miércoles, 1 de agosto de 2018

Literatura

El Método Dialéctico en la Prosa de César Vallejo

Julio Carmona

CV NO DEJA de manejar la confrontación dialéctica de contrarios en el ámbito artístico. El siguiente texto es prueba de ello, aunque es una idea que figura entre los apéndices de El arte y la revolución, en tanto son —afirma Georgette Vallejo— «anotaciones afines a su temática que figuran en las libretas de apuntes del autor». En el texto aludido dice:

«Hay la revolución en literatura (que no es necesariamente revolución en política: Proust, Giradoux, Morand, Stravinsky, Picasso1) [a] y hay la revolución en literatura (que es necesariamente revolución en política: Prokofiev, Barbuse, Diego Rivera) [b]. Esta última revolución es de temas y, a veces, va acompañada de técnica. La primera es de técnica y, a veces, va acompañada de temas. [c] En Rusia solo se tiene en cuenta o, al menos, se prefiere, la revolución temática. En París, la revolución técnica. [d] He aquí toda la diferencia entre revolucionarios y reaccionarios, entre vanguardistas y retaguardistas, etc.» [e] (B-1973-2: 141).

a)   Esta propuesta de «revolución en literatura que no es revolución en política» está de acuerdo con la propia «teoría del compromiso2» de CV, para quien la unidad de la conciencia humana es indivisible3, por lo tanto no cabe la posibilidad de que haya un escritor que pueda sustraer de su obra su concepción política; por ejemplo, ya en 1925 escribía: «Los literatos obran en la política internacional y en forma traumática» (Desde Europa, 1987: 51). Y, dos años después (1927), escribe: «El artista es inevitablemente un sujeto político. Su neutralidad, su carencia de sensibilidad política, probaría chatura espiritual, mediocridad humana»; sin embargo, ahí mismo aclara que la política en él no es la del uso «doméstico», de propagandista o catecúmeno (op cit.: 253).4 Pero ya en 1934, cuando ha llevado esa visión —todavía idealista del artista— a un nivel ya materialista, llega a esta convicción concluyente: «Hasta la metafísica y la filosofía a base de fórmulas algebraicas, de puras categorías lógicas, sirven, subconscientemente, a intereses y necesidades concretas, aunque “refoulés”5, del filósofo, relativas a su clase social, a su individuo o a la humanidad. Lo mismo acontece a los demás intelectuales y artistas llamados “puros”. La poesía “pura” de Paul Valéry, la pintura “pura” de Gris, la música “pura” de Schoenberg, —bajo un aparente alejamiento de los intereses, realidades y formas concretas de la vida— sirven, en el fondo, y subconscientemente, a estas realidades, a tales intereses y a cuales formas» (El arte y la revolución, 1973: 12). Más adelante en esta misma obra va más allá de quienes todo lo reducen a lo económico, y dice: «No hay que engañar a la gente diciendo que lo único que hay en la obra de arte es lo económico. No. Hay que decir claramente que ese contenido de la obra es múltiple —económico, moral, sentimental, etc.— pero que en estos momentos es menester insistir sobre todo en lo económico, —porque ahí reside la solución total del problema de la humanidad» (op. cit.: 150-151). O sea que al referirse CV a quienes hacen «revolución en la literatura que no es revolución política», no está diciendo que no haya política en su obra sino que su política no es revolucionaria, no es proletaria, no es bolchevique (expresión en la que ‘en esos momentos también era menester insistir’). Pero eso no quita que a ese escritor se le dé el merecido reconocimiento por su aporte revolucionario en materia artística, es decir, solo en lo formal (y es lo que ha ocurrido con la misma obra de CV, especialmente en algunos poemas de sus primeros libros).6 Se tiene que reconocer el desliz propositivo en que ha incurrido CV, pues la premisa «la revolución en literatura» no coincide con los consecuentes, pues no todos los personajes mencionados (Proust, Giradoux, Morand, Stravinsky, Picasso) son literatos. Los tres primeros, sí; músico y pintor los dos últimos. Pero, en efecto, los cinco eran exponentes de la revolución técnica que dominaba en el arte de esos momentos, y en sus obras no se percibía la intención de expresar una confrontación política con el sistema imperante.

b)   Contrariamente, en las obras de los siguientes tres artistas referidos (Prokofiev, Barbuse, Diego Rivera: músico, literato y pintor, en ese orden) sí se percibe una identificación con la causa de los pueblos por construir una nueva sociedad opuesta al capitalismo. En este punto CV aclara que, contrariamente a los anteriores, hay artistas que hacen ‘revolución en arte y que asimismo hacen revolución en política’, porque no solo están contribuyendo al enriquecimiento del arte en sí en su nivel formal sino que además lo están cargando con un mensaje político, para enriquecer la conciencia de la humanidad (y es el mismo caso de CV, especialmente en muchos de los poemas de sus últimos libros).

c)   De la oposición precedente CV hace la síntesis clasificatoria que identifica a la primera como una «revolución de técnica» y a la segunda como una «revolución de temas», lo que podría equipararse a la confrontación del tópico forma/fondo, que después derivaría en lo puro y lo social. Una oposición dialéctica que en esa época (los años treinta) tenía su razón de ser, debida a la insurgencia de esa nueva sociedad que se forjaba en la Rusia zarista con el nombre de Unión Soviética. Aquí, a propósito del punto precedente, aclara que en el trabajo artístico se ha incidido más en el nivel temático, es decir, en el contenido. Pero, obviamente, si es la obra de un verdadero poeta, no puede dejar de ir acompañada de técnica, aunque a veces no ocurra así, mas no por eso se devaluará esa obra si es que ha cumplido con su objetivo de usar un mínimo de técnica para cumplir con su rol estrictamente revolucionario. Creo pertinente precisar que esto ocurre no solo en el trabajo literario y artístico, sino también en la prosa reflexiva (que también es verificable en lo que a CV compete), y que puede ilustrarse con una observación hecha por el teórico marxista alemán Karl Korsch a propósito de El Capital de Karl Marx. Dice:

«… sería extremadamente precipitado desechar sin sustituirlo, por ser mero artificio, todo el método dialéctico marxista, tal como se lo emplea en El Capital y como determina toda su estructura, a causa de estas incomodidades que a primera vista parecen superfluas, y plantear —como una vez lo hizo Trotski— la herética pregunta de si en última instancia no hubiese sido mejor que “no hubiese sido el doctor en filosofía Marx, de cultura universal, el creador de la teoría de la plusvalía, sino el tornero Bebel quien ascéticamente ahorrativo en su vida y en su pensamiento, con su razonamiento tan afilado como un cuchillo, la hubiese formulado de una manera más popular, sencilla y unilateral”. La verdadera diferencia entre el método dialéctico de El Capital y los demás métodos predominantes en las ciencias económicas en tiempos de Marx, y en lo esencial y sin alteraciones hasta el día de hoy, no reside en modo alguno, como parece presuponerlo la interrogación anterior, sólo o principalmente en el terreno de la forma científica (o artística) del desarrollo y exposición de las ideas. Por el contrario, el método dialéctico empleado por Marx en El Capital resulta máximamente adecuado también por su contenido para una ciencia que no apunta, en su tendencia, a la conservación y ulterior desarrollo, sino al soterramiento, por la lucha y la subversión revolucionaria del orden económico y social capitalista actual» (Korsch, Karl: El método dialéctico en El Capital: Extracto en versión PDF, pp. 96-97).

d)   Y, obviamente, en Rusia ‘se tenía en cuenta o se prefería a la revolución temática’, mientras en París (centro cultural del capitalismo) tenía predominio la ‘revolución técnica). Pero vistas las cosas dialécticamente —como lo está haciendo CV— esa oposición (aunque en el fondo sea una lucha de contrarios, irreconciliable) no debe conducir a que, recíprocamente, se nieguen calidad artística, ni que se aborrezcan (como en pleito de comadres) al extremo de no poder mantener un diálogo civilizado.

e)   Lo interesante de todo lo anterior es que CV deriva hacia el objetivo central: a comparar la literatura que se está haciendo en el primer país que ha instaurado una nueva forma de gobierno opuesta al capitalismo, la Unión Soviética, Rusia, y lo opone al otro que es, a su vez, un representante de los gobiernos capitalistas: Francia. Y en ambos países se presenta la oposición literaria previamente expuesta: en Rusia la revolución literaria temática, y en París la revolución literaria técnica. Y es así que llega a la conclusión definitiva: que esa oposición entre lo temático y lo técnico es lo que marca la diferencia entre revolucionarios y reaccionarios. Y lo más interesante es que hace la relación paralela de vanguardistas y retaguardistas, es decir, que lo lleva al terreno estrictamente político, pues en este caso no relaciona el vanguardismo con lo artístico, sino con lo político. Y digo que la última síntesis dialéctica CV la lleva al terreno de lo estrictamente político, sus elementos contrarios los resume en las expresiones aplicadas a sus autores: revolucionarios (temas) y reaccionarios (técnicas), llevando su progresión a un nivel paradójico porque, si bien en París los artistas revolucionarios técnicos se hacen llamar vanguardistas, CV prefiere reservar esta denominación en su acepción política para los artistas revolucionarios temáticos, mientras que deja para los otros la de retaguardistas. Obviamente, CV está aplicando el calificativo de «retaguardistas» a los seudo-vanguardistas (que devalúan a este último término); en sus «Apuntes para un estudio»7, CV anota un tema que pensaba desarrollar, y dice: «Vanguardismo y seudo8 (bohemios anacrónicos 1830, no trabajan y trasnochan con drogas)» (op. cit.: 166).

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(1) Hay quienes piensan que CV adhería a las ideas estéticas de Picasso, más que nada tomando en cuenta el siguiente texto: «Una nueva poética: transportar al poema la estética de Picasso. Es decir: no atender sino a las bellezas estrictamente poéticas, sin lógica, ni coherencia, ni razón. Como cuando Picasso pinta a un hombre y, por razones de armonía de líneas o de colores, en vez de hacerle una nariz, hace en su lugar una caja o escalera o vaso o naranja» (Contra el secreto profesional, 1973: 74). Obviamente, el sentido irónico de este texto sugiere una negación de lo dicho antes.
(2) Cf. David Sobrevilla, «La teoría del compromiso de César Vallejo», en: Varios, C-1988: 57-84.
(3) Y en esto hay coincidencia con J. C. Mariátegui, quien dice: «Declaro, sin escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria todas mis pasiones e ideas políticas (…) Pero esto no quiere decir que considere el fenómeno literario o artístico desde puntos de vista extraestéticos, sino que mi concepción estética se unimisma, en la intimidad de mi conciencia, con mis concepciones morales, políticas y religiosas» (Séptimo ensayo», 1980: 231).
(4) Y J.C. Mariátegui —su alma afín— dirá: «El espíritu del hombre es indivisible; y yo no me duelo de esta fatalidad, sino, por el contrario, la reconozco como una necesidad de plenitud y coherencia. Declaro, sin escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria todas mis pasiones e ideas políticas, aunque, dado el descrédito y degeneración de este vocablo en el lenguaje corriente, debo agregar que la política en mí es filosofía y religión» (Ib.).
(5) Inhibidas, contenidas, reprimidas.
(6) Esto no tiene que ver necesariamente con la dificultad de lectura que ofrezcan los poemas. Esto lo aclara CV en el siguiente texto: «La gramática, como norma colectiva en poesía, carece de razón de ser. Cada poeta forja su gramática personal e intransferible, su sintaxis, su ortografía, su analogía, su prosodia, su semántica. Le basta no salir de los fueros básicos del idioma. El poeta puede hasta cambiar, en cierto modo, la estructura literal y fonética de una misma palabra, según los casos. Y esto, en vez de restringir el alcance socialista y universal de la poesía, como pudiera creerse, lo dilata al infinito. Sabido es que cuanto más personal (repito, no digo individual) es la sensibilidad del artista, su obra es más universal y colectiva» (op. cit.: 64).
(7) ‘Apuntes’ a los que alude Georgette Vallejo en la presentación del libro: «Se agrega a este volumen —dice— anotaciones hechas por Vallejo en una de sus libretas, para un trabajo que no llegó a redactar»
(8) Obviamente la frase está recortada. La coherencia textual obliga a agregar «seudo-vanguardismo». Y establece el vínculo con los románticos del siglo XIX.




Confesiones de Tamara Fiol ¿un novelón indigesto?

(Vigésima Segunda Parte)

Julio Carmona

132. p. 247: «… llegábamos los pájaros carroñeros de la guerra, en busca de (sic) imágenes más atroces…» Ha debido decir: ‘en busca de las imágenes’.

133. p. 247: «… la playa se veía atestada de bañistas, con lujosos y atrevidos trajes de baños…» La palabra ‘baños’ debe ir en singular, así como en la p. 203 se ve escrito: «piquetes del ejército en uniformes de combate» (y no de ‘combates’), aquí —igual— ha debido decir: ‘trajes de baño’ y no ‘de baños’. Y el mismo error se da en la p. 275, donde se habla de «oligarcas vendepatrias», cuando ha debido decir solo ‘vendepatria’, este mismo error se repite en las pp. 272, 274, 275; y en la p. 284 hay otro error similar: «Habíamos pedido (…) tres platos de cebiches…», y ha debido decir solo: ‘cebiche’. Por ejemplo, en la p. 34 dice correctamente: «coches bomba», y no ‘bombas’; igual en la p. 89 dice: «razones de trabajo» y no ‘trabajos’; en la p. 165 dice: «exposiciones de pintura» y no ‘de pinturas’; pero en la p. 349 dice: «puestos de comidas», y en la p. 405 vuelve a cometer el mismo error, dice: «dos equipos de sonidos», y debió ser solo de ‘sonido’. En la p. 418 dice: «Vi dar seis vueltas de campanas al Volkswagen…», y ha debido decir: ‘vueltas de campana’.

134. p. 275: dice que Arancibia “no pudo evitar que lo invadiera un sentimiento de humillación, pues consideraba que él merecía que le encomendara tareas más altas.” Ha debido decir: ‘merecía que se le encomendaran tareas’ o ‘merecía que le encomendaran’ o ‘merecía se le encomendaran’…

135. p. 247: «… había hecho a un lado este material para estudiarlo y discutirlo con Muriel a mi regreso a Lima». Repetición
viciosa de la preposición «a». Igualmente, dice: «Morgy, mi bebé, duerme, para que te levantes fresco para la batalla», repetición de la preposición “para”.

136. p. 248: «… era la laguna Estigia, como la (sic: que) simbolizaba Coppola en una de sus películas.»

137. En la p. 251, se ha escrito «antiansióliticos», y ha debido decir: ‘antiansiolíticos’.

138. p. 251: «Me dijo que habían aparecido tres cadáveres, uno en Infiernillo, otros (sic: otro) en la quebrada de Huatatas y otra (sic: otro) aquí en la misma ciudad, a la puerta del Colegio Guaman Poma.» Por otro lado, ¿se dice: ‘a la puerta’ o ‘en la puerta’? Y, en seguida se comete otro error: «‘Por venganza, amigo Morgan. ¿Por qué sino (sic: si no, separados la conjunción condicional «si» y el adverbio de negación «no) por venganza?’.»

139. p. 254: «… para reemplazar a un reportero caído en Saravejo» (sic: Sarajevo). Y en esta misma página dice: «… después de uno (sic: unos) segundos…», y también: «… abrió las puertas y lo (los) salones de su casa…»

140. p. 255: «… quería castigar de alguna manera a mi padre, por quien sentía un profundo resentimiento (similar aunque de naturaleza diferente a la (sic: al) que sentía Roy frente al suyo)…» Se está refiriendo al ‘resentimiento’ que es de género masculino.

141. p. 261: «… pizarristas y almagritas…» (sic: almagristas). (…) «… conoció a los líderes que entorno (sic: en torno) a la figura de Haya de la Torre fundaron pocos años después el APRA».

142. p. 262: «… era descendiente por línea directa masculina de unos (sic: uno) de los trece de la famosa isla» (Ibíd.)

143. p. 262: «… tuvo como huéspedes a rancios civilistas, pierolistas, leguiistas (sic: leguiístas), que partían o volvían del destierro.» Ha debido decir: ‘que partían al o volvían del destierro’. El error, con variantes, se repetirá en la p. 264: «… los políticos que iban o regresaban del destierro.»

144. p. 263: «lo que acababa de contar lo supo por fuentes indirectas, incluido (sic: incluidos) los testimonios alucinantes de Guillermina…»

145. p. 263: «Y que Odría nunca olvidó estas atenciones. (sic: sin punto) Lo (sic: minúscula) demostraba el hecho…» Esta construcción exige que se suprima el punto seguido. Fuera pertinente si se hubiera formulado así: ‘Y Odría nunca olvidó estas atenciones’.

146. p. 264: Aquí se escribe el apellido de Luis A. Flórez con «z». Lo común es que se escriba con “s”. Lo hemos verificado en los libros de Historia, incluso en los buscadores de Internet.

147. p. 265: En esta página se menciona al «hermano Leoncio Rabanal que había venido de España a explicar a los colegios que tenía la Orden fundada por el beato Marcelino Champaña». Y en uno de esos colegios entró a estudiar Arancibia. Pero hay la siguiente construcción defectuosa: se dice, pues, que entró a estudiar «al Santa Rosa (pues por influencias había sido admitido en el colegio al concluir las vacaciones de medio año)…» (la frase «en el colegio» está demás, con la mención de «al Santa Rosa», ya se sobreentiende. Pero lo más destacable de esta página es la mención al «hermano Leoncio» porque después, en las páginas siguientes se le cambiará de nombre: «Luciano».

148. p. 266: se usa dos veces la palabra «blasfema», en el primero bien: «atrocidades profanadoras y, blasfemas», como adjetivo de atrocidades, aunque la coma después de la «y» está demás; pero en el segundo caso falla, pues se usa como sustantivo y, en este caso, debe decir: “blasfemias”: «había corrido el vino entre blasfemas y fandangos».

149. p. 268: «… ni los gestos mussulinianos…» Ha debido decir ‘mussolinianos’, y en esta misma página dice: «… por órdenes que venía (sic: venían) desde arriba…» Asimismo hay repetición viciosa: «… era la única manera de tentar de manera razonable». Se pudo cambiar una de las palabras repetidas por ‘forma’.

150. p. 270: Decir «un poema que se llama ‘La piedra absoluta’», no es lo más atinado; en todo caso debe decirse: ‘un poema titulado’. Los poemas no tienen nombre sino título. Y esto lo sabe MG porque en la p. 163 dice: «Un día mi padre les dio a leer un soneto que tituló ‘Querellas del jardín’.»

151. p. 272: Dice: «… había alcanzado a ver (sic: a) sus compañeros de la JAP, el Serrano Calderón, el Trompudo Talledo y Parcemón Seminario…» Y en el caso de los apodos, que van en cursiva, esto se justifica en los dos primeros (Serrano y Trompudo), mas no en el tercero, porque no es apodo, es un nombre propio de la región. Y esto se confirma cuando en la línea siguiente se lo escribe sin cursiva: «además Parcemón era nada menos que hermano menor del famoso Búfalo Seminiariote» (sic), este último apelativo ha debido ir así: ‘Seminariote’, pues deriva del apellido ‘Seminario’.

152. p. 276: Se menciona dos barrios míticos de Piura: la Gallinacera y la Mangachería, pero para el primer caso se usa el plural, dice: «… las masas que procedían del barrio de Buenos Aires y de las Gallinaceras, aunque extrañamente la vigilancia disminuía de manera ostensible por el barrio de la Mangachería.»

153. p. 278: «Con las manos húmedas había vuelto (sic: a) apretar…» Luego dice: «Bracamonte, sin embrago (sic: embargo) …» Asimismo, dice que el golpe de Estado de Odría se dio el 27 de octubre de 1947, cuando se sabe que fue en el año de 1948, y como concluyó en el año de 1956, por eso se le llama el ochenio odriísta, error que se repite en la p. 295, y del ochenio hace referencia en la p. 328, o sea que no es ex profeso que se cambia la fecha, sino que es un error evidente.

154. p. 279: «¿Pero como (sic: ‘cómo’) había terminado el enfrentamiento?»

155. p. 280: «… fueron llevados a El Frontón, desde de (sic: ripio) donde…» Y, más adelante, dice: «… Arancibia se dedicó a leer novelas y libros de historia, de las cuales hubiera sacado más provecho, si a menudo hubiera interrumpido la lectura para pensar o imaginar la manera de vengarse de Cucho Canessa…» En principio, ha debido modificar el orden de las lecturas, poniendo primero los libros de historia, y luego las novelas, porque la frase siguiente alude a estas: «de las cuales», o en todo caso ha debido decir: ‘se dedicó a lecturas’. Y, en segundo término, ha debido decir ‘si a menudo no hubiera interrumpido la lectura’.

156. p. 283: En esta página (primera del Cap. XV) se retoma la ilación del cap. XI, que concluye en la p. 228, y el narrador dice: «… llamé a Malenita tal como habíamos convenido poco antes de abordar el avión en Huamanga (bueno también llamé a Muriel, pero nadie contestó el teléfono) y me reiteró la invitación de Tamara para hacer una excursión a las playas del sur.» Y hay dos inexactitudes: a) porque en la llamada de Huamanga no se dice que hayan hablado de la excursión a las playas del sur, por lo tanto lo de la reiteración resulta ser impropio, y b) cuando dice que llamó a Muriel y «nadie» contestó, también lo es, porque Muriel vive sola, y por tanto es obvio que nadie más le va a contestar; simplemente debió decir Muriel no contestó, es decir que no estaba en su casa. Por ejemplo, más adelante, habla de otra llamada a Muriel y dice: «… llamé por tercera vez a Muriel, pero tampoco me contestó la llamada.»

157. p. 284: La siguiente descripción está mal formulada (no en vano el mismo MG, en LIN reconoce que la descripción esa es una sus deficiencias): «El mar está muy picado, con altas olas que revientan con estrépito; los bañistas en la playa son muy contados y el aliento cargado de esencias marinas del mar peruano nos envuelve y cuando un sol débil comienza a despejar las brumas, Tamara me explica que allá al fondo están las islas de San Lorenzo y El Frontón…» En principio, la descripción ha debido estar desligada del comentario de Tamara Fiol, lo cual no ocurre al decirse que: «cuando un sol débil comienza a despejar las brumas, Tamara me explica»; por otro lado, las conjunciones ilativas «y» que unen diferentes aspectos de la descripción, ha debido ser reemplazada con el signo punto y coma, y el texto hubiera quedado así: ‘El mar está muy picado, con altas olas que revientan con estrépito; los bañistas en la playa son muy contados; [incluso aquí, con la conjunción ‘y’ da la impresión que se refiere al aliento de los bañistas, porque falta —por lo menos— una coma para separar dos oraciones distintas] el aliento cargado de esencias marinas del mar peruano nos envuelve y un sol débil comienza a despejar las brumas. Tamara me explica que allá al fondo están las islas de San Lorenzo y El Frontón…’, observando que esta última oración participa en la descripción, pero, asimismo, independiente de ella, y no —como ya señalamos que— cuando ‘un sol débil comienza a despejar las brumas, Tamara me explica…’, como si la acción del sol fuera condicionate de lo otro.

158. p. 284: El narrador sigue hablando de TF y dice que ella «… me señala la línea litoral donde están, me dice, Playa Hermosa, Punta Negra, San Bartolo y, más al sur, Pucusana, frente al cual (sic: a la) hay una isla…»; se supone que está hablando de «las playas del sur», por tanto ha debido decir: ‘y, más al sur, Pucusana, frente a la cual’; salvo que antes hubiera hablado de ‘balnearios’; y en el uso de la lengua se impone lo explícito no lo implícito.

159. p. 284: el narrador se refiere a Tamara y dice: «… por lo demás mi amiga se limitaba a picotear de los platos», y antes ha dicho que la norma de los reporteros de guerra es que no deben hacer amigos. Aunque también puede considerarse como una contradicción, pues en la p. 285, dice que TF «apenas si había probados (sic: ‘probado’) los suyos.»

160. p. 284, MB dice: «Malenita me pidió que contara algo de mi experiencia como reportero de guerra.» Y este «pedido» es un pretexto para hacer propaganda contra el socialismo, pues justo elige el tema de la caída de Ceaucescu en Bucarest, y no solo habla de él como dictador sino que en medio de la exposición de los destrozos que observó por parte del pueblo, dice: «nunca antes había visto caer hechos trizas tantos espejos, ni traerse abajo las esculturas de Lenin y otras figuras de la iconografía comunista», es decir, que la novela no solo construye la «experiencia» del reportero de guerra, que no es comunista y hasta lo más probable es que sea anti comunista, sino que también está el mensaje subliminal del fin del socialismo223, y es una manera de contribuir con la novela a su sepultura, subrayando los latrocinios del dictador y hasta una supuesta relación de Nadia Comaneci con el hijo del sátrapa, lo que hace más patético el relato, concitando la conmiseración de Malenita, y la misma TF contribuye al escarnio subrayando que se trataba de un «tenebroso dictador de un país balcánico», lo que da pie para que el narrador culmine el agravio diciendo: «¡Nada menos que descendiente del conde Drácula!», es decir, el mismo mecanismo que las castañuelas del hermano Martín para devaluar a la poesía social.

161. p. 285: «Las esculturas por sus volúmenes me parecieron groseras y sombrías los óleos que cubrían los salones.» Obviamente, lo que se ha querido decir es: ‘Las esculturas por sus volúmenes me parecieron groseras, y sombríos los óleos…’. Y, en todo caso, el adjetivo «groseras» ha debido cambiarse por «grotescas»; lo voluminoso puede devenir grotesco; no, grosero.

162. p. 286: El narrador refiere que se encuentra con Malenita y TF (y nadie más) en un restaurante en las playas del sur, y dice: «Al despedirse, esta (se está refiriendo a Malenita) me recordó que debía de cuidar bien a la reina de todas las mujeres.» Es obvio que quien se va es Malenita, por lo que es impertinente que diga «esta», y para referirse a personas no es lo más apropiado usar ese adjetivo, en el habla popular hay un dicho que se usa para recusarlo: «¿Ésta? La que te apesta».

163. p. 287: TF dice: «… el espejo me devolvió la imagen de una vagabunda que no sabía qué hacer con su vida. Antes de salir le dejé a mi amiga una nota agradeciéndole y disculpándome por las molestias que yo le causo.» Y en el párrafo siguiente agrega: «En los dos últimos años me he acostumbrado a ver el turbio amanecer limeño desde la terraza del Zela o de cualquier otra cantina, pero entonces vi una luz más limpia, menos gris, casi celeste lamiendo los ficus y las palmeras del parque.» Cuando dice: «agradeciéndole y disculpándome por las molestias que yo le causo», en principio, el pronombre «yo» está demás, y por otro lado ha debido separar los verbos agradecer y disculpar con sus respectivas razones de ser, pues no puede ser que le esté agradeciendo por las molestias, por tanto, ha debido precisar que le agradece ‘por la hospitalidad’ y se disculpa ‘por las molestias’. Por último, cuando habla de ‘los ficus y palmeras del parque’, no se especifica de qué parque se trata: ¿Parque Universitario, de La Reserva, de La Exposición?, máxime si se trata de especificar que tiene ficus y palmeras y al lector le gustaría verificar si los mencionados tienen dichos árboles.

164. p. 288: «Cuando llegué Julito acababa de abrir». Ha debido ir coma después de «llegué».

165. p. 288: «Sé que Belén Goyeneche tuvo una bella voz y don Ramiro Fiol compuso con sus propias manos Pájinas libres.» Son dos oraciones distintas relacionadas con la conjunción «y»; sin embargo, no tienen nada que ver una con otra; por tanto, antes de la «y» ha debido ponerse una coma, si no la lectura obliga a seguir la idea de la voz, esperando se diga si Ramiro Fiol también la tuvo o, si no, que ocurría lo contrario, pero de Ramiro Fiol se va a decir algo totalmente distinto.

166. p. 289: Aquí TF, después de una juerga (de las acostumbradas, pues en la p. 287 ha asegurado que «En los dos últimos años me he acostumbrado a ver el turbio amanecer limeño desde la terraza del Zela o de cualquier otra cantina», además ha dicho que —al día siguiente de la juerga— «Al despertar no sabía ni dónde estaba, ni qué día ni qué hora era») dice que: «Después de terminar el desayuno y fumarme un par de cigarros pensando en mis viejos, me sentí algo aliviada como para ir a San Marcos a escuchar mi clase de Química de las ocho de la mañana.» (Y aun agrega) «Me esforcé por tomar apuntes…», ¿pero cómo iba a tomar apuntes si no se ha dicho que haya salido de la casa de la amiga con cuadernos o con libros ni menos con lapiceros?, ¿de dónde los sacó si todo eso debía estar en casa de sus padres a donde en otras ocasiones ha dicho que iba a cambiarse de ropa esporádicamente?, y hay otra incógnita por resolver, puesto que como no tenía un lugar fijo donde dormir, ¿dónde guardaba sus libros y cuadernos y utensilios de escritura?, si vive «a salto de mata». En la p. 301 vuelve a decir que el mismo día que conoció a Arancibia (luego de que quedara abandonada en el domicilio de este) se dirigió al bar El Palermo, a la presentación de un libro de poemas, y que se volvió a embriagar, y que «completamente borracha hablando desatino y medio» su amiga Emperatriz la «llevó de nuevo a su casa» donde permaneció «dos días en el cuarto de servicio sin probar bocado alguno. Al tercer día, me vestí y fui a clases. Dos días después, Arancibia me esperaba a la salida del aula.» Es decir, justo se despierta el día que tiene clases, ¿y los otros días que durmió, no tenía clases? Y si esta situación es una constante, ¿qué tipo de estudios está realizando?

167. p. 249: «… ya subido en la lancha, veía a mi madre que alejándose, lloraba diciéndome adiós. Después mientras su figura desaparecía de la playa, vi que el faro se alejaba cada vez más adentro del mar y el viejo Scott me decía: Nunca llegaremos, muchacho. Nunca llegaremos al faro…» La expresión apropiada es «mar afuera», porque los faros siempre están alejados de la playa, y esta se encuentra comprendida dentro de lo que se denomina «mar adentro». Por lo tanto el faro está ubicado «mar afuera» y mientras más se avanza para llegar a él, se va «más afuera del mar» y no «más adentro». En la p. 290, hay un párrafo encerrado entre paréntesis que dice: «(Tamara Fiol calló por un
momento. Bebió un sorbo de cerveza. Miró hacia más (sic) adentro los contornos de la isla San Lorenzo…)», y, obviamente, el signo «sic» destaca que lo que se ha querido decir es: «mar adentro», de otra forma no tiene sentido: ¿‘más adentro de qué’?; pero, como ya hemos señalado, la expresión apropiada es «mar afuera»; «mar adentro» incluye a la playa, al mar que se acerca a la orilla, es decir, al lugar donde se encuentran los personajes; desde ahí ellos tienen que decir mar afuera.224

168. p. 290: «Era el último de los desterrados por Odría que había retornado al Perú…» Hay aquí una situación anfibológica: no queda claro si fue ‘el último de los desterrados en salir del país que regresaba o el último de los que estaba afuera y retornaba’.

169. p. 292: «La suya (me refiero a Arancibia) era una voz de mando, con la mirada taladrándote el alma, me sentía pequeña, una brizna arrancada de la hierba firme, y —con toda (sic: todo)— su voz, inapelable, era persuasiva, el compendio de una vida entregada a la lucha.» (¿Arancibia entregado a la lucha?)

170. p. 292: «Con un grueso embudo, nos hicieron beber aceite y después arrojaron nuestros propios excrementos a nuestras caras.» Las palabras «nuestro», «nuestras» y «propios» son redundantes. Ha podido redactarse de la siguiente manera: ‘Con un grueso embudo nos hicieron beber aceite y después nos arrojaron nuestros excrementos a la cara’. La coma después de embudo es impertinente.

171. p. 295: En el siguiente párrafo hay una anfibología, no se sabe quién es odiado de quién: «Arancibia, que no admiraba a nadie más que a sí mismo, sentía celos por la vida plena de acciones de Ñaupari, tanto que había participado en varias expropiaciones de bancos y que por una intriga mereció ser sometido a un juicio popular que lo condenó al fusilamiento, del cual fue salvado a último minuto por su odiado rival Israel Riofrío.» Si se dice que Arancibia sentía celos de Ñaupari por su «vida plena de acciones», la expresión «tanto que había participado en varias expropiaciones…» es impropia pues parece conclusión de los celos de Arancibia; si se ha buscado relacionarla con la «vida plena de acciones», ha debido decir «tanta que» (para aludir a la vida) o «tantas que» (para aludir a las acciones). Y cuando se dice que fue salvado de ser fusilado (ya no se sabe si Ñaupari o Arancibia) «por su odiado rival Israel Riofrío», tampoco se sabe si es «odiado rival» de Ñaupari o de Arancibia; y en ninguno de los dos casos se ha establecido —en el desarrollo de la historia— esa «rivalidad» y menos que produjera «odio».

172. p. 296: «Como si tomara conciencia del tiempo transcurrido, de pronto Arancibia recorrió el salón (sic), cuyo público se había renovado varias veces.» La expresión «recorrió el salón», si no se precisa que lo hizo «con la mirada», se entiende que ‘se puso a pasear por el salón’.

173. p. 299: «Recuerdo que su mirada era glacial y algo cruel y el rictus de sus labios denotaba ese desprecio que he leído que el cazador siente ante su víctima.» Las víctimas son atribuibles a los asesinos, con el cazador hay relación de «presas»: ‘el asesino y sus víctimas’, ‘el cazador y sus presas’.

174. p. 300: «Con inexplicable y para mí desconocida sumisión deseaba que Arancibia me encontrase tal como él (sic) me había dejado.» El pronombre «él» está demás.

175. p. 301: «Pidió dos exprés con dos vasos con agua.» Para evitar la repetición viciosa de la palabra «con» ha podido escribir: ‘pidió dos exprés y dos vasos con agua’.

176. p. 302: «Luego Arancibia pagó la cuenta y sin decirme adónde nos dirigíamos caminé a su lado, detrás suyo, como un animalito sumiso. En el cuarto me ayudó a desvestirme y a su vez dejó que yo hiciera lo mismo. Me miró rozándome apenas con los dedos la piel.» Hay hasta tres evidentes incongruencias: a) si dice que ‘caminó a su lado’ el lector se hace cargo de que lo hizo ya sea a su izquierda o a su derecha, y si no hay ninguna variación, también se entiende que —en el texto— ‘caminar a su lado’ es equivalente a ‘detrás suyo’, y, en realidad, ambas expresiones son distintas: no se puede caminar al lado de alguien y, al mismo tiempo, detrás suyo. b) si se adjudica a Arancibia la acción de desnudar a TF, y luego se dice: «dejó que yo hiciera lo mismo», en esta última expresión hay algo incongruente, pues hacer lo mismo significa desnudarse ella a sí misma (lo cual se entiende ya ha hecho Arancibia con ella), por tanto faltó precisar lo siguiente: ‘que yo hiciera lo mismo con él’. c) Después de «Me miró» ha debido ir una coma, si no, se entiende que la miró con los dedos, hasta que, recién, al final de la frase se entiende que ‘rozaba su piel con los dedos’.

177. p. 302: «“¡Y esto lo hice yo mucho antes que el macho cabrío de Henry Miller! —exclamó eufórico—. ¡Sino (sic: si no) que le preguntara a Guillermina cuando me pedía que ubicara en su coño dónde estaban los ovarios!”.(sic)» ¿Cómo le iba a preguntar a Guillermina si se supone que ella está en Tumbes, y el diálogo se da en Lima; además, de ella no se vuelve a saber nada hasta que se descubre que fue un invento de Arancibia, es decir que la tal Guillermina era «nada»? (lo cual es otro error de construcción del personaje).

178. p. 303: TF dice: «… nos refugiábamos en los zaguanes de viejos caserones y conventillos y allí nos amábamos o para ser más exacto (sic: s) nos excitábamos.» No puede usar el género masculino, ‘exacto’, pues es ella la que tiene que ser ‘exacta’, y, en todo caso, debió usar el plural de primera persona: ‘exactos’.

179. p. 304: «Arancibia me pidió permiso para saludar a la patrona y (sic: a) varias de las mujeres que me dijo que eran amigas.» Otra vez el queísmo. La redacción pudo mejorar así: ‘… me pidió permiso para saludar a la patrona y a varias de las mujeres que, me dijo, eran amigas’.

180. p. 305: «En toda la cuadra habían (sic), aparcados, automóviles de lujo, Cadillacs, Mercedes, Pontiacs. Nos salió (sic: a) abrir un mayordomo que me pareció que (sic: queísmo) nos miraba con estupor.» Observemos primero: el verbo ‘haber’, en su forma ‘había’, se usa en singular cuando es verbo principal (había muchos autos: que es el caso), y en plural cuando es usado como auxiliar (habían llegado).225 En segundo lugar, si las marcas de los automóviles dejan de ser nombres propios (Cadillac, Mercedes Benz, Pontiac) para convertirse en plurales que enumeran a los mismos, deben ir con minúscula: cadillacs, mercedes, pontiacs. Por último, en la expresión «que me pareció que nos miraba», para evitar la repetición viciosa de la preposición ‘que’, dicha expresión ha debido construirse así: ‘que, me pareció, nos miraba…’

181. p. 305: «… qué diablos estaba haciendo, por qué (sic: porque), créeme, precioso, la apuesta iba en serio.»

182. p. 307: «Enseguida, de un brevísimo silencio, ella respondió.» Las comas están demás, supuestamente deberían cumplir la función de ‘comas explicativas’, pero no corresponden; fueran pertinentes si se dijera: ‘Enseguida, después de un brevísimo silencio, ella…’ Y, más adelante, continúa: «Debo decir que las sospechas que me asaltaban sobre el cambio de Muriel hacia mí (sic) me avergonzaban por indignas; no obstante, recordé “Un triste caso”, de Joyce, uno de los cuentos más tristes que yo he leído.» Tanto la expresión ‘hacia mí, como la inclusión del pronombre de primera persona, ‘yo’, están demás; en el primer caso pues no ha hablado de ningún cambio ocurrido en ‘ella’ que no estuviera referido a su relación mutua, entonces, ¿hacia quién más estaría dirigido el cambio?, y, en el segundo caso, si se dice: ‘uno de los cuentos más tristes que he leído’, el sujeto es ya totalmente prescindible, resulta ripioso.

183. p. 308: «(a) Aunque ya me había duchado después de regresar del paseo con Tamara y Malenita, (b) con las palmas de mi mano a manera de un cuenco volví a refrescarme la cara con agua fría del caño…» En la primera proposición (a) hay cierta anfibología, pues da la sensación de que ‘se había duchado con Tamara y Malenita’; y en la segunda (b): «las palmas de mi mano a manera de cuenco» resulta ser una figura (símil) muy pedestre y es perfectamente prescindible, máxime si uno no se lava la cara con un cuenco, y ha debido decir: ‘las palmas de mis manos’, pues a una sola mano no se le puede atribuir el plural «las palmas».

184. p. 308: «Había luces en la calle y si los terroristas tenían alguna lógica en sus acciones ya no habría apagón esta noche.» No se sabe cuál es la relación entre la primera proposición: «Había luces en la calle» para llegar a la conclusión «lógica» de que ya no habría apagón; situación esta que se hubiera dado si ocurriera lo contrario: ‘Como no había luces en la calle’, lógicamente, ¿qué sería lo que tendría que apagarse?
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(223) Aparte de confundir las categorías, pues lo que periclitó fue el socialismo burocrático de la Europa del Este, no se trata del comunismo, etapa del desarrollo social y humano que constituye el proyecto estratégico, mientras que las otras experiencias históricas son etapas tácticas para llegar a él, y se pueden quedar en la estacada.
(224) «Mar adentro» se denomina a los sectores del mar de baja profundidad, es decir que están en la corteza continental y que incluye a los continentes, mientras que «mar afuera», a los de alta profundidad, es decir que están sobre la corteza oceánica. Al parecer, Julio Ramón Ribeyro sí acertó al usar la expresión «Mar afuera» como título de uno de sus cuentos. (Cf. La palabra del mudo, Lima, Milla Batres editorial, 1973, t. I, pp. 29-38).
(225) Es el mismo error que se da con el uso, común, de «hubieron veinte personas», en este caso (de haber, como verbo principal) se dice: «hubo veinte personas»; y se usa «hubieron» cuando es verbo auxiliar: «hubieron sido», por ejemplo.

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