La
Concepción del «Capital Humano»*
Fundamentos
teóricos
HASTA NO HACE MUCHO la
problemática relacionada con los procesos de la fuerza de trabajo estaba al
margen de los intereses científicos de los economistas occidentales. Se
dedicaba preferentemente atención a los problemas de la utilización y no
de la formación de los recursos humanos. Pero la revolución
científico-técnica exigió la solución inmediata de multitud de cuestiones
relacionadas con la creación de una fuerza de trabajo cualitativamente
nueva. Los cambios estructurales en la economía del capitalismo contemporáneo
fueron precisamente la base objetiva sobre la que apareció la teoría del
«capital humano». Pero el impulso intelectual directo para su creación partió
de obras en las que se estudiaban los problemas del crecimiento económico1.
Estos trabajos pusieron de manifiesto el enorme papel que desempeñan en el
proceso del crecimiento económico los cambios cualitativos del trabajo. La
admisión tradicional de la teoría de los factores de la producción en cuanto a
la homogeneidad cualitativa de los factores quedó socavada. El planteo de las
diferencias en la calidad de uno de esos factores -el trabajo- llevó
lógicamente a analizar las causas de su heterogeneidad interna y atrajo la
atención de los economistas hacia problemas tales como la educación, la
acumulación de experiencia productiva, etc., que se convirtieron en objeto de
estudio en la concepción del «capital humano».
Esta concepción adquirió forma definitiva entre fines de la
década del 50 y comienzos de la del 60. Les cupo el papel más activo en su
creación a renombrados economistas norteamericanos como Gary Becker, Burton
Weisbrod, Jacob Mincer, Lee Jansen, Theorode Schultz. Posteriormente aportaron
a su desarrollo Samuel Bowles, Yoram Weiss, Yoram Ben-Porath, Finis Welch,
Barry Chiswick y otros.
La concepción del «capital humano» en su conjunto se va
desarrollando en el espíritu de la corriente neoclásica. Pero utiliza el
conjunto de los instrumentos analíticos de la escuela neoclásica para estudiar aquellas
instituciones sociales (educación, sanidad, etc.) que antes, por lo común,
quedaban al margen de la investigación económica. A la vez, se pone énfasis en
el análisis cuantitativo, aunque los factores institucionales más difícilmente
susceptibles de una expresión cuantitativa (por ejemplo, el papel de los
sindicatos) se desplazan a segundo plano.
Como ya se ha señalado, hasta hace relativamente poco tiempo,
la economía política burguesa solo de un modo esporádico se refería a la
temática de formación de la fuerza de trabajo. No existía el arsenal de
instrumentos analíticos necesario para estudiar este proceso. En tales
condiciones resultaba completamente natural atender a la parte de la teoría
donde se analiza el proceso de formación del capital y tomar de ella
muchos elementos importantes del aparato conceptual. La tesis sobre la analogía
entre estos dos procesos de formación constituye el núcleo de la teoría del «capital humano». Así está ya expresado en su concepto
central que ha dado el nombre a toda la concepción. Por «capital humano» se
entienden los conocimientos, hábitos y capacidades del hombre, que contribuyen
al aumento de la fuerza productiva de su trabajo: «Es una forma de capital
porque es fuente de futuras ganancias o de futuras satisfacciones, o de ambas
cosas. Es humano porque es una parte integrante del hombre»2.
Entre las principales formas de inversiones en el hombre
figuran la instrucción, la preparación para la producción, la atención médica,
la migración, la búsqueda de información sobre precios e ingresos, el nacimiento
y educación de los niños. La instrucción y la preparación para la producción
elevan el nivel de los conocimientos del hombre, es decir, aumentan el volumen
del «capital humano»; el cuidado de la salud, al reducir la morbilidad y la
mortalidad, prolonga su plazo de servicio; la migración y la búsqueda de
información ayudan a trasladar mano de obra a las zonas y ramas donde el
trabajo es mejor pagado, es decir, que eleva el precio por el servicio
del «capital humano»; el nacimiento y el cuidado de los niños producen «capital
humano» en la siguiente generación.
No es difícil ver que todos los factores que se incluyen en
el rubro de «inversiones en capital humano» son los diferentes elementos en el
proceso de reproducción de la fuerza de trabajo. Pero tal clasificación de los
factores es incompleta y no sistemática: incompleta, porque el valor de la
fuerza de trabajo depende de muchos otros factores y, sobre todo, del valor de
los medios necesarios para «… mantener al individuo trabajador en su estado
normal de vida y de trabajo»3; no sistemática, porque la
instrucción, la sanidad, la migración y la búsqueda de información pertenecen a
distintas etapas de la reproducción de la fuerza de trabajo e influyen de
distinto modo sobre su valor y precio.
La instrucción y la sanidad son factores de acción
prolongada. El producto del proceso de instrucción es una fuerza de trabajo
cualitativamente nueva, con un elevado nivel de calificación, capaz de realizar
un trabajo de gran complejidad. El cuidado de la salud hace al hombre capaz de
un trabajo más intensivo y prolongado. A diferencia de éstos, la migración y la
búsqueda de información actúan como factores de acción transitoria. Mientras
que la instrucción y el cuidado de la salud están vinculados con el auténtico crecimiento
del valor de la fuerza de trabajo, la migración y la búsqueda de información
reflejan los procesos de fluctuación del precio de la fuerza de trabajo en
torno de su valor. La migración y la búsqueda de información son procesos de
tipo distributivo, mientras que la instrucción y la sanidad son aspectos
diferentes en la producción de la fuerza de trabajo.
La formulación de concepto «capital humano» es estimada por
los autores burgueses como una enorme conquista teórica, y la economista
norteamericana Mary Bowman llegó a menciona este hecho como una «revolución en
el pensamiento económico»4.
Pero en realidad la idea acerca de la similitud entre los conocimientos
y capacidades humanas y el capital físico no es nueva; en una u otra forma
siempre estuvo presente dentro del instrumental del análisis económico. Por
ejemplo, ya en su Investigación sobre la naturaleza y las causas de la
riqueza de las naciones, Adam Smith escribió: «La mayor destreza de un
obrero puede ser considerada desde el mismo punto de vista que una máquina o
instrumento de producción que facilita o abrevia el trabajo y que, si bien
exige cierto gasto, lo reintegra junto con una ganancia»5.
En este sentido surgen dos interrogantes: ¿hasta qué punto se
justifica dicha analogía?, ¿existe en esta comparación un núcleo racional?
Cabe señalar que, como método analítico, la comparación del
proceso de formación de la fuerza de trabajo con el proceso de formación de los
medios materiales de producción es legítima. A un método de análisis similar
recurrió Marx en El Capital para explicar, por ejemplo, el diferente
papel del capital constante y el variable en el proceso de creación del valor.
Y esto resulta fecundo, puesto que a través de esa comparación se revela la
especificidad de los fenómenos en estudio. Más aun, desde el punto de vista del
proceso directo de producción, el desarrollo de las capacidades humanas «puede
considerarse como la producción del capital básico, en tanto que ese
capital básico es el hombre mismo»6.
Pero comparar dos cosas no significa igualarlas una a otra. La
comparación presupone descubrir las particularidades en cada uno de los objetos
que se comparan.
Precisamente es esto lo que no tienen en cuenta los
partidarios de la teoría del «capital humano», que absolutizan la similitud en
detrimento de las diferencias. Es cierto que algunos economistas burgueses
también señalan la limitación de las analogías entre el capital físico y el «capital
humano», y la enumeración de las disimilitudes al respecto que ven los autores
occidentales no es pequeña. Por ejemplo, se considera que el «capital humano»
se diferencia del físico por su grado de liquidez7. El período de
inversión en el capital físico (un promedio de un año y medio a dos años) es
considerablemente más breve en comparación con el «capital
humano». En la forma de inversiones en el hombre como es la instrucción,
«el período de inversión» (plazo de aprendizaje) puede llevar de 12 a 20 años.
Las inversiones en instrucción se distinguen por un mayor grado de riesgo e
indeterminación, etc., que las inversiones de capital «comunes».
La enumeración de estas diferencias podría prolongarse, pero
todas ellas son diferencias de orden técnico que modifican un tanto el
procedimiento habitual de la toma de decisiones inversionistas, pero no se
puede decir que en principio separen el capital físico del «humano».
Pero en la realidad la naturaleza económica del capital
físico y el «capital humano» (por consiguiente, de los medios de producción y
la fuerza de trabajo) es profundamente diferente. El «capital humano» crea
valor, el capital físico lo trasfiere; el primero es objeto de explotación, el
segundo, instrumento de la misma. El valor latente de los medios de producción
está rigurosamente limitado, son solo capaces de trasferir el valor que está
plasmado en ellos. Como escribió Marx: «… en la medida en que un instrumento de
producción es él mismo un valor, trabajo materializado, nada aporta como
fuerza productiva»8. El hombre, en cambio, es capaz de crear un
valor mayor que el destinado a la reproducción de su fuerza de trabajo, incluso
a su preparación. El «capital humano» (es decir, los conocimientos y
capacidades del trabajador) puede realizarse solo en el trabajo de su portador.
Por el contrario, el acrecentamiento del valor del capital no demanda de su
propietario ningún gasto de trabajo de su parte.
Precisamente a esto le prestó atención Marx cuando criticó las
teorías en las que la fuerza de trabajo es considerada como capital. «El
salario es considerado aquí -escribió- como interés, y, por tanto, la fuerza de
trabajo como el capital que lo arroja. Si, por ejemplo, el salario de un año =
50 libras esterlinas y el tipo de interés el 5%, tendremos que la fuerza anual
de trabajo equivaldrá a un capital de 1.000 libras esterlinas. El absurdo de la
concepción capitalista alcanza aquí su punto culminante, pues en vez de explicar
la valorización del capital por la explotación de la fuerza de trabajo se
procede a la inversa, explicando la productividad de la fuerza de trabajo como
si ésta fuese también esa cosa mística que se llama el capital a interés … Hay,
sin embargo, desgraciadamente, dos factores que se interponen de un modo
fastidioso ante esta vacua idea: el primero es que el obrero necesita trabajar
para percibir ese interés, y, el segundo que no puede convertir en dinero por
medio de la transferencia el valor-capital de su fuerza de trabajo. Lejos de
ello, el valor anual de su fuerza de trabajo equivale a su salario anual medio
y lo que a su comprador le tiene que reponer mediante su trabajo es este valor
mismo más la plusvalía, que representa la valorización de dicho valor»9.
Los economistas burgueses pasan por alto la circunstancia de
que el capital no es meramente una «reserva de bienes», sino determinada
relación social que se estable a raíz de esa «reserva». El enfoque puramente
técnico, según el cual se entiende por inversiones cualquier tipo de gastos que
suscite la renuncia al consumo actual en aras de obtener una «ventaja» en el
futuro, puede engendrar la idea de que existe una identidad entre el «capital
humano» y el capital físico.
Si el mayor grado de instrucción está vinculado a la
obtención de un salario complementario que supera el valor de aquélla, los
gastos para adquirir instrucción pueden ser calificados como valor acrecentado.
Pero decir que esto es capital, es decir, un valor que se acrecienta por sí
mismo, sería, a nuestro modo de ver, absurdo. El valor de la calificación no
aumenta por sí mismo: la condición ineludible es aquí el trabajo de su
portador. La acumulación de conocimientos y hábitos constituye «…el principal
resultado que se conserva del trabajo precedente, que existe, no obstante, en
el propio trabajo vivo»10.
En el enfoque de los economistas burgueses se pierde de vista
que la propiedad de los medios de producción es no solo la posesión de cierta
«reserva de bienes de capital», sino también el poder económico sobre aquellos
que carecen de esa «reserva»: «…el proceso de producción capitalista reproduce,
por consiguiente, por su propio mecanismo, el divorcio entre la fuerza
de trabajo y las condiciones de trabajo, reproduciendo y eternizando de este
modo las condiciones de explotación del obrero. Obliga constantemente al obrero
a vender su fuerza de trabajo para vivir y permite constantemente al
capitalista comprarla para enriquecerse»11.
A diferencia de la propiedad de los medios de producción, el
poseer una calificación no está vinculado a la explotación de trabajo ajeno
asalariado; no hay en este caso relaciones de control y subordinación, y por
ese motivo encarar las capacidades del hombre como capital lleva a tergiversar
la naturaleza interior del modo capitalista de producción.
Pero aun diferenciándose por su contenido político-económico,
la formación del capital y la formación de la fuerza de trabajo tienen cierta semejanza
técnico-económica: una y otra exigen distraer considerables recursos en
detrimento del consumo actual, de ambas depende el nivel de desarrollo de la
economía en el futuro; ambos tipos de inversión rinden un efecto productivo de
carácter prolongado. Como se sabe, el enfoque ampliado de la categoría «capital» por los economistas burgueses contemporáneos
se remonta a la teoría del científico norteamericano Irving Fisher, quien
entendía por capital cualquier «reserva» de bienes que existiera en un momento
dado. Al capital le contraponía Fisher el ingreso, y definía este último como
«afluencia de bienes» en el curso de cierto período.
¿Qué significó desde este punto de vista la promoción del
concepto «capital humano»? Nada más que la comprensión del hecho de que los
hábitos y capacidades de los hombres pueden ser una reserva, es decir, pueden
ser acumulables. En otras palabras, la economía política burguesa parece
haber redescubierto lo que ya sabían Smith y Ricardo, y a lo que más de una vez
se refirió Marx12.
Por consiguiente, la atención que la economía política
burguesa dedica a la idea del «capital humano» tiene dos sentidos. Por una
parte, este concepto posee una orientación ideológica totalmente clara. Por
otra parte, en el hecho en sí de utilizar esta idea se manifiestan las
tentativas de los economistas occidentales de tener en cuenta los cambios
reales que se operan en la economía nacional y que se han expresado en que, en
las actuales condiciones, la acumulación de elementos de riqueza inmateriales
ha adquirido prioridad para todo el curso de la reproducción social.
_____________
(*)
Tomado de Economía Política no Marxista Actual: Un Análisis Crítico.
Varios autores. Capítulo XI: La Concepción del «Capital Humano»,
redactado por R. I. Kapeliúshnikov. Editorial Progreso. 1981.
(1)
Véase, en particular: G. Becker. Human Capital: A Theoretical and Empirical
Analyzis, with Special Reference to Education. N. Y., 1964, p. 1.
(2)
T. Schultz. Human Capital: Policy Issues and Research Opportunities.
«Human Resources, Fiftieth Anniversary Colloquium VI», N. Y., 1972, p. 5.
(3)
C. Marx. El Capital. C. Marx y F. Engels. Obras, t. 23, p. 182.
(4)
Véase Mary J. Bowman. «Te Human Investment Revolution in Economic Thought». Sociology
of Education, 1966, vol. 39, N° 2.
Compárese también la siguiente declaración:
«El concepto de capital humano constituye un avance de extraordinaria
importancia en el análisis económico. El capital humano hace que resulte fácil
aplicar el sistema analítico que ha sido elaborado para la inversión física en
la inversión humana». (L. Thurow. Investment in Human Capital. Belmont,
1970, p. 121.)
(5) Adam
Smith. Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las
naciones. Moscú, 1962, p. 208.
(6)
C. Marx. Crítica de la Economía Política. C. Marx y F. Engels. Obras.
t. 46, parte II, p. 221.
(7)
«El atributo más decisivo del capital humano deriva del hecho de que la persona
y su capital humano son inseparables». (T. Schultz. Op. cit., p. 8.)
(8) C.
Marx. Crítica de la Economía Política. C. Marx y F. Engels. Obras.
t. 26, parte II, p. 279.
(9) C. Marx. El Capital. C. Marx y F. Engels. Obras,
t. 25, parte II, p. 8.
(10)
C. Marx. El Capital. C. Marx y F. Engels. Obras, t. 26, parte III,
p. 306.
(11)
C. Marx. El Capital. C. Marx y F. Engels. Obras, t. 23, sección 7,
p. 590.
(12)
«La reproducción de la clase obrera incluye la acumulación de su maestría que
es trasmitida de generación en generación». (C. Marx y F. Engels. Obras,
t. 49, p. 201.)
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