lunes, 1 de diciembre de 2025

Stalin

Stalin. Historia y Crítica de una Leyenda Negra

(22)

Domenico Losurdo

Utopía exaltada y prolongación del Estado de excepción

Obviamente, la larga duración del Segundo período de desórdenes no es meramente un dato objetivo. ¿Qué papel desempeñan en su prolongación los estratos intelectuales y políticos, así como la ideología en la que se inspiran? Una corriente de pensamiento que tiene en Arendt su punto de referencia, se dedica sobre todo a la búsqueda del original ideológico que sería propio de aquellas revoluciones cuyo desarrollo fue más tortuoso.  Me parece más fructífero un enfoque diferente, que tome impulso de una sociología comparada de los estratos intelectuales y políticos. En los movimientos que desembocaron en una revolución, tanto en Francia como Rusia, vemos trabajar a los «pordioseros de la pluma» -Gueuxplumées, según la definición de Burke-, o los «Pugacev de la Universidad», según la definición de Maistre. Se trata por tanto de intelectuales   no propietarios, cuyos adversarios despreciaban por "abstractos". No hay duda de que los intelectuales propietarios llegan a la caída del antiguo régimen teniendo ya tras de sí una experiencia política real e incluso de práctica del poder político. En EEUU los propietarios de esclavos, de cuyas filas provienen los intelectuales y estadistas más prominentes (durante treinta y dos de los primeros treinta y seis años de vida de la República norteamericana, quienes ejercen la Presidencia son precisamente propietarios de esclavos), no se limitan a disfrutar de su riqueza como una especie "peculiar" de propiedad privada junto a las otras: sobre sus esclavos ejercen un poder al mismo tiempo ejecutivo, legislativo y judicial. Consideraciones no muy diferentes podrían hacerse respecto a la Inglaterra de la Revolución Gloriosa: la propiedad de tierras (de la que a menudo provienen intelectuales y dirigentes liberales) está muy presente en la Cámara de los Lores y en los Comunes, y junto a la gentry controla directamente a los jueces de paz, detentando así el poder judicial también. La cita con el poder encuentra menos preparados a los intelectuales no propietarios. Su abstracción contribuye a hacer más problemático y atormentado el proceso de estabilización de la revolución. Existe sin embargo otra cara de la moneda: son precisamente esa "abstracción" y distanciamiento de la propiedad los que hacen posible para los «pordioseros de la pluma» apoyar la abolición de la esclavitud en las colonias, y a los «Pugacev de la Universidad» dar su apoyo al proceso de descolonización, que se desarrollará después a nivel planetario.

En la larga duración del Segundo período de desórdenes es indudable también el papel desarrollado por la ideología. Es necesario sin embargo añadir enseguida que no se trata solamente de la ideología de los bolcheviques. Hemos visto las esperanzas mesiánicas que acompañan al derrumbe de la autocracia zarista y sabemos también que el motivo de la revolución traicionada supera los límites de Rusia y del movimiento comunista. Poquísimos meses o semanas después   de octubre de 1917, Kautsky subraya cómo los bolcheviques no mantienen o no son capaces de mantener ninguna de las promesas esgrimidas en el momento de la conquista del poder:

Ahora es cuando el gobierno de los Soviets se ha visto obligado a diferentes compromisos frente al capital [...]. Pero más que frente al capital ruso, la República de los Soviets tuvo que retroceder ante el alemán, y reconocer sus pretensiones. Es todavía incierto cuándo volverá el capital de la Entente a introducirse en Rusia; todo apunta a que la dictadura del proletariado haya aniquilado al capital ruso solamente para ceder el puesto al alemán y americano"?290

Los bolcheviques habían llegado al poder prometiendo «la propagación bajo el impulso de la experiencia rusa, de la revolución en los países capitalistas». ¿Pero qué había sido de ésta perspectiva «grandiosa y fascinante») Había sido socavada por un programa de «paz inmediata a cualquier precio». Estamos en 1918 y paradójicamente la crítica de Kautsky a Brest-Litovsk no es muy diferente a la que hemos visto ya, especialmente en Bujarin.

Más allá de las relaciones internacionales, aún más catastrófico es, siempre para Kautsky, el balance de la Revolución de octubre en el plano interno:

Echando fuera los restos del capitalismo, ésta ha expresado más pura y fuertemente que nunca la fuerza de la propiedad privada de la tierra. Ha hecho del campesino, hasta ahora interesado en la disolución de la gran propiedad privada de la tierra, un enérgico defensor de la propiedad privada creada ahora, y ha consolidado la propiedad privada de los medios de producción y la producción de mercancías291.

De nuevo nos vemos llevados a pensar en aquellos que, también dentro del partido bolchevique, describen la persistente propiedad privada de la tierra y la NEP como un culpable abandono de la vía socialista.

La ulterior colectivización de la agricultura no acaba con la denuncia de traición; ésta, precisamente a mediados de los años treinta, encuentra su expresión orgánica en el libro de Trotsky dedicado a la «revolución traicionada». Es interesante notar cómo las imputaciones fundamentales de esta acusación estén de algún modo ya presentes en el libro de Kautsky de 1918. Veamos de qué manera argumenta el eminente teórico socialdemócrata: si la propiedad privada individual también es sustituida por la propiedad cooperativa, no debe olvidarse que ésta última es solamente «una nueva forma de capitalismo». Por otro lado, la misma «economía estatal no es todavía el socialismo») y no solamente por el hecho de que continúan subsistiendo el mercado y la producción mercantil292. Hay algo más. La liquidación de determinada forma de capitalismo no significa en absoluto la liquidación del capitalismo como tal: el nuevo poder «puede anular muchas formas de propiedad capitalista»).

Ello no significa todavía la «fundación de una producción socialista», realidad, en la Unión Soviética ha surgido o está surgiendo una nueva clase explotadora: «En el lugar de aquellos que hasta ahora eran capitalistas, ahora convertidos en proletarios, entran intelectuales o proletarios, ahora convertidos en capitalistas»293. Si también Trotsky, a diferencia de ciertos seguidores suyos más radicales, prefiere hablar de «burocracia», más que de nueva clase capitalista, quedan claras las analogías entre los dos discursos comparados aquí, sobre todo porque también para el revolucionario ruso la «burocracia soviética» parece aspirar a «alcanzar a la burguesía occidental».294 Desde luego, no faltan diferencias. Para Kautsky es el grupo dirigente bolchevique como tal el que ha abandonado y de algún modo traicionado los nobles ideales del socialismo; por lo demás, más que de una elección y de una abjuración subjetivas y conscientes, tal abandono es expresión de la «impotencia de todos los intentos revolucionarios que no han tenido en cuenta las condiciones   objetivas sociales y económicas»295. En comparación con Trotsky, parece más convincente el discurso de Kautsky, pues no comete la ingenuidad de explicar gigantescos procesos sociales objetivos (que más allá de Rusia han implicado a toda una serie de otros países), ¡clamando contra la traición de un restringido estrato político, o incluso de una única personalidad, que cumple así un papel de deus ex machina). Hay sin embargo un momento en el   que también el dirigente socialdemócrata alemán introduce la categoría de traición subjetiva y consciente. Los bolcheviques la habrían consumado cuando, ignorando voluntariamente la inmadurez de las condiciones objetivas, se abandonan al «culto a la violencia» que sin embargo «el marxismo condena   duramente»296. Es solamente la elección inicial de desencadenar la Revolución de octubre la que es sinónimo de abjuración de los nobles ideales de Marx y el socialismo; en este caso, sin embargo, la acusación de traición implica no menos a Trotsky que a Lenin y Stalin. Queda todavía por ver si la condena que Kautsky pronuncia respecto al «culto a la violencia» de los bolcheviques sea compatible con el reproche de haber querido en Brest-Litovsk «una paz inmediata a cualquier precio».

Más importante que las diferencias son las analogías que subsisten entre los dos teóricos del marxismo aquí examinados conjuntamente. En ambos discursos la visión mesiánica de la sociedad futura abre un abismo entre la belleza del socialismo y comunismo auténticos, por un lado, y la irremediable mediocridad del presente y lo real, por el otro: se intenta colmar ese abismo recurriendo en el caso de Trotsky a la categoría de traición, y en el caso de Kautsky a la categoría de inmadurez objetiva de Rusia, que acaba inevitablemente provocando la desfiguración y traición de los ideales originarios. Para el dirigente socialdemócrata alemán, dado el «retraso económico» de un país que «no pertenece a los Estados industriales evolucionados», va de suyo el fracaso del proyecto socialista: «En realidad, en Rusia se está realizando la última de las revoluciones burguesas, no la primera de las socialistas. Esto cada vez está más claro. La actual Revolución rusa podrá asumir un carácter socialista solamente cuando coincida con una revolución socialista en Europa   occidental»297. De nuevo nos encontramos con los deseos y pronósticos de Trotsky.

En efecto, surgida ya en la Revolución de febrero, la visión mesiánica de la nueva sociedad todavía por construir acaba siendo defendida, de modos diferentes y contrapuestos entre ellos, por una franja bastante amplia. Es una dialéctica que se manifiesta con especial claridad en ocasión de la introducción de la NEP. Los escandalizados no serán solamente sectores importantes del partido bolchevique, y tampoco es siempre la preocupación por la fidelidad a la ortodoxia marxista la que motiva la indignación. Si el cristiano Pierre Pascal lamenta la llegada de una nueva «aristocracia» y el perfilarse de un proceso «contrarrevolucionario», el gran escritor Joseph Roth menciona   contrariado la «americanización» que vive la Rusia soviética, perdiendo no solamente la vía al socialismo sino su misma alma, para caer así en «el vacío espiritual»298. A los gritos de escándalo por las esperanzas mesiánicas defraudadas y traicionadas, les corresponden en el campo burgués los gritos de triunfo por el hecho de que, con la introducción de la NEP, también Lenin -así se argumenta- se ve obligado a dar la espalda a Marx y al socialismo. He aquí de nuevo la categoría de traición, aunque declinada esta vez con un juicio de valor positivo.

Paradójicamente, empujando de algún modo a los bolcheviques en dirección a una nueva revolución se encontraba un frente más bien amplio y heterogéneo. Los horrores de la guerra habían   llevado a Pascal a profetizar con tonos apocalípticos, ya en agosto de 1917, «una revolución social universal» de una radicalidad sin precedentes299. En el frente opuesto, adversarios y enemigos de la Revolución de octubre estaban listos para celebrar su fracaso cada vez que en Rusia se perfilaba el intento de pasar de la fase de espera mesiánica a la menos enfática pero más realista de construcción de una nueva sociedad, todo esto no podía dejar  de reforzar la tendencia ya bastante presente en el partido bolchevique, por tanto también del clima espiritual suscitado por la guerra, de radicalizar ulteriormente los motivos utópicos del pensamiento de Marx. En este sentido la ideología que contribuye a la prolongación del Segundo período de desórdenes resulta estar enraizada ella misma en una concreta situación objetiva.

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(290) Kautsky (1977), p. 121.

(291) lbid, p. 113.

(292) lbid, pp. 119 y 122.

(293) lbid, pp. 120-1.

(294) Trotsky (1988), p. 848 (= Trotsky, 1968, p. 143).

(295) Kautsky (1977), p. 129.

(296) lbid.

(297) lbid, p. 100.

(298) En Flores (1990), pp. 41 y 53.

(299) En Furet (1995), p.  127.

 


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