Las Razas
Humanas
(Séptima
Parte)
M.F.
Niesturj
EN
LA HUMANIDAD FÓSIL, las razas, probablemente, también experimentaban el proceso
de la mezcla, a pesar de no tener un grado tan fuerte como en nuestro tiempo.
Sobre esto, testimonian los hallazgos de los neanderthalenses en las cavernas
de Sjul y Tabún en las montañas Carmel (Palestina), donde se ve la variabilidad
considerable del tipo físico en los grupos de los hombres antiguos. Es probable
que algunos de los neanderthalenses se hubieran mezclado con los grupos
surgientes de los hombres cuya estructura del cuerpo era ya del tipo contemporáneo.
Los límites entre la mayoría aplastante de
los grupos raciales ya están borrados por el proceso de la mestización. Se
supone que las diferencias antropológicas de los tipos desaparezcan antes que
entre las principales subdivisiones —las razas. Los grupos más grandes de una u
otra gran raza, o, al contrario, poco numerosos, pero aislados geográficamente,
como el esquimal y pigmeo, pueden durante largo tiempo permanecer menos
afectados por la mestización.
Es de suponerse que el factor de la
mestización tiene una gran importancia en nuestro tiempo, en la época de las
transformaciones social-económicas, cuando las barreras raciales ya se levantan
en muchos países. De aquí podemos sacar una conclusión más precisa, que la
fuerza de la acción de uno u otro factor de la formación de razas cambia
intensamente durante la marcha del desarrollo de la sociedad humana. Si el
aislamiento y la selección naturales otrora jugaban un papel importante en la
formación de las razas, entonces más tarde, en primer plano, se destacó la
mezcla de razas y tipos antropológicos. Se puede incluso expresar la idea que
la mestización del factor de formación de razas, en la actualidad, con
frecuencia se convierte en factor que elimina las diferencias raciales.
En conclusión, el desarrollo del hombre y
sus razas transcurría bajo diferentes influencias, y además, los factores
social-económicos, en fin de cuentas, comenzaron a recubrir los biológicos e
incluso, conducir a la cesación casi completa de la acción de algunos de ellos.
En este plano debe tratarse también tal
problema racial como la influencia del medio natural y social sobre la
formación de razas. En los hombres primigenios y en los neanderthalenses la
influencia directa del medio natural fue más fuerte, las particularidades
raciales tuvieron un carácter más adaptable, en aquel entonces aún seguía
actuando la selección natural. Sobre la formación de grandes razas en la
humanidad contemporánea este medio influía ya menos, pero todavía es bastante
notable. Las subdivisiones raciales más pequeñas de la clasificación antropológica
reflejan las influencias naturales en menor grado; sus particularidades se
componen más y más bajo el influjo del medio social.
En relación con esto, el límite entre las
influencias de la naturaleza y la sociedad cambia su posición en la marcha de
la evolución del hombre y sus razas, si sólo se puede hablar sobre algo que
divide los factores naturales y sociales que actúan en conjunto en la
antropogenia y razogenia: éstos aún van a influir, correlativamente, sobre la
etapa conclusiva de la desaparición de las razas.
La Ciencia contra
el Racismo
Los
primeros fundamentos de una concepción científica sobre el origen de las razas
humanas, desde el punto de vista biológico, fueron expuestos primeramente por
Charles Darwin. Este investigó cuidadosamente las razas humanas y estableció
la profunda afinidad de muchos de sus rasgos básicos, así como su estrecha consanguinidad,
lo cual demostraba, según Darwin, que todas ellas habían derivado de un tronco
común, de los mismos antepasados. El desenvolvimiento posterior de la ciencia
ha confirmado plenamente este punto de vista, que constituye la base de la
monogénesis. La teoría de que la humanidad desciende de cierto número de
especies símicas diferentes, esto es, la poligénesis, carece por ende de
fundamento, con lo cual el racismo pierde uno de sus baluartes fundamentales
(Roguinski y Levin, 1955, 1963).
¿Cuáles son, pues, los rasgos específicos
del Homo sapiens,
comunes a todas las razas humanas sin excepción? Las características
fundamentales son un cerebro grande y bien desarrollado (con gran número de
circunvoluciones y surcos en la superficie de los hemisferios) y la mano
humana, que según Engels es tanto el instrumento como el producto del trabajo.
También es típico el pie humano, que merced a su arco longitudinal puede
sostener el cuerpo durante la estación o la locomoción erectas.
Otros rasgos importantes que distinguen al
hombre moderno son: una columna vertebral con cuatro curvaturas, que se han
desarrollado como consecuencia de la locomoción erecta; un cráneo con una
superficie externa bastante lisa, gran cavidad encefálica y región facial
pobremente desarrollada, zonas frontal y parietal altas; músculos glúteos muy
desarrollados y, asimismo, fuertes músculos del muslo y la pantorrilla: escaso
vello y absoluta ausencia de haces de pelos táctiles (vibrisas) en las cejas,
bigotes y barba.
Todas las
razas humanas actuales poseen esos rasgos y se hallan en el mismo —y alto—
nivel de organización física. Aunque todas esas peculiaridades específicas no
están igualmente desarrolladas en todas las razas, aunque algunas se han
desenvuelto más vigorosamente y otras menos, no se presentan grandes diferencias:
todas las razas poseen la totalidad de las características del hombre moderno:
no se puede considerar neanderthaloide a ninguna. Ninguna raza humana es biológicamente
superior a otra cualquiera.
No obstante, los científicos burgueses
reaccionarios continúan predicando la desigualdad biológica de las razas
humanas. En la mayor parte de los casos sostienen que los cerebros de algunas
razas ("razas inferiores", según ellos), son más símicos que los de
las otras (las "superiores"). Esto es absolutamente falso. Los
estudios realizados por antropólogos soviéticos muestran que, entre los
representantes de las diversas razas, no existen diferencias significativas en
cuanto a la estructura del cerebro (Shevchenko, 1956). Refuta asimismo a las
teorías racistas el hecho de que todas las razas humanas están igualmente bien
adaptadas a la locomoción erecta y al trabajo. La existencia de tales rasgos de
semejanza entre las razas demuestra que carece de toda base la tesis de que
alguna de ellas es más afín al mono que otras (Niéstruj, 1965).
Las razas humanas actuales
han perdido los numerosos rasgos símicos que subsistían en los
neanderthalenses y han adquirido las peculiaridades del Homo sapiens. De las razas modernas,
ninguna puede ser considerada más símica o primitiva que las otras.
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