Stalin. Historia y Crítica de Una Leyenda Negra
(6)
Domenico
Losurdo
Más importante que cada una
de las batallas es la imagen de conjunto: «El sistema estaliniano consiguió
movilizar a la gran mayoría de la población y la práctica totalidad de los
recursos»; en particular la «capacidad de los soviéticos» fue «extraordinaria»,
en una situación tan difícil como la creada en los primeros meses de la guerra,
a «la hora de evacuar y de reconvertir después a la producción militar un
número considerable de industrias». Sí, «puesto en pie dos días después de la
invasión alemana, el Comité de evacuación consiguió desplazar al este 1.500
grandes fábricas, tras la realización de operaciones titánicas de una gran complejidad
logística»81. Por otro lado, este proceso de deslocalización había
comenzado ya en las semanas o meses que preceden a la agresión nazi (infra, p.
319), confirmando ulteriormente el carácter fantástico de la acusación lanzada
por Kruschov.
Hay
más. El grupo dirigente soviético había intuido de algún modo el desarrollo de
la guerra que se perfilaba en el horizonte, ya desde el momento mismo en que
impulsó la industrialización del país: con un giro radical respecto a la
situación precedente, había identificado «un punto central en la Rusia
asiática», a distancia y resguardado de posibles agresores82. En
efecto, sobre ello Stalin había insistido con fuerza, repetidas veces.
31 de enero de 1931:
se imponía la «creación de
un campo industrial nuevo y bien dotado en los Urales, en Siberia, en
Kazajistán». Pocos años después, el Informe presentado el 26 de enero de 1934
en el XVII Congreso del PCUS había llamado con satisfacción la atención sobre
el poderoso desarrollo industrial que se había producido «en Asia central, en
Kazajistán, en las Repúblicas Buriatas, Tártaras y Baskirias, en los Urales, en
Siberia oriental y occidental, en el extremo oriente, etc.»83. Las
implicaciones de todo ello no se le habían escapado a Trotsky, que pocos años
después, al analizar los peligros de la guerra y el grado de preparación de la
Unión Soviética, y al subrayar los resultados alcanzados por la «economía
planificada» en el ámbito «militar», había observado: «La industrialización de
regiones remotas, principalmente de Siberia, confiere a las regiones de la
estepa y bosque una nueva importancia»84. Solamente ahora los
grandes espacios asumían todo su valor y hacían más complicada que nunca la
guerra relámpago utilizada por el estado mayor alemán.
Es
precisamente en el ámbito del aparato industrial edificado en previsión de la
guerra donde el Tercer Reich se ve obligado a afrontar las sorpresas más
amargas, como muestran dos anotaciones de Hitler.
29
de noviembre de 1941: «¿Cómo es posible que un pueblo tan primitivo pueda alcanzar
tales objetivos técnicos en tan poco tiempo?»
26
de agosto de 1942: «En lo que respecta a Rusia, es incontestable que Stalin ha
alzado el nivel de vida. El pueblo ruso no sufría el hambre [en el momento del
comienzo de la Operación Barbarroja]. En conjunto es necesario reconocer que:
han sido construidos talleres de la importancia de las Hermann Goering Werke
allí donde hasta hace dos años no existían sino aldeas desconocidas. Nos
encontramos líneas de ferrocarril que no están en los mapas»85.
Llegados a este punto es
conveniente dar la palabra a tres expertos, notablemente diferentes entre ellos
uno ruso y los otros dos occidentales. El primero, que en su momento dirigió el
Instituto soviético de historia militar, y que ha compartido el antiestalinismo
militante de los años de Gorbachov, parece movido por la intención de retomar y
radicalizar la requisitoria del Informe Kruschov. Y sin embargo, por los mismos
resultados de su investigación, se ve obligado a formular un juicio bastante
más matizado: sin ser un especialista y mucho menos el genio descrito por la
propaganda oficial, ya en los años que preceden al estallido de la guerra
Stalin se ocupa intensamente de los problemas de la defensa, de la industria de
defensa y de la economía de guerra en su conjunto. Sí, en el plano
estrictamente militar, únicamente a través de pruebas y errores, incluso
graves, y «gracias a la dura praxis de la vida militar cotidiana» él «aprende
gradualmente los principios básicos de estrategia»86. En otros campos,
sin embargo, su pensamiento se muestra «más desarrollado que el de muchos
líderes militares soviéticos». Gracias también a la larga práctica en la
gestión del poder político, Stalin no pierde nunca de vista el rol central de
la economía de guerra, y contribuye a reforzar la resistencia de la URSS con la
transferencia hacia el interior del aparato bélico industrial: «es casi
imposible subestimar la importancia de este empeño»87. El líder
soviético presta finalmente una gran atención a la dimensión político-moral de
la guerra. En este ámbito «tenía ideas totalmente fuera de lo habitual», como
demuestra la decisión «valiente y clarividente», tomada pese al escepticismo de
sus colaboradores, de efectuar el desfile militar conmemorativo del aniversario
de la Revolución de octubre, el 7 de noviembre de 1941, en una Moscú asediada y
acosada por el enemigo nazi. En síntesis, puede decirse que respecto a los
militares de carrera y al círculo de sus colaboradores, «Stalin da prueba de un
pensamiento más universal»91. Y es un pensamiento —puede añadirse— que no pasa
por alto ni siquiera los aspectos más ínfimos de la vida y de la moral de los
soldados: informado del hecho de que se habían quedado sin cigarrillos, gracias
también a su capacidad para despachar «una enorme carga de trabajo», «en el
momento crucial de la batalla de Stalingrado, él [Stalin] encontró tiempo para
llamar por teléfono a Akaki Mgeladze, jefe del partido en Abjasia, la principal
región productora de tabaco: "¡Nuestros soldados ya no pueden fumar! ¡Sin
cigarrillos el frente no aguanta!"»88
En
la apreciación positiva de Stalin como líder militar los dos autores
occidentales van aún más allá. Si Kruschov insiste en los arrolladores éxitos
iniciales de la Wehrmacht, el primero de los dos expertos mencionados expresa
esta misma evidencia con un lenguaje bastante diferente: no sorprende que «la
mayor invasión de la historia militar» haya conseguido éxitos iniciales: la
réplica del Ejército rojo tras los devastadores golpes de la invasión alemana
en junio de 1941 fue «la mayor producción de armas que el mundo hubiese visto
nunca»89. El segundo investigador, docente de una academia militar
estadounidense, a partir de la comprensión del conflicto en términos de su
larga duración, de la atención reservada tanto a la retaguardia como al frente,
de la dimensión económica y política, así como la propiamente militar de la
guerra, habla de Stalin como un «gran estratega», de hecho como «el primer
auténtico estratega del siglo veinte»90. Es una valoración de
conjunto ampliamente coincidente con la del otro investigador occidental antes
citado, cuya tesis de fondo, resumida en las solapas del libro, ve en Stalin al
«mayor líder militar del siglo veinte». Obviamente se pueden discutir o matizar
estas valoraciones tan lisonjeras; queda sin embargo claro el hecho de que, al
menos en lo que respecta al tema de la guerra, el paisaje trazado por Kruschov
ha perdido toda credibilidad.
Sobre
todo por el hecho de que llegado el momento del examen definitivo, la URSS se
muestra bastante preparada también desde otro punto de vista esencial. Volvamos
a dar la palabra a Goebbels, que, al explicar las inopinadas dificultadas de la
operación Barbarroja, aparte del potencial bélico del enemigo, remite también a
otro factor:
Para
nuestros hombres de confianza y a nuestros espías era casi imposible penetrar
en el interior de la Unión Soviética. No podían adquirir una visión precisa.
Los bolcheviques se han esforzado directamente en engañarnos. De toda una serie
de armas que poseían, sobre todo armas pesadas, no hemos podido sacar nada en
claro. Exactamente lo contrario de lo que se ha producido en Francia, donde lo
sabíamos prácticamente todo y no podríamos haber sido sorprendidos de ningún
modo.91
__________
(81) Werth 2007a), pp. 352 y
359-60.
(82) Tucker 1990), pp. 97-8.
(83) Stalin 1971-73), vol.
13, pp. 67 y 274.
(84) Trotsky 1988), p. 930 =
Trotsky, 1968, p. 207).
(85) Hitler 1980), p. 366
conversación del 26 de agosto de 1942).
(86) Wolkogonow 1989), pp.
501 y 570.
(87) Ibid, pp. 501, 641 y
570-2.
(88) Montefiore 2007), p.
503.
(89) Roberts 2006), pp. 81 y
4.
(90) Schneider 1994), pp.
278-9 y 232. 91 Goebbels 1992), p. 1656 entrada del diario del 19 de agosto de
1941).
Arreglar
Millones de Muertos:
de Hitler y Hearst a Cinquest y
Solzjenitsyn
La historia de los supuestos millones de presos y muertos en los campos de trabajo y los muertos por el hambre en la Unión Soviética en los tiempos de Stalin.
(Última parte)
Mario Sousa
Robo y corrupción.
Este procedimiento constató Littlepage en Berlin en la primavera de 1931 cuando la compra de ascensores industriales para las minas. La delegación soviética era dirigida por Pjatakov, siendo Littlepage el especialista encargado de verificar y aprobar la compra. Littlepage descubrió el fraude con los ascensores de mala calidad, inútiles en la URSS, pero cuando comunicó el hecho a Pjatakov y a los otros miembros de la delegación soviética fue recibido de una manera fría y con exigencias de que aprobase la compra de los ascensores. Littlepage no la aprobó y pensó de que se trataba de una corrupción personal y que los participantes de la delegación recibían sobornos de la fábrica de ascensores. Pero Pjatakov confesó después en el juicio de 1937 su ligazón con la oposición trotskista y Littlepage fue obligado a constatar que lo que él había observado en Berlín era mucho más que una corrupción a nivel personal. El dinero era destinado al pago de las actividades de la oposición secreta en la URSS, actividades que comprendían el sabotaje, el terrorismo, los sobornos y la propaganda.
Zinoviev, Kamanev,
Pjatakov, Radek, Smirnof, Tomski, Bujarin y otros tan queridos en la prensa occidental
burguesa, utilizaban los puestos que el pueblo soviético y el partido les había
otorgado para robar dinero al Estado y para ser utilizado por los enemigos del
socialismo en el extranjero para sabotear y combatir la sociedad socialista en
la URSS.
Planes para un golpe de Estado.
El tipo de delito como el robo, el sabotaje y la corrupción es un delito grave, pero las actividades de la oposición irían mucho más lejos. La conspiración contrarrevolucionaria se preparaba para tomar el poder con un golpe de Estado en que toda la dirección soviética sería eliminada comenzando por el asesinato de las personas más importantes del Comité Central del partido comunista. La parte militar del golpe de Estado sería realizada por un grupo de generales encabezados por el Mariscal Toukhatchevski.
Según Isaak Deutsher, el trotskista que escribió muchos libros contra Stalin y la URSS, el golpe de Estado iba a ser iniciado con una operación militar contra el Kremlin y contra las tropas más importantes en las grandes ciudades como Moscú y Leningrado. La conspiración era dirigida por Toukhatchevski en conjunto con Gamarnik, Jefe de los Comisarios Políticos del Ejército; el general Iakir, Comandante de la Plaza de Leningrado; el general Ouborevitch, Comandante de la Academia Militar de Moscú y el general Primakov, uno de los jefes de la caballería.
El Mariscal Toukhatchevski era un antiguo oficial del Ejército zarista que después de la revolución se había pasado al Ejército Rojo. En 1930, cerca del 10% de los oficiales, o sea, 4500 eran antiguos oficiales del ejército zarista. Muchos de aquellos oficiales nunca habían dejado sus posiciones burguesas y esperaban en silencio una oportunidad para pelear por ellas. La oportunidad se presentó cuando la oposición se preparaba para dar el golpe de Estado.
Los bolcheviques eran fuertes, pero los conspiradores civiles y militares trataron de captar poderosos amigos. Según la confesión de Bujarín en el juicio público en 1938, existía un acuerdo hecho entre la oposición trotskista y la Alemania nazi en la cual grandes regiones -entre ellas Ucrania- serían entregadas a Alemania nazi después del golpe de Estado contrarrevolucionario en la Unión Soviética. Este era el pago exigido por Alemania nazi por el apoyo prometido a los contrarrevolucionarios. Bujarín había sido informado de este acuerdo por Radek que sobre la cuestión había recibido una directiva de Trotsky.
Todos esos conspiradores
que habían sido elegidos para puestos altos para dirigir, administrar y
defender la sociedad socialista, trataban en realidad de destruir el
socialismo. Es preciso esclarecer que todo esto pasó en el decenio de los años
30 cuando el peligro nazi crecía sin parar y los ejércitos nazistas ponían a
Europa en la hoguera y preparaban la invasión de la URSS. Los conspiradores
fueron condenados a muerte como traidores en un juicio público. Los acusados de
sabotaje, terrorismo, corrupción, intento de asesinato y los que querían
entregar una parte del país, no podían esperar otro fin. Llamarlos víctimas es
un error total.
Mas cifras falsas.
Es interesante saber cómo la propaganda occidental a través de Robert Conquest ha mentido sobre las depuraciones en el Ejército Rojo. En su libro “El gran terror” dice Conquest que en 1937 habían 70.000 oficiales y comisarios políticos en el Ejército Rojo y que 50% de esos, o sea, 15.000 oficiales y 20.000 comisarios habían sido arrestados por la policía política y que habían sido ejecutados o hechos prisioneros perpetuos en los campos de trabajo. En esta afirmación de Conquest -como en todo el libro- no existe nada de verdad.
El historiador Roger Reese en su trabajo ”The Red Army and the Great Purgues”, nos da hechos y nos muestra el verdadero significado que las depuraciones de 1937 y 38 tuvieron para el ejército. El número de personas en posiciones de dirigentes en el Ejército Rojo y en la aviación, o sea, oficiales y comisarios políticos era de 144.300 en 1937 creciendo a 282.300 hasta 1939. Durante las depuraciones de 1937 y 38 fueron despedidos 34.000 oficiales y comisarios por motivos políticos, pero antes de mayo de 1940 ya habían sido rehabilitados y reintegrados a sus puestos 11.596 de ellos. Esto significa que durante las depuraciones de 1937 y 38 fueron despedidos 22.705 oficiales y comisarios políticos (alrededor de 13.000 oficiales del ejército, 4700 de la aviación y 5.000 comisarios políticos), lo que es el 7,7% de todos los oficiales y comisarios y no el 50% como Conquest decía. De ese 7,7% fue una parte condenada como traidores, pero para la gran mayoría el material histórico a disposición indica que pasaron a la vida civil.
Una última pregunta.
¿Fueron justos los juicios de 1937 y 1938 para
con los acusados? Veamos por ejemplo el juicio contra Bujarin, el funcionario
más alto del partido que trabajaba para la oposición secreta. Según el
embajador norteamericano en Moscú por aquellos años, un conocido abogado de nombre
Joseph Davies que estuvo en el tribunal durante todo el juicio, se le permitió
a Bujarín hablar y exponer su caso sin el menor impedimento. Joseph Davies
escribió a Washingtone que durante el juicio se demostró que los acusados eran
“culpables de los crímenes que les imputaban” y que “la opinión general entre
los diplomáticos que asistieron al proceso es de que se comprobó la existencia
de una conspiración muy grave”.
¡Aprendamos de la historia!
La discusión sobre el sistema correccional soviético durante el tiempo de Stalin, sobre lo cual se ha escrito millares de artículos y libros con mentiras y se han filmado centenas de películas falsas, nos entrega algunas enseñanzas. De hecho nos muestra una vez más que la historia sobre el socialismo que se divulga en la prensa burguesa en gran medida es falsa. La derecha tiene posibilidades a través de la prensa, radio y televisión de confundir y distorsionar los hechos haciendo que las grandes masas comprendan las mentiras como si fuesen verdades. Esto es válido, especialmente, tratándose de cuestiones históricas. Es por ello que las nuevas historias de la derecha deben ser consideradas como falsas mientras no se haya comprobado lo contrario. Esta actitud cautelosa es necesaria. El hecho es que a pesar de que la derecha conoce los informes de los investigadores rusos, continúan publicando las mentiras que han sido enseñadas en los últimos 50 años y que ahora han sido totalmente puestas al descubierto. La derecha continúa con su herencia histórica: una mentira repetida muchas veces termina siendo verdad.
Después que los informes de los investigadores rusos fueron publicados en Occidente, han aparecido libros en muchos países con el único propósito de combatir los informes rusos y hacer nuevamente que todas las viejas mentiras parezcan verdades. Son libros caros, hojas tras hojas con mentiras sobre el comunismo y el socialismo. ¡Las mentiras de la derecha son repetidas para combatir a los comunistas de hoy! Las mentiras son para que los trabajadores no encuentren alternativa alguna al capitalismo y al neoliberalismo. Esto es parte de la guerra sucia contra los comunistas y la sociedad socialista que son la alternativa para el futuro. ¡Es por ello que se publican libros con viejas mentiras!
Todo esto exige a los que
tenemos una visión socialista de la historia tomar la responsabilidad de hacer
de los periódicos comunistas ¡los periódicos de la clase obrera! Y así resistir
a las mentiras de la burguesía. Esta es una de las tareas más importantes en
los combates de clase que en un futuro inmediato se desarrollará con renovadas
fuerzas.
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