De Peones Esclavizados a Libertos, Cimarrones
y Actos de Resistencia en Latifundios de Morropón - Piura.
(Segunda Parte)
Roque Ramírez Cueva
EN ANTERIORES PÁGINAS, parte uno, señalamos: el terrateniente o dueño de extensas tierras, adquiridas por rapiña de conquistadores coloniales, por arruinar al minilatifundista competidor, por favores del poder, por ser usurpadores de las tierras de las comunidades, por herencia mal habida, etc.; se dijo, el propietario consideró al trabajador y peón esclavizado como un bien inmueble o instrumento de trabajo. Y para fundamentar trascribimos la cita de Alejandro Reyes que mostraba un inventario de herramientas y animales junto a esclavos. Antes de cita del historiador Reyes, indicamos que López Albújar recurrió a un inventario de hacienda igual para recrear su novela Matalaché, y eso se percibe en las páginas de Tomás Escajadillo, cuya bibliografía consignamos.
Y obviamos otras fuentes que hoy incluimos. La primera es el
artículo de Raúl-Estuardo Cornejo (escritor Piurano, nacido en Yapatera),
publicado en la Revista ‘Cuadernos’ (a),
donde presenta un inventario de relación de bienes que hizo el latifundista
Farfán de los Godos de su casa en Piura y de la hacienda La Tina. En este
inventario de una decena de páginas, el hacendado piurano registra muebles,
enseres, joyas, menaje, máquinas, aperos, acémilas, herramientas, instrumentos
agrícolas y de castigo, e insumos para producción de jabón. Y entre ellos “un
negro casta congo de sesenta años nombrado Manue” y otros congos y carabalís
(sic), otros de casta Chala con su respectivo precio.
Por su parte, Arroyo, en su libro (b), incluye una relación censal de tierras en los valles de Mala y
Cañete, hecha por la Orden de Santo Domingo, en 1627, (S. XVI), donde se registra a los arrendatarios, las
tierras que trabajan y el número de peones esclavizados que poseían, de esa
manera tasaba los impuestos que debían aportar los rentistas. Estos pagaban por
cada esclavo un peso anual. Arroyo además incluye otro inventario, fechado en
1745, de la hacienda La Escala, propiedad del hacendado Jacinto Hernández,
donde se menciona que tenía plantas de oliva, reses, y entre acémilas y
caballos había “13 machos chúcaros y chicos y grandes…, 9 borricos y 9
borricas; 3 negros, Marselo, Feliciano y Juan Chancho, 5 negros mozos y una
negra María”. De esta manera, la evidencia social de por qué el trabajador
esclavizado era considerado un instrumento, un
bien económico, lo notamos sin sesgo en lo siguiente: estos inventarios
o relaciones censales sobre las propiedades de hacendados, de Cañete o Mala, no
incluyen como bienes a los trabajadores yanaconas indios. Estos yanaconas
condujeron tierras por arrendamiento y constituyeron mano de obra indirecta en
las haciendas de los siglos XVI.
Antes de seguir con nuestros temas acerca de trabajadores
esclavizados que, como dice el título de esta II parte, pasaron de una
condición esclavizada a ser libertos o liberados por diversas modalidades; es
necesario hacer un paréntesis para explicar que el presente ensayo se empieza a
concebir después que participamos en la asesoría y corrección de textos del
libro Cadenas Rotas Yapatera de Fernando Barranzuela (c), quien en la edición de la
Municipalidad de Piura lo titula con el nombre de “Historia de Yapatera”;
nosotros lo mencionaremos y citaremos con este nombre original que se incluye
en p. 21 de la misma edición. En la estructuración y redacción del mismo se consideró
unos Anexos que constan de citas de historiadores las cuales dan sustento a
ideas, conceptos o proposiciones los cuales trabajé a modo de notas comentadas.
Nuestra inquietud, estuvo motivada por el interés de impulsar
discusiones sobre temas culturales, sociales de los trabajadores agrícolas
asentados desde siglos atrás en los ámbitos del distrito de Chulucanas, en
particular de la antigua hacienda Yapatera, caracterizada porque los
latifundistas emplearon mano de obra de peones, artesanos y domésticos
diferenciados por el color de su piel con los “blancos” (hacendados) . La mayor
parte de su población está constituida por gente cuyos ancestros fueron
secuestrados del continente africano para
ser esclavizados. La publicación del libro de Barranzuela en el cual se adjuntan
los Anexos que trabajamos, dio como resultado una activa preocupación por parte
de maestros, estudiantes, artesanos, profesionales y dirigentes nacidos en
Yapatera sobre su cultura, arte y expresiones sociales, y el innegable y
visible racismo, tanto que con la intromisión de ONGs, han impulsado con
dinamismo la visión de lo afro descendiente y su problemática. No asumo glorias
ajenas, mas sí cumplió los propósitos.
En el libro Cadenas
Rotas Yapatera (p. 34) tradujimos del inglés, por ejemplo, el tema de su
religiosidad heredada y adaptada(1),
de dioses africanos “quienes acompañaron a sus hombres y mujeres desde el
continente Madre, hasta las nuevas tierras”:
“Llamada la historia de los Orichas y de cómo los descendientes de Changó, vinieron a ser condenados a la
esclavitud y al exilio. El segundo capítulo, cuyo discurso es empleado para la
primera época, iniciado con la historia de algún ancestro representativo del Muntu [mundo] americano. Están
incluidos Ngafúa, hijo de Kissikama;
Nagó el navegante; Kanuri Mai, el príncipe Kush; Olugbala, nacido en el mar, y Sosa Illamba, por quienes habló: ‘Zulú
el padre / Baluba la madre’…”
Y respecto a los temas
propuestos en el presente trabajo, de ambas partes I y II, también fundamentamos
(tal como ya se hizo en la parte uno) en dichos anexos que “A ellos que allá en
África, tuvieron al Único Padre, Zambé, a los orishas (divinidades) bondadosos
y protectores como Vodún, Babá Aye, Babalú, Yemanyá, les proscribieron su
religiosidad y los convirtieron en enemigos del “cielo”, luego los catequizaron
con religión (cristiana) que los inducía
mediante los sermones al conformismo de aceptar su nueva situación de
esclavitud (manipulación religiosa aplicada también al indio)” Este comentario lo
fundamentamos con el testimonio del cronista español De la Calancha (citado por
Carlos Lazo), (2)
“…dixo que ay hombres que Dios los cría para
servir a otros, como son los negros, porque si todos los hombres fueran ricos
[…] ninguno quisiera servir a otros […] cavar, arar, sembrar las chacras…[ni]
guardar las ovejas en las punas [por eso] Dios ordenó que hubiera hombres
pobres en el mundo…”.
Lo cual nos lleva a
recordar la animalización con la que se pretendió someter a los peones
esclavizados y que ellos contrarrestaron invocando y festejando en sus danzas a
sus orishas, para así preservar la condición humana que se le pretendió –ya
dijimos- anular (ver parte uno). Corchetes nuestros en toda la parte dos.
Ampliando otros temas, mencionamos al historiador José L. Castillo
Roman, (3) quien coincide en su
tesis con Espinoza Claudio (parte uno), respecto de que la gente sometida por
los esclavistas negreros “en Piura, mayormente fueron usados en el servicio doméstico
y con excepción fueron insertados en la producción agrícola; y sugiere, junto
con Manuel Burga, mediante interrogante, sí acaso en el Perú ¿en verdad fueron
esclavos? aparte del nombre [categoría dada]. Pero de lo que no se duda es que
pertenecieron a los sojuzgados o sometidos.” Lo cual lo sustentamos con las
afirmaciones de Carlos Lazo (4):
“J.
Leonidas Castillo, para las postrimerías de la Colonia entrevé para Piura una
esclavitud doméstica reblandecida por el paternalismo y el espíritu señorial de
los propietarios. […] Y Manuel Burga después de sugerir la necesidad de
analizar ‘las relaciones de producción’… pregunta si existió realmente la
esclavitud negra en el Perú”.
La coincidencia acerca de
que en los latifundios peruanos no se instituyó una esclavitud rigurosa,
perversa y cruel, no es de dos sino de varios historiadores autorizados. López
Segrera (5) dice, “El testimonio de
Jameson coincide con el de Humboldt, en el hecho de destacar la suavidad de la
esclavitud cubana en comparación con los esclavos de otras economías de
plantaciones [latifundios]”. Otro de ellos es Waldemar Espinoza, quien para el
ámbito peruano nos hace notar que los peones esclavizados negros no ocuparon el
último escalón dentro del estrato social; por ejemplo, estuvieron arriba de los
trabajadores indios al haber tenido, antes de llegar a América, la chance de
conocer las costumbres de los europeos, a las cuales se adaptaron sin
problemas, recordemos que después de ser secuestrados en África ellos llegaron
a Portugal, España y de allí traficados a América. Espinoza agrega (6):
“…el
indio resultaba un verdadero esclavo, y en ciertos casos peor que los negros de
importación africana, ya que algunos de estos, bajo el amparo de sus amos y
dueños, eran los que administraban y vigilaban a los mitayos y yanaconas de las
haciendas, obrajes…”
Para el caso de la hoy
Región Piura, ámbitos del Alto Piura, el historiador José L. Castillo nos
confirma lo mencionado por Waldemar Espinoza, las contradicciones en que se
desenvolvían los trabajadores esclavizados: ser sometidos por los esclavistas y
por los latifundistas negreros, y para diferenciarse de otros sectores
sojuzgados le sirvieron de elemento represivo a sus amos. (7)
“En 1830, el Coronel Francisco Xavier Fernández de Paredes
tenía cinco esclavos en su hacienda de Morropón dedicados a hacer desalojos de los indios que no
pagaban la merced conductiva [tributo de arriendo] de sus obligaciones. Una… se
dio en la hacienda de Buenos Aires, donde los esclavos desalojaron al
arrendatario Manuel Aliaga por el delito de no haber pagado la merced
conductiva por dos meses…”
Carlos Lazo (8) nos da evidencia del trato que tuvieron
los esclavizados, la cierta consideración de parte de sus patrones
latifundistas, en tanto concibieron que con mejor trato se pudiera obtener un
mayor rendimiento en las labores que les asignaron a los esclavizados, si se
les otorgaba, insistimos, algún beneficio, por ínfimo que fuera:
“Respecto
a los esclavos rurales existió la tendencia de convertirlos en una especie de
colonos para incrementar su rendimiento adjudicándoles una pequeña parcela de
cultivo. Era también común que se les fomentara un peculio propio en animales y
dinero. Por estos motivos era posible hallar esclavos vendiendo uno que otro
animal de su pertenencia e incluso negociando parte de los alimentos que del
amo recibían, ya que estaban en condiciones de sustituirlos con los productos
de sus propias huertas.”
No obstante, a pesar de
esa flexibilidad tenida con los esclavizados por parte de los latifundistas, la
misma que venimos indicando desde la parte uno, hubo descontento y reclamos
entre los peones esclavizados. Después de todo, como ya señalábamos en los Anexos
incluidos en el libro de Barranzuela, estos trabajadores eran parte del grupo
social explotado, junto a los indios y mestizos, formaban parte de las clases
sociales dominadas y expoliadas. Espinoza Soriano es claro (9):
“La
procedencia y mezcla racial, marcadas nítidamente en los rasgos físicos,
determinaban el género de trabajo…el lugar de la residencia…decidía la posición
social. En este sentido, cuanto más oscura tenían la piel, las gentes se
hallaban más relegadas a las faenas inferiores. Los grupos de origen español,
por lo tanto, ejercían las funciones directrices en todo aspecto [tenían el
poder económico]; los mestizos las secundarias [funcionarios de menor nivel], y
los indígenas las más bajas [atividades domésticas y agrícolas], aunque en los
valles tropicales [zona costera], eran los negros.”
Al respecto, Martinez
Alier (10) –citado por López
Segrera-, para el caso del racismo y estratificación social en Cuba, igual
coincide con lo mismo, “El color, pues era una de las diferencias entre personas
que los cubanos del siglo XIX percibían más fácilmente [… la] sociedad cubana
como una sociedad estratificada de modo que la jerarquía entre grupos
[sociales] respondía fundamentalmente al criterio de la diferencia en el color
de la piel”. Es decir, las relaciones sociales de producción estuvieron
signadas por el lugar que se ocupaba en el estrato social teniendo como
referente la pigmentación de la piel, y según este canon se insertaban en la
división social del trabajo. Jaramillo
García lo resume así: (11)
“A
mediados del siglo XVI, esa asociación entre ambos sistemas ya estaba
claramente estructurada y se reproduciría durante casi quinientos años; en este
contexto, los «negros» eran, por definición esclavos; y los «indios», siervos.
En cambio, los no-indios, y los no-negros, eran amos, patrones, administradores
de la autoridad pública, dueños de los beneficios comerciales, señores en el
control del poder.”
Esas contradicciones entre un sistema de esclavitud más tolerante
y otro intolerante se explican, según propuesta de Arrelucea Y Cosamalón, en
que hubo dos modalidades de esclavitud (12):
“[Dependiendo] de diferentes aspectos, tales como la ubicación geográfica
(centro/ periferia, corte/capitales, interiores/villas), las condiciones materiales
(tipo de actividad económica/ sistema de trabajo) y las relaciones sociales
vinculadas a la supervivencia (tiempo de trabajo, alimentación, ropa, calzado,
asistencia médica, sociabilidad, religiosidad), aspectos centrales en los
reclamos de las personas esclavizadas. A partir de estas tensiones se propone
distinguir dos modalidades esclavistas: la esclavitud ‘arcaica’ y la
‘relativa’.”
De todas maneras, como parte del sector social sometido a un
orden de esclavitud los llamados afroperuanos –aunque pasados 400 años ya los
genes de África se volvieron americanos, peruanos; y por ello José Luciano
Huapaya (13), líder de este
movimiento, los llama población negra, comunidad negra, ancestros negros, e
incluso propone reivindicar la voz ‘negro’ en su condición libre, sin
marginaciones, de ciudadanos como todos. Los negros en el Perú a pesar de convivir
el sistema opresor sin rigidez extrema, buscaron formas de enfrentar a
patrones, a las autoridades, a quienes los consideraban esclavos, para escapar a esa situación privatista de su
libertad. O como afirma José L. Castillo apelaron a una de las modalidades que
él propone (14): Comprando su
libertad, dada la ley de manumisión pagaron fuertes sumas para llegar a ser
ciudadanos como todos, libertos les llamaron; o por Libertad Graciosa,
concedida por voluntad de los amos; o se suicidaron, como burla y afrenta económica
al patrón, un esclavo costaba dinero en la compra-venta de ellos, y su patrón
pagaba impuestos.
Acerca de la manumisión de esclavos, Castillo (15) señala que fue posible por causas
externas e internas. Las internas por las condiciones de producción no
rentables por el uso de mano de obra esclavizada; y las externas por el
desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas que imponían el uso de
nuevas tecnologías, y la influencia decisiva del imperio británico que
sancionaba a las colonias que mantenían el sistema de mano de obra esclavizada.
La manumisión además, fue observada y aceptada de buen
talante por el sistema colonial por otra razón que se contenía en ello, la paz
social. Así, Espinoza Claudio propone que “La elite que gobernaba… Piura aceptó
el negocio de las manumisiones (liberaciones individuales) compradas y practicó
también la del sistema de «gracia» y consentimiento, como una forma de
socializar los vínculos y las relaciones que les permitieron gozar de momentos
y tiempos de libertad y tranquilidad social. Amos y amas usaron ambas técnicas
sociales, la compra-venta y la de la gracia, buscando que no intervinieran las
autoridades locales.” (16) La
previsión de negarse a la intervención de la autoridad, se debía al engorroso
modo burocrático de resolver los asuntos por parte del estado, si es que no los
distorsionaba. Un dueño de esclavos podía terminar pagando los daños causados
por su esclavo, y, además, perder a dicho esclavo; y en otro caso, sin acuerdo
alguno –incluida sanción de látigo- el esclavizado, con certeza, se volvía un
cimarrón y el patrón ganaba enemigo y al esclavo perdía.
Desde mi lectura, Espinoza Claudio agrega
otras precisiones, “Los afrodescendientes habían negociado no solo su libertad
y dependencia sino también una variedad de condiciones en las que vivían y
trabajaban como esclavos. Los amos y los esclavos jugaron sus cartas en las
negociaciones, unos preferían vivir como cimarrones y bandoleros, otros
buscaban atraerlos como mayordomos de sus haciendas o caporales de sus potreros
y guardianes de sus mansiones señoriales. Negros y mulatos libres buscaban
ampliar su espacio de libertad al interior de una sociedad colonial y señorial.”
(17)
Dicha
ampliación de espacios de Libertad, partiendo desde el derecho de
manumisión, se proyectaba a otras perspectivas de uso de
los esclavizados, los cuales se liberaron a través de enfrentamientos donde la
muerte era un modo de salvar su dignidad; se volvieron cimarrones, bandoleros y
por ello tuvieron que fugarse, formar palenques donde cobijarse. Hablando de
fugas, en tres siglos hubieron muchas y constantes, referiremos sobre algunas
como antecedentes. Arroyo(18), por
ejemplo explica, “muchos negros esclavos huyeron de las haciendas maleñas y de
otros puntos de la costa como de Lima, Ica, Pisco, Lambayeque, refugiándose en
los montes de Mala, principalmente en Bujama. En los montes de Mala se
organizaron formando palenques. Vivían de lo que obtenían por cortar leña,
hacer carbón, arar las tierras a los “Yndios Yanaconas”, “salteaban a los
viajeros”, “robaban en las haciendas las vacas para mantenerse” (p.72)
Alejandro Reyes (19),
respecto de las decisiones tomadas por peones esclavizados en los valles de
Cañete (cerca de Mala), nos confirma los mismos eventos los siglos XVI y XVII, “los
esclavos frecuentemente fugaban de las haciendas no obstante que se
reconstruyeron los galpones y se te dio mayor seguridad. El cimarronaje de las
haciendas de la Orden [de La Buena Muerte] es permanente y los esclavos huyen
en forma individual o también en grupo.” Y como señala Arroyo era factible que
fueran a refugiarse entre los montes de Mala. Siglos XVI y XVII.
En siguientes siglos, esta respuesta de
los esclavizados se potencia, según el acucioso historiador de la costa norte
Lorenzo Huertas Vallejos –citado por Luis Roca- quien argumenta (20),
“Otro de los problemas que afrontaba el hacendado esclavista era las fugas
periódicas de esclavos. El sistema de control de mano de obra esclava se
debilitó a consecuencia de las luchas por la Independencia, acentuándose
durante las [pugnas] caudillescas en su primer período (1826-1842)…En ese lapso
por los caminos pululaban negros cimarrones que en diversas ocasiones se
organizaban en pandillas dedicadas a asaltar viajeros”
Arrelucea y Cosamalón (21),
igual nos afirman, una vez concluida la independencia y fundada la República,
según sus hallazgos en archivos eclesiásticos, legajos judiciales, etc. que “Una
buena cantidad de fugitivos terminó por incorporarse a las partidas de
bandoleros que asolaban los caminos de la naciente república. Aguirre encontró
en Lima cerca de 120 casos de fugas entre 1840-1846, la mayoría de ellos de
hombres en edad productiva, dedicados a ser jornaleros, peones agrícolas,
oficios eventuales y diversos servicios”. Ellos mismos, también indagaron que
estas fugas concluían en la organización de palenques, unos temporales y otros
de mayor permanencia.
“entre
los valles de los ríos Chillón y Rímac se asentaron varios palenques en la
segunda mitad del siglo XVIII, sin chacras, casas ni empalizadas. Al contrario
de Huachipa, estos palenques registrados fueron refugios eventuales tipo
campamento para pernoctar,(...), en la zona actual del aeropuerto Jorge Chávez
de Lima, existieron diversos palenques que en realidad fueron grupos de
cimarrones mudándose entre los cerros y montes, no lograron formar grupos
permanentes;”
Luciano Huapaya (22), nos expone de manera comprometida acerca
de los asentamientos humanos que se establecieron y construyeron como
complemento de la organización de las fugas, “El palenque (conocido también con
el nombre de Cumbé, Mocambo, Mambise, Quilombo, etc) era una zona de refugio
fortificado de los cimarrones, de carácter defensivo y ofensivo, al interior
del cuál el esclavo trató de defender con las armas su libertad, y de
reproducir en América sus formas
ancestrales de organización social y sus prácticas culturales.”
Carlos Lazo (23) agrega
el adicional del ideario, “La mentalidad predominante en el Palenque era de una
libertad conquistada y de una propiedad
colectiva. Reclamaba la tierra que habían trabajado y habitaban. Tenían un
esbozo de conciencia de clase radical en los grados de lo que somos [identidad
de grupo sojuzgado que se rebela a ello]. Nunca atacaron a los indios, ni a
otros negros y contaban con la colaboración tácita de muchos esclavos en la
ciudad, lugar donde comercializaban...artesanías”.
Arrelucea y Cosamalón
nos mencionan los tiempos tempranos desde los cuales se tiene
conocimiento de los palenques y su organización política, militar. Y sus claros
propósitos de subvertir el orden de esclavitud impuesta a sus ancestros y a
ellos, “Algunos palenques fueron célebres y temidos como el de Huaura, al norte
de Lima, donde en 1545 alrededor de doscientos cimarrones mantuvieron en jaque
a las autoridades. Este palenque contó con una organización política y militar,
tenía un rey quien comandaba sus tropas. Desde Lima se envió 121 españoles al
mando de Juan de Barbarán, quienes se enfrentaron a los cimarrones en una
batalla feroz muriendo el mismo Barbarán.” (24)
La aparición y conformación pronta de Palenques, pues según
la fecha de 1545, casi diez años atrás se acababa de fundar Lima, nos indica:
a) que los conquistadores y corregidores impusieron el sistema arcaico de
esclavitud, el cual fue brutal, feroz; b) los esclavizados llegados de México y
del Caribe ya tenían experiencia o información de la fundación de palenques,
Luciano Huapaya (25) menciona el
establecimiento ya de estos en 1529 en Nueva Granada (Colombia). La gente
esclavizada eran africanos secuestrados o primeros descendientes, por tanto
conocían de la crueldad del sistema y no se conformaron fácilmente con ello.
Luciano H., agrega que en 1540, más de 500 esclavos se rebelan al norte de Lima(26). Lo cual también nos infiere que
los conquistadores, fundada La Ciudad de
los Reyes en 1535 y con la confrontación encima que mantenían con los Incas de
la resistencia, recién fundadas Huamanga y Huánuco en 1539, Arequipa en ese
mismo año de 1540; decía, habían
importado vía secuestro, un número considerable de gente esclavizada.
Lazo y Tord, nos mencionan el Palenque emblemático de los
trabajadores esclavizados y que allí se volvían libres, “las características
que venimos describiendo corresponden al
Palenque de Huachipa en 1713. Allí el jefe [líder decimos nosotros] se llamó
Francisco Congo,…, quien estaba asesorado por un alcalde con funcion de recibir
y distribuir los alimentos, y un alcalde capitán lugarteniente militar. Otro
alcalde dirigía el sistema de espionaje y se encargaba del reclutamiento.
Realizaban salidas de aprovisionamiento [interceptar alimentos, dinero, armas
de latifundistas y comerciantes] por las haciendas costeñas y serranas…” (27)
Arroyo, cuando menciona que hay esclavos fugitivos (ver tres
páginas atrás) de Lima, Ica, Pisco, además menciona la región de Lambayeque, y
que ellos se refugian en el Palenque de los Montes de Mala, hace dicha
afirmación porque averiguó el nombre de algunos de sus líderes, el principal
“Antonio Bravo y le seguía Pascual Baylón, natural de Lambayeque ‘buen cantor
de yaravíes’… también entre los dirigentes [aparecen] Camilo Caporal de
Gualcará; Rafael ‘Politrica’ de Ica. (28)
Luego, se deduce que la presencia de Baylón
en el palenque de Mala se deba posiblemente al hecho de que las comarcas de
Lambayeque, Trujillo estuvieron perturbadas socialmente desde el siglo XVIII.
Según Arrelucea y Cosamalón, (29) “La
rebelión de los esclavos en Tumán fue un hito importante en esta historia. En
1798, los indios de Chiclayo invadieron parte de las tierras de Tumán para
recuperar lo arrebatado por Pedro José de las Muñecas, propietario de la
hacienda Tumán. Para solucionar el litigio, Muñecas viajó a Lima, entonces los
esclavos de la hacienda se atrincheraron en su interior y expulsaron al
propietario en 1800. Las tropas organizadas por el alcalde de Lambayeque
rodearon la hacienda exigiendo la entrega de los cabecillas pero la respuesta,
consignada en el expediente, refleja la valentía de los rebeldes: al grito de
«no tenemos amos» iniciaron fuego.” Y producto de la posterior represión muchos
de sus líderes huyeron fuera de la Intendencia de Trujillo.
Bien, tal como leen, esta parte contiene una información
histórica ya investigada por diferentes
historiadores y expuesta en el plano académico, pero tales datos se mantuvieron
dispersos en las diversas publicaciones de estos maestros de la historia.
Nosotros los estamos compilando y presentando en un solo corpus, y lo
trabajamos a modo de un relato histórico, entendiendo el relato no como
creación literaria sino como discurso intencional, abierto a lectores mortales
que no manejan la particularidad de categorías usuales a la disciplina de la
historia. Desde luego, con proposiciones propias devenidas del sustento que nos
da la visión del marxismo, aparte de las coincidencias reflexivas.
En este capítulo se ha
incidido en los temas de las fugas, cimarronaje y palenques que se dieron y
establecieron en el territorio nacional, en la tercera parte nos encargaremos de lo mismo, pero ya en el
ámbito regional de Piura, en particular de lo indagado en el territorio de la
hoy Provincia de Morropón. En el presente capítulo las fuentes han sido tomadas
de las investigaciones de historiadores o intelectuales rigurosos, a los cuales
nos queda agradecer y agradecer. En el próximo se apelará tanto a las fuentes
documentales como a las orales, cuyos testimonios nos permitirán la extrapolación y validación de hechos sucedidos en el campo
de la historia nuestra aún no registrada. Se observa que varios de los
investigadores no concluyen en el desenlace de sucesos importantes, que aquí en
nuestro trabajo hacemos notar porque, en modesta opinión, deduzco no se
aproximaron a rastrear la evidencia inserta en la fuente oral que está allí
esperando se le interrelacione con lo
demandado por el rigor de la aceptación académica.
Notas
Bibliográficas:
(a) Raúl-Estuardo, Cornejo. “Las Fuentes de Matalaché”. Revista Cuadernos Nº 11 CONUP.
Diciembre/1972.
(b) Arroyo, Eduardo. La Hacienda Costeña en el Perú (Mala-Cañete, 1532-1968) Prólogo:
Pablo Macera. Lima. Impreso Centro de Proyección Cristiana.1981. Pp. 64; 68-69.
(c) Barranzuela Z., Fernando. Cadenas Rotas Yapatera. Historia de
Yapatera. Piura. Edición Municipalidad Provincial de Piura, Colección Sec.
2007.
(1) Barranzuela
Z., Fernando. Cadenas Rotas Yapatera.
Ibid, p.34. Cita tomada de Magazine
Afro-Hispanic Review. Nº 2. Mayo 1984. Washington D.C. Pp. 31 y 32.
(2) Barranzuela
Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid.
Anexos, p. 149
(3) Barranzuela
Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos,
p. 150
(4) Barranzuela
Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos,
p. 150
(5) López
Segrera. F. Cuba: Capitalismo
Dependiente y Subdesarrollo (1510-1959) La Habana. Ediciones Casa de las
Américas. 1972. Pp.131, 132.
(6) Barranzuela
Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos,
p. 150
(7) Barranzuela
Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid,
Anexos, p. 159
(8) Barranzuela
Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos,
Pp. 150-151
(9) Barranzuela
Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid,
Anexos, p. 151
(10) López
Segrera. F. Cuba: Capitalismo Dependiente,etc. Ibid. P. 136.
(11) Jaramillo
García, Enrique. Los esclavos negros en
el Perú y América colonial y republicana: su contribución a la economía y la
cultura. Univ. de San Marcos
(12) Arrelucea
B.,Maribel y Cosamalón A., Jesús. LA
PRESENCIA AFRO DESCENDIENTE EN EL PERÚ Siglos XVI-XX. Ministerio de
Cultura, p. 24
http://centroderecursos.cultura.pe/sites/default/files/rb/pdf/La-presencia-afrodescendiente.pdf
(13) Luciano
Huapaya, José. LOS AFROPERUANOS.
Lima. Ediciones Cedet. 2002. Pp. 23,24,35
(14) Revista
Temas Sociales. Nº 1, Cajamarca, Agosto 1981. Centro de
Estudios de Científicos Sociales. José L. Castillo Román, “La Manumisión de
esclavos en Piura”. P. 54
(15) Revista
Temas Sociales. Nº 1, Cajamarca Agosto, 1981. Ibid. Pp.
56-57
(16) Espinoza
Claudio, César. La sociedad de negros
esclavos y libertos en la región de Piura. Anotaciones sobre manumisión y
politización social, 1780-1812. Investigaciones sociales Vol.18 N°33,
pp.167-185 [2014]UNMSM-IIHS. LIMA. . p. 174
(17) Espinoza
Claudio, César. La sociedad de negros
esclavos y libertos en la región de Piura. Ibid. P. 174
(18) Arroyo,
Eduardo. La Hacienda Costeña en el Perú
(Mala-Cañete, 1532-1968). Ibid, p. 72
(19) Reyes
Flores, Alejandro. ESCLAVITUD EN EL VALLE DE CAÑETE SIGLO XVIII.
HACIENDAS CASABLANCA Y LA QUEBRADA.
(20) Luis
Roca Torres. La Otra Historia. (Memoria
Colectiva y Canto del Pueblo de Zaña). Editores Instituto de Apoyo Agrario.
1985. P. 143
(21) Arrelucea
B.,Maribel y Cosamalón A., Jesús. LA
PRESENCIA AFRO DESCENDIENTE, etc. Ibid. Pp. 55, 56
(22) Luciano
Huapaya, José. LOS AFROPERUANOS.
Ibid. P. 8
(23) Barranzuela
Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid,
Anexos, p. 173
(24) Arrelucea
B.,Maribel y Cosamalón A., Jesús. LA
PRESENCIA AFRO DESCENDIENTE, etc. Ibid. Ibid. p. 50
(25) Luciano
Huapaya, José. LOS AFROPERUANOS.
Ibid. P. 9
(26) Luciano
Huapaya, José. LOS AFROPERUANOS. Ibid.
P. 66
(27) Barranzuela
Z. Cadenas Rotas Yapatera. Ibid, Anexos, p. 173
(28) Arroyo,
Eduardo. La Hacienda Costeña en el Perú
(Mala-Cañete, 1532-1968). Ibid, p. 72
(29) Arrelucea
B.,Maribel y Cosamalón A., Jesús. LA
PRESENCIA AFRO DESCENDIENTE, etc. Ibid. Ibid. P. 57
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