jueves, 14 de noviembre de 2013

Ciencias Sociales



La Recreación de la Realidad:
«Los Siete Ensayos»

(Quinta Parte)

Jorge Oshiro


C. César Vallejo

Se sabe que con la poesía de Rubén Darío (1867-1916) comenzó la América Hispánica a cantar con propia voz. Y obtuvo esta propia voz después de haber roto con el tradicionalismo colonialista. Ya no le interesaba copiar lo que se producía en España. El poeta nicaragüense rompe el cordón umbilical (cultura española) y apoyándose en la cultura europea desde la tradición greco-latina hasta el parnasianismo y  el simbolismo francés logra liberarse  del círculo de la enajenación colonialista.

Vallejo sigue los rumbos trazado por Darío y no es un azar que sus primeros versos de «Los Heraldos Negros» tengan todavía el sello del modernismo rubendariano. Pero esto es solamente el primer paso.

Vallejo va a superar muy rápidamente la etapa cosmopolita y va a hacer su introspección en la sustancia de la peruanidad, en esa sustancia oprimida y deprimida por siglos. Mariátegui:

"Vallejo es el poeta de una estirpe, de una raza. En Vallejo se encuentra, por primera vez en nuestra literatura, sentimiento indígena virginalmente expresado".

El sentimiento, como la emoción y la pasión son expresiones reales, son formas de in-sistencia (interioridad) de la vida, polo complementario a la ex-sistencia (exterioridad) de las cosas.

Y cuando Mariátegui habla del sentimiento está  refiriéndose a un cuerpo viviente, que vive, que sufre; el sentimiento no es otra cosa que la afirmación (vital) del cuerpo, tanto individual como social.

Vallejo traduce no solamente el sentimiento del indio, sino el "sentimiento virginal del indio". El poeta ha logrado traducir en versos la esencia del espíritu indígena, su emoción original.[1] No fue el primer intento, pero fue el primero que logró este propósito.

"Melgar -signo larvado, frustrado- en sus yaravíes es aún un prisionero de la técnica clásica, un gregario de la retórica española".

·         Es decir, no era suficiente tomar y cantar el tema indígena. Era necesario romper también con las formas tradicionales de expresión. Era necesario crear el propio lenguaje.

"...a partir de este sembrador (Vallejo JO) se inicia una nueva época de la libertad, de la autonomía poética, de la vernácula articulación verbal" (op.cit.).

·         Era necesario un nuevo lenguaje para expresar una nueva emoción (nueva para la literatura peruana, milenaria para la tradición andina).

·         El nuevo Perú, el nuevo peruano requería también de un nuevo lenguaje poético.

"Al poeta no le basta traer un mensaje nuevo. Necesita traer una técnica y un lenguaje nuevos también".

Por lo tanto la superación del viejo sistema expresivo de la poesía era una necesidad vital, no una arbitrariedad del poeta. La poesía de Vallejo no es siempre una poesía fácil. Pero si no es fácil, en cambio es profunda.

Dentro de la dimensión de la literatura mundial, «Los Heraldos Negros» pertenece al ciclo simbolista. Pero el simbolismo, según Mariátegui, ha sido de todos los tiempos. Y por otro lado no hay otra forma poética mejor dotada que el simbolismo para interpretar con acierto el espíritu andino:

"El indio, por animista y por bucólico, tiende a expresarse en símbolos e imágenes antropomórficas o campesinas".

La poesía de Vallejo no se agota con el simbolismo, tiene además elemento dadaísta, expresionista, suprarealista:

"El valor sustantivo de Vallejo es el creador. Su técnica está  en continua elaboración".
(...)

"Mas lo fundamental, lo característico en su arte es la nota india. Hay en Vallejo un americanismo genuino y esencial".

Vallejo no ha buscado en lo tradicional la materia de su poesía.

"la palabra quechua, el giro vernáculo no se injertan artificiosamente en su lenguaje".

Su poesía no es elaborada desde el plano de la conciencia; Vallejo no es el poeta que busca temas en los Andes.

"Su poesía y su lenguaje emanan de su carne y su  ánima. El sentimiento indígena obra en su arte quizá  sin que él lo sepa ni lo quiera".
       
 El sentimiento indígena obra en su arte porque el poeta se sitúa en esta región cultural de la realidad peruana hasta entonces oprimida. El sentimiento indígena obra en su arte porque Vallejo como unidad corporal está  integrado a otra 'unidad corporal' mayor que lo envuelve. En este sentido puede afirmar Mariátegui que el quechua, el giro vernáculo

"son en él producto espontáneo, célula propia, elemento orgánico".

Integrado al 'cuerpo cultural andino' Vallejo expresa naturalmente los rasgos existenciales propios de esta cultura. Para Mariátegui el rasgo más característico de este cuerpo social es el sentimiento de nostalgia.

Basándose en las afirmaciones de Luis E. Valcarcel dice que la tristeza del indio no es sino nostalgia,

"Vallejo es ascendradamente nostálgico. Tiene la ternura de la evocación".

Pero esta nostalgia no es pasadista; Vallejo no siente la nostalgia del Imperio Incaico. La nostalgia vallejana es

"una protesta sentimental o una protesta metafísica; nostalgia del exilio; nostalgia de la ausencia".

Todo hace pensar que lo metafísico en Mariátegui no es un fenómeno de la inteligencia sino del cuerpo. El exilio es una forma de dolor, pero el dolor vallejiano es meta-físico porque trasciende el dolor corporal de Vallejo-individuo para convertirse en dolor universal, el dolor de todos los cuerpos, el dolor de todos sus hermanos:

"Vallejo intepreta a la raza en un instante en que todos sus nostalgias, punzadas por un dolor de tres siglos, exacerban".

Toda nostalgia es un dolor existencial de una ausencia y la nostalgia metafísica de Vallejo es la protesta contra la ausencia de Ser. La búsqueda de Vallejos se acerca a la búsqueda del propio Mariátegui, por eso él puede comprender al poeta en su plenitud.

En otro pasaje escribe Mariátegui:

"Vallejo tiene en su poesía el pesimismo del indio".

Pero en este pesimismo se encuentra siempre un fondo de piedad humana,

"no hay nada en él de satánico ni de morboso",

"es el pesimismo de un  ánima que sufre y expía"

comenta nuestro autor citando a Pierre Hamp.

"No traduce una romántica desesperanza del adolescente turbado por la voz de Leopardi o de Schopenhauer".

Esta es una directa alusión autobiográfica de Mariátegui. Es una referencia a su propia juventud de Juan Croniqueur. Pero es una referencia sin nada de satánico ni de morboso. Mariátegui se piensa a sí mismo con la serenidad con la certeza de haber superado aquella etapa.

Así como el panteísmo y el fatalismo indio, el fatalismo de Vallejo no es un concepto, es un sentimiento. Es un sentimiento que se acerca al fatalismo cristiano y místico,

"se presenta lleno de ternura y caridad…"

"Pero no se confunde nunca con esa neurastenia angustiada que conduce al suicidio a los lunáticos personajes de Andreiev y Arzibachev".

El pesimismo lunático, neurasténico es un narcisismo irrefrenable, desencantado y desesperado. El pesimismo vallejiano es de otra esencia:

"Vallejo siente todo el dolor humano. Su pena no es personal. Su alma está  triste hasta la muerte de la tristeza de todos los hombres"[2].
       
Pero también de la tristeza de Dios. Porque para el poeta, nos dice Mariátegui,

"No sólo existe la pena de los hombres".[3] "Es tanta su piedad humana que

a veces se siente responsable de una parte del dolor de los hombres.[4]
       
El romanticismo del siglo XIX fue esencialmente individualista, el romanticismo, en cambio del siglo veinte es

"espontánea y lógicamente socialista, unanimista".

En este sentido el poeta peruano no sólo es expresión del mundo indígena, también pertenece a su siglo.La poesía de Vallejo representa para Mariátegui el comienzo de una nueva sensibilidad, el descubrimiento de una nueva dimensión, la dimensión profunda de la realidad nacional. La poesía de Vallejo es, dice Mariátegui, siempre

"alma  ávida de infinito, sedienta de verdad. La creación en él es al mismo tiempo, inefablemente dolorosa y exultante".

Es un poeta místico porque como Walt Whitman busca la Totalidad pero no en la alegría sino en el dolor y de la misma manera que Mariátegui busca superar el dolor y la muerte en la solidaridad de los hombres, en la solidaridad de las multitudes como el célebre poema «Masa» lo muestra.


D. El indigenismo

La corriente literaria predominante en los años veinte era el indigenismo. Y esto se explica porque

"el indigenismo literario traduce un estado de  ánimo, un estado de conciencia del Perú nuevo".

La Nueva Generación, la generación de Mariátegui, re-descubrió el Perú porque reivindicó al indio, su tierra (su paisaje) y su cultura. El nuevo peruano comenzó a descubrir su yo profundo en ese Perú profundo secularmente oprimido. Este descubrimiento que fue ante todo una lucha político-social no pudo dejar de expresarse en la literatura, porque ésta es la conciencia (imaginaria) de esta realidad.

La reivindicación del indio y su dimensión cultural comenzó a plantear un nuevo problema. Se había oprimido larga y profundamente este aspecto sustancial de la realidad peruana. Pero a lo largo de los siglos, acompañando esta opresión fue desarrollándose, sobre todo a lo largo de la costa, una cultura más occidental, más española que peruana, a pesar de que el país se hayaba independizado políticamente desde hace más de 100 años.

Y precisamente el descubrimiento de la realidad indígena lo hizo un sector rebelde y revolucionario de esta cultura. Esta generación había roto con la alienación inicial, había hecho sus experiencias en el extranjero, se había hecho cosmopolita y en un tercer momento descubría su realidad interior y contradictoria. Y aquí comienza la lucha ideológica contra dos frentes.

·         El primer frente era la lucha contra el espíritu pasadista y conservadora, que insistía en la realidad colonial del Perú, que no pudiendo ya negar la realidad del indio y de su cultura, trataba de conservar el status quo dando determinadas concesiones: más escuelas, más educación, mejora de las relaciones con el aparato burocrático estatal, mayor humanismo.

·         Por otro lado la lucha se iniciaba contra aquellos que veían en la realidad profunda del Perú el único Perú, y pretendían desconocer todo lo que no era indio y trataba de volver a los tiempos del Imperio.[5]

Era otra forma de pasadismo por su carácter ahistórico. Mariátegui se ubicó entre aquellos que propugnaban la síntesis cultural, la única solución realista posible a un problema explosivo. En este sentido escribía él:

"Los indigenistas auténticos...colaboran, conscientemente o no, en una obra política y económica de reivindicación -no de restauración ni resurrección".

Y contra toda desfiguración agrega que el indio no representa únicamente un tipo, un tema, un motivo, un personaje:

"Representa un pueblo, una raza, una tradición, un espíritu".

Por lo tanto no es solamente un color, un tema ni tampoco un elemento étnico entre otros. Es mucho más que eso:

"Lo que da derecho al indio a prevalecer en la visión del peruano de hoy es, sobre todo, el conflicto y el contraste entre su predominio demográfico y su servidumbre -no sólo inferioridad -social y económica".

La presencia mayoritaria indígena, tres o cuatro millones, dice nuestro autor, en un panorama mental de cinco millones, no debe sorprender a nadie que

"este pueblo siente la necesidad de encontrar el equilibrio que hasta ahora le ha faltado en su historia".

Mariátegui reitera que la reivindicación del indio

"tiene fundamentalmente el sentido de reivindicación de lo autóctono".

Y no puede compararse con la reivindicación de lo criollo, y añade al cual no reemplaza ni subroga:

"El criollismo, aparte de haber sido demasiado esporádico y superficial, ha estado nutrido de sentimiento colonial. No ha constituído una afirmación de autonomía".

Para Mariátegui el criollismo es todavía expresión de una conciencia enajenada, colonialista, de una conciencia dependiente, exterior:

"El criollo peruano no ha acabado aún de emanciparse espiritualmente de España. Su europeización -a través del cual debe encontrar, por reacción, su personalidad- no se ha cumplido sino en parte".
       
El período cosmopolita no había sido desarrollado suficientemente. Y este período es para nuestro autor de gran necesidad, de tal manera que sin él, el criollo no podrá  comprender su realidad por lo tanto no podrá  comprenderse:

"Una vez europeizado, el criollo de hoy difícilmente deja de darse cuenta del drama del Perú".

Es esta europeización, es decir esta conciencia de la totalidad lo que le va llevar a la conciencia de su alienación y va a reconocer la necesidad de re-descubrir la realidad profunda del Perú, ese si-mismo:

"Es él precisamente el que reconociéndose a sí mismo como un español bastardeado, siente que el indio debe ser el cimiento de la nacionalidad".

El criollo necesita al indio para regenerarse, es en la cultura indígena que Mariátegui siente el fundamento de la nueva identidad. Es el punto de partida, no el punto de llegada. O como dice Mariátegui, es el cimiento pues: somos una nacionalidad en formación. El indio por propia fuerza es aún débil para reivindicar solo sus derechos de ser. De allí que diga Mariátegui:

"Si el indio ocupa el primer plano en la literatura y el arte peruanos no será , seguramente, por su interés literario o plástico, sino porque las fuerzas nuevas y el impulso vital de la nación tienden a reivindicarlo".

¿Quiénes son estas fuerzas nuevas y qué es este impulso vital que reivindica al indio? Entramos así a la segunda parte del análisis nuestro de Los Siete Ensayos.


[1] Ver arriba Ensayo IV. Apéndice 4.4. La concepción mariateguiana de la Naturaleza.

[2] Es notorio la profunda intensidad del sentimiento de comunidad adleriana en la poesía de Vallejo
[3] "Siento a Dios que camina/ tan en mí, con la tarde y con el mar./ Con él nos vamos juntos. Anochece./ Con él anochecemos. Orfandad./ Pero yo siento a Dios. Y hasta parece/ que él me dicta no sé qué buen color./ Como un hospitalario, es bueno y triste;/mustia un dulce desdén de enamorado:/debe dolerle mucho el corazón".
[4] "Todos mis huesos son ajeno / yo tal vez los robé!/ Yo vine a darme lo que acaso estuvo / asignado para otro;/ y pienso que, si no hubiera nacido,/ otro pobre tomara este café!/ Yo soy un mal ladrón...A dónde iré!".

[5] Ver abajo cap. 6.2.3.La alianza campesino-obrero. (Los "milenaristas")

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