miércoles, 1 de febrero de 2023

Política

La Obra de Mao Zedong y el Revisionismo Chino 

(Tercera Parte) 

Eduardo Ibarra 

III

COMO HEMOS VISTO en el primer apartado, la dirección china ha expresado en términos inequívocos su oposición a la teoría maoísta de la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado, mientras por otro lado finge ponderación sosteniendo que el «error del camarada Mao Zedong fue, en fin de cuentas, un error cometido por un gran revolucionario proletario”.» Ya en una entrevista realizada por la periodista italiana Oriana Fallaci, Den Xiaoping dijo que «Bajo ninguna circunstancia haremos con él [con Mao] lo que hizo Jruschov con Stalin.» (Textos escogidos de Deng Xiaoping 1975-1982). Con esta afirmación, Deng fingió una actitud ponderada frente al papel jugado por Mao en la revolución china y de este modo marcó la pauta que debía seguir la dirección china. Pero de hecho la aludida fingida ponderación tenía en cuenta la experiencia histórica que había demostrado que el infame ataque de Jruschov a Stalin desprestigió más al primero que al segundo y, por lo tanto, la actitud de Deng se revela apenas como astuta. 

La dirección china ha establecido en sus estatutos la siguiente base de unidad: «[el PCCh] se guía en su actuación por el marxismo-leninismo, el pensamiento de Mao Zedong, la teoría de Deng Xiaoping y el importante pensamiento de la “triple representatividad”»1. Como cualquier marxista puede darse cuenta, poner en el mismo plano el pensamiento marxista-leninista de Mao y la «teoría» revisionista de Deng, es sencillamente utilizar el pensamiento marxista-leninista de Mao como coartada a efecto de legitimar la teoría revisionista de Deng.     

Estas constataciones bastan para demostrar la oposición de la dirección china al pensamiento de Mao. 

Como es obvio, aquí no es posible exponer todas las posiciones del revisionismo chino y específicamente su negación de la teoría maoísta de la continuación de la revolución socialista bajo la dictadura del proletariado y de su correlato práctico político, la revolución cultural, así como, al mismo tiempo, exponer todos los aspectos de la restauración del capitalismo en China. Por eso centraremos en lo que sin duda es la esencia de la cuestión: el progresivo dominio de los trabajadores sobre sus condiciones de producción y de existencia en general o, por el contrario, el dominio de estas condiciones sobre los trabajadores. 

Si la lucha por la realización del comunismo –y esta lucha es la esencia del socialismo, el objetivo de la dictadura revolucionaria del proletariado– tiene su expresión fundamental y su medida inequívoca en el progresivo dominio de los trabajadores sobre sus condiciones de producción y de existencia, entonces cualquier proceso de desarrollo económico en las condiciones del socialismo revela su naturaleza de clase en el hecho de si impulsa o escamotea dicho dominio. 

Lenin señaló con toda razón: 


El problema fundamental de toda revolución es, indudablemente, el problema del poder. Lo decisivo es qué clase tiene el poder.

No se puede esquivar ni apartar el problema del poder, que es precisamente el problema fundamental que lo determina todo en el desarrollo de la revolución, en  su política exterior e interior. (Obras escogidas en doce tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1977, t. VII). 

Aquí se hace claro que el problema de si se construye el socialismo o se restaura el capitalismo, tiene su solución en el terreno de la política y no en el de la economía. 

Mao sostuvo con igual razón:


Parece imprescindible realizar la Gran Revolución Cultural Proletaria, pues nuestra base no es sólida. A juzgar por mi observación, temo que en una mayoría bastante grande de fábricas –no digo todas ni la abrumadora mayoría de ellas– la dirección no estaba en manos de los genuinos marxistas y las masas obreras. No es que no hubiera buenas gentes entre aquellos encargados de la dirección de las fábricas. Las había. Había buenas gentes entre los secretarios, subsecretarios y miembros de los comités del Partido y entre los secretarios de las células del Partido. Pero seguían la línea de Liu Shao-chi, simplemente recurrían al incentivo material, ponían las ganancias al mando y, en vez de promover la política proletaria, daban premios, y cosas por el estilo. “Pero había de hecho gentes malas en las fábricas”. “Esto demuestra que no se ha finalizado la revolución”. (Citado por Chang Chun-chiao en «Acerca de la dictadura omnímoda sobre la burguesía»). 

Aquí, como puede verse, el fondo es el problema del sistema de propiedad, de las relaciones de producción, la cuestión de la forma y el contenido de estas relaciones. Desde el punto de vista jurídico, de la forma, el sistema de propiedad existente en la China anterior a la Revolución Cultural era socialista en lo fundamental; pero, desde el punto de vista de su contenido, no siempre era socialista. ¿Por qué? Porque «… en una mayoría bastante grande de fábricas… la dirección no estaba en manos de los genuinos marxistas y las masas obreras» (Mao). Es decir todo depende de qué clase tiene el poder en la sociedad y en las fábricas, si «… los genuinos marxistas y las masas obreras», o los seguidores de una línea revisionista. ¿Quiénes dirigen los procesos de producción? ¿Los marxistas y las masas trabajadores que avanzan su dominio sobre las condiciones de producción y de existencia o, por el contrario, los burgueses y revisionistas que ponen al mando la teoría de las fuerzas productivas, la ganancia, el dominio de los técnicos y los intelectuales sobre los productores directos en la gestión de las empresas? 

Como hemos visto, con la vaguedad propia del revisionismo necesitado de enmascaramiento, los dirigentes chinos dicen: «… debemos seguir luchando por… la realización total de las transformaciones socialistas y la liquidación final del sistema de explotación del hombre por el hombre y por la eliminación de las fuerzas remanentes de la contrarrevolución.» Así, contrariamente a la precisión de Mao, la afirmación de los dirigentes chinos se disuelve en retórica: no aparece en ella ninguna mención concreta a los elementos burgueses y revisionistas que dirigen un número particularmente importante de fábricas, hoy más que nunca con el regreso en masa a puestos de dirección de los revisionistas criticados en la Revolución Cultural. Y se entiende que así procedan, pues su citada afirmación solo cumple el propósito de encubrir el dominio de las condiciones de producción y de existencia sobre los productores directos. 

        En octubre de 1976 Hua Guofeng, apoyándose en los organismos de seguridad y en el ejército (se dice que en los jefes militares de la China del Norte), dirigió un golpe de estado contrarrevolucionario. En el curso de este golpe fueron arrestados Jiang Qing, Zhang Chunqiiao, Yao Wenyuan y Wang Hongwen, así como asesinados Mao Yuan-sin, sobrino de Mao Zedong, y el dirigente de las milicias obreras de Pekín. En general, el golpe significó alrededor de 700,000 muertos, entre ejecutados (cierta cantidad de los cuales fue anunciada oficialmente y otra cantidad conocidas por los dazibao o por los camiones que se vieron transportando a los condenados a la pena de muerte, con carteles colgados al cuello que daban cuenta de la condena) y muertos en combates habidos en Shanghai entre las milicias populares y el ejército. Paralelamente, en algunas ciudades hubo alzamientos, algunos de los cuales fueron armados, así como toma de instituciones militares y confiscación de armas. Al mismo tiempo, hubo muchísimos arrestos y una parte de los miembros de los órganos de dirección del Partido fueron privados de su libertad. Otros dirigentes centrales fueron amenazados de detención. De hecho la represión alcanzó una amplitud sin precedentes. Por otro lado, cuadros del Partido fueron masivamente depurados; según informaciones proporcionadas por funcionarios de un rango más o menos elevado, la depuración alcanzó a un tercio de los cuadros, siendo una cantidad importante de ellos los surgidos durante la revolución cultural2. 

Nueve meses de lucha de clases (desde el golpe de estado del 6 de octubre de 1976 hasta el 16-21 de julio de 1977 cuando se realizó la III Sesión del CC del PCCh), de lucha entre el proletariado y la burguesía, entre los marxista-leninistas y los revisionistas, entre los continuadores de Mao y sus adversarios, dio como resultado orgánico el nombramiento oficial de Hua Guofeng como presidente del Partido y la devolución de todos sus poderes a Deng Xiaoping. 

Esta primera batalla tuvo pues como resultado la depuración del Partido de los cuadros leales al marxismo-leninismo y el regreso en masa de los revisionistas criticados durante la Revolución Cultural para ocupar puestos de dirección a diversos niveles. En una palabra, fue una contrarrevolución, dirigida muy especialmente contra la Revolución Cultural. 

El solo hecho de que las obras escogidas y las obras completas de Mao no hayan sido publicadas, revela la oposición de dicha dirección a Mao. Pero es la abierta oposición a la teoría maoísta de la continuación de la revolución en el socialismo lo que revela la aludida oposición de un modo inapelable. 

Es de conocimiento general que la Revolución Cultural avanzó significativamente la lucha por la socialización real de las relaciones de producción; por la supresión de todas las relaciones sociales que no respondían a las relaciones socialistas de producción, por la subversión de todas las ideas que brotaban de estas relaciones de producción no socialistas. De esta forma la Revolución Cultural representó la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general. En otras palabras, la Revolución Cultural significó un importante avance de la lucha de las clases trabajadoras por derribar a la burguesía, prevenir el revisionismo, construir el socialismo y sentar las bases materiales, ideológicas, políticas y culturales de la realización del comunismo. 

Es decir, la Revolución Cultural tuvo como resultado fundamental el desarrollo del dominio de los trabajadores sobre sus condiciones de producción y de existencia, contenido esencial del socialismo. 

De hecho, la Revolución Cultural significó una ruptura con la experiencia histórica del socialismo y su fundamento teórico, la teoría de la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado, representó un desarrollo fundamental del marxismo-leninismo. 

Pero el golpe de estado de octubre de 1976 significó, como ya subrayamos, el regreso en masa de los revisionistas a puestos de dirección de diversos niveles, y con ello el restablecimiento de la línea revisionista de Liu Shaoqi: la contradicción principal en China (y, generalizando, en el socialismo) no es ya entre el proletariado y la burguesía, sino entre las atrasadas fuerzas productivas y las avanzadas relaciones de producción3. Es decir, la dirección china retomó la vieja y podrida teoría revisionista de las fuerzas productivas. 

Por lo tanto, la posición de Mao de poner al mando, siempre y en todo terreno, la política proletaria, posición que, en el marco de la relación entre la política y la producción, se formula como empeñarse en la revolución (revolución permanente) y promover la producción (desarrollo grandioso de las fuerzas productivas, cuyo centro es el desarrollo de los trabajadores). 

Precisamente el abandono del principio marxista de continuar la revolución bajo el socialismo (negación de la contradicción entre el proletariado y la burguesía como la contradicción principal en el socialismo), ha significado el abandono de todas las conquistas de la Revolución Cultural tanto en la economía como en la política, tanto en lo ideológico como en la educación y la cultura. 

Desde hace tiempo la clase obrera china está sujeta al “despotismo de fábrica”, ha sido despojada de toda verdadera participación en la gestión de las empresas, ahora en las manos de los técnicos. En estas condiciones los trabajadores son dominados por las condiciones de producción, dominación que, como es natural que suceda, repercute negativamente en sus condiciones generales de existencia. ¿Quiere el lector saber si en la China actual se construye el socialismo o se restaura el capitalismo? Pues fíjese en nuestra afirmación reciente, pues ella pone en evidencia la naturaleza de clase burguesa del desarrollo económico impulsado por la dirección china, desarrollo que, obviamente, determina el fortalecimiento de la burguesía burocrática y suprime la esencia del socialismo, es decir, cierra la posibilidad de realización del comunismo.


10.01.2021.

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(1) Alexander García, ¿Es China un país socialista?, en Fuera las Manos de China, 9 de diciembre de 2017.

(2) Ver Charles Bettelheim, China después de la muerte de Mao.

(3) Las relaciones de producción en la China actual –y por lo tanto las relaciones entre los hombres y las relaciones de distribución– no son precisamente socialistas, pues la dirección de la sociedad y en las unidades de producción no está en manos de los marxistas y de las masas trabajadoras, sino de la burguesía burocrática. El argumento según el cual la contradicción principal en China –y en el socialismo en general– no es entre el proletariado y la burguesía sino entre las atrasadas fuerzas productivas y las avanzadas relaciones de producción, es exactamente el mismo que esgrimía el revisionismo jruschoviano-brezhneviano para meter de contrabando la idea demagógica de que, con el “desarrollo de las fuerzas productivas”, la URSS estaba preparando el paso al comunismo. El desarrollo de las fuerzas productivas no determina automáticamente el paso al comunismo, pues este paso depende de la lucha de clase del proletariado revolucionario (que entraña el grandioso desarrollo de las fuerzas productivas en el camino de la emancipación de los trabajadores de todo dominio sobre ellos de las condiciones de producción y de existencia). Ya los marxistas saben a qué resultado condujo finalmente la teoría de las fuerzas productivas esgrimida por el revisionismo jruschoviano-brezhneviano y levantada hoy en día por el revisionismo chino.


Economía

La Legislación Burguesa, los Contratos Ley y la Lucha Actual

Cesar Risso

ENTRE LAS CONSIGNAS en las manifestaciones en curso, una de ellas se ha venido planteando desde hace varios años. Se trata del cambio de la Constitución de 1993, y que, entre otros aspectos, se modifique el capítulo económico, que contiene los contratos ley.

Esta consigna es un clamor popular, que ha adquirido una connotación que consiste en la percepción de que una nueva Constitución va a solucionar gran parte de los problemas que las clases populares enfrentan. Para que así sea es necesario que la nueva Constitución incorpore los intereses de las clases trabajadoras, pues de lo contrario la situación podría empeorar. Es decir, la nueva Constitución va a reflejar los intereses de las clases sociales, y por ello, su contenido dependerá de qué tan organizado esté el pueblo, y qué tan activo se muestre en la lucha por sus intereses.

La Constitución de 1993 se originó en el marco de la dictadura de Alberto Fujimori, y representó los intereses del imperialismo, que por aquella época viraba hacia una política neoliberal, de desregulación, de retiro del Estado de la actividad empresarial, y de desprotección de las clases trabajadoras y populares.

Al amparo de la actual Constitución se ha producido el saqueo de nuestros recursos naturales. Pero esto hubiera ocurrido de una u otra forma. El tratamiento tributario a la inversión extranjera directa, con los contratos ley, ha beneficiado considerablemente a estas empresas, pero aparte, los diversos gobiernos les han añadido otras ventajas. En otras palabras, en el marco jurídico hay un margen para favorecer al sector privado extranjero, esto es a las empresas imperialistas.

Está claro que un gobierno democrático, nacionalista y popular, implementaría una serie de normas para aprovechar mejor nuestros recursos naturales, restándole así parte de las utilidades a las empresas transnacionales, para beneficio de nuestro país. Este beneficio, para que sea de un gobierno del pueblo, tendría que favorecer a las clases trabajadoras, destinando estos recursos a una mejora de los servicios de salud, educación, etc.

De las ganancias obtenidas por la inversión extranjera directa, una parte sería para nuestro beneficio, por ser los propietarios de los recursos naturales. Así, esta sería una medida nacionalista y popular.

Pero, ocurre que, si bien el capitalismo puede manifestarse, dada la política pendular que ha aplicado a lo largo del tiempo, ora como de participación del Estado en la regulación y en la actividad empresarial, ora como un ente solo regulador, dejando al libre mercado, esto es a las grandes empresas, la “asignación de recursos”, y con ello la desprotección de los sectores populares; en cualquiera de las políticas, el capitalismo se basa en la explotación de la fuerza de trabajo, y en la búsqueda del máximo beneficio por parte de las empresas.

Las diversas normas jurídicas han otorgado protección a la inversión privada, de modo que los contratos ley tienen antecedentes en nuestro país.

“Los contratos-ley no son una creación de la Constitución de 1993. Existen con otro nombre desde, por lo menos, 1950. La ley 9140 autorizaba al gobierno a firmar convenios de estabilidad jurídica concediendo exoneraciones tributarias para estimular la industrialización. La ley de promoción industrial de 1959 y la ley general de industrias de 1970, una de las reformas emblemáticas del gobierno del general Velasco, también contemplaban la concesión de beneficios a los inversionistas mediante contratos con el Estado. El Código Civil de 1984 generaliza la aplicación de los contratos-ley a cualquier actividad económica, no solamente la industrial. La Constitución de 1993 simplemente consagra lo que ya era parte de nuestra legislación”.1

Esto quiere decir que, en el capitalismo, la burguesía va afinando la legislación que tiene como objetivo principal no solo garantizar sus ganancias, sino además hacerlas lo más elevadas posible, con la consecuente afectación a las clases trabajadoras.

Si bien es cierto la legislación es importante, también lo es que no se trata del único mecanismo del que echa mano la burguesía para lograr sus objetivos. Sin embargo, la ultra derecha trata de convencernos que es la Constitución del 93, con los contratos ley, la que ha permitido que nuestra economía mejore considerablemente. Como todos saben, la mejora de nuestra economía es la mejora de la burguesía, no la del pueblo trabajador. Pero, además, no es cierto que la actual Constitución haya sido la que motivó el crecimiento económico. Lo que sí es cierto es que esta coadyuvó al saqueo de nuestro país.

“Ninguna de esas leyes consiguió realmente estimular la inversión. Comparada con el promedio histórico de 11,3% del PBI en el período que va de 1950 a 1993, la inversión privada aumentó menos de dos puntos porcentuales en los cinco años posteriores a la ley de 1950; apenas la décima parte de un punto porcentual entre 1960 y 1964, y nada entre 1971 y 1975. Entre 1985 y 1989, tras la promulgación del Código Civil, la inversión privada estuvo por debajo del promedio histórico. Solamente con la Constitución de 1993 se observa un aumento sustancial y permanente a una media de 16,9% del PBI entre 1994 y el 2020. Pero habida cuenta de las experiencias anteriores, el aumento no parece atribuible a la incorporación de los contratos-ley al texto constitucional, sino más bien al conjunto de principios que mejoraron el clima de inversión, como la responsabilidad fiscal y monetaria, el respeto a los contratos en general y a la propiedad privada, y la apertura al comercio exterior y a la inversión extranjera”.2

Hay que añadir, que en cuanto al monto invertido, este resulta siendo modesto, y por ello, no ha revestido gran importancia desde el punto de vista de nuestro crecimiento económico. Es decir, con contratos ley o sin ellos, la inversión probablemente igual se habría realizado.

“Es verdad que se han firmado centenares de contratos-ley. Según Pro Inversión, hasta junio del 2020 eran 339 contratos con empresas receptoras de inversión, por un total de US$14.500 millones. Suena a mucho, pero no es ni el 3% de toda la inversión privada realizada de 1994 en adelante. Una parte de esa inversión se habría hecho de todas maneras con o sin contratos-ley”.3

En el seno de la propia burguesía hay quienes plantean la necesidad de abandonar los contratos ley. Ya sea que se cambie de Constitución o que siga la misma, se plantea que no se debería firmar más contratos ley.

“Los contratos ya firmados indudablemente se tienen que cumplir, pero no deberían firmarse más. Si no es posible, por razones prácticas, darles contractualmente las mismas garantías y seguridades a todos los inversionistas, grandes, chicos o medianos, es mejor no dársela a ninguno. Los contratos-ley no son esenciales para incentivar la inversión privada; el resto del capítulo económico sí”.4

Además de lo que hemos señalado, también es cierto que los contratos ley se han renegociado a solicitud de las empresas privadas. Es decir, no es que no se puedan cambiar, sino que para cambiarlos es necesario renegociarlos y, en consecuencia, que las partes se pongan de acuerdo. Pero los resultados de las renegociaciones dependerán de quiénes estén en el gobierno del poder.

Otro aspecto, que depende de la voluntad política, está en que ante el incumplimiento del contrato por una de las partes, entonces los contratos ley deberían dejar de tener vigencia, esto es, debería resolverse el contrato. A este respecto hay motivos de sobra para resolver los contratos ley, debido, por ejemplo, a la contaminación del medio ambiente, entre otros.

En cuanto a la legislación, particularmente la nueva Constitución, es necesario tener claro que en un régimen burgués, y reconociendo a las empresas privadas, así como al sistema de trabajo asalariado, se puede tratar de conseguir que la explotación de los trabajadores sea menos grave; que la explotación de nuestros recursos nos reporte mayores ingresos; que el uso de los recursos así obtenidos se destinen al bienestar social; en fin, que en general, se mejoren las condiciones de vida de las clases trabajadoras. Hasta aquí puede llegar un régimen democrático, nacionalista y popular. Así que, seguirá habiendo explotación capitalista de las clases trabajadoras, así como la ganancia, y el poder económico, que tratará de retomar el gobierno del poder, y así empalmar con la tendencia general de la explotación capitalista a nivel mundial.

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(1) https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/inversion-privada-los-contratos-ley-y-la-economia-de-mercado-por-ivan-alonso-noticia/

(2) Ibidem.

(3) Ibidem.

(4) Ibidem.

Coyuntura política

La Barbarie Capitalista como Respuesta a la Crisis

Cesar Risso

DE LA BARBARIE de la explotación y saqueo de nuestros recursos se ha pasado a la barbarie de la represión y asesinato del pueblo trabajador.

Sin embargo, el pueblo no asocia la relación entre la situación de pobreza en la que se encuentra, con la de la opulencia del lado de la burguesía, como parte del sistema capitalista, sino únicamente con su variante neoliberal; ni logra ver el nexo entre la legislación vigente y los intereses de la burguesía como superestructura jurídico-política del capitalismo, aunque ve el significado de cuestiones concretas como la de los contratos ley, pero solo como vulneración de la soberanía con respecto a la explotación de nuestros recursos naturales; ni tiene claridad con respecto a la función de las fuerzas policiales y de las fuerzas armadas, que es la de proteger los intereses de la burguesía, y en consecuencia mantener al pueblo sojuzgado en su condición de fuerza de trabajo explotada, etc. Es decir, el pueblo tiene una visión parcial, fragmentada, que no le permite ver el sentido, la esencia del capitalismo, y que lo conduce a luchar contra determinados efectos de este sistema, pero no contra el sistema mismo.

El accionar de los representantes políticos de la burguesía conduce cada vez con mayor rapidez y certidumbre al pueblo hacia la comprensión de los intereses de clase que están en juego en el momento actual. Para esta comprensión es necesario superar las explicaciones que adjudican al individuo la capacidad de poder dominar la situación, cuando en realidad, los individuos son sujetos o categorías de determinadas clases sociales de cierta formación económica y social. Si bien es cierto, Dina Boluarte es una dictadora, que negoció la vacancia de Pedro Castillo, también lo es que ella es la cabeza visible que defiende los intereses de la burguesía, no solo nacional, sino la imperialista. Así, Dina Boluarte es un títere de la burguesía nativa e imperialista. Los mecanismos psicológicos que operan en su mente, solo le presentan la necesidad de mantenerse en el poder, ya sea por egolatría, o por la ambición de obtener importantes sumas de dinero por el servicio que está prestando, o por el temor de ser enjuiciada por los asesinatos que se han perpetrado en el breve plazo en el que se encuentra en el gobierno del poder. Cualquiera que sea la respuesta, lo cierto es que su ambición personal se despliega sobre la base del dominio económico y político de la burguesía, y que en consecuencia puede desenvolverse con utilidad para las clases sociales explotadoras.

Que Dina Boluarte se sostenga aun en el gobierno, no se debe a su voluntad de continuar, sino a que la burguesía la sostiene a través de una serie de medidas, que se pueden apreciar en toda su magnitud en el momento actual. Por ejemplo, el accionar de la PNP y de las fuerzas armadas, que por medio de la represión, detenciones, asesinatos, etc., sostienen al actual gobierno; el papel de la Fiscalía, que inmediatamente denuncia a los manifestantes, inventándoles delitos que incluso llegan al absurdo con ridículos argumentos, incurriendo en abuso de poder y en la ilegalidad descarada, solicitando su detención; el rol de los congresistas, que promueven leyes que atentan contra los derechos humanos de las clases populares, y que denuncian a aquellos que apoyan a los manifestantes; los empresarios, que a través de las bolsas de dinero para los integrantes de la PNP, los premian para que sigan deteniendo, reprimiendo y matando, con lo cual se demuestra directamente que la Policía Nacional está a su servicio, para proteger sus intereses y el orden de cosas que le permite seguir explotando a las clases trabajadoras; y la prensa, propiedad de grupos económicos, que se encarga de retorcer la verdad hasta hacerla parecer como lo contrario de lo que está ocurriendo, además de adoctrinar al pueblo acerca de que el capitalismo es el mejor sistema económico y político posible, y que al margen de lo bueno o malo que sea, es una fatalidad.

Es evidente que el conjunto de medidas que está implementando el gobierno, es el resultado de una torpe y criminal estrategia, pero discutida y coordinada, que aunque no le ha dado resultado, puesto que el pueblo sigue organizándose y luchando, sin embargo denota la voluntad de seguir sirviendo a sus amos. Los disparos directos al cuerpo, a la cabeza, tanto de perdigones, como de bombas lacrimógenas, como de armas de fuego, evidencian no solo que han pretendido acabar rápidamente con las manifestaciones, mostrando su desprecio por la vida del pueblo, sino que se quieren quedar en el gobierno del poder para seguir llenándose los bolsillos de dinero.

La represión a las clases populares puede darse como resultado de que el Estado burgués es un Estado burocrático-militar; que es un aparato para oprimir a las clases trabajadoras; que es una organización para sostener a la burguesía en el poder, para lo cual necesita de la coerción y de las leyes que dan sustento a la forma de organización capitalista en la que vivimos.

La renuncia de la dictadora Dina Boluarte, que es una de las consignas y objetivos de los manifestantes, dará curso a una gestión más represiva o tal vez menos represiva, pero que será un gobierno que opere sobre el Estado burgués. Es decir, el Estado seguirá siendo un aparato burocrático-militar, cuya existencia se debe a la necesidad de que la burguesía siga explotando a las clases trabajadoras.

Otro tanto acontece con la consigna y objetivo de una nueva Constitución. El cambio del capítulo económico, y de una serie de artículos que permiten el saqueo de nuestros recursos, la afectación de las fuentes de vida de los campesinos, etc., dejarán en pie el poder de la burguesía, aunque menguado en la libertad de explotar nuestros recursos y a las clases trabajadoras.

Podrán eventualmente cambiar los personajes en el gobierno del poder, pero la clase que domina seguirá siendo la burguesía. Mientras el sistema de trabajo asalariado continúe siendo la norma de la producción y distribución, el Estado seguirá siendo un órgano opresor.

Sin embargo, las clases populares ven los objetivos y las consignas de la renuncia de Dina Boluarte, la nueva Constitución y que se vayan todos los congresistas, como la lucha final.

Todos los males que sufre nuestra sociedad, y sobre todo el pueblo trabajador, son vistos como efectos parciales; pero, debido a la predica, durante varios años, de una nueva Constitución, se ha instalado en la conciencia del pueblo que todos los males son resultado de la Constitución de 1993.

La Constitución del 93 expresó legalmente el neoliberalismo, y añadió otros elementos jurídicos, como los contratos ley, para garantizar extraordinarias ganancias a la burguesía. Pero tanto la Constitución del 93 como la Constitución del 79, a pesar de las diferencias, representan la base jurídica del sistema capitalista.

La falta de propaganda por el socialismo concede a la burguesía la ventaja de que las luchas que se están llevando a cabo tengan un contenido democrático, nacionalista y pequeño burgués. La propiedad privada de los medios de producción no se pone en cuestión.

Por ahora, los manifestantes piden que Dina Boluarte renuncie, una nueva Constitución, que se vayan todos los congresistas, y que haya elecciones generales. Siendo el carácter de la lucha democrático, nacionalista y pequeño burgués, lo que resalta es el “pedir”, o “exigir”, a los representantes políticos de la burguesía. Esa actitud de pedir, expresa un cierto nivel de conciencia, que solo alcanza a “comprender” que las formas políticas burguesas existentes son formas naturales, y que en consecuencia no se busca reemplazarlas por otras que pudieran ser creadas por el mismo pueblo. En otras palabras, se considera al sistema capitalista y a las formas políticas que lo sustentan como naturales, como una fatalidad.

Los aspectos técnicos de las manifestaciones y protestas, que se están aplicando, y que tienen su origen en la experiencia en las luchas populares en los diversos países del mundo, no alcanzan a garantizar el éxito. Se ha llegado a un punto en el cual se espera una reacción de algún sector que pueda inclinar hacia uno u otro lado el desenlace de la lucha. Por ejemplo, la negativa de la PNP y de las fuerzas armadas a seguir las órdenes del actual gobierno, más o menos como hicieron con Pedro Castillo; o la incorporación masiva a las manifestaciones de los trabajadores y de los sectores populares, que pueden estar a favor de las mismas (según las encuestas), pero que en estos momentos asumen una actitud pasiva. En el primer caso, una negativa de la PNP y de las fuerzas armadas, podría ser el resultado de la organización de la salida de Dina Boluarte como resultado de haber cumplido su papel, a la vez que se le atribuyan todos los crímenes, mientras que la clase burguesa y el sistema capitalista quedan a salvo de la crisis.

En el caso de la incorporación masiva del pueblo a la lucha directa, pasa necesariamente por la existencia de unidad en la lucha. Esta unidad se viene elaborando a través de diversas agrupaciones gremiales, para darle una dirección nacional y única, y así fortalecer la lucha concreta que se viene dando.

 

Filosofía

Dialéctica de la Regulación Consciente e Inconsciente de la Conducta*

E. V. Shorojova

LA COMBINACIÓN PECULIAR de lo consciente e inconsciente no solo tiene lugar en el proceso del reflejo de la realidad, sino también en el proceso de la regulación de la conducta humana. El sentido vital del reflejo psíquico consiste en que cumple el papel de regulador de la conducta al orientar al hombre en el medio circundante. En unos casos, se trata de una regulación consciente y en otros inconsciente.

Los movimientos y las acciones involuntarias, que son las más frecuentes en la conducta humana, se regulan por el reflejo inconsciente. En casos de movimientos involuntarios, que se originan por el reflejo de estímulos de signalización biológica directa, el papel regulador está a cargo de la excitabilidad. La base fisiológica de esas acciones son los reflejos incondicionados. De un modo semejante se regula también la compleja actividad instintiva refleja condicionada. Cuando se desconecta la actividad de los sectores superiores del cerebro, puede observarse una regulación no psíquica del movimiento. Por ejemplo, algunos animales, al tener destruidos los hemisferios cerebrales, se orientan en sus simples relaciones espaciales y reciben impresiones visuales de los objetos que les rodean: al desplazarse entre los objetos no tropiezan con ellos. En algunos casos especiales se manifiesta en el hombre con mayor claridad la regulación psíquica inconsciente de movimientos y acciones. Es bien conocido que los sonámbulos efectúan en estado inconsciente movimientos y acciones de extraordinaria complejidad que en estado consciente son, a veces, incapaces de realizar. En estos casos, el regulador del movimiento son las percepciones inconscientes de los objetos y fenómenos circundantes, sensaciones producidas por la actividad de los tendones, músculos y ligamentos de los órganos que toman parte en el movimiento. La excepcional adaptación de esos movimientos a las condiciones circundantes, que sorprende frecuentemente a los observadores, demuestra que las reacciones motoras se regulan finamente por el reflejo de las peculiaridades de aquellos objetos hacia los cuales va dirigida la actividad y por el reflejo de objetos y fenómenos relacionados de algún modo con la realización al nivel del primer sistema de señales.

Las impresiones inconscientes producidas por las condiciones del medio ambiente y por el estado del sistema muscular-motor del hombre regulan algunos movimientos automáticos del hombre. El más corriente de todos es la marcha. Durante la marcha -cuando el hombre la domina- no hay necesidad de ser consciente de cada paso, ni de las condiciones en que ésta se efectúa. El acto de marchar, que posee un mecanismo reflejo condicionado, se realiza gracias a la percepción de las peculiaridades de la superficie que pisan sucesivamente los pies y de aquellos impulsos interreceptivos que envían al cerebro los músculos que participan en el movimiento. En algunas dolencias el sentido muscular, como regulador principal del movimiento durante la marcha, desaparece, siendo sustituido por las percepciones visuales de la superficie por la cual camina el hombre. La exclusión del analizador visual en este caso conduce a la infracción del acto normal y automatizado de la marcha.

A diferencia de la regulación inconsciente del movimiento en casos de reflejos incondicionados simples y complejos, en los movimientos automatizados la regulación, que fue anteriormente consciente, deja de serlo a medida que se domina el movimiento. El hábito se distingue, precisamente, por el hecho de que los diversos sistemas de movimiento, que forman parte de una u otra actividad, empiezan a realizarse gradualmente sin control de la conciencia, de un modo automático, debido a su realización inicial bien meditada y a sus múltiples repeticiones. En el caso dado no se tiene conciencia de las condiciones de la actividad, de algunas de sus operaciones. Una actividad consciente, específica para el hombre (escribir, leer, tocar el piano, etc.), incluye, en su conjunto, modos inconscientes y automáticos de ejecución. Los movimientos y las acciones automáticas, a los cuales se refieren los hábitos y las costumbres, se forman con la constante participación del segundo sistema de signalización, pero transcurren, preferentemente, en la esfera del primer sistema de señales. “Es evidente -escribía Pávlov- que nuestra educación, estudios, toda clase de disciplina, diversas costumbres, constituyen largas series de reflejos condicionados. ¿Quién ignora que las conexiones establecidas, adquiridas, de ciertas condiciones, es decir, de excitaciones determinadas, con nuestra actividad se reproducen tenazmente por sí solas en contra incluso de una oposición intencionada por nuestra parte?  Esto se refiere por igual tanto a la producción de unas u otras acciones como a su retención intencionada, es decir, tanto a reflejos positivos como a los negativos. Es igualmente sabido lo difícil que es, a veces, desarrollar una inhibición necesaria tanto durante los juegos como en casos de algunos movimientos superfluos, en diversas manipulaciones artísticas, y también en acciobes”.1

La formación y la realización de los hábitos y las costumbres humanas se distingue por una compleja relación recíproca, por el entremezclamiento de una regulación consciente e inconsciente. La caracterización completa de esa relación exige un número mayor de investigaciones experimentales.

La conducta volitiva del hombre se regula por la conciencia. La voluntariedad como cualidad de la conducta constituye el rasgo peculiar del reflejo consciente. La atención, la percepción, la recordación, la reproducción y la imaginación. La característica del proceso psíquico, como proceso voluntario, coincide, si no plenamente, por lo menos en muchos aspectos, con la determinación del grado de su conciencia, mientras que el proceso involuntario se relaciona con su inconsciencia. Las cualidades de consciente e inconsciente se revelan con la máxima claridad en la conducta voluntaria e involuntaria.

Una conducta consciente es una conducta voluntaria. A diferencia de los movimientos y las acciones automáticas, las acciones voluntarias del hombre son conscientes. La conducta voluntaria se distingue porque el hombre se plantea un objetivo, prevé los resultados de su actividad y es consciente de los modos de alcanzar sus resultados. La conducta voluntaria es la actividad consciente, intencionada y adecuada a un fin. El objetivo de la actividad, que tiene por origen determinadas necesidades, se forma debido a que el hombre tiene conciencia de ellas y aspira a satisfacerlas. En la conducta voluntaria, el hombre no solo tiene conciencia de las posiciones iniciales de la actividad, de los correspondientes motivos de la conducta, de la preparación psíquica necesaria para realizar la acción (lucha de motivos, toma de decisión), sino también de la propia realización de esa actividad. La conciencia de cada uno de esos eslabones constituye la peculiaridad esencial de la conducta voluntaria. Si uno de esos eslabones deja de ser consciente, se quebranta la estructura del acto voluntario. Por ejemplo, si no se tiene suficiente conciencia del objetivo de la actividad y de los efectos que proporciona, o se infringe el control de la conciencia por la realización de los actos voluntarios, la conducta voluntaria se convierte en una cadena de acciones impulsivas: el hombre deja de dominarse. La capacidad de ser consciente del fin propuesto, de los resultados y los modos de conseguirlo se combina en la conducta voluntaria con la conciencia de uno mismo como sujeto activo. Esto último se expresa en la lucha de motivos, en la toma de decisión, en el dominio de uno mismo, es decir, en el constante control de los propios actos. La conciencia de la conducta voluntaria se manifiesta también en que la superación certera de las dificultades, tanto internas como externas, depende de que el hombre tenga ciertas convicciones firmes, una concepción correspondiente de mundo. Estas concepciones firmes y su concepción del mundo vienen a ser la forma en que el hombre toma conciencia de las relaciones recíprocas con las condiciones de su existencia, con los hombres que le rodean, con la clase, con la sociedad en su conjunto. Del grado de la plenitud, exactitud y objetividad con que se reflejan esas relaciones dependerá la conciencia de la conducta del hombre como miembro de la sociedad.

En las discusiones con motivo de lo inconsciente suele negarse la existencia del inconsciente como categoría psicológica. Dicen que lo psíquico y lo consciente son conceptos idénticos. Sin embargo, al analizar las efectivas relaciones sociales del hombre, los investigadores tropiezan con el hecho de que no todo individuo es consciente de todas sus acciones, de los lejanos efectos sociales de su conducta. El hombre, en una serie de casos, al actuar de un modo plenamente consciente en su actividad individual, no es consciente de los resultados de la actividad conjunta del grupo social al que pertenece.

La categoría de lo inconsciente, aplicada en la sociología burguesa según hemos indicado ya, está llamada a cumplir un determinado objetivo social. En diversas concepciones sociológicas y psicológicas lo inconsciente se emplea para describir la actividad de la “muchedumbre”, de la “masa”. Esa “masa” -a su vez- fue identificada poco después con las clases “bajas”, con la plebe, con las heces de la sociedad. Destaca en este sentido la “concepción” de Le Bon.2 Al crear su peculiar “psicología del socialismo”, Le Bon trató de pintar el triunfo del alma inconsciente de las masas, representada por un conjunto de bandidos y asesinos.

Le Bon prefiere a la razón, como peculiaridad característica del hombre-miembro de la sociedad, un algo místico, mágico e inconsciente. Según él, poseen razón los representantes de las clases superiores, lo inconsciente se considera como propiedad del pueblo trabajador.

Freud admitió la teoría de lo inconsciente social3 y la “argumentó” psicológicamente en su teoría de lo inconsciente. Según esa teoría, lo inconsciente en la vida social se reduce a los mismos deseos sexuales reprimidos que Freud analizaba al estudiar la conducta del hombre aislado. Esos deseos reprimidos, según dice, son inherentes a toda la humanidad desde el período prehistórico. Desde ese punto de vista toda la cultura y todos los hábitos de los pueblos vienen a ser la realización simbólica de esos primeros deseos reprimidos.

El problema del inconsciente no se resuelve con su simple transferencia desde la vida social a la psique del individuo aislado, o viceversa.

Según la psicología marxista, el hombre es un ser social y el proceso de la toma de conciencia de sus relaciones constituye el proceso del descubrimiento de los vínculos reales entre el hombre y la sociedad, de la exteriorización de las leyes objetivas que rigen los fenómenos sociales cuyo testigo o participante es el hombre. Lo mismo que la conciencia de los propios procesos psíquicos elementales y de las causas que los han provocado tiene diversos grados de amplitud y profundidad, así también la conciencia de las condiciones objetivas más complejas de la actividad humana, del ser social, suele tener diverso grado de amplitud y profundidad.

El propio hombre, como ser social, está unido -a lo largo de toda su vida individual- por múltiples hilos de la realidad objetivamente existente. En conjunto de esos nexos efectivos en la sociedad determina la existencia objetiva del hombre, determina lo que es él en realidad. En la conciencia individual, el reflejo de la situación que el hombre ocupa no coincide, a veces, con su posición efectiva. Lo que el hombre piensa y dice de sí mismo no coincide frecuentemente con lo que es él en la realidad.

Esa complejidad del conocimiento consciente de su propia existencia se explica, en gran medida, por el hecho de que la misma conciencia es un aspecto indispensable de la existencia individual.

Desde su infancia, el hombre se enfrenta con condiciones objetivas y relaciones sociales que no dependen de su conciencia y voluntad. Se adapta a esas condiciones y a esas relaciones sin ser consciente de ellas ni de los efectos sociales reales de su actividad. Sin embargo, no debe deducirse del hecho que la masa de los hombres se adapte inconscientemente a esas relaciones y no sea consciente, frecuentemente, de sus vínculos sociales, que los individuos no son seres conscientes. “De que los hombres -escribía Lenin-, al ponerse en contacto con otros, lo hagan como seres conscientes, no se deduce de ningún modo que la conciencia social sea idéntica al ser social. En todas las formaciones sociales más o menos complejas, y sobre todo, en la formación social capitalista, los hombres, cuando entran en relación unos con otros, no tienen conciencia de cuáles son las relaciones sociales que se establecen entre ellos, de las leyes que presiden el desarrollo de esas relaciones, etc. Por ejemplo, un campesino, al vender su trigo, entra en “relación” con los productores mundiales de trigo en el mercado mundial, pero sin tener conciencia de ello, sin tener conciencia tampoco de cuáles son las relaciones sociales que se forman a consecuencia del cambio. La conciencia social refleja el ser social, tal es la doctrina de Marx. El reflejo puede ser una copia aproximadamente verdadera de lo reflejado, pero es absurdo hablar aquí de identidad”.4

Los clásicos del marxismo indicaban que todo cuanto incita al hombre a la actividad pasa por su conciencia, mas la forma que adopten esos móviles en la cabeza de un individuo determinado dependerá de muchas circunstancias. En una serie de casos, la conciencia de las condiciones sociales, de las relaciones sociales, puede ser deforme; el individuo, según Engels, puede tener una “conciencia errónea.”

Al caracterizar el reflejo de las condiciones sociales de existencia, de las relaciones determinadas que establece el hombre, puede hablarse de lo inconsciente como de un reflejo incompleto, de una comprensión inexacta de las leyes realmente objetivas del desarrollo social ocultas tras la apariencia de los fenómenos.

__________

(*) E. V. Shorojova, El problema de la conciencia, capítulo V: Fenómenos psíquicos conscientes e inconscientes, punto 4.

(1) I. P. Pávlov, Obras completas, ed. cit., t. IV, pág. 415.

(2) G. Le Bon, Psicología de las masas, San Petersburgo, 1896.

(3) S. Freud, “Massenpsychologie und Ich-Analyse”, Gesammelte Werke, t. 13, Londres, 1947.

(4) V. I. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, ed. esp. cit., págs. 361-362.

Internacionales

¿Cómo Ven los Capitalistas la Crisis de su Sistema? Es Hora de Sincerarse* 

Víctor Taibo Comisión Ejecutiva de Izquierda Revolucionaria

20 enero 2023 

A FINALES DEL AÑO 2022 y comienzos de 2023 se han ido publicando los informes anuales de las grandes Instituciones capitalistas internacionales (FMI, Banco Mundial, Foro de Davos). Estos organismos y foros reúnen a lo más granado de la clase dominante: banqueros, directivos de multinacionales, gurús económicos o representantes de los Gobiernos de todo el mundo. 

Una lectura a estos materiales, en los que los estrategas del capital presentan las perspectivas para su sistema, es muy llamativa. Y no solo porque traten de las recetas para mantener sus obscenos beneficios saqueando la riqueza que genera la clase obrera con su trabajo. 

La cuestión es otra. Los apologistas mediáticos y académicos de este engendro llamado libre mercado acusan constantemente a los marxistas revolucionarios de agoreros y catastrofistas, de exagerar respecto a los males que corroen el capitalismo, o de plantear una visión apocalíptica de la realidad. Bien, pues es la hora de la sinceridad y poner blanco sobre negro la visión que tienen las instituciones capitalistas de su propio sistema. 

Policrisis y colapso medioambiental 

Sin duda el informe del Foro de Davos[1] brilla con luz propia. Tras congregar esta semana a gran parte de la elite económica y política mundial en esta ciudad de los Alpes suizos, los melindrosos debates y las acarameladas críticas que hemos oído, como la compungida regañina del presidente del Gobierno español Pedro Sánchez, han tratado de suavizar la gravedad del momento. Por eso es importante no fijarse en el teatrillo escénico y leer lo que dice el informe anual del foro. Hay que quedarse bien con la copla. El informe dice así: 


"La próxima década se caracterizará por crisis medioambientales y sociales, impulsadas por tendencias geopolíticas y económicas subyacentes. La crisis del coste de vida se clasifica como el riesgo global más grave en los próximos dos años, alcanzando su pico a corto plazo. La pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas se considera uno de los riesgos globales que más rápidamente se deteriorará durante la próxima década, y los seis riesgos medioambientales existentes figuran entre los 10 principales riesgos de cara a los próximos 10 años". 

Los problemas son tantos y tan graves, y están tan interconectados, que “están dando lugar al riesgo de policrisis, donde crisis dispares interactúan de tal manera que el impacto global de las mismas excede la suma de cada una de ellas”. 

Solo a corto plazo el informe señala como riesgos altos los siguientes: crisis por el coste de la vida; colapso o falta de infraestructuras y servicios públicos; colapso sistemático de importantes cadenas de suministro; erosión de la cohesión social; enfrentamiento geoeconómico (guerra económica y comercial); conflictos interestatales y colapso del Estado. 

El Informe destaca  el completo fracaso de todas las políticas para revertir la catástrofe climática y medioambiental, que ya está teniendo gravísimas consecuencias: “Sin cambios significativos en las políticas o sin inversiones, la interacción entre los impactos del cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la seguridad alimentaria y el consumo de recursos naturales acelerará el colapso de los ecosistemas, amenazando las fuentes de comida y medios de subsistencia en economías climáticamente vulnerables, amplificando el impacto de los desastres naturales, y limitando cualquier progreso en la lucha contra el cambio climático”. 

Guerra económica entre las potencias y creciente militarización 

Otro de los aspectos más sobresalientes en el informe es la referencia al choque entre las grandes potencias imperialistas, principalmente entre EEUU y China aunque no se los cite textualmente, advirtiendo del peligroso recurso al nacionalismo económico: 


"La guerra económica se está convirtiendo en la norma, con la perspectiva en los próximos dos años de crecientes enfrentamientos entre las potencias globales e intervención estatal en los mercados. Las políticas económicas se utilizarán de manera defensiva, buscando garantizar autosuficiencia y soberanía frente a las potencias rivales, pero también cada vez más de manera ofensiva para limitar el ascenso de otros. El uso intensivo de armas geoeconómicas [proteccionismo y guerra comercial] destacará vulnerabilidades de seguridad fruto de la interdependencia comercial, financiera y tecnológica entre economías globalmente integradas, generando una escalada creciente de desconfianza y desacoplamiento". 

Una situación que está dando lugar a un “repunte en el gasto militar y la proliferación de nuevas tecnologías entre un sector cada vez más amplio de actores que podría conducir a una carrera global armamentística”, con riesgos a largo plazo de “conflictos multidominio [operaciones militares que afectan a numerosos ámbitos simultáneamente] y guerra asimétrica, con el despliegue de armamento basado en nuevas tecnologías potencialmente más destructivo que el que hemos visto durante las últimas décadas”. 

Perspectivas sombrías para la economía mundial 

Todos los textos presentan unas perspectivas económicas sombrías, que además podrían empeorar fácilmente. El FMI advierte que “se avecinan nubarrones de tormenta (...) más de una tercera parte de la economía mundial se contraerá este año y el próximo, mientras que las tres mayores economías –Estados Unidos, la Unión Europea y China- continuarán estancadas. En pocas palabras, lo peor está aún por llegar, y para mucha gente 2023 se sentirá como un año de recesión”. Y todo ello “en un momento en que la economía mundial permanece en un estado históricamente frágil”[2]. 

En la misma línea se expresa el Banco Mundial[3], con una visión aún más pesimista: “Los países emergentes y en desarrollo se enfrentan a un periodo de varios años de crecimiento lento impulsado por una pesada carga de la deuda y escasas inversiones; al mismo tiempo, el capital mundial es absorbido por las economías avanzadas que enfrentan niveles de deuda pública extremadamente altos y tasas de interés crecientes. El bajo nivel de crecimiento y de inversión empresarial agravará los retrocesos en materia de educación, salud, pobreza e infraestructura, que ya son devastadores, así como las crecientes demandas derivadas del cambio climático”. 

El endeudamiento sin precedentes existente en la economía mundial, tanto en los países en desarrollo como en las grandes potencias, EEUU, China, Gran Bretaña, Japón o numerosos países de la UE, ha desatado todas las alarmas en un momento en que los Bancos Centrales están incrementando bruscamente los tipos de interés para intentar frenar la espiral inflacionista. 

En el informe del Foro de Davos se subraya este peligro: 


"Los Gobiernos y los bancos centrales podrían enfrentar constantes presiones inflacionarias en los próximos dos años, sobre todo ante la posibilidad de una guerra prolongada en Ucrania, cuellos de botella continuos fruto de una pandemia que persiste y una guerra económica que estimula el desacoplamiento de las cadenas de suministro... Una falta de equilibrio entre las políticas monetarias y fiscales aumentará las probabilidades de shocks de liquidez, de una recesión económica más prolongada y de estrés en la deuda a escala mundial... La fragmentación económica mundial, las tensiones geopolíticas y reestructuraciones duras podrían contribuir a extender las tensiones respecto a la deuda en los próximos 10 años". 

El Banco Mundial, tras plantear una perspectiva de crecimiento del comercio global del 1,6% en 2023, frente al ya modesto 4% de 2022, pone encima de la mesa una perspectiva de “estrés financiero entre fondos soberanos, bancos e instituciones financieras no bancarias como consecuencia de la combinación de nuevas restricciones monetarias, menos crecimiento, y la caída de la confianza en un contexto de deuda elevada” que podría dar lugar “a un frenazo más pronunciado e incluso a una recesión mundial este año”. 

¡Más lucha de clases! 

Con una sinceridad que es de agradecer, el informe del Foro de Davos señala otra importante idea: “Las consecuencias de esta nueva era económica pueden ser una diferencia creciente entre países ricos y pobres y el primer retroceso en el desarrollo humano en décadas”. Algo que como bien ha señalado el último trabajo sobre desigualdad de la ONG Oxfam no afecta a los grandes magnates capitalistas, al 1% de la población, que ha acumulado 2/3 de la nueva riqueza generada desde diciembre de 2019, 42 billones de dólares. 

Tal y como venimos insistiendo los marxistas, el crecimiento extremo de la polarización social es un combustible para el estallido de crisis revolucionarias. Y el informe de Davos parece que no contradice esta previsión: 


"Los efectos colaterales se sentirán más agudamente entre los sectores más vulnerables de la sociedad y en los Estados ya frágiles, lo que contribuirá al aumento de la pobreza, el hambre, las protestas violentas, la inestabilidad política e incluso el colapso del Estado. Las presiones económicas también erosionarán a los hogares de ingresos medios [clase media], lo que generará descontento y polarización política". 

Una inestabilidad sistémica que bombea la lucha de clase con rebeliones obreras como la que vive Gran Bretaña y ahora también Francia, o insurrecciones como las que están protagonizando los trabajadores en Perú, pero que también alimenta la desesperación de sectores de las capas medias que han virado bruscamente hacia la extrema derecha y el fascismo, como hemos visto recientemente en Brasil. Una situación tan brutal en la base material de la sociedad tiene que reflejarse inevitablemente en la superestructura: la crisis de la democracia burguesa y de los modelos tradicionales de dominación construidos en los países capitalistas desarrollados tras la Segunda Guerra Mundial. 

A su manera, el informe del Foro de Davos tampoco pasa por alto este fenómeno: 


"La creciente frustración de los ciudadanos por los retrocesos en el desarrollo humano y la disminución de la movilidad social, junto con una brecha cada vez mayor en valores e igualdad, plantean un desafío existencial para los sistemas políticos de todo el mundo. La elección de líderes menos centristas [qué manera más sutil de designar a la extrema derecha], así como la polarización política entre las superpotencias económicas durante los próximos dos años, también pueden reducir aún más el espacio para la resolución colectiva de problemas, fracturando alianzas y conduciendo a una dinámica más volátil…" 

La radiografía de estos informes nos llama a la reflexión, a pensar seriamente la profundidad de la crisis que sacude el capitalismo, pero sobre todo nos interpela para pasar a la acción, a la lucha y la organización consciente y militante.

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(*) Tomado de: https://www.izquierdarevolucionaria.net/index.php/historia-teoria/actualidad-y-analisis/13458-como-ven-los-capitalistas-la-crisis-de-su-sistema-es-hora-de-sincerarse

[1] The Global Risks Report 2023 18th Edition

[2] FMI: AFRONTAR LA CRISIS DEL COSTO DE VIDA OCTUBRE DE 2022

[3] La desaceleración abrupta y prolongada golpeará con fuerza a los países en desarrollo