A Propósito de
Algunas Ideas Erróneas
Eduardo Ibarra
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¿Es cierto que Mariátegui propuso un partido legal? Esta es una cuestión que exige una investigación prolija. En «Principios programáticos del Partido Socialista», Mariátegui acordó lo siguiente:
La libertad
del Partido para actuar pública y legalmente, al amparo de la Constitución y de
las garantías que ésta acuerda a sus ciudadanos, para crear y difundir sin
restricciones su prensa, para realizar sus congresos y debates, es un hecho reivindicado
por el acto mismo de fundación pública de esta agrupación.1
Quien se limite a esta cita y no investigue y no la interprete correctamente en el marco general del pensamiento y de la praxis del Partido Socialista del Perú, se equivoca profundamente. Todo marxista debe saber buscar la verdad del Partido de Mariátegui no solo en los documentos disponibles, sino también en la praxis partidaria; no solo en lo que fue el PSP, sino también en lo que fue el proyecto mariateguiano, proyecto no consumado, como lo sabemos todos. Por partido de Mariátegui hay que entender, entonces, lo que históricamente fue el Partido Socialista del Perú y, al mismo tiempo, lo que hubiera tenido que ser según lo proyectado.
En el
Acta de la Reunión del 1 de marzo de 1930, se sostiene lo que sigue:
Por unanimidad se aprobó
enseguida la segunda parte de la moción de orden del día, conforme a la cual,
todos los miembros del C.C. y de los grupos de provincias, suscriben el
Manifiesto y documentos, reservándose el C.E. la designación de los que en delegación
del P. deben suscribirlo al ser dados a la publicidad, designación para la cual
el C.E. tendrá en cuenta el interés del P. y las razones de oportunidad y
eficacia de tal elección.
Como vemos, por un lado el
Acta da cuenta de que «todos
los miembros del C.C. y de los grupos de provincias, suscriben el Manifiesto y
documentos»,
pero, por el otro, da cuenta de que «la designación de los que en delegación
del P.» debían suscribir el «Manifiesto» y los documentos a publicarse, debía
tener «el interés del P. y las razones de oportunidad y eficacia de tal
designación». Esto significa que la firma de todos los miembros del CC y de los
grupos de provincias, era para fines internos, mientras que para fines externos
solo algunos militantes suscribirían el «Manifiesto» y los documentos. Por lo
tanto, la «fundación pública del Partido» era en realidad la fundación de su
red pública que, como es lógico, no podía aparecer sino como Partido Socialista
del Perú. Así, el Partido hubiera ocupado un espacio en la vida política del
país mediante su red pública; es decir, preservando su carácter clandestino y
fundando su red pública, el Partido Socialista del Perú hubiera sentado la base
organizativa necesaria para ligar adecuadamente su trabajo clandestino y su
trabajo abierto.
Mariátegui
tenia domicilio conocido y en el «Rincón Rojo» (así era conocida su casa), se
realizaban casi cotidianamente reuniones de conversación libre entre
intelectuales, artistas y trabajadores. Pero, paralelamente, las reuniones de
la organización partidaria (por ejemplo la reunión del 16 de setiembre de 1928,
la reunión del 7 de octubre del mismo año, las reuniones de la segunda mitad de
1929 en las que se aprobó el programa del Partido, las reuniones del 1 y 4 de
marzo del CC del Partido, etcétera, fueron todas reuniones clandestinas). Es
decir, aquellas reuniones en el «Rincón Rojo» y otras reuniones abiertas le
servían de cobertura al Partido para desarrollar su trabajo clandestino. Esta
combinación del trabajo clandestino y el trabajo abierto es una experiencia
ejemplar.
Por
otro lado, Amauta, que, como se sabe,
fecundó la fundación del Partido Socialista del Perú, y Labor, que, como se sabe también, propagó la influencia del Partido
en el seno de las clases trabajadoras, fueron publicaciones legales. Pero hay
que recordar que, ante la represión y el cierre de Amauta, en setiembre de 1927 el maestro consideró publicar su revista en Argentina y su introducción al Perú por vía ilegal. Es decir, Mariátegui no tenía un «esquema rígido»
del estatus de Amauta en nuestro
medio. Veamos lo que sostuvo el maestro al respecto:
Trataré de
reanudar en Lima la publicación de “Amauta”. Si no pudiera conseguir la
reconsideración de su clausura, me dedicaré a preparar mi viaje a Buenos Aires
para establecer ahí la revista, que tiene extensa base de circulación
americana, y seguro éxito en el Perú, donde la considerable importación de
revistas argentinas consiente introducirla en gran escala, aun en el caso de que se prohíba su entrada. Me sería absolutamente
imposible permanecer sofocado aquí material e intelectualmente. Mi presencia en
el Perú debe tener un objeto. Si lo pierde, nada la justifica.2
A buen
entendedor, pocas palabras. Mariátegui tenía la flexibilidad mental necesaria
para desarrollar el trabajo de propaganda. No se ataba las manos y, así, la
propaganda del Partido podía ser legal o ilegal, dependiendo estos estatus
distintos y aun opuestos, de las condiciones específicas: en aquellas a las que
hace referencia Mariátegui, Amauta
habría sido legal en Argentina e ilegal en el Perú.
Esta
flexibilidad es expresión de aquella otra de la que hemos hablado en otro
lugar: el grado de clandestinidad del Partido y el grado de legalidad de su red
pública dependen de las condiciones específicas en cada período de la lucha de
clases; es decir, en la construcción del Partido no caben esquemas rígidos,
pues todo depende de las condiciones objetivas concretas.
Creer que el
proyecto mariateguiano de partido fue de un partido legal, es tomar a
Mariátegui como coartada para proponer hoy un partido legal, o sea, para
liquidar el partido del proletariado peruano o exponerlo a la liquidación. Ningún
marxista-leninista puede ignorar que el Partido Socialista del Perú aspiraba a
un estatus legal, pero sin cancelar su aparato clandestino, y una opinión
distinta solo puede tener como origen la falta de estudio minucioso, la falta
de investigación de todas las ideas y todos los hechos relativos a la cuestión,
o sea, solo puede tener como fuente la más flagrante negación del método
marxista.
Es pertinente
recordar que, acerca de la legalidad de los partidos proletarios en el
capitalismo, Mao señaló en 1957 lo que sigue:
En algunos
países capitalistas se permite, es cierto, la existencia legal del Partido
Comunista, pero sólo hasta el punto en que éste no ponga en peligro los
intereses fundamentales de la burguesía; no se le permite ir más allá de ese
límite.3
Mao dice, con
razón, «En algunos países capitalistas», o sea que no en todos y, esta
situación no ha cambiado grandemente. Por otro lado –y esto es lo decisivo–
dice Mao, también con razón, que tal permisión tiene el límite de que el
partido proletario no ponga en peligro los intereses de la burguesía. No es
difícil entender que, por lo tanto, incluso en aquellos países capitalistas
donde el partido proletario puede desenvolver una actividad legal, no puede
confiar en esta legalidad y, por lo tanto, en todo momento debe mantener su
trabajo clandestino.
Ya en otro
lugar hemos mencionado el ejemplo doloroso de Indonesia, donde por un exceso de
confianza en la legalidad, es decir, por realizar un trabajo legal sin el
sostén de un trabajo clandestino, o sea, por caer en legalismo, centenares de
miles de militantes del Partido Comunista fueron asesinados en 1965. Y no es el
único caso que recuerde la memoria histórica.
Un partido cuya
estructura organizativa implica un trabajo clandestino y un trabajo legal, ¿qué
es? ¿Un partido legal? ¿Un partido clandestino? El lector marxista puede
decidir, pero como el trabajo clandestino dirige el trabajo abierto, el Partido
puede ser definido como clandestino, no obstante tener un estatus legal; pero,
también, por cuanto tiene este estatus, puede ser definido como partido legal.
En este cuadro, el partido legal se revela, entonces, como un partido
clandestino con un estatus legal (o como un partido legal con un trabajo
clandestino), y el legalismo aparece como una actividad partidaria que reniega
de todo trabajo clandestino.
07.07.2023.
__________
(1) Ideología y política, p. 164.
(2) Carta del
30 de setiembre de 1927 a Samuel Glusberg, en José Carlos Mariátegui, Correspondencia (1915-1930), Lima, 1984, Empresa Editora Amauta S.A., t. I, p. 304.
(3) «Sobre el
tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo», en Obras escogidas, t. V, Ediciones en
Lenguas Extranjeras, Pekín, 1977, pp. 423-424.
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