La Reconstitución del Partido de Mariátegui y el Movimiento Marxista-Leninista Peruano
Eduardo Ibarra
I
La reconstitución del partido de Mariátegui es la
asunción de sus fundamentos en lo ideológico, teórico, político y orgánico. Veamos,
pues, estos fundamentos.
Fundamento ideológico. En el numeral 4 del
«Programa del Partido» («Principios programáticos del Partido Socialista»), se lee lo siguiente:
El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la etapa del imperialismo y de los monopolios.
El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha. (Ideología y política, 1986, p. 160).
Cualquier marxista –incluso cualquier persona inteligente que lea sin prejuicios– entenderá que el citado acuerdo de los fundadores del PSP –redactado por Mariátegui, como todo el programa– es prueba irrefutable de la filiación marxista-leninista del Partido (y del propio Mariátegui, obviamente)1.
Como es indiscutible, este fundamento ideológico del PSP está vigente. Pero, por cuanto el surgimiento del pensamiento de Mao comportó un nuevo desarrollo de la doctrina del proletariado, el contenido del término marxismo-leninismo cobró un enriquecimiento; así, desde hace ya buen tiempo comprende el pensamiento de Mao. Por eso la formulación de la doctrina proletaria como la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao, es completamente legítima2.
En conclusión, el partido se reconstituye sobre la base ideológica del marxismo-leninismo o doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao.
Fundamento teórico. En carta a la redacción del Boletín de la Universidad Popular González Prada (enero de 1927), Mariátegui sostuvo:
Hace año y medio propuse la organización de una especie de seminario de estudios económicos y sociológicos, que se proponga en primer término la aplicación del método marxista al conocimiento y definición de los problemas del Perú. Hoy renuevo mi propósito. (Martínez, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, p. 272; en adelante, Apuntes).
Esta aplicación del marxismo reclamada por Mariátegui aparece similar, en el contexto general de su pensamiento y a pesar de sus términos, al principio de aplicar la verdad universal del marxismo-leninismo a la práctica concreta de la revolución peruana. ¿Acaso el «Programa del Partido» no sostiene que el PSP adopta el marxismo-leninismo «como su método de lucha», es decir, como instrumento de transformación revolucionaria de nuestra realidad?3
Como es indiscutible, este fundamento del partido de Mariátegui está vigente y, por lo tanto, el partido se reconstituye sobre la base teórica del principio de aplicar el marxismo-leninismo a la práctica concreta de la revolución peruana.
Fundamentos políticos. Mariátegui expresó la concepción de la revolución del PSP en términos meridianos:
Una revolución no
puede ser predicha a plazo fijo. Sobre todo, una revolución no es un golpe de
mano. Es una obra multitudinaria. Es una obra de la historia. Los comunistas lo
saben bien. Su teoría y su praxis se han
formado en la escuela y en la experiencia del materialismo histórico. No es
probable, por ende, que se alimenten de ilusiones. (La escena contemporánea, 1988, p. 135).
Una revolución continúa la tradición de un pueblo, en el sentido de que es una energía creadora de cosas e ideas que incorpora definitivamente en esa tradición enriqueciéndola y acrecentándola. Pero la revolución trae siempre un orden nuevo, que habría sido imposible ayer. La revolución se hace con materiales históricos; pero, como diseño y como función, corresponde a necesidades y propósitos nuevos. (Temas de nuestra América, 1988, p. 93).
Todo el
trabajo de organización de las masas anterior y posterior a la fundación del
PSP, así como la teorización mariateguiana sobre las cuestiones particulares de
la revolución peruana, son expresiones de dicha concepción. Conforme a ella y
teniendo en cuenta la situación concreta, Mariátegui esclareció elementos
vertebrales de la línea política del PSP:
Los hechos se
encargaron de demostrar a los radicales chilenos que los cauces legales no
pueden contener una acción revolucionaria. (Temas
de nuestra América, p. 143).
Cuando la revuelta
aspiró a transformarse en una revolución, se sintió impotente por falta de
fusiles, de programa y de doctrina4. (Ideología y política, pp. 186-187).
… la praxis marxista…
propone precisamente la conquista del poder político como base de la
socialización de la riqueza. (Defensa del
marxismo, 1988, p. 26).
Así quedaron esclarecidos el cauce de la revolución, la necesidad de tres instrumentos para llevarla al éxito y la ligazón entre el poder político y la socialización de la riqueza.
En cuanto al cauce de la revolución, la afirmación de
Mariátegui implica que dicho cauce es la acción directa de las masas.
Precisamente de esta acción es que surgirá la Creación Heroica del Pueblo Peruano.
En cuanto a los tres instrumentos de la revolución, es un hecho que el PSP estaba en camino de consumar el frente unido del pueblo peruano sobre la base de los principios frenteunitarios expuestos por Mariátegui en el artículo «El 1º de mayo y el frente unido»5:
Formar un frente
único es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una
necesidad urgente.
El frente único no
anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen.
No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina
única. Es una acción contingente, concreta, práctica. El programa del frente
único considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda abstracción
y de toda utopía. Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el
confusionismo ideológico. Dentro del frente único cada cual debe conservar su
propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por su propio
credo. Pero todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase, vinculados
por la lucha contra el adversario común, ligados por la misma voluntad
revolucionaria, y la misma pasión renovadora.
Las masas reclaman la
unidad. Las masas quieren fe. Y, por eso, su alma rechaza la voz corrosiva,
disolvente y pesimista de los que niegan y de los que dudan, y busca la voz
optimista, cordial, juvenil y fecunda de los que afirman y de los que creen. (Ideología y política, pp. 108, 109 y
110).
Y, ya constituido el PSP, en la reunión del 4 de marzo su Comité Central aprobó una moción en la cual se lee:
El P.S. reconoce que
dentro de las condiciones nacionales, la realidad nos impondrá la celebración
de pactos y alianzas generalmente con la pequeña burguesía revolucionaria. El
P.S. podrá formar parte de estas alianzas de carácter revolucionario, pero, en
todo caso, reivindicará para el proletariado la más amplia libertad de crítica,
de acción, de prensa y de organización. (Martínez, Apuntes, t. II, p. 448).
Alianza revolucionaria y, en este marco, la más completa independencia de la tendencia proletaria, marxista-leninista: he aquí la posición que mantuvo el PSP.
Pero además, Mariátegui esclareció:
El
anti-imperialismo, para nosotros, no constituye ni puede constituir, por sí
solo, un programa político, un movimiento de masas apto para la conquista del
poder. El anti-imperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las
masas obreras y campesinas, a la burguesía y a la pequeña burguesía
nacionalistas (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad) no anula el
antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de intereses.
Ni la
burguesía, ni la pequeña burguesía en el poder pueden hacer una política
anti-imperialista. Tenemos la experiencia de México, donde la pequeña burguesía
ha acabado por pactar con el imperialismo yanqui.
Sin
prescindir del empleo de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de
ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden
concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que
sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla
definitiva. (Ideología y política,
pp. 90 y 91).
Estas afirmaciones son un deslinde categórico con el anti-imperialismo burgués y pequeño burgués. Así como la experiencia de México de la que habló Mariátegui, ahora tenemos el ejemplo de gobiernos ruidosamente anti-imperialistas en el sentido pequeño burgués del término, gobiernos cuyos dirigentes, llenándose la boca de la palabra revolución y, en algunos casos, aun de la palabra socialismo, no han hecho y no hacen más que administrar la economía del régimen capitalista, al que maquillan con algunas medidas y algunas reformas, sirviendo así al mantenimiento de dicho régimen. Como hemos visto, sin prescindir de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, el Partido debe desarrollar la propaganda de sus principios demostrando de cara a las masas populares que solo el socialismo salvará al Perú. Huelga decir que los citados conceptos mariateguianos sientan las bases teóricas del anti-imperialismo proletario y que, por esto, se suman a la teoría partidaria del trabajo frenteunitario.
La cuestión del ejército revolucionario está implícita en no pocas afirmaciones de Mariátegui; aquí basta recordar lo que hemos citado acerca de la sublevación de Atusparia, pues la falta de fusiles de esta sublevación fue precisamente la falta de un ejército.
Huelga precisar que el ejército es, precisamente, para ejercer la violencia revolucionaria. Por eso Mariátegui señaló:
… la
revolución es la gestación dolorosa, el parto sangriento del presente. (La escena contemporánea, p. 21).
El poder se conquista a través de la violencia… se conserva el poder sólo a través de la dictadura. (Historia de la crisis mundial, 1969, p. 81; elipsis nuestra).
En
cuanto a la ligazón del poder político con la socialización de la riqueza, la
afirmación mariateguiana se ajusta completamente a la teoría marxista: la
conquista del poder es la condición de la socialización de la riqueza.
El PSP le propuso al pueblo peruano un programa que «era una declaración doctrinal» que comprendía un análisis teórico de nuestro proceso histórico en el marco del capitalismo mundial y la adopción del marxismo-leninismo como la base de unidad ideológica del partido. En ese mismo marco el programa consideraba el factor de estagnación que significaba la semifeudalidad y el carácter colonial de nuestra economía, lo cual hacía de la burguesía peruana una clase enfeudada al imperialismo y coludida con la feudalidad. Esta realidad hacía del proletariado la clase cuya acción encarnaba el encargo de realizar la revolución democrático-burguesa. Como consecuencia, el programa consideraba que la subsistencia de las comunidades campesinas y la presencia de grandes empresas agrícolas eran elementos de una solución socialista de nuestra cuestión agraria y, al mismo tiempo, que el estímulo que se preste al libre resurgimiento del pueblo «indígena» no podía significar una antihistórica tendencia de reconstrucción del socialismo incaico, pues el socialismo moderno, proletario, supone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista, esto último en un sentido histórico universal. El programa considera asimismo la necesidad de una educación democrática, igualitaria, inspirada en los principios de la escuela única y de la escuela del trabajo. Luego, caracterizando el proceso de la revolución peruana, el programa considera su etapa democrático-burguesa y su etapa proletaria. En el último párrafo de su parte doctrinal el programa define al Partido Socialista del Perú como la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase. Enseguida, considera un conjunto de reivindicaciones inmediatas, con lo cual lo táctico aparece unido a lo estratégico, el programa mínimo al programa de la revolución. Puede decirse, pues, que el programa comprende un conjunto de cuestiones económicas, sociales, políticas y educacionales, y termina con estos expresivos conceptos acerca del propósito de que su contenido sea asumido por el pueblo peruano:
Los grupos estrechamente ligados que se dirigen hoy al pueblo, por medio de este manifiesto, asumen resueltamente, con la conciencia de un deber y una responsabilidad histórica, la misión de defender y propagar sus principios y mantener y acrecentar su organización, a costa de cualquier sacrificio. Y las masas trabajadoras de la ciudad, el campo y las minas y el campesinado indígena, cuyos intereses y aspiraciones representamos en la lucha política, sabrán apropiarse de estas reivindicaciones y de esta doctrina, combatir perseverante y esforzadamente por ellas y encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo. (Ideología y política, p. 164).
Esta
cita prueba la concepción que tenía el PSP de su programa como factor unitivo
de las luchas del pueblo, de la responsabilidad del partido (en la cita la
afirmación «Los grupos estrechamente ligados que se dirigen hoy al pueblo», es
una alusión elíptica al partido) como factor dirigente de estas luchas, de la
necesidad de defender y propagar los principios del socialismo, de la necesidad
de que las amplias masas populares se apropien de las reivindicaciones
consideradas en el programa y de la doctrina que las sustenta y, en resumidas
cuentas, de la necesidad de que, a través de la lucha de clases, las masas sean
capaces de encontrar «la vía que conduce a la victoria final del socialismo», o
como dice el programa –y atendiendo a la concepción mariateguiana del carácter
de nuestra revolución–6, a la victoria final de la revolución
democrático-burguesa, primera etapa de nuestra revolución socialista.
Como es indiscutible, estos fundamentos políticos: concepción de la revolución, cauce e instrumentos de la misma, relación entre el poder político y la socialización de la riqueza, partido de clase, programa, frente unido, violencia revolucionaria, están vigentes7 y, por lo tanto, el partido se reconstituye sobre la base de la asunción de esta concepción, de esta política y de este programa.
Fundamentos orgánicos. El PSP precisó la composición básica de su membresía:
La
organización de los obreros y campesinos con carácter netamente clasista
constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda, y la base de la
lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional. (Martínez, Apuntes, t. II, p. 397).
Decimos «básica», porque la presencia de empleados e intelectuales entre los fundadores y los primeros militantes del Partido, indica que la militancia no se limitaba a obreros y campesinos.
Pero además, el PSP estableció:
De acuerdo a las
condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución
de un Partido Socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas.
(Ibídem).
Aquí se trata de la base social del PSP y, como en el caso anterior, las capas intermedias no quedaban por fuera.
Aunque no hay documento del PSP ni texto de Mariátegui donde se hable del centralismo-democrático, toda la práctica orgánica del Partido (reuniones de La Herradura y de Barranco, reuniones de la segunda mitad de 1920 en la que se discutió y aprobó el «Programa del partido», reuniones del 1 y 4 de marzo de 1930, etcétera), prueba de un modo inobjetable que en ellas se aplicó siempre el centralismo-democrático.
En cuanto al tipo de militante que debía tener el PSP, Mariátegui sostuvo:
[La revolución rusa] ha
producido un tipo de hombre pensante y
operante. (Defensa del marxismo,
p. 44).
Esta consideración es fundamental en la construcción del Partido, en la construcción de la capacidad intelectual y de la potencia operativa de sus militantes.
Por otro lado, la práctica del partido de Mariátegui
prueba su carácter clandestino y, cuando en su Programa se habla de la «fundación
pública de esta agrupación», lo que en realidad se afirma es que dicha
fundación es la institución de la red
pública del Partido, el posicionamiento de esta red en la vida política del
país (red que, por razones obvias, no podía aparecer sino bajo el nombre de
Partido Socialista). Prueba nuestra aserción el siguiente párrafo del acta de
la Reunión del
Por unanimidad se
aprobó enseguida la segunda parte de la moción de orden del día, conforme a la
cual, todos los miembros del C.C. y de los grupos de provincias, suscriben el
Manifiesto y documentos, reservándose el C.E. la designación de los que en delegación
del P. deben suscribirlo al ser dados a la publicidad, designación para la cual
el C.E. tendrá en cuenta el interés del P. y las razones de oportunidad y
eficacia de tal elección8.
Esta cita expresa el celo que ponía el Comité Central en preservar el carácter clandestino del PSP.
Uno de los cuatro acuerdos tomados por la Reunión de la Herradura (16 de setiembre de 1928), decía:
3º- El Comité
Ejecutivo del Partido Socialista estará formado por la “célula secreta de los
siete”. (Apuntes, t. II, p. 397).
Este acuerdo no guardaba ninguna relación con el carácter clandestino del partido, pues la “célula secreta” tuvo otra función9; pretender replicar la experiencia de la misma, es no tener en cuenta las condiciones actuales; por lo tanto, la experiencia de la “célula secreta” es prescindible en la lucha por la reconstitución del Partido.
En cuanto al nombre de PSP, Mariátegui explicó el mismo en términos inequívocos:
En Europa, la
degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de
la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se
ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico10,
la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. (Ideología y política, p. 249).
Es decir, Mariátegui entendió que, en el Perú de su tiempo, el nombre de socialista obraba exactamente como el nombre de comunista. Pero después de que Luciano Castillo fundara un sedicente Partido Socialista (cuya existencia se prolongó hasta los años sesenta) y luego de que en las últimas décadas del siglo XX aparecieran partidos reformistas con el nombre de socialista y que aun ahora este nombre sea utilizado por dos partidos igualmente reformistas, el nombre de socialista es improcedente y hasta confusionista como nombre de un partido que se reclame marxista. Pero así como el nombre de socialista está profundamente desacreditado, también lo está el nombre de comunista.
Como se sabe, la reunión del
Yo pienso que
no debe haber presidente, que en China nuestro partido no debe tener
presidente. Yo pienso que lo mejor para nosotros es que el buró político se dé
una organización según el principio de tres en uno12.
Pero, como sabemos, el PCP-SL tuvo presidente en la persona de Abimael Guzmán, quien, desde ese cargo, esgrimió la tesis antimarxista de la «dirección unipersonal», lo cual le permitió cabalgar sobre las espaldas de la militancia. Actualmente, el PCP-PR presenta también un presidente y, cosa risible, se da el caso de que un minúsculo movimiento político tiene también presidente. Contra estos afanes de fabricarse una imagen de artificial brillo, el partido debe defender el principio de dirección colectiva, tanto en su propio seno como en las organizaciones sindicales y en las organizaciones políticas de frente unido.
Como es indiscutible, estos fundamentos del PSP: membresía básica, base social del partido, centralismo-democrático, cualidad pensante y operante de sus militantes, carácter clandestino, trabajo abierto mediante una red pública, nombre del partido suficientemente representativo de su carácter revolucionario y debidamente demarcador con respecto a las organizaciones activas en nuestro medio13, dirección colectiva, están vigentes y, por lo tanto, el partido se reconstituye sobre la base de estos principios y estos criterios orgánicos.
II
En conclusión, la vigencia de los fundamentos del PSP reseñados aquí, es lo que permite –y exige– hablar en nuestro tiempo de reconstitución, y no de constitución del partido del proletariado peruano. Plantear constitución es negar la vigencia de los fundamentos del PSP, es decir, de lo medular de la Creación Heroica de Mariátegui. De lo que se trata, pues, es de retomar tales fundamentos, por la sencilla razón de que ellos son el contenido básico de la Reconstitución; decimos “el contenido básico”, pues, como se entenderá, la Reconstitución tiene que realizarse, asimismo, teniendo en cuenta la realidad actual. Así, la Reconstitución liga el pasado y el presente históricos del partido y, al mismo tiempo, la verdad universal con nuestra realidad concreta.
Pues bien, no es difícil
entender que la reconstitución del partido de Mariátegui no es lo mismo que la
unidad del movimiento marxista-leninista peruano. Pero si esta unidad se diera
sobre la base de la reconstitución del partido de Mariátegui, entonces, sin ninguna
duda, sería un impulso particularmente importante en el camino de realización
de dicha tarea. Decimos lo que acabamos de decir, porque la unidad del
movimiento marxista-leninista puede darse también bajo la forma de un frente de
clase que no necesariamente impulsara la Reconstitución14.
Ciertamente las fuerzas marxista-leninistas se encuentran reducidas a su mínima expresión. Partidos y grupos que hasta ayer eran partidarios de la Reconstitución, terminaron haciendo un camino distinto. Así por ejemplo, con su “pensamiento Gonzalo”, su “partido militarizado” y su concepción de la violencia revolucionaria como “la médula del marxismo”, el PCP-SL negó la vigencia del pensamiento de Mariátegui y se apartó de su Camino; con su marxismo a secas, su proyecto de un partido-amalgama y su renuncia a la Reconstitución, el grupo liquidacionista da cuenta de su negación de los fundamentos del partido de Mariátegui; con su maoísmo puramente verbal y su adicción a nadar en dos aguas, el oportunismo de derecha transita un camino ajeno al Camino de Mariátegui.
Ahora bien, algunos grupos y
algunos activistas mantienen una actitud de cierta indiferencia con respecto a
la tarea de reconstituir el partido de Mariátegui. Pero, según parece, en la
mayoría de los casos dicha actitud expresa un problema de comprensión.
Mariátegui señaló con acierto absoluto:
Los verdaderos revolucionarios, no proceden nunca como si la historia empezara con ellos. Saben que representan fuerzas históricas, cuya realidad no les permite complacerse con la ultraísta ilusión verbal de inaugurar todas las cosas.
Así,
pues, demostrada la vigencia de los fundamentos del PSP, los verdaderos revolucionarios deben saber asumirlos y desarrollarlos
conforme a la realidad actual del Perú y el mundo.
En fin, incluso reducidos a su mínima expresión, los grupos y activistas que sostienen la Reconstitución, son pocos pero son, pues su fuerza histórica les viene de los fundamentos que han retomado.
Así, si se mira bien, se verá que se ha avanzado no poco en la lucha por la Reconstitución en los planos ideológico y teórico, así como en la dimensión teórica de los planos político y orgánico. Esta es una buena base para continuar avanzando por el mismo camino y para cumplir con las tareas prácticas pendientes en los planos político (entendiendo por esto sobre todo la penetración en las masas) y orgánico (entendiendo por esto ante todo la constitución de una dirección provisoria que impulse las tareas de la Reconstitución).
¿No es esto, acaso, lo que exige
la actual situación? Entonces, en consecuencia, ergo, ¿qué esperamos?
02.03.2023.
_________________
(1)
Al respecto puede consultarse nuestro libro El
partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, donde el lector
puede encontrar una exposición más detallada del tema.
(2)
Sobre este punto puede consultarse nuestro folleto El desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su
denominación.
(3)
El lector puede consultar al respecto el artículo «Nuestro punto de partida», publicado
en este mismo blog.
(4)
Es claro que en el lenguaje mariateguiano fusiles equivale a ejército, programa
a frente unido y doctrina a partido.
(5)
Obviamente, dichos principios fueron expuestos por Mariátegui como principios
del frente unido sindical de la clase obrera, pero los mismos son pasibles de
ser aplicados al frente político del pueblo peruano.
(6)
Ver nuestro folleto «Mao y Mariátegui».
(7)
Huelga decir que la parte del programa que habla de la semifeudalidad perdió
vigencia con la liquidación de la misma en la segunda mitad de la década del
ochenta, lo mismo ocurre con las reivindicaciones inmediatas. El lector podrá
ver la primera cuestión en el folleto «Nuestro mayor problema histórico», de
próxima aparición.
(8)
Martínez, Apuntes, t. II, p. 486.
Para una mayor información sobre el punto, el lector puede consultar nuestro artículo «Mariátegui, el ¿Qué hacer? y el Partido Socialista del
Perú».
(9)
Ver nuestro artículo «Apuntes sobre la “célula
secreta de los siete” del Partido Socialista del Perú».
(10)
Esta afirmación de Mariátegui pone en su lugar –con toda razón– al socialismo
reformista anterior al suyo propio de clara índole marxista. Cuando en «Aniversario
y balance» Mariátegui habla de la degeneración del socialismo, se refiere al
socialismo marxista europeo que degeneró en reformismo. Contrariamente, en
nuestro medio el socialismo reformista no resultó de la degeneración del
marxismo, por lo que no puede tomarse como un caso de la degeneración
reformista del socialismo marxista. Nuestro socialismo reformista anterior al
Mariátegui marxista fue una importación y, por lo tanto, fue reformista desde
su arribo al país hasta su extinción. En el momento en que Mariátegui escribió «Aniversario
y balance», el marxismo peruano no había experimentado todavía ninguna
degeneración reformista.
(11)
Ver Ideología y política, p. 132.
(12)
Robinson Rojas, China, una revolución en
agonía, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1978, p. 31. Como es de
conocimiento común, durante muchos años Mao fue presidente del PCCh, por lo que,
a primera vista, su propuesta puede parecer una incoherencia, pero lo que
importa resaltar aquí es que ella, la propuesta, encierra un punto de vista que
ve una contradicción entre la dirección colectiva y el cargo de presidente.
(13)
Sobre el tema el lector puede consultar nuestro libro El partido de Mariátegui: Constitución, nombre, reconstitución.
(14) Pero que, sin embargo, esclarecimiento de por medio, puede convertirse en una fuerza de la Reconstitución.
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