sábado, 1 de octubre de 2016

Política

¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación y desarrollarlo en función de la realidad actual!

La Creación Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha

(Décima Parte)

Eduardo Ibarra

Los plagios de Ramón García

Mariátegui fue un ejemplo de honestidad intelectual, y una expresión de ello es que siempre citó su fuente cuando en sus escritos consignó alguna idea de algún otro autor.

En cambio, García tiene la mala costumbre de no citar sus fuentes y, de esta forma, hace pasar como suyas algunas ideas ajenas. Veamos algunos ejemplos.

Hace algunos años, nuestro liquidador utilizó la frase “la conquista del poder y el gobierno del poder”, frase repetida no hace mucho por Manuel Montañez en el artículo Apuntes para el balance del proceso electoral 2016.


Pero ocurre que en ¿Conquistar el mundo? Deber y destino del proletariado internacional, 1981, Bob Avakian había utilizado la frase “la toma y el ejercicio del Poder” (51).

Cualquiera puede entender que las dos frases citadas, quieren decir exactamente lo mismo.

Hace algunos años también, García escribió que después de la Segunda Guerra Mundial debió realizarse en la URSS una revolución cultural.

Pero sucede que, en el mismo lugar, Avakian había escrito lo que sigue: “… al terminarse la II Guerra Mundial, se planteó de manera descollante cuál sería el futuro camino de la Unión Soviética, es decir la cuestión del camino capitalista vs. el camino socialista. En cierto sentido, se podría decir que se trataba de retomar el camino socialista y que lograrlo hubiera requerido algo de la magnitud o parecido a la Revolución Cultural en China, pero eso no se dio, como todos sabemos”.

Igualmente hace algunos años, García habló en un artículo de la “sustitución de exportaciones”, pero sin mencionar a los escritores de la CEPAL que son los autores de la tesis, del mismo modo como en otro artículo habló de “los cinco monopolios”, pero sin señalar que el autor de esta tesis es Samir Amín.

Por lo demás, en dos casos García ha repetido algunas ideas nuestras, pero, en la medida en que oportunamente desenmascaramos el plagio, no nos extenderemos sobre esto en las presentes líneas.

El lector acucioso podría muy bien constatar otros plagios cometidos por nuestro liquidador, pero los anotados bastan para captar su fisonomía mental.

Pero no solo García plagia, sino también su congénere Miguel Aragón, quien ha repetido algunas ideas nuestras, pero, en la medida que asimismo fue desenmascarado oportunamente el plagio,  tampoco nos extenderemos aquí sobre esto.

Pues bien, los plagios de García y Aragón son un método criollo que revela el complejo adánico que mueve a ambos.

En síntesis, tales plagios expresan una clamorosa deshonestidad intelectual, expresión de la descomposición ideológica y moral del grupo liquidacionista.

Segui il tuo corso, e lascia dir le genti

En el prólogo a la primera edición de El Capital, Marx señaló: “Acogeré con los brazos abiertos todos los juicios de la crítica científica. En cuanto a los prejuicios de la llamada opinión pública, a la que jamás hemos hecho concesiones, seguiré ateniéndome al lema del gran florentino”, y acto seguido cita el lema que da título al presente apartado, y que, traducido, quiere decir: sigue tu camino, y deja que la gente murmure.

Como es de conocimiento común, desde el principio del debate García manipuló el citado lema, a efecto de escamotear las cuestiones en debate y devaluar nuestra crítica a sus posiciones oportunistas.  

Ya arriba hemos apuntado el contenido central de nuestros artículos El nombre del partido y ¿Mariátegui contra Mariátegui?

Pero, como también es de conocimiento común, en sus artículos Las cinco caídas de Yo El Supremo y El pedestal de cristal, en lugar de argumentar sobre cada una de las cuestiones analizadas en nuestros artículos, arrastrado por el odio nuestro liquidador recurrió a un innecesario linchamiento verbal (52).

Y, como es su costumbre, también a manipular de la manera más grosera algunas citas de Marx, Lenin y Mariátegui.

Desenmascarada hace tiempo dicha manipulación, agregaremos aquí algo sobre la manipulación del uso por Marx del lema de Dante Alighieri.

¿Por qué, en lugar de contestar puntualmente nuestras críticas, García argumentó ad hominen?

Por dos motivos: primero, porque no tenía argumentos para defender sus posiciones oportunistas; segundo, porque, dado su ego (en su respuesta se autoproclamó “Yo el Supremo”), cree que nadie puede criticarlo.

La crítica a su abjuración del marxismo-leninismo, a su falsificación de la filiación ideológica de Mariátegui y el PSP, a su tergiversación de las razones de Mariátegui para titular Socialista a su partido, etcétera, etcétera, es una crítica basada en los hechos y, por esto, es científica.

Pongamos un ejemplo de la base de dicha crítica.

Mariátegui acordó el marxismo-leninismo como la base de unidad del PSP y de esta forma dio cuenta de su personal filiación ideológica; este hecho, indiscutible desde todo punto, agota la cuestión.

Pongamos otro ejemplo en el mismo sentido.

Los argumentos de Mariátegui para titular Socialista a su partido fueron de valor particular, y este hecho, igualmente indiscutible desde todo punto, también agota la cuestión.

Sin embargo, García reniega el marxismo-leninismo de Mariátegui y el PSP (53) y los argumentos mariateguianos que explican el nombre fundacional del partido del proletariado peruano.

Es decir, nuestra crítica se basa en los hechos, mientras las afirmaciones de nuestro liquidador se basan en la falsificación de los mismos.

Pero, experto en maniobras, García recurrió al fácil expediente de decir que hay crítica y “crítica”, y que esta última, entre comillas como se puede ver, es la que habíamos hecho, sugiriendo, por otra parte, que su desenfoque de las cuestiones en debate, su manipulación de citas de Marx, Lenin y Mariátegui, su lenguaje hayista, etcétera, sí eran una crítica (en los artículos mencionados arriba, nuestro liquidador se extendió en insultos, falacias, maniobras, egotismo burgués y otros métodos propios de su sicología política semejante a la de Haya de la Torre).

Así, revelando su método oportunista, terminó sosteniendo que nuestras críticas eran “murmullos”.

Es decir que, para el maniobrero, nuestra defensa de la filiación marxista-leninista de Mariátegui y el PSP y la crítica a la falsificación de esta verdad histórica, ¡es un “murmullo”!

 Y, la defensa de las razones de Mariátegui para titular Socialista a su partido y la crítica a la tergiversación de tales razones, ¡es otro “murmullo”!

Etcétera, etcétera.  

Así, pues, impulsado por su afán confusionista, García puso y sigue poniendo el mundo patas arriba.

Esto explica por qué, en lugar de acoger con los brazos abiertos nuestras críticas (esto habría hecho un marxista), nuestro liquidador intentó descalificarlas de la cínica forma señalada.

Y, para variar, semejante estilo de debate antimarxista lo ha repetido regularmente en otros artículos suyos posteriores.

Pues bien, la permanente actitud manipuladora de García tiene un fondo: su impotencia para afrontar el debate de ideas; su intención de aplastar a la mala toda crítica a su revisionismo liquidacionista; su necesidad de autoconsuelo; su urgencia de engañar a sus parciales, que son los únicos a los que puede engañar.

Notas
[51] En la literatura marxista puede constatarse la presencia de esta frase u otra parecida incluso antes de 1981.
[52] Innecesario desde el punto de vista de un debate de ideas, pero necesario para García a efecto de encubrir su falta de argumentos, por un lado, y, por otro, para dar rienda suelta a su intención de liquidar políticamente a su crítico, aunque sin ningún resultado favorable a dicha intención.
[53] Si Mariátegui utilizó el término marxismo-leninismo tres veces (dos, dice García, faltando a la verdad), solo en dos oportunidades dijo que era marxista convicto y confeso. Por lo tanto, el método estadístico se revela absolutamente inservible para los propios liquidadores. Por lo demás, si en su momento dicho método reveló todo el oportunismo de su inventor Kautsky, su servil repetición revela el de García.

11.11.2015.




Comentario al Libro “El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui”*

César Risso

EL LIBRO INÉDITO DE EDUARDO IBARRA, El Partido de Masas y de Ideas de José Carlos Mariátegui, es un análisis, bajo la forma de polémica, de la concepción del Partido proletario del Amauta, en el cual el autor enfrenta las tergiversaciones y los métodos antidialécticos que el revisionismo desarrolla.

El revisionismo, con su propuesta de un partido de dos niveles y, en consecuencia, doctrinalmente heterogéneo, en realidad propone el reemplazo del partido socialista por el frente de clases. Es el partido-frente, que tiene su antecedente en nuestro país en la concepción aprista. Esto es, en la concepción de la pequeña burguesía expresada en “lenguaje” marxista, con el agravante de hacerla pasar no como idea propia por parte de los revisionistas, sino como la posición de José Carlos Mariátegui.


En su propuesta de formación del PSP, José Carlos Mariátegui considera a todos los trabajadores, porque en la época del imperialismo, todos, ya sean obreros, campesinos semisiervos, o campesinos comuneros, son explotados bajo diversos mecanismos por el capitalismo. Así, toma en cuenta las condiciones históricas concretas de la formación económico social peruana, su carácter semicolonial y semifeudal, para proponer la organización del partido socialista y representar los intereses de clase del obrero, lo que corresponde a la formulación clásica, y al campesino, lo que corresponde a uno de los aportes al tesoro general del marxismo por parte del amauta; añadiendo que el PSP, con esta composición social de obreros y campesinos organizados, está integrado por aquellos que asumen la posición de clase del proletariado, lo que se expresa en el marxismo-leninismo, esto es, en la ideología del proletariado de la época del imperialismo y de la revolución proletaria.

Los que basándose en esta propuesta, de la composición social del PSP, creen ver una versión del frente de clases, y en consecuencia desarrollan la teoría partidaria de un partido-frente, ignoran la diferencia de los conceptos de posición de clase, extracción de clase y situación de clase. Evidentemente, Mariátegui se refería a la posición de clase que debería asumir la vanguardia del proletariado, no a la extracción de clase ni a la situación de clase, salvo en este último caso por ser la base material, en el sentido general de trabajadores explotados bajo diversas formas por el capitalismo.

Los antecedentes respecto al partido de dos niveles, en el análisis de Eduardo Ibarra se consignan en el siguiente párrafo: “Por eso, el proyecto de García no solo es un reciclaje del modelo de partido que levantaron Portocarrero y Pesce en junio de 1929, sino también, al mismo tiempo, un proyecto que tiene su antecedente en el partido pluriclasista de Haya de la Torre.” (“El Partido de Masas y de Ideas de Mariátegui”).

Miguel Aragón no es capaz de reconocer en los escritos y en la práctica de José Carlos Mariátegui su filiación marxista-leninista, la aplicación creadora del marxismo-leninismo. Por eso reclama una declaración. No se da cuenta que el reconocimiento de la época del imperialismo y de la revolución proletaria es la base para la interpretación mariateguiana de la realidad peruana, que le permitió aportar en la concepción del PSP, como un partido de cuadros bajo la forma de un partido de masas. Desconociendo este aporte del amauta, al igual que Ramón García, considera que al PSP pertenecen todos los que se reclaman del socialismo, con lo cual se elimina la frontera entre los militantes del PSP como vanguardia organizada del proletariado, de las demás organizaciones de trabajadores.

En los “Principios Programáticos del Partido Socialista”, dice Mariátegui: “Los grupos estrechamente ligados que se dirigen hoy al pueblo, por medio de este manifiesto, asumen resueltamente, con la conciencia de un deber y de una responsabilidad histórica, la misión de defender y propagar sus principios y mantener y acrecentar su organización, a costa de cualquier sacrificio. Y las masas trabajadoras de la ciudad, el campo y las minas y el campesinado indígena, cuyos intereses y aspiraciones representamos en la lucha política, sabrán apropiarse de estas reivindicaciones y de esta doctrina, combatir perseverante y esforzadamente por ellas y encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo.” (“Ideología y Política”. Subrayado nuestro).

Así pues, esta defensa de la doctrina y principios que propone Mariátegui, no puede corresponder al diletante sino a los elementos conscientes que los asumen. No son pues los que se reclaman socialistas, sino los que son conscientemente socialistas, en su pensamiento, expresado en el programa del PSP, y en la acción; no en la lucha por cualquier reivindicación, en la participación en un paro o en una huelga, sino en el pensamiento y la acción permanente en cada una de las luchas de las clases trabajadoras, entendiendo que estas luchas particulares son expresión de un movimiento general hacia el socialismo; por ello Mariátegui agrega que hay que “[…] encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo.”


Mariátegui dice que sabrán defender “a costa de cualquier sacrificio” estos principios. Es decir, él mismo plantea que asumirá, al igual que todos los militantes del PSP, la defensa de la doctrina y los principios, esto es, el marxismo-leninismo, con su vida inclusive. Esto es lo que no han sabido reconocer, o no han querido ver, García, Aragón y demás. Piden declaraciones, y cuando las encuentran, no son capaces de reconocerlas. El revisionismo de estos personajes no les permite ver la realidad histórica.

En sus escritos Mariátegui utiliza las expresiones Partido Socialista y Partido proletario como sinónimos. Así, señala, “El Partido Socialista del Perú es la vanguardia del proletariado […]”. (“Ideología y Política”, “Principios Programáticos del Partido Socialista”); en consecuencia no hay espacio para confundir la propuesta partidaria de Mariátegui con un partido-frente o con un partido pluriclasista.

En este aspecto, de la base de unidad del Partido del Proletariado, Eduardo Ibarra concluye lo siguiente: “En consecuencia, cuando García, falsificando la verdad histórica, pretende que el PSP ‘tenía dos niveles’, lo que hace es negar el carácter de clase del Partido de Mariátegui, y, así, su ‘qué entender por «partido de masas y de ideas»’, tiene, en él –y desde hace tiempo– esta respuesta: por un partido tal hay que entender un partido de clases, un partido pluriclasista, un partido de trabajadores sin la base doctrinal del marxismo-leninismo, un partido doctrinariamente heterogéneo. ”Debido a “que el partido del proletariado es doctrinariamente excluyente: acuerda el marxismo-leninismo como el aspecto general de su base de unidad, porque rechaza toda suerte de oportunismo y revisionismo.”

Hay que agregar algo sobre el método del revisionismo en relación a su teoría del PSP. Al parecer, y esto dicho sin eufemismo, los representantes del revisionismo están tratando de reproducir los pasos que dio JCM en su labor de constituir el PSP. Si fuera este el caso, el intento sería un fracaso, porque interpretan a Mariátegui erróneamente, o más bien lo tergiversan conscientemente. Además, ¿es posible reproducir paso a paso la conducta de JCM? ¿Las condiciones históricas nacionales son las mismas en que le tocó actuar a JCM? Evidentemente no. Por ello, este intento se revela como dogmatismo; pero reconociendo que algo ha cambiado respecto de las circunstancias en las que actuó JCM, se ven precisados a “desarrollar” cambios, como por ejemplo en la propuesta de nombre del partido; o en la denominación de la doctrina, donde proponen marxismo en lugar de marxismo-leninismo. En conclusión es un intento de recrear a Mariátegui dándose las ínfulas de ser a la vez quienes desarrollan su pensamiento. Sin embargo, en este enrevesado intento, lo que desarrollan es el oportunismo y el revisionismo.

Lo cierto es que el revisionismo, en su intento de justificar doctrinal y teóricamente sus propuestas y acciones frente a la realidad concreta, en cada pequeño viraje que esta exige (valedero o no), los lleva a elaborar sobre la base de cuestiones circunstanciales, el “desarrollo” teórico, con el añadido de que no teniendo el valor de plantearlo como idea propia, se refugian en José Carlos Mariátegui. Esto es expresivo de su incapacidad para reconocer la diferencia entre cuestiones generales y cuestiones particulares; para diferenciar la lucha concreta, de un lado, del objetivo final, del otro; diferencias que no son absolutas, puesto que en lo universal y en el objetivo final, se contiene lo particular y la lucha concreta.

El carácter doctrinariamente homogéneo del PSP implica que frente a cuestiones concretas no se pierda de vista el objetivo final del proletariado, y que en consecuencia la dirección de las masas obreras y campesinas no se desvíe hacia posiciones burguesas o pequeñoburguesas, como ha venido sucediendo en las últimas décadas; desviación que aparece teóricamente como revisionismo, ya sea de derecha o de izquierda, y que se traduce en políticas oportunistas.

En su libro, Eduardo Ibarra al hacer frente al revisionismo, llega a la siguiente conclusión, con lo cual enriquece la teoría partidaria de Mariátegui: “Según sean las condiciones objetivas de operatividad, el carácter de clase del Partido se expresa ora bajo la forma de partido de cuadros, ora bajo la forma de partido de masas. Es decir, el partido es de clase aun cuando sea de masas.” (“El Partido de Masas y de Ideas de Mariátegui”).

Pero, ¿qué significa Partido de clase bajo la forma de partido de masas? Eduardo Ibarra afirma que: “Partido de clase significa partido adherido a la verdad universal del marxismo-leninismo. Y partido de masas significa: 1) militancia masiva de obreros y campesinos; y, 2) dirección efectiva sobre las amplias masas populares organizadas.”

Así, en el libro El Partido de Masas y de Ideas de Mariátegui, Eduardo Ibarra da al traste con las tergiversaciones de la teoría partidaria desarrollada por el revisionismo, y restablece la verdad histórica de la propuesta de organización del Partido del Proletariado de José Carlos Mariátegui, sentando las bases para la reconstitución del Partido de Mariátegui.
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(*) Publicado originalmente en la edición de julio de 2014 del Blog CREACIÓN HEROICA.



La Legitimación y Deslegitimación de la Violencia Revolucionaria en el Perú: Una Evaluación de la Justificación de la Violencia Revolucionaria por Parte de la Izquierda Revolucionaria Armada de las Décadas de 1960 y 1980

(Cuarta Parte)


Jan Lust


5. La legitimización de la violencia: El PCP-SL y el MRTA

En las décadas de ochenta y noventa dos organizaciones guerrilleras han desarrollado la lucha armada en el Perú. El PCP-SL inició su guerra popular el día 17 de mayo de 1980, en la víspera de las elecciones presidenciales, con la quema de las ánforas y las cédulas de votación en el pueblo Chusci (departamento de Ayacucho). El MRTA inició oficialmente sus acciones en 1984. Ambas organizaciones fueron golpeadas fuertemente con la detención de sus líderes en 1992. Abimael Guzmán fue el líder de PCP-SL y Víctor Polay fue el comandante del MRTA. A continuación presentamos los puntos de vista del PCP-SL y del MRTA respecto a las razones para usar la violencia como medio para que el pueblo peruano llega al poder.

El PCP-SL

El PCP-SL es el resultado de varias divisiones. En 1964 el PCP se dividió en un partido que se orientaba a la Unión Soviética (Partido Comunista Peruano-Unidad) y otro a la República Popular de China (Partido Comunista del Perú-Bandera Roja). En el transcurso de la década de sesenta, el PCP-Bandera Roja se dividió en tres partidos: PCP-Bandera Roja, PCP-Patria Roja y PCP-SL.

En 1980, el PCP-SL comenzó una guerra de guerrillas contra el Estado y el capital. Su base principal era el departamento de Ayacucho. A mediados de la década de 1980 se creía que el PCP-SL tenía alrededor de 2.000 a 7.000 militantes (Wickham-Crowley, 1992: 212).1

El PCP-SL caracterizó el país como semi-feudal y semi-colonial. Guzmán (1974): “En estas condiciones de dominio imperialista yanqui, nuestra sociedad evoluciona su carácter semifeudal, pero no se destruye totalmente, sigue superviviendo. Como bajo el dominio inglés (especialmente después de la guerra con Chile), se da un mayor impulso a la destrucción de la feudalidad bajo el desarrollo de una forma de capitalismo ligado a los grandes monopolios y dependiente del imperialismo. Además de mantener su carácter semifeudal, nuestro país sigue siendo semicolonial; esto es, un país dominado que si bien tiene independencia política declarada vive bajo el dominio de una potencia imperialista en lo económico, diplomático, cultural y militar que hacen de la independencia política una cuestión formal.”2 Por tal razón, el PCP-SL pensó que se necesitaba como primera fase de la revolución peruana una revolución nacional-democrática. Guzmán (1974): “Científicamente hablando el carácter de la revolución peruana es ser una revolución democrático-nacional; democrática en cuanto va contra la feudalidad, a destruir las relaciones feudales del país; y nacional en cuanto es antiimperialista, dirigida a aplastar la opresión imperialista yanqui. Así, en la actual sociedad peruana semifeudal y semicolonial solo cabe una revolución democrático-nacional, antifeudal y antiimperialista.”

Para que la revolución nacional-democrática pudiera tener éxito, debería estar dirigida por el partido comunista. La historia había demostrado que esto era solamente posible mediante la lucha armada. De ahí que la principal tarea de la revolución en el Perú era iniciar la lucha armada (PCP-SL, 1979).

El PCP-SL consideraba su organización central para la revolución. En su libro Memorias desde Némesis, Guzmán y Yparraguirre, líderes indiscutibles de la organización, transcribían partes de las declaraciones de la VI y VII plenos del Comité Central (1977). Al referirse a Mao, el partido iba a ser construido a través del desarrollo del frente único y la lucha armada (Guzmán Reinoso y Yparraguirre Revoredo, 2014: 449).

Los maoístas contemplaron la guerra revolucionaria como una guerra popular, como una guerra campesina. Aunque el campo fue comprendido como “el teatro principal de la acción armada y el citadino complementario pero necesario”, la guerra revolucionaria debería llevarse a cabo en el campo y en la ciudad. Clave para todo eso era el desarrollo de las bases de apoyo (PCP-SL, 1986).3 El proletariado fue considerado como clase dirigente y el campesinado como la fuerza principal de la revolución (Guzmán Reinoso y Yparraguirre Revoredo, 2014: 434).4

El desarrollo de la lucha armada debería permitir la creación del nuevo poder. Este nuevo poder se basaría en la construcción de las bases de apoyo (PCP-SL, 1986). Aunque la creación de las bases de apoyo era clave para la organización, el PCP-SL consideraba a sí mismo como “la forma más alta de organización”. Junto con el ejército (“la forma principal de organización”) y el frente único (el conjunto de fuerzas que luchan contra el Estado peruano), éstos fueron los tres instrumentos “para tomar el Poder por medio de la violencia revolucionaria” (PCP-SL, 1988). “La línea militar”, escribe el PCP-SL (1988), “es el centro de la línea política general”.

El PCP-SL estaba completamente enfocado en el desarrollo de la guerra popular. Todo el trabajo estaba sirviendo a este objetivo. Veamos por ejemplo lo que decía respeto al trabajo con las masas: “[…] todo el trabajo de masas del Partido en la Reconstitución fue para preparar el inicio de la guerra popular, pues, como nos enseña el Presidente Mao antes de iniciar la guerra todo es para prepararla y una vez iniciada todo es para desarrollarla. […] En la dirección de la guerra popular se va a dar un gran salto en el trabajo de masas del Partido, salto cualitativo, pues se plasma la forma principal de lucha: la guerra popular y la forma principal de organización: el Ejército Guerrillero Popular; esta altísima tarea es llevada adelante a través de la militarización del Partido y en lo que respecto al trabajo de masas significa que todo el trabajo de masas se hace a través del Ejército Guerrillero Popular, pues como es ejército de nuevo tipo tiene que cumplir tres tareas: el combatir, el movilizar y el producir […]” (PCP-SL, 1988).

EL PCP-SL (1979) consideraba la situación en el país como una situación revolucionaria. Refiriéndose a Mao, la organización creía que en el Perú siempre existía una situación revolucionaria. PCP-SL (1979): “Pero, además, el Presidente Mao Tsetung ha establecido una brillante distinción entre situación revolucionaria en desarrollo y situación revolucionaria estacionaria, como puede verse en el punto 3 del capítulo II de su obra “Por qué puede existir el poder rojo en China?” El Presidente Mao parte de que en un país semifeudal y semicolonial, como es el nuestro, siempre existe situación revolucionaria, o situación objetiva, como él llama, para el desarrollo de la lucha armada pero que ésta se da en dos formas: 1) situación revolucionaria estacionaria y 2) situación revolucionaria en desarrollo. Más aún, analizando sus planteamientos, podemos decir que una situación revolucionaria estacionaria puede ser convertida en situación revolucionaria en desarrollo por acción de las condiciones subjetivas sobre la situación objetiva; esto es muy importante de tener presente. Además hay que diferenciar el desarrollo desigual de la situación revolucionaria y tener en cuenta que ésta incluso puede darse en una región y que la propia acción revolucionaria puede generalizarla a todo el país y que, además, la lucha armada puede iniciarse en medio de un repliegue general de la revolución como lo prueba el levantamiento de la cosecha de otoño, de agosto 1927 en China.”

Es importante citar extensamente al PCP-SL en relación a su concepción de una situación revolucionaria porque con eso podemos darnos cuenta que la organización no tomaba en cuenta todos los elementos mencionados por Lenin para caracterizar una situación como revolucionaria (ver sección 1). PCP-SL (1979): “Lenin ha sentado tesis fundamentales sobre situación revolucionaria. Analizando los grandes movimientos huelguísticos de la clase obrera y la lucha popular de la segunda década de este siglo en la vieja Rusia de los zares estableció que la raíz de los mismos, su causa, era la existencia de situación revolucionaria, para precisarla escribió: “Rusia vive una situación revolucionaria porque la opresión de la aplastante mayoría de la población, no sólo del proletariado, sino de las nueve décimas partes de los pequeños productores, particularmente de los campesinos, se ha agudizado al máximo, siendo de notar que la opresión agudizada, el hambre, la miseria, la ausencia de derechos y los ultrajes al pueblo se hallan en flagrante desacuerdo con el estado de las fuerzas productivas de Rusia, con el grado de conciencia y con el nivel de las reivindicaciones de las masas...” ¿Puede decirse que tales condiciones no se dan en la actualidad en nuestro país, incluso desde hace muchos años? Es evidente que todas estas condiciones se dan en la sociedad peruana y, más aún, que tales condiciones en los últimos años han entrado en un proceso de profundo agravamiento; necesita demostrarse esto? necesita demostrarse que las “nueve décimas partes” especialmente el campesinado peruano, está sujeto a una creciente opresión y explotación?, necesita demostrarse que cada día más se agudiza la explotación y opresión del proletariado peruano?, necesita demostrarse el hambre, la miseria, la ausencia de derechos y los ultrajes al pueblo peruano? Todo esto es tan evidente que nadie lo puede negar y, más aún, para no ir más atrás, todo esto se ha agravado desde el año 68, desde la toma del Poder por el presente régimen y se ha agudizado hasta devenir en la insostenible situación que vivimos hoy, desde el año 75. ¿Alguien puede negar esta realidad que padece nuestra patria? Nadie. Nadie que se sujete al más elemental análisis objetivo de nuestra realidad. Y la existencia de estas condiciones de opresión y explotación son la base misma de la situación revolucionaria, aunque para que ésta surja se necesita a su vez de otra condición, como el mismo Lenin dice: “La opresión, por grande que sea, no siempre origina una situación revolucionaria en un país. Para que estalle la revolución no suele bastar con que los de abajo no quieran seguir viviendo como antes. Hace falta además, que los de arriba no puedan seguir administrando y gobernando como hasta entonces”. Así, Lenin definió lo que es una situación revolucionaria, lo que son condiciones objetivas de la revolución y las sintetizó en dos: 1) que los de abajo no quieran seguir viviendo como antes y 2) que los de arriba no puedan seguir administrando y gobernando como hasta entonces; estas dos condiciones son las que generan las movilizaciones de las masas, sus luchas y entre ellas el movimiento huelguístico del proletariado. No es, pues, que la movilización de las masas genere la situación revolucionaria si no al revés; la situación revolucionaria, o sea las condiciones objetivas de la revolución son la causa de las movilizaciones y éstas son su efecto. Pero además, y esto es de gran importancia, Lenin considera que la situación revolucionaria genera una crisis política en la base misma del Estado; en sus propias palabras: “Rusia atraviesa una crisis política de escala nacional, y se trata de una crisis que afecta precisamente las bases de la estructura estatal, y no en modo alguno cualquier parte secundaria de ella; afecta los cimientos del edificio y no tal o cual accesorio, tal o cual piso”. Esto es fundamental, la situación revolucionaria afecta las bases mismas, los cimientos del Estado y por lo tanto no es factible “una salida reformista de la situación”. No son factibles parches ni remiendos sino que sólo cabe una salida revolucionaria. El mismo Lenin, sintetizando magistralmente la situación revolucionaria, dice: “El estado de las masas de la población de Rusia, el empeoramiento de su situación en virtud de la nueva política agraria (a la que han tenido que apelar los terratenientes feudales como última tabla de salvación), las circunstancias internacionales y el carácter de la crisis política general de nuestro país constituyen la suma de condiciones objetivas que hacen revolucionaria la situación de Rusia a causa de la imposibilidad de resolver las tareas de la revolución burguesa por este camino y por los medios existentes (en manos del gobierno y de las clases explotadoras)”. Todo esto parece escrito para nuestro país. Resaltamos el problema de “los de arriba”; obviamente en el Perú los de arriba no pueden seguir gobernando y administrando como hasta hoy, la prueba es la tercera reestructuración del Estado que se concreta en la nueva Constitución, como es evidente, tiene que ver con todo el orden estatal. La síntesis transcrita a todas luces resume una situación similar en nuestro país y, en consecuencia, la existencia de condiciones objetivas, de situación revolucionaria en nuestra patria. Sin embargo, en el Perú hay grave confusión sobre este problema, pues se pone la movilización de las masas como causa de la existencia de situación revolucionaria lo que está abiertamente en contra con las tesis sumamente claras de Lenin y tiene un fondo: el centrar en el movimiento reivindicativo de las masas para soslayar la revolución, la toma del Poder y, en último término, soslayar la violencia revolucionaria para ir tras los procesos electorales y difundir cretinismo parlamentario. Otros, en el país, plantean que la situación revolucionaria se deriva y se desarrolla de la complementación de las condiciones objetivas con las condiciones subjetivas lo que implica otro grave error, pues condiciones subjetivas, para Lenin, implica la clase y los instrumentos para llevar adelante la revolución, ya que como él mismo dice: “Ni la opresión de los de abajo ni la crisis de los de arriba basta para producir la revolución -lo único que producirán es la putrefacción del país- si el país dado carece de una clase revolucionaria capaz de transformar el estado pasivo de opresión en estado activo de cólera y de insurrección”. No es lo mismo, por tanto, situación revolucionaria o condiciones objetivas de la revolución que condiciones subjetivas, y estas son la clase y los instrumentos capaces de convertir la situación revolucionaria en violencia revolucionaria, lo que en nuestro país implica lucha armada, frente único, Partido que maneje a ambos, proletariado capaz de dirigir y cumplir su papel de clase dirigente y un campesinado capaz de levantarse en armas.”5

Aparte de que el PCP-SL consideraba la situación en el Perú como una situación revolucionaria, afirmó también, refiriéndose a Mao, que las “condiciones objetivas de las revolución y su desarrollo” estaban dadas. PCP-SL (1979): “El Presidente Mao Tsetung establece las condiciones que conforman la situación objetiva y principalmente las contradicciones que se dan y de cuyo desarrollo derivan el desenvolvimiento de la revolución, en esencia la lucha armada y el triunfo inevitable de la revolución. Como puede verse en el punto 4 de su obra “Una sola chispa puede incendiar la pradera”, destaca los siguientes puntos y contradicciones:

1) En el plano internacional, desarrollo de las contradicciones entre los países imperialistas. Evidentemente éstas hoy son más agudas que ayer y la lucha por la hegemonía mundial entre las dos superpotencias, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético, se acrecienta cada día más. Lo cual repercute en nuestro país como contradicciones en el seno de los explotadores, principalmente de la gran burguesía como se ha visto en los últimos tiempos en las facciones de la misma: la burguesía burocrática y la burguesía compradora, lo que lejos de amenguarse seguirá desarrollándose.

2) Contradicción entre los gobernantes reaccionarios y las grandes masas de contribuyentes. Entre nosotros el crecimiento del aparato estatal lleva necesariamente al aumento de impuestos que recae sobre las amplias masas populares y, además, la economía estatal se desenvuelve en constante crisis presupuestaria; el proceso seguido bajo el actual régimen y la situación del presente demuestran palmariamente lo dicho, así como que son las masas populares las que a través de los impuestos indirectos soportan más y más los gastos estatales, situación que se agrava cada vez más y seguirá agravándose.

3) Contradicción entre el imperialismo y la industria nacional. También entre nosotros es evidente esta contradicción; la industria en el país está cada día más sujeta al dominio imperialista y el acceso a sus mercados cada vez más restringido; por otro lado, la agresión de mercaderías extranjeras manejada por el imperialismo restringe la industria nacional y las propias imposiciones financieras del imperialismo la hunden más en la recesión económica agravada incluso por la crisis mundial. Como dijera Mariátegui, el imperialismo no permite el desarrollo de una industria nacional.

4) Contradicción entre la burguesía y la clase obrera. Buscando escapar a sus dificultades los capitalistas “tratan de encontrar una salida a través de la desenfrenada explotación de los obreros, y éstos les oponen resistencia”. Esta afirmación del Presidente Mao se comprueba entre nosotros todos los días hasta la saciedad, principalmente la vemos hoy en el desarrollo de la crisis que el país viene padeciendo en los últimos años. En síntesis, vemos como brutalmente se reducen los salarios, se aumenta la jornada y se imponen duras condiciones de trabajo para salvaguardar las ganancias empresariales; pero frente a esto vemos la resistencia del proletariado a través de la lucha huelguística persistente aún contra toda forma de persecución y represión, suspensión de garantías y estado de emergencia.

5) Profundización aún mayor de la contradicción entre la clase terrateniente y el campesinado. En el país el Estado ha asumido el cobro de la renta territorial a través de la deuda agraria, la inversión imperialista principalmente a través del banco agrario y el control de todo el sistema asociativo (cooperativas, SAIS, etc.) en la producción agrícola y, además, mantiene formas serviles de producción sumándose así a la vieja explotación terrateniente feudal. De esta forma se ha agravado la situación del campesinado por la evolución de la feudalidad que imprime la ley agraria y la penetración del capitalismo burocrático en el campo.

6) Los comerciantes en productos nacionales y los productores independientes se ven empujados cada vez más a la quiebra. Actualmente la crisis económica muestra fehacientemente la validez de esta afirmación, basta recordar la situación de quiebra que enfrentan la pequeña producción industrial y el pequeño comercio, así como la pequeña minería; resaltemos la grave situación que soportan los ambulantes sobre los cuales incluso recae la represión. Pero la situación golpea hasta los medianos productores.

7) El gobierno reaccionario incrementa ilimitadamente sus tropas. En el país es evidente el desarrollo y reforzamiento de las fuerzas armadas y policiales de la reacción, tanto en contingente como en armamento, con la creación de nuevos cuerpos represivos y la ampliación de sus funciones y el mayor control que ejerce sobre todas las funciones de la sociedad. Evidentemente, este proceso se desarrollará más.

8) El hambre y el bandolerismo se extienden por todo el país. Las masas populares peruanas soportan hambre crónica, pero hoy con la crisis es mayor aún; las masas realmente, en especial los campesinos pobres no tienen nada que llevarse a la boca y con el hambre viene aparejada la enfermedad que se ceba principalmente con los niños y la juventud. La delincuencia se expande más y más y el abigeato se acrecienta en el campo amparado por las propias autoridades.

9) Las grandes masas campesinas y los pobres de la ciudad se encuentran en una situación en la que apenas pueden subsistir. Esta comprobación que el Presidente Mao hacía en China es también entre nosotros una cruel realidad, la miseria se asienta más y más entre las masas populares de nuestra patria.

10) Por falta de presupuesto muchos estudiantes temen no poder continuar sus estudios. Para el país ésta también es una verdad, el presupuesto de educación, como el de salud, decrece y la educación se agita en una profunda crisis; así muchos estudiantes dejan de estudiar por falta de centros de estudios y, además, por falta de recursos.

11) Por el carácter atrasado de la producción, muchos estudiantes graduados no tienen esperanzas de encontrar empleo. Entre nosotros igualmente se da esta situación, miles de graduados trabajan en todo menos en su profesión.

Así es como el Presidente Mao Tsetung enjuicia la situación revolucionaria en los países atrasados y al analizar las contradicciones que presenta la situación objetiva encuentra la base material que da sustento a la lucha armada, a su desarrollo y triunfo. De lo expuesto se ve que en nuestro país se da similar situación objetiva y que se desarrollan las mismas contradicciones. Todo esto es sumamente evidente, son realidades que nadie puede negar y, más aún, son contradicciones que se desarrollan y que en modo alguno pueden ser resueltas por un gobierno reaccionario; además, todos sabemos que las contradicciones que no se resuelven se agudizan, por tanto la situación objetiva de nuestro país es y será cada vez más propicia al desarrollo de la revolución, al desarrollo de su forma superior, de la lucha armada; en consecuencia la cuestión es iniciar la lucha armada, esta es la perspectiva inevitable de nuestra condición de país semifeudal y semicolonial. ¿Qué otra perspectiva puede tener nuestra patria? ¿Qué otro camino podemos seguir en el Perú? ¿Qué otra esperanza pueden tener nuestras masas populares y el proletariado? […] ¿Siguiendo nuestro país las mismas leyes de la revolución, siendo similar nuestra situación e igual nuestra perspectiva, podemos pensar de distinta manera? No, en modo alguno.”

De los conceptos de Lenin y de Mao y de su aplicación a la realidad peruana, el PCP-SL (1979) llegó a las siguientes conclusiones: “1) En nuestro país se dan las dos condiciones que sobre una situación revolucionaria planteara Lenin; 2) en nuestro país se da la situación objetiva que como contradicciones analizara el Presidente Mao; 3) es fundamental que para comprender nuestra realidad tengamos en cuenta la diferencia que hay entre situación revolucionaria estacionaria y situación revolucionaria en desarrollo; 4) teniendo en cuenta lo dicho sobre el país al analizar las tesis de Lenin y Mao, debemos concluir que estamos viviendo una situación revolucionaria en desarrollo expresada en la evidente creciente protesta popular que entre nosotros se desenvuelve atizada por la crisis que hace años vivimos. Así pues, si nos sujetamos al marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung, y a partir de él analizamos la realidad concreta de la revolución peruana tenemos que concluir que vivimos una situación revolucionaria en desarrollo y, en consecuencia, toda estrategia, táctica y acción políticas deben partir de tal reconocimiento, pues de otra manera erraremos gravemente.” Además, se lee “si analizamos, por muy someramente que sea, pero a la luz del marxismo-leninismo-pensamiento Mao Tsetung, la situación objetiva, las condiciones objetivas del país, la situación de los de arriba que ya no pueden seguir gobernando ni administrando como lo hacían, y la situación de los de abajo que ya no pueden ni quieren seguir viviendo como hasta hoy y la creciente protesta popular, no podemos menos que concluir: en nuestro país existe situación revolucionaria en desarrollo y éste es el punto de partida para determinar toda política, estrategia y táctica que sirvan al proletariado, al pueblo y a la revolución. Y una situación así no puede ser base nunca para centrar la actividad política del pueblo en procesos electorales pues éstos, en circunstancias como las que vivimos, lo desorientan de su camino revolucionario.”

Aunque la existencia de una situación revolucionaria determinaba que el tiempo era adecuado para iniciar la lucha armada, la organización pensaba, además, que la “lucha de clases en polarización y su desarrollo como lucha armada han atizado más aún la preexistente situación revolucionaria en desarrollo; y, así hoy y en perspectiva, la situación revolucionaria en desarrollo más caldeada en la actualidad estimulará más la lucha de clases y ambas impulsarán fuertemente la lucha armada” (PCP-SL. 1982).

Aparte de que en el país existía una situación revolucionaria, había otras razones para las cuales el PCP-SL consideraba el uso de la violencia revolucionaria legítimo:

1) Solamente a través del uso de los armas se puede llegar al poder. PCP-SL (Guzmán Reinoso y Yparraguirre Revoredo, 2014: 250): “La experiencia de la lucha de clases en la época del imperialismo nos enseña que sólo mediante la fuerza del fusil, la clase obrera y las demás masas trabajadoras pueden derrotar a la burguesía y a la clase terrateniente armadas; en este sentido cabe afirmar que sólo con el fusil se puede transformar el mundo entero. Somos partidarios de la eliminación de la guerra, no deseamos la guerra. Pero sólo mediante la guerra se puede eliminar la guerra. Para acabar con los fusiles, hay que empuñar el fusil’.”

2) Es solamente a través de la lucha armada que se desarrolla la lucha armada. PCP-SL (1982): “[…] es la propia lucha armada la que abre en los hechos el camino de la lucha armada y asimismo va machacando con hechos contundentes las ideas, el camino de la lucha armada en la propia mente de los hombres como parte integrante de las masas y así se incorpora a éstas más y más al gran camino de la guerra popular.”

3) Porque el mundo estaba viviendo “la ofensiva estratégica de la revolución mundial, vivimos el barrimiento del imperialismo y la reacción de la faz de la Tierra en los próximos 50 a 100 años”, era necesario militarizar el partido (PCP-SL, 1988).

4) La sociedad estaba “marchándose a una sociedad militarizada”. Entonces, “militarizando el Partido plasmamos un paso hacia la militarización de la sociedad que es la perspectiva estratégica para garantizar la dictadura del proletariado” (PCP-SL, 1988).

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Notas
(1) Según Tapia (1997: 93) el PCP-SL tenía 3.000 militantes.
(2) Según el PCP-SL, en 1988 aún el país era semi-feudal y semi-colonial. PCP-SL (1988): “Por qué es semifeudal? El Presidente Gonzalo plantea: “El caduco sistema semifeudal sigue subsistiendo y marcando al país desde sus bases más profundas hasta sus más elaboradas ideas y, en esencia, manteniendo persistente el problema de la tierra, motor de la lucha de clases del campesinado, especialmente pobre que es la inmensa mayoría”, nos remarca que el problema de la tierra sigue subsistiendo porque se mantiene relaciones semifeudales de explotación evolucionando la semifeudalidad, problema básico de la sociedad que se expresa en tierra, servidumbre y gamonalismo; condición que debemos verla en todos los aspectos, económico, político e ideológico, en la base y en la superestructura; demuestra cómo es que el campesinado constituye alrededor de un 60% de la población, que durante siglos trabaja la tierra pero está atado a la gran propiedad y a la servidumbre; nos enseña que existe gran concentración de tierras en pocas manos, con formas asociativas y no asociativas y, la inmensa mayoría del campesinado es campesinado pobre que no tienen tierras o si las tienen son muy pocas dando así lugar al minifundio sometido a la voracidad del latifundio.”
(3) “[…] las Bases de Apoyo que son la médula del camino de cercar las ciudades desde el campo […]” (PCP-SL, 1988).
(4) Ver también, Guzmán (1974).

(5) El documento “Desarrollemos la guerra de guerrillas”, el PCP-SL (1982) definió la situación revolucionaria como “los de arriba no pueden seguir mandando como ayer y los de abajo no quieren seguir viviendo como hasta hoy”.



Imágenes a los Noventa: Fidel, más allá de la biografía

Felipe de J. Pérez Cruz

Desde la segunda mitad del Siglo XX, Fidel Castro Ruz, líder de la Revolución Cubana y fundador del Partido unido y del Estado Socialista, ha marcado la historia política de Cuba, América Latina, África y el mundo. He expresado mi criterio sobre la importancia de publicar una y muchas biografías de Fidel, pero sin dudas la biografía como género y resultado historiográfico, no agotan la necesidad de conocimiento y rescate de la memoria colectiva sobre el Comandante en Jefe. Siempre quedará un amplio campo de estudio para avanzar en la sistematización de su legado y en la reflexión sobre su pensamiento.

La investigación y el estudio de la vida y obra de Fidel no puede ser un fin en sí mismo, será solo el camino para que el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana perviva en la Historia, para que Fidel continúe  acompañándonos, para estar orgullosos y comprometidos con nuestros logros,  exhortándonos  a pensar propositivamente, a luchar contra nuestros errores, a mantener incólumes los principios martianos y socialistas de justicia social, emancipación y dignificación humana, para crecer y vencer.

El valor del ejemplo

“Hacer es la mejor manera de decir”, definía José Martí en La Revista Venezolana en 1881, y de tal máxima Fidel Castro Ruz ha hecho una escuela.  Fidel no dijo “hagan”, sino “síganme”, y marcó el camino marchando a la vanguardia de la Revolución.

Al asalto del Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, fue Fidel como jefe y combatiente. Su comando tenía la difícil tarea de tomar la posta de entrada a la fortaleza. Ante la posibilidad de perder la iniciativa del factor sorpresa, dispara, inicia el combate, y le hace la primera baja al enemigo. Cuentan que al ordenar la retirada, en medio de la fuerte respuesta de los soldadesca de la tiranía ya organizada, el joven líder estuvo de pie, desafiando las balas enemigas, en lo que se aseguraba que los autos evacuaran a sus compañeros, así quedó solo en medio de la calle, y en el último de los vehículos se retiró.

La vida de Fidel en la guerrilla que a golpe de inteligencia y bravura se transformó en Ejército Rebelde, da para una leyenda. La primera y la única “conspiración” a “espaldas” de Fidel durante la guerra de liberación, fue la carta que circuló y firmó la oficialidad del Ejército Rebelde, para obligar a su jefe a que protegiera más su vida en los combates.

Luego en la victoria, sus hechos de audacia se hicieron cotidianidad.  Fidel en el propio 1959, que organizó y ejecutó el primer cerco que se realizó para apresar a un grupo de contrarrevolucionarios “alzados” en armas.  Luego miles de batallones de milicianos le seguirían en la epopeya de la Limpia del Escambray, y en la liquidación de las bandas de asesinos, creadas, dirigidas y avitualladas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos en casi todas las provincias del país.

Cuando la invasión mercenaria, en abril de 1961, Fidel llegó hasta las arenas de Playa Girón junto a los soldados, policías rebeldes y milicianos, porque cuentan que era imposible mantenerlo en el Puesto de Mando del Central Australia. Allí estuvo a tiro de una escuadra de invasores, que carentes de valor optaron por no hacer fuego.

Afrontando el peligro

Contra Fidel, la CIA y su Entente de terrorismo anticubano, radicada en el territorio estadounidense, han puesto en ejecución no menos de 640 planes de asesinato. Fidel ha vivido con la responsabilidad de afrontar estos peligros. Sabemos que no se inmutó en aquella conferencia de prensa en el Chile de 1971, a sabiendas que frente a él estaba un asesino de la CIA, con una cámara a la que se había acoplado un arma. También conocía la seguridad cubana de otros probables planes de magnicidio, pero nada pudo impedir que el Comandante de la Revolución Cubana recorriera junto al Presidente Salvador Allende toda la geografía del hermano país.

En septiembre de 1973, en plena guerra de liberación contra los agresores estadounidenses, Fidel Castro se convirtió en el primer y único jefe de un Estado extranjero que visitó las zonas liberadas de Viet- Nam del Sur. Así también Fidel viajaría a Angola en 1976, a brindar con su presencia cumplido homenaje a los primeros combatientes que pararon la invasión sudafricana a las puertas de Luanda, derrotaron el plan de la CIA y los racistas para impedir la real independencia del país victoria política de Agostinho Neto y el movimiento revolucionario que lideraba.

Lo recordamos pleno a sus 68 años, liderando al pueblo que salió a las calles  el 5 de agosto de 1994, para rechazar a la horda de antisociales que manipulados por los servicios enemigos y la emisora contrarrevolucionaria, provocaron disturbios y atacaron instalaciones turísticas y comerciales cercanas al malecón habanero.  Fidel llegó a la intersección de las calles Galiano y San Lázaro, frente al Hotel Deauville, minutos antes apedreado, con sus escoltas sin armas, a dar su cuota de pelea.  Su marcha para llegar a la zona de enfrentamientos en el cercano Paseo del Prado, convocó a su paso a un mar de pueblo, dispuesto a defender a la Revolución y su Comandante. Mientras, delincuentes y contrarrevolucionarios, huían despavoridos.

Veinte nueve años después de su visita a Chile, seguía Fidel con la misma audacia, y los confirmados planes para asesinarlo no lo hicieron desistir de viajar a la Cumbre Iberoamericana de Panamá, y allí en el Istmo, con su denuncia, desbarató el dispositivo terrorista y obligó a poner presos a los criminales. Esta vez los criminales planificaban una masacre, al planificar explotar poderosos explosivos en un auditorio de la Universidad panameña, que iba a esta repleto de jóvenes estudiantes, profesores y amigos de la solidaridad con Cuba.

La construcción socialista

Fidel ha hecho del heroísmo cotidiano, del reclamo de su hermano de luchas el Comandante Ernesto Che Guevara, un asunto de principios. La primera Zafra del Pueblo lo tuvo de machero, abriendo con su ejemplo la movilización de miles de trabajadores voluntarios hacia los cortes de caña.

Fidel ha estado de promotor y entusiasta hacedor en la creación de la base técnico material del socialismo en Cuba: Desde las primeras tareas  de la mecanización agropecuaria y el desarrollo de la ganadería integral en los pasados años sesenta, hasta los complejos científico- tecnológicos de investigación-producción ya a las puertas del siglo XXI. La ligazón de Fidel con el mundo del trabajo, de la ciencia y la tecnología,  es un escenario de relación y conocimiento que une al líder con la nueva clase obrera, y con su intelectualidad científico-técnica. Es una relación íntima, que comparte y  disfruta junto a los trabajadores, por cada nueva realización.


Ahí ha estado Fidel saltando de alegría por Ubre Blanca y sus records mundiales en litros de leche; alegre, jubiloso, como un muchacho con un nuevo juguete, al “probar” una nueva combinada para cosechar la caña de azúcar. Fidel fue quien primero nos habló de computación e informatización por el año 1971, cuando nos recuperábamos del revés de la zafra de los Diez Millones. Lo conocimos “conjurado” con los químicos, para hacer un nueva cerveza y sorprender con esta innovación a los jóvenes de las Brigadas Técnicas Juveniles…. Fidel es la magia de dibujar el futuro de un centro de biotecnología, cuando apenas sobrevivíamos la crisis y el doble bloqueo de los años iníciales del período especial. Y ante las desiertas y lúgubres instalaciones de una abandonada base soviética, pensar la maravilla de una universidad de punta –de hermoso y colorido diseño-, dedicada  al estudio, la investigación, los servicios y la producción  en el mundo de las nuevas tecnologías de la informatización y las comunicaciones.

La articulación de Fidel con los planes de salud, educación y cultura, supera en su vínculo con el sentir nacional, cualquier evaluación que un “historiador” pueda intentar realizar. Ahí está su fiebre por sembrar a Cuba de hospitales, policlínicos, casas del médico de la familia, escuelas, institutos y universidades, museos, teatros, gimnasios y salas polivalentes. Fidel lideró la batalla contra la falta de maestros y el analfabetismo, y fijó el hacer del arte y la literatura en la Revolución, con sus  palabras a los intelectuales. Fue el artífice de la Revolución Educacional, de los programas de las escuelas en el campo, de la fundación del Destacamento Pedagógico “Manuel Ascunce Domench”. Lo recordamos en sus visitas a los círculos de interés y apoyo a la actividad vocacional. Fidel fundó con el Comandante Ernesto Che Guevara, la medicina social cubana, y multiplicó la extensión y la calidad de los servicios de salud.

El deporte y al recreación física renacieron en Cuba con la Revolución, y han contado con el empuje protagónico del Comandante. Con el juego entusiasta del equipo de beisbol Barbudos, junto a Camilo Cienfuegos, Fidel fijó el contenido de disfrute masivo de deporte revolucionario. Mis compañeros de la generación de los setenta, aún sueñan al Comandante en las tardes de básquet en la Secundaria Básica  en el Campo “Ceiba 1”, donde reía y peleaba por el balón como un adolescente más, y “gardeaba” duro, sin hacer de su físico imponente, un obstáculo de fuerza. El deporte cubano pasó al medallero Olímpico, regional  y mundial, cada medalla fue una alegría para Fidel, pero siempre insistió que lo más importante es competir con honor y patriotismo.  

Por estar a la vanguardia a favor del pueblo, Fidel hasta ha desafiado a la naturaleza. Desde el ciclón Flora en 1963, hasta los últimos huracanes que cruzaron el país en su mandato como Presidente,  lo vimos desafiando los vientos, en los lugares de más peligro. Chequeando las medidas de defensa civil, orientando, y sobre todo dando confianza y cariño.

El protagonismo de Fidel superó su propio horizonte de partida, ha sido el promotor de los  diseños estratégicos, y a la vez el articulador del día a día de estas las realizaciones.

El Comandante

Fidel es un hombre que reúne en sí las excepcionales cualidades del conductor de pueblos, del pedagogo y el educador social. Posee una indiscutible capacidad como dirigente, inteligencia, estudio y experiencia, que ha desarrollado a la par de un ejercicio ético de dignificación humana, con una extraordinaria dedicación al trabajo e inquebrantable voluntad de lucha.
Fidel es un modelo de tenacidad y compromiso revolucionario, símbolo de modestia, intransigencia y audacia, de constante preocupación por el estudio, la investigación y superación profesional, de servicio a la causa del socialismo y entrega absoluta a los intereses nacionales, populares e internacionalistas. Fidel ha demostrado ser capaz de adelantarse a los acontecimientos, y se le reconoce un maestro en el difícil arte de la estrategia política.


Fidel ha mantenido un régimen de trabajo diario alucinante, con apenas tres o cuatro horas de sueño, ocupándose de todos los problemas nacionales e internacionales que puedan imaginarse. Lector incansable, el estar bien informado ha sido una ocupación cotidiana.

Quienes seguimos a Fidel durante más de medio siglo de batallas, tenemos sobradas razones para saber que es un hombre profundamente solidario, con una sólida convicción sobre la centralidad que deben tener, los principios de la emancipación, la  justicia social y dignificación humana. Precisamente desde tales convicciones se hizo revolucionario, luego “socialista utópico”, después definitivamente marxista y leninista convencido, comunista, antes y después, siempre, martiano.

Precisamente en  el pensamiento de Fidel, sobresale una  finalidad doctrinal  perfectamente determinable acerca de la  emancipación efectiva de la persona en diversas dimensiones: productivo-laboral, socioclasista,  generacional,  genérica,  espiritual. A la persona  la  sitúa en su plena dignidad,  y asume que esta es la  finalidad real de toda la actividad social revolucionaria.

Fidel es capaz de sentir y expresar las más íntimas necesidades  y valores de sus compañeros y pueblo.

El método y el estilo fidelista

Fidel ha vivido convencido de la responsabilidad que le otorgaba su condición de líder de un pueblo. Sabe que los latinoamericanos tenemos una larga tradición de líderes carismáticos y siempre ha cuidado que su cuota de poder sea compartida, en primer lugar con el pueblo, con el Partido y sus compañeros de la dirección política.  Son abrumadores los testimonios de su modestia. Nunca ha dejado de sentirse y de actuar como un servidor de la impronta histórica y la voluntad popular. Son abrumadores los testimonios de su modestia. 

No somos los cubanos un pueblo de seguidores acríticos. Fidel lo sabe y ha cultivado. La Revolución nos hizo cultos, para hacernos libres. Fidel  no dijo “crean”,  sino “lean”.

Fidel ha hecho de la persuasión un arte: Si se estudia su método de comunicación tanto en privado como en público, nos percatamos de su inteligente labor para establecer la mutua confianza, la intimidad de verbo y pensamiento. En cada conversación, en sus discursos y actos sobresale su pedagogía revolucionaría, su condición de educador social.

Su estilo de dirección es democrático, de búsqueda de asesoramiento y saberes, de consulta perenne con las masas. Tiene ganada fama de ir hasta el más pequeño detalle en todo lo que se propone. Es capaz de escuchar durante horas a un interlocutor,  al que solo interrumpe para hacerle cada vez preguntas más incisivas sobre el tema que comparten.  A la vez sabe ser un jefe firme en la toma de las decisiones, en la orden, y en la asunción de su responsabilidad personal. Su fiel de actuación ha estado en búsqueda constante de soluciones posibles –ante todo prácticas- para cada problema. Desde la década del sesenta del pasado siglo, su crítica al burocratismo y a la burocracia, ha definido un sentido de hacer.

No afecta a Fidel la contradicción, ni la discrepancia o la crítica. Si es implacable con la improvisación, el desatino de juicios y acciones, la negligencia o la chapucería. Aborrece la adulación y la mentira. Nunca pierde la perspectiva de que lo fundamental está en transformar, en educar. Develar el error, sancionarlo, y respetar y salvar al ser humano, ha sido su divisa.

Desde joven se destacó como polemista. Su respuesta al adversario es siempre contundente, sobresalen la fortaleza moral, la solidez de la argumentación y la  mesura de la forma.

La Revolución no solo ha sido una consecución de conquistas, la personalidad de Fidel las ha dotado de un goce particular, de un cariño compartido

La teoría como praxis

El protagonismo del Comandante se asienta en un profundo conocimiento de la Historia, en el análisis y el juicio  prospectivo. De la Historia y en la historia Fidel obtuvo las razones para actuar. El encuentro raigal con el pensamiento emancipador de José Martí, y la asunción temprana del marxismo y el leninismo, le permitieron la claridad política, la fortaleza cultural y la certeza científica, sobre el pasado, y en tanto, la comprensión de su presente, y la proyección de la necesidad del destino futuro de la nación.  El tránsito dialéctico de Martí a Carlos Marx y Vladimir Ilich Lenin, y el retorno de estos, con más certezas y convicción, a Martí, le permitieron evadir las lecturas sectarias y dogmáticas prevalecientes a mediados del siglo XX en el movimiento comunista internacional. Desde entonces fue un constante promotor de la criticidad y fertilidad del marxismo.
El Comandante nos ha brindado como síntesis perfecta de su visión de praxis revolucionaria, el concepto complejo y multidimensional de Revolución: “Revolución –precisó el 1ro de mayo del 2000- es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo.”
No mentir ni violar jamás principios éticos
La historia del movimiento revolucionario y comunista está jalonada de heroísmo y entrega patriótica e internacionalista, pero como síntoma de lo que no se ha logrado, en el  tránsito de los líderes y combatientes a la cultura de la emancipación, se han manifestado una y otra vez problemas donde se percibe que las viejas tradiciones, los prejuicios y miserias de la idealidad burguesa, persisten en la mente y el hacer de los sujetos en Revolución. En ocasiones los fines revolucionarios se han enarbolado para justificar métodos y medios turbios, la verdad ha sufrido, los intereses individuales se han antepuesto, las contradicciones y las imprescindibles luchas políticas e ideológicas dentro de los partidos y movimientos, se han intentado resolver con exclusiones y purgas.

La Revolución Cubana -puede probarse-, ha sido un procesos caracterizado por la transparentes y la integridad, pero no hemos estado exentos de tales fenómenos negativos. El hecho más conocido –y manipulado por la propaganda anticomunista-, fue la separación de Julio Antonio Mella por sus compañeros de Partido en 1926. En la etapa posterior a 1959, fenómenos adversos como el sectarismo y la microfracción, encubaban prácticas en las que se evidenciaban los citadas debilidades. Si tales peligros fueron cortados en la raíz, para solo sobrevivir como fenómenos a escala reducida en tiempo y espacio, ello se debió a la colosal acción política y pedagógica de Fidel, como constructor de la unidad de todos los revolucionarios alrededor del Partido y de la Revolución.

Fidel como martiano consecuente, es un ejemplo de político revolucionario, y desde su hacer personal y liderazgo, creó una escuela de ética revolucionaria, en la que se han formado y deben crecer las nuevas generaciones de dirigentes cubanos. Esta escuela de pensamiento y acción, parte de la defensa y  culto de dos ejes ideológicos fundamentales: Nunca mentir, nunca violar principios éticos.

La ética fidelista de la política ha sido compartida con la militancia revolucionaria y el pueblo, que la conoce y sustenta, y la exige a sus continuadores. Se han creado instrumentos legales y códigos de ética, pero el impacto fundamental está en la elevación de la cultura de la crítica y el hacer del pueblo, en el fortalecimiento de las relaciones realmente emancipadas del socialismo cubano.

Un hombre sagrado

Vivo convencido de que los cubanos tenemos el privilegio de contar en la Revolución, con uno de los más brillantes revolucionarios de todos los tiempos.  La impronta de Fidel está en lo grueso y lo fino de la Revolución. Se ha forjado y cultivado  junto a su pueblo, en la dirección  de una guerra revolucionaria, la forja de una nación, un Estado y un Partido de nuevo tipo, en el vencer todos los días al imperio y sus planes genocidas, para adentrarse en el parto internacionalista de este mundo en transición.

¿Idealizamos a Fidel? ¿Es una “renuncia” a la crítica del hombre, y por lo tanto un determinismo sobre el ser falible que necesariamente es Fidel? Hombres como Fidel Castro Ruz merecen, aún en la diferencia, el respeto y la consideración por lo que han sido, hacen a diario  y representan. 

Fidel es la historia compartida de nuestros pueblos latinoamericanos con su peculiar relación líder –masa, carisma ético, caudillo y pueblo, desde Enriquillo y Tupac Amaru a Simón Bolívar, José de San Martín, Miguel Hidalgo, José Martí, Máximo Gómez, Antonio Maceo, Augusto C. Sandino, Jorge E. Gaitán, Salvador Allende y Hugo Chávez.  


Por el acumulado de experiencias y el sentido histórico que posee, por ser un hombre que al decir de Martí lleva dentro de sí  un pueblo entero”, “la dignidad humana”, Fidel es un  hombre sagrado.

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