domingo, 1 de mayo de 2022

Literatura

En Defensa del Pensamiento Vallejiano

Julio Carmona

YO NO PUEDO NEGAR que fui amigo y —en cierta medida— discípulo del «primer Miguel Gutiérrez» (el que lideró al grupo Narración y el excelente narrador hasta Hombres de caminos y La violencia del tiempo). Incluso lo fue literalmente en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, por la misma época de Narración, pues allí asistí a sus clases en un curso de Literatura Peruana. Pero no me siento deudor de sus posturas ideológicas y opiniones sobre literatura y política posteriores a esa su primera etapa. Asumo que no faltará quien me censure diciendo que cómo puedo cuestionar esas sus opiniones posteriores si fui su amigo y hasta discípulo. Pero como respondiera Aristóteles a los que cuestionaban una similar actitud en su relación con Platón: «Platón es mi amigo, pero soy más amigo de la verdad».

Valga este párrafo introductorio para explicar por qué voy a hacer una lectura crítica de las opiniones del «segundo Miguel Gutiérrez» en torno a algunas expresiones de César Vallejo. Y, siempre tratando de ser lo más objetivo posible, voy a hacer citas textuales acompañadas de sus fuentes (sin alterar ni parafrasear lo que comento). La primera cita es la siguiente: «Después de principios de 1928, Vallejo empieza a dirigir la mirada a la Rusia bolchevique. Es una mirada cargada de curiosidad y esperanza, aunque algo distanciada y no exenta de ironía e irreverencia. En una carta memorable del 18 de abril de ese año, dirigida a Pablo Abril de Vivero, a propósito de la situación de Latinoamérica, Vallejo, con un tono hasta entonces inusual, escribe:

“Me parece que hay la necesidad de una gran cólera y de un terrible impulso destructor de todo lo que existe en estos lugares. Hay que destruir y destruirse a sí mismo. Eso no puede continuar; no debe continuar. Puesto que no hay hombres dirigentes con quienes contar, necesario es, por lo menos, unirse en un apretado haz de gentes heridas e indignadas y reventar, haciendo trizas todo cuanto nos rodea o está a nuestro alcance. Y, sobre todo: hay que destruirse a sí mismo (subrayado —sic— de V.) y, después lo demás. Sin el sacrificio previo de uno mismo, no hay salud posible”.» («Prólogo» a: Poemas totales, Lima, Ediciones Amaru, versión PDF).1

Y leído el texto transcrito por MG, no veo por dónde pueda estar en él ‘lo distanciado de la Rusia bolchevique’ y lo ‘no exento de ironía e irreverencia’. Es más, en toda la carta no hay ninguna referencia a Rusia. Es verdad que en otras cartas al mismo Pablo Abril manifiesta su esperanza de encontrar un norte promisorio para su futuro; dice:

«Pablo querido: en medio de convalecencia, me siento otra vez, y acaso más que nunca, atormentado por el problema de mi porvenir. Y es, precisamente, movido del deseo de resolverlo, que emprendo este viaje. Me doy cuenta de que mi rol en la vida no es éste ni aquél y que aún no he hallado mi camino. Quiero, pues, hallarlo. Quizás en Rusia lo halle, ya que en este otro lado del mundo donde hoy vivo, las cosas se mueven por resortes más o menos semejantes a las enmohecidas tuercas de América. En París no haré nunca nada. Quizás en Moscú me defienda mejor del porvenir» (VALLEJO, 1975, pág. 103).

Y en el párrafo siguiente agrega: «De Rusia le escribiré continuamente. No sé si podré quedarme allí definitivamente, que sería mi ideal. Y si vuelvo, no sé todavía cuándo. Lo único que me da miedo es el terrible frío de Rusia. Ya le escribiré, apenas llegue a Moscú.» (Ibíd.) Ello quiere decir que MG no tenía la intención de ilustrar eso que afirma sobre ‘lo distanciado, la ironía y la irreverencia a Rusia’. Y si no hace esto, entonces esa afirmación es puramente especulativa. Porque, contrariamente a esas especulaciones, en otros momentos de la correspondencia su admiración por la Rusia Soviética está totalmente alejada de ellas; desde Moscú escribe: «Lo del Soviet es una cosa formidable. Más todavía: milagrosa. Ya le contaré en breve con detalles. De París, lo haré pronto. Un fuerte abrazo fraternal.» (op. cit.: pág. 104). Y en la carta siguiente —ya de regreso, en París— escribe:

«Con mi viaje a Moscú, he conseguido, por lo menos, la colaboración en algunos periódicos rusos, donde se me pagará muy regularmente. He empezado ya a enviar desde aquí mis artículos sobre América y espero que las cosas vayan tal como las arreglé allá. Fuera de esto, y de haber conocido la maravillosa organiza­ción soviética, no pude sacar más del viaje. El idioma y las difi­cultades materiales de un medio pobre en recursos fundamenta­les de vida, me obligaron a volver grupas inmediatamente.» (pág. 105).2

Pero, después de la cita aquí comentada, MG continúa con su especulación:

«Con estas palabras, y más allá del rapto emocional, producto acaso de un profundo desasosiego (a), Vallejo ha dado un paso decisivo en la comprensión de la necesidad de la violencia, superando la rebelión individual y abstracta —o metafísica, como diría Camus— (b) por la rebelión social, concreta e histórica. Sin embargo, por la carga de utopismo, por la apelación al espontaneísmo de las gentes “heridas e indignadas” y por el deseo de autoinmolación (que presupone un cierto mesianismo) (c), esta cólera impelida hacia una apoteosis de destrucción dista aún de la acción revolucionaria que de manera organizada sigue un movimiento continuo de destrucción-construcción.» (Ibíd.)

Ahora bien, antes de comentar las partes destacadas con letras entre paréntesis, es pertinente decir que por la fecha ahí señalada (18-04-1928), CV todavía no ha asumido el marxismo en toda su profundidad, pues ni siquiera ha hecho su primer viaje a Rusia, lo que ocurrirá en octubre de dicho año, por tanto, la crítica política que le hace MG está fuera de contexto. Veamos:

  1. El hecho de que califique la expresión sentida de CV como de «rapto emocional, producto acaso de un profundo desasosiego» está contradiciendo la calificación previa con que define la mirada que CV dirige a la Rusia bolchevique: «cargada de curiosidad y esperanza»; es decir que estas positivas prevenciones devienen «rapto emocional, producto acaso de un profundo desasosiego».
  2. Referirse a Camus (el autor de El hombre rebelde) para referirse a la calificación de rebelde que MG hace de CV es minimizar el avance revolucionario hacia el que se dirige nuestro paradigmático poeta, y, por lo demás: toda abstracción es metafísica, y no solo la tiene el rebelde de Camus, por lo que la calificación «metafísica» no está exenta de intención peyorativa.
  3. Convengamos en que cuando MG habla de una superación de «la rebelión individual y abstracta» es obvio que esa superación está referida a la poesía primigenia de CV (LHN y T), para indicar que con lo expresado por CV significa que ha superado esa rebelión, y que ha avanzado hacia la «social, concreta e histórica». Pero que de esa auspiciosa superación, MG pase a limitar los alcances de la visión revolucionaria de CV «por la carga de utopismo, por la apelación al espontaneísmo de las gentes “heridas e indignadas” y por el deseo de autoinmolación (que presupone un cierto mesianismo)», me parece que está incurriendo en lo que ha dicho de la mirada de CV a la Rusia bolchevique, que es una apreciación «algo distanciada y no exenta de ironía e irreverencia», porque nadie ignora que toda revolución empieza por ser una utopía, y al decir CV «que no hay hombres dirigentes con quiénes contar» no quiere decir que eso sea una proclama programática y que no sepa él que se debe contar con la dirección de un partido, sino que frente a la apatía de la sociedad americana (que es su referente) él sabe que el impulso de las masas puede hacer surgir a sus dirigentes, y es obvio que la “destrucción de sí mismo” es una metáfora para instar a construirse como revolucionarios, y no implica —como sugiere MG con una lectura literal— que haya en CV un «deseo de autoinmolación (que presupone un cierto mesianismo)». Si hubiera sido así, pues CV habría tenido ocasión de hacerlo participando en las acciones armadas de la guerra civil en España. Atribuir «angustia o desasosiego» a los escritos de CV —insisto— no pasa de ser una apresurada especulación, que no se ha detenido a buscar el punto de quiebre (con el viaje a Rusia) de su concepción del mundo. Y, precisamente, después de dos meses de haber regresado de ese primer viaje, escribe lo siguiente que es diametralmente opuesto a la cita con la que ha especulado MG:

«Estoy dispuesto a trabajar cuanto pueda, al servicio de la justicia económica cuyos errores actuales sufrimos: usted, yo y la mayoría de los hombres, en provecho de unos cuantos ladrones y canallas. Debemos unirnos todos los que sufrimos de la actual estafa capitalista, para echar abajo este estado de cosas. Voy sintiéndome revolucionario y revolucionario por experiencia vivida, más que por ideas aprendidas» (pág. 105).

Es, pues, como si CV usara la expresión cervantina: ‘Tate, tate, folloncico’ (cuya traducción sería: «Calla, calla, follón», aludiendo a un cohete que se dispara sin estruendo).

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1. Tanto la cita de MG como la que él hace de CV las he tomado de una versión en PDF. Pero destaco que el texto original es un artículo titulado «Vallejo una lectura permanente», que figura en: César Vallejo. Vida y obra. Lima: Editorial Norma, 2011. La cita de CV se puede ver en: Vallejo, Cartas de César Vallejo a Pablo Abril de Vivero, 1975. Y, en efecto, en el texto citado, la frase que MG dice que está subrayada, figura resaltada con negrita (que no es lo mismo). La cursiva en las frases de MG, es mía.

2. En lo dicho aquí por CV no hay nada de «ironía» ni de «irreverencia». Es la constatación de una realidad descarnada, y la construcción de una nueva sociedad, que exige el sacrificio de quienes participan en ello, con miras al futuro. Y en efecto en un país en el que los sueldos de los trabajadores no les permiten pagarse un hotel de lujo (esto lo describe con más precisión en sus libros de reportajes a la revolución bolchevique), mal podría esperar CV encontrar para él, que no sabe hacer otra cosa que escribir (además del frío y del idioma), algo menos exigente.

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