martes, 1 de septiembre de 2015

CIENCIAS SOCIALES


Afrocubanía y Afrodescendencia. Tesis Para Debatir, Equivocarnos, Acertar y Repensar

 

De Felipe de J. Pérez Cruz

 

EL DEBATE SOBRE LO PROPIAMENTE AFROCUBANO ha sido un tema complicado desde siempre. La trascendencia epistemológica y sus implicaciones políticas, lo ha sido mucho más. Recién el término afrodescendiente, se ha incorporado al escenario mediático y en tanto también escolar y académico. Sobre los retos de conocimiento, sistematización y praxis, que implican una u otra definición e interpretación de las referidas categorías y muchas más, que se utilizan indistintamente, reflexionamos en una reunión de expertos a la que se me invitó en junio pasado en el Ministerio de Educación Nacional (MINED). Se trataba la importante propuesta de un programa audiovisual que comenzará en breve, con el objetivo de apoyar la capacitación de los maestros y maestras en activo. Entonces expuse el criterio dentro de la bienvenida a la buena iniciativa, de que se tuviera en cuenta que no todos los especialistas parten del mismo sistema categorial. En el caso que nos ocupa aprecio la necesidad de intentar ponernos de acuerdo. Mis criterios al respecto son los siguientes:

Es un tema complicado desde siempre. Mis criterios:

I

Soy de lo que sostienen que 1) todos los cubanos somos afrodescendiente, 2) que la existencia de lo afrocubano y de una población que culturalmente se puede catalogar como afrocubana, es riqueza y privilegio, también de todos los cubanos y cubanas, 3) y que  el problema de la discriminación racial existe, es histórico y concreto, y hay que enfrentarlo con métodos de ciencia, cultura del debate ciudadano y académico, con todos los revolucionarios y patriotas, con políticas efectivas, con propaganda eficiente, sin ingenuidades, con combatividad frente a las maquinaciones de la subversión anticubana y  la contrarrevolución mercenaria, y sobre todo con mucho sentido patriótico y humanismo martiano y socialista.
 

II

No voy a abundar en el concepto de raza humana, que hay una sola. Ni en la categoría racialidad entendida como constructo teórico-operativo, para tratar los fenómenos étnicos que caracterizan la variabilidad de la raza o especie humana. En cuanto al racismo como fenómeno impuesto desde las circunstancias de poder y dominación, que se establecen en las sociedades de explotación, hay suficiente consenso. Me centraré en el concepto afrocubano, y en el término afrodescendiente de más reciente promoción, y tendré como referencia los debates históricos, étnicos, sociológicos, y políticos que últimamente se han dado alrededor de los referidos conceptos.
 

III
 

Mucho se ha debatido sobre si el producto resultante de lo “afro” y de lo cubano, más que una mezcla de ambos, es cubano de origen africano, o africano transculturado (1) en Cuba, pero de lo que no cabe dudas es de que existe un sujeto social colectivo histórico, donde la cubanía como totalidad se expresa con un definido corpus –de materialidades y subjetividades- de origen africano. El concepto de afrocubano lo propone Fernando Ortiz Fernández (1881-1969) a principios del siglo XX. Considero que no existe mejor concepto para referirse al complejo cultural de la población negra y mestiza cubana. La condición de afrocubano por demás escapa al reduccionismo del color de la piel. Se trata ante todo de un sentimiento de pertenencia e identidad, de psicología personal y colectiva, de cultura espiritual y material, de especificidades del modo de vida, de la constatación y el orgullo de ser negro o negra – “por dentro”- , peculiaridades todas queinterpenetran la vitalidad de los sujetos, y se expresan como totalidad, independientemente del lugar que se ocupe en la estructura social, en la actividad laboral, cultural o política.  África, con sus santos tambores, cosmogonías, sensualidades, colores, sabores y olores, es una condición cultural aún para aquellos que no se han podido sacudir los prejuicios y estereotipos heredados y los adquiridos. Definitivamente existe en Cuba un complejo cultural afrocubano que es patrimonio de todos, independientemente del color de la piel, incluso quiéranlo o no las personas, porque está “metido” en lo profundo de la psicología y la cultura nacional.

 
IV
 

El término afrodescendiente o africano-descendiente hace referencia a las personas nacidas fuera de África que tienen antepasados oriundos de ella. La Asamblea General de la ONU manifestó que la declaración del 2011 como “Año Internacional de los Afrodescendientes”, tiene como objetivo fortalecer el compromiso político de erradicar la discriminación contra las personas de descendencia africana, y promover una mayor conciencia y respeto a su diversidad y cultura. El término no aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Si los términos afroamericano, afroantillano, afrocubano. Con la declaración de la ONU, el término comenzó a abrirse paso, y en tanto a motivar inquietudes y polémicas. En muchas naciones esta propuesta de la ONU se utiliza para actualizar y adelantar las luchas a favor de la pretérita población de origen africano. Cuba, el país que ha saldado en lo fundamental su deuda histórica con la población negra y mulata, y avanza para eliminar los espacios de discriminación que en este y otros zonas sociales aún persisten, y sin dudas el pueblo que más ha hecho en materia de solidaridad concreta por la liberación y el desarrollo del continente de sus ancestros (2); el concepto afrodescendiente, permite subrayar uno de los troncos fundamentales de la matriz nacional, para reconocernos en lo que realmente somos como pueblo latinoafricano,  y en tanto recolocar y reimpulsar la conciencia de nuestra etnicidad y universalidad. En tanto cubanos somos idoamericano-descendientes, hispano descendientes, afrodescendientes… A propósito las últimas investigaciones realizadas, prueban que todos los seres humanos provenimos de una primera madre AFRICANA. Por lo tanto todos, TODOS Y TODAS EN ESTE MUNDO, somos en buena medida afrodescendientes.


V
 

Ni las características antropofísicas, ni la genética, tienen la última palabra, y la realidad desborda lo propiamente etnológico cultural. No soy afrocubano, pero en tanto cubano, vivo consciente y orgulloso de mi naturaleza afrocubana y condición de afrodescendiente.  Quienes nos hemos formado en el humanismo de raíz popular, que nace de lo más profundo de la cubanía, tuvimos la posibilidad  de acceder  a una ‘conciencia de etnicidad’ en la que nuestras abuelas y abuelos africanos, fueron dotados de valores positivos y utilizados como medios simbólicos de afirmación de la propia identidad individual, familiar y nacional. Una identidad que en el caso de la africanidad, tiene por centro, para nuestro orgullo y regocijo a nuestros compatriotas afrocubanos.
 

VI
 

En Cuba todos y todas somos mestizos Tenemos de aborigen, congo, de carabalí de mandinga…, de asturiano, gallego, canario… La Genética confirma que somos mestizos y la tendencia es a ser más mestizos. Los estudios de ADN nuclear y de ADN mitocondrial, que ya existen, no dejan lugar a dudas, en todo el archipiélago, sea cual sea el origen matrilineal, el fenotipo, el color de la piel. La Genética nos confirma lo que la cultura también prueba: somos una nueva entidad en comparación con nuestros orígenes, y somos más que genes y corporalidad. Somos peculiaridad identitaria y especificidad cultural, productos de la historia compartida: cubanos y cubanas.
 

VII


El ámbito religioso confirma el sentido de pluralidad integrativa que refiero. Las religiones afrocubanas lo son por su origen africano y formación criolla, y digo por su origen y formación histórica,  porque tanto la Santería, como los Abakuá, los Paleros… constituyen complejos religiosos que integran y practican  cubanos y cubanas de todos los colores de piel y orígenes, y  mucho más allende los mares.
 

VIII
 

Hay grupos de cubanos que viven sumergidos en lo afrocubano, lo disfrutan y desarrollan, la mayoría de estos son compatriotas de evidente origen africano, a lo que no están cerrados muchos otros cubanos y cubanas de nuestro hermoso mosaico racial, sobre todo en los barrios y poblaciones donde la mayoría es de negros y mulatos, en La Habana: el barrio de El Canal, Los Sitios, Coco Solo... En estas unidades familiares y barriales donde la concentración demográfica resulta significativa, lo afrocubano crece y se enriquece, y en tales concentraciones podemos hablar de población afrocubana. En esta dimensión no es exacto hablar pueblo afrocubano, pues reducimos a una parte el todo.
 

IX
 

Por el color de la piel no ha ido el tema racial, aunque este sea un indicador de visibilidad por excelencia, que marca la diferencia. Si por la explotación del hombre por el hombre y la doble y hasta trile explotación de la mujer, por el capitalismo primero colonial y luego neocolonial.  El color de la piel -y más los enfoques prejuiciosos sobre las etnias del África subsahariana (3)-, han sido parte del pretexto, para ocultar la historia de la esclavitud moderna, de cómo se dio la conversión de África en cazadero de esclavos (Acordarse de Carlos Marx en el Capítulo XXIV de El Capital). La esclavitud antigua, era menos mentirosa: sustentaba el “derecho” de esclavizar en la guerra de conquista, las penas por delitos, deudas económicas, que podían hacer de cualquier sujeto independientemente de la etnia y el color de su piel, un esclavo o esclava.
 

X
 

La historiografía  cubana aún con presencia racista y sexista, ha hecho énfasis en el proyecto de nación de la oligarquía reformista blanca, cuyos contornos más visibles, se conformaron en la última década del siglo XVIII, que tuvo en la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP) su institución más representativa, y en Félix Varela y Morales (1788-1853) la figura más avanzada en términos políticos e ideológico culturales,  en tanto es quien rompe con el horizonte reformista y se plantea la emancipación política.


XI


El proyecto oligárquico reformista fue esencialmente racista, solo Varela denuncia la falacia de fingirse liberales con esclavitud: “Constitución, libertad, igualdad, son sinónimos; y a estos términos repugnan los de esclavitud y desigualdad de derechos” (4).
 

XII

 
Existió un proyecto cubano progresista y revolucionario de nación, desde los negros y mulatos, en particular desde aquellos que mejor podían hacerlo, que eran los libertos, que por su esfuerzo propio logran moverse de manera ascendente en la sociedad colonial. Las clases populares -“los sin historia”, no dejan muchas cartas, documentos y otras huellas para la evaluación positiva tradicional, y cuando existen se trata la mayor parte de las veces, de una historia contada por sus antagonistas, hacendados, policías y fiscales. Entonces las evidencias fundamentales precisan de una evaluación pluricualitativa, que reconstruya lo que realmente pasó en la Historia.  El movimiento revolucionario del campesino negro bayamés Nicolás Morales (1795), y la conspiración abolicionista e independentista (1812) del artesano negro criollo habanero José Antonio Aponte Ulabarra –primer intelectual orgánico del movimiento popular cubano-, a pesar de intentar ser sepultadas en los legajos de la inquisitoria policial, así lo confirman. Lo demuestra, el odio feroz de clase, contra Aponte y sus lugartenientes, torturados y ejecutados sin presentarlos a juicio; el asesinato de la lucumí Carlota, líder de la sublevación de Triunvirato (Matanzas, 1843), torturada, aún viva, atada por sus extremidades a cuatro caballos, que tiraron de ellas hasta descuartizar su cuerpo. Ese terror del Estado colonial, que se multiplicó en los masivos crímenes contra esclavos y libertos durante la llamada Conspiración de la Escalera (1848), tuvo particular enseñamiento con los negros y mulatos libres, representativos de avance socio-económico de la población afrocubana, y en especial con aquellos que eran de hecho los primeros representantes de la intelectualidad negra y mulata. Y definitivamente lo ratifica el sector de negros y mulatos libres que en la ruralidad del oriente cubano, espoleados además por el arribo “de los franceses” luego del levantamiento haitiano, logran organizar su propio complejo de vida económica y sociocultural. La familia Maceo-Grajales-Regüeiferos fue representativa de este entorno, que dará a la guerra independentista, en su estallido de 1868, un decisivo aporte en soldados y jefes capaces. Marcos Maceo y Mariana Grajales, la Madre de la Patria, constituyeron un matrimonio y familia tipo, y no un excepcionalidad. El proyecto de cubanía forjado en aquella familia que haría historia, fue de superación cultural y religiosidad liberadora, abolicionista, antirracista, inclusivo, patriótico.
 

XIII
 

Cuba tiene la maravilla de que la lucha por la independencia nacional, fraguó una nación de integración racial. Lo fue en muchos aspectos y en tres fundamentales: Primero: Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo (1819- 1874) -que fue un hacendado esclavista-, se superó a sí mismo en su interés de clase, para entender la eticidad de la abolición y su necesidad política. En el mismo acto de la Demajagua:1) hizo a sus esclavos hombres y mujeres libres, 2) les convirtió en ciudadanos de la República en Armas que nacía, y 3) les dio la posibilidad de asumir voluntariamente la condición de combatientes revolucionarios. Esa trilogía no se dio en ninguna de las campañas por la independencia de América, no en el Sur, mucho menos en el Norte, tal claridad ética y política, es la que hizo a Céspedes ante sus contemporáneos, el Padre de la Patria. Segundo: La trilogía cespediana sentó las bases para el democratismo antirracista en el Ejército Libertador, que en su concepción de méritos y ascensos militares, reconoció en igualdad a todos sus miembros, y premiaba por valor en el combate y resultados. Ello posibilitó la promoción de decenas de oficiales negros y mulatos, ex esclavos y libertos, que llegaron ostentar los más altos grados, y fueron jefes militares respetados y queridos por las tropas multirraciales del movimiento independentista. Tercero: La trilogía cespediana tuvo éxito, porque era la expresión de un sentir maduro en las bases del movimiento emancipador, expresada en los valores de la familia mambisa: Una peculiaridad cubana es el papel importante que ocupa lo familiar, y en tal, el lugar de las madres y esposas. La familia en su composición, se incorpora al campamento insurrecto.  Y acuden las de los hacendados revolucionarios y las de base popular –de negros, mulatos y campesinos y blancos pobres, que se funden en un modelo de relaciones cotidianas y trascendentes, de prácticas y saberes, de eticidades y solidaridades.  Desde una psicología que evocaba el colectivismo y el heroísmo, en la entrega patriótica, en la producción y economía de guerra, en educación y alfabetización de niños y niñas, junto a sus padres y madres combatientes, en la manigua insurrecta y en la emigración revolucionaria, se forjó en treinta años de duro combate por la vida en dignidad y soberanía, una tipología de familia patriótica, la familia mambisa.
 

XIV
 

Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro” definiría José Martí Pérez (1853-1895) (5): Tanto la condición humana, como la identidad nacional, estaban para Martí por encima de las diferencias étnicas (6). Esta perspectiva consolida la amistad de Martí con el intelectual mulato Juan Gualberto Gómez (1854-1933), el más importante líder de la lucha contra la discriminación racial en Cuba desde finales del siglo XIX. En 1887, surge el “Directorio Central de las Sociedades de la Raza de Color" para representar los intereses de los negros y mulatos y fortalecer la lucha contra el racismo, organización que elige a Juan Gualberto como su presidente en agosto de 1891. Hacia el julio de 1892, el Directorio tenía 65 sociedades extendidas por la isla. A la promoción de las ideas antirracistas del periódico La Fraternidad fundado por Juan Gualberto en 1878, se suma “La Igualdad”, órgano oficial del Directorio. En abril de 1892 se proclama por Martí la constitución del Partido Revolucionario Cubano, para preparar y dirigir la lucha por la independencia de Cuba y Puerto Rico, y en ejercicio definitivo de praxis revolucionaria, Juan Gualberto se convierte en el principal colaborador dentro del país del Partido martiano.
 

XV
 

El antirracismo militante de José Martí es compartido por Antonio Maceo Grajales (1845-1896) y Máximo Gómez Báez (1836-1905), quienes con sus actos y pensamiento desde la Guerra de los Diez Años, forjaron en el legado cespediano, la concepción igualitaria y solidaria, multirracial, que nutrió y proyectó el basamento conceptual  emancipatorio, en el tránsito de lo patriótico –de la vanguardia ideológica y política- a lo nacional, como expresión masiva y totalizadora del arribo al concierto universal de un corpus particular, el cubano. Martí, Maceo y Gómez, unidos en esta y en otras decisivas coincidencias ideológicas y políticas, por haberlas hecho realidad, por fundirlas en el movimiento real de masas de la independencia, para que nos acompañen hasta el día de hoy, conformaron con precisos contornos, el panteón compartido de los Héroes Nacionales de Cuba.
 

XVI
 

La concepción popular y revolucionaria de la no raza, de lo cubano como integridad, perdió prevalencia en la medida que el liderazgo revolucionario en la última Guerra de Independencia 1895-1898 –muertos Martí y Maceo-, fue ocupado por sectores proclives a la ideología y política burguesa, donde el racismo es consustancial.
 

XVII
 

Los negros y mulatos, como exponentes del pueblo pobre, fueron los perdedores más significativos en el traspaso de la soberanía y la sociedad colonial a neocolonial. La republica oligárquica, racista y sexista que surge en 1902, como resultado de una intervención militar estadounidense profundamente reaccionaria y racista, a la que las fuerzas patrióticas le impiden prosperar como anexión; se ve obligada a reconocer el voto de los oficiales y veteranos mambisas, en su mayoría –sobre el 60 %- negros y mulatos, pero prepara y ejecuta en 1912 el zarpazo racista, con la represión del movimiento revolucionario de los Independientes de Color (1912). Desde entonces el sector de la oficialidad mambisa negra y mulata, queda fuera de toda alternativa política. Y a la par, la politiquería burguesa perfecciona sus políticas clientelistas de control del voto electoral, de promoción del divisionismo por la vía de la exclusión –hasta se quiso organizar Ku Klux Klan nativo-. En este escenario se fortalece el asociacionismo negro y mulato de matriz burguesa asimilacioncita, se produce un reflujo del pensamiento y el movimiento revolucionario, y las manifestaciones progresías y revolucionarias son muy limitadas.
 

XVIII
 

La pobreza se profundiza y extiende por el pueblo cubano, y la población afrocubana es la más pretérita. Esta situación se agudiza con la importación por parte de las compañías monopolistas azucareras de braceros antillanos. Mientras, la sociedad burguesa se escandaliza con “los negros brujos” y los “hechos de sangre” de los santeros, matrices de opinión que adelantan la criminalización de las prácticas religiosas y culturales afrocubanas.
 

XIX
 

Deprimido y sin invisibilidad, el proyecto martiano de nación antirracista, se mantuvo latente en lo profundo de la cultura popular, en el mambisado patriótico –en un mantenido liderazgo ético antirracista de Juan Gualberto Gómez hasta su muerte - y la intelectualidad política, artística y literaria. El sabio Fernando Ortiz y su traducción inédita del mundo afrocubano a los lenguajes de la historia, la etnología y la sociología; y el sentimiento y orgullo de la negritud  en la poesía negra o afroantillana de Nicolás Guillén (1902-1989) (7), marcan la época. La tradición mambisa y las visiones desde los saberes de la ciencia y el arte, serán decisivos en la estructuración y actuación de una intelectualidad negra y mulata y también “blanca”, que va a ser crítica del blanqueamiento, la asimilación, y el aburguesamiento apolítico  que predomina en el asociacionismo negro y mulato de la época, para mantener vigente el tema de la cultura afrocubana y la lucha contra la discriminación racial, a lo largo de cinco décadas en las que se suceden gobiernos “democráticos” corruptos y dictaduras neocoloniales. Mientras en el asociacionismo negro y mulato predomina el aburguesamiento apolítico, la crítica al racismo del joven mulato Julio Antonio Mella (1903-1927), y el programa antirracista que desde la década del 40 del siglo pasado, levanta el primer Partido Comunista de Cuba, y sus impactos en los movimientos obrero, juvenil y feminista, serán los focos más significativos de lucha política; hasta el definitiva reinicio de la gesta libertadora  con el salto los cuarteles Moncada y de Bayamo, el 26 de julio de 1953.
 

XX
 

La Revolución en el poder salda en lo fundamental la deuda histórica con la población negra y mulata, cuando colocó por primera vez en la Historia de Cuba, a todos los trabajadores y campesinos y a sus hijos e hijas, en posibilidad de acceder a la dignidad del trabajo, a la capacitación, cultura, y gestión y promoción política, lo que produjo una notable movilidad social a favor de la población afrocubana y rescató, e hizo política de Estado, el concepto multirracial de cubano de Martí. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz desde febrero de 1959, inicia una radical crítica política y ética contra el racismo como parte del programa martiano de unidad nacional. Muy pronto –en 1965- comenzaría la epopeya cubana a favor de la liberación africana. Miles de cubanos y cubanas acudieron voluntariamente, en composición de ejército popular de masas, a dar su aporte militar y civil en la tierra de sus ancestros.
 

XXI
 

La Revolución no pudo resolver en lo mediato, la totalidad de una problemática, que como la racial acumula errores y prejuicios centenarios. Los líderes revolucionarios, y los más preclaros intelectuales -al menos los que estaban más cercanos o eran parte del poder político real-, no vieron la notable diferencia de punto de partida que acumulaban negros y mulatos, por los siglos de explotación y pobreza y racismo. Tampoco se percataron de la complejidad que conlleva la erradicación de los impactos, que la perenne discriminación y los fenómenos patológicos que ello conllevó, habían creado en lo profundo del ser nacional.  Esta situación se arrastró durante los primeros 30 años de Revolución, y fue aflorando en la medida en que desde la economía y la sociedad avanzaba la crisis del modelo soviético que importamos, para eclosionar y convertirse en un importante nudo de necesidades y contradicciones no resueltas, al precipitarse el período especial. La situación se hace más visible aún, con varios fenómenos de discriminación racial directa o indirecta, que intentan imponer los empresarios capitalistas, que recomienzan a interactuar en el país a raíz de las asociaciones con capital extranjero.  Ese es el momento histórico (a partir del 5 de diciembre de 1999) en que Fidel declara la lucha contra la marginalidad, y renueva su crítica al racismo, en medio del programa de lucha ideológica y formación cultural socialista, que fue la Batalla de Ideas.
 

XXII
 

En siglos de explotación y discriminación colonial y neocolonial, el racismo que tiene su andamiaje estructural en las relaciones materiales objetivas, ante todo, las económicas, interpenetró la psicología, las culturas, las políticas y muchas otras expresiones de la socialidad, enquistándose como patología social que afecta al conjunto de la sociedad. Los prejuicios racistas y la discriminación por el color de la piel se metamorfosearon para esconder su vileza en cada momentos y ante cada situación: Resistieron al margen del movimiento antirracista independentista, sobrevivieron la tardía e inmoral “abolición” colonialista de 1886, se fortalecieron e intentaron emular el racismo visceral de la élite burguesa estadounidense y sus interventores y gobernantes de turno, pervivieron en la república oligárquica y burguesa, y llegaron hasta la Revolución de 1959, para pervivir en los reductos de desigualdad no resueltos, y en el pensamiento burgués- individualista derrotado, en minoría, pero persistente. Hay quien se declara y se piensa revolucionario, reconoce derechos, pero no quiere mezclarse con “la gente de color”. Existen personas que siguen viendo en el negro un factor de atraso social y cultural, como lo hacían los oligarcas y la intelectualidad burguesa reformista de principios del siglo XIX, que lo perciben como el “otro” o la “otra”, siempre en recelo y previsión del suceso negativo, el negro como sujeto del choteo y el chiste racista, que ven lo afrocubano como subcultura, y llegan hasta el rechazo al “olor a negro” en los carnavales. Esta minoría no hace nación, menos patria, pero como lleva en sí la infamia secular del opresor, frena. Hay que trabajar y rescatarlos a la causa justa, en primer lugar para ellos mismos, porque son cubanos y cubanas que merecen ser y sentirse mejores humanos.
 

XXIII
 

Negro-homosexual, Negra-lesbiana, Negra y prostituta… acusan la existencia de otras dimensiones cuya visibilidad y atención discriminatoria aún no se asume con rigor y pertinencia. La problemática de quienes son rechazados doblemente, por los prejuicios racistas en conjunción con el machismo y el sexismo que nos contamina, resulta puente y confirmación para avanzar en la articulación de unas y otras necesidades, del conjunto de las batallas culturales e ideológicas desenajenadoras del socialismo cubano.
 

XXIV
 

A tanto racismo “desde el poder” de explotadores  que en su mayoría eran “blancos” de piel, criollos hacendados, funcionarios coloniales y neocoloniales, mandones desde las metrópolis racistas de Madrid o Washington, correspondieron también patologías del racismo en sectores e individuos negros y mulatos. El blanqueamiento y la asimilación, fue y aún hoy es, una estrategia racista para negar los orígenes, esconderse e integrarse a la sociedad de opresión económica y racial. Así hubo negros y mulatos dueños de esclavos, capataces, rancheadores, guerrilleros mercenarios y serviles en todos los tiempos, que actuaron como blancos y “aspiraron” a que se les reconociera como tales. Y en su extremo, negros y mulatos comidos de la injusticia y el oprobio acumulado, actores del odio racial contra los “blancos”. Hubo y hay negros y mulatos racistas respecto a los blancos. Y ahora mismo, por muy fenomenológico que pueda ser esta realidad, también los tenemos. Un solo ejemplo sirva de medida: He tenido que discrepar de activistas en la lucha contra la discriminación racial, que cuestionan a otros activistas, por el hecho de que la pareja que estos tienen en la vida sea “blanca”, y sus hijos en tanto tengan una piel “menos” negra. Con mucha fraternidad, y más perseverancia y amplitud, sin ceder un solo ápice en la tarea martiana y marxista de la desenajenación de las circunstancias, y de cada uno de nosotros, como sujetos donde una y otra vez se introproyecta –al decir de Paulo Freire (1921-1997)- la dominación y la ideología reaccionaria a vencer (8), debemos ir al debate con los compañeros y compañeras que no logran sacudirse esta tipología de opresión racial.
 

XXV
 

La nueva realidad de la reemergencia de las relaciones de mercado, la filosofía individualista y la discriminación racial reimportada en empresas capitalistas, son fenómenos que colocan al tema racial en el punto de mira de los problemas internos a resolver, si de salvar y avanzar el socialismo en Cuba se trata (Me refiero a la valiente clarinada autocrítica y alerta del líder de la Revolución Cubana, el 17 de noviembre del 2005, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana (9)). Una vez más el alerta de Carlos Marx resulta definitivo, hay que explicarse el mundo, el cómo y por qué llegamos hasta donde estamos, pero tal conocimiento solo es progresivo si se convierte en praxis revolucionaria, si peleamos el cambio de las circunstancias, y con ellas sus hombres y mujeres. Entonces, la estrategia que precisamos necesita de la confrontación de opiniones: desde la ciencia y los saberes populares, en la eticidad y el sentido común; sin temores a la equivocación o el disenso, pues el conocimiento de lo que se piensa, será siempre un acierto mayor. Debe tener como prioridad, abandonar los discursos de generalidades e ir a lo particular y específico de cada situación, para hallar junto con la explicación, el camino para la solución, y la precisión del aporte integrado que cada institución, organización y asociación estatal, gubernamental y no gubernamental, puede y debe realizar. Para llevar el programa a la posibilidad y el deber de hacer de cada ciudadano y ciudadana.
 

XXVI
 

La concreción de la estrategia que refiero, no ha avanzado lo suficiente. El Comité Central del PCC, la Asamblea Nacional del Poder Popular y el Gobierno Nacional, han colocado el tema racial en sus agendas de prioridad. Pero aún no se concretan los imprescindibles programas institucionales a nivel de ministerios e institutos responsables. Entre las organizaciones políticas y de masas, de jóvenes, barriales, femenina, historiadores e historiadoras, etnólogos, culturólogos, profesores y maestras, no acaban de concretarse las agendas particulares. Solo la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), a través de la Comisión Nacional Aponte, ha logrado articular una dinámica de trabajo hacia la sociedad, en coordinación con altas instancias del gobierno.    Un tema a resolver es la promoción mediática: Hay debates de excelencia y propuestas de acciones que no logran saltar de nuestros salones de conferencia, a la fertilidad de los juicios y saberes populares.
 

XXVII
 

También se manifiestan en el país un conjunto de posicionamientos adversos. Están los que atrincherados en una oficialidad burocrática, solo subrayan los logros de la Revolución, y hablan de las “reminiscencias heredadas” de la pasada sociedad, como si la propia socialidad e idealidad revolucionaria, no tuviera responsabilidad en lo que no vimos y en lo que erramos, y sobre todo en lo que tenemos que hacer ahora mismo. Están los que “no ven” contradicciones ni entuertos por resolver, estos en su mayoría son cubanos de piel menos negra. Otros ciudadanos no le dan al tema la importancia que tiene, no se sienten ni objeto ni sujetos de discriminación, afirman que la problemática no es significativa y que se irá resolviendo de manera “natural”, “sin tanto aspaviento”. Hay quien sostiene que la reemergencia del tema racial le hace “daño” a la unidad política de la nación.  La más reciente y muy hipercrítica ultraizquierda cubana, se hace eco de las leyendas sobre un pretendido capitalismo de Estado en Cuba, y por esta vía intenta contender y hostilizar la actividad gubernamental y partidista, tachándola de ineficiente, complaciente, comprometida con el mal hacer, y pro capitalista.  En esta visión el Estado socialista tiene tanta culpa como los Estado capitalistas contemporáneos, y los apremios de soluciones se subjetivizan, desligándose de las conexiones con el conjunto de luchas y resistencias internas y externas de la etapa actual de la Revolución Cubana. Entre tales compañeros y compañeras, aparecen los que se reafirman una afrocubanidad y/o una afrodescendencia, copiada de las plataformas de lucha afro en el exterior, que nada tienen que ver con la historia, y la visión integrativa de nuestros próceres. Hay quien sueña con un Caucus negro como el existente en el Congreso norteamericano, para defender los intereses de los negros millonarios estadounidenses. Las posiciones burocráticas incomunican a sus sostenedores, porque verdades incluidas, la gente en Cuba está cansada del discurso mecanicista y apologista. El contenido confrontativo, completamente alejado de la cultura política socialista que hemos fomentado, es percibido y criticado por muchos compatriotas. La última postura que refiero, también fábrica rechazos por su mimetismo acrítico y ahistórico, y califica sospechas de oportunismo, así se debilita el conjunto de sus planteamientos, donde hay críticas y propuestas valiosas. El conjunto de opiniones que refiero desdibujan la problemática, y frenan avanzar el debate ideopolítico.
 

XXVIII
 

Hay que reconocerle  a nuestros adversarios,  que han sabido colocar en la agenda de la subversión anticubana y de la actividad contrarrevolucionaria, el tema de la “situación” de pobreza de los negros y mulatos en Cuba; y la hipercrítica oportunista –desvergonzada, lo subrayo aunque  tales tipejos carecen de vergüenza -, sobre lo racial como un “problema no resuelto” por la Revolución. Así han sido efectivos en la construcción de una nómina de mercenarios que venden como disidentes, de piel negra y mulata.  No es casualidad que hoy la mayoría de los líderes más promovidos en la fauna contrarrevolucionaria son negros y mulatos, y no falta un mustio ramillete de organizaciones contrarrevolucionarias de “defensa” y promoción de los negros, que ocultan su raquítica membresía e inexistente incidencia social, en una alta publicidad mediática por medios de Internet y la prensa extranjera. La maquinaria propagandística anticubana, y no pocos de los “estudios” que paga la USAID y otras agencias de la subversión, manipulan los conceptos afrocubano y afrodescendiente, como elementos de desmonte de la historia, confrontación y división al interior del pueblo cubano.
 

XXIX
 

Hay que achicar y eliminar las secuelas de la discriminación racista alrededor del tema de los negros y mulatos, pero ello no basta. El para qué resulta decisivo. En esta dirección me gusta mencionar el siguiente ejemplo. Si la Historiografía de Cuba, ha sido hasta ahora racista -salvo las excepciones que conocemos-, nos tenemos que plantear la tarea de HACER –investigar, sistematizar, construir- la Historia de los negros en Cuba, pero concluida esta tarea, como no vivimos la problemática segregacionista de Estados Unidos, Brasil u otro de los países, donde la historia de discriminación hizo necesario el reducto de resistencia y desarrollo propio de la cultura de origen africano, en Cuba no se trata solo de establecer un curso de Historia de los negros “para fortalecer la identidad afro”,  lo fundamental está en que con los nuevos conocimientos y enfoques sobre el papel de los negros en la historia colectiva, completemos y enriquezcamos   el curso general de la Historia de la nación, para fortalecer la identidad de los indoamericano-descendientes, los afrocubanos, los hispano cubanos, los chino cubanos…para fortalecer la identidad compartida de todos los cubanos y cubanas.
 

XXX
 

En política, en ciudadanía, en ejercicio y disfrute de una identidad política patriótica nacional multifertilizada, nuestra historia ha adelantado tanto, que más que idoamericano-descendientes, afrocubanos, hispano cubanos, afrodescendientes, chino descendientes…. Hoy somos cubanos patriotas, buenos cubanos y cubanas; o apátridas y malos cubanos y cubanas, no hay término medio. Todo otro reconocimiento atrasa lo alcanzado, divide artificial y peligrosamente en tiempos que siempre van a ser de urgente y enriquecedora unidad.
 

XXXI
 

La cubanidad multirracial que hoy nos caracteriza, impone la unidad de lucha contra todas las discriminaciones que persisten, y en tanto se precisa a nivel de la producción artística, literaria y científica, y en el activismo social, una mayor interacción de los temas de raza, género y diversidad sexual. Si una sociedad en el mundo actual, está en posibilidad de resolver los legados centenarios de la hegemonía ideológico-cultural reaccionaria, esa es la cubana. Nadie en el mundo –y lo digo sin chovinismo, sin autosuficiencia: está probado y reconocido por numerosas mediciones y evaluaciones de organismos internacionales-, ha resuelto en equidad e igualdad plena, lo que los cubanos y cubanas tenemos y disfrutamos, y esa fortaleza nos abre horizontes aún inalcanzables para otras sociedades.
 

NOTAS

(1) El vocablo transculturación la creó Ortiz para expresar los variadísimos fenómenos que se originan en Cuba por las complejísimas transmutaciones de culturas que aquí se verifican, sin conocer las cuales, consideraba imposible entender la evolución del pueblo cubano, así en lo económico como en lo institucional, jurídico, ético, religioso, artístico, lingüístico, psicológico, sexual y en los demás aspectos de su vida. Ver: Fernando Ortiz: “Del fenómeno social de la transculturación y de su importancia en Cuba”. En: Contrapunteo Cubano del Tabaco y el Azúcar, La Habana, Consejo Nacional de Cultura, 1963. p. 98 -104.

(2) Hasta 1991, más de 380 mil cubanos y cubanas cumplieron misiones militares internacionalistas en África y su entrega fue decisiva para la consolidación de la independencia de Angola, la liberación de Namibia, y la derrota del régimen del apartheid en Sudáfrica. Hasta el día de hoy más de 80 mil compatriotas han prestado colaboración civil o se encuentran haciéndolo. Más de 40 mil jóvenes africanos se han formado en Cuba como especialistas para el desarrollo y la paz del continente.

(3) El desconocimiento de la historia de estos pueblos es notorio y nada casual.

(4) Felix Varela y Morales: Proyecto y memoria para la abolición de la esclavitud en Cuba. En: Obras (Volumen II), Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz- Universidad de La Habana, Imagen Contemporánea-Cultura Popular, La Habana, 2001, p 115.

(5) José Martí Pérez: “Mi raza”. En: Obras completas, tomo 2, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1963-1965, p. 299.

(6) Últimamente algunos críticos acusan a Martí de omitir los elementos culturales propios de los negros y de ofrecer un panorama idílico y falseado de la igualdad racial durante las luchas por la independencia. Así, descontextualizan y deforman estas frases al eliminar la primera y citar solo la segunda con lo que se quiebra y se deforma la secuencia de la lógica argumentativa martiana: hombre, o sea, humanidad, es el concepto clave y superior, que sintetiza las cualidades de cada grupo y de cada individuo; cubano —como cualquier otra nacionalidad— es para él un concepto incluido dentro del anterior. Recuérdese su frase, de similar sentido inclusivo, tantas veces citada: “Patria es humanidad”: Ver: Pedro Pablo Rodríguez: El negro y la africanía en el ideario de José Martí, Revista Temas, La Habana, octubre-diciembre de 2012, No. 72, p 101.

(7) En Motivos de son (1930), Sóngoro cosongo. Poemas mulatos (1931), West Indies Ltd. (1934).

(8) Para Paulo Freire, la problemática fundamental del oprimido y de la construcción de una pedagogía (hegemonía) a formular “con” él se centra en la “introyección” de los valores/intereses/necesidades de los opresores en su conciencia, lo que impediría la real percepción de la situación de subalternidad en la cual se encuentra y la toma de decisión en sentido opuesto:  El gran problema consiste en cómo podrán los oprimidos, que han introyectado al opresor, participar en la elaboración, en tanto seres duales, inauténticos, de la pedagogía de su liberación.  Solamente en la medida en que descubran que llevan en sí al opresor podrán contribuir al nacimiento de su pedagogía liberadora. Ver: Paulo Freire: Pedagogia do oprimido, Editora Paz e Terra, Río de Janeiro, 1984, p. 32.

(9) Entonces Fidel expresó: “Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos (se refería a los Estados Unidos); nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra” Ver: Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la universidad, efectuado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005. Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/2005/esp/f171105e.html

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