Nota:
De la versión corregida y aumentada del ensayo Carlos Marx: Concepción del Mundo, Dictadura
del Proletariado, Realización del Comunismo, publicamos el siguiente
capítulo.
01.07.2018.
Comité de
Redacción.
El Comunismo y el Humanismo Proletario
Eduardo Ibarra
PRIMERO, UN DESLINDE NECESARIO. El comunismo no es, de
ningún modo, el regreso al individuo carente de necesidades poco más allá de la
primaria necesidad de la sobrevivencia, así como tampoco postular una especie de
comunismo igualitario. Ya en los Manuscritos
económico-filosóficos de 1844, Marx señaló:
Este comunismo –al negar por doquier la personalidad
del hombre– no es, en efecto, otra cosa que la expresión consecuente de la
propiedad privada, cuya negación es. La envidia
general, constituida en potencia, es la forma recatada que reviste la avaricia, la cual se satisface así,
simplemente, de otro modo. La idea de
la propiedad privada en cuanto tal se vuelve, por lo menos, como envidia y afán de nivelación en contra de la
propiedad privada más rica, y esta
envidia forma la esencia de la competencia. El comunista tosco y primitivo no
es más que el perfeccionamiento de esta envidia y de esta nivelación a base del
mínimo imaginario. Ese comunismo
tiene una determinada medida limitada. Hasta qué punto esta abolición
de la propiedad privada no es una apropiación real lo demuestra precisamente la
negación abstracta del mundo entero de la cultura y la civilización, el retorno
a la antinatural sencillez del hombre pobre
y carente de necesidades, que, lejos de remontarse sobre la propiedad privada,
ni siquiera ha llegado ella. (Escritos
económicos varios, recopilación, Editorial Grijalbo, México, 1966, p. 81;
cursivas en el original)
Pues bien, el comunismo por el cual lucha el proletariado
consciente, es la
… superación positiva de la propiedad privada, como autoenajenación humana y, por tanto,
como real apropiación de la esencia humana por y para el hombre; por tanto,
como el retorno total, consciente y logrado dentro de toda la riqueza del
desarrollo anterior, del hombre para sí como un hombre social, es decir, humano. Este comunismo es, como naturalismo
acabado = humanismo y, como humanismo acabado = naturalismo; es la verdadera
solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza y del hombre contra el
hombre, la verdadera solución de la pugna entre la existencia y la esencia,
entre la objetivación y la afirmación de sí mismo, entre la libertad y la
necesidad, entre el individuo y la especie. Es el secreto revelado de la
historia y tiene la conciencia de ser esta solución. (ibídem, pp. 82-3; cursivas en el original)
El comunismo coincide en alto grado con el humanismo. En
la teoría marxista, el problema del hombre ocupa un lugar central: obras como
los Manuscritos económico-filosóficos de
1844, La sagrada familia, Tesis sobre Feuerbach, La ideología alemana, Manifiesto comunista, Elementos fundamentales para la crítica de
la economía política (Grudrisse) 1857-1858, El capital, Crítica del
programa de Gotha, entre otras, prueban nuestro aserto. En lo práctico, la
sociedad comunista es la realización de la emancipación de la humanidad de toda
forma de enajenación.
¿Tiene el humanismo proletario una
base científica? ¿Cuál es el estatus científico de este humanismo?
Como hemos visto, Marx señaló que
el comunismo es la «superación positiva de la propiedad privada, como autoenajenación humana y, por tanto,
como real apropiación de la esencia humana por y para el hombre». Bastaría
esta cita para demostrar que el comunismo coincide en alto grado con el
humanismo proletario.
Pero continuemos. También en los Manuscritos, Marx escribió:
… la vida productiva es la vida de la especie. Es la vida engendradora de
isa. El tipo de actividad vital lleva en sí todo el carácter de una species, su carácter genérico, y la
actividad libre y consiente es el carácter genérico del hombre. La vida misma
aparece solamente como medio de vida.
(ibídem, p. 67)
En su famoso ensayo El
papel del trabajo en el proceso de transformación del mono en hombre,
Engels, siguiendo el razonamiento de Marx, apuntó:
… el animal utiliza la naturaleza
exterior e introduce cambios en ella pura simplemente con su presencia,
mientras que el hombre, mediante sus cambios, la hace servir a sus fines, la domina. Es esta la suprema y esencial
diferencia entre el hombre y los demás animales; diferencia debida también al
trabajo.
Es decir, la esencia genérica del hombre es el trabajo,
la práctica, la capacidad de trasformar el mundo objetivo, de crear «la segunda naturaleza»,
de proyectarse en los objetos creados por él mismo; en pocas palabras, la
esencia del hombre es la creación.
Por eso Marx señala:
… la historia de la industria y
la existencia objetiva de la
industria, ya hecha realidad, es el libro abierto
de las fuerzas esenciales humanas, la
psicología humana colocada ante nuestros sentidos, que hasta ahora no se
concebía como entroncada con la esencia
del hombre, sino siempre en un plano externo de utilidad, porque –al moverse
dentro de la enajenación– sólo se acertaba a enfocar la existencia general del
hombre, la religión o la historia, en su esencia abstracta general como
política, arte, literatura, etc., en cuanto realidad de las fuerzas esenciales
humanas y en cuanto actos humanos genéricos. En la industria usual, material…
tenemos ante nosotros, bajo la forma de objetos útiles sensibles y ajenos, bajo
la forma de la enajenación, las fuerzas esenciales objetivadas del hombre… ¿Qué
puede pensarse, en términos generales, de una ciencia que, altaneramente, hace
caso omiso de esta gran parte del trabajo humano y no se da cuenta en sí misma
de que es incompleta, mientras una riqueza tan desplegada de la acción humana
no le dice más que lo que puede decirse, si acaso, con la palabra: «necesidad», «necesidad común y
corriente»? (ibídem, pp. 87-8;
elipsis nuestras).
Pero ocurre que la esencia del hombre se encuentra
mutilada, extrañada, enajenada por las relaciones de producción capitalistas
imperantes (como lo estuvo también en las sociedades clasistas anteriores); y,
precisamente, el capitalismo ha llevado la enajenación a su límite extremo.
Este límite extremo consiste en
que la enajenación del hombre es universal no solo en el sentido de que existe
tanto en la vida material como en la vida espiritual de los individuos, sino
también en el sentido de que lo mismo el trabajador como el no-trabajador están
enajenados. Como sostiene Marx:
La clase poseedora y la clase del proletariado representan la misma
enajenación humana. Pero la primera clase se siente bien y se afirma y confirma
en esta autoenajenación, sabe que la enajenación es su propio poder y posee en él la apariencia de una existencia humana; la segunda, en cambio, se
siente destruida en la enajenación, ve en ella su impotencia y la realidad de
una existencia inhumana. (La sagrada
familia y otros escritos filosóficos de la primera época, Editorial
Grijalbo, México, 1962, p. 101)
Es claro que esta afirmación de Marx hay que entenderla
no abstractamente, sino en el marco concreto de la relación de explotación
existente entre la burguesía y el proletariado.
Pues bien, así como «el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la
realidad», sino el «movimiento real que anula y
supera al estado de cosas actual» (Marx-Engels) y cuyas condiciones de su
realización se desprenden del régimen capitalista, así también el humanismo
proletario no es un mero ideal ético, una simple utopía, un concepto ideológico
(en el sentido negativo del término), como pretende, por ejemplo, Luis Althusser
(véase su libro La revolución teórica de
Marx), sino una necesidad que surge de las condiciones de enajenación
universal a que el capitalismo ha conducido a la humanidad.
En conclusión, el comunismo y el
humanismo proletario tienen por base primordial uno y el mismo hecho: a saber,
la supresión positiva de la propiedad privada.
Esta supresión es, por tanto, la
base científica del humanismo proletario, y, en consecuencia, como parte de la
teoría marxista, este humanismo aparece con un estatus científico.
Por eso precisamente, la
humanización del hombre tiene su punto de arranque bajo la dictadura del
proletariado: socialización progresiva de los medios de producción
(desajenación económica); abolición progresiva del Estado (desajenación
política); asunción progresiva por la gente de la concepción comunista del
mundo (desajenación ideológica).
Estas desajenaciones se condensan
finalmente en el paso del gobierno de los hombres sobre los hombres al gobierno
de los hombres sobre las cosas.
Es decir, sin la etapa
transicional de la dictadura del proletariado, no hay humanización del hombre
realmente posible.
O sea, el humanismo proletario es
un humanismo concreto, opuesto por principio al humanismo abstracto.
En síntesis, puede decirse que el
comunismo es humanismo real.
Marx formuló varias teorías sobre
las etapas del proceso histórico. Por ejemplo en el prólogo a Contribución a la crítica de la economía
política, sostuvo:
A grandes rasgos puede calificarse los modos de producción asiático,
antiguo, feudal y burgués moderno de épocas progresistas de la formación
económica de la sociedad. Las relaciones de producción burguesas son la última
forma antagónica del proceso social de la producción, antagónica no en el
sentido del antagonismo individual, sino en el de un antagonismo que surge de
las condiciones sociales de vida de los individuos, pero las fuerzas
productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa crean, al
mismo tiempo, las condiciones materiales para resolver este antagonismo. Con
esta formación social concluye, por consiguiente, la prehistoria de la sociedad
humana.
Pero en los Grundrisse
habló de la «formación primaria» (comunidad primitiva), de la «formación secundaria»
(sociedades clasistas) y del comunismo (que sería, como se desprende, la «formación terciaria»).
Esta periodización permite captar el progreso histórico que significó el
surgimiento de las formaciones clasistas y, al mismo tiempo, el común denominador
de estas formaciones y, por tanto, la diferencia sustancial entre ellas y el
comunismo.
Si bien es cierto que la teoría de
las formaciones es válida desde el punto de vista de las particularidades de
cada una de ellas, la periodización que acabamos de exponer permite sostener
que el comunismo no es una formación social más en la cadena de formaciones que
caracteriza la historia humana, sino un tipo de sociedad cualitativamente
distinta a todas las sociedades que han existido en la historia, incluida la
comunidad primitiva.
Pero además, al señalar que con el
capitalismo termina la prehistoria de la sociedad humana, Marx ofreció de hecho
otra periodización del proceso histórico: prehistoria del hombre (comunidad
primitiva y sociedades clasistas) e historia del hombre propiamente dicha (comunismo).
Esta periodización permite captar
la diferencia entre la historia del hombre carente de mayores necesidades
(comunidad primitiva) y el hombre enajenado (sociedades clasistas), de una
parte y, de otra, el comunismo como la sociedad donde la riqueza social corre a
chorro pero donde la verdadera riqueza del hombre es el hombre mismo, es decir,
donde la mayor riqueza del hombre es su lograda cualidad de ser un hombre libre de toda enajenación, universal en sus necesidades y relaciones
sociales, que no trabaja ya para vivir sino que vive para trabajar, o sea, para realizar
plenamente su esencia, o, para decirlo de otro modo, para crear.
Para crear, se sobreentiende,
tanto lo material como lo espiritual y, en este cuadro, para que el propio ocio
sea realmente creativo y el mismo placer sea auténticamente humano.
Que el comunismo sea una sociedad
cualitativamente distinta a todas las anteriores, y que, con ella, comience la
verdadera historia del hombre, no significa, desde luego, que sea la negación
de toda la riqueza material y espiritual del desarrollo anterior. Todo lo
contrario: el comunismo es la recuperación y el desarrollo de toda la riqueza
positiva, material y espiritual, creada por la humanidad, al mismo tiempo que es,
como ya lo señalamos con otras palabras, la realización plena de la
personalidad humana.
En el comunismo, no existe ya el
antagonismo, aunque, naturalmente, continuarán existiendo las contradicciones
no antagónicas (entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones
de producción, entre la base económica y la superestructura, entre lo avanzado
y lo atrasado, entre lo correcto y lo erróneo).
Por eso, el comunismo es un caso particular de la dialéctica.
Así, en el comunismo se producirá
un tipo de desarrollo cualitativamente distinto de la civilización humana y de
los propios individuos: la supresión de la forma antagónica en que actualmente
se desenvuelve la producción, de un lado, y, de otro, la transformación del
trabajo enajenado en trabajo emancipado, hace que el comunismo contenga
infinitos horizontes para el desarrollo de la producción y de los propios
individuos.
En efecto, el desarrollo de la
producción en el comunismo se basa en el desarrollo de la producción no para la
reproducción y aumento de la riqueza de nadie en particular y, por tanto, en la
posibilidad real de liquidar cada vez, sin luchas antagónicas entre los
hombres, las barreras que puedan presentarse. Como es obvio, este hecho constituye la base del desarrollo libre y universal de los
seres humanos.
Brevemente, el propio desarrollo
de la producción aparece en el comunismo como la premisa del desarrollo de los
individuos.
Como es de conocimiento común, en
el capitalismo los individuos se relacionan como propietarios de valores de
cambio. Debido al fetichismo mercantil las relaciones entre los individuos
aparecen como relaciones entre objetos, es decir, como algo independiente y
externo a ellos, como algo casual, como cosificidad; en otras palabras, las
relaciones sociales aparecen como el dominio de las cosas sobre los hombres,
del trabajo muerto sobre el trabajo vivo, del pasado sobre el presente y, por
tanto, como relaciones en cuyo marco los individuos aparecen unidos únicamente
por el mercado, pero realmente desunidos.
En cambio, en el comunismo desaparece
el fetichismo mercantil y la asociación de los hombres aparece como la
asociación libre de hombres libres y el desarrollo individual de cada cual es
la condición del desarrollo de los demás y, por tanto, la sociedad aparece como
una comunidad real, verdadera, humana.
Por otro lado, el comunismo es la
superación de la contradicción entre el trabajo manual e intelectual, entre la
ciudad y el campo y, dado el colosal desarrollo tecnológico, también la
contradicción entre el trabajo masculino y el trabajo femenino.
En el capitalismo (y en las
formaciones clasistas que lo precedieron), el tiempo de no-trabajo fue siempre
tiempo libre para una minoría. En cambio en el comunismo, la reducción al
mínimo del trabajo socialmente necesario y la aplicación del tiempo libre
resultante permiten el desarrollo universal de los individuos: la ciencia, la
tecnología, el arte y otras formas de la actividad humana, cobran, entonces, una
posibilidad real de desarrollo inconmensurable, y cualquier persona puede
imaginarse lo que se logrará en todos los ámbitos de la vida material y espiritual
de los individuos cuando se consuma la participación de la humanidad entera en
el trabajo creador.
El comunismo es el aumento
constante de la libertad de los individuos, no ya solo en relación a las
necesidades sociales y al dominio racional de la naturaleza terrestre, sino
también en relación a las necesidades relativas al dominio igualmente racional del
cosmos.
En el ya citado artículo Crítica de la filosofía del derecho de Hegel.
Introducción, Marx señaló:
… la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta ad hominem, y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser
radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el
hombre mismo. (La sagrada Familia, p.
10; cursivas en el original)
Precisamente el marxismo es la teoría radical que ataca
el problema del hombre por la raíz y, por tanto, la realización práctica de
esta teoría, la sociedad comunista, es la verdadera solución del problema del
hombre.
Por eso, como señaló Marx, el
comunismo «es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza»
(humanización de la naturaleza); «del hombre contra el hombre» (comunidad real); «la verdadera solución
de la pugna entre la existencia y la esencia» (coincidencia entre la esencia del
hombre y su existencia social);«entre la objetivación y la afirmación de sí mismo»
(trabajo creador);«entre la libertad y la necesidad» (dominio de la necesidad);«entre el individuo y
la especie» (el amor místico de Dios al hombre y del hombre a Dios es
reemplazado por el amor real del hombre al hombre).
Por tanto, desde la perspectiva
del humanismo proletario, puede decirse que el comunismo es amor al hombre, que
en el comunismo «Se amarán todos los hombres».
Así pues, el secreto revelado de la
historia es la realización del trabajo emancipado, el desarrollo constante de
los individuos, el reino de la libertad; en una palabra, el hombre nuevo en un
mundo nuevo.
Digámoslo una vez más: el humanismo
proletario no es un humanismo abstracto, sino una teoría sobre la emancipación
del hombre de toda enajenación, es decir, sobre la realización de su libertad.
Por tanto, no puede concretarse sino venciendo las realidades sociales que se
le oponen y, en particular, la violenta resistencia de la burguesía. Esta
circunstancia hace que, en una determinada situación particular, el humanismo
proletario coincida con la violencia revolucionaria, racional, metódica, de
masas. Se trata, pues, de una coincidencia inevitable pero circunstancial,
pues, como señala Lenin, «en nuestro ideal, no hay sitio para la violencia entre
los hombres.»
Para finalizar con el tema, leamos
algunos versos de César Vallejo, cuyo contenido humanista puede ser captado por
el lector de pensamiento revolucionario y dialéctico:
¡Voluntarios,
por la vida, por los buenos, matad
a la muerte, matad a los malos!
¡Hacedlo por la libertad de todos,
del explotado y del explotador,
por la paz indolora –la sospecho
cuando duermo al pie de mi frente
y más cuando circulo dando voces–
y hacedlo, voy diciendo,
por el analfabeto a quien escribo,
por el genio descalzo y su
cordero,
por los camaradas caídos,
sus cenizas abrazadas al cadáver
de un camino!
Entonces, en el comunismo:
¡Entrelazándose hablarán los mudos, los tullidos
[andarán!
¡Verán, ya
de regreso, los ciegos
y palpitando
escucharán los sordos!
¡Sabrán los
ignorantes, ignorarán los sabios!
¡Serán dados
los besos que no pudisteis dar!
¡Sólo la
muerte morirá! ¡La hormiga
traerá
pedacitos de pan al elefante encadenado
a su brutal
delicadeza; volverán
los niños
abortados a nacer perfectos, espaciales
y trabajarán
todos los hombres,
engendrarán todos los hombres,
comprenderán todos los hombres!
(fragmento de Himno a los voluntarios
de la república).
22.04.2018.
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