domingo, 2 de abril de 2023

Política

La Reconstitución del Partido de Mariátegui y el Movimiento Marxista-Leninista Peruano 

Eduardo Ibarra

 I

La reconstitución del partido de Mariátegui es la asunción de sus fundamentos en lo ideológico, teórico, político y orgánico. Veamos, pues, estos fundamentos.

Fundamento ideológico. En el numeral 4 del «Programa del Partido» («Principios programáticos del Partido Socialista»), se lee lo siguiente:


El marxismo-leninismo es el método revolucionario de la  etapa del imperialismo y de los monopolios. El Partido Socialista del Perú, lo adopta como su método de lucha. (Ideología y política, 1986, p. 160).

Cualquier marxista –incluso cualquier persona inteligente que lea sin prejuicios– entenderá que el citado acuerdo de los fundadores del PSP –redactado por Mariátegui, como todo el programa– es prueba irrefutable de la filiación marxista-leninista del Partido (y del propio Mariátegui, obviamente)1.

        Como es indiscutible, este fundamento ideológico del PSP está vigente. Pero, por cuanto el surgimiento del pensamiento de Mao comportó un nuevo desarrollo de la doctrina del proletariado, el contenido del término marxismo-leninismo cobró un enriquecimiento; así, desde hace ya buen tiempo comprende el pensamiento de Mao. Por eso la formulación de la doctrina proletaria como la doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao, es completamente legítima2.

        En conclusión, el partido se reconstituye sobre la base ideológica del marxismo-leninismo o doctrina de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao.

        Fundamento teórico. En carta a la redacción del Boletín de la Universidad Popular González Prada (enero de 1927), Mariátegui sostuvo:


Hace año y medio propuse la organización de una especie de seminario de estudios económicos y sociológicos, que se proponga en primer término la aplicación del método marxista al conocimiento y definición de los problemas del Perú. Hoy renuevo mi propósito. (Martínez, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, t. II, p. 272; en adelante, Apuntes).

Esta aplicación del marxismo reclamada por Mariátegui aparece similar, en el contexto general de su pensamiento y a pesar de sus términos, al principio de aplicar la verdad universal del marxismo-leninismo a la práctica concreta de la revolución peruana. ¿Acaso el «Programa del Partido» no sostiene que el PSP adopta el marxismo-leninismo «como su método de lucha», es decir, como instrumento de transformación revolucionaria de nuestra realidad?3

        Como es indiscutible, este fundamento del partido de Mariátegui está vigente y, por lo tanto, el partido se reconstituye sobre la base teórica del principio de aplicar el marxismo-leninismo a la práctica concreta de la revolución peruana.

        Fundamentos políticos. Mariátegui expresó la concepción de la revolución del PSP en términos meridianos:


Una revolución no puede ser predicha a plazo fijo. Sobre todo, una revolución no es un golpe de mano. Es una obra multitudinaria. Es una obra de la historia. Los comunistas lo saben bien. Su teoría y su  praxis se han formado en la escuela y en la experiencia del materialismo histórico. No es probable, por ende, que se alimenten de ilusiones. (La escena contemporánea, 1988, p. 135).

Una revolución continúa la tradición de un pueblo, en el sentido de que es una energía creadora de cosas e ideas que incorpora definitivamente en esa tradición enriqueciéndola y acrecentándola. Pero la revolución trae siempre un orden nuevo, que habría sido imposible ayer. La revolución se hace con materiales históricos; pero, como diseño y como función, corresponde a necesidades y propósitos nuevos. (Temas de nuestra América, 1988, p. 93).

Todo el trabajo de organización de las masas anterior y posterior a la fundación del PSP, así como la teorización mariateguiana sobre las cuestiones particulares de la revolución peruana, son expresiones de dicha concepción. Conforme a ella y teniendo en cuenta la situación concreta, Mariátegui esclareció elementos vertebrales de la línea política del PSP:

 

Los hechos se encargaron de demostrar a los radicales chilenos que los cauces legales no pueden contener una acción revolucionaria. (Temas de nuestra América, p. 143).

Cuando la revuelta aspiró a transformarse en una revolución, se sintió impotente por falta de fusiles, de programa y de doctrina4. (Ideología y política, pp. 186-187).

… la praxis marxista… propone precisamente la conquista del poder político como base de la socialización de la riqueza. (Defensa del marxismo, 1988, p. 26).

Así quedaron esclarecidos el cauce de la revolución, la necesidad de tres instrumentos para llevarla al éxito y la ligazón entre el poder político y la socialización de la riqueza.

En cuanto al cauce de la revolución, la afirmación de Mariátegui implica que dicho cauce es la acción directa de las masas. Precisamente de esta acción es que surgirá la Creación Heroica del Pueblo Peruano.

En cuanto a los tres instrumentos de la revolución, es un hecho que el PSP estaba en camino de consumar el frente unido del pueblo peruano sobre la base de los principios frenteunitarios expuestos por Mariátegui en el artículo «El 1º de mayo y el frente unido»5:


Formar un frente único es tener una actitud solidaria ante un problema concreto, ante una necesidad urgente.

El frente único no anula la personalidad, no anula la filiación de ninguno de los que lo componen. No significa la confusión ni la amalgama de todas las doctrinas en una doctrina única. Es una acción contingente, concreta, práctica. El programa del frente único considera exclusivamente la realidad inmediata, fuera de toda abstracción y de toda utopía. Preconizar el frente único no es, pues, preconizar el confusionismo ideológico. Dentro del frente único cada cual debe conservar su propia filiación y su propio ideario. Cada cual debe trabajar por su propio credo. Pero todos deben sentirse unidos por la solidaridad de clase, vinculados por la lucha contra el adversario común, ligados por la misma voluntad revolucionaria, y la misma pasión renovadora.

Las masas reclaman la unidad. Las masas quieren fe. Y, por eso, su alma rechaza la voz corrosiva, disolvente y pesimista de los que niegan y de los que dudan, y busca la voz optimista, cordial, juvenil y fecunda de los que afirman y de los que creen. (Ideología y política, pp. 108, 109 y 110).

Y, ya constituido el PSP, en la reunión del 4 de marzo su Comité Central aprobó una moción en la cual se lee: 


El P.S. reconoce que dentro de las condiciones nacionales, la realidad nos impondrá la celebración de pactos y alianzas generalmente con la pequeña burguesía revolucionaria. El P.S. podrá formar parte de estas alianzas de carácter revolucionario, pero, en todo caso, reivindicará para el proletariado la más amplia libertad de crítica, de acción, de prensa y de organización. (Martínez, Apuntes, t. II, p. 448).

Alianza revolucionaria y, en este marco, la más completa independencia de la tendencia proletaria, marxista-leninista: he aquí la posición que mantuvo el PSP.

        Pero además, Mariátegui esclareció: 


El anti-imperialismo, para nosotros, no constituye ni puede constituir, por sí solo, un programa político, un movimiento de masas apto para la conquista del poder. El anti-imperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas, a la burguesía y a la pequeña burguesía nacionalistas (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de intereses.

Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía en el poder pueden hacer una política anti-imperialista. Tenemos la experiencia de México, donde la pequeña burguesía ha acabado por pactar con el imperialismo yanqui.

Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva. (Ideología y política, pp. 90 y 91).

Estas afirmaciones son un deslinde categórico con el anti-imperialismo burgués y pequeño burgués. Así como la experiencia de México de la que habló Mariátegui, ahora tenemos el ejemplo de gobiernos ruidosamente anti-imperialistas en el sentido pequeño burgués del término, gobiernos cuyos dirigentes, llenándose la boca de la palabra revolución y, en algunos casos, aun de la palabra socialismo, no han hecho y no hacen más que administrar la economía del régimen capitalista, al que maquillan con algunas medidas y algunas reformas, sirviendo así al mantenimiento de dicho régimen. Como hemos visto, sin prescindir de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, el Partido debe desarrollar la propaganda de sus principios demostrando de cara a las masas populares que solo el socialismo salvará al Perú. Huelga decir que los citados conceptos mariateguianos sientan las bases teóricas del anti-imperialismo proletario y que, por esto, se suman a la teoría partidaria del trabajo frenteunitario.

      La cuestión del ejército revolucionario está implícita en no pocas afirmaciones de Mariátegui; aquí basta recordar lo que hemos citado acerca de la sublevación de Atusparia, pues la falta de fusiles de esta sublevación fue precisamente la falta de un ejército.

        Huelga precisar que el ejército es, precisamente, para ejercer la violencia revolucionaria. Por eso Mariátegui señaló:


… la revolución es la gestación dolorosa, el parto sangriento del presente. (La escena contemporánea, p. 21).

El poder se conquista a través de la violencia… se conserva el poder sólo a través de la dictadura. (Historia de la crisis mundial, 1969, p. 81; elipsis nuestra).

En cuanto a la ligazón del poder político con la socialización de la riqueza, la afirmación mariateguiana se ajusta completamente a la teoría marxista: la conquista del poder es la condición de la socialización de la riqueza.

 El PSP le propuso al pueblo peruano un programa que «era una declaración doctrinal» que comprendía un análisis teórico de nuestro proceso histórico en el marco del capitalismo mundial y la adopción del marxismo-leninismo como la base de unidad ideológica del partido. En ese mismo marco el programa consideraba el factor de estagnación que significaba la semifeudalidad y el carácter colonial de nuestra economía, lo cual hacía de la burguesía peruana una clase enfeudada al imperialismo y coludida con la feudalidad. Esta realidad hacía del proletariado la clase cuya acción encarnaba el encargo de realizar la revolución democrático-burguesa. Como consecuencia, el programa consideraba que la subsistencia de las comunidades campesinas y la presencia de grandes empresas agrícolas eran elementos de una solución socialista de nuestra cuestión agraria y, al mismo tiempo, que el estímulo que se preste al libre resurgimiento del pueblo «indígena» no podía significar una antihistórica tendencia de reconstrucción del socialismo incaico, pues el socialismo moderno, proletario, supone la técnica, la ciencia, la etapa capitalista, esto último en un sentido histórico universal. El programa considera asimismo la necesidad de una educación democrática, igualitaria, inspirada en los principios de la escuela única y de la escuela del trabajo. Luego, caracterizando el proceso de la revolución peruana, el programa considera su etapa democrático-burguesa y su etapa proletaria. En el último párrafo de su parte doctrinal el programa define al Partido Socialista del Perú como la vanguardia del proletariado, la fuerza política que asume la tarea de su orientación y dirección en la lucha por la realización de sus ideales de clase. Enseguida, considera un conjunto de reivindicaciones inmediatas, con lo cual lo táctico aparece unido a lo estratégico, el programa mínimo al programa de la revolución. Puede decirse, pues, que el programa comprende un conjunto de cuestiones económicas, sociales, políticas y educacionales, y termina con estos expresivos conceptos acerca del propósito de que su contenido sea asumido por el pueblo peruano: 


Los grupos estrechamente ligados que se dirigen hoy al pueblo, por medio de este manifiesto, asumen resueltamente, con la conciencia de un deber y una responsabilidad histórica, la misión de defender y propagar  sus principios y mantener y acrecentar su organización, a costa de cualquier sacrificio. Y las masas trabajadoras de la ciudad, el campo y las minas y el campesinado indígena, cuyos intereses y aspiraciones  representamos en la lucha política, sabrán apropiarse de estas reivindicaciones y de esta doctrina, combatir perseverante y esforzadamente por ellas y encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo. (Ideología y política, p. 164). 

Esta cita prueba la concepción que tenía el PSP de su programa como factor unitivo de las luchas del pueblo, de la responsabilidad del partido (en la cita la afirmación «Los grupos estrechamente ligados que se dirigen hoy al pueblo», es una alusión elíptica al partido) como factor dirigente de estas luchas, de la necesidad de defender y propagar los principios del socialismo, de la necesidad de que las amplias masas populares se apropien de las reivindicaciones consideradas en el programa y de la doctrina que las sustenta y, en resumidas cuentas, de la necesidad de que, a través de la lucha de clases, las masas sean capaces de encontrar «la vía que conduce a la victoria final del socialismo», o como dice el programa –y atendiendo a la concepción mariateguiana del carácter de nuestra revolución–6, a la victoria final de la revolución democrático-burguesa, primera etapa de nuestra revolución socialista.

 Como es indiscutible, estos fundamentos políticos: concepción de la revolución, cauce e instrumentos de la misma, relación entre el poder político y la socialización de la riqueza, partido de clase, programa, frente unido, violencia revolucionaria, están vigentes7 y, por lo tanto, el partido se reconstituye sobre la base de la asunción de esta concepción, de esta política y de este programa.

 Fundamentos orgánicos. El PSP precisó la composición básica de su membresía: 


La organización de los obreros y campesinos con carácter netamente clasista constituye el objeto de nuestro esfuerzo y nuestra propaganda, y la base de la lucha contra el imperialismo extranjero y la burguesía nacional. (Martínez, Apuntes, t. II, p. 397).

Decimos «básica», porque la presencia de empleados e intelectuales entre los fundadores y los primeros militantes del Partido, indica que la militancia no se limitaba a obreros y campesinos.

        Pero además, el PSP estableció: 


De acuerdo a las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un Partido Socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas. (Ibídem).

Aquí se trata de la base social del PSP y, como en el caso anterior, las capas intermedias no quedaban por fuera.

        Aunque no hay documento del PSP ni texto de Mariátegui donde se hable del centralismo-democrático, toda la práctica orgánica del Partido (reuniones de La Herradura y de Barranco, reuniones de la segunda mitad de 1920 en la que se discutió y aprobó el «Programa del partido», reuniones del 1 y 4 de marzo de 1930, etcétera), prueba de un modo inobjetable que en ellas se aplicó siempre el centralismo-democrático.

        En cuanto al tipo de militante que debía tener el PSP, Mariátegui sostuvo: 


[La revolución rusa] ha producido un tipo de hombre pensante y operante. (Defensa del marxismo, p. 44).

Esta consideración es fundamental en la construcción del Partido, en la construcción de la capacidad intelectual y de la potencia operativa de sus militantes.

Por otro lado, la práctica del partido de Mariátegui prueba su carácter clandestino y, cuando en su Programa se habla de la «fundación pública de esta agrupación», lo que en realidad se afirma es que dicha fundación es la institución de la red pública del Partido, el posicionamiento de esta red en la vida política del país (red que, por razones obvias, no podía aparecer sino bajo el nombre de Partido Socialista). Prueba nuestra aserción el siguiente párrafo del acta de la Reunión del 1 marzo de 1930 del PSP (que, como se observa, data de un año y cinco meses después de la aprobación inicial del «Programa del partido»): 


Por unanimidad se aprobó enseguida la segunda parte de la moción de orden del día, conforme a la cual, todos los miembros del C.C. y de los grupos de provincias, suscriben el Manifiesto y documentos, reservándose el C.E. la designación de los que en delegación del P. deben suscribirlo al ser dados a la publicidad, designación para la cual el C.E. tendrá en cuenta el interés del P. y las razones de oportunidad y eficacia de tal elección8.

Esta cita expresa el celo que ponía el Comité Central en preservar el carácter clandestino del PSP.

Uno de los cuatro acuerdos tomados por la Reunión de la Herradura (16 de setiembre de 1928), decía: 


3º- El Comité Ejecutivo del Partido Socialista estará formado por la “célula secreta de los siete”. (Apuntes, t. II, p. 397).

Este acuerdo no guardaba ninguna relación con el carácter clandestino del partido, pues la “célula secreta” tuvo otra función9; pretender replicar la experiencia de la misma, es no tener en cuenta las condiciones actuales; por lo tanto, la experiencia de la “célula secreta” es prescindible en la lucha por la reconstitución del Partido.

En cuanto al nombre de PSP, Mariátegui explicó el mismo en términos inequívocos: 


En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico10, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. (Ideología y política, p. 249).

Es decir, Mariátegui entendió que, en el Perú de su tiempo, el nombre de socialista obraba exactamente como el nombre de comunista. Pero después de que Luciano Castillo fundara un sedicente Partido Socialista (cuya existencia se prolongó hasta los años sesenta) y luego de que en las últimas décadas del siglo XX aparecieran partidos reformistas con el nombre de socialista y que aun ahora este nombre sea utilizado por dos partidos igualmente reformistas, el nombre de socialista es improcedente y hasta confusionista como nombre de un partido que se reclame marxista. Pero así como el nombre de socialista está profundamente desacreditado, también lo está el nombre de comunista.

       Como se sabe, la reunión del 7 de octubre de 1928 eligió a Mariátegui como Secretario General del PSP. En el marco de la organización de las masas, el Partido impulsó siempre el principio de la dirección colectiva; así, la CGTP estaba representada y administrada por un Comité Confederal (cuerpo de delegados) y un Comité Ejecutivo, compuesto por un Secretario General y un secretario por cada cargo, según consta en sus Estatutos, documento escrito por Mariátegui11. Dicho sea de paso: en una reunión del 3 de junio de 1976 con siete miembros del buró político del PCCh, Mao señaló: 


Yo pienso que no debe haber presidente, que en China nuestro partido no debe tener presidente. Yo pienso que lo mejor para nosotros es que el buró político se dé una organización según el principio de tres en uno12.

Pero, como sabemos, el PCP-SL tuvo presidente en la persona de Abimael Guzmán, quien, desde ese cargo, esgrimió la tesis antimarxista de la «dirección unipersonal», lo cual le permitió cabalgar sobre las espaldas de la militancia. Actualmente, el PCP-PR presenta también un presidente y, cosa risible, se da el caso de que un minúsculo movimiento político tiene también presidente. Contra estos afanes de fabricarse una imagen de artificial brillo, el partido debe defender el principio de dirección colectiva, tanto en su propio seno como en las organizaciones sindicales y en las organizaciones políticas de frente unido.

        Como es indiscutible, estos fundamentos del PSP: membresía básica, base social del partido, centralismo-democrático, cualidad pensante y operante de sus militantes, carácter clandestino, trabajo abierto mediante una red pública, nombre del partido suficientemente representativo de su carácter revolucionario y debidamente demarcador con respecto a las organizaciones activas en nuestro medio13, dirección colectiva, están vigentes y, por lo tanto, el partido se reconstituye sobre la base de estos principios y estos criterios orgánicos.

II

En conclusión, la vigencia de los fundamentos del PSP reseñados aquí, es lo que permite –y exige–  hablar en nuestro tiempo de reconstitución, y no de constitución del partido del proletariado peruano. Plantear constitución es negar la vigencia de los fundamentos del PSP, es decir, de lo medular de la Creación Heroica de Mariátegui. De lo que se trata, pues, es de retomar tales fundamentos, por la sencilla razón de que ellos son el contenido básico de la Reconstitución; decimos “el contenido básico”, pues, como se entenderá, la Reconstitución tiene que realizarse, asimismo, teniendo en cuenta la realidad actual. Así, la Reconstitución liga el pasado y el presente históricos del partido y, al mismo tiempo, la verdad universal con nuestra realidad concreta.

Pues bien, no es difícil entender que la reconstitución del partido de Mariátegui no es lo mismo que la unidad del movimiento marxista-leninista peruano. Pero si esta unidad se diera sobre la base de la reconstitución del partido de Mariátegui, entonces, sin ninguna duda, sería un impulso particularmente importante en el camino de realización de dicha tarea. Decimos lo que acabamos de decir, porque la unidad del movimiento marxista-leninista puede darse también bajo la forma de un frente de clase que no necesariamente impulsara la Reconstitución14.

       Ciertamente las fuerzas marxista-leninistas se encuentran reducidas a su mínima expresión. Partidos y grupos que hasta ayer eran partidarios de la Reconstitución, terminaron haciendo un camino distinto. Así por ejemplo, con su pensamiento Gonzalo, su “partido militarizado” y su concepción de la violencia revolucionaria como “la médula del marxismo”, el PCP-SL negó la vigencia del pensamiento de Mariátegui y se apartó de su Camino; con su marxismo a secas, su proyecto de un partido-amalgama y su renuncia a la Reconstitución, el grupo liquidacionista da cuenta de su negación de los fundamentos del partido de Mariátegui; con su maoísmo puramente verbal y su adicción a nadar en dos aguas, el oportunismo de derecha transita un camino ajeno al Camino de Mariátegui.

Ahora bien, algunos grupos y algunos activistas mantienen una actitud de cierta indiferencia con respecto a la tarea de reconstituir el partido de Mariátegui. Pero, según parece, en la mayoría de los casos dicha actitud expresa un problema de comprensión.

Mariátegui señaló con acierto absoluto: 


Los verdaderos revolucionarios, no proceden nunca como si la historia empezara con ellos. Saben que representan fuerzas históricas, cuya realidad no les permite complacerse con la ultraísta ilusión verbal de inaugurar todas las cosas. 

Así, pues, demostrada la vigencia de los fundamentos del PSP, los verdaderos revolucionarios deben saber asumirlos y desarrollarlos conforme a la realidad actual del Perú y el mundo.

 En fin, incluso reducidos a su mínima expresión, los grupos y activistas que sostienen la Reconstitución, son pocos pero son, pues su fuerza histórica les viene de los fundamentos que han retomado.

       Así, si se mira bien, se verá que se ha avanzado no poco en la lucha por la Reconstitución en los planos ideológico y teórico, así como en la dimensión teórica de los planos político y orgánico. Esta es una buena base para continuar avanzando por el mismo camino y para cumplir con las tareas prácticas pendientes en los planos político (entendiendo por esto sobre todo la penetración en las masas) y orgánico (entendiendo por esto ante todo la constitución de una dirección provisoria que impulse las tareas de la Reconstitución).

¿No es esto, acaso, lo que exige la actual situación? Entonces, en consecuencia, ergo, ¿qué esperamos?

 

02.03.2023.

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(1) Al respecto puede consultarse nuestro libro El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, donde el lector puede encontrar una exposición más detallada del tema.

(2) Sobre este punto puede consultarse nuestro folleto El desarrollo de la teoría del proletariado y el problema de su denominación.

(3) El lector puede consultar al respecto el artículo «Nuestro punto de partida», publicado en este mismo blog.

(4) Es claro que en el lenguaje mariateguiano fusiles equivale a ejército, programa a frente unido y doctrina a partido.

(5) Obviamente, dichos principios fueron expuestos por Mariátegui como principios del frente unido sindical de la clase obrera, pero los mismos son pasibles de ser aplicados al frente político del pueblo peruano.

(6) Ver nuestro folleto «Mao y Mariátegui».

(7) Huelga decir que la parte del programa que habla de la semifeudalidad perdió vigencia con la liquidación de la misma en la segunda mitad de la década del ochenta, lo mismo ocurre con las reivindicaciones inmediatas. El lector podrá ver la primera cuestión en el folleto «Nuestro mayor problema histórico», de próxima aparición.

(8) Martínez, Apuntes, t. II, p. 486. Para una mayor información sobre el punto, el lector puede consultar nuestro artículo «Mariátegui, el ¿Qué hacer? y el Partido Socialista del Perú».

(9) Ver nuestro artículo «Apuntes sobre la “célula secreta de los siete” del Partido Socialista del Perú».

(10) Esta afirmación de Mariátegui pone en su lugar –con toda razón– al socialismo reformista anterior al suyo propio de clara índole marxista. Cuando en «Aniversario y balance» Mariátegui habla de la degeneración del socialismo, se refiere al socialismo marxista europeo que degeneró en reformismo. Contrariamente, en nuestro medio el socialismo reformista no resultó de la degeneración del marxismo, por lo que no puede tomarse como un caso de la degeneración reformista del socialismo marxista. Nuestro socialismo reformista anterior al Mariátegui marxista fue una importación y, por lo tanto, fue reformista desde su arribo al país hasta su extinción. En el momento en que Mariátegui escribió «Aniversario y balance», el marxismo peruano no había experimentado todavía ninguna degeneración reformista.

(11) Ver Ideología y política, p. 132.

(12) Robinson Rojas, China, una revolución en agonía, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1978, p. 31. Como es de conocimiento común, durante muchos años Mao fue presidente del PCCh, por lo que, a primera vista, su propuesta puede parecer una incoherencia, pero lo que importa resaltar aquí es que ella, la propuesta, encierra un punto de vista que ve una contradicción entre la dirección colectiva y el cargo de presidente.

(13) Sobre el tema el lector puede consultar nuestro libro El partido de Mariátegui: Constitución, nombre, reconstitución.

(14) Pero que, sin embargo, esclarecimiento de por medio, puede convertirse en una fuerza de la Reconstitución.

Economía

Crisis Capitalista o Disputa por la Centralización Bancaria

Cesar Risso

LA CRISIS DE LA BANCA internacional ha generado el debate acerca de si es un síntoma de la crisis general del capitalismo, o una crisis mundial del capitalismo, o si es una crisis específicamente de algunos bancos de los países industrializados.

Para expresar la crisis bancaria de forma resumida, esta se ha manifestado como una corrida de depósitos. Los clientes empezaron a retirar sus depósitos de varios bancos norteamericanos. Esta es una situación insostenible, puesto que los bancos trabajan con el dinero de los ahorristas, vale decir, prestan el dinero de los depositantes.

La causa inmediata de la crisis se ha debido, según dicen los analistas de la burguesía, a la persistente inflación que condujo a los bancos centrales a elevar las tasas de interés. Esta medida, era de esperar, debía ser de corto plazo, cosa que no ha ocurrido, y en consecuencia tiende a apuntar a la recesión económica.

De otro lado, el informe del Banco Mundial, pronostica una situación de reducción de la tasa de crecimiento de la producción mundial para la presente década, respecto de las décadas anteriores. Esto lo sustenta básicamente en la disminución de la productividad y de la inversión.

El diagnóstico del Banco Mundial respecto de la economía mundial es el siguiente:

“Actualmente, casi todas las fuerzas económicas que impulsaron el progreso económico están en retroceso. En la década anterior a la COVID-19, una desaceleración global de la productividad, que es fundamental para el crecimiento de los ingresos y el aumento de los salarios, ya se agregaba a las preocupaciones sobre las perspectivas económicas a largo plazo. En esta década, se espera que la productividad total de los factores crezca a su ritmo más lento desde 2000. El crecimiento de la inversión se está debilitando: el promedio del período 2022-24 será la mitad del promedio de las dos décadas anteriores. La fuerza de trabajo mundial también está creciendo lentamente a medida que las poblaciones envejecen en las economías avanzadas y en muchos mercados emergentes y economías en desarrollo (MEED). Además, los retrocesos en el capital humano provocados por la crisis sanitaria, el cierre de escuelas y las pérdidas de aprendizaje tendrán efectos a largo plazo en el crecimiento del producto potencial. El comercio internacional, que desde la década de 1990 hasta 2011 creció dos veces más rápido que el crecimiento del producto interno bruto (PIB), actualmente apenas lo iguala”.1

De este diagnóstico concluye que:

“Como resultado, dentro de poco podríamos estar ante una década perdida, no solo para algunos países o regiones como ha ocurrido en el pasado, sino para todo el mundo. Sin un amplio y significativo esfuerzo en materia de políticas para reactivarlo, se espera que la tasa de crecimiento potencial promedio del PIB (la tasa de crecimiento teórica que una economía puede sostener a mediano plazo sobre la base de las tasas de inversión y productividad, sin correr el riesgo de sufrir una inflación excesiva) caiga un 2,2 % anual de aquí a 2030, el nivel más bajo de las tres últimas décadas, es decir, por debajo del 2,6 % del período 2011-21. Esa es una caída pronunciada de casi un tercio de la tasa del 3,5 % que prevaleció en la primera década de este siglo. La caída en el crecimiento potencial del PIB también será pronunciada para las economías en desarrollo, en gran parte debido a las bajas tasas de inversión: de un promedio anual de 6 % entre 2000 y 2010 a un promedio de 5 % entre 2011 y 2021 y de 4 % durante el resto de esta década”.2

¿Cómo sugiere el Banco Mundial enfrentar esta situación? Pues, planteando que

“Se pueden llevar a cabo reformas que promuevan la actividad empresarial para abordar una variedad de impedimentos para el desarrollo del sector privado, tales como los altos costos para poner en marcha una empresa, los derechos de propiedad y un gobierno corporativo débiles, las políticas laborales y de mercado de productos ineficientes y los sectores financieros menos afianzados”.3

Cuando se señala, por parte del Banco Mundial, la necesidad de reformas de las políticas laborales para sortear el problema, no se trata de mejorar el bienestar de los trabajadores. Como se dice en el diagnóstico: “[…] la productividad, que es fundamental para el crecimiento de los ingresos y el aumento de los salarios”.5 Vale decir que, al disminuir la productividad, entonces los salarios no solo no podrían aumentar, sino que incluso deberían disminuir.

El rescate de los bancos en dificultades se promueve teniendo como resultado la centralización bancaria, aunque con una menor concentración. Desaparecen los bancos en quiebra, y se rescatan algunos, pero quedando en poder de más grandes capitalistas, aunque, por las pérdidas ocurridas, con un monto menor. Este rescate, así manejado, es una gran inversión para la burguesía imperialista.

El alza de la tasa de interés por parte de lo bancos centrales tiende a orientar una mayor proporción de la plusvalía desde otros sectores hacia el capital bancario. Es decir que, en la competencia por la apropiación de la plusvalía extraída a los trabajadores del sector industrial, los capitalistas bancarios han logrado prevalecer por las medidas dadas por los bancos centrales.

Cuando la tasa de plusvalía disminuye, cayendo la cuota media de beneficio, ya sea en cada país o en el resto del mundo, la competencia entre los capitalistas se torna más feroz. Entonces lo que ocurre es, en la situación actual, que los capitalistas se disputan una tajada mayor de una plusvalía menor.

Resulta que, en lugar de dar medidas para aumentar la producción, se dan medidas para contener la inflación. Pero la inflación es una modalidad para repartirse la plusvalía entre los capitalistas. Aquellos sectores en los que más se incrementan los precios de las mercancías, se apropian de una mayor cantidad de plusvalía. Tasas de interés elevadas, como han optado los bancos centrales, reorientan la plusvalía en una mayor proporción hacia los capitalistas que invierten en la banca. En consecuencia, al parecer no se trataba de contener la inflación, sino de intervenir en la competencia de los diversos sectores de capitalistas en su afán de apropiarse de una mayor plusvalía. Sin embargo, la prolongada alza de las tasas de interés ha provocado lo que se esperaba, una tasa de crecimiento menor de la producción, aunque aún no se puede hablar de recesión.

La competencia por la plusvalía, entre el capital y el trabajo, así como la competencia entre los diversos sectores de la burguesía (burguesía industrial, burguesía comercial, burguesía bancaria y burguesía propietaria de la tierra), y la competencia en el seno de los mismos sectores, entre otras formas de competencia, es lo que conduce a las crisis, como resultado de la producción cada vez más social y la apropiación privada de los resultados de la producción.

Al disminuir la productividad, como señala el Banco Mundial, disminuye la cuota de plusvalía y la cuota de beneficio. Así, el rendimiento de cada dólar invertido es cada vez menor, lo cual desespera a la burguesía para recuperar la rentabilidad, agudizándose el conflicto entre los capitalistas.

Los miles de millones de dólares de pérdidas del capital bancario, son también la reducción de la plusvalía que obtuvieron en algún momento. Sin embargo, la riqueza creada, como bienes y servicios, puede decirse que está intacta en tanto valores de uso, aunque como valores de cambio han sido afectadas.

La burguesía no está en condiciones de entender, por su situación de clase, que no se puede extraer más riqueza de la que se dispone por la fuerza de trabajo. En otras palabras, considerando la capacidad de trabajo por su fuerza, conocimientos, experiencia, etc., solo se puede obtener un excedente de trabajo, el llamado trabajo no remunerado, que es la plusvalía. Más allá de este excedente no es posible arrancar más plusvalía. Sin embargo, los cientos de miles de millones de dólares de ganancias parecieran decir otra cosa. Por esto, imprimir más dólares no quiere decir que haya más riqueza; solo quiere decir que la riqueza existente (bienes y servicios, o valores de uso) se distribuirá entre más dólares, pero los dólares no harán aparecer más valores de uso. En consecuencia, la competencia entre los diversos sectores por la plusvalía, se refiere a la redistribución de la plusvalía creada, no a la creación de más plusvalía, pues esta solo se crea en la producción.

Lo que hemos comentado parece indicar que se trata de una “crisis” bancaria parcial; que es el resultado de la competencia en el seno de los capitalistas que invierten en la banca; que está en curso un proceso de centralización bancaria, aunque, por ahora, sin mayor concentración.

Es necesario indicar lo siguiente: esta crisis bancaria parcial se presenta en el marco del ciclo de la economía capitalista, que como bien sabemos tiene como una de sus fases las crisis periódicas, debido a la ley de la tendencia decreciente de la cuota media de ganancia. Así pues, la actual “crisis” bancaria parcial, se da como parte de un proceso mayor que se presentará tarde o temprano como una crisis general del capitalismo.

______________

(1) https://thedocs.worldbank.org/en/doc/15cc60ca0296a70d949404df03c56081-0350012023/related/Potential-growth-foreword-ES.pdf

(2) Ibíd.

(3) Ibíd.

(4) Ibíd.

(5) Ibíd.


Internacionales

El Fracaso de las Sanciones a Rusia y los «Corsarios» Anglosajones*

Por Roberto Laxe

30 de marzo de 2023

Cuando Rusia invadió Ucrania hace un año, desde los EEUU y con sus acompañantes europeos, aprobaron toda una serie de medidas económicas con el objetivo más que manifiesto de asfixiar la economía rusa, y con una ayuda militar a Ucrania muy controlada, esperaban que el gobierno de Putin colapsara. Esperaban una caida del 10% del PIB, y así, de esta manera, la victoria sería «fácil», y la relación coste-beneficio de la guerra les sería muy favorable.

Pero la realidad no fue como ellos preveían, la caída solo ha sido del 2% en el 2022, y está previsto que este año crezca ligeramente.

El problema de todo esto es que se creen su propia propaganda; ni Rusia ha colapsado, ni las sanciones han roto las alianzas tejidas a su alrededor: los BRICS, a los que se suma ahora Argelia, no solo no han sancionado a Rusia, sino que han incrementado el comercio entre ellos avanzando en lo que se llama la «desglobalización»; es decir, la ruptura entre las dos cadenas económicas mundiales que se están conformando, la que se agrupa alrededor de China y la que se agrupa alrededor de los EEUU y la OTAN.

Unas sanciones limitadas: el saqueo de las cuentas

Esta realidad de «desglobalización», que a la burguesía china no le gusta nada, puesto que le limita los mercados a los que tiene acceso, hizo que las sanciones supuestamente duras contra Rusia fueran en realidad más suaves que las que se impusieron a Corea del Norte, a Irán, a Cuba o a la propia URSS tras la revolución.

No se imponían, por ejemplo, lo que se llaman las «sanciones secundarias», es decir, impedir que las mercancías rusas salieran por otros conductos como China, India, Pakistán, etc. Se limitaron a saquear / bloquear las cuentas rusas en el extranjero, en una cifra que el FMI sitúa en los 300 mil millones de dólares.

Por cierto, este método de bloquear/saquear cuentas fuera de tu jurisdicción estatal sin que medie sentencia judicial del estado en cuestión, sino por una decisión política, además de ser un torpedo a la línea de flotación de la justicia burguesa -nadie puede ser condenado sin un juicio justo-, lo es a la democracia burguesa, a la tan cacareada separación de poderes; y recuerda al viejo método con el que el imperio británico fue construido, y el capitalismo realizó la acumulación primitiva de capital: los corsarios.

Un corsario era un pirata que tenía «patente» (permiso) de un estado para atacar los buques mercantes de otro estado, y tenía como refugio los puertos del estado que le otorgaba la «patente de corso». Tan doble moral suponía esta patente, que el más famoso de ellos, Francis Drake es un «héroe» (sir Francis Drake) en Gran Bretaña, y un simple pirata en el Estado Español (conocido como el “pirata Drake”).

Un mundo diferente

El imperialismo yanqui, necesitado como está de dinero líquido (la brutal deuda pública y privada y las quiebras bancarias que se están sucediendo, lo vienen a confirmar), se conformaba con asaltar las cuentas de los capitalistas rusos, y esperaban, de rebote, que el gobierno de Putin se asustara y colapsara. 

Pero la realidad mundial no tiene nada que ver con la que le permitió ahogar al régimen irakí, para después darse el paseo militar en la II Guerra del Golfo. Los BRICS actuales (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) concentran el 40% de la población mundial, el 20% del Producto Interior Bruto (PIB) y producen más de un tercio de la producción mundial de cereales. 

Hoy el mundo tiene otros gendarmes y otras potencias que rompen un cerco de sanciones e impiden que las consecuencias de esas sanciones puedan ser las que preveían. El imperialismo euronorteamericano no puede imponer las “sanciones secundarias” porque serían ellos los que se aislarían de los centros productivos y financieros mundiales.

No es que no quieran provocar el colapso del gobierno de Putin para realizar el sueño húmedo de semicolonizar Rusia, como semicolonizaron todos los estados del este europeo tras el hundimiento de la URSS; pero a lo largo de estos años, y consecuencia de su decadencia, en torno a Rusia se han ido tejiendo unas alianzas que impiden que esas sanciones sean efectivas.

Además, tantos siglos de colonialismo e imperialismo euro norteamericano, basado en el esclavismo, el racismo y el supremacismo blanco, han creado tanto resentimiento en el mundo, que hasta antiguas semicolonias como el Congo le dicen al que fuera el hegemónico en la zona, el imperialismo francés que “hasta aquí hemos llegado”.

De hecho, el presidente Macron fue recibido en el Congo por manifestantes que portaban la enseña rusa y que exigían la inmediata desvinculación entre Macron y el gobierno de Félix Tshisekedi. “Los ciudadanos congoleños critican a Francia, y a Occidente en general, por el apoyo económico prestado a Ruanda a lo largo de las últimas décadas, especialmente desde que la ONU demostró que Ruanda financia a la guerrilla del M23 que opera en el este de RDC. Acusan a Occidente de esto, pero también de hacer la vista gorda ante las políticas belicistas del presidente ruandés. Todo ello ha dejado abierta la posibilidad de que República Democrática del Congo imite el ejemplo de otros países africanos, acercando posturas con Rusia en detrimento de Europa. De hecho, hace tres meses que se piensa que un pequeño contingente del grupo Wagner forma parte de una misión de asesoría del ejército congoleño en el este del país, después de que testigos sobre el terreno hayan confirmado la presencia de mercenarios blancos en la ciudad de Goma” (La Razón, 05/03/23)

Teniendo en cuenta que el capitalismo chino es, tras el europeo, el primer inversor en el continente africano, está claro que este resentimiento antioccidental africano tiene un sostén financiero que lo hace parte, no de una lucha de liberación nacional como sucediera en los años 60 y piensan algunos sectores de la izquierda ligadas al “castrochavismo”, sino del conflicto interimperialista que atraviesa hoy todas las relaciones internacionales.

¿Si esto sucede en un continente expoliado y saqueado como ninguno, el africano, que no sucederá con potencias emergentes como India, Pakistán, Turquía, Brasil, o Arabia Saudí?

La decadencia de la hegemonía euro norteamericana es tan profunda que un aliado estratégico de los EEUU y Gran Bretaña, Arabia Saudí, acaba de romper el cerco a Irán, y por mediación de la diplomacia china, han acordado reabrir las embajadas y restablecer relaciones entre ambos. A China no le preocupan -como tampoco a los euro norteamericanos- que Arabia Saudí, como Irán, sean dos de los estados más reaccionarios del mundo; lo que le interesa es que haya “paz» para poder hacer negocios con ellos.

En un mundo en el que la “crisis de gobernanza” mundial es la característica central, ninguna sanción puede hacer colapsar un estado; no lo consiguieron con Cuba, con Corea del Norte, con Irán, y menos que menos con Rusia. Van a tener que abandonar su hipócrita defensa de los derechos humanos y las libertades, quitar el velo de su “humanitarismo”, y demostrarse ante el mundo como lo que son, enemigos de la humanidad, que con sus políticas colonialistas, racistas e imperialistas nos han traído hasta la situación actual.

No son mejores los que dicen defender un “mundo multipolar”, solo buscan sustituirlos en la hegemonía dentro de la sociedad capitalista mundial con China a la cabeza. Pero hoy el “león herido” es el imperialismo euro norteamericano, y ya se sabe lo que se dice de una fiera herida. 

Galiza, 15/03/23

(*) Tomado de: https://www.corrienteroja.net/el-fracaso-de-las-sanciones-a-rusia-y-los-corsarios-anglosajones/


Filosofía

La Teoría del Concepto

Roger Garaudy

LA LÓGICA OBJETIVA no ha logrado explicar el objeto claramente.

El objeto, es en primer término lo que se impone al pensamiento: lo inmediato. Pero no es posible atenerse a esto. Lo inmediato nos remite a otra cosa y cada cosa se relaciona con otras por las cuales halla su explicación.

No existe, por tanto, lo “dado” irreductible: lo que aparece primero como “dado” no tiene realidad ni sentido sino por sus relaciones con otra cosa, por la “mediación”.

Pero en tanto las relaciones se repiten, esta mediación nos compromete en un movimiento sin fin, el “falso infinito”. El entendimiento busca vanamente explicar el objeto, fundarlo, por referencia al conjunto jamás agotado de lo que no es él, o bien esta mediación, debido a su impotencia misma para “cesar” o terminar su tarea nos lleva a su contrario: lo inmediato.

Tal es la contradicción de la lógica objetiva: es imposible permanecer en lo inmediato y es imposible salir de él.

Las contradicciones del ser nos elevan a la esencia; las contradicciones de la esencia nos conducen al ser. La acción recíproca es la síntesis detrás de todas esas contradicciones: todo es a la vez actividad y pasividad, autonomía y dependencia. En ella, en fin, la sustancia vuelve a hallar a la vez su unidad y su dinamismo, su espontaneidad, su libertad.

En la acción recíproca no existe ya lo “dado” insuperable; esta sustancia es acción, necesaria y libre al mismo tiempo. El movimiento no es más tránsito incesante de un término a otro ni pasaje fuera de sí y retomo a sí mismo en un ciclo cerrado y muerto; es presencia de todos los términos en cada uno de ellos, su unidad viviente. Esta unidad viviente no es el ser ni la esencia sino el sujeto.

La unidad y la vida de la sustancia son la unidad y la vida de un sujeto, a la vez universal y concreto. La sustancia deviene sujeto, acto de moverse y crearse a sí mismo, es decir, libertad.

El objeto no es abolido: es lo que el sujeto opone a él mismo, en. lo cual se contempla y del cual es el principio interno de desarrollo.

Este sujeto es unidad del sujeto y del objeto.

Esta lógica subjetiva es unidad de la lógica subjetiva y de la lógica objetiva.

El concepto del que trata es a la vez subjetivo y objetivo. Su movimiento es, indivisiblemente, el del pensamiento y el del ser. Es pensamiento y ser.

Cuando en esta última parte de la Lógica Hegel estudia el concepto no se puede, pues, entender por ello una simple forma de pensamiento, un producto de la abstracción y del entendimiento, sino “el espíritu viviente de la realidad”1, que une y supera al ser y la esencia, lo inmediato y la reflexión.

Lo propio de la “especulación” en Hegel es precisamente transformar el pensamiento, surgido del movimiento de lo real, en principio creador de lo real mismo.

La Lógica objetiva, en las dos primeras partes, era la génesis del concepto.

Esta génesis nos ha conducido a descubrir la unidad de todo lo que se nos aparecía antes como inmediato y dado en un sujeto viviente. Kant entrevió esta gran verdad, subraya Hegel, al definir el objeto “como aquello en el concepto dentro del cual se halla reunido todo lo que hay de multiforme y variado en la intuición dada”. Merced a la unidad de la conciencia las representaciones constituyen los objetos. “Concebir un objeto no es, en verdad, otra cosa que su apropiación por el Yo, su penetración por el Yo que le da así su forma propia, la de la generalidad que es al mismo tiempo precisión, o la precisión que es a la vez y directamente generalidad”.2

La objetividad que el objeto posee en el concepto forma uno con la subjetividad del sujeto cognoscente que forma el concepto.

Pero Kant, en razón del postulado del que parte, el del idealismo subjetivo, opone el sujeto y el objeto y hace del concepto una forma vacía, extraña a la intuición y que sólo por ella encuentra su contenido: “El concepto y la lógica son considerados como puramente formales, como no conteniendo la verdad puesto que hacen abstracción de todo contenido”.3 En esta perspectiva dualista el concepto es exterior al ser en lugar de ser su alma viviente y la verdad. Se da así, en Kant, una especie de nostalgia del empirismo. “En el fondo, escribía Lenin en este respecto, Hegel tiene en absoluto razón contra Kant. El pensamiento que se eleva de lo concreto a lo abstracto no se aleja —si esto es cierto— de la verdad sino que se aproxima a ella ... todas las abstracciones científicas... reflejan la naturaleza más profunda, más fiel, más completamente”.4

La justa eliminación de las secuelas del empirismo, que subsisten en Kant, es acompañada en Hegel por una concepción especulativa y mística del conocimiento puesto que en definitiva, para él, todo conocimiento es conocimiento de Dios, y toda realidad que corresponde a este conocimiento es un momento de Dios en vías de hacerse.

Pero en esta génesis única del pensamiento y del ser, en la que el idealismo objetivo está a veces muy cerca del materialismo, el valor objetivo del concepto es plenamente reconocido: “La vida o la naturaleza orgánica representa el grado de la naturaleza donde realiza el concepto su primera aparición; pero es todavía un concepto ciego, que no se aprehende a sí mismo, un concepto que, dicho de otra manera, es incapaz de pensar; el concepto pensante corresponde al espíritu”.5

El concepto es, para Hegel, la unidad del concepto y de lo real. Se asemeja mucho a “la intuición intelectual” que imaginaba Kant: “La realidad que el (concepto) asume no debe venirle de afuera, como un préstamo exterior, sino que ha de poder ser deducida de él mismo, según todas las reglas y exigencias del método científico”.6

“La derivación de lo real a partir del concepto... consiste, pues, esencialmente en lo que el concepto, en la abstracción formal exhibe como incompleto y trasciende, a favor de la dialéctica que le es inmanente, a la realidad, aunque de tal forma que él se engendra a sí mismo.”7

Mediante la inversión idealista fundamental que hace del concepto el demiurgo de la realidad, distingue Hegel un momento esencial del desarrollo de la realidad: el tránsito de la vida orgánica, en la forma más elevada, al pensamiento que nace más allá de ella. Es, en su lenguaje y en su perspectiva, el momento de la Lógica subjetiva.

“La Esencia es la primera negación del Ser, que se encuentra así transformada en apariencia; el concepto es la segunda negación, o la negación de la negación, es decir, el ser restablecido, pero en tanto que mediación infinita y su propia negatividad en sí”.8

La lógica del concepto retoma, en un nivel superior, las determinaciones del ser y de la esencia.

“Es la estructura del concepto inmediato la que da lugar al punto de vista según el cual el concepto es el producto del pensamiento subjetivo, de una reflexión exterior a la cosa misma”.9 Es el momento subjetivo del concepto.

Pero esta subjetividad del concepto, esta universalidad abstracta, esta identidad es provisional debido a su misma insuficiencia: por el movimiento dialéctico que lo empuja a salir de su aislamiento, a completarse para alcanzar la totalidad concreta, “el concepto formal se transforma a sí mismo en cosa, y pierde así la relación de exterioridad y de objetividad en la cual se hallaba con ésta”.10

La unidad de estos dos momentos es la Idea de la Razón que supera las divisiones del entendimiento.

El plan de esta tercera parte de la Lógica comporta, pues, tres momentos:

1° La subjetividad;

2° La objetividad;

3° La Idea.

***

El capítulo sobre la subjetividad recubre el campo de la lógica formal con sus tres partes tradicionales: el concepto, el juicio y el razonamiento (el silogismo).

        Pero en lugar de yuxtaponer empíricamente estas tres partes y de catalogar las formas del pensamiento, Hegel muestra su encadenamiento necesario y el tránsito de una a otra; establece entre ellas una jerarquía y la dialéctica inmanente que asciende los grados. Las formas lógicas son momentos de la Idea.

        El concepto, en el cual se expresa la identidad absoluta del ser y el pensamiento, es una actividad sintética, creadora, que pasa de lo universal a lo particular y a lo individual. Estos tres momentos no son yuxtapuestos; miden de alguna manera el desarrollo del yo: lo universal no “subsume” lo particular sino que lo engendra. No es lo universal abstracto; es lo universal concreto. Aprehender una cosa en su concepto es, como en la “intuición intelectual” de Kant, coincidir con el acto divino, creador de los objetos, verlos nacer de su propia finalidad interior. El desarrollo del concepto es semejante al de un ser viviente donde el todo engendra las partes. El concepto es inmanencia de lo infinito en lo finito, de la razón en la sensibilidad, de lo universal en lo particular. Lo individual que se vuelve a hallar aquí no es lo individual inmediato de lo sensible: “La individualidad no debe ser tomada en el sentido de singularidad simplemente inmediata, como cuando hablamos de cosas, de hombres individuales; esta determinación concreta de lo individual no aparece sino en el momento de juzgar. Todo momento del concepto es él mismo el concepto en su integridad, pero la individualidad, el sujeto, es el concepto puesto como totalidad”.11

        El concepto es "poder creador en tanto que negatividad absoluta” ,12 que engendra a partir de sí mismo sus diferencias y se particulariza: “La definición del concepto comporta igualmente la de la especie y de la diferencia específica”,13 no como términos simplemente reunidos sino como implicándose de manera recíproca. Esta contradicción interna del concepto, que es a la vez identidad y diferencia, constituye la vida del concepto. Puesto que surge de su identidad y de su abstracción, el concepto “deviene exterior a sí mismo y entra en lo real”.14

        Por esta precisión que le permite reunir lo real convirtiéndose en totalidad concreta el concepto deviene juicio.

      “El juicio es la precisión del concepto, puesta como tal en el concepto mismo... El juicio consiste en este acto de poner los conceptos determinados o definidos con ayuda del concepto mismo”.15

       Con el juicio el concepto comienza a emerger en la realidad concreta, definida.

          El juicio es una relación establecida entre dos conceptos, de los cuales uno, el sujeto, puede ser considerado como el individuo, y lo otro, el predicado, como más general: a partir de la escisión entre la cosa individual y su concepto universal decidimos sobre la conformidad o no entre una y otro. Tal es el “juicio”.

        Pero aquí, lo que en la lógica tradicional se considera como un acto del espíritu, es trasladado por Hegel al interior de las cosas: “El juicio es tomado comúnmente en el sentido subjetivo como una operación o una forma que se presenta sólo en el pensamiento consciente. . . es necesario comprender el juicio de una manera por completo general; todas las cosas son un juicio —es decir, son individuales, mas tienen una universalidad o una naturaleza interior— o un universal individualizado; universalidad e individualidad son aquí distintas, pero al mismo tiempo idénticas”.16

        Es este un corolario de la lucha consecuente de Hegel contra el empirismo: no confunde lo real, lo concreto, con lo sensible, El concepto tiene una realidad objetiva, es universal y concreto; es lo universal concreto.

        Desde este punto de vista formulará Hegel la crítica de las formas del juicio mostrando su jerarquía, su conexión y el pasaje necesario de una a otra.

        Volveremos, pues, a encontrar como momentos de esta dialéctica, los grandes momentos de la lógica objetiva: el ser, la esencia y el concepto. Pero el momento de la esencia, que es de la diferenciación, se subdivide en dos (juicio de reflexión y juicio de necesidad); tendremos entonces cuatro formas de juicios.

        La primera es el juicio de existencia o juicio cualitativo: consiste en ligar en un objeto su realidad individual, su ser determinado, a un concepto universal, esto es, atribuir o negar a una cosa individual una cualidad general. Lo individual es general y lo general es individual.

        Este juicio puede ser positivo: “La rosa es roja”; negativo: “La rosa no es roja”. Infinito: “El león no es una mesa”. Este último es a la vez correcto y absurdo, desprovisto de sentido porque establece una relación entre dos cosas que no tienen ningún nexo. No es, pues, ya un juicio; el juicio de existencia se suprime aquí y exige el pasaje a “un juicio cuyas determinaciones, por inmediatas que ellas sean, devienen determinaciones reflexivas sobre sí mismas. El juicio de existencia se ha convertido en juicio de reflexión”.17

        En el juicio de reflexión, o juicio cuantitativo, el sujeto es siempre individual, poro el predicado no es una propiedad aislada sino ya una relación. Puede ser individual: “Este hombre es mortal”. Particular: "Algunos hombres son mortales”. Universal: “Todos los hombres son mortales”. Cuando alcanza este grado de universalidad el sujeto (todos los hombres) no es ya individuo sino especie; se puede reemplazar la expresión: todos los hombres, por: el hombre. El juicio deviene entonces: “El hombre es mortal”. Esto es entonces una ley, un juicio de necesidad.

        El juicio de necesidad que establece relaciones entre la especie y el género puede ser categórico: “La rosa es una planta”. Hipotético: “Si A es B es”, o más concretamente: “Si la nube estalla llueve”. Disyuntivo: “A es B o C”. “El coral es bien un vegetal o un animal”.

        El juicio de necesidad enuncia aquí una decisión que fija los límites del concepto, una apreciación sobre la naturaleza de las cosas, lo que implica el pasaje al juicio conceptual, que está muy próximo al juicio de valor porque “su relación con el objeto es el del deber-ser, al que la realidad puede conformarse o no conformarse”.18

        El juicio conceptual puede ser asertórico: “Esta casa es buena”. Problemático: “Si posee tales cualidades esta casa es buena”. Apodíctico: “La casa así construida es buena”. Este último juicio determina "de algún modo las normas, la regla de construcción que permite alcanzar el fin y dar valor al juicio.

        Al comentar este pasaje de la Lógica, Engels observaba: “Por árida que resulte la lectura de todo esto y por arbitraria que pueda parecer a primera vista esta clasificación de los juicios sobre tal o cual punto, la verdad y la necesidad internas de este grupo se tomarán evidentes a quien estudie a fondo el desarrollo genial de Hegel en la gran Lógica”.19

        Engels daba una ilustración concreta, sorprendente, de este pasaje de una forma de juicio a otro mostrando de este modo que un desarrollo histórico real corresponde a lo que Hegel presenta tan laboriosa y arbitrariamente como una construcción especulativa: los hombres prehistóricos han llegado a este juicio de existencia: el frotamiento es una fuente de calor. Milenios más tarde, en el comienzo del siglo xrx, con los trabajos de Mayer, Carnot y Joule, se alcanza este juicio universal de reflexión: todo movimiento mecánico es capaz de transformarse en calor por intermedio del frotamiento. La etapa siguiente del progreso científico permite elevarse a un juicio conceptual, en su forma más perfecta, el juicio apodíctico: toda forma de movimiento puede y debe necesariamente, en condiciones determinadas para cada caso, convertirse directa o indirectamente en toda otra forma de movimiento.

        Del juicio singular al juicio particular y al juicio universal existe una progresión real, que corresponde a un proceso histórico que atestigua la concordancia de las leyes del pensamiento y las de la naturaleza.

Hegel, al retomar la clasificación de Aristóteles le dio el movimiento y la vida que muestra que cada uno de sus términos es un momento del desarrollo del conocimiento.

Este movimiento se realiza en el silogismo: “El silogismo es la unidad del concepto y del juicio; es el concepto en tanto que se han reducido las diferencias formales del juicio; y es el juicio, en tanto que puesto al mismo tiempo en la realidad, es decir, en las diferencias de sus determinaciones. El silogismo es lo racional y todo lo racional".20

Como el concepto y el juicio, el razonamiento no es sólo acto del pensamiento; está encarnado en las cosas. “El silogismo es considerado por lo común como la forma de lo racional, pero como una forma subjetiva y sin que entre ella y un contenido racional cualquiera, por ejemplo, un principio, una acción, una idea racional es, etc., se descubra un vínculo... El silogismo es la razón de ser de todo lo que es verdadero; y la definición de lo absoluto es, pues, desde ahora, el silogismo… Todo es silogismo.”21

Las formas del silogismo son las relaciones internas de las cosas.

Hegel arregla las figuras del silogismo, como lo hizo con las formas del juicio, en un orden jerárquico de profundidad creciente del conocimiento.

Distingue el silogismo de existencia, el de reflexión y el de necesidad.

El silogismo de existencia es el que va de algo singular a una generalidad por la mediación de lo particular, pero lo que, para el entendimiento, se descompone en tres momentos: mayor, menor y conclusión, forma sólo uno para la razón que vive y se desarrolla en las cosas mismas: “Todas las cosas se reducen a un silogismo, a algo general que reúne lo individual a través y por intermedio de lo particular; pero lo que es cierto es que las cosas no representan una yuxtaposición de tres proposiciones”.22

Sin embargo, la lógica formal, que se atiene a esta concepción del silogismo, está condenada a un formalismo vacío y estéril: “La sabiduría silogística se ha atraído el desprecio que merece porque está desprovista de valor. Su defecto consiste en que se ajusta simplemente a la forma del silogismo tal como la concibe el entendimiento, para el cual las determinaciones del concepto son las determinaciones formales y abstractas”.23

Cuando, en efecto, se retoma el silogismo:

Todos los hombres son mortales

Cayo es hombre,

Luego Cayo es mortal,

“No se puede evitar ser invadido por el tedio cuando se oye enunciar semejante silogismo”.24 Es por completo inútil porque comporta un círculo vicioso: “La mayor no es correcta sino en tanto que lo es la conclusión; si por azar Cayo no fuera mortal, la mayor no sería correcta”,25. En consecuencia, no he aprendido nada con este razonamiento.

La vanidad de esta lógica depende de su carácter formal. Sólo en el movimiento del mundo objetivo se puede estudiar el movimiento real de los conceptos. El inmenso mérito de Hegel es el de haberlo demostrado. Es lo que permitió decir a Lenin: "Sería necesario volver a Hegel para analizar tocia lógica corriente o teoría del conocimiento”.26

La debilidad formal del silogismo de reflexión no es menor que la del silogismo de existencia.

Se trata aquí de llegar a la realidad de una relación o de una ley, pero, por ejemplo, en la forma más típica de este silogismo, el silogismo de inducción, que es el de la experiencia, si digo, por ejemplo: todos los metales son conductores de electricidad, en consecuencia, el cobre es conductor; al no ser jamás completa la experiencia, la conclusión no resulta nunca rigurosa. Si lo fuera, estaría agotada la enumeración de la primera premisa. El silogismo carecería entonces de objeto.

Si considero la inducción como válida aun cuando la experiencia es incompleta es que me fundo sobre la analogía. Pero, en ese caso, observa Hegel, esto quiere decir que “lo que se asemeja a un objeto por algunos rasgos se le asemeja igualmente en otros aspectos”.27 Razonar así: “La tierra tiene habitantes. La luna es una tierra. En consecuencia la luna tiene habitantes” es introducir en los silogismos un contenido empírico.

Lo que se conserva es que el silogismo de inducción y el silogismo de analogía, que son formalmente o falsos o inútiles, expresan el movimiento que exige un llamado al contenido: “el hecho que la forma reciba una determinación que hace de ella un contenido constituye un efecto necesario de la progresión de lo formal y está así esencialmente en relación con la naturaleza del silogismo; pero, por otra parte, una determinación semejante del contenido no puede ser asimilada a un contenido empírico y no puede ser deducida por la abstracción”.28

Este movimiento que lleva lo formal a darse un contenido se expresa en el silogismo de necesidad cuyo modelo es proporcionado por el argumento mitológico, por el cual se opera el pasaje de la subjetividad a la objetividad.

Para una cosa finita no es posible transitar de su esencia a su existencia, de la idea que se tiene de ella a su realidad. Pero, dice Hegel, no es lo mismo para lo infinito: no puede ser pensado sin ser. “Anselmo. . . afirmó con razón que lo perfecto existe no sólo subjetiva sino también objetivamente”.29

La forma dada al argumento ontológico, la del silogismo formal, se presta a todas las críticas, pero “la idea más sublime de Descartes. . . el concepto de Dios implica su ser”,30 resiste todas las críticas y se convierte en evidencia cuando se renuncia a la abstracción de las ideas y a la finitud de las cosas: “el pasaje del concepto de Dios a su existencia no es sino una aplicación de la marcha lógica de la objetivación del concepto”.31 Lo que Hegel llama aquí Dios es el ser en su totalidad concreta, la presencia de lo infinito en lo finito, de la Idea en lo real, la dialéctica por la cual el ser abstracto deviene la realidad total, única y concreta de la Idea.

***

La objetividad, que contiene en sí la subjetividad, posee un carácter contradictorio: en tanto que “dados” los objetos son múltiples e independientes los unos de los otros; pero en tanto son para el pensamiento especies de centros de relaciones inteligibles, constituyen las partes de un todo.

El retorno a la unidad de la idea pasa por tres momentos: el del mecanismo, el quimismo y la finalidad, que definen las formas de la relación de los objetos entre sí y de los objetos con relación al sujeto.

El primer grado de la objetividad es el del mecanismo. La unión de lo múltiple es puramente exterior. Hegel da esta profunda definición del mecanismo: “Lo que caracteriza el mecanismo es que cualquiera que sea la relación entre los elementos asociados esa relación es siempre extraña a su naturaleza, y que aun cuando ellos presenten las apariencias de un bloque unido se trata de yuxtaposición, composición, mezcla, acumulación, etc. Igual que el mecanismo material, el mecanismo espiritual consiste en que los elementos asociados en el espíritu son extraños los unos a los otros y al espíritu mismo”.32

La forma más elemental de la contradicción entre la independencia y la dependencia de los objetos es el choque. Así resulta precaria la unidad de los objetos que no tienen entre sí otras relaciones que las del choque mecánico.

Cada cuerpo transmite el impulso que ha recibido del exterior. Es “incapaz de oponer la menor resistencia, es decir, incapaz de especificar para sí mismo lo que le es comunicado”.33

El determinismo es su ley: “El determinismo da, para cada determinación de un objeto, la de otro objeto, el cual a su vez es indiferente en su ser determinado, así como en su comportamiento activo. También el determinismo es indeterminado y está hecho para progresar hasta lo infinito”.34

Una forma de unidad un poco menos pobre surge cuando un objeto atrae a los otros en su movimiento, dándoles así un centro. Las relaciones de presión, choque, atracción, etc., así como las de agregación y mezcla, conducen entonces a una unidad más compleja, a un orden, a una ley.

El ejemplo más típico es el del sistema solar con su centro, su orden, su ley.

Pero, en este estadio, cada elemento del conjunto tiene su centro fuera de él y sigue siendo, en el interior del sistema al que pertenece, lo que era en el exterior. Las relaciones que lo unen a los otros son aún relaciones mecánicas.35

La etapa siguiente es la de la “centralidad concreta” donde cada elemento no es ya independiente; existe en él “una tendencia que lo empuja hacia el objeto preciso que le es opuesto”.36

La unión, desde ahora, es la consecuencia no de un contacto armonioso sino de una afinidad interior. Es el momento del quimismo.

El elemento químico está determinado como diferente de otro, de tal manera que el concepto no se realiza sino en su unidad. “La relación con otros y la modalidad de esa relación forman parte de la naturaleza misma del objeto químico... Por ser de esta manera el concepto total, posee una necesidad inmanente y la tendencia a poner fin a su comportamiento opuesto, unilateral y a devenir, de acuerdo con su concepto, el todo real en el ser determinado”.37

Debido al carácter unilateral de su propia existencia el objeto químico apunta, por así decir, contra esa falta de independencia y acelera el proceso a fuerza de autodeterminación.38

La exterioridad recíproca comienza a desaparecer mediante el quimismo, pero no se presenta aún allí la verdadera objetividad que implica una unidad más profunda y más rica del objeto. El objeto químico no es todavía más que un momento abstracto de una totalidad que tiende a realizarse. La verdadera “razón de ser” del objeto no puede expresarse sino por la meta o el fin.

El quimismo nos introduce así en la teleología a causa de su carácter incompleto.

El mecanismo y el quimismo no eran más que momentos de la finalidad a ella subordinados.

Hegel elimina la oposición metafísica entre causalidad y finalidad.

“La oposición entre causas eficientes y causas finales descansa sobre una diferencia que, entrevista de manera concreta, plantea la cuestión de saber si el mundo en su esencia absoluta debe ser considerado como un mecanismo de la naturaleza ciega o como el producto' de un entendimiento que se determina según fines”.39

Esta antinomia es un resultado ficticio del entendimiento que opone y divide siempre lo que en sí forma uno. Ya la acción recíproca ha proporcionado el medio de superar este falso antagonismo. “El mecanismo manifiesta su tendencia a la totalidad por el hecho mismo que busca concebir la naturaleza como un todo el que, por su concepto, no tiene necesidad de nada más, como una totalidad que nada posee de común con el fin y el entendimiento extramundano que éste supone”.40 De modo que la finalidad, lejos de oponerse al mecanismo es la verdad del mecanismo, la totalidad concreta a la cual tiende. “En Hegel ya, observaba Engels, la oposición entre causa efficiens et causa finalis es resuelta en la acción recíproca”.41

Es lo que Hegel expresa al decir que “la determinación exterior se halla transformada en autodeterminación”.42

Hasta Kant, en efecto, se oponían sistemáticamente una concepción idealista de la finalidad concebida como exterior, en la forma ingenua en que Bernardino de Saint-Pierre o la metafísica de Wolf la imaginaban, y una concepción mecanicista que hace de la finalidad una pura ilusión subjetiva. Spinoza, y después de él, los materialistas franceses del siglo xviii han tenido el mérito de buscar en la naturaleza misma y no fuera de ella su explicación.

“La naturaleza no tiene ningún fin que le haya sido prescripto y todas las causas finales no son más que ficciones de los hombres”43, escribía Spinoza. Y agregaba esta precisión a propósito de Dios: “Puesto que no existe para ningún fin, no actúa para ninguno; y como su existencia, su acción tampoco tiene ni principio ni fin, lo que se llama causa final no es más que el apetito humano en tanto que es considerado como el principio o la causa primitiva de una cosa”.44

Sean los que fueren los méritos históricos de este rechazo de la finalidad externa no es menos cierto que tal concepción elude un eslabón esencial: entre el “apetito humano”, el deseo y su realización, se intercala el momento del trabajo que es el tipo de la actividad finalista.

Hegel reconoce a Kant el mérito de haber concebido una forma de finalidad que no es exterior, trascendente, y que supera el dualismo del mecanismo y la finalidad externa, de la necesidad y la libertad.

En tanto que en la Crítica de la razón pura Kant no había dejado ningún lugar a la finalidad y en la Crítica de la razón práctica, con su concepción del hombre como único fin, abrió un foso infranqueable entre el hombre y la naturaleza45, y ésta no era ya más que un medio inerte, en su Crítica del juicio desbrozó, empero, una nueva senda. En primer término, cuando funda el juicio estético sobre la “finalidad sin fin” dando así un ejemplo concreto de finalidad interna; luego cuando define la vida orgánica como finalidad interna. Es verdad que Kant no ofrece a este juicio ideológico un punto de aplicación real: sigue siendo un juicio “regulador” y considera como perteneciente a Dios únicamente un “entendimiento arquetipo” para el cual lo universal engendraría en sí mismo lo particular y lo individual, cesando lo individual de ser contingente respecto de lo universal46.

Kant daba ya una clara definición de la finalidad interna: en el ser orgánico “todo es fin y recíprocamente todo es también medio el uno para el otro”.47

Hegel ha profundizado la noción de finalidad interna al meditar sobre la significación del trabajo y la herramienta. “La herramienta... es el medio del deseo… En la herramienta o en el campo cultivado y fertilizado, poseo la posibilidad, el contenido en tanto que universal. Por esta causa la herramienta, el medio, es superior al fin del deseo que es más singular”48. En la Lógica retoma Hegel esta misma idea según la cual el fin, puesto por el deseo, sigue siendo individual, finito, mientras que la herramienta, en virtud de la universalidad que le confiere su carácter social y las posibilidades ilimitadas que abre a la satisfacción y aun a la creación de nuevos deseos, es, como medio, superior al fin, puesto que lleva consigo esta posibilidad infinita de suscitar nuevos fines.

Ya en la Fenomenología del espíritu mostraba Hegel que el deseo y su satisfacción conducía, en el amo, a un obstáculo insuperable, mientras que el trabajo del esclavo era el motor del desarrollo histórico.

En una forma más abstracta, Hegel extrae, en la Lógica, esta conclusión: “Por ser finito el fin tiene un contenido igualmente finito; en consecuencia, nada tiene de absoluto, nada de racional aún en-y-para-sí. Pero el término medio constituye el medio exterior del silogismo, que es la realización del fin; es en el término medio donde reside el elemento racional del fin; por el término medio el fin se mantiene en lo otro exterior y gracias a esta exterioridad. Por esta causa el término medio es superior a los fines finitos de la finalidad exterior; el arado es superior a los servicios que presta y a las satisfacciones que procura y en vista de las cuales existe. La herramienta subsiste y dura mientras que los beneficios que brinda pasan y son rápidamente olvidados. Merced a sus herramientas el hombre posee un poder sobre la naturaleza exterior, de la que depende sin embargo en cuanto a los fines perseguidos”.49

Hay así reciprocidad entre fines y medios: el fin engendra los medios y los medios suscitan nuevos fines.

No se podría, pues, oponer ni los fines a los medios ni la finalidad a la causalidad. “En la actividad teleológica el fin constituye el comienzo, la consecuencia es la premisa, y el efecto la causa”50. Lo propio de la finalidad reside en que la representación de la meta preexiste al hecho de iniciar el trabajo y a los medios para realizar el fin. Esto de ningún modo se opone a la causalidad y al determinismo que son, por el contrario, momentos subordinados: la actividad finalista del hombre no quiebra ni interrumpe la cadena de determinismos ni las series causales, sino que las hace converger hacia el fin perseguido.

La finalidad expresa así la unión del hombre y la naturaleza, unión a la cual la técnica y la industria dan una realidad concreta.

La finalidad, dice Hegel en su lenguaje, es el pasaje del sujeto hacia el objeto. “La relación teleológica es el silogismo en el cual el fin subjetivo se une a la objetividad que le es exterior a través de un medio, que es su unidad como actividad final y el medio, en tanto que objetividad inmediatamente subordinada al fin”.51

Este pasaje nos conduce al grado más elevado de la lógica del concepto, que es precisamente la unidad de la subjetividad y de la objetividad: la Idea.

* * *

“La Idea no es en primer término más que la nuda sustancia universal, pero en su realidad verdadera, desarrollada, es sujeto y, por lo mismo, espíritu”.52

Alcanzamos aquí el designio que se había asignado Hegel: establecer la unidad de la sustancia y del sujeto. No que la Idea sea una especie de meta final, un más allá al que nos aproximaríamos siempre sin alcanzarlo jamás, sino que la Idea es la realización del ser enriquecido con todas las determinaciones que la dialéctica del ser, de la esencia y del concepto le han aportado.

La lógica de Hegel nos enseña a concebir toda cosa en devenir, en vías de realizarse, a no ver ya nada dado en el pensamiento, la naturaleza o la historia, sino sólo productos, resultados.

La Idea es de alguna manera el balance de toda esta investigación que desemboca por fin en la totalidad concreta. ‘La Idea misma es la dialéctica”.53

Se vuelve a hallar en ella, superados e integrados en una totalidad viviente todos los momentos anteriores de la dialéctica hegeliana: la negatividad, la acción recíproca, el movimiento infinito, la totalidad orgánica.

“La Idea puede ser concebida como razón ..., como sujeto-objeto, como unidad de lo ideal y de lo real, de lo finito y de lo infinito, del alma y del cuerpo, como la posibilidad que posee en sí su realidad, como aquello cuya naturaleza no puede ser comprendida sino como existente, etc., porque ella contiene todas las relaciones del entendimiento, pero en su retorno infinito y su identidad en sí”.54

La verdad es el conjunto de los aspectos del objeto y de sus relaciones recíprocas. Cada concepto está ligado a todos los otros y su conjunto no constituye sino un solo concepto: la Idea, que es “creación eterna, vida eterna y eterno espíritu”.55 Encierra así y arrebata en las aguas de su “curso deslumbrante” todas las cosas finitas: “Las cosas finitas lo son porque en lugar de contener toda la realidad de su concepto tienen necesidad de otra cosa para que esta realidad sea completa”.56

Esta Idea se desarrolla en tres niveles diferentes: el de la vida, el del conocimiento (que es a la vez teórico y práctico) y el de la Idea absoluta.

La vida, en el sentido orgánico (y aún no espiritual) del término, es la expresión inmediata de la Idea. La vida es la finalidad que deviene interior al objeto. En el individuo viviente “todos los miembros son recíprocamente medios momentáneos como fines momentáneos, y la vida, puesto que es la particularización inicial, conduce a la unidad negativa que es para sí y no se incluye sino con ella misma en la corporeidad en tanto que dialéctica”.57

El individuo viviente constituye un todo relativamente independiente de su medio. Si esta independencia fuera absoluta, ella sería la negación misma de la vida: el individuo viviente está en relación y en conflicto permanente con su medio, y esta contradicción es el motor de su desarrollo.

Hegel define la vida por tres caracteres fundamentales: totalidad, devenir, autonomía.

“A la pregunta de saber cómo se puede reconocer la idea de la vida en el interior de los individuos vivientes reales, es posible dar la respuesta siguiente. El ser vivo debe, en primer lugar, ser real en tanto que totalidad de un organismo corporal, el cual, en segundo término, aparece no como algo inmovilizado, sino como un proceso ininterrumpido de idealización por el cual se manifiesta justamente el alma viviente. En tercer lugar esta totalidad no está determinada por factores exteriores y no recibe sus variaciones desde afuera; ella se forma desde dentro y obedece en su proceso a factores internos que se relacionan así con ella misma y tienen su fin en ella, en tanto que unidad subjetiva”.58

El proceso de la vida está constituido por estas relaciones entre el individuo y el medio que progresivamente se asimila e incorpora su propia forma que edifica así a partir del ambiente. La totalidad del individuo viviente no es cerrada; se abre sobre esta exterioridad con la cual está en lucha. “Lo viviente se halla desdoblado y tiene el sentimiento de esta contradicción que es una contradicción dolorosa… Es un error pretender que la contradicción es inconcebible porque es ciertamente en el dolor de lo viviente donde ella tiene su existencia real”.59

Lo específico es la verdad del individuo: el individuo viviente pertenece a una especie. De ella extrae su concepto. “Aspira, en consecuencia, a poner esta universalidad y realizarse como lo universal”.60 Pero la especie no tiene realidad sino como totalidad de los individuos en la totalidad de su historia; está, pues, más allá de cada uno de ellos. Ella implica la muerte de éstos como lo uno de sus momentos. "La inmediatez de lo individual muere en la formación específica*, y la muerte de esta vida equivale al nacimiento del espíritu”.61

“Si el concepto se eleva por encima de la vida ello significa que su realidad se libera para asumir una forma de universalidad. Gracias a este juicio, la idea sufre un desdoblamiento: deviene, por una parte, el concepto subjetivo, que tiene su realidad en él mismo, y, por otra, el concepto objetivo, que es la vida”.62

El conocimiento, segundo grado (después de la vida) del desarrollo de la Idea, parece en primer término ser simplemente receptivo, pasivo, en frente de un mundo que le sería dado.

Este es, en un primer instante, conocimiento analítico que se ejerce sobre el objeto para extraer de él las determinaciones abstractas. Cada concepto así elaborado, tomado aisladamente, sigue siendo abstracto y subjetivo. Sólo cuando esos conceptos están ligados los unos a los otros y forman un todo que recompone el objeto, se controlan mutuamente y adquieren un carácter objetivo y concreto.

Esta recomposición es el conocimiento sintético que restaura las relaciones reales, vivientes, entre los objetos. La identidad concreta que es la unidad de la identidad y de la diferencia se expresa primero en la definición que implica la “diferencia específica”, pero que es contingente mientras no descubre los caracteres distintivos fundamentales de lo que ella define.

Cuando lo alcanza puede constituir una verdadera clasificación fundada sobre la jerarquía real de los caracteres específicos. Así, por ejemplo, son los dientes y el aparato de masticación en general los que se adopta como principio de clasificación muy importante de los animales; estos rasgos se utilizan ante todo como signos susceptibles de facilitar el conocimiento subjetivo. En efecto, los órganos no son sólo un criterio de diferenciación que se enfrenta a la reflexión exterior sino que ellos constituyen también el elemento vital de la individualidad animal, aquello por lo cual difiere de lo que es otro respecto de ella en la naturaleza exterior… En las plantas son los órganos de la fecundación…63

Tales clasificaciones no son ordenamientos cómodos, pero se hallan objetivamente fundadas en la naturaleza de las cosas, y permiten la constitución de un sistema.

El último grado de este conocimiento sintético es el teorema que implica la demostración que establece relaciones de dependencia recíproca entre los elementos del objeto y una construcción del objeto mismo.

Pero desde que el espíritu ha reconocido su propio poder aspira no ya sólo a someterse al objeto sino a que éste se le someta.

Se pasa así del conocimiento al querer, de la idea de lo verdadero, a la del Bien.

La actitud práctica invierte la actitud teórica: el sujeto se impone ahora al objeto al que somete a sus propios fines.

La Idea práctica “es superior a la del conocimiento... porque ella posee la dignidad no sólo de lo general sino también la de lo real por excelencia”.64

Hegel ironiza sobre la oposición, al modo de don Quijote, de un mundo puro de la subjetividad y el de la objetividad, “reino cerrado de las tinieblas”,65 y subraya que el conocimiento y la acción se hallan en presencia de una realidad objetiva, independiente de las fantasías subjetivas de cada uno. “En el silogismo de la acción, una de las premisas está constituida por la relación inmediata entre el buen fin y la realidad, de la cual él se apropia, y en la segunda premisa la dirige corno un medio externo contra la realidad externa”.66 No hay acción sin conocimiento ni conocimiento sin acción.

“La Idea absoluta representa... la identidad de la idea práctica y de la idea teórica, de la cual cada una es todavía unilateral”.67

Al finalizar la Lógica Hegel quiere conducirnos a no integrar sino uno con el acto creador de un mundo en vías de realizarse.

“La Idea absoluta es el único objeto y el único contenido de la filosofía”,68 porque ella es la totalidad de lo real concebido como el producto de una libertad que se da a sí misma un contenido determinado.

Para comprender esta concepción filosófica del mundo podemos recurrir a analogías, como las del arte y la religión. Hegel nos invita a ello recordando que la “filosofía tiene el mismo objeto y persigue el mismo fin que el arte y la religión”.69 Este acto creador, inmanente a todos los seres y que vivimos en la idea absoluta es semejante a la génesis de una obra de arte: en la creación estética también la libertad se da a sí misma su materia y su contenido y esta libertad creadora se identifica con la necesidad interna de la obra creada.

La religión proporciona igualmente sobre el plano de la representación y del mito una imagen de la génesis dialéctica del mundo en sus momentos más cargados de significación: el sujeto libre y creador de la filosofía hegeliana no es el sujeto individual del idealismo subjetivo; en la perspectiva del idealismo objetivo, o del idealismo absoluto es un sujeto universal, semejante al Dios creador de los cielos y la tierra de la religión. Su creación es una alienación a partir de sí mismo, una caída en lo múltiple, lo sensible inmediato y lo material. El devenir de esta creación, el ciclo de nacimiento, muerte y resurrección que la constituye halla su expresión simbólica en el drama de la Redención, que es el del nacimiento y la muerte de Dios: el retorno al todo sólo se opera a través de la muerte del Cristo, la muerte de Dios, que es nacimiento del espíritu. El Logos de la Lógica es la traducción conceptual de este drama divino.

Pero esta doble analogía, estética y religiosa, no nos ayuda sino a comprender la forma especulativa del sistema hegeliano.

Si nos ajustáramos a ello dejaríamos escapar el alma viviente del método hegeliano, es decir, toda la enseñanza del filósofo, porque “el método no es una forma exterior, sino el alma y el concepto del contenido”.70

En vano se ha buscado, sobre todo desde el comienzo de este siglo, de Benedetto Croce hasta Jean Wahl fallas en la concepción hegeliana de la contradicción. Supuesto que se plantee este problema en el nivel en que realmente debe hacerse, es decir, en el del concepto, la contradicción hegeliana no comporta ni ambigüedad ni inconsecuencia.

Toda la lógica del concepto es dirigida por la categoría de totalidad, totalidad final y viviente, por la ¡dea de organismo. La contradicción no tiene sentido sino sobre ese fondo de unidad, unidad orgánica; es lo que se opone a ella: limitación, determinación, escisión, lo finito respecto de lo infinito que lo contiene y le da la vida, aun cuando se niegan mutuamente y en razón misma de esta negación. No obstante, ya en 1805 Hegel escribía sobre esta idea orgánica: “El ser de la oposición estaría representado por sus miembros, pero éstos sólo existen como relaciones entre uno y otro; no son para sí; existen sólo como suprimidos; lo que ellos son para sí, es no ser para sí".71

Pensar la contradicción en el interior de la totalidad viviente, infinita, es la fase última de la Lógica, la unión profunda de lo inmediato y la mediación en la Idea, en el conocimiento cabalmente dialéctico, el que funde en un todo el entendimiento intuitivo que Kant atribuía sólo a Dios y el entendimiento discursivo único que él creía accesible al hombre.72

En el interior de esta totalidad del concepto, de lo universal concreto, la diversidad exterior deviene oposición interior: desde el punto de vista de lo absoluto, que no puede poner lo finito sino oponiéndose a sí mismo, la alteridad (externa) y la contradicción (interna) forman uno. No es más que una sola y misma expresión de lo finito que se suprime a sí mismo para devenir otro y testimoniar, por su propia supresión, por su muerte, la presencia real en él, de lo Infinito: “La oposición no puede reposar en su ser; su esencia es la inquietud absoluta por suprimirse”.73

El pasaje, que algunos comentaristas han considerado paradójico, entre la idea de otro y la idea de negación, sólo es concebible en lo interior de la unidad orgánica, viviente, de lo absoluto. Es un aspecto de la unidad dialéctica de lo finito y lo infinito.

Una cosa aislada, debido al hecho mismo de su finitud, es incompleta, contradictoria, puesto que no lleva en ella su realidad ni su sentido. Toda realidad contingente no es sino un testimonio, un símbolo de lo absoluto del cual es la negación y del que implica, por ello mismo, la realidad y la presencia. El método dialéctico consiste en adherirse al movimiento de cada cosa finita, la que por su misma condición incompleta nos remite a otra cosa y a su contraria: el todo que ella significa e indica. Todo ser finito “apunta más allá de sí mismo”.74 La contradicción es el carácter que toma toda relación en una unidad armónica del todo.

Bajo la apariencia mística que él ha dado voluntariamente a su obra y aun a su Lógica (por razones que dependen de la naturaleza del problema que se le plantea),75 Hegel ha descubierto un método cuyo valor y fecundidad queda demostrado por un siglo y medio de ciencia y práctica humana.

La Lógica de Hegel expresa la exigencia más elevada de la razón: Torna transparente ante la razón, y aun la identifica con ella, la realidad íntegra de la naturaleza y de la historia. “El concepto es todo y su movimiento es la actividad universal absoluta… La Idea… es no sólo la fuerza única y absoluta de la razón sino también su aspiración más alta y única de volver a hallarse y reconocerse en sí misma y por sí misma en todo”.76 Nunca fue el racionalismo más audaz ni avasallador.

Jamás tampoco éste ha concebido a la razón de una manera tan compleja, tan dúctil, tan viviente.77 He ahí el segundo gran mérito de la Lógica de Hegel. Ha hecho penetrar el movimiento y la vida en el concepto que las lógicas y las metafísicas hasta entonces habían debilitado, fosilizado y vaciado de su sustancia al punto de tornarlo inapto para comprender el devenir del mundo, el crecimiento orgánico de los seres vivientes, la dialéctica interna de la historia. En su grandiosa tentativa de reconstruir conceptualmente el mundo en una sola Lógica, Hegel ha expresado en el concepto los rasgos fundamentales de la naturaleza y la historia en su desarrollo: el nexo de todo con todo, nexo pleno no de pasividad recíproca sino de acción recíproca, en el cual se realiza la totalidad concreta del universo.

Esta totalidad misma no es una totalización final y muerta: ella se engendra y se desarrolla como un organismo viviente. “El comienzo es, en sí totalidad concreta... el germen de lo que es viviente y el fin subjetivo se muestran como siendo, en general, comienzos de este género”.78

La ley de desarrollo de esta totalidad concreta es la contradicción: “El pensamiento de lo contradictorio es el momento esencial del concepto… La negatividad constituye lo que se puede llamar el punto de arranque del movimiento del concepto. Ella es el simple punto de referencia negativo consigo misma, la fuente interna de toda actividad, de todo movimiento espontáneo, viviente y espiritual, el alma dialéctica que extrae toda su verdad de ese punto gracias al cual ella es la única verdad”.79

El desdoblamiento de lo uno que se opone a sí mismo engendrando su contrario, “ese concepto a la vez sintético y analítico del juicio, en virtud del cual lo general inicial se define como lo otro de sí mismo, puede ser llamado dialéctico”.80 La marcha es analítica en el sentido que no deja intervenir en ningún momento algo exterior a ella para progresar; es sintética en cuanto en cada etapa aparece algo nuevo: “Mantener lo positivo en su negativo, en el contenido de la presuposición, en el resultado, tal es la tarea más importante del conocimiento racional”.81

En la perspectiva idealista de Hegel, esta posibilidad, para el sujeto, de poner lo otro distinto de sí mismo en su desarrollo dialéctico, permite concebir el universo como la obra de una subjetividad, concebir lo absoluto no sólo como sustancia sino como sujeto. Ahí comienza el misticismo: la Idea deviene “ciencia del concepto divino”82; “el conocimiento divino de la naturaleza”.83

Sin embargo, ninguna forma de pensamiento excluye tan radicalmente como la dialéctica toda trascendencia divina: todo en ella está mediatizado, ligado por transiciones. Ella implica la inmanencia más completa, un monismo radical. El movimiento que la lleva de lo más abstracto a lo más concreto no podría comportar ruptura ni entre el mundo y Dios ni entre el espíritu y la naturaleza. Ningún dualismo es dialécticamente concebible. Los términos antagónicos no pueden ser pensados sino el uno por el otro: destrucción y creación, muerte y vida, espíritu y naturaleza, hombre y Dios, desdicha y alegría están indisolublemente unidos y constituyen un mundo único.

Por esta causa aun la inversión especulativa e idealista del orden real de la explicación científica en la lógica de Hegel no logra enmascarar la importancia decisiva de esta obra en la historia del pensamiento moderno. Lenin rendía a este libro el homenaje más extraordinario situándolo como el primero de los tres grandes momentos de la génesis del pensamiento científico moderno, que se anticipa en la aplicación del método, a la historia con el marxismo, y a la naturaleza con el transformismo. “La idea del movimiento universal y cambio (1813) es presentida antes de su aplicación a la vida y a la sociedad. Proclamada para la sociedad (1847) antes de ser demostrada en su aplicación al hombre (1859)”.84

Lenin esboza así la historia científica del siglo xix:

1813, La Lógica, de Hegel.

1847, El Manifiesto, de Marx y Engels.

1859, El origen de las especies, de Darwin.

Hegel ha formulado, en efecto, este programa gigantesco de presentar el universo entero de la naturaleza, de la historia y del espíritu como un torio único, completamente penetrado por la razón, y que se desarrolla como un organismo único viviente.

El sistema de Hegel, su filosofía de la naturaleza, como su filosofía de la historia tratará de colocar al hombre en lugar de Dios.

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(*) Garaudy, Roger, Dios ha muerto. Estudio sobre Hegel. Tercera parte: el sistema de Hegel, capítulo segundo: dialéctica del ser. Ediciones siglo XX, Buenos Aires, 1973.

(1) Encyclopédie, parág. 162, nota.

(2) Logique, II, ps. 252-253.

(3) Logique, II, p. 254.

(4) Lenin, Cahiers philosophiques, p. 142. Engels subrayaba ya que para la refutación del agnosticismo de Hume y de Kant “lo esencial ha sido dicho por Hegel. . . lo que Feuerbach ha agregado desde el punto de vista materialista es más espiritual que profundo” (en Études philosophiques, p. 27).

(5) Logique, II, p. 255.

(6) Ibíd., II, p. 256.

(7) Logique, II, p. 261.

(8) Logique, II, p. 266.

(9) Ibíd., II, ps. 267-268.

(10) Ibíd., II, p. 268.

(11) Encyclopédie, parág. 163, nota.

(12) Logique, II, p. 277.

(13) Ibíd., II, p. 288.

(14) Ibíd., II. p. 298.

(15) Ibíd., II. p. 299

(16) Encyclopédie, parág. 167.

(17) Logique, II, p. 323.

(18) Logique, II, 341.

(19) Engels, Dialectique de la nature, p. 226.

(20) Encyclopédie, parág. 181.

(21) Ibíd., parág. 181, nota.

(22) Logique, II, p. 356.

(23) Ibíd., II, p. 372.

(24) Logique, II, p. 355.

(25) Ibid., II, p. 379.

(26) Lenin, Cahiers philosophiques, p, 148.

(27) Logique, II, p. 383.

(28) Logique, II, p, 384.

(29) Encyclopédie, parág. 193, nota.

(30) Logique, II, p. 399.

(31) Ibíd., II, p. 402.

(32) Logique, II, p. 407.

(33) Ibíd., II, p. 417.

(34) Ibid., II, p. 410.

(35) Ver Esthétique, I, p. 154.

(36) Logique, II, p. 425.

(37) Logique, II, p. 427.

(38) Logique, II, p. 428.

(39) Ibíd., II, p. 435.

(40) 187 Logique, II, p. 437.

(41) Engels, Dialectique de la nature, p. 247. Ver también p. 259, y AntiDühring, p. 462.

(42) Logique, II, p. 442.

(43) Spinoza, Ethique, 1a parte, Apéndice.

(44) Ibíd., IV parte, Prefacio.

(45) Kant y Fichte sólo pueden “comprender la naturaleza en la simple forma de oposición absoluta, a la manera de un objeto puro del cual podemos únicamente depender o que puede depender de nosotros; tal es, en síntesis, la oposición que se Italia en el nexo causal… Ese principio teleológico común, según el cual la naturaleza no es nada en sí, sino sólo en relación con otro, como algo absolutamente profano y muerto, la filosofía de Fichte lo comparte con toda teleología, en particular con la del eudemonismo; pero para decir lo que la naturaleza es por y para lo Otro, la teleología fichteana se opone a los otros” (Foi et Savoir, ps. 288-289).

(46) Ver Kant, Critique du jugement, parágs. 75 y 76.

(47) Kant, Critique du jugement, parág. 66, p. 182. Hegel retoma muy exactamente esta definición: "El ser viviente es su propio fin … el sujeto al producirse en sí aspira a tener su medio en él mismo; cada órgano, cada miembro del cuerpo viviente es un fin; existe, permanece, se mantiene, y cada uno de sus órganos es un medio para producir y conservar los otros”. (Philosophie de la religión, parte II, t. II, p. 30.)

(48) Realphilosophie, I, p. 198.

(49) Logique, II, p. 452. Se ve aquí cómo, aún después de un siglo y medio, Hegel supera a los defensores anacrónicos de la “finalidad externa” quienes a cada nuevo progreso técnico, desde la energía nuclear a las naves cósmicas, se quejan por el exceso de medios respecto de los fines, sin advertir que el progreso técnico crea nuevas necesidades, nuevos fines, y que esto presenta para el hombre más riqueza de infinito que toda finalidad externa. Hegel entrevió esta gran idea según la cual al trasformar la naturaleza el hombre se trasforma a sí mismo y se abre a las posibilidades y a las responsabilidades de lo infinito.

(50) Logique, II, p. 453.

(51) Encyclopédie, prág. 206.

(52) Encyclopédie, parág. 213, nota.

(53) Ibíd., parág. 214, nota. Ver Lenin, Cahiers philosophiques, y s. 159 y s.: “Esta introducción a la 3a sección de la segunda parte de la Lógica y los parágrafos correspondientes de la Enciclopedia (parágs. 213-215), son quizá lo mejor expuesto sobre la dialéctica".

(54) Encyclopédie, parág. 214.

(55) Ibid., parág. 214, nota.

(56) Logique, II, p. 464.

(57) Encyclopédie, parág. 216.

(58) Esthétique, I, ps. 155-156.

(59) Logique, II, p. 481.

(60) Ibíd., II, p. 484.

(*) Hegel dice textualmente en su Wissenschaft der Logik, p. 429, de la edición Félix Meiner: “In der Begattung erstirbt die Unmittelbarkeit der lebendigen Individualität", que en francés se vierte: “L’immediateté de l’individuel meurt dans la formation spécifique”. Nosotros hemos traducido literalmente esta frase: “La inmediatez de lo individual muere en la formación específica”, frente a la otra que sería: “En el acto camal muere la inmediatez de la individualidad viviente". Hemos seguido este criterio porque el señor Garaudy utiliza las traducciones francesas de Hegel y sus comentarios e interpretaciones se basan sobre tales textos. (N. del T.)

(61) Ibíd., II, p. 486.

(62) Logique, II, p. 488.

(63) Logique, II, p. 525.

(64) Al comentar ese párrafo, Lenin subraya: “Sin duda la práctica constituye para Hegel un eslalx>n en el análisis del proceso del conocimiento, y particularmente como tránsito a la verdad objetiva (“absoluta” para Hegel). Marx se adhiere, pues, a Hegel en forma directa al introducir el criterio de la práctica en la teoría del conocimiento. Ver las tesis sobre Feuerbach” (Lenin, Cahiersi philosophiques, p. 174).

(65) Logique, II, p. 544.

(66) Logique, II, ps. 544-545.

(67) Ibíd, II, p. 549.

(68) Ibíd., II, p. 549.

(69) Ibíd., II, p. 550.

(70) Encyclopéclie, parág. 243.

(71) Logique d’léna, Lasson, p. 32.

(72) Ver sobre este punto: Hyppolite, Logique et existence. Ver también: el canónigo Franz Grégoire, Étudcs hégéliennes, Étude, II.

(73) Logique d’léna, Lasson, p. 32.

(74) Enciclopédie, parág. 205, nota.

(75) Ver la primera parte de este trabajo: “El problema de Hegel: c) La trasposición teológica del problema.

(76) Logique, II, p. 552.

(77) El conjunto de nuestra lectura de la Lógica muestra que no podríamos de ninguna manera suscribir la apreciación de Wahl que dice: “El genio de Hegel consiste en haber llamado razón a algo que no es la Tazón, que está por encima del principio de contradicción... Este racionalismo es un romanticismo que se ha cubierto con la palabra Razón” (Commentaires, ob. cit., p. 85). Tal interpretación surge de una concepción de la razón que todo el desarrollo de las ciencias desde hace un siglo y medio nos obliga a superar.

(78) Logique, II. p. 556.

(79) Logique, II, p. 563.

(80) Ibid., II, p. 557.

(81) Ibíd., II, p. 561.

(82) Logique, II, p. 572.

(83) Ibíd., II, p. 573.

(84) Lenin, Cahiers philosophiques, p. 117.