Características del Arte Proletario
César Risso
El arte es una
manifestación espiritual, y como tal refleja los pensamientos, sentimientos y
ambiciones, en una palabra, los intereses del artista, los mismos que
corresponden a intereses más generales, de los más amplios grupos denominados
clases sociales.
Como arte, o manifestación espiritual, se expresa en los temas o motivos
que trata, en cómo los aborda, en la técnica que utiliza, que se materializan
en escuelas y tendencias.
En este sentido
se puede decir que una obra puede ser revolucionaria o reaccionaria, sin dejar
de ser arte, vale decir, si cumple con los requisitos estéticos requeridos.
Aquí podemos ilustrar este aserto con la obra de los poetas peruanos Cesar
Vallejo y Víctor Mazzi, Eduardo Ibarra, Julio Carmona, Rosa del Carpio, entre
otros.
Claro ejemplo de esta afirmación es el poema de Eduardo Ibarra, La mano diurna:
La mano diurna
es una mano de rocío,
De cinco
deslumbrantes dedos.
Es una mano en
pie de puño.
La mano diurna
-decidida,
ubérrima-
se adentra por
el sexo femenino
del tiempo.
Como la sangre
corre y hierve
diariamente en
nuestras venas.
Mano diurna
–deslumbrante racimo
de cinco
vitales dedos- cómo quiero
cómo queremos
danzar sobre tu palma.
Mano Viet Nam.
Mano Cuba.
¡Mano en pie de
puño!
Como es
natural, las fuerzas sociales preñadas de un nuevo orden social, que pugnan por
transformar la actual organización económico-social, postulan que el arte debe
servir a este ideal, tratando de adecuar para ello sus temas y técnicas. En
cambio, las clases que dominan económicamente y controlan políticamente en el
actual sistema, tratar de embellecer a la realidad, o de distraer a la
población convirtiendo el arte en puro entretenimiento. Claro que no siempre lo
hacen conscientemente, pues esto es el resultado de las contradicciones de la
vida, de la evolución del mismo arte, de las innovaciones técnicas, y del
reflejo de esta problemática en la conciencia del hombre.
Así, por ejemplo, en el siglo XV, tres artistas, Brunelleschi, Donatello y
Massaccio (arquitecto, escultor y pintor respectivamente) crearon un método de
carácter científico (la perspectiva), del cual ninguna escuela o tendencia de
la época podía sustraerse, para representar el espacio tridimensional en una superficie
de dos dimensiones, el cual se empleó durante unos quinientos años permitiendo
un desarrollo espectacular del arte, hasta que el cubismo, a comienzos del
siglo XX introdujo el método de perspectivas múltiples.
Mientras la
perspectiva se sustenta en una visión monocular, fija e instantánea, el cubismo
planteó una técnica basada en una visión biocular, móvil y desarrollada en el
tiempo. Por ello Picasso representa un rostro simultáneamente de frente y de
perfil, logrando así reflejar el espacio con la misma complejidad de la visión
humana.
En la cúspide del arte del renacimiento se encuentra Miguel Ángel
Buonarotti, quien luego de desarrollar durante largos años el estilo clásico,
termina cuestionando la pintura clásica de su época a través de su obra El juicio final, ubicada en la Capilla
Sixtina. En ésta, el Cristo no es el que corresponde a la iconografía
tradicional, pues ya no es el personaje barbado sino lampiño; igualmente, la
virgen María es mucho más joven; tampoco es Satanás el que lleva a los
condenados al infierno sino Caronte, personaje de la mitología griega. Además,
la composición de la obra ha perdido la armonía de conjunto, y se presenta
fragmentada, en grupos de personajes aislados.
Salta a la vista el que en un largo periodo histórico se representasen
escenas religiosas, señal del poder económico de la iglesia, que además era
parte del poder político, que permitió la utilización que se hizo de la
pintura. Ya en el Concilio de Trento, el de la contrarreforma, se decía que
había que educar en la fe por medio de la imagen. Pero la presencia de
Caravaggio, a pesar de la temática religiosa que trató, nos muestra los
personajes de un modo terrenal, tosco, descarnado, trasuntando naturalismo e
iluminismo (revelación de la realidad a través de la luz), a diferencia de la
forma idealizada de las obras de los
pintores del alto Renacimiento como Leonardo Da Vinci, Rafael Sanzio y Miguel
Ángel Buonarotti.
Algo básico es que no se puede renunciar a la herencia cultural. En este
sentido nos alecciona Aníbal Ponce, quien comentando la política dirigida al
tratamiento de la literatura destinada al pueblo por lo que fuera la URSS,
decía que “ignoraban los unos que no se trataba de una restauración de los
clásicos, sino de su asimilación crítica por las masas obreras como el
Renacimiento había sido la asimilación del pasado en nombre de la burguesía
mercantil; desconocían los otros que el arte proletario no es el arte de los
desarrapados, y que el desprecio de los graves problemas del estilo no es en el
fondo más que una torpe jactancia de analfabetos”.
En torno a lo que debiera ser el arte, es necesario decir que sobre todo se
trata de la integridad del hombre (Lucaks). Esto se manifiesta en el realismo y
en el humanismo, que como es natural está en función de la época histórica
correspondiente.
Las expresiones de la integridad del hombre se sustentan tanto en la
actitud del artista como en la valoración del arte. En la presentación de la
monumental obra de Sholojov El Don
apacible, Konstantin Fedin dice que “Sholojov no calla, escribe toda la
verdad. No convierte la tragedia en drama y del drama no hace lectura amena. No
oculta las situaciones trágicas en consoladores ramilletes de flores
silvestres. Pero la fuerza de la verdad es tan grande que la amargura de la
vida, por muy horrible que sea, es superada por el ansia de felicidad, por el
deseo de conseguirla y por la alegría de lograrla”.
No hay que olvidar que el arte no es la realidad, de lo contrario
estaríamos avalando una visión esteticista. Lucaks, citando a Chernichevski dice
que “las masas no ponen en modo alguno el arte por encima de la realidad; por
el contrario, ni siquiera se les ocurre comparar sus valores, y si se ven
obligados a dar una respuesta clara, dicen que la naturaleza y la vida son más
hermosas que el arte”.
Hay que tener cuidado con pasar por arte aquello que no lo es. Por ejemplo,
una línea seguida es la representación fotográfica de la realidad como
recreación de aquello que sólo así se puede apreciar. Es el caso de las imágenes
o pinturas incluidas en la obra Cosmos
de Carl Sagan. Una de estas pinturas es Un
quasar en el interior de una galaxia elíptica gigante dominando un cúmulo
profuso de galaxias, de Adolf Schaller.
De igual modo, el escultor Soviético Tatlin, luego de una fructífera labor
como artista decide dedicarse al diseño industrial, actividad de la que es el
creador.
Las tendencias, temas y técnicas, varían de acuerdo al periodo histórico
del que se trata, y en consecuencia, la valoración que se hace de la obra de
arte no debe olvidar el contexto histórico. Así por ejemplo, en la década del
30 del siglo XX “el sentido revolucionario de las escuelas o tendencias
contemporáneas […] está en el repudio, en el desahucio, en la befa del absoluto
burgués” (J. C. Mariátegui).
Resumiendo, se trata del hombre en su integridad; del dominio técnico; del
lugar del arte como representación y no como sustitución de la realidad; de la
búsqueda de la verdad; de la asimilación crítica de la herencia cultural; de la
defensa del ideal humano, esto es, de la contribución a la transformación de la
realidad.
El optimismo en el arte, tomando en cuenta los elementos que hemos
señalado, es entonces un programa. Pero no hay optimismo puro, sino que este
también se enmarca, en este caso, en la época histórica actual y por lo tanto
toma partido por una u otra visión del mundo y en consecuencia por una solución
a la problemática actual.
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