miércoles, 1 de julio de 2020

Filosofía

Relaciones Entre el Momento Sensitivo y el Abstracto en el Conocimiento*

A. Vostrikov

EL PROBLEMA DE LA RELACIÓN entre en conocimiento sensitivo-empírico y el abstracto-teórico, pese a su antigüedad multisecular, también en nuestros días es uno de los fundamentales en la teoría del conocimiento. La significación especial de dicha cuestión reside en que su correcta comprensión permite comprender cabalmente la naturaleza del conocimiento y, lo que es más importante, explicar de modo dialéctico y materialista los métodos contemporáneos del conocimiento en la ciencia, sus peculiaridades.

        Es propio de la ciencia actual, de un lado el incremento del papel de los métodos experimentales de investigación, en virtud de la aplicación de una enorme cantidad de los más diversos y complejos instrumentos y aparatos que permiten no solo reproducir artificialmente los objetos de investigación, sino cambiar también las condiciones de la experimentación; de otra parte, la inusitada y creciente función de las abstracciones científicas, de los métodos matemáticos y lógicos en el conocimiento, la penetración cada vez mayor de las matemáticas en la ciencia de hoy.

        En razón del aumento en la actividad de abstracción del pensamiento, del incremento y complicación del papel del sujeto en el conocimiento, el problema de la correlación de los momentos sensitivos y teóricos en el mismo, adquiere una importancia creciente en la ciencia contemporánea. Las peculiaridades del conocimiento científico actual, si se desconoce la dialéctica, originan grandes dificultades para la comprensión de ese problema y con frecuencia conducen a una errónea interpretación. “El incremento del elemento abstracto del conocimiento, el papel del sujeto, de las matemáticas, hace posible –anota correctamente M. M. Rosental–, que se extraigan conclusiones equivocadas e idealistas en el sentido de que el conocimiento tiene un carácter puramente subjetivo, convencional; de que las abstracciones no están ligadas de ningún modo con el momento sensitivo, con la experiencia, que disminuye el papel de esta última en la ciencia contemporánea, etc.”1

        Desde luego, las peculiaridades de la ciencia de hoy y de los métodos de su conocimiento no son de suyo la causa de las conclusiones erróneas e idealistas en torno a la subjetividad pura del conocimiento. A lo sumo crean la posibilidad de dicha circunstancia. Pero su causa radica en que se ignora la dialéctica, en la falta de habilidad para aplicarla al proceso del conocimiento, en la explicación de la correlación de los momentos empíricos y teóricos de éste. En otras palabras, la interpretación idealista del conocimiento es la secuela de la metodología metafísica en el modo de abordar la comprensión de sus caminos y métodos contemporáneos.

        Al absolutizar el papel de las abstracciones y de los métodos matemáticos y puramente lógicos, así como de los procedimientos del conocimiento, los racionalistas contemporáneos separan el conocimiento teórico del empírico, contraponen aquél a éste. Suponen que solo por una vía puramente mental, mediante los métodos matemáticos y lógicos del conocimiento es posible estructurar conceptos científicos y lograr la verdad.

        Desde un ángulo metodológico de principios, la gnoseología de muchos filósofos burgueses actuales y de no pocos científicos tiene cierta relación con la solución del problema del papel del momento sensitivo y racional del conocimiento que le dieron no pocos de los filósofos premarxistas. Como se sabe, estos filósofos cayeron en el extremo de ser racionalistas o empiristas. Los primeros consideraban que solo el conocimiento racional, originado en la razón, puede ser veraz, cierto. Consideraban el conocimiento empírico como algo que no da una idea verdadera sobre las cosas y en cambio es causa frecuente de equivocaciones. Los adalides del empirismo, a la inversa, sostenían que el conocimiento correcto sobre los objetos solo se obtiene en virtud de la experiencia sensitiva, de los datos de los órganos de los sentidos. Tanto los empiristas como los racionalistas enfocaban metafísicamente el conocimiento y estaban muy lejos de la verdad. Los racionalistas, al rechazar el papel del conocimiento sensorial, cayeron en estériles disquisiciones. Los empíricos, al menospreciar el pensamiento abstracto no estuvieron en capacidad de comprender correctamente los hechos obtenidos mediante los sentidos, puesto que sin el pensamiento abstracto, teórico, es imposible establecer un nexo regular entre los hechos.

        La gnoseología marxista-leninista, materialista y dialéctica, tiene en cuenta, para la solución del problema de las relaciones entre el momento racional y el sensitivo del conocimiento, las peculiaridades de los métodos del conocimiento de la ciencia actual, la complejidad y especificidad de éstos. Pero estas mismas peculiaridades se valoran desde el punto de vista de los aspectos de principio de este importante problema gnoseológico, vale decir, del problema de la correlación del momento sensitivo y abstracto del conocimiento. Estos aspectos de principio consisten en que, en primer término, los momentos sensitivo y racional, empírico y teórico del conocimiento siempre se hallan en unidad dialéctica y en interacción; y en segundo lugar, una ley específica del conocimiento es su paso de la contemplación sensitiva al pensamiento abstracto y, en tercer término, la transición del conocimiento sensorial al teórico, de la sensación al pensamiento, a los conceptos, se lleva a efecto en forma de un salto dialéctico.

        El primer aspecto de principio del problema de los momentos sensitivo y sensorial del conocimiento consiste no simplemente en la constatación de uno y otro momento, sino en el reconocimiento y correcta comprensión del hecho real de que el momento sensitivo y el racional no solo no existen el uno sin el otro, sino que se encuentran en continua interacción dialéctica, en mutua dependencia. La viva contemplación sensorial nos da el conocimiento sobre las cosas del mundo exterior, sus propiedades y rasgos. Pero el conocimiento del hombre no se detiene allí. Para desentrañar y conocer el nexo interno regular de los objetos del mundo exterior, es necesario elevarse de la contemplación sensitiva hacia el pensamiento abstracto, al conocimiento racional. El pensamiento abstracto es la fase superior del proceso que permite ampliar y profundizar nuestro conocimiento en torno a la realidad circundante.

        El conocimiento sensorial y el pensamiento abstracto son eslabones diferentes por su calidad y al mismo tiempo mutuamente vinculados. El conocimiento racional depende del sensorial, proviene de él. Solo a través del conocimiento sensitivo el pensamiento se enlaza con el mundo exterior, lo refleja. Si los antiguos materialistas con cierta razón decían que no hay nada en el entendimiento que antes no hubiera pasado por los sentidos, únicamente a través de los sentidos la razón entra en contacto con el mundo. Pero el conocimiento sensorial a su turno solo puede ser fructífero gracias al pensamiento abstracto, que no solo le imprime a aquél una orientación adecuada sino que generaliza teóricamente sus datos.

        Solo en la imaginación puede aceptarse la existencia del conocimiento racional sin el sensitivo y al contrario. El pensamiento teórico se torna posible únicamente con base en los datos sensitivos. Las sensaciones y percepciones suministran el material sensorial indispensable para el pensamiento abstracto. Son la fuente de todos nuestros conocimientos sobre el mundo. Para que sea posible el pensamiento teórico, la generalización científica, el conocimiento de las leyes internas de las cosas, se requiere ante todo saber distinguir las cosas por sus propiedades, conocerlas, lo cual se logra por medio del conocimiento sensitivo. Sobre la base de los datos sensitivos veraces es como se pueden elaborar nociones correctas sobre el mundo.

        A su vez los datos sensitivos sobre los objetos, obtenidos en el proceso de la práctica, adquieren una auténtica significación únicamente cuando se generalizan en el pensamiento. Mediante el pensamiento abstracto los objetos pueden ser profundamente conocidos, revelados en su esencia, en su desarrollo sujeto a leyes. Por eso entre el conocimiento sensorial y el pensamiento abstracto no hay ni puede haber una frontera absoluta. La vinculación entre el pensamiento y el conocimiento sensitivo se presenta desde la fase inicial del proceso del conocimiento. Las percepciones sensoriales que de los objetos hace el hombre tienen un carácter consciente, a diferencia de las percepciones animales. Al mismo tiempo, el pensamiento abstracto siempre regresa a los datos sensitivos para comprender mejor el contenido de éstos.

        Los conceptos mismos se enriquecen gracias a que en ellos se fijan nuevas conexiones de los fenómenos y objetos percibidos. Los elementos sensoriales se incluyen de un modo u otro, en apretada síntesis, en el pensamiento abstracto. Y esto a menudo se manifiesta en forma de diversos esquemas y diseños sensoriales: El hecho evidente de que en la ciencia contemporánea los conceptos estén menos directamente vinculados a los datos sensoriales, no excluye en modo alguno que en última instancia toda teoría científica esté ligada a esos datos sensitivos. Pero el consiste en que ese nexo se ha tornado más y más mediatizado por toda una serie de eslabones intermedios. Por ejemplo, en la teoría de la relatividad el nexo con los datos sensoriales está mediatizado de tal manera que pareciera perderse  en las abstracciones y formas matemáticas. Pero no por eso la teoría de la relatividad pierde su enorme importancia en el desarrollo de la ciencia contemporánea, para la física en particular. La gigantesca significación de esta teoría es posible explicarlas por el hecho de que apareció no como un producto de puras elucubraciones, sino como resultado de la generalización de la experiencia, de los datos de la ciencia. Por eso concuerda plenamente con ésta. Está en consonancia, por ejemplo, con los datos experimentales de la física y de las investigaciones cósmicas.

        La conexión entre el conocimiento sensorial y el pensamiento abstracto no puede establecerse de modo arbitrario, según los deseos del sujeto. Se determina en razón de las bases objetivas y principalmente de la estructura objetiva del sistema neurodinámico del cerebro. La interacción de lo sensitivo y lo racional en el conocimiento, lo mismo que su unidad, están basadas en la acción mutua del primero y el segundo sistema de señales de la actividad nerviosa superior, de los cuales ya hablamos atrás.

        La mutua relación dialéctica del conocimiento sensitivo con el racional emana de la comunidad como también de la diferencia cualitativa entre ellos. Uno y otro está fundamentado en la práctica y su objeto es el mundo material mismo. Pero el conocimiento sensitivo y el racional reflejan el mundo material en diversas fases y con distinta profundidad. La base objetiva de esa circunstancia reposa en las cosas mismas y en los procesos del mundo, los cuales actúan simultáneamente como fenómeno y como esencia, como lo particular y lo general. Lo general y lo particular en las cosas están fundidos en un todo único de tal modo que no pueden existir el uno sin el otro. “Lo general –dice Lenin– existe sólo en lo particular y a través de él. Todo particular es (de una u otra forma) un general. Todo general es (un fragmento, un aspecto o la esencia) un particular.”2

        Por eso, lo general, o la esencia, podemos conocerlo no aisladamente de los fenómenos, sino solo a través del conocimiento de las cosas separadas. Cuando percibimos una cosa, un proceso particular, en la percepción sensitiva se nos da no solo lo particular, lo específico, sino también lo general, que, como ya indicamos, no existe fuera o al margen de lo particular. En efecto, cuando el hombre percibe el proceso concreto de la caída de algún cuerpo de una determinada altura, en su percepción de este hecho, se contiene de un modo u otro también lo general, es decir la ley de la gravedad. Lo general, o la esencia, nunca permanece más allá de los lindes de las cosas que percibimos. Sería un error considerar que en las percepciones sensoriales se nos da solo el fenómeno sin la esencia, lo particular sin lo general.

        Al percibir la cosa como un todo, percibimos también lo general. Pero el asunto consiste en que en la fase del conocimiento sensorial percibimos lo general fundido con lo particular, puesto que se halla escondido en éste de tal modo que aun no lo diferenciamos de lo particular. El conocimiento sensorial no dispone de los medios necesarios para la diferenciación de lo integral y la relievación de lo general. Fija su atención principalmente en el conocimiento de lo particular, lo singular y no pone en claro lo general, lo sustancial que en aquél está contenido. El pensamiento abstracto supera esta limitación del conocimiento sensorial, diferencia los datos del conocimiento sensitivo, encuentra los lazos que hay entre ellos y profundiza de ese modo el conocimiento de lo particular hasta el de lo general, hasta la revelación de la esencia de las cosas, de las leyes de su desarrollo.

        El pensamiento abstracto, o sea el conocimiento racional, es el de lo general y sustancial de las cosas y procesos y está ya contenido en los datos sensoriales, pero no puede ser revelado, relievado y profundamente conocido sin ayuda del pensamiento abstracto. La relación entre el pensamiento abstracto y el conocimiento sensorial es dialécticamente contradictoria. El conocimiento sensorial es el conocimiento directo de mundo material, está más cerca de las cosas y procesos. El conocimiento racional, que parece como si se alejara de las cosas, se halla mediatizado por el conocimiento sensorial. Pero al mismo tiempo el conocimiento racional refleja el mundo material y sus procesos con mayor profundidad, más plenamente que el sensitivo.

        Lo sensorial y lo racional no pueden concebirse como dos momentos invariables, independientes entre sí o paralelos del conocimiento. No son trozos separados que están en una misma línea, ni siquiera en una sola recta cuyos confines se alejen más y más. “…Lo que está más cerca de la verdad –dice con razón S. L. Rubistéin–, es la representación o idea de una línea por la cual se mueve el proceso del conocimiento, pasando de lo sensorial a lo abstracto y de éste a aquél, como en una espiral infinita…”3

        El conocimiento sensorial y el pensamiento abstracto son dos niveles distintos del conocimiento, los cuales constituyen una unidad dialéctica de contrarios, con recíprocas penetraciones y transiciones. Esa interacción dialéctica es la fuerza motriz del proceso del conocimiento.

        En el estudio del proceso que nos ocupa es muy importante tomar en consideración que la interacción del conocimiento sensorial y el pensamiento abstracto (la cual ha obtenido una expresión más compleja que antes el actual en el actual conocimiento científico), no suprime ni mucho menos el problema del punto inicial del conocimiento: el de la prioridad del momento sensorial con respecto al racional, al teórico. Para la gnoseología marxista-leninista éste no es un problema, sino un principio rígidamente establecido, sin cuyo reconocimiento no es posible comprender de manera correcta todo el ulterior proceso del conocimiento. Este punto de partida, al igual que todo el proceso que le sigue, se expresa en la conocida formulación leninista: “De la contemplación viva al pensamiento abstracto y de éste a la práctica: tal es el camino dialéctico del conocimiento de la verdad, del conocimiento de la verdad objetiva.”4

        La experiencia multisecular de la ciencia y de toda la práctica humana muestra que todo conocimiento comienza con la contemplación viva, con las sensaciones, las percepciones sensoriales. Luego sigue el pensamiento abstracto, la generalización teórica de los datos obtenidos por las percepciones sensoriales. Las generalizaciones teóricas, en forma de conceptos y leyes comprobados por la experiencia y la práctica, adquieren el rango de verdades objetivas. El movimiento del conocimiento de la contemplación sensorial, viva, al pensamiento abstracto, teórico, es una de las más importantes leyes del conocimiento. El momento sensitivo, o la contemplación viva, es la primera fase del conocimiento, sin la cual no es posible el pensamiento abstracto.

        No es debido concebir el conocimiento sensorial como una contemplación pasiva del mundo material; es una contemplación viva, indisolublemente ligada a la práctica, a la transformación que hace el hombre de las cosas y fenómenos del mundo exterior. La contemplación viva es el conocimiento directo de los fenómenos de la realidad que nos rodea, lo cual se hace posible solo en virtud de la activa relación práctica del hombre con el mundo externo. Unicamente en el proceso de la práctica social productiva, en el contacto directo con los fenómenos del mundo exterior, influyendo sobre ellos y transformándolos, es como el hombre llega a la comprensión de la esencia de las cosas.

        Los órganos de los sentidos (o analizadores, como los llamaba el académico Pávlov) son los instrumentos o medios a través de los cuales el hombre se comunica activamente con el mundo exterior y lo conoce. Transmiten al cerebro del hombre las diferentes impresiones obtenidas en el mundo material. Exclusivamente mediante los órganos de los sentidos las gentes pueden vincularse con el mundo externo, obtener las primeras nociones sobre éste y suministrar todos los datos necesarios para el ulterior proceso del conocimiento. La teoría del conocimiento del materialismo dialéctico le atribuye una enorme significación cognoscitiva a los órganos de los sentidos y rechaza resueltamente las falsas concepciones idealistas sobre el conocimiento “supersensorial”, pues no corresponden al proceso real del conocimiento.

        Existe la opinión de que el más desarrollado nivel del conocimiento científico, ante todo en nuestros días, no puede hablarse del conocimiento sensitivo como fase inicial y que las tesis leninistas sobre el movimiento del conocimiento partiendo de la contemplación viva al pensamiento abstracto es aplicable solo a la historia del desarrollo del conocimiento humano, a la explicación de la transición de la sensación al pensamiento. Esta opinión se basa en la comprensión unilateral de las peculiaridades del conocimiento científico actual, donde se ha complicado mucho la interacción entre el momento sensitivo y el abstracto. Ahora los momentos sensoriales del conocimiento casi no se presentan por separado, sobre todo con respecto al pensamiento abstracto, como ocurrió en el periodo del origen del conocimiento; por el contrario, se van entrelazando cada vez más estrechamente. En no pocos casos es difícil saber dónde comienza el conocimiento, si es en el momento sensorial o en el abstracto y teórico.

        En el nivel actual del desarrollo de la ciencia no es forzoso que el científico deba pasar, en todos los casos del conocimiento, primero por la fase de la contemplación sensitiva y sólo después esté en condiciones de elevarse al grado del pensamiento abstracto y teórico. Si está armado con las tesis y principios teóricos, formulados antes de él por sus predecesores, puede comenzar su investigación directamente con unas u otras tesis y ya con base en ellas efectuar la experimentación, las indagaciones experimentales.

        Pero esta circunstancia, así como el creciente papel tanto de las abstracciones matemáticas como del sujeto en la ciencia de hoy, no destruye la aseveración de Lenin sobre el movimiento del conocimiento, el cual va de la contemplación sensitiva al pensamiento abstracto, ni limita su importancia para el conocimiento científico contemporáneo. Todas las peculiaridades de éste y de sus métodos actuales indican apenas que la tesis leninista sobre los caminos del conocimiento no deben comprenderse de un modo dogmático, simplista; que el proceso del conocimiento y de su profundización se hace cada vez más complejo. La tesis de Lenin expresa no los casos aislados, no actos separados del conocimiento, sino la línea general, la ley general del desarrollo del mismo, la cual reviste una importancia metodológica enorme. De la tesis de Lenin no se desprende que el conocimiento en cada caso concreto deba comenzar obligatoriamente con la contemplación sensitiva, con las sensaciones y la experiencia. En cambio de esa aseveración leninista se colige con claridad y necesidad que todas las teorías científicas, las complejas abstracciones, conceptos, leyes y principios surgieron y surgen en definitiva sobre la base de la generalización de los datos y hechos obtenidos del mundo exterior durante el proceso del conocimiento sensorial, de la experiencia y la observación.

        El carácter de principio de la tesis leninista estriba en que refuta como anticientífica la concepción idealista que concibe la abstracción como un producto puramente mental. Todas las teorías científicas, los conceptos y principios, con arreglo a la tesis de Lenin, son abstraídas de los datos sensoriales sobre la realidad. Y no existe ningún otro camino de obtención de esos datos diferentes al de la contemplación viva, sensorial. En este sentido la afirmación del conocimiento sensorial como momento primario, inicial, no pierde su significación absoluta en el actual conocimiento científico. La opinión de que el conocimiento sensorial pierde ahora toda su importancia está basada en la exagerada formalización de la ciencia. No tiene en cuenta dicha opinión el hecho indiscutible de que en la ciencia contemporánea crece el papel no sólo de las abstracciones, sino también y simultáneamente el del experimento, ligado directamente al conocimiento sensorial.

        No cabe duda que los datos experimentales, las observaciones, también en la actualidad constituyen el fundamento del desarrollo de las teorías y estructuración de nuevas teorías. Los nuevos datos, hechos y descubrimientos exigen de todos modos nuevos conceptos y teorías. Por ejemplo, en su tiempo, los hechos experimentales de la ciencia condujeron a la creación de las teorías físicas contemporáneas, tales como las de la relatividad y la quántica. Los nuevos hechos, como anota el académico L. I. Mandelschtam, han obligado a revisar todo el sistema de antiguas ideas sobre el espacio y el tiempo, “la teoría de la relatividad surgió precisamente de allí y ‘no se tomó de ninguna otra parte ni en forma repentina’.”5 Lo mismo ocurrió con la teoría quántica, pues apareció y se ha desarrollado de las observaciones de los fenómenos del micromundo, de sus mediciones, en el proceso de los cuales se crearon fórmulas abstractas para su expresión.

        En los tiempos que corren la teoría quántica ya no satisface plenamente los requerimientos de las crecientes investigaciones experimentales en la física de las partículas elementales. Los datos acumulados en este terreno exigen con apremio una teoría más acabada que la quántica, que es la de las partículas elementales. “La teoría quántica actual –dice D. I. Blojíntsev–, es algo así como un instrumento de cerrajería con el cual, a falta de otro, nos esforzamos por operar en un delicado mecanismo de reloj de las partículas. Es digna de admiración la habilidad y tenacidad de los físicos que con ese burdo instrumento continúan extrayendo más y más datos nuevos sobre las partículas elementales y su estructura.”6

        Toda teoría sirve de instrumento o medio de ulteriores indagaciones experimentales, orienta de un modo u otro las investigaciones, las torna adecuadas para lograr determinados objetivos. En este sentido las abstracciones científicas, las teorías, son el momento inicial con respecto al siguiente experimento o conocimiento sensitivo. Pero es indudable que las abstracciones mismas, las teorías, son un resultado de la generalización de los datos sensitivos y experimentales, del mismo modo que las subsiguientes teorías nuevas constituyen el resultado de la generalización de los nuevos datos reales. En estas transiciones mutuas de los momentos sensoriales y abstractos del conocimiento, el sensitivo, esto es, las sensaciones y percepciones son, en última instancia, lo inicial.

        La premisa inicial de la teoría del conocimiento es que se acepten las sensaciones como la única fuente de nuestro saber. Y la fuente de las sensaciones es la realidad objetiva. En este sentido, Lenin destaca el aspecto de principio del problema del conocimiento, lo cual diferencia la gnoseología materialista de la idealista. Solo a través de las sensaciones es posible obtener un conocimiento del mundo exterior. Valorando el papel de las sensaciones en el conocimiento de la realidad objetiva, Lenin escribió: “La sensación es una imagen de la materia en movimiento. Nada podemos saber de las formas de la sustancia ni de las formas del movimiento, si no es por nuestras sensaciones…”7

        Las sensaciones expresan la conexión directa de la conciencia con el mundo exterior. Efectúan el tránsito dialéctico de la materia a la conciencia. La sensación, dice Lenin, “es la transformación de la energía de la exitación exterior en un hecho de conciencia. Todo hombre ha observado millones de veces esa transformación y la observa en realidad a cada paso”.8

        Lenin estudia el paso de la materia a la conciencia y, en consecuencia la sensación, en dos aspectos: En el histórico, desde el punto de vista de la génesis de la misma, la conciencia, la evolución de las formas del reflejo; y en el gnoseológico, en el plano del conocimiento del hombre actual. Por ahora nos interesa el segundo. Existe la opinión de que el momento sensorial del conocimiento, la sensación, es lo primario e inicial apenas en su génesis, de que involuntariamente caemos en conclusiones equivocadas como la de que el tránsito de la materia a la conciencia se efectúa solo en el pasado, en la historia del surgimiento de la conciencia y que ahora ese tránsito no se presenta. Entre tanto, Lenin, como puede colegirse de sus palabras, señala de modo directo el paso de la materia a la conciencia se lleva a cabo continuamente y “a cada paso”. Es natural que sin esta transición no podría entenderse de ningún modo cómo y de qué manera la sensación es la fuente de nuestro saber; por qué aquélla, como la conciencia en su conjunto, es la imagen de la materia en movimiento. B. G. Anániev observa con razón en su interesante monografía “La teoría de las sensaciones” que “el reflejo es inconcebible sin el tránsito permanente e incesante de la materia a la conciencia, el cual se lleva a cabo en virtud de la infinita (para la vida individual) masa de sensaciones”.9

        Anániev aduce interesantes cálculos referentes a la masa de sensaciones originada por el influjo del mundo exterior sobre los órganos de los sentidos del hombre, a lo largo de su vida individual. Si tomamos el estado del hombre durante 12 horas, en ese tiempo, únicamente en sensaciones visuales obtendrá 8.000. En una semana, serán 56.000; en un mes, 224.000 y en un año, 2.688.000. Si consideramos la duración media de la vida en 60 años, obtendremos 16.000.000 [Evidentemente es un error de impresión. El valor debe ser de 161.280.000. CH] de sensaciones. A esto debe agregarse la multiplicidad de otras, fuera de las visuales. “El análisis cuantitativo de la masa de sensaciones y de su reproducción continua es indispensable para la comprensión del movimiento del importante proceso de transición de la materia a la conciencia. Solo en ese plano puede entenderse la esencia de las sensaciones como fuentes vivas y en movimiento del proceso del conocimiento.”10

        Las sensaciones, como dice justamente el autor citado, no son una forma inerte y pasiva del reflejo; deben comprenderse en movimiento, en una constante instauración, vincula no pocas veces la conciencia con el mundo exterior para dar origen a nuevos y nuevos pensamientos sobre éste. Las sensaciones, de ese modo, suministran a la conciencia numerosos datos concretos sin los cuales no es posible el pensamiento abstracto o el conocimiento racional.

        Al reflejar las diversas propiedades del objeto, así sea por ejemplo, la luz, las sensaciones pueden ser comunes para varias cosas, constituyen la base necesaria para una forma del conocimiento como es la percepción. Las percepciones, como las sensaciones, dicen relación al campo del conocimiento sensitivo. Surgen de las diferentes sensaciones y como éstas son también un nexo directo de nuestra conciencia con el mundo exterior. Las percepciones comprenden las sensaciones, pero constituyen una forma más compleja del conocimiento de la realidad, cualitativamente diferente de las primeras. Si las sensaciones nos suministran apenas las imágenes de los rasgos y propiedades individuales de los objetos, las percepciones nos dan la imagen del objeto en conjunto. En la percepción las diferentes sensaciones no están aisladas entre sí, sino que se encuentran orgánicamente vinculadas y fundidas en una imagen integral. La capacidad de la percepción para reflejar el objeto en su conjunto está condicionada no por las peculiaridades del sujeto sino por la naturaleza de la propia cosa existente objetivamente, donde los diferentes rasgos se hallan en indisoluble unidad.

        La relación entre percepción y sensación corresponde a la del todo y la parte. Así como el todo no puede existir sin las partes, la percepción de la cosa no existe sin las sensaciones producidas por sus diversas propiedades. La especificidad de la naturaleza cognoscitiva de la percepción reside en que en ella se reflejan las diferentes propiedades de la cosa en su unidad dialéctica, es decir, como un todo. Asimismo, en la percepción la cosa está dada en su aislamiento espacial y temporal con referencia a otras cosas y, por consiguiente, en una determinada relación espacio-temporal con respecto a los demás objetos.

        La percepción de la cosa parte no solo de los datos de las sensaciones, sino también de la experiencia cognoscitiva acumulada por el hombre. Así se explica el hecho de que, con base en la sensación de alguna propiedad de la cosa, percibimos fácilmente todas sus demás propiedades, es decir, la cosa en total. De tal modo, la sensación visual de la forma de la cosa nos permite percibir la cosa en su conjunto, con todas sus restantes propiedades solo a condición de que tengamos experiencia cognoscitiva con respecto a ella o a las cosas similares. La percepción contiene elementos de generalización, aunque no supere los lindes del conocimiento sensitivo. Refleja solamente objetos aislados y sus rasgos. La imagen surgida en el proceso de la percepción tiene un carácter material, se refiere a un determinado objeto. Las percepciones sensoriales del hombre comprenden una determinada concepción de la imagen, la asimilación del objeto a través de su imagen.

        En el proceso del conocimiento obtenido por las percepciones, surgen los elementos simples de generalización de los datos sensitivos en forma de representaciones. Pero si las sensaciones y percepciones constituyen un nexo directo de la conciencia con el mundo exterior, las representaciones surgen sin la percepción directa del objeto, cuya imagen se ha conservado en la memoria del hombre. La representación es la imagen reproducida del objeto, que alguna vez fue percibido directamente. Pero las representaciones no se limitan a esto. En sus representaciones el hombre puede ir más allá de las percepciones pasadas y presentes. Al basarse en las percepciones, la representación puede concebir también lo que será creado por la actividad práctica del hombre en el futuro.

        En las representaciones se reflejan los rasgos más característicos del objeto, aquellos que tienen especial significación para una u otra actividad de las gentes. Al contraponer y comparar los objetos en la representación, hacemos abstracción de los rasgos aislados, menos sustanciales para nosotros, relievamos algunos de ellos y de esa suerte damos un paso adelante en la vía que conduce al pensamiento abstracto. La representación refleja la realidad con más profundidad y plenitud que la sensación y la percepción. En la representación se refuerzan las nociones obtenidas en el proceso del conocimiento sensitivo. Por eso las representaciones en grado mayor que otras formas del conocimiento sensorial, están ligadas a la actividad del pensamiento. Pero las representaciones, siendo una simple forma de generalización de los datos sensoriales, de por sí no dejan de ser una imagen sensorial y evidente del objeto y se refieren por ello al conocimiento sensorial.

        Las sensaciones, percepciones y representaciones nos dan un reflejo objetivo y real de las cosas y fenómenos del mundo exterior. El hombre, dice Lenin, no podría adaptarse biológicamente al ambiente, si sus sensaciones no le dieran una correcta idea objetiva sobre él. Ni tampoco podría influir activamente sobre el mundo exterior, ni cambiarlo, si las sensaciones y representaciones no le dieran una acertada representación sobre aquél. La reproducción veraz de las cosas del mundo exterior en las percepciones y representaciones es algo sujeto a leyes ya que el hombre es una parte de la naturaleza. Siendo un producto de la naturaleza y de la sociedad, el ser humano se ha desarrollado y perfeccionado en el medio circundante y junto con él. De aquí se desprende, señalaba Engels, que los productos del cerebro humano (las sensaciones y percepciones), que también son en último análisis productos de la naturaleza, no riñen sino que concuerdan con el resto de ella. Esto implica que nuestras sensaciones y percepciones corresponden a las cosas del mundo objetivo y que éstas, pese a su momento subjetivo, condicionado por la peculiaridad de la estructura de los órganos de los sentidos, son imágenes del mundo exterior, fieles reflejos de éste.

        Los órganos de los sentidos del hombre están integrados en tal forma que puedan transmitir de manera fiel a nuestra conciencia lo que objetivamente existe en la realidad misma. Por su puesto, a consecuencia de la ruptura del normal funcionamiento (lesiones, enfermedades, etc.), nuestros órganos de los sentidos pueden suministrarnos ideas falsas sobre los objetos del mundo exterior. Por ejemplo, en razón de una excesiva irritación del ojo, motivada porque en la retina ha caído una luz muy fuerte, surge el efecto subjetivo de la ceguera (“visión roja”), después de la cual el hombre percibe durante algún tiempo todos los objetos iluminados como de un color rojo purpúreo y a las cosas oscuras, como de color verde pálido. Pero se habla de los datos de los órganos de los sentidos que actúan normalmente y de los índices que son controlados por la conciencia, por el cerebro. Estos índices, como lo ha establecido la ciencia y la práctica, nos dan un cuadro correcto de la realidad.

        La representación correcta del mundo exterior se crea gracias a que la corteza cerebral enmienda los datos de los órganos de los sentidos, introduce sustanciales correcciones en nuestras reproducciones sensoriales de los objetos. Así, por ejemplo, el cerebro corrige la imagen de los objetos reflejados en la retina del ojo. Es sabido que esa imagen, obtenida mediante el cristalino, está reducida e invertida, como ocurre con la del vidrio opaco de la cámara fotográfica. La reproducción del objeto exterior en la retina del ojo es algo así como un eslabón intermedio entre el objeto y su imagen en la conciencia. En este sentido la similitud del objeto externo con su representación en la retina del ojo se ha demostrado física y experimentalmente y no suscita duda alguna.

        El ojo, por medio del cristalino, el cual tiene la forma de un lente bicóncavo, en una proporción físicamente veraz transmite a nuestro cerebro la forma, la magnitud del objeto, etc., y el cerebro, a través de la actividad analítica y sintética, corrige los datos obtenidos y de ese modo surge en nuestra conciencia la imagen correcta del objeto externo. Esto demuestra que la imagen cognoscitiva del objeto (la sensación, la percepción), no son un simple reflejo del objeto, digamos, en la retina del ojo. La reproducción del objeto en la retina se convierte en la imagen subjetiva de aquél como resultado de la compleja actividad de la corteza cerebral.

        El problema de la fidelidad de las sensaciones y percepciones no puede confundirse con el de la imitación natural de los órganos de los sentidos del hombre. No todos los fenómenos del mundo material pueden ser percibidos directamente por nosotros, lo cual está ligado ante todo a la estructura de los órganos de nuestros sentidos. Así, por ejemplo, la composición de nuestro ojo permite sentir y percibir no todas las ondas luminosas, sino apenas las oscilaciones luminosas con una longitud de onda que va de los 400 a los 750 milimicrones. Solo mediante una gran tensión el ojo puede ver los rayos ultravioletas en los lindes de los 400 0 300 milimicrones y los infrarrojos, de 750 a 800 de estos. Nuestro ojo no ve ni puede distinguir todos los rayos del sol, sino que apenas percibe una parte de ellos. “…Un ojo que viera todos los rayos, sería como si no viese ninguno…”11, dice Engels.

        Los datos de la ciencia actual muestran que las fronteras prácticas de la visibilidad de la luz por el ojo humano son biológicamente adecuadas. Es sabido, por ejemplo, que los rayos con onda corta destruyen las sustancias vivas. La acción prolongada de los rayos ultravioleta pueden enceguecer el ojo. Pero la composición del ojo del hombre le permite defenderse de la acción fatal de los rayos. La retina del ojo es muy sensible a los rayos que tienen ondas más cortas que los 300 milimicrones, pero el cristalino absorbe esos rayos y casi no llegan hasta la retina. De ese modo, el cristalino presenta no solo una reproducción del objeto en la retina del ojo, sino que lo protege de los rayos con ondas de longitud menor de 300 milimicrones.12

        La limitación natural de los órganos de los sentidos del hombre no es una frontera para el conocimiento ilimitado del mundo material, y de ningún modo puede servir de base para concluir la no veracidad del conocimiento sensorial. Ante todo, cabe anotar que para el conocimiento de las cosas y fenómenos del mundo material es importante no la sensibilidad absoluta de los órganos de los sentidos frente a unos u otros fenómenos, sino la correcta percepción de los objetos circundantes, la habilidad para diferenciar los objetos entre sí, para distinguir las calidades y propiedades de los objetos. Por ejemplo, es propia del ojo no solo la agudeza de la vista, sino la posibilidad de percibir los objetos de nuestro alrededor, sus propiedades fundamentales. El águila, dice Engels, ve mucho más allá que el hombre, pero el ojo humano observa mucho más en las cosas que el ojo del águila.

        El conocimiento sensorial, al igual que el conocimiento en conjunto, se desarrolla y amplía sus lindes dialécticamente. El tránsito de la sensación a la percepción y de ésta a la representación es de suyo la superación consecuente de la limitación propia de cada una de estas formas del conocimiento sensitivo. Esa transición implica asimismo que cada una de las subsiguientes formas del conocimiento, cualitativamente hablando está por encima de la anterior, esto es, refleja los objetos del mundo exterior con mayor profundidad y plenitud.

        Empero, el proceso de ampliación y profundización de los conocimientos consiste no solo en el movimiento del conocimiento de una forma a otra más compleja, sino que cada una de estas formas amplía sus límites tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo, se torna más y más perfecta y adecuada al objeto. La práctica es la base de la ampliación y perfeccionamiento del conocimiento sensorial y de sus formas. En su actividad práctica el hombre no simplemente contempla las cosas sino que influye de modo activo sobre ellas. En el proceso de la producción el hombre transforma el mundo que lo circunda de tal modo que muchos objetos resultan ser el producto de la práctica social de las gentes. La creación de nuevos objetos hace que el hombre en el proceso de producción, necesariamente le imprime un nuevo contenido a las percepciones. En la actividad productiva y laboral el hombre va perfeccionando  crecientemente sus órganos de los sentidos, conoce con más precisión los objetos y sus propiedades.

        La práctica demuestra que es relativa la limitación natural de las percepciones sensoriales del hombre. En dependencia de la actividad humana y del ejercicio que tengan los órganos de los sentidos, la sensibilidad de éstos puede elevarse, agudizarse. Por eso no puede considerarse la agudeza de las percepciones de los órganos de los sentidos del hombre como algo invariable, dado de una vez y para siempre. No huelga agregar que algunos órganos de los sentidos, como, por ejemplo, el tacto y la vista, se complementan recíprocamente; inclusive con base en la imagen visual de la cosa se pueden conocer sus propiedades táctiles. El nexo de las sensaciones visuales y táctiles está basado en que unas y otras reflejan a menudo en el objeto las mismas propiedades como, por ejemplo, la dimensión y la forma. El tacto está ligado en no menor medida con el oído. Por eso algunos sordomudos, pongamos por caso, mediante el sentido de vibración diferencian los sonidos y perciben la música.

        La aplicación de los instrumentos y aparatos especiales creados por el hombre tienen enorme importancia. La actividad práctica, el desarrollo de la ciencia y de la técnica, permiten profundizar y ampliar ilimitadamente los marcos del conocimiento. La práctica social, los avances de la ciencia refutan por completo todas las invenciones de los agnósticos sobre la imperfección de los órganos de los sentidos del hombre. Muestran que para el conocimiento de los fenómenos de la naturaleza que son inaccesibles a la directa percepción sensorial, el hombre no necesita de una mayor cantidad de órganos de los sentidos que los que tiene. A la actividad de los órganos de los sentidos existentes se agregan nuevos y nuevos medios técnicos que amplían ilimitadamente los lindes del conocimiento; y se une también un factor importante como es el pensamiento abstracto, el cual permite asimilar y generalizar los datos del conocimiento sensorial.

        El pensamiento abstracto, como fase más elevada del saber, surge del conocimiento sensitivo y de sus datos. La índole contradictoria de ese proceso conduce necesariamente al salto de su fase inferior a otra, más elevada; del conocimiento de los fenómenos al de la esencia. En Lenin encontramos una importante formulación sobre el paso dialéctico del conocimiento sensorial al pensamiento abstracto.

        Al criticar a Hegel por no haber sabido comprender la dialéctica de la transición de la materia a la conciencia, Lenin escribe: “Es dialéctica no solo la transición de la materia a la conciencia, sino también de la sensación al pensamiento…” Y luego afirma: “Qué distingue la transición dialéctica de la transición no dialéctica? El salto. La contradicción. La interrupción de la gradualidad.”13

        El paso de la contemplación viva, sensorial, al pensamiento abstracto, es un salto hacia la nueva calidad en el conocimiento, el paso del conocimiento de objetos y fenómenos aislados al de conexión interna entre ellos, al conocimiento de las leyes. Por su puesto, este tránsito puede efectuarse solo con base en la acumulación de los datos cuantitativos en torno a los objetos separados y a sus propiedades. Lo que debe ser inicial para el conocimiento de lo general en las cosas, de sus relaciones internas, es el estudio de los datos reales y su generalización teórica. Solo así es posible el salto dialéctico del conocimiento de los objetos al de las leyes.

        La tesis leninista sobre el paso dialéctico del conocimiento sensorial al pensamiento abstracto, o de los hechos científicos a la generalización teórica implica que todas las ciencias en su conocimiento del mundo objetivo llegan a conceptos a científicos generales, a conclusiones teóricas, al conocimiento de las leyes, apoyándose en la práctica y partiendo de los datos reales. Una ciencia que no se apoye en la práctica, en los hechos, no puede considerarse como tal. Aquí la regla general consiste en que en las generalizaciones teóricas, en el descubrimiento de las leyes es indispensable en cada rama de la ciencia un mínimo de datos experimentales o de hechos sin los cuales no es posible el salto al conocimiento. Las generalizaciones apresuradas y las conclusiones teóricas que parten de un limitado material fáctico a menudo llevan al aventurerismo en la ciencia y a que la proclamación de un descubrimiento resulte falsa e inconsistente al efectuarse su comprobación.

        Asimismo, los datos reales considerados de suyo aun no constituyen una ciencia, aunque sean varias veces superiores al mínimo necesario que se requiere para la generalización teórica. El investigador que se ocupe solo de la colección de infinita cantidad de hechos pero que no los explique, deja de ser un auténtico científico y se convierte en un archivero de datos, en una persona que carece de perspectivas científicas. “Aguardar a reunir el material para la ley de un modo puro, equivaldría a dejar en suspenso hasta entonces la investigación pensante y por este camino jamás llegaría a manifestarse la ley.”14

        La acumulación de nuevos hechos obtenidos por la ciencia en el transcurso de las observaciones y experimentos siempre debe ir acompañada de su explicación teórica. Cuando hay pocos datos reales y por tanto no puede descubrirse una ley científica vienen en ayuda del investigador diversas hipótesis, suposiciones científicas sobre los hechos que no pueden observarse de manera directa, o en torno de los nexos regulares y del orden sucesivo de los fenómenos. Esto se refiere en particular al campo de las investigaciones cosmogónicas donde las hipótesis desempeñan un papel enorme.

        Al surgir primero sobre la base de una limitada cantidad de nuevos hechos aun no explicados y mediante la acumulación de otros de carácter complementario, las hipótesis se ven comprobadas por tales hechos. En el proceso de dicha comprobación unas hipótesis se rechazan, otras se corrigen y, en fin, hay algunas que se justifican y así sucesivamente hasta cuando la hipótesis conduzca a la instauración de una ley científica; vale decir, hasta cuando se convierta en la teoría científica o en un hecho de esa índole. Así, por ejemplo, en su época, V. Pauli propuso que una parte de la energía beta-descompuesta que se consideraba perdida es absorbida por el hipotético neutrino. Al cabo de 20 años se confirmó la hipótesis de Pauli. Se estableció el hecho de la existencia del neutrino. Cabe anotar también que la hipótesis atómica expuesta hace muchas décadas, en virtud de una prolongada verificación se convirtió en una teoría científica. Para Engels la hipótesis es “una forma de desarrollo de las ciencias naturales”. La hipótesis es una proposición teórica sobre las causas y las leyes de los fenómenos indagados que no están aun lo suficientemente estudiados y sobre los cuales hay pocos hechos y material para las observaciones.

        El genuino conocimiento científico del mundo es incompatible con el estrecho empirismo que limita el conocimiento solo a la colección de hechos y a su simple descripción, negando en esencia la importancia de las hipótesis y generalizaciones científicas. Porque, como es sabido, los hechos adquieren su plena significación solo cuando son generalizados por el pensamiento. Todos los grandes descubrimientos científicos son el resultado del tránsito regular, cualitativo y por saltos, de los datos sensoriales a su generalización teórica en el pensamiento. Este tránsito regular hacia una nueva calidad del conocimiento presupone la acumulación de un determinado mínimo de hechos, indispensables para el salto. Por ejemplo, para el descubrimiento que hizo Darwin de la ley de la selección natural y de la formación de las especies resultan suficientes los datos reales que se habían reunido en esa época, aunque en esta rama del conocimiento existen múltiples hechos que aun hoy los biólogos no conocen. Pero si los biólogos se hubiesen planteado la mira de coleccionar y reunir todos los hechos que se refieren a su campo de investigación y solo después hubieran efectuado la generalización teórica del caso, claro está, hubieran resultado esclavizados por los hechos.

        La tesis leninista sobre el salto en el conocimiento reviste enorme importancia en la ciencia actual, ante todo para el desarrollo de la física, la cual ha acumulado una enorme cantidad de datos físicos sobre las partículas elementales de la materia, en torno a sus propiedades específicas, a la transformación recíproca, etc. Ha llegado la época de las gigantescas generalizaciones teóricas y descubrimiento de las leyes generales de las partículas elementales, de la ley general de su interconexión. Puede decirse que la física contemporánea se encuentra ante nuevos y gigantescos descubrimientos.

        La práctica juega un papel decisivo en el tránsito a saltos del conocimiento, desde la fase sensorial al pensamiento abstracto. El salto de la contemplación viva al pensamiento abstracto, el paso del conocimiento de lo particular a lo general ha sido posible solo en virtud de la práctica social, en el proceso de la cual se ha desarrollado la capacidad del hombre para el pensamiento abstracto. En su actividad práctica, las gentes han descubierto mediante su constante comparación y contraposición de los objetos, que éstos tienen algo en común. Así han llegado al conocimiento de lo general, de lo sustancial en los objetos, a la integración de conceptos científicos, al principio elementales y luego cada vez más complejos.

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(*) Tomado de A. Vostrikov, Teoría del conocimiento del materialismo dialéctico, capítulo quinto, Camino dialéctico, formas y métodos del conocimiento, apartado Relaciones entre el momento sensitivo y el abstracto en el conocimiento. Ediciones Suramérica Ltda. Bogotá, D. E., Colombia – 1970.
(1) Véase M. M. Rosental: Lenin y la dialéctica. Ediciones de la Escuela Superior del Partido y del Instituto de Ciencias Sociales, anexo al CC. Del PCUS, 1963, pág. 367.
(2) V. I. Lenin: Obras, t. 38, pág. 353.
(3) S. L. Rubinstéin: El ser y la conciencia, pág. 71.
(4) V. I. Lenin: Obras, t. 38, pág. 165.
(5) L. I. Mandelschtam: Obras, t. V. Edición de 1960, pág. 305.
(6) D. I. Blojíntsev: La estructura de las partículas elementales. “Ciencia y Humanidad”, 1962, pág. 307.
(7) V. I. Lenin: Obras, t. 14, págs. 299-300.
(8) Ibídem, pág. 50.
(9) B. G. Anániev: Teoría de las sensaciones, pág. 70.
(10) Ibídem, pág. 72.
(11) F. Engels: Dialéctica de la naturaleza, pág. 204.
(12) Véase S. I. Vavílov: El ojo y el sol. Ediciones de la Academia de Ciencias de la URSS, pág, 106-108.
(13) V. I. Lenin: Obras, t. 38, pág. 276.
(14) F. Engels: Dialéctica de la naturaleza, pág. 205.

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