El Problema del Punto de Partida*
J. Zeleny
EL PROBLEMA DEL PUNTO DE PARTIDA se
tiene que estudiar según dos aspectos suyos: (1) con qué hay que empezar en el
estudio de un objeto dado; y (2) con qué hay que empezar en la exposición de un
sistema científico.1
(1)
Como es natural, puesto que es un materialista, para el cual lo ideal no es
sino lo material traspuesto y traducido en la mente2, Marx parte, en el estudio de un objeto, de la
realidad objetiva, de la observación empírica. Se trata de elaborar las
percepciones empíricas hasta llevarlas a conceptos.3
A
diferencia de la concepción de Locke, subyacente a los análisis de Smith y de
Ricardo, la concepción marxista del punto de partida empírico se caracteriza
por los siguientes momentos:
(a)
Marx contrapone a la interpretación individualista-sensista y contemplativa de
la experiencia la concepción histórico-colectivista y práctica.4
(b)
La exigencia de ausencia de presupuestos, derivada de las ideas ahistóricas de
una «tabula rasa», se sustituye por la exigencia de estudiar todos los
presupuestos y conseguir una autoconsciencia crítica de los presupuestos que
son en cada época histórica y socialmente inseparables de toda aproximación
científica a la realidad objetiva.5
(c)
En todas las fases de la asimilación empírica del material actúa ya el punto de
vista teórico-filosófico de Marx, y esta actitud filosófica general (la idea de
la estructura ontopraxeológica de la realidad y del carácter de las categorías
lógicas) se elabora y explicita paulatinamente; las representaciones
político-económicas se conciben conscientemente en la forma teórica de
hipótesis. La función de estas orientaciones teóricas «anticipadas» está,
empero, limitada por su concepción materialista-dialéctica;6 se
utilizan con consciencia de su inconclusión, de su carácter dialéctico
procesual; nunca se trata de subsumir simplemente los casos singulares bajo una
concepción general conclusa.
(2)
El problema del punto de partida en la
exposición sistemática genético-estructural del modo de producción
capitalista ha ocupado intensamente a Marx. Lo ha trabajado detalladamente en
la discusión metodológica de la «introducción» incompleta de 1857,7
así como en la crítica de la arquitectura de los sistemas de Smith y Ricardo en
las Teorías sobre la plusvalía.8
(a)
Marx pone ante todo en relación el
problema del punto de partida con el
estadio de desarrollo de la ciencia de que se trate. Los intentos de
trabajar científicamente la economía arrancan a principios del siglo XVII del
todo vivo que se presenta a los avanzados de la nueva ciencia (población,
nación, estado, etc.). Pero estas totalidades vivas no pueden aparecer en los
trabajos de los economistas del siglo XVII más que como «representación caótica
del todo» El análisis llega a la elaboración de alguna de las determinaciones
generales más simples, como división del trabajo, dinero, valor, etc. «En
cuanto que esos momentos singulares fueron más o menos fijados y abstraídos
empezaron los sistemas económicos, que comienzan por lo simple, como la
división del trabajo, la necesidad, el valor de cambio, y suben hasta el
estado, el intercambio entre las naciones y el mercado mundial. Este último es
evidentemente el método científicamente correcto.»9
(b)
Pero dentro de los límites de ese «método científicamente correcto» son
posibles varias concepciones diferentes. La crítica por Marx de la estructura
de los sistemas de Ricardo y Smith ofrece importantes distinciones entre los
sistemas de economía política que ascienden desde las determinaciones simples
hasta el todo vivo. Es una distinción entre dos orientaciones teóricas:
1.a
Ricardo parte de la determinación simple, concebida como esencia fija;
2.a
Marx parte de la determinación simple concebida como célula, unidad «simple»
(elemental, germinal) de los contrarios. Eso se relaciona con la diferencia
entre la explicación de un todo complejo mediante la llamada abstracción formal
sin mediación genético-estructural10 y la explicación del todo
complejo por su reproducción mental mediante el método del análisis genético-estructural.
La
célula elemental, la forma elemental de la economía capitalista es para Marx la
mercancía, la forma-valor del producto. A través de todas las alteraciones del
plan de su obra11 Marx mantiene la solución a la que había llegado
en sus primeros años de estudios económicos, a saber, que el secreto de la
producción capitalista de mercancías se cifra en la captación de la mercancía
como forma económica específica.
Con
esto surge la cuestión de qué es lo que califica a una forma económica determinada
para desempeñar la función de «célula originaria», de tal modo que su análisis
sea el punto de partida de todo el análisis genético-estructural del
capitalismo. Engels ha escrito lo siguiente en su exposición divulgadora del
método aplicado en las obras económicas de Marx: «En este método partimos de la
relación primera y más simple que encontramos históricamente, fácticamente…»12
Pero hay muchas relaciones así, simples e histórica y fácticamente dadas. Lo
que decide cuál de ellas ha de desempeñar la función de «célula originaria» y
de punto de partida del análisis genético-estructural no es la sencillez ni la
prioridad de la aparición histórica por sí misma, ni tampoco el hecho de
tratarse del fenómeno más corriente y masivo de la sociedad capitalista. Lo que
para Marx califica a la mercancía como célula originaria es el hecho de que la
forma de la mercancía es un fenómeno económico a partir del cual una línea
continua histórico-genética conduce hasta el capital y el capitalismo, así como
el hecho de que la forma mercantil es en el mecanismo del capitalismo
desarrollado la forma económica elemental cuya captación es presupuesto de la
comprensión de las formas económicas más complicadas del capitalismo (en Marx,
como dice Lenin,13 descubre en las mercancías todas las
contradicciones o los gérmenes de todas las contradicciones de la sociedad
capitalista).14
(c)
Marx relaciona el problema («la elección») del punto de partida de un sistema
científico no sólo con el estadio de desarrollo de la ciencia de que se trate,
sino también con el estadio de desarrollo
de la realidad investigada. Era necesario un elevado estadio de desarrollo
de la economía capitalista para que el valor de cambio y el valor aparecieran
como simple punto de partida de todo el sistema de las relaciones capitalistas.15
La
concepción marxiana del problema del punto de partida de un sistema científico
enlaza con Hegel y se encuentra al mismo tiempo en agudo contraste crítico con
Hegel.
La
crítica hegeliana de las anteriores concepciones del problema del punto de
partida de un sistema científico tiene elementos verdaderos en el sentido de
que un todo en desarrollo no se puede entender mediante simple trasposición del
viejo método axiomático de la matemática a los demás objetos.16 Este
procedimiento presuponía una esencia fija, mientras que la nueva idea básica de
Hegel consiste, como ya hemos dicho, en concebir la esencia como autodesarrollo.
Hegel ha preparado la tesis marxiana sobre el punto de partida de la ciencia
con su idea de la estructura circular del sistema científico y de la
vinculación indisoluble de lo inmediato (lo no mediato) y lo mediato en la
realidad y en el conocimiento.17 Pero, al mismo tiempo, la solución
hegeliana del problema del punto de partida del sistema científico está
predeterminada y deformada por el principio idealista-objetivo de la identidad
de pensamiento y ser. Al considerar como realidad más propia el desarrollo de
las divinizadas categorías lógicas, mera encarnación derivada de la cual sería
la realidad material de la naturaleza y de la sociedad, Hegel pone al comienzo
de su sistema en la Lógica el
concepto del «Ser», del «ser puro», del «ser sin ulterior determinación».18
La simple liberación de todas las determinaciones hace de este «ser puro» al
mismo tiempo la «Nada». La ciencia empieza, pues, propiamente con la unidad de «Ser»
y «Nada», con lo que está dado al mismo tiempo el principio del movimiento
inmanente necesario, que conduce a categorías más concretas y a la construcción
de todo el sistema científico.19
Sobre
la base de la teoría materialista de la refiguración reelabora Marx las ideas
dialécticas hegelianas del ascenso desde lo simple, pobre en determinaciones,
la idea, pues, de la ciencia como un circulo, y de la conexión de lo inmediato
y lo mediato. Al mismo tiempo que hace eso Marx reelabora también esencialmente
la teoría pre-marxista de la refiguración de la realidad en el conocimiento. En
la reproducción intelectual de una realidad complicada rica en determinaciones,
Marx no parte del análisis de conceptos abstractos, sino del análisis de otra
realidad simple, de la concreción elemental como célula originaria,20
cuya determinación, desde el punto de vista del todo desarrollado complejo, es
abstracta. Y cuando luego el todo concreto aparece como consecuencia del
ascenso de lo abstracto hasta lo concreto, Marx está radicalmente exento de la
noción idealista de que la realidad concreta sea consecuencia del
automovimiento de cierto pensamiento objetivado, del automovimiento que sube de
lo abstracto a lo concreto, pues «… el método de subir de lo abstracto a lo
concreto es sólo la forma que tiene el pensamiento de apropiarse lo concreto y
reproducirlo como intelectualmente concreto. Pero no es en modo alguno el
proceso de producción de lo concreto mismo».21
El estudio de la diferencia entre la
concepción materialista y dialéctica marxiana y la idealista y dialéctica
hegeliana sobre el problema del punto de partida del sistema científico
conduce, pues, a las cuestiones de sus concepciones diferenciadas y
contrapuestas del desarrollo dialéctico y de la relación entre el procedimiento
de la exposición teórica y la historia real.
______________
(*) Tomado de J.
Zeleny, La estructura lógica de “El
Capital” de Marx, Parte I, sobre el análisis genético-estructural
materialista-dialéctico, capítulo 4. Editorial Grijalbo, 1974.
(1) Marx dice a
este respecto: «Cierto que el modo de exposición se tiene que diferenciar
formalmente del modo de investigación. La investigación tiene que asimilarse el
material en detalle, analizar sus diferentes formas de desarrollo y rastrear su
vínculo interior. Sólo una vez realizado ese trabajo es posible representar
adecuadamente el movimiento real. Si se consigue eso y se refleja idealmente la
vida de la materia, puede parecer que uno se encuentra frente a una
construcción a priori» (Das Kapital,
Band I, pág. 27). Cfr. Briefe über das
Kapital [Cartas sobre el capital], pág. 235: «Efectivamente empecé El Capital… precisamente a la inversa
(por la parte tercera, histórica) de como se presenta al público…»
(2) Cfr. K. Marx, Das Kapital, Band I, pág. 27.
(3) «… Elaboración
de intuición y representación en conceptos» (K. Marx, Grundrisse, pág. 23).
(4) E. V. Il’jenkov escribe largamente sobre este punto en Dialektika abstraknogo i konkretnogo v
“Kapitale” Marksa, Moscú 1960, págs. 15-18.
(5) Cfr. K. Marx, Grundrisse, pág. 22.
(6) Cfr. la opinión
de Marx sobre la cuestión de la abstracción en Die deutsche Ideologie [La ideología alemana]: «La filosofía
sustantiva pierde su existencia con la exposición de la realidad. En su lugar
puede darse como máximo un resumen de los resultados más generales que se
pueden abstraer de la contemplación del desarrollo histórico del hombre. Estas
abstracciones no tienen ningún valor por sí mismas, separadas de la historia
real. Sólo pueden ser útiles para facilitar la ordenación del material histórico
e indicar la sucesión de sus capas singulares. Pero no dan en modo alguno, como
la filosofía, una receta o esquema con el cual aderezar las épocas históricas»
(MEW, vol. 3, Berlín 1958, pág. 27).
(7) K. Marx, Grundrisse, págs. 21 ss.
(8) K. Marx, Theorien über den Mehrwert, Teil 2.,
págs. 155-160.
(9) K. Marx, Zur Kritik der politischen Ökanomie,
Eileintung, pág. 632; cfr. ibid., págs. 42-43: «Pero para los fisiócratas,
igual que para sus contrincantes, la cuestión discutida no es tanto cuál es el
trabajo que produce la plusvalía. Por
eso tratan el problema en su forma complicada antes de tenerlo resuelto en su
forma elemental, del mismo modo que el
proceso histórico de todas las ciencias no llega a su punto de partida real
sino a través de una gran cantidad de desviaciones y rodeos. A diferencia
de otros arquitectos, la ciencia no sólo traza castillos en el aire, sino que
hasta construye algunos pisos habitables del edificio antes de ponerle los
fundamentos» (cursiva mía, J. Z.).
(10) Cfr. cap. 9.
(11) Cfr. F. Behrens, Zur Methode der
politischen Ökonomie, Berlín 1952, particularmente cap. 3, «Der Aufbauplan
des Kapitals von Marx», en el que critica entre otras cosas el artículo de H.
Grossman «Die Änderung des Aufbauplans des Marxschen Kapitals und ihre Ursachen»,
en Archiv für die Geschichte des
Sozialismus und der Arbeiterbewegung, año 14, 1929, n° 2.
(12) F. Engels, «Karl Marx, Zur Kritik der politischen
Ökonomie», MEW vol. 13, pág. 475;
«Randglossen zu A. Wagners Lehrbuch der politischen Ökonomie»,
ibid., págs. 368-369.
(13) W. I. Lenin, Philosophische
Hefte, pág. 340.
(14) Marx ha
escrito lo siguiente acerca de la cuestión de por qué el punto de partida del
análisis materialista-dialéctico, genético-estructural del capitalismo es el «valor»
y no, por ejemplo, el «trabajo»: «Para desarrollar el concepto del capital es
necesario partir no del trabajo, sino del valor, y precisamente del valor de
cambio ya desarrollado en el movimiento de la circulación. Tan imposible es
pasar directamente del trabajo al capital como pasar directamente de las
distintas razas humanas al banquero, o de la naturaleza a la máquina de vapor»
(Grundrisse, pág. 170). La célula
originaria del modo de producción capitalista es, pues, el fenómeno que permite
exponer y «definir» el concepto del capital con la ayuda de un sistema
científico construido por medio del análisis genético-estructural
materialista-dialéctico («desarrollar el concepto del capital»). Sobre el uso
marxiano de los conceptos «concepto» y «desarrollar» cfr. caps. 5 y 6.
(15) Cfr. K. Marx, Grundrisse, pág. 907: «Un análisis de la
forma específica de la división del trabajo, de las condiciones de la
producción en que se basa, de las relaciones económicas de los miembros de la
sociedad, relaciones en las que se resuelven esas condiciones, mostraría que
hay que presuponer todo el sistema de la producción burguesa para que aparezca
en la superficie el valor de cambio como simple punto de partida, y así mismo
para que el proceso del intercambio, tal como se despliega en la circulación
simple, se muestre como el metabolismo social simple que abarca, a pesar de su
simplicidad, toda la producción y todo el consumo».
(16) Cfr. G. W. F.
Hegel, Phänomenologie deis Geistes,
págs. 27 ss.
(17) G. W. F.
Hegel, Wissenschaft der Logik, Teil
1, pág. 56: «Lo esencial para la ciencia no es tanto que el comienzo sea una
pura inmediatez como que el todo de la ciencia sea un circuito en sí mismo, en
el cual lo primero devenga también lo último, y lo último también lo primero…
Con ese proceso el comienzo pierde la unilateralidad contenida en esa
determinación de ser inmediatez y abstracción; el comienzo deviene así mediado,
y la línea del movimiento científico se convierte así en un círculo. Al mismo
tiempo resulta que lo que constituye el comienzo, puesto que es en él lo no
desarrollado aún, lo sin contenido, no es verdaderamente conocido al comienzo,
y que sólo la ciencia, y precisamente en todo su desarrollo, es el conocimiento
pleno, con contenido y verdaderamente fundado, del comienzo.»
(18) G. W. F.
Hegel, Wissenschaft der Logik, Teil
1, pág. 66
(19) Ibid., págs. 58-59: «El comienzo
contiene, pues, ambas cosas, Ser y Nada; es la unidad de Ser y Nada; o es
No-ser que al mismo tiempo es Ser, y ser que al mismo tiempo es No-ser… Así,
pues, el análisis del comienzo daría el concepto de la unidad de Ser y No-ser,
o, en forma refleja, la unidad del ser-diferente y el no-ser-diferente, o de la
identidad y la no-identidad. Este concepto podría, pues, ser considerado como
la primera, más pura, más abstracta definición de lo absoluto, como
efectivamente lo sería si se tratara de la forma de definiciones y del nombre
de lo absoluto.
(20) K. Marx, «Randglossen
zu A. Wagners, Lehrbuch der politischen
Ökonomie», pág. 369.
(21) K. Marx, Grundrisse, pág. 22.
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