sábado, 1 de junio de 2019

Madres en la historia



Madres en la Historia

MARÍA AMALIA LA CHIRA VALLEJOS
Mamá de José Carlos Mariátegui La Chira

A la memoria
de Armida Picón Vda. de Rouillon
Escribe: Antonio Rengifo B.

LA ATRACTIVA BIOGRAFÍA y obra de Mariátegui (1894/1930) lo ha convertido, no solo, en  patrimonio nacional; sino en un peruano universal.  Los 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana es el libro más traducido de peruano alguno. Su figura está vigente mientras exista la explotación del hombre por el hombre y la lucha de clases.

       Conozcamos, someramente, a quién alumbró y crió a José Carlos.

        María Amalia La Chira Vallejos nació en el pueblo de San Jerónimo de Sayán el 10 de julio de 1860 y murió en Lima en 1946.  Fue costurera, pantalonera y profesora de primeras letras. Su padre José del Carmen La Chira tenía el oficio de talabartero en Sayán. El abuelo de María Amalia también había sido talabartero en el pueblo de Catacaos, Piura.

        Ella procedía de una antigua estirpe de los La Chira de Piura.  Hay que tomar en cuenta que el Departamento de Piura es el lugar de la Costa peruana en donde sobreviven buena parte de las costumbres prehispánicas. En la lengua Sec de los tallanes, Lacchir Arac (Gran nadador) devino en La Chira.  Esa raigambre indígena le otorgaba a Amalia la ostentación de su cabellera azabache y lacia peinada con crencha y trenzas.  Posteriormente, Mariátegui dirá:… Soy una mezcla de raza española y de raza india.

       María Amalia La Chira Vallejos se casó en la parroquia de San Jerónimo de Sayán el 1ro. de mayo de 1882 con Francisco Javier Mariátegui Requejo (1849/1907). Tuvo seis hijos. Los tres primeros fallecieron al poco tiempo de nacidos. Sobrevivieron Guillermina, José Carlos y Julio César.

       En la partida de matrimonio, José Francisco Mariátegui Requejo consignó varios datos falsos para ocultar su identidad.  José Francisco procedía de una ilustre familia limeña de origen vasco y, por mandato familiar, fue enviado para administrar una hacienda de su familia. En la fiesta patronal del pueblo de Sayán se enamoró de la joven María Amalia La Chira.

       Con su “esposa” convivía esporádicamente. Y en cada estadía con María Amalia engendraba un hijo y luego la abandonaba. María Amalia se trasladó al cercano puerto de Huacho a la casa de su hermano Juan Clímaco La Chira, quien en su casa tenía un taller de talabartería. María Amalia oficiaba de costurera y se empleaba en la casa de algunas familias para ejercer su oficio. En 1885 nace María Guillermina Mariátegui La Chira.

       De Huacho, la señorita Carmen Chocano la llevó a Moquegua cuando estaba encinta de José Carlos; durante ese periodo llevó el hábito de la Virgen del Carmen.  Amalia en Moquegua se declaró “viuda”.  Ahí dio a luz el 14 de junio de 1894. Según, José Rouillon, su autorizado biógrafo: nace como la mayoría de los infantes; humildes, raquítico y endeble. Su madrina de  bautismo fue la señorita Carmen Chocano.

       Al poco tiempo, Amalia, de Moquegua regresó a Lima. Su comadre la había recomendado a algunas familias en donde podía trabajar. Francisco Javier había estado en comunicación epistolar con Amalia; la visita y engendra un nuevo hijo: Julio César, nacido en diciembre de 1895. De Lima regresa a Huacho; en donde transcurre la primera infancia de José Carlos. En ese periodo su padre sustituto fue su tío Juan Clímaco La Chira. Como es sabido, la primera infancia es importante en la formación de la personalidad y en la adquisición de hábitos. En su casa José Carlos aprendió a escribir y a leer; le enseñaron su madre y Guillermina, su hermana mayor. También su madre le enseñó las primeras oraciones y a santiguarse.

       La religiosidad popular que profesaba María Amalia y el férreo monopolio de la iglesia católica en la sociedad peruana, influyó para que rompiera definitivamente la relación con su “esposo” al enterarse que era nieto de Francisco Javier Mariátegui y Tellería (1793-1884), activo anticlerical y distinguido fundador de la masonería, “hereje” y condenado por la iglesia. María Amalia atribuyó la conducta de su “esposo” a su ascendencia.

       El niño José Carlos ingresó a primero de primaria en la escuela fiscal de Huacho. En los juegos, algo bruscos, con sus compañeritos durante el recreo escolar, José Carlos cayó en el empedrado y se lesionó la rodilla; lo que le produjo un dolor intenso.  Su madre lo retiró del colegio. En la casa le sobrevino fiebre por lo que su madre, aunque angustiada, se agenció de algunos recursos para trasladarse en vapor al Callao y en Lima buscar atención médica para su hijo.

       La señorita Carmen Chocano, su comadre, la recomendó para que trabajara en Lima donde una familia francesa que tenía una tienda de modas. Fue providencial. Pues, esa familia hizo gestiones para internar a José Carlos en la Clínica Maison de Santé. En su larga permanencia en la clínica, de octubre de 1902 a febrero de 1903, las monjas francesas de San José de Cluny lo visitaban con frecuencia y le enseñaban francés.  Lo operaron de la rodilla; pero su pierna quedó rígida. Luego que le dieron de alta tuvo una larga convalecencia en la que adquirió el hábito de la lectura. Y desarrolló, como compensación a su limitación física, una imaginación portentosa.

       Desde los ocho hasta los 16 años vivió en una casa estrecha, húmeda y con falta de luz, sin asistir a la escuela. Aprovechaba el alumbrado público de luz mortecina que se filtraba por la ventana de su dormitorio para leer hasta en las noches. María Amalia eludía darle respuesta a su hijo cuando le preguntaba sobre la identidad de su padre. Esto disgustaba al niño porque, a su vez, no sabía responder cuando alguna persona le preguntaba por su padre.

       Guillermina, hermana mayor de José Carlos, se casó el 23 de febrero de 1906 con Modesto A. Cavero, joven oficial del ejército. La madrina de la boda fue Amalia. Ante la ausencia de Guillermina que ayudaba a su mamá en la confección de vestidos y en tareas del hogar, se deterioró la salud de Amalia.

       Las únicas veces que José Carlos salía de su casa era para hacer compras. Amalia le había advertido que no transitara por la calle El Huevo —ubicada a la vuelta de la esquina de su casa— por ser lugar de diversión y desenfreno para las mujeres de “mal vivir”.

       Ante la insolvencia económica en el hogar, José Carlos se sintió obligado por la necesidad a trabajar. El cojito Mariátegui a los 14 años ingresa a trabajar al diario La Prensa por mediación de Juan Manuel Campos, obrero gráfico y anarquista; a quien conoció de casualidad en una tómbola de barrio. El adolescente José Carlos, se desempeñó, al principio, de portapliegos y mensajero. ¡Imagínense! Un mensajero cojo. Amalia, apenas se enteró que su hijo había conseguido trabajo, le pidió a José Carlos que la acompañara al altar donde se veneraba la Virgen del Carmen para darle las gracias por el favor concedido. Amalia habla con el linotipista Juan Manuel Campos, amigo de José Carlos, para que no se desvíe del buen camino.

       José Calos estuvo de ayudante de linotipista. El ambiente de las máquinas de impresión afectaba su precaria salud por lo que recurrió a la ayuda del médico de José Carlos, el doctor Ricardo L. Flórez, que sabía de la valía de José Carlos desde que lo atendiera en la clínica Maison de Santé. El doctor Flórez era amigo y correligionario del Director de La Prensa don Alberto Ulloa Cisneros. Previa evaluación de Ulloa, José Carlos fue promovido a trabajar en una oficina, próxima a la sala de redacción.

       José Carlos estuvo bajo el control estricto de su madre. Ella sabía que los periodistas, artistas y obreros gráficos tenían fama de bohemios y frecuentaban los fumaderos de opio del barrio chino. Sin embargo, en ese ambiente, bajo la atenta vigilancia de su madre, que se preocupaba cuando llegaba tarde a la casa y algunas veces lo esperaba a la salida del local de La Prensa; José Carlos fue adquiriendo su amplia cultura. Publica su primer artículo periodístico, mediante una artimaña subrepticia, en el diario La Prensa el 24 de febrero de 1911.

       Cuando se consolida como periodista tiene afinidad con un colega, “el negro” César Falcón y se hacen amigos inseparables; razón por la cual en el ambiente periodístico los denominan como la “yunta brava”. La amistad de ellos trascendió hasta las madres de ambos.

       Pasaron seis años cuando el joven periodista J.C. Mariátegui fue denunciado por profanar el cementerio de Lima. ¿Qué había sucedido?

       El lunes 5 de noviembre de 1917 a la una de la madrugada en el Cementerio General de Lima la danzarina Norka Rouskaya interpretó el sentimiento que Chopin le insufló a su Marcha fúnebre (1839). Esta escenificación, que tan solo habría durado 08 minutos, provocó indignación en la opinión pública limeña. Un escándalo de vastas proporciones por el cual Mariátegui fue conducido a la cárcel; ocurrió su primera prisión; sucesos que los denominó, posteriormente, “accidentes de trabajo”. En esas azarosas circunstancias lo que más le preocupaba era el juicio de su madre.

       Las inquietudes sociales de la “yunta brava” fue madurando. Eso se expresa al fundar el diario “La Razón” que tuvo corta duración por la clausura gubernamental. Los años 1918-19 se produjo tensión de ambos jóvenes periodistas frente al régimen del dictador Leguía por haber apoyado la lucha por la jornada de las 8 horas de trabajo y una huelga general en Lima; también apoyaron la Reforma universitaria, sin ellos haber cursado estudios universitarios. El gobierno los cercó y asedió obligándolos a aceptar un exilio disfrazado, enviando a José Carlos a Italia y a César a España como agregados de prensa. Partieron del puerto del Callao el 08 de octubre de 1919. Por supuesto, ninguno de los dos realizó la función formal por la cual los habían sacado del escenario peruano.

       José Carlos no sólo aceptó por el asedio financiero del régimen; sino, sobre todo, y como lo manifestó, para estudiar e informarse directamente de los acontecimientos.  Dijo que su único capital era su cultura y tenía que acrecentarla; lo que no sucedería si se quedaba en Lima.  Además, si se quedaba en Lima corría el peligro de ser encarcelado.

       José Carlos determinó que una parte de su sueldo, que no era mucho, lo cobrara en Lima, su mamá. Como los pagos de la legación peruana no eran regulares y hasta llegaron a rebajarle el sueldo. Se agenció para enviar colaboraciones periodísticas a Lima. Pero no llegó a ser suficiente por lo que optó su regreso a Lima. Sin embargo, venía a Lima con la misión de articular a los trabajadores asalariados en un frente único de clase para después —con ese cimiento—, constituir el Partido Socialista; uno de los instrumentos de la Revolución.

       En el puerto del Callao fueron a recibirlo sus amigos el 17 de marzo de 1923. Al desembarcar, le sucedió un contratiempo: le exigieron dinero adicional por sobrepeso de su eqeuipaje constituido por libros. Pero no tenía dinero. Uno de sus amigos, Sebastián Lorente, se percató del aprieto en que se encontraba y le solucionó el impase. En vista de la actitud de su amigo, José Carlos intentó dejarle en prenda su pistola que traía consigo; pero su amigo, le dijo que no era necesario.

       Debido a la insolvencia económica, tuvo que alojarse temporalmente en la casa de su mamá con Anita Chiappe, su esposa, que estaba encinta del que sería Sigfrido y con Sandro que había nacido en Roma.

       Su mamá le entrega un álbum con los recortes que amorosamente había compilado. No se sabe quién denominó a esa etapa de su vida como la Edad de piedra.  Ahora a Mariátegui le interesaban sus artículos de definida orientación socialista; pues, en Europa —según sus palabras— había desposado una mujer y algunas ideas.

       En esa situación de apremio económico lo visitó Alfredo Piedra, por encargo de su primo hermano, el presidente de la república, para ofrecerle la dirección del diario La Prensa. De haber aceptado, no hubiera cumplido con su misión: concurrir a la creación del socialismo peruano. Mariátegui tenía un profundo sentido de la austeridad.

       El primer “cachuelo” se lo ofreció su amigo Don Pedro López Aliaga: organizar una exposición de pintores y escultores italianos. A la inauguración asistió el presidente Leguía. Luego colaboró con las revistas Mundial y Variedades.

       En 1924 le sobrevino una crisis de su enfermedad que estuvo a punto de quitarle la vida. Guillermo Gastañeta, médico-cirujano, le informó a su esposa y a su mamá de la urgencia de actuar; entonces se suscitó entre ellas un conflicto por la discrepancia de pareceres.  Anita Chiappe autorizó la amputación de la pierna.  Amalia fiel a su concepción andina consideraba que el cuerpo era sagrado y no había que “profanarlo”.

       Mariátegui fue a convalecer por una corta temporada a la “Quinta de Reposo” del médico Luis Pesce Pesceto en Chosica. Y es ahí donde escribió un bello poema dedicado a su esposa: …mla vida que te falta es la vida que me diste

       En una nota autobiográfica, solicitada por su amigo argentino Samuel Glusberg escribe:…Habría seguramente ya curado del todo con una existencia reposada.  Pero, ni mi pobreza ni mi inquietud espiritual me lo consienten…(1927)

       Indicadores de su pobreza era la frecuencia de los ñoquis al pesto preparados por Anita y la morosidad en el pago del alquiler de su casa.  Anita contribuyó a la economía hogareña mediante el pensionado que ofrecía en su casa.

       Vuelto Mariátegui a sus tareas habituales en silla de ruedas, emprendió la tarea más fecunda en los últimos seis años de vida: engendró dos hijos, José Carlos y Javier, cofundador con su hermano Julio César de la imprenta, editorial y librería Minerva, de la memorable revista Amauta y Labor, promovió la cultura, y sindicatos, centralizó el movimiento obrero en la Confederación General de Trabajadores, fundó el Partido socialista, publicó dos libros que son clásicos, etc, etc.  En el ínterin, su casa fue allanada y estuvo preso en el hospital militar. Nadie trascendió tanto con tan pocos recursos y en tan corto tiempo.

       La relación familiar de Amalia La Chira y José Carlos siempre fue estrecha. Amalia apoyó la idea de José Carlos para que Julio César, su menor hijo, traslade su imprenta de Huaral a Lima. (Ese fue el origen de la célebre editorial y librería Minerva). Mariátegui hizo partícipe a su mamá en las reuniones con sus amigos.

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