salto registrado en el número de multimillonarios (de 3 a 197 en la última década), crecen los padecimientos del trabajo precarizado que realizan los inmigrantes a las ciudades.

Pero el principal desequilibrio actual se ubica en la altísima tasa de inversión, que se mantiene en porcentuales insostenibles (43,8% del PBI en 2007 y 48,3% en 2011), en la actual coyuntura de desaceleración económica internacional. Esos niveles generan sobre-acumulación de capitales y sobre-producción de mercancías a una escala mayúscula.

Una economía no puede crecer al 10% mientras sus compradores se expanden al 2-3%. Todos los planes keynesianos de los últimos años agravaron un problema, que no se resuelve con el simple incremento de las importaciones [6].

Las tasas de inversión chinas no guardan ninguna proporción con patrones históricos o internacionales. Son consecuencia de un modelo exportador que exige un insostenible nivel de utilización de las materias primas y una gran devastación ambiental.

Una vez sustituida la gestión planificada por la competencia del mercado, no es fácil atemperar este tipo de sobre-inversión. La concurrencia por el beneficio impide procesar en forma ordenada la reducción de ese exceso.

Disputas internas y externas

Las contradicciones económicas de China se acentúan por la disputa que opone al grupo dirigente de la Costa (asociado con el capital extranjero), con la elite del Interior (interesada en el desenvolvimiento del capitalismo de estado).

El primer sector busca reforzar la integración del país a los circuitos del capitalismo global, con mayores compromisos comerciales externos, nuevas adquisiciones de activos europeos y estadounidenses y una eventual participación en el diseño de la futura moneda mundial.

Por el contrario, el segundo sector promueve un giro más radical hacia mercado interno, cuestiona el desmedido aumento de las inversiones foráneas y objeta el gran rescate de monedas y bancos extranjeros.

El choque entre estas fracciones ha incluido importantes cambios en la cúpula del PCCH, que mejoraron las posiciones del grupo neoliberal encabezado por Wang Jiang, muy asentado en la región exportadora de Gaungdong. El sector rival sufrió el desplazamiento de ciertos líderes como Bo Xialai. El conflicto persiste, pero el último congreso partidario consagró el liderazgo de Xi Jinping y autorizó nuevas privatizaciones. Los grupos exportadores resisten un distanciamiento del mercado mundial que amenazaría sus privilegios

Estas tensiones en las fracciones dominantes no han modificado la estrategia geopolítica defensiva que caracteriza a todos los dirigentes chinos. Buscan asegurar el acceso internacional a los recursos naturales, garantizar la seguridad de las fronteras conflictivas (Tíbet) y completar la reconstrucción de la nación con la reincorporación de Taiwán.

Para alcanzar estos objetivos recurren a heterogéneas alianzas y despliegan a pleno la realpolítik. Esta orientación guía su custodia naval del Pacífico y su intermediación en la negociación de las armas nucleares que construyó Corea del Norte.

Este énfasis en la protección fronteriza explica la ausencia de correlatos político-militares externos de la expansión económica internacional del país. China inunda al planeta de capitales y mercancías, pero no de ejércitos y conspiradores. Mantiene una actitud defensiva frente a los periódicos hostigamientos de las administraciones norteamericanas, acrecentando la vigilancia y los resguardos defensivos.

Los líderes de Pekín saben que Estados Unidos ejerce la dirección del bloque imperialista y no aspiran a ocupar ese lugar. Intuyen que cualquiera sea el grado de traslado de la industria mundial a Oriente, el gendarme yanqui continuará supervisando las intervenciones imperiales. Los dirigentes chinos no se imaginan a sí mismos cumpliendo ese rol en ningún escenario previsible.

Pero el nuevo status de potencia económica mundial que alcanzó China dificulta esa estrategia de equilibrio. La necesidad de recursos naturales y nuevos mercados empuja a sus dirigentes a la adopción de conductas agresivas. La apropiación de materias primas en África y los tratados de libre comercio con América Latina constituyen dos muestras de esta compulsión. Hay mucha ingenuidad en la creencia que China rehuirá los conflictos típicos del capitalismo, renovando una tradición de pacifismo oriental opuesta al territorialismo occidental [7].

La nueva potencia está embarcada en la concurrencia global y en las consiguientes rivalidades internacionales. Su modelo exportador que no es agregativo, ni inclusivo. Exige arrollar a los competidores en el propio escenario asiático.

El ascenso de China amenaza el lugar central de Japón y la pujanza de Corea del Sur. Las tensiones se acentúan, a medida que el nuevo gigante amplía su participación en exportaciones de mayor valor agregado y localiza plantas en la periferia asiática, para explotar fuerza de trabajo barata.

Escenarios y desenlaces

El principal interrogante geopolítico gira en torno a las relaciones chino-estadounidenses. Algunas hipótesis estiman que irrumpirá un gran conflicto cuando la economía asiática externalice las tensiones de su modelo, presionando a los proveedores (para que abaraten insumos) y a los competidores (para que resignen mercados). China confrontaría con Estados Unidos, luego de conseguir el manejo de una moneda internacional convertible.

Pero otro escenario surge de recordar cómo se ha renovado la codependencia de China con Estados Unidos en las últimas cuatro décadas. El gran exportador oriental necesita el mercado norteamericano para descargar sus excedentes y la primera potencia requiere financiación china para solventar sus monumentales desbalances financiero-comerciales.

La transformación de Shangai en gran centro de empresas transnacionales ilustra cómo se reciclan los proyectos entre ambas potencias. Dos figuras centrales del pensamiento imperial apuestan a la renovación de esta asociación. Consideran que Estados Unidos aceptará un status económico preponderante de China, a cambio de su ratificación como sheriff del planeta [8].

Hasta ahora las tendencias hacia el conflicto y la asociación se desenvuelven con similar intensidad y resulta muy difícil prever cual será el desenlace. Es tan aventurado un pronóstico de choque abierto, como la previsión opuesta de una idílica amalgama entre ambas potencias. Por el momento, el gigante oriental no sustituye a su adversario occidental y el gendarme norteamericano oscila entre conciliar y hostilizar a su rival.

Estados Unidos fomenta la tensión militar supervisando las disputas territoriales sino-niponas. También controla las maniobras navales de Corea del Sur, refuerza la instalación de marines en Australia y redobla las presiones sobre Corea del Norte para que desactive su arsenal atómico. Pero estas acciones coexisten con la continuidad de inversiones conjuntas.

El desenlace de este conflicto permitirá esclarecer también la naturaleza del régimen chino. Algunas miradas elogiosas subrayan la autonomía política y ponderan el modelo de acumulación nacional-intervencionista, sin indagar la naturaleza social del sistema actual [9].

Este enfoque impide analizar como el ascenso económico chino se consumó mediante una asociación internacional con empresas transnacionales, que aceleró la formación de la nueva clase capitalista. La peculiaridad de este proceso ha sido el enlace directo que establecieron los grupos aburguesados del país con esas compañías. No siguieron la trayectoria clásica de acumulación nacional, barreras proteccionistas y rivalidad con otras potencias por la conquista de mercados externos. Se incorporaron sin mediaciones al nuevo contexto internacionalizado del capitalismo.

Con ese soporte introdujeron una restauración de la gran propiedad extendiendo las privatizaciones, reforzando la preeminencia del beneficio y asegurando la supremacía del mercado sobre el plan. Se puede debatir si esta mutación ha concluido y es irreversible, pero su profundidad y contenido social regresivo están a la vista. Los autores que subrayan esta involución presentan un cuadro más realista, que los intérpretes de ese proceso como una variedad del “socialismo de mercado” [10].

Confusión de emergentes

Un cierto número de países ha quedado clasificado junto a China dentro del mismo bloque de emergentes. Especialmente India, Brasil y Rusia son ubicados en ese casillero. Pero este agrupamiento olvida que la economía china es dos veces y media superior a la India y cuadruplica a Brasil o Rusia. Sus tasas de crecimiento han sido mucho mayores y acumula reservas por un monto que duplica la suma de los tres países [11].

Estas distancias han sido corroboradas por un tipo de inserción internacional muy diferente. Mientras que China incide directamente sobre la marcha del ciclo global, los otros países ejercen una influencia secundaria.

El decisivo auxilio que ofreció el Banco Central Chino a las monedas, presupuestos públicos y bancos de la Tríada durante la crisis, contrasta con la ausencia de gravitación de las otras tres naciones. Este grupo se ubicó más cerca del campo de los necesitados que del área de los socorristas. Los tres países tampoco han sido receptores del desplazamiento general de la industria que se orienta hacia el Extremo Oriente.

Las clasificaciones más recientes también incluyen dentro del bloque emergente a Turquía y Sudáfrica. Realzan su expansión durante la última década, el efecto limitado de las crisis reciente y el menor impacto del endeudamiento en comparación a las economías desarrolladas. Pero las tasas de crecimiento de estas economías han sido variables y muy inciertas. Obedecen a procesos relativamente recientes y no a movimientos acumulativos de varias décadas.

Otros países ubicados en el mismo sector ascendente han repuntado como consecuencia de la apreciación internacional de las materias primas. El carácter eventualmente estructural y no meramente financiero de esta valorización, no modifica la vulnerabilidad de economías tan dependientes del vaivén de las commoditites.

El agrupamiento de todos bajo un mismo mote de emergentes genera múltiples confusiones. La propia clasificación proviene de visiones financieras de corto plazo. La sigla BRICS, por ejemplo, fue introducida por un operador bursátil de Goldman Sachs para señalar las oportunidades de inversión.

Con este mismo parámetro otros financistas han tomado distancia de los BRICS y preparan su reemplazo por los MINT (México, Nigeria, Indonesia y Turquía), que son percibidos como candidatos a recibir capitales golondrinas. En realidad, los receptores potenciales de estos fondos son tan numerosos como efímeros.

Los más renombrados últimamente son: Vietnam, Australia, Bangladesh, Chile, Colombia, Corea del Sur, Egipto, Filipinas, Irán, Israel, Malasia, México, Nigeria, Pakistán, Perú, Polonia, República Checa, Singapur, Tailandia. Como no existen criterios para clasificar a esta variedad de países se multiplican las sopas de letras (CIVETS, EAGLES, AEM, VISTA, MAVINS).

Es evidente que estos malabarismos terminológicos no esclarecen ningún proceso económico. En función de algún parentesco financiero se mezcla en el mismo casillero a países medianos y periféricos o a economías industrializadas y rentistas.

Economías semiperiféricas

El probable incremento de las tasas de interés estadounidenses ha reducido actualmente la aureola de los BRICS. Algunos economistas consideran que los mayores riesgos de un próximo temblor financiero se han desplazado hacia las economías intermedias, con mayores déficits fiscales y tasas de crecimiento bajas [12].

Otros temen la repetición de las grandes crisis que durante los años 90 desencadenaron economías semejantes (México-1994 , el Sudeste Asiático-1997, Rusia -1998 o Argentina -2001).

Pero más allá del diagnóstico coyuntural es importante registrar que se ha profundizado la división en el viejo bloque de economías no industrializadas. Un segmento amplió su estructura fabril, participa de exportaciones manufactureras, incorporó empresas al círculo de compañías transnacionales o desarrolló servicios productivos. El otro sector mantiene, en cambio, su viejo perfil primarizado.

Esta clasificación de las economías en función de su estructura e inserción en la división internacional del trabajo es utilizada por autores críticos del vago concepto de “emergentes”. Con esta mirada centrada en el proceso productivo global han precisado el contenido de la noción semiperiferia [13]. 

Esta categoría se aplica a países como Corea, Taiwán, Turquía, México, Brasil o Sudáfrica, que se han distanciado del grueso de la periferia asiática, africana o latinoamericana. Este posicionamiento intermedio confirma el ordenamiento tripolar que postulan los teóricos de sistema-mundo y su caracterización de las semiperiferias, como un segmento que acolchona las brechas entre los dos polos del capitalismo global [14].

Este grupo protagoniza actualmente las bifurcaciones que tradicionalmente separaron a las económicas ascendentes de sus pares retrasados. Se repite así la trayectoria seguida por países que atravesaron por contradictorios períodos de proximidad con los centros o confluencia con la periferia.

Esta caracterización cuestiona la creciente expectativa actual en un ascenso general de los países emergentes. Destaca que estas economías compiten entre sí al interior de una arquitectura estable, dónde el éxito de un concurrente conspira contra las posibilidades de los rivales situados en la misma escala de desarrollo.

Las economías intermedias repiten la trayectoria de las semi-periferias precedentes, que ambicionaron subir al escalón del centro. Pero la segmentación mundial siempre impidió un éxito colectivo. Si la expansión actual de China se consolida, confirmará la excepcionalidad de ese salto. El arribo al status de país desarrollado no está al alcance de otros BRICS, MINTS o EAGLES.

Sub-potencias dispersas

El protagonismo geopolítico regional de cada economía semiperiférica es determinante de su éxito o fracaso, en ocupar los espacios vacantes del orden global. Algunos países de ese segmento cuentan con dimensiones continentales y estados de gran porte, pero arrastran también trayectorias imperiales frustradas. Fueron potencias que devinieron en semicolonias y volvieron a renacer con proyectos de dominación zonal.

Actualmente se desenvuelven en grandes territorios con importantes recursos demográficos o naturales y negocian directamente con la Tríada. Su acción geopolítica incide directamente sobre su ubicación finalen el ranking semiperiférico. Especialmente Rusia, India y Turquía comparten estas peculiaridades.

Muchos analistas estiman que estos países tienden a converger en bloques comunes, para disputar poder con las potencias centrales. Pero los indicios efectivos de este empalme son escasos, frente al trato dispar que les dispensa el imperialismo. Estados Unidos hostiliza a Rusia, está asociado con Turquía y se reacomoda con la India.

En lugar de conformar un bloque, cada sub-potencia busca su propio nicho dentro del orden neoliberal. Aceptan el libre comercio, la primacía de las empresas transnacionales y la continuidad de flujos financieros transfronterizos. A diferencia de lo ocurrido durante 1930-40 no apuestan a forjar redes proteccionistas, ni a construir coaliciones belicistas.

Todos trabajan dentro de los organismos internacionales para reforzar su influencia. Promueven reformas del sistema de votación dentro del FMI y propugnan la constitución de fondos de reservas globales, para reemplazar paulatinamente al dólar. Como no les interesa sustituir abruptamente a la divisa que nomina el grueso de sus reservas, apuestan a una larga negociación.

En las Naciones Unidos propician un reajuste del actual Consejo de Seguridad, conformado por cinco miembros permanentes con derecho a veto. Esa negociación es muy conflictiva porque el nuevo asiento en discusión tiene muchos candidatos, entre las viejas potencias (Alemania, Japón) y las que ascienden (India, Brasil). China y Rusia no están seguras de la conveniencia de este cambio.

Varias sub-potencias han mostrado disposición para aportar tropas a las misiones de la ONU convalidando la hipocresía del humanitarismo imperialista. Esta conducta no sólo ilustra la afinidad de las clases dominantes de estos países con el status quo global. También indica las dificultades que enfrentan para encarar acciones alternativas. Algunos integrantes de esta franja compiten entre en sí en varios terrenos económicos y otros mantienen viejas disputas fronterizas. Frecuentemente sus prioridades estratégicas no confluyen.

Los BRICS realizaron, por ejemplo, varias cumbres para acordar cierto incremento del intercambio, la constitución de un fondo de reserva y la eventual conformación de un Banco de Desarrollo. Pero han buscado confluencias frente a contingencias de corto plazo, sin avanzar en compromisos significativos.

Esa actitud obedece a la estrecha asociación que están gestando las clases dominantes de este grupo con las empresas transnacionales. Son burguesías que descartan los viejos coqueteos con los proyectos antiimperialistas de los años 60-70. Un bloque de “No Alineados” o un encuentro como Bandung están fuera de sus horizontes. Participan de la etapa neoliberal junto a elites de multimillonarios muy integradas al club mundial de los poderosos. Estas tendencias se verifican en cuatro casos.

Notas
[1] Economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). Su página web es: www.lahaine.org/katz.
[2] Salama, Pierre. “¿Desaceleração econômica: a China na tormenta?”, 3/10/2013, www.cartamaior.com.br.
[3] Lo Dic, Zhang Yu, “Making sense of China´s economic transformation”, Review of Radical Political Economics, vol 43, n 1, 2011.
[4] Li Minqui, Piovani Chiara, “One hundred millón jobs for the chinese workers”, Review of Radical Political Economics, vol 43, n 1, 2011.
[5] Lin Chun, “The socialist market economy, Step forward or backward, Science and Society, vol 73, April 2009.
[6] Zhu Andong, Kotz David, “The dependence of China´s economic growth on exports and investment”, Review of Radical Political Economics, vol 43, n 1, 2011.
[7] Discutimos esta visión de Giovanni Arrighi en Katz Claudio, Bajo el imperio del capital, Luxemburg, Buenos Aires, diciembre de 2011, (cap 14).
[8] Nye, Joseph. “Dos décadas para barajar y dar de nuevo”, www.clarin.com 12/01/2013. Brezinsky, Zbigniew. “Adiós a las guerras por el poder global” www.clarin.com/o 24/02/2013.
[9] Sapir, Jacques. El nuevo siglo XXI, El Viejo Topo, 2008, Madrid, (pag 74, 116-120).
[10] -Hart en el primer caso y Ding en el segundo. Hart-Landeberg Martin, “The Chinese Reform experience: A critical assessment”, Review of Radical Political Economics, vol 43, n 1, 2011. - Ding Xiaoqin, “The socialist market world economy, china and the world”, Science and Society, vol 73, April 2009.
[11] Turzi Mariano, Mundo BRICS Las potencias emergentes, Editorial Capital Intelectual, Buenos Aires, 2011(pag 43-44).
[12] Roubini Nouriel, El panorama cambiante del riesgo mundial, 6/4/2014, www.lanacion.com.ar. R oubini Nouriel, “El problema de la Argentina y de otros mercados emergentes”, 31/1/2014, www. pro ject-syndicate.org.
[13] Martínez Peinado Javier, Cairó i Céspedes Gemma, El desarrollo de una Semiperiferia como necesidad de la transición hacia el Sistema Capitalista Global, Sevilla febrero 2012, pendientedemigracion.ucm.es.
[14] Wallerstein, Immanuel. El capitalismo histórico, Siglo XXI, México, 1988. Arrighi, Giovanni. “The winding paths of capital”, New Left Review 56, Mars-April 2009, London.



«Economía y Filosofía en el Capital de Marx: La Teoría Laboral del Valor»

II Parte:
Resumen de El Capital de Marx:
Los Tres Libros


(Octava Parte)

 

Diego Guerrero


VI. Capital constante y capital variable. Vemos, pues, que no todos los elementos o factores del proceso laboral se comportan igual de cara a la valorización. El obrero adiciona determinada cantidad de trabajo y, al mismo tiempo, con esa misma actividad, consigue que el valor de los medios de producción se conserve mediante su transferencia desde su cuerpo al de la mercancía. Esta dualidad surge de la dualidad del trabajo mismo: con su trabajo concreto (cualitativo) “conserva” el valor de los medios de producción, y con su trabajo abstracto (cuantitativo) “crea” el valor nuevo. Sólo que no trabaja dos veces: su trabajo tiene las dos dimensiones simultáneamente. Por consiguiente, si un invento multiplica la fuerza productiva del trabajo, éste adicionará ahora la misma cantidad de valor nuevo pero transferirá mucho más valor desde los medios de producción. Con un modo de producción dado, en cambio, la conservación y transferencia de valor será proporcional a su agregado.

Esta transferencia de valor sólo es posible en la medida en que los medios de producción pierden su propio valor, lo cual puede ocurrir de golpe (como en el caso de las materias primas y auxiliares y la energía usada) o bien por partes, fraccionadamente, mediante el desgaste progresivo de los medios de trabajo. Pero ningún medio de producción puede transferir al producto más valor del que él mismo tiene; e, incluso, si se trata de bienes naturales (la tierra, el viento, el agua, etc.), no transfieren valor alguno ya que ellos mismos no tienen valor. Por su parte, el obrero no puede crear valor nuevo ni añadir trabajo nuevo sin conservar al mismo tiempo valores antiguos. Éste es su “don natural”. El trabajo consigue que el valor de los medios de producción “reaparezca” en el valor del producto (aunque no lo reproduzca realmente), pero al mismo tiempo reproduce realmente el valor gastado en la compra de fuerza de trabajo, que se reemplaza con valor nuevo.

Al prolongar la creación de valor más allá del valor de la fuerza de trabajo, el plusvalor es el excedente de valor del producto por encima del valor de los factores consumidos en la producción, pero todo el excedente es creado por el trabajo. Vemos ahora que la parte del capital adelantado que se transforma en medios de producción no modifica su valor; de ahí su nombre de capital constante. Por el contrario, la parte que se gasta en comprar fuerza de trabajo sí lo modifica, y por eso se llama capital variable. Pero, a pesar de su nombre, el capital constante no excluye que sus elementos puedan cambiar de valor: dichos cambios tendrán su origen en cambios en el modo de producción de dichos elementos (objetos y medios de trabajo), pero no en el proceso de producción y valorización del producto, que es lo que se considera aquí. Por eso, aunque dichos cambios puedan generar un “efecto retroactivo”, es decir, que retroactúen sobre el valor mismo del producto que se considera, ese capital seguirá siendo constante.

VII. La tasa de plusvalor. Si llamamos C al capital total adelantado, hemos visto en el capítulo anterior que sus dos componentes son el capital constante (c) y el variable (v). En realidad, los medios de trabajo duran más de un ciclo de producción, por lo que nos referiremos primero al capital “consumido” a lo largo de un único ciclo de producción. Tenemos entonces un capital inicial C = c + v, y un capital final de C’ = c + v + p, donde el plusvalor (p) aparece como resultado del cambio de valor en v, que pasa a ser v + p = v + Δv. Esto queda oscurecido por el hecho de que, al crecer el capital variable, aumenta todo el capital adelantado, lo cual exige una aclaración en dos pasos: 1) primero, un análisis “puro” del proceso de valorización (en el que, para no enturbiar el análisis, supondremos = cero el capital constante); 2) segundo, el análisis completo, en el que la presencia de un capital constante ≠ 0 modifica lo anterior.

Este doble análisis tiene una importancia realmente crucial, ya que, cuando c = 0, la “tasa de ganancia” (p / [c+v]) —elemento básico del libro III de El capital— coincide con la tasa de plusvalor (p/v), pero precisamente su no coincidencia en un análisis ulterior exige estudiar en el libro III las modificaciones de las primeras conclusiones del análisis “puro”. No estará de más recordar las dos analogías con que Marx justifica este proceder (acorde, por lo demás, con el procedimiento general de las tareas científicas). Se refiere en primer lugar a las Matemáticas, y su argumento sería: puesto que la derivada (respecto a x) de una suma en la que uno de sus sumandos es constante (digamos: a + 3x) es independiente de éste, podemos analizarla mejor —o sea, analizar (a + 3x)’ = 3— si nos olvidamos del elemento constante (a) y nos centramos en el variable (3x, cuya derivada coincide con la del total: 3). Y su segundo ejemplo, tomado de la Química, se entiende por sí mismo con sólo citarlo: “La circunstancia, sin embargo, de que para efectuar un proceso químico se requieran retortas y otros recipientes, no obsta para que en el análisis hagamos abstracción de las retortas”.

Por consiguiente, para el análisis puro de la valorización —y Marx define aquí la creación de valor como “conversión de fuerza de trabajo en trabajo”—, la naturaleza de la “materia a la que debe fijarse la fuerza líquida creadora de valor”, es decir, la naturaleza de los medios de producción, es tan indiferente como su valor: sólo cuenta la masa de dichos medios, porque es ella la que absorbe más o menos trabajo y, por tanto, más o menos valor nuevo creado. Por consiguiente, de momento hacemos c = 0, y si la valorización la expresamos en términos “relativos” o “proporcionales”, escribiremos la tasa de plusvalor como p/v. Si llamamos tiempo de trabajo necesario a la parte de la jornada laboral en que se reproduce el valor de la fuerza de trabajo, y tiempo de plustrabajo al resto de la jornada, obtenemos, por una parte, que p/v = plustrabajo/trabajo necesario —siendo la tasa de plusvalor la expresión exacta del “grado de explotación de la fuerza de trabajo”—; y, por otra, que el plusvalor sólo es el “coágulo” u “objetivación” del tiempo de plustrabajo. Pues bien: lo que distingue entre sí a las diversas formaciones sociales o socio-económicas es la forma en que se expolia ese plustrabajo en cada tipo de sociedad, y es interesante señalar que, en una nota a la segunda edición del libro I, Marx incluye un cálculo de la tasa de plusvalor real gracias a la información de “un fabricante de Manchester” que no es otro que Federico Engels (la tasa en la fabricación textil es un 153.8%, y en la producción agrícola inglesa asciende a un 100.3%).

A continuación, dedica Marx un epígrafe a la “Representación del valor del producto en partes proporcionales del producto mismo”, idea que le permite criticar la llamada “Última hora de Senior”. La idea en sí es muy sencilla: si la producción de 20 kilos de hilado contiene un valor de 30 chelines que se descompone en c = 24, v = 3, p = 3, esto significa que los 20 kilos pueden descomponerse en la misma proporción, de forma que corresponden 16 kilos a c, 2 a v y 2 a p (o sea, 80%, 10% y 10% respectivamente). Para Marx, “es algo tan sencillo como importante” pues permite desmontar los argumentos de los capitalistas y sus representantes teóricos, como el inglés Nassau Senior, defensores de la imposibilidad de rebajar la jornada laboral en 1 hora porque esa última hora de la jornada laboral es supuestamente la que contiene la ganancia del capitalista. Sencillamente, esto es falso. Si fuera verdad que en una jornada de 10 horas se reproducen los valores de c (8 horas), v (1 hora) y p (1 hora), esto no significa que su rebaja a 9 horas eliminaría la ganancia. Los obreros trabajan sólo 2 horas en este ejemplo, una para ellos mismos, la otra para su patrón (tasa de plusvalor del 100%), pero “el producto de valor” de 10 horas de trabajo de hilar es igual al “valor que alcanza el producto” de 2 horas de hilar; y, por tanto, el “producto de valor” de 5 horas, igual al “valor del producto” de una hora. Por consiguiente, si la jornada cayera a 9 horas, la tasa de plusvalor bajaría de 100% (= 5/5) al 80% (= 4/5), pero no desaparecería; igualmente, si se prolongara una hora no se duplicaría pero subiría al 120% (= 6/5).

Por consiguiente, el “plusproducto” así obtenido no debe medirse en relación con el resto del producto total, sino sólo con la parte del producto en que se representa el trabajo necesario.

VIII. La jornada laboral. Se parte de que la fuerza de trabajo se vende y se compra siempre a su valor. Con ello, definimos la “parte necesaria de la jornada laboral” (ab en la figura), de la que sólo sabemos que será siempre una “fracción” de la jornada total (ac). Pero no sabemos a cuánto ascenderá la prolongación de la misma por encima de su parte necesaria (bc):

Jornada laboral I      Jornada laboral II      Jornada laboral III
a----------b---c       a--------b------c           a-------b----------c 

Es decir, la jornada laboral es “determinable, pero en sí y para sí indeterminada”, pues de la naturaleza del intercambio mercantil no se desprende ningún límite para ésta. Si la prolongación bc fuera cero, estaríamos ante un “límite mínimo”; pero en la sociedad capitalista éste será necesariamente mayor, ya que la parte necesaria es sólo una fracción de la total. Existe también un “límite máximo”, ya que la jornada nunca podrá superar la barrera “física” de las 24 horas aunque se superen antes sus barreras “morales”. Como el capital es “trabajo muerto” y sólo se reanima, como los vampiros, al “chupar trabajo vivo”, siempre procurará llevar al máximo posible esa prolongación. Ahora bien, una cosa es la “utilización” de la fuerza de trabajo, y otra muy diferente su “expoliación”: si se sobreexplotara al trabajador y se consumiera su capacidad laboral —en principio apta para durar 30 años— en tan sólo 10, su reproducción no sería normal sino “atrofiada”. Esto sirve de ayuda al obrero en su lucha “en torno a los límites de la jornada laboral”, base histórica a su vez de toda la regulación pública, estatal, de la jornada.

El resto del capítulo contiene numerosos ejemplos de las luchas reales en torno a esta regulación, que prueban la “hambruna de plustrabajo” mostrada siempre por la clase capitalista. Antes del capitalismo también existía plustrabajo, y en todas las sociedades de clase la diferencia de clases misma se ha basado en la expropiación del plustrabajo de la clase más numerosa por la (más) pequeña clase dominante. Que “el capital no ha inventado el plustrabajo” lo muestra el ejemplo del boyardo, el señor feudal ruso que explota al campesino valaco (de los valles del bajo Danubio) o moldavo: en este caso tenemos una separación “espacial” (el trabajo necesario y el plustrabajo tienen lugar en espacios físicamente diferentes) y las numerosas mañas de los propietarios para aumentar al máximo la explotación, cuya tasa calcula Marx en un 67% (inferior a la capitalista). A continuación, señala Marx que las leyes fabriles inglesas no son sino una “limitación coactiva” de la hambruna capitalista de plustrabajo —pues “los átomos de tiempo son los elementos de la ganancia”—, que es más aguda aun que la precapitalista y tiene efectos indeseados para la clase capitalista, cuya “rapacidad” se manifiesta también en fenómenos como “las epidemias periódicas” o la “estatura decreciente de los soldados”.

El resto de los epígrafes de este capítulo (más de 70 páginas) se divide en los siguientes títulos: “Ramos industriales ingleses sin limitaciones legales a la explotación”; “Trabajo diurno y nocturno: el sistema de relevos”; y tres más dedicados a “La lucha por la jornada normal de trabajo”, que tratan sucesivamente de las “leyes coercitivas para la prolongación de la jornada laboral de mediados del siglo XIV a fines del XVII”, la “limitación legal coercitiva del tiempo de trabajo” en la legislación fabril inglesa de 1833-1864, y la “repercusión de la legislación fabril inglesa en otros países”. Se trata de una lectura utilísima para complementar la reflexión teórica que nos ocupa con ilustraciones históricas relevantes, reflexión que puede reducirse aquí a un par de apuntes.

Por ejemplo, las luchas inglesas muestran cómo se ha visto siempre al obrero como “puro tiempo de trabajo”, considerándose “pamplinas” cosas como el tiempo para la “educación” o el “desenvolvimiento intelectual”. O cómo la prolongación “antinatural” de la jornada laboral, al acortar artificialmente la vida del obrero, ha hecho necesario un “reemplazo más rápido” de las fuerzas desgastadas. O cómo, antes de la legislación tendente a recortar la jornada, existieron muchos intentos legales de extenderla, ya que los obreros del periodo de transición —recién expulsados de la sociedad no asalariada de la que procedían— se conformaban, una vez asegurada su subsistencia normal, con trabajar 5, 4 o 3 días a la semana (en vez de los 6 posibles). Se ilustra también que lo que un economista recomendaba en 1770 —“casas del terror” para hospedar y obligar a trabajos forzados a los pobres— pronto se quedó corto, pues la “fábrica” capitalista demostró que “lo ideal resultó pálido comparado con lo real”. Y se muestra, por fin, cómo analizar las leyes inglesas sobre el trabajo de adultos, niños y mujeres (1833, 1844, 1847, 1850, 1853, etc.), tanto generales como sectoriales, cuando en esa “guerra civil” entre trabajo y capital uno se coloca inequívocamente del lado del primero.


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