sábado, 5 de octubre de 2013

Historia



Garcilaso y la Inquisición*


Emilio Choy



El racionalismo de Garcilaso desvirtúa a los que sostie­nen que su formación fue exclusivamente quechua. Los pa­rientes de Garcilaso aún tenían el pensamiento encadenado al mito, y posiblemente creían en la veracidad del origen fa­buloso de Manco Cápac. Pero el mestizo imbuido de la filosofía iluminista no dejaba margen a la fábula que contaba con creyentes hasta en los mismos cronistas españoles; de ahí que éstos tratasen de entroncar la leyenda del Génesis, con los orígenes americanos. Noé y su descendencia quedaban emparentados, por obra y gracia de los esfuerzos de los exégetas de Moisés, con los indios de Paucartambo. El inca, sa­gazmente, escribía:

"Algunos españoles curiosos quieren decir, oyendo estos cuentos, que aquellos indios tuvieron noticia de la histo­ria de Noé, de sus tres hijos, mujer y nueras, que fueron cuatro hombres y cuatro mujeres que Dios reservó del di­luvio, que son los que dicen en la fábula, y que por la ventana del arca de Noé dijeron los indios la de Paucartampu, y que el hombre poderoso que la primera fábula dice que se apareció en Tiahuanacu, que dicen repartió al mundo en aquellos cuatro hombres, quieren los curiosos que sea Dios quien mandó a Noé y sus tres hijos que po­blasen el mundo. Otros pasos de una fábula y de la otra quieren semejar a los de la santa historia, que les parecen que se semejan. Yo no me entrometo en cosas tan hondas, digo llanamente las fábulas historiales que mis niñeces oí a los míos, tómelas cada uno como qui­siere; y déles la alegoría que más le cuadrare".

El Inca no participaba de las creencias que convenía a los Habsburgo y a su más fiel colaboradora, la Santa Inquisición; por este motivo no vaciló en asumir una postura crítica. Hay cierta ironía en el párrafo "quieren los curiosos que sea Dios quien mandó a Noé y a sus tres hi­jos que poblasen este mundo", si se tiene en cuenta que hace énfasis en los "españoles curiosos" que por todos los medios trataban de reducir el origen del imperio a las dimen­siones del Génesis. Como no las podía negar abiertamente, empleó el razonamiento: "tómelas cada uno como quisiere; y déles la alegoría que más le cuadrare".

¿Era accidental esta actitud de Garcilaso? Creemos que toda la obra del genial mestizo estaba llena de la mejor ideo­logía de su tiempo, y saturada de un profundo deseo de ser­vir a los pueblos del Nuevo Mundo, particularmente al perua­no. Este objetivo lo declara en su solicitud del 7 de noviembre de 1589 "el deseo que tuve de dar con ella (la traducción de los diálogos de amor) exemplo a los del Perú, donde yo nací". Pero ¿cómo se podía ser ejemplar ante los hombres del Perú con la traducción de una obra filosófica?

Si los diálogos de amor hubiese sido una obra destinada a consagrar las ideas tradicionales, posiblemente, el gesto de Garcilaso hubiese sido un alarde de erudición. Pero la obra de León Hebreo (Judá Abrabanel) fue elaborada con inten­ciones nada santas y su traducción sería considerada por la Inquisición como un libro peligroso.

Se había considerado por las autoridades españolas la inconveniencia de traducir la Biblia al castellano para que no estuviese al alcance de la gente que desconocía el latín; el libro era inconveniente por las posibilidades que presenta­ba para ser entendido en forma que el Santo Oficio hubiese calificado de herejía. Ya no se trataba de la leyenda hebraica del pecado original; era algo mucho más grave, porque se trataba de la interpretación, bajo un ángulo diferente en cuan­to a la forma pero no en el contenido, del problema de la mortalidad del hombre, como hemos de ver más adelante.

Antes cabe insistir en que Garcilaso enmascaró su crítica con las loas acostumbradas a Felipe II, pero por más elogios que dedicó a su majestad la crítica y los intereses inquisito­riales no podían admitir la difusión de los razonamientos de León Hebreo, que Garcilaso había vertido en forma clara al castellano, rectificando otras traducciones deficientes que al­teraban el pensamiento del autor. Por eso sería prohibida por la inquisición1.

En los diálogos de amor se descubre hacia dónde apunta el pensamiento del traductor, que no lo hace por encargo sino para servir de ejemplo. Con esta misma fibra se escribirá los Comentarios reales. Ya el polígrafo eminente a la vez que re­toño moderno del conservadurismo medioeval, don Marcelino Menéndez y Pelayo, afirmaba en Los orígenes de la novela que “los Comentarios Reales no son texto histórico; son una novela utópica,  como la de Tomás Moro, como la Ciudad Sol de Campanella, como la Oceana de Harrington, el sueño de un imperio patriarcal y regido con riendas de seda de un siglo de oro gobernado por una especie de teocracia filosó­fica". Esta negación al valor histórico de los Comentarios, del que discrepamos ampliamente, es la mejor calificación que se pueda hacer a la obra del Inca, que sin perder su calidad de texto histórico exagera con pasión la humanidad de una especie de buen pastor de hombres que hubo entre algunos de los gobernantes incaicos, calidad que no existía entre los gobernantes españoles.   Garcilaso escribe conven­cido de que las utopías que circulan en su tiempo son realiza­bles. Si algo parecido pudo edificar un pueblo con una civi­lización rudimentaria ¿por qué no podía aspirar a construirse una civilización con mayor desarrollo? En cierto modo, se puede decir que el escritor expresa un deseo utópico que anhela ver realizado, porque cree que ha existido histórica­mente y que por tanto, puede ser superado con la ayuda del "estudio, virtud y milicia", o sea aprovechando los aportes de la cultura más avanzada.

El Hombre y los Dioses

Las diferencias entre el Génesis de los hebreos y la teogonía griega son menores que sus similitudes.

   León Hebreo afirmaba que el pecado en el hombre se había originado por haber luchado contra los dioses (p- 339). El hombre no aparecía como un ente pasivo que se había dejado engañar, que es la impresión superficial que dejan las primeras páginas del Génesis; el gran filósofo judío del renacimiento daba al hombre dimensiones prometeicas. Lanzada su mente a una especulación que rompía con viejos moldes trataba de fundir "amorosamente" las concepciones griegas y hebreas.

   En su "Declaración de la historia hebrea y de la fábula platónica" León expresaba:
  
"Decirte he primero cómo se entiende la historia hebrea y después la fábula platónica. Al principio, siendo criado el hombre varón conjunto con la hembra, como te he di­cho, no había manera de pecar, porque la serpiente no podía engañar a la mujer estando conjunta con el hom­bre (aún no habían sido separados) como lo hizo des­pués apartada de él; que sus fuerzas y sagacidad no eran bastantes para engañar a los dos estando conjuntos en uno sino estando ya divididos el hombre y la mujer por la incisión divina para buen fin; esto es para que pudiesen ayudarse el uno enfrente del otro en el coito, para la generación, primer intento del Criador; desta división se siguió la habilidad del pecar, porque la serpiente pudo engañar a la muger, dividida del hombre, en el comer del árbol prohibido de conocer el bien y el mal; y la mu­jer hizo también comerlo al hombre juntamente y así fue­ron comprendidos en el pecado y en la pena. Por esto verás que primero cuenta la creación de paraíso terres­tre, y que Adán, así unido de macho y hembra, fue pues­to en él para labrarlo y guardarlo, y el precepto hecho al mismo Adán de que no comiese del árbol de conocer el bien y el mal; y en continente cuenta la incisión de Adán en macho y hembra divididos, y hecha la división pone luego el engaño de la serpiente y el pecado de Adán y Eva y la pena de ellos. Así que, por el modo de la his­toria hebrea y una con ella es de otro traje; porque ella hace el pecado en hombre conjunto por querer combatir con los dioses; de donde por pena de su arrogancia fue partido y dividido en dos macho y hembra".

Las similitudes entre la "historia hebrea y la fábula pía tónica", son notables. El pensador judío creía que Platón ha­bía tomado los principales ingredientes de la "historia sagra­da". Posiblemente los griegos emplearon mucho material de los hebreos, así como éstos se sirvieron de Enuma elish2 monumento de la literatura babilónica de mediados del se­gundo milenio a. C.

Pero las diferencias existentes entre la narración judía y la griega, si son pocas, en cambio revelan que correspon­den a dos fases de la evolución de la sociedad. Mientras el Génesis revela el pensamiento de un pueblo civilizado pero con mucho de barbarie, sobre todo el capítulo dos, que poco tiene de especulativo y escasamente, ha remontado el nivel mental de las sociedades neolíticas dedicadas al pastoreo y la agricultura que tienen que manifestarse a través del relato de casualidad concreta corno es el mito; en cambio, el pensa­miento griego correspondía a una civilización más avanzada, su desarrollo derivado de la producción esclavista había per­mitido el desenvolvimiento de una clase de comerciantes de acentuado poder en la política, además de una poderosa aristocracia latifundista. La filosofía de los griegos había po­dido sacudirse de los lazos del mito en mayor grado que la de los hebreos del Génesis; de ahí que fuese más humanista. León Hebreo trató de modernizar el Génesis con elemen­tos griegos. Tomaba de éstos la actitud que asumía el hom­bre ante los dioses. En la tragedia de Prometeo, la condena de este dios se debe a su actitud en favor de la libertad del hombre frente a la tiranía de los amos de esclavos, simboli­zada por Zeus. Prometeo es encadenado y deja de ser dios por infringir los mandatos del cruel Zeus. Por eso Esquilo pone en la boca de Hefestos:

"Dios eras, y no temiste la cólera de los dioses. Dones harto grandes hiciste a los vivos. Por eso en esta roca lúgu­bre en pie sin doblar la rodilla insomne, te consumirás en la­mentos infinitos, en gemidos inútiles. Implacable es el espí­ritu de Zeus. Áspera es la tiranía reciente".

La aspereza de la tiranía reciente a que se refiere Hefes­tos expresa la dureza de la opresión de los propietarios de esclavos, que se había agudizado. Anteriormente había exis­tido una sociedad basada en el colectivismo agrario, o sea la barbarie que había antecedido a la civilización.

Prometeo al perder su categoría divina se humaniza, aunque ello signifique sufrimiento permanente. Prefiere la diaria tortura pero no se inclina ante la tiranía del omnipo­tente Zeus. Es mérito de Esquilo habernos descubierto la grandeza de éste símbolo revolucionario: Prometeo, como "es­píritu de hierro y roca", con las artes que ha enseñado a los hombres, permitirá a éstos liberarse y ser tan fuertes como los dioses.

Abrabanel expone la pugna del hombre contra los dioses, cuando une la mujer con el hombre y nos dice: "ella hace el pecado en hombre conjunto por querer combatir con los dioses".

El Problema del Amor

Otro de los aspectos que tomó León Hebreo de la filosofía griega fue el amor, no sólo como unidad sino también como separación. (Amor en
griego es éros, el movimiento es eroé). Thomson escribe:

"El amor, que sirve en el principio para separar las co­sas una de      otra, sería posteriormente ía fuerza que las reuniría; porque después de la división inicial de las co­sas, el impulso que la produjo es en sí dividido en dos movimientos: el que conduce las cosas a unirse (amor) y aquel que las empuja a separarse (lucha)"3

Este concepto contradictorio del amor satura todos los Diá­logos…, especialmente en la "Exposición del autor acerca de la creación del hombre" en la que dice


"Dios crió a Adán macho y hembra, y llamó el nombre dellos Adán,   que declaro solo Adán contener a todos dos, que primero, uno puesto hecho de ambos a dos, se lla­maban Adán; porque no se llamó jamás hembra Eva en­tre tanto que fue dividida de su varón Adán, del cual to­maron Platón y los griegos que Andrógeno antiguo medio macho y hembra en un cuerpo solo, coligado por las espaldas, a contra visso; que es mejor que la mujer estuvie­se dividida, y que viniese de frente de él vista a vista para que le fuese ayuda. . ."

"Por esto, dejará el hombre el padre y la madre, y se co­ligará con su mujer, y ser uno por carne; esto es, que por haber sido divididos de un mismo individuo, el hom­bre y la mujer, se vuelven a reintegrar en el matrimonio y coito en un mismo supuesto carnal e individual. De aquí tomó Platón la división de Andrógeno en dos me­dios apartados, macho y hembra, y el nacimiento de] amor, que es la inclinación que queda a cada uno de los dos medios a reintegrarse con su resto y ser uno en carne".

En el texto del Génesis, versión de Casiodoro de Reina (569), y revisada por Cipriano Valera (Editorial Sociedades Públicas Unidas) nada nos indica que el amor que sustenta Platón pueda encontrarse en sus páginas. La audacia espe­culativa de León Hebreo lo conduce a atribuir a Platón inter­pretaciones del Génesis, insuflándole contenido dialéctico, que jamás tuvo. Es que León trataba de utilizar la autoridad de Platón para darle un nuevo contenido al texto del Antiguo Testamento.
   
Pero la labor del filósofo hebreo no era inútil, porque si el texto del Gémenis sigue en pie, (y aun en nuestro tiempo se le sigue atribuyendo sentidos novedosos tratando de mo­dernizarlo), el amor como fuente y movimiento de las cosas creadas, fue permanente inspiración de utopistas y humanistas del renacimiento. Los Diálogos de amor fue la obra más popular de filosofía en su tiempo. Comenzando por Cervan­tes, que en el prólogo del Quijote escribía: "Si trataredes de amores con dos onzas que sepáis de la lengua toscana to­paréis con León el Hebreo, que os hincha las medidas". El Quijote y La Calatea ponen al lector en contacto con este pensador neoplatónico. En esta última obra transcribe párra­fos íntegros de los Diálogos…

La influencia de los Diálogos… se extiende a Castiglione, Pontus de Thyard —quien, al traducirlo al francés lo di­fundió, poniéndolo de moda—, Ronsard, Montaigne, Camoens, Herrera, Fray Luis de León, Malón de Chaide y otros4.

Garcilaso comprendió la importancia de la filosofía de León y no sólo se conformó con verterla al castellano, sino que nos dice en los Comentarios… que la tradujo al quechua. Tanta preocupación del traductor, no se debía a la elegancia del autor o a la "suavidad y dulzura de su filoso­fía y lindezas de que trata" sino a la importancia renovadora que contenía para la dirección del pensamiento americano, que debía ser orientado no por el temor sino en el amor, por­que el Inca así lo entendió a través de su dialéctica de unidad y de lucha.


Notas:
[1] De la Riva Agüero, J. Elogio del Inca Garcilaso.
[2] Thomson, George. Studies in Ancient Greeh Society. T.II, p.141.
[3] Thomson, ob. cit., p.151.
[4] “Prólogo” de Diálogos de amor. Por Lázaro Liechn. Ed. Gleizer. Bs. As. , 1944.




*El presente ensayo fue publicado en la revista Ideas, Artes y Letras, Año VII, Nº27, abril-junio, Lima, 1956. (Nota de la Redacción).
 

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