lunes, 1 de noviembre de 2021

Filosofía

Lógica Dialéctica*

E. V. Iliénkov 

Introducción

LA CREACIÓN DE LA LÓGICA con mayúscula, la exposición detallada y sistemática de la dialéctica, entendida como lógica y teoría del conocimiento del materialismo contemporáneo, tarea que nos legara V. I. Lenin, adquiere en nuestros días agudeza especial. El carácter dialéctico manifiesto de los problemas que surgen en todas las esferas de la realidad social y del conocimiento científico obliga a comprender cada vez más claramente que solo la dialéctica marxista-leninista puede ser método de conocimiento científico y actividad práctica, que ayuda en forma activa al científico en la interpretación teórica de los datos experimentales, en la solución de los problemas que brotan en el proceso de la investigación científica.

        En los últimos dos-tres lustros se han publicado no pocas obras destinadas a sectores que forman parte de aquel todo en el cual soñamos; ellas podrían considerarse plenamente como párrafos e incluso como capítulos de la futura “Lógica”, como bloques más o menos terminados del edificio en construcción. Claro está que tales “bloques” no se pueden unir en uno solo en forma puramente mecánica. Y por cuanto la tarea de la exposición sistemática de la lógica dialéctica puede ser llevada a término solo con un esfuerzo colectivo, se impone la necesidad de definir aunque sea los principios más generales del trabajo conjunto. En los ensayos que ofrecemos a los lectores tratamos de concretar algunos de los principios de partida de esta faena común.

     En filosofía, observó con ligera tristeza Hegel en su Fenomenología del Espíritu, más a menudo que en cualquier otra ciencia “caen en la ilusión de que en los fines y últimos resultados se expresa el quid mismo de la cuestión, incluso en su esencia perfecta, al lado de lo cual la práctica, propiamente hablando, no es esencial”1.

       Lo dicho es muy exacto. Mientras consideren la dialéctica (la lógica dialéctica) como simple instrumento de prueba tesis adoptada de antemano, indiferentemente de si es propuesta al principio, como lo exigían las reglas de las disputas de la Edad Media, o se revela solo al final del razonamiento, para crear la ilusión de imparcialidad (lo que, al parecer, nadie esperaba), ella continúa siendo algo “no esencial”. Transformada en simple medio de prueba de una tesis adoptada (o determinada) de antemano, ella deviene en sofística, parecida solo exteriormente a la dialéctica, pero vacía en realidad. Y si es cierto que la verdadera lógica dialéctica toma vida no en “los resultados desnudos” ni en la “tendencia” del movimiento del pensamiento, sino solo en la forma del efecto “conjuntamente con su proceso de formación”2, es necesario también tener en cuenta esta verdad en el curso de la exposición de la dialéctica como Lógica. Además, no hay que caer en el otro extremo, aparentando que no nos proponemos ningún fin, que determina, desde el principio, el modo y carácter de nuestras acciones en el curso del análisis del problema, que nos permitimos nadar irreflexivamente. Y por eso estamos ya obligados, de todos modos, a decir claramente qué representa el “objeto” en el cual queremos descubrir su necesaria desmembración interior.

        A grandes rasgos, nuestro “objeto” es el pensamiento, y la Lógica dialéctica tiene como fin desarrollar su reflejo científico en aquellos momentos necesarios y en aquella sucesión necesaria que en nada dependen de nuestra voluntad ni de la conciencia. En otras palabras, La Lógica está obligada a mostrar cómo se desarrolla el pensamiento, si es científico, si refleja, es decir, reproduce en los conceptos el objeto existente, fuera e independientemente de la conciencia y la voluntad, si crea su reproducción espiritual, crea su autodesarrollo, reconstruyéndolo en la lógica del movimiento de los conceptos, para luego reconstruirlo en la realidad: en el experimento, en la práctica. La Lógica también es el reflejo teórico de tal pensamiento.

        De lo dicho se desprende que comprendemos el pensamiento como un componente ideal de la actividad real del hombre social, que transforma con su trabajo la naturaleza exterior a sí mismo.

        La Lógica dialéctica es por eso no solo un esquema general de la actividad subjetiva, que transforma creadoramente a la naturaleza, sino también, simultáneamente, un esquema general del cambio de cualquier material natural e histórico-social, en el cual esta actividad se ejecuta y por necesidades objetivas siempre está ligada. He ahí en qué, a nuestro modo de ver, consiste el sentido verdadero de la tesis leninista de la identidad (no de la “unidad” solamente, sino de la identidad, de la plena coincidencia) de la dialéctica, de la lógica y de la teoría del conocimiento de la ideología científica, materialista, contemporánea. Tal enfoque conserva, como una de las definiciones de la dialéctica, la definición que dio Engels de la dialéctica como ciencia de las formas y leyes generales de todo desarrollo, comunes al pensamiento y al “ser”, o sea como un desarrollo histórico-social y natural, y no de las formas y leyes del pensamiento “específicamente subjetivas”.

        Pensamos que precisamente así puede unirse la dialéctica con el materialismo y mostrar que la Lógica, devenida en dialéctica, es no solo la ciencia sobre el “pensamiento”, sino también sobre el desarrollo de todas las cosas, tanto materiales como “espirituales”. La Lógica comprendida de esa manera también puede ser verdadera ciencia sobre el pensamiento, ciencia materialista sobre el reflejo del movimiento del universo en el movimiento de los conceptos. De otro modo, ella se transforma, inevitablemente, de ciencia sobre el pensamiento, en una disciplina puramente técnica, en una descripción de sistemas de acciones con términos lingüísticos, como ocurrió con la lógica en manos de los neopositivistas.

        Con el concepto pensamiento linda, de modo muy cercano, el concepto del mismo “concepto”. Dar una “definición” aquí es fácil, pero ¿será de mucha utilidad? Si adhiriéndonos a una conocida tradición en Lógica, por “concepto” nos inclinamos a entender no un “signo”, no un “término, determinado por otros términos”, ni simplemente el “reflejo de los rasgos esenciales de la cosa” (pues, en este caso, surge inmediatamente a primer plano el sentido de la pérfida palabra “esenciales”), sino la comprensión de la esencia de la cuestión, nos parece que sería más correcto limitarse a lo dicho con respecto a las definiciones y empezar a examinar la “esencia de la cuestión”, partiendo de las definiciones abstractas, sencillas, y, en lo posible, indiscutibles para cada quien, y pasar luego a lo “concreto”. En este caso, a la comprensión marxista-leninista de la esencia de la Lógica, concretamente, a su “concepto” desarrollado.

        Con todo lo dicho se determina la intención y el plan de trabajo. A primera vista puede parecer que éste, si no enteramente, es una investigación histórico-filosófica. Sin embargo, las colisiones “históricas” de la realización de los “asuntos de la Lógica” no son para nosotros el objetivo, sino apenas el material fáctico, a través del cual surgen poco a poco los contornos precisos de la “lógica del Asunto”, aquellos mismos contornos generales de la dialéctica como Lógica que, críticamente corregidos, evaluados de nuevo, de modo materialista, por Marx, Engels y Lenin, caracterizan también nuestra comprensión de esta ciencia. 

***

 Conclusión

De suyo se comprende, nuestra tarea aquí no era exponer sistemáticamente la lógica marxista-leninista. Empresa que, además, es superior a las capacidades de un solo individuo e irrealizables en la página de un solo libro. Hemos procurado solo ventilar una serie de condiciones y premisas para el trabajo posterior en esta dirección que, sin duda, debe ser colectivo.

        Sin embargo, pensamos que únicamente si se toman en cuenta las condiciones arriba formuladas, tal trabajo puede realizarse con éxito, conducir a la creación de una obra fundamental, que con pleno derecho pueda llevar una de estas tres denominaciones: “Lógica”, “Dialéctica” o “Teoría del conocimiento” (de la concepción del mundo materialista contemporánea) y un epígrafe con las palabras de Lenin: “No hacen falta tres palabras: es una y la misma cosa”.

        Entendido que la creación de la “Lógica”, comprendida como un sistema de categorías, constituye apenas una etapa. El paso siguiente debe ser la realización del sistema lógico en la investigación científica concreta. Pues el producto definitivo de todo el trabajo en la esfera de la dialéctica filosófica es la solución de los problemas concretos de las ciencias concretas. La filosofía sola no puede lograr ese “producto definitivo”. Aquí se requiere una alianza de la dialéctica y las investigaciones científicas concretas, comprendida y realizada como una colaboración práctica de la filosofía y las ciencias naturales, de la filosofía y las esferas histórico-sociales del conocimiento. Mas, para que sea una colaboración con todos los derechos del conocimiento científico concreto, la dialéctica está “obligada” a desarrollar previamente un sistema de sus conceptos específicamente filosóficos, desde el punto de vista de los cuales pudiese manifestar la fuerza de la diferenciación crítica con respecto al pensamiento dado de hecho y a los métodos conscientemente practicados.

        Nos parece que tal conclusión brota directamente del análisis que hemos realizado, y que esa comprensión concuerda con las ideas leninistas tanto en la esfera de la dialéctica filosófica, como en el plano interrelacional entre la dialéctica filosófica y las demás ramas del conocimiento científico. Consideramos que bajo la comprensión arriba expuesta la lógica deviene en colaboradora de las otras ciencias con plenos derechos, y no sirvienta de ellas, ni en capataz supremo, ni en “ciencia de las ciencias”, que corona su sistema como variedad habitual de la “verdad absoluta”. Comprendida como lógica, la dialéctica filosófica se transforma en parte integrante necesaria de la concepción materialista científica del mundo y no pretende ya monopolizar la ejecución de la concepción del mundo, ni con respecto al “mundo como un todo”. La concepción científica del mundo puede esbozarla únicamente la totalidad del sistema de las ciencias modernas. Este sistema incluye en sí a la dialéctica filosófica, sin su participación no puede pretender ni a la plenitud, ni al carácter científico.

        Una concepción del mundo, en cuya estructura no entre la filosofía, la lógica y la teoría del conocimiento, es un absurdo, como lo es la filosofía “pura”, que supone que también es una concepción del mundo, echándose encima un problema, cuya solución corresponde en realidad a un complejo de ciencias. La filosofía es precisamente la lógica del desarrollo de la concepción del mundo, según expresión de Lenin, su “alma viva”.

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(*) E. V. Iliénkov, Lógica Dialéctica. Introducción y conclusión. Editorial Progreso, Moscú, 1977.

(1) G. Hegel. Phänomenologie des Geistes, Leipzig, 1921, S. 3.

(2) Veáse ibid.., S. 5.

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