jueves, 19 de septiembre de 2013

Política



Nota Explicativa:

Los trabajos que siguen son parte del libro El Nombre del Partido de Mariátegui Hoy: Un Problema de Gran Importancia Política, aún inédito. En el primero de estos trabajos se hace la crítica de la idea de que el nombre del partido del proletariado debe ser el de socialista. En el segundo se critica la propuesta de un partido minga, levantada por Ramón García después de que fuera desenmascarada su primigenia idea de un partido socialista. Desenmascarada también la proposición de un partido minga, en un nuevo bandazo García y sus repetidores han retomado su idea de un partido socialista, por lo que los argumentos dados en los trabajos El Nombre del Partido (anteriormente publicado en estas mismas páginas) y Una Vez Más Sobre el Nombre del Partido (que publicamos ahora) se mantienen en pie. El tercer trabajo desenmascara el método criollo de Ramón García: tergiversación, vía mutilación, de una afirmación de Eduardo Ibarra sobre el PSP a fin de hacerla vulnerable, y, por otra parte, da cuenta de que, obnubilada su conciencia por el odio, García cometió un monumental disparate.

Comité de Redacción.


¡Defender el Pensamiento de Mariátegui de toda tergiversación
y desarrollarlo en función de la realidad actual!

Una Vez Más Sobre el Nombre del Partido

Eduardo Ibarra

Es sabido que una tendencia que actúa en el movimiento popular hace aprestos para fundar un otro partido socialista (1), tratando de fundamentar los mismos con los más descalificados recursos y los más disparatados argumentos. Precisamente unas notas de Miguel Aragón sobre el tema confirman esta afirmación. Veamos.

En Partido comunista o partido socialista I, mayo 2006, el mencionado autor sostiene que “[en cuanto al nombre del Partido], el problema de fondo está en la contradicción interna entre los propios Marx-Engels de 1870 y los Marx-Engels de 1847. Es en esa contradicción donde deberíamos concentrar nuestra atención”.

Es decir en la “contradicción” (entre comillas, pues) entre el nombre de Manifiesto del Partido Comunista (1847) y la propuesta del nombre de Partido Socialista para el Partido alemán (1870). 

Comentando las líneas finales del Manifiesto, continúa nuestro autor: “Ese concepto de ‘revolución comunista’ lo utilizan en otros textos de esa época, próxima a la publicación del ‘Manifiesto Comunista’. Por esos años todavía no habían desarrollado la teoría de la necesidad de una etapa de transición entre el capitalismo y el comunismo (2), ni la teoría de la dictadura del proletariado como una etapa necesaria entre el capitalismo y el comunismo”. “Entonces, encontrándose Marx y Engels en ese nivel de avance teórico en 1848, me parece que la conclusión acertada era establecer la siguiente relación lógica: constituir el Partido Comunista para desarrollar la revolución comunista y construir de inmediato la sociedad comunista”. “Posteriormente, 20 años después, cuando Marx y Engels ya habían desarrollado la teoría completa de la revolución social, comienzan a plantear nuevos conceptos, no utilizados todavía en los años 1848-1850. Los nuevos conceptos son: revolución socialista, sociedad socialista y Estado Socialista”. “Los dirigentes del partido del proletariado alemán propusieron el nombre de ‘Partido Socialdemócrata Alemán’. Marx y Engels discreparon y propusieron ‘Partido Socialista Alemán’ (3). Pero la mayoría acordó ‘Partido Socialdemócrata Alemán’. En esos años, ningún (sic) de los dirigentes, incluidos Marx y Engels, propusieron volver a utilizar el nombre de ’Partido Comunista’. Hay que investigar porque (sic) no se volvió a utilizar ese nombre. ¿Acaso fue por táctica, por reformismo, para ganar legalidad?, ¿acaso fue un retroceso o una ‘claudicación’ de Marx y Engels?. No creo. Me parece que Marx y Engels establecieron la siguiente relación lógica: constituir el Partido Socialista para organizar y dirigir la revolución socialista e instaurar el Estado Socialista, que debería dirigir la construcción de la sociedad socialista y crear las condiciones para el futuro tránsito a la sociedad comunista” (subrayados en el original).

Como se ve, aquí también, para variar, Aragón procede a falsear los hechos históricos, intentando encerrar a los lectores en un marco estrecho, o, mejor dicho, en una falsa disyuntiva: “Es en esta contradicción donde deberíamos concentrar nuestra atención”: o los Marx-Engels de 1847 o los Marx-Engels de 1970.

Y, así, pretendiendo que los fundadores “se equivocaron en 1847 al denominar al Manifiesto y al Partido con el nombre de Comunista”, en Partido comunista o partido socialista II, octubre 2006, afirma que, “posteriormente, a fines de la década de 1860 se rectificaron y propusieron el nombre de Partido Socialista Alemán. Desde 1852 hasta morir, nunca más volvieron a proponer ni utilizar el nombre de ‘comunista’”. Y agrega que “Lenin y Stalin que habían luchado durante cerca de veinte años, desde comienzos de 1890 hasta 1918, en el partido Socialdemócrata ruso, en 1918 por táctica propusieron cambiar el nombre del Partido de Socialdemocrático a Partido Comunista. Lenin y Stalin se equivocaron en esa decisión, al no reivindicar el nombre de socialista”.

En el primer capítulo hemos subrayado, citando puntualmente a Engels, las razones por las que el Manifiesto lleva el nombre de Manifiesto Comunista y no el de Manifiesto Socialista.

En el mismo capítulo hemos recordado también que, en enero de 1894, Engels se ratificó en el nombre de comunista para el Partido, y que Lenin comentó que, de esa forma, “El dialéctico Engels” continuaba “siendo fiel a la dialéctica”, pues él y Marx tenían “un hermoso nombre, un nombre científicamente exacto”, aunque no tuvieran “un verdadero partido”.

Ese hermoso nombre, ese nombre científicamente exacto, es el de Partido Comunista (4).

En los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, examinando diferentes aspectos de la futura sociedad, Marx utilizó indistintamente los términos comunismo, socialismo, humanismo, naturalismo, empleando, como puede constatarse, más frecuentemente el de socialismo. Esta indeterminación terminológica y esta prevalencia del término socialismo se explica porque en aquel período el comunismo era sólo una parte del principio más amplio socialista.

Pero en 1845 Marx y Engels se declararon abiertamente comunistas, relacionando así su producción teórica con el movimiento obrero revolucionario y, por esto, en La ideología alemana, escribieron: “Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente”.

Así pues, en la década de 1840, los fundadores utilizaban el término comunismo sobre todo para designar al proceso histórico orientado a suprimir la propiedad privada y sus consecuencias. Por eso, ya a fines de esa década, y concretamente con el cambio de nombre de la Liga de los Justos por el de Liga de los Comunistas y la titulación del manifiesto encargado como Manifiesto del Partido Comunista, el término comunismo empezó a servir para designar el punto de vista especial de Marx y Engels, la nueva concepción del mundo acabada de crear.

Por eso, en el propio Manifiesto, 1847, se habla de “revolución comunista” y, en la Crítica del Programa de Gotha, 1875, se habla de “Estado comunista” y de la “primera fase” y la “fase superior de la sociedad comunista” (5). 

Pero, más tarde, la literatura de la II Internacional impuso el uso del término socialismo para designar la primera fase del comunismo, es decir, el socialismo se convirtió en parte del más amplio principio comunista. Como verdaderos materialistas, pues, los fundadores tuvieron en cuenta el contenido concreto que, por desarrollo histórico, habían cobrado las palabras socialismo y comunismo. La lucha política había determinado el cambio de lugar de ambos términos, y contra este hecho histórico nada pueden tampoco “las especulaciones abstractas de la inteligencia ni las concepciones puras del espíritu”, y menos todavía cuando la inteligencia se encuentra bloqueada por el afán de acomodar los hechos a ciertos esquemas mentales previos.

Entonces, no es que Marx y Engels “se equivocaron en 1847 al denominar al Manifiesto y al Partido con el nombre de Comunista”, sino que, por el contrario, procedieron correctamente al tener en cuenta que el desarrollo histórico había determinado que la palabra socialismo resultaba, ya entonces, demasiado elástica para expresar la especial posición del proletariado revolucionario.

Decir, pues, que los fundadores se equivocaron al titular el manifiesto solicitado, con el nombre de Manifiesto del Partido Comunista, es no tener en cuenta que “en 1847 se llamaban socialistas, por una parte, todos los adeptos de los diferentes sistemas utópicos” y, de otra, “toda suerte de curanderos sociales”, es decir, “gentes que se hallaban fuera del movimiento obrero y que buscaban apoyo más bien en las clases ‘instruidas’”.

Es no tener en cuenta que “la parte de la clase obrera que había llegado al convencimiento de la insuficiencia de las simples revoluciones políticas y proclamaba la necesidad de una transformación fundamental de toda la sociedad, se llamaba entonces comunista”.

Es no tener en cuenta que “el socialismo, en 1847, era un movimiento de la clase burguesa, y el comunismo lo era de la clase obrera”.

Es no tener en cuenta que Marx y Engels mantenían el principio de “que ‘la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma” y que, por esta razón, para ellos “no podía haber duda alguna sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir”.

Es, en suma, no tener en cuenta que, concretamente determinados los conceptos de socialismo y comunismo, a los fundadores “después no se” les ocurrió “jamás renunciar” al nombre científicamente exacto del Partido, al nombre de Comunista.

Por consiguiente, sostener que Marx y Engels se equivocaron y que debieron llamarle socialista al Manifiesto, es pretender que el nombre del programa doctrinal del proletariado revolucionario hubiera tenido que ser un nombre que representaba una teoría idealista y un movimiento burgués.

Es pretender que los fundadores hubieran tenido que diluir el punto de vista especial de su concepción del mundo con una expresión demasiado elástica, o, lo que a fin de cuentas es lo mismo, que hubieran tenido que diluir la posición del proletariado revolucionario en el variopinto movimiento socialista general de la época.

Y, no tener en cuenta los hechos objetivos, concretos, que determinaron el nombre que lleva el Manifiesto, es apartarse del materialismo que enseña que la verdad se busca en los hechos y, al mismo tiempo, es negar la dialéctica que enseña que las palabras también tienen una historia. Es decir, es ladearse hacia el subjetivismo y hacia la metafísica.

Entonces, no es que “posteriormente Marx y Engels, a fines de la década de 1860 se rectificaron al proponer el nombre de Partido Socialista Alemán”, sino que, por el contrario –y tal como se ha visto–  hasta el final de sus vidas se ratificaron en el nombre científicamente exacto del partido proletario, el nombre de Partido Comunista, que expresa el punto de vista especial de la concepción marxista del mundo, el punto de vista especial del proletariado revolucionario. Es decir, no es que “desde 1852 hasta morir, nunca más volvieron a proponer ni utilizar el nombre de ‘comunista’”, sino que, aunque en coyunturas concretas hubieron de aceptar y, al parecer, aun de proponer algún nombre científicamente inexacto, NO RENUNCIARON JAMÁS A SU PROGRAMA COMUNISTA Y, POR CONSIGUIENTE, AL NOMBRE CIENTÍFICAMENTE EXACTO DEL PARTIDO.

Entonces, aquello de que “el problema de fondo está en la contradicción interna entre los propios Marx-Engels de 1870 y los Marx-Engels de 1847”, es escamotear el hecho histórico de que todavía en 1884, un año y medio antes de su muerte, Engels ratifica, en nombre suyo y de Marx, su adhesión al nombre científicamente exacto del Partido, al nombre de Comunista. Y, escamotear este hecho es falsificar la historia y tergiversar la tesis de los fundadores y, en resumidas cuentas –y para decirlo francamente– es  una burda maniobra que busca confundir a los lectores a fin de argumentar artificiosamente el nombre de socialista para el Partido.

En Partido comunista o partido socialista III (sin fecha en la copia utilizada), Aragón habla “de la identificación errónea de la palabra ‘socialismo’ con ‘socialdemocracia’, ‘reformismo’, ‘socialismo domesticado’” (6).

Es evidente que el aludido no ha pensado dos minutos en su afirmación. Cuando Engels señala que “se llamaban socialistas, por una parte, todos los adeptos de los diferentes sistemas utópicos… de otra, toda suerte de curanderos sociales que prometían suprimir, con sus diferentes emplastos, las lacras sociales sin dañar al capital ni a la ganancia”, y que “el socialismo, en 1847, era un movimiento de la clase burguesa”, está indicando que el desarrollo de la lucha política había determinado que la palabra socialismo servía para designar corrientes de pensamiento idealistas y tendencias políticas burguesas, es decir, que era sinónimo de reformismo, de burguesismo.

Cuando Lenin señala que “La humanidad sólo puede pasar del capitalismo directamente al socialismo, es decir, a la propiedad común de los medios de producción y a la distribución de los productos según el trabajo de cada cual. Nuestro Partido va más allá: afirma que el socialismo deberá transformarse inevitablemente y de modo gradual en comunismo, en cuya bandera campea este lema: “De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades”, está indicando que utilizar el término socialista en contra del término comunista, es reducir la meta del proletariado y, por lo tanto, el primer término  aparece como sinónimo de oportunismo.

Cuando Mariátegui señala que “una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación socialdemocrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo” (7), está indicando que la palabra socialismo aparece allí como sinónimo de reformismo, de oportunismo.

Por otro lado, creer que los fundadores “establecieron la siguiente relación lógica: constituir el Partido Socialista para organizar y dirigir la revolución socialista e instaurar el Estado Socialista (subrayados en el original), es escamotear la existencia del nombre científicamente exacto del Partido (el nombre de Comunista), apelando a un nombre científicamente inexacto (como el de Socialista).

Es escamotear el hecho de que el nombre científicamente exacto del Partido se deriva del contenido fundamental del marxismo (pues el Partido no es otra cosa que la materialización de la doctrina), y no del carácter de la revolución que se tiene al frente.

Es pretender pasar como “correcto” el nombre de Socialista para el Partido, pero sin discernir siquiera la distinción entre su nombre científicamente exacto y sus eventuales nombres científicamente inexactos.

Y, puesto que la relación “partido socialista-revolución socialista-Estado socialista” es, en el fondo, la relación “nombre del partido-carácter de la revolución-tipo de Estado”, la pretendida relación “lógica” equivale a plantear, por ejemplo, que los comunistas chinos hubieran tenido que denominar a su partido “Partido de Nueva Democracia” y no Partido Comunista, por el solo hecho de que durante más de treinta años tuvieron al frente una revolución de nueva democracia.

Estas sencillas constataciones dan, pues, al traste con la ilógica pretensión de encontrarle una relación lógica, es decir necesaria, a la relación “nombre del partido-carácter de la revolución-tipo de Estado”. Esta relación sólo puede aconsejar, según sean las condiciones concretas en que se desenvuelva, tal o cual nombre científicamente inexacto, aunque coyunturalmente conveniente desde el punto de vista político. Por eso, pretender que tal relación lleva necesariamente a utilizar la palabra socialista como nombre del Partido, es negar la concepción de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre del Partido, es negar la concepción de Mariátegui sobre el nombre del  Partido en el Perú de su tiempo y, en el terreno metodológico, es negar la dialéctica y levantar la metafísica, pues, como es evidente, para Aragón, el nombre del Partido debe ser el de socialista, independientemente de toda situación histórica y en todos los países sin excepción.

En otras palabras, es pretender que el nombre científicamente exacto del Partido es el de socialista, aunque sin plantear en estos términos la cuestión. En realidad, la única relación necesaria, la única relación lógica aquí es la existente entre el contenido fundamental del marxismo (la misión histórico-universal del proletariado) y el nombre científicamente exacto del Partido. La relación “nombre del partido-carácter de la revolución-tipo de Estado”, no aconseja necesariamente, lógicamente, el nombre de socialista para el Partido, pues igualmente puede aconsejar otros nombres, como que así ha sido, en efecto, a lo largo de la experiencia histórica del proletariado.
 
Los términos revolución socialista y sociedad socialista expresan el objetivo de establecer y la realidad del establecimiento de la propiedad común de los medios de producción y la distribución de los productos según el trabajo de cada cual, pero no el principio “de cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades”. Por consiguiente, tales términos expresan solamente una parte de la realidad revolucionaria. Por eso, en la Crítica del Programa de Gotha, en un lenguaje rigurosamente científico, Marx definió la sociedad futura como la “sociedad comunista”, y sus dos fases de desarrollo como “primera fase” y “fase superior de la sociedad comunista”, expresando, de este modo, la relación entre ambas fases, relación consistente en que “el socialismo deberá transformarse inevitablemente y de modo gradual en comunismo” (Lenin).

Por otro lado, Aragón afirma que “la historia del siglo XX (desde la revolución soviética de 1917 hasta la implosión de la URSS en 1991) ya zanjó el uso correcto de conceptos que reflejan tres realidades totalmente diferentes y contrapuestas: ‘socialdemocracia’ para el socialismo domesticado tipo europeo occidental; ‘comunista’ para el socialismo burocrático tipo Rusia y China; y ‘socialismo’ para quienes luchamos por instaurar un Estado tipo Comuna” (negritas en el original).

Pero ocurre que, aquí, tampoco existe una relación necesaria entre cada una de las tres experiencias y los nombres de los partidos que las representaron. Para reconocer este aserto basta recordar que en la experiencia de la Segunda Internacional, la palabra socialista aparece como nombre de la mayoría de los partidos que la conformaron, y que, en la experiencia del socialismo burocrático, encontramos dos partidos socialistas, cinco comunistas y cuatro con otros nombres. Más todavía, actualmente pululan en el mundo partidos socialistas que ni de lejos postulan la instauración de un Estado-Comuna (8).

Por otro lado, Aragón dice que “La cuestión del nombre del Partido no es solamente una cuestión de ‘rótulo o de membrete’ como algunas mentes superficiales (sic) vienen difundiendo, sino que está íntimamente vinculado (sic) con el carácter del Estado Socialista que se tiene como objetivo instaurar”.

En realidad, esta idea está ya implícita en “la relación partido socialista-revolución socialista-Estado socialista”. El problema del nombre del Partido no es, ciertamente, una simple cuestión de rótulo. Pero no lo es no por la razón que aduce Aragón, sino porque tal problema tiene como fondo la cuestión de lo que científicamente representa la organización política del proletariado. Curiosamente, sin embargo, este fondo es ignorado por nuestro autor, quien, además, no cae en cuenta de que, específicamente hablando, no existe tampoco una relación necesaria entre el nombre de socialista y el Estado-Comuna.

El nombre científicamente exacto del Partido se deriva del contenido fundamental del marxismo, es decir, de la misión histórico-universal del proletariado, o sea, de la esencia más profunda del marxismo. Y los diversos nombres científicamente inexactos están determinados por las condiciones concretas que, como se sabe, cambian de un período a otro y son distintas en los diferentes tipos de países.

En la medida que la camisa del socialismo está completamente sucia (más todavía que la del comunismo), al postularla como título del Partido se reniega de hecho la exigencia leninista de quitarse la camisa sucia y ponerse ropa limpia y, al mismo tiempo, se reniega también la exigencia mariateguiana de distinguir el campo de la revolución del campo del oportunismo, de diferenciar netamente concepciones y métodos de revolucionarios y reformistas con dos nombres distintos.

Pero además, Aragón agrega que “el Partido Socialista se debería autodisolver al iniciarse la construcción del Estado Socialista, más precisamente se debería diluir dentro del Estado nuevo” (subrayados en el original).

En cuanto a esta cuestión, me limitaré aquí a señalar que se ve que el concepto de partido que tiene Aragón es muy estrecho, pues lo que en realidad debe diluirse en las condiciones del socialismo, NO ES EL PARTIDO MISMO, sino únicamente su forma orgánica de existencia, es decir, su organización, su aparato.
    
II
   
La posición de Mariátegui sobre el nombre del partido del proletariado peruano tiene su fundamento general en estas consideraciones: “… las fuerzas proletarias europeas se hallan divididas en dos grandes bandos: reformistas y revolucionarios. Hay una Internacional Obrera reformista, colaboracionista, evolucionista y otra Internacional Obrera maximalista, anticolaboracionista, revolucionaria. Entre una y otra ha tratado de surgir una Internacional intermedia. Pero que ha concluido por hacer causa común con la primera contra la segunda. En uno y otro bando hay diversos matices; pero los bandos son neta e inconfundiblemente sólo dos. El bando de los que quieren realizar el socialismo colaborando políticamente con la burguesía; y el bando de los que quieren realizar el socialismo conquistando íntegramente para el proletariado el poder político. Y bien, la existencia de estos dos bandos proviene de la existencia de dos concepciones diferentes, de dos concepciones opuestas, de dos concepciones antitéticas del actual momento histórico”. “El campo proletario, como acabamos de recordar, no está ya dividido en socialistas y sindicalistas; sino en reformistas y revolucionarios. Hemos asistido primero a una escisión, a una división en el campo socialista. Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrática, colaboracionista; la otra ha seguido una orientación anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo” (9). “En el hombre de ciencia y de cátedra, de espíritu liberal y humanista, que concede sin reservas al partido socialista de su patria, con un certificado de salud, un testimonio de simpatía y confianza, y que predica como un ideal de su tiempo la eugenesia, la palabra comunismo puede suscitar supersticiosas aprensiones, aunque la práctica del único estado comunista del mundo -la U.R.S.S.- le enseñe que no existe entre los dos términos más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios y por la necesidad práctica eventual de distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos” (10).

Y tiene su fundamento específico en las siguientes aserciones: “Aquí, como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse no en sindicalistas y socialistas -clasificación anacrónica- sino en colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas”. “Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy convencido del próximo ocaso detonas las tesis social-democráticas, de todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas” (11). “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, hayan desaparecido” (12). “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un Partido Socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas” (13).

Estas afirmaciones demuestran que Mariátegui tenía una posición definida ante la escisión del movimiento proletario europeo. En el campo del socialismo, es decir del movimiento socialista en general, se había producido una división entre reformistas y revolucionarios, conservando los primeros el nombre de socialistas y adoptando los segundos el nombre de comunistas. Y Mariátegui precisa que esta división “proviene de la existencia de dos concepciones antitéticas del actual momento histórico”. Y señala que aquí, en el Perú, “como en Europa, los proletarios tienen, pues, que dividirse… en colaboracionistas y anticolaboracionistas, en reformistas y maximalistas”. Por eso él mismo toma posición definida: “Yo participo de la opinión de los que creen que la humanidad vive un período revolucionario. Y estoy convencido del próximo ocaso de todas las tesis social-demócratas, de todas las tesis reformistas, de todas las tesis evolucionistas”.

Pero el dialéctico Mariátegui, que comprendía perfectamente que aquí, como en Europa, los proletarios tenían que dividirse en socialistas y comunistas (para decirlo en el lenguaje al uso en la Europa de la época), muy acertadamente tuvo en cuenta las condiciones concretas nacionales de su tiempo y, así, en Aniversario y balance, escribió que en los pueblos “donde la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo no se ha producido”, “porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza”. Es decir la palabra socialismo no servía entonces en nuestras condiciones nacionales concretas para designar una posición reformista, colaboracionista, oportunista y, en consecuencia, podía servir de nombre del Partido. Por eso, en el Acta de Constitución del Partido Socialista, el maestro dejó sentados estos conceptos que repetimos: “De acuerdo con las CONDICIONES CONCRETAS ACTUALES DEL PERÚ, el Comité concurrirá a la constitución de un Partido Socialista…” (mayúsculas nuestras).

Mariátegui, pues, no negaba el nombre científicamente exacto del Partido, mas, teniendo en cuenta las condiciones nacionales concretas de su tiempo, acertadamente propuso el nombre de Socialista para el Partido.

Sin embargo, cumpliendo el penoso papel de argumentar con sofismas lo que le han soplado al oído, Aragón pretende que el nombre que le corresponde al partido proletario es el de socialista y no el de comunista, desde siempre y para siempre, en el Perú y en el mundo entero. Y esto, sencillamente, contraría completamente la concepción de Mariátegui sobre la cuestión.

III

El Prefacio a la edición inglesa de 1888 del Manifiesto Comunista, la Crítica del programa de Gotha, el Prefacio a Temas internacionales del “Estado popular”, Las tesis de abril, El estado y la revolución, La crisis mundial y el proletariado peruano, Aniversario y balance, el Acta de constitución del PSP, La juventud española contra Primo de Rivera, son todos escritos que, en suma, constituyen la literatura básica para resolver la cuestión del nombre del Partido en el Perú.

En el prefacio a la edición inglesa de 1888 del Manifiesto Comunista, Engels señala que “cuando fue escrito no pudimos titularle Manifiesto Socialista” (14), y que, después de haber elegido la denominación de Comunista para el Manifiesto, “no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella”.

Pero Aragón se cuelga de la primera afirmación interpretándola a capricho y, lo que es peor, ha procedido a mutilar el pensamiento de Engels y, así, la segunda afirmación brilla por su ausencia en sus artículos sobre el tema.

En la Crítica del programa de Gotha, Marx, refiriéndose a la primera fase de la sociedad comunista, es decir al socialismo, señala que “De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede” (cursivas en el original).

Pero Aragón, o se hace el distraído, o simplemente no es capaz de entender que el concepto de socialismo no expresa plenamente la especial identidad ideológica del proletariado revolucionario.

En el Prefacio a Temas Internacionales del “Estado popular”, Engels señala que “Para Marx y para mí era, por tanto, sencillamente imposible emplear, para denominar nuestro punto de vista especial, una expresión tan elástica. En la actualidad, la cosa se presenta de otro modo, y esta palabra (mag pacieren), aunque sigue siendo inadecuada (unpassend) para un partido cuyo programa económico no es un simple programa socialista en general, sino un programa directamente comunista”.

Pero Aragón, o se hace el desatento, o simplemente no es capaz de entender el significado del juicio engelsista.

En las Tesis de abril, Lenin señala que “Nuestro Partido va más allá: afirma que el socialismo deberá transformarse inevitablemente y de modo gradual en comunismo, en cuya bandera campea este lema: “De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades’”.

Pero Aragón, o se hace el descuidado, o simplemente no es capaz de entender que el concepto de comunismo es el que expresa plenamente la especial identidad ideológica del proletariado revolucionario.

En El estado y la revolución, Lenin señala que “El dialéctico Engels, en el ocaso de su existencia, sigue siendo fiel a la dialéctica. Marx y yo -nos dice- teníamos un hermoso nombre, un nombre científicamente exacto, para el partido, pero no teníamos un verdadero partido, es decir, un Partido proletario de masas. Hoy (a fines del siglo XIX), existe un verdadero partido, pero su nombre es científicamente inexacto”.

Pero Aragón, o se hace el sueco, o simplemente no es capaz de entender el significado de la afirmación leninista.

En el mismo trabajo, Lenin señala que “Tal vez hoy, en que las persecuciones de julio y de agosto contra nuestro Partido por parte de los republicanos y de la filistea democracia ‘revolucionaria han rodeado la palabra ‘bolchevique’ de honor ante todo el pueblo, y en que, además, esas persecuciones han marcado un progreso tan enorme, un progreso histórico de nuestro Partido en su desarrollo real, tal vez hoy, yo también dudaría, en cuanto a mi propuesta de abril de cambiar el nombre de nuestro Partido. Tal vez propondría a mis camaradas una ‘transacción’: llamarnos Partido Comunista y dejar entre paréntesis la palabra bolchevique” (15).

Pero Aragón dice que Lenin y Stalin “en 1918 por táctica propusieron cambiar el nombre del Partido de Socialdemócrata a Partido Comunista” (16).

En La crisis mundial y el proletariado peruano, Mariátegui señaló que “Una parte del socialismo se ha afirmado en su orientación social-democrática, colaboracionista; la otra parte ha seguido una orientación anti-colaboracionista, revolucionaria. Y esta parte del socialismo es la que, para diferenciarse netamente de la primera, ha adoptado el nombre de comunismo”.

Pero Aragón pretende que la palabra socialismo no es absolutamente sinónimo de reformismo.

En Aniversario y balance, Mariátegui señala que “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza. La guardará también en la historia, mañana, cuando las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos, haya desaparecido”.

Pero Aragón pretende que el nombre del Partido debe ser el de socialista, independientemente de toda circunstancia de tiempo y lugar.

En el Acta de constitución del PSP, Mariátegui señala que “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un Partido Socialista, basado en las masas obreras y campesinas organizadas”.

Pero Aragón pretende que la propuesta mariateguiana no se desprendió de “las condiciones concretas actuales del Perú” de la década de 1920.

En La juventud española contra Primo de Rivera, Mariátegui señala que “la palabra comunismo puede suscitar supersticiosas aprensiones, aunque la práctica del único estado comunista del mundo -la U.R.S.S.-le enseñe que no existe entre los dos términos más conflicto que el originado por el cisma entre reformistas y revolucionarios y por la necesidad práctica eventual de distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos”.

Pero Aragón hace caso omiso de la necesidad de “distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos”.

Y ocurre que, como es evidente, Aragón conoce todas estas citadas afirmaciones. Por consiguiente, la pobreza de sus argumentos (17) no se deriva de ignorancia supina alguna, sino del hecho de que para tratar de imponer la oportunista idea de que “el nombre correcto” que le corresponde al partido proletario es el de socialista -desde siempre y para siempre, en el Perú y en el mundo entero- utiliza sus conocidos métodos criollos: tergiversación de las posiciones de Marx, Engels, Lenin y Mariátegui sobre el punto y falsificación de los hechos históricos correspondientes.

IV

En conclusión, Miguel Aragón:

1) reniega el nombre científicamente exacto del Partido;
2) mutila y, así, tergiversa las tesis de Marx, Engels y Lenin sobre la cuestión (18);
3) pretende pasar el nombre de socialista, que puede derivarse, como otros nombres, de ciertas condiciones concretas, como “el nombre correcto del Partido”;
4) trata de encuadrar a los lectores en una falsa disyuntiva, es decir, intenta manipularlos;
5) reniega las razones que tuvo Mariátegui para titular Socialista al Partido en el Perú del decenio de 1920;
6) reniega la exigencia leninista de sacarse la camisa sucia y ponerse ropa limpia;
7) reniega la exigencia mariateguiana de diferenciar netamente el campo revolucionario del reformista con dos nombres distintos; y,
8) pretende, con el nombre de socialista, un partido que, por tanto, tendría las puertas abiertas lo mismo para marxistas como para oportunistas, lo mismo para revolucionarios como para reformistas (19).

Pues bien. ¿Qué pensar de una persona que tergiversa tan burdamente las posiciones de los maestros del proletariado en punto a la cuestión del nombre del Partido? ¿Qué pensar de una persona que falsea los hechos históricos correspondientes a la cuestión? ¿Qué pensar de una persona que pretende encasillar a los lectores en una falsa disyuntiva, y que, además, escamotea todos los hechos que están fuera de esos límites cronológicos e, incluso, algunos otros que se encuentran dentro de los mismos? ¿Qué pensar de una persona que tergiversa a Mariátegui sobre el tema del presente escrito, y también en relación a otras cuestiones? (20).  

En el Socialismo Peruano, es decir, en el Comunismo Peruano, nadie puede descalificar a nadie. Pero es evidente que, con sus métodos criollos, es decir, con su tergiversación de Marx, Engels, Lenin y Mariátegui y con su falsificación de los hechos históricos relativos al tema que nos ocupa, es decir, con su afán de manipular a los lectores, Aragón ha terminado por descalificarse a sí mismo. Esto es un hecho.

Pero, este hecho es nada más que la mitad de la desgracia. La otra mitad es que hayan personas tan desprevenidas que creen en los soberbios disparates del conocido falsario.

Notas:
[1]  Digo “un otro partido socialista”, porque hasta principios de los años 1960 activó el Partido Socialista de Castillo, hasta los años 1990 activó el Partido Socialista Revolucionario y, actualmente, activan el Partido Socialista Peruano y el Partido Socialista de los Trabajadores. En estas condiciones, afanarse en fundar un partido socialista más es negar “las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos”, es diluir la camisa del partido en el variopinto movimiento socialista general, es negar el principio marxista del análisis concreto de la situación concreta, es repetir la letra de Mariátegui y negar su método. La crítica a las falacias de Miguel Aragón es, de hecho, una crítica a las falacias que Ramón García ha planteado desde hace casi dos décadas fin de proponer el nombre de socialista para el Partido. Lo que ha hecho Aragón es nada más que repetir las posiciones y los métodos criollos de García amontonando nuevas falacias a fin de sustentar el aludido desaguisado. De esta forma ha puesto en evidencia, una escasa independencia de criterio y un vergonzoso seguidismo en punto a las siguientes cuestiones analizadas en el presente escrito: el nombre del Partido; las tesis de Marx, Engels y Lenin sobre esta cuestión; las razones de Mariátegui para titular Socialista a su partido; la palabra socialismo como sinónimo de reformismo en determinados contextos verbales y en determinados contextos de situación; la exigencia leninista de ponerse ropa limpia; la exigencia mariateguiana de distinguir revolucionarismo y reformismo con dos rótulos distintos; el sentido específico que tiene la disolución del partido en la sociedad socialista. Las tergiversaciones de García de las tesis de Marx, Engels, Lenin sobre el nombre del Partido y su falsificación de las razones de Mariátegui para titular Socialista a su partido, repetidas y hasta ampliadas con nuevas falacias por Aragón, han sido criticadas también en los artículos Radiografía de una falsificación y Respuesta a Gustavo Pérez, artículos ampliamente difundidos por la internet. 
[2]  En la medida que con esta afirmación se quiere decir que los fundadores no tenían entonces ninguna idea sobre lo que después se ha llamado “etapa de transición”, la afirmación es falsa de toda falsedad. En los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, Marx señaló que “Si caracterizamos el comunismo por sí mismo -por cuanto es la negación de la negación-, como la asimilación de la esencia humana, que sirve de mediadora de sí misma a través de la negación de la propiedad privada y, por tanto, no todavía como la verdadera posición, la que arranca de sí misma, sino como la que arranca más bien de la propiedad privada”. Evidentemente, en esta afirmación está ya la idea de la “etapa de transición” del capitalismo al comunismo (es decir a la segunda fase de la sociedad comunista), aunque no esté todavía el término que después ha servido para expresarla.
[3]  En su artículo, sin embargo, Aragón no ha demostrado ni se ha sentido en la obligación, teórica y ética al mismo tiempo, de demostrar su afirmación con alguna prueba documental. Por mi parte, debo precisar que, en las condiciones bibliográficas que rodean mis investigaciones, me ha sido imposible encontrar la aludida prueba.
[4]  Por lo visto, Aragón no se percata de las tesis de Marx, Engels y Lenin sobre la distinción entre el nombre científicamente exacto del Partido y sus eventuales nombres científicamente inexactos, o, en su defecto, directamente escamotea también estas tesis.
[5]  En El estado y la revolución, Lenin asumió esta terminología marxista, aunque la utiliza al mismo tiempo con aquella otra que se impuso a partir de la literatura de la Segunda Internacional. Por otro lado, es importante recordar además que, con el mismo significado de Estado en extinción, Mariátegui habló también, en enero de 1930, de “estado comunista”: “… la práctica del único estado comunista del mundo -la U.R.S.S.-…” (OC, t.18, p.165).
[6]  Es evidente que la afirmación de Aragón tiene pretensión de absoluta, y es así como niega los diversos significados que tiene la palabra socialismo según el contexto verbal o el contexto de situación en que es utilizada. Cualquier persona normalmente inteligente tiene que darse cuenta de que, en el marco de “las necesidades contingentes y convencionales de demarcación que hoy distinguen prácticas y métodos”, la palabra socialismo aparece como sinónimo de socialdemocratismo, de reformismo, de oportunismo. En el contexto del Perú del decenio de 1920, no ocurría, sin embargo, lo anotado y, por esto, la palabra socialismo no designaba una posición específicamente reformista, oportunista. Por esta razón Mariátegui escribió : “En los pueblos donde ese fenómeno [el fenómeno de la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo] no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza”. PERO EN EL PERÚ DE HOY, con un proceso socialista de más de ochenta años, con tres partidos que son la prueba de la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo en nuestro medio (el Partido Socialista de Castillo, el Partido Socialista Revolucionario y el actualmente existente Partido Socialista Peruano), pretender que la palabra socialismo conserva todavía su grandeza, es decir, exclusivamente su núcleo de significación, es darle la espalda a los hechos y negar el método de Mariátegui. Desde luego, la consideración mariateguiana en el sentido de que la palabra socialismo guardará en la historia su grandeza, mañana, es completamente justa. Pero este “mañana” no es el presente sino la segunda fase de la sociedad comunista. Por otro lado, por su núcleo de significación, ahora mismo la palabra socialismo es utilizada para designar la doctrina marxista, la revolución proletaria, la primera fase de la sociedad comunista, etcétera. Pero, ciertamente, esto es otro aspecto de la cuestión. En el contexto, pues, de “la necesidad práctica eventual de distinguir estos dos campos con dos rótulos diversos” (el campo reformista y el campo revolucionario), la palabra socialismo aparece como sinónimo de colaboracionismo, reformismo, oportunismo y, por tanto, no es apropiada como nombre del partido proletario que, como es evidente, tiene necesidad de diferenciarse netamente, incluso por la camisa que lleva, de toda suerte de reformismo, de toda suerte de oportunismo.  Pero esta realidad lingüística (que expresa una realidad política) es negada sin más por Aragón con su afirmación de que “es erróneo identificar la palabra socialismo con ‘socialdemocracia’, ‘reformismo’, ‘socialismo domesticado’”. A Aragón no le caben, pues, en la cabeza, los diversos significados que la palabra socialismo tiene según el contexto verbal o el contexto de situación en que es utilizada.
[7] OC, t.8, p.21.
[8)  Tengo que recordarle a Aragón que, en el artículo del suscrito Tareas del proletariado revolucionario en el período actual, escrito el 15 de marzo de 1995 y publicado como separata ese mismo año y republicado en la revista Crítica, Nº1, junio-agosto de 2001, pp.29-39, bajo el título de Tesis de marzo, se puede leer lo siguiente: “El error más grave de todos los cometidos por el socialismo es haber construido un Estado burocrático-militar”. “Y, este error ha distorsionado el socialismo”. “Pero el proyecto histórico de Marx y Engels consiste, contrariamente, en construir el socialismo sobre la base política de un Estado que no es ya propiamente un Estado, un Estado strictu sensu, sino un semi-Estado, un Estado en extinción”. “Por ello, en las banderas del socialismo debemos reinscribir la gran consigna de un Estado tipo Comuna de París”. Empero, por razones ampliamente explicadas tanto en el artículo El nombre del partido como en el presente, no postulo, en el período actual, como correctos, ni el nombre de socialista ni el nombre de comunista para el partido proletario y, sin embargo, postulo, como ha quedado claro, un Estado tipo Comuna de París. 
[9]  OC, t.8,  pp.19 y 21.
[10] OC, t.18, pp. 165-166.
[11] OC, t.8, pp.21 y 22.
[12] OC, t.13, p.249.
[13] Martínez de la Torre, Apuntes, t. II, p.398.
[14] Esta afirmación de Engels no significa que el Manifiesto hubiera tenido que denominarse Manifiesto Socialista, sino simplemente que en 1947 los fundadores tenían a la mano, por así decir, dos denominaciones posibles, la de socialista y la de comunista. Pero, por las razones expuestas por el propio Engels, el manifiesto solicitado se tituló Manifiesto del Partido Comunista. Es decir, Marx y Engels tuvieron que elegir (“para nosotros no podía haber duda alguna sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir”), y, por supuesto, eligieron bien. En este hecho no existe, pues, ningún margen para creer que el Manifiesto hubiera tenido que titularse Manifiesto Socialista, y que sólo por razones de coyuntura lleva el título que lleva.
[15] Lenin se refiere a su propuesta claramente fundamentada en Las tesis de abril sobre el nombre científicamente exacto del Partido. La “transacción” a la que se refiere en el párrafo citado, es -dicho sea de paso- un caso singular (ya nada singular en la actualidad) en el que el nombre científicamente exacto del Partido aparece junto a un nombre (el de bolchevique) que aconsejaba una situación concreta como la descrita por el propio jefe de la revolución rusa.
[16] Cursivas nuestras. Es así como Aragón pretende pasar como “táctica” el nombre científicamente exacto del Partido. Es así como, inescrupulosamente, tergiversa las razones que tuvo Lenin para proponer en 1917 el cambio de nombre del partido ruso, razones expresamente señaladas en Las tesis de abril y en El estado y la revolución. Esta actitud de Aragón no es, pues, simple incapacidad de captar la concepción de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre del Partido, sino oportunismo puro y simple.
[17] Pobreza que se pone en evidencia sobre todo en el hecho de que su argumento principal consiste en tergiversar el sentido de la frase de Engels “cuando fue escrito no pudimos titularle Manifiesto Socialista” y en sostener que, a fines de la década de 1960, Marx y Engels propusieron el nombre de socialista para el partido alemán. Es decir, en el hecho de que su argumento tiene como punto de partida la negación absoluta del nombre científicamente exacto del Partido y como punto final una propuesta que, de ser cierta, se desprendió de las condiciones concretas alemanas de fines de la década de 1860, y que, por consiguiente, no negaba ni podía negar aquel nombre científicamente exacto. Por eso la afirmación de Aragón es un completo absurdo. Pero es precisamente este absurdo el que esgrime como su argumento principal contra el nombre de Comunista para el Partido. 
(18) Como ha quedado demostrado en mis artículos Radiografía de una falsificación, Respuesta a Gustavo Pérez y en el presente.
[19] Así llegamos, por fin, a lo que es, sin duda, el trasfondo de la cuestión, como lo demuestro suficientemente en otra parte. Aquí señalaré únicamente una prueba adicional que tengo a la mano. En Partido comunista o partido socialista II, Aragón ha dejado escrito que “la primera generación de 1918 a 1946” fue “dirigida primero por Mariátegui y posteriormente por Moisés Arroyo Posadas”. Teniendo en cuenta la actividad práctica y teórica de Arroyo Posadas hasta el indicado año de 1946, no había ninguna razón para que Aragón no hubiera podido decir “y posteriormente por Jorge del Prado”, pero, por cierto, no se ha atrevido a tanto. En un artículo sin firma aparecido en Centenario, año 1995, p.11, titulado Homenaje a Moisés Arroyo Posadas en el 89 aniversario de su nacimiento, el autor se extiende en elogios al personaje del título y cita dos párrafos de un artículo de Ramón García, titulado Moisés Arroyo Posadas, publicado en el Boletín Extraordinario Vertiente, año IV, Nº1, 4.9.91, en los que el autor pretende reivindicar al personaje, que, ciertamente, en un momento dado cumplió un determinado papel positivo, pero que, como se sabe (como lo sabe todo el que quiera saberlo), estuvo comprometido en las desviaciones de derecha que caracterizaron la acción del Partido Comunista durante décadas, y que, en los años 1960, se adhirió al revisionismo contemporáneo. Sin lugar a duda, el socialismo domesticado tiene algunos representantes que resultan, por decir así, excepciones por alguna faceta de su actividad. Pero la actitud del proletariado revolucionario respecto de ellos no puede ser la del elogio a toda costa. En el artículo Jaurés y la Tercera República, que hace parte de La escena contemporánea, Mariátegui da un ejemplo de cómo enjuiciar esas excepciones que se dan en el socialismo reformista. En un brillante análisis dialéctico, el maestro revela los aspectos contradictorios de la personalidad de Jaurés y, con una clara posición de clase y verdadero talento, enjuicia la concepción, los métodos y la praxis del socialista francés. Pero el artículo sin firma y los párrafos citados del artículo de García (que por sí solos hablan del espíritu de todo el artículo), son ejemplos de unilateralidad y, en resumidas cuentas, no pasan de ser meras apologías de Arroyo Posadas, verdaderos ejemplos de metafísica, auténticas modelos de encubrimiento del socialismo domesticado. (Hay que anotar, de paso, que el artículo Homenaje a Moisés Arroyo… se debe también a la pluma de García). La calificación de Arroyo Posadas como cabeza de la primera generación después de muerto Mariátegui encierra dos barbaridades: 1) el escamoteo del concepto de lucha entre dos líneas; 2) la reivindicación de Jorge del Prado en la persona de Arroyo Posadas. Estas dos barbaridades dan una idea precisa de lo que García y sus repetidores entienden por partido socialista.
(20) Como ha quedado demostrado en los artículos Contra la arbitrariedad, la manipulación y la prepotencia, Mariátegui y el leninismo, Defensa de una verdad mariateguiana y Un comentario indispensable. Debemos agregar que, en muchos casos, Aragón tergiversa también a sus contradictores con la intención de hacerlos vulnerables a sus divagaciones, como, en lo que toca a nosotros, ha quedado demostrado en los artículos El desmonte de un infundio, Puntos sobre algunas íes y en el ya mencionado Defensa de una verdad…




Acerca de la Propuesta de un Partido Minga

Eduardo Ibarra


Es una verdad indesmentible que, ya en la segunda mitad de los años 70, Ramón García empezó a negar aspectos fundamentales de la lucha contra el revisionismo contemporáneo y, con aparente inocencia, empezó también a tergiversar a Mariátegui.

Entonces, siguiendo su discurso, sus partidarios hacían circular ideas como éstas: “Yugoslavia es un país socialista”, “Tito es un gran dirigente marxista-leninista”, “el XX Congreso del PCUS fue correcto”, “la actual dirección china es marxista-leninista”, “los soviéticos están desarrollando el marxismo”, etcétera (1). Estas posiciones, sin duda oportunistas, se reflejaron luego en algunos artículos de Punto de Vista -cuyos cuatro números aparecieron entre 1982 y 1983-, en la fatua afirmación de que “la Perestroika es un avance del socialismo” (2) y en la peregrina conjetura de que los países “socialistas” estaban “por pasar al comunismo” (3).

Posteriormente, en los últimos veinte años más o menos, García y sus repetidores han terminado:

1) negando el marxismo-leninismo;
2) silenciando el revisionismo;
3) encubriendo la restauración capitalista;
4) negando la filiación marxista-leninista de Mariátegui y del PSP;
5) levantando la ilusión de “construir los gérmenes del socialismo” en las condiciones del capitalismo;
6) tratando de pasar como de Mariátegui la concepción de Julio Portocarrero y Hugo Pesce de un partido de “dos niveles”.

Como consecuencia, si en el plano internacional y siguiendo el bastón de mando de la dirección china, García participa de la reivindicación del revisionista Liu Shaoqi, en el plano nacional y blandiendo su propio bastón de mando, ha reivindicado al revisionista Jorge del Prado en la persona de Arroyo Posadas.

Pero, como es de conocimiento general, esas posiciones, entre otras, han sido desenmascaradas y, por esto, en los últimos años García se encuentra radiografiado en su oportunismo de derecha. Entre esas otras posiciones desenmascaradas, está la propuesta de un “partido socialista”, que data de mayo de 1988, y que, abandonada ahora por su promotor, ha circulado entre sus partidarios como buena moneda ¡durante veintiún años!

En los escritos El nombre del partido, Apuntes sobre el socialismo peruano, El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui y Una vez más sobre el nombre del Partido, esa propuesta fue sometida a una crítica fundada, y tan evidentes se hicieron los sofismas de García que, en tres artículos escritos entre el 21.09.09 y el 07.10.09, ha intentado salir de su incómoda situación diciendo que su propuesta de un partido socialista sólo había tenido intención de desagravio y, así, ha propuesto ahora “un nombre propio” para su organización. Este nombre es el de minga. Analicemos, pues, esta nueva propuesta.

Pero antes es menester copiar esta afirmación de García: “El artículo Por qué socialista señala las razones que tuvo JCM para proponer el nombre de Partido Socialista del Perú para la organización del proletariado peruano” (4).

¿Es cierto eso? ¿Es cierto que dicho artículo “señala las razones que tuvo JCM para proponer el nombre de Partido Socialista del Perú”? En nuestro artículo El nombre del partido, esa pretensión fue completamente desenmascarada (5).

El porqué de Mariátegui es distinto al porqué de García. Mariátegui tuvo la prudencia de sostener el nombre de Partido Socialista en un justo argumento político contingente, que precisó con estas palabras…: “De acuerdo con las condiciones concretas actuales del Perú, el Comité concurrirá a la constitución de un partido socialista…”.

En cambio García, en su afán de parecer sólido, comete la imprudencia de “interpretar” ciertas afirmaciones de Mariátegui en un sentido que no tienen realmente y, por este camino, llega a una conclusión general, válida para todos los países, independiente de toda situación particular: “[el problema de nuestra época es] la base para sostener el nombre de Partido Socialista”; “si el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre del Partido”.

Con esas afirmaciones, García cosecha dos cosas: la tergiversación del pensamiento de Mariátegui en punto a las razones del nombre fundacional del Partido y, por esta vía, la negación de la tesis de Marx, Engels y Lenin sobre el nombre científicamente exacto del partido proletario. Se entiende, pues, por qué en ninguno de sus cuatro artículos ni en la introducción a los mismos toma posición explícita sobre esta cuestión (6).

Este desenmascaramiento de la tergiversación de la tesis mariateguiana sobre el nombre de Partido Socialista, es lo que García intenta ocultar con su cínica afirmación de que “El artículo Por dónde empezar señala las razones, etcétera”. Pero este cinismo sólo demuestra:

1) su orgánica incapacidad para la autocrítica, típica de cualquier egotista;
2) su menosprecio por los lectores al suponerlos incapaces de darse cuenta de su tergiversación y de su cinismo.

Por lo demás, sus propias palabras lo desmienten completamente: “Para el m.c.n. también ha llegado la hora de quitarse la camisa sucia. Ha llegado la hora de ponerse ropa limpia…. HA LLEGADO LA HORA DE REIVINDICAR EL PARTIDO SOCIALISTA” (7).

Es decir, García proponía reivindicar el nombre de socialista no en el sentido de simple desagravio, sino en el sentido de utilizarlo como título de su partido. Por eso decía que había “llegado la hora de ponerse ropa limpia” (cursiva nuestra), es decir, la ropa de partido socialista, que él, contra toda evidencia, no reconocía ni reconoce que está sumamente sucia.

Y, así, después de promover durante veintiún años el nombre de partido socialista, ha terminado diciendo que este nombre está, “ahora”, “comprometido” (8).

Ahora, dice, pues, en otra maniobra para evitar reconocer que se equivocó completamente con su propuesta, pues ocurre que no es desde ahora, sino desde los años 30 del siglo pasado que el nombre de socialista está “comprometido” como título de partidos oportunistas: Partido Socialista de Castillo, Partido Socialista Revolucionario, Partido Socialista Peruano, Partido Socialista de los Trabajadores. Pero su deshonestidad intelectual lo lleva a falsificar los hechos históricos para acomodarlos a sus designios personales.

Esta cuestión del nombre de socialista tiene, sin embargo, un fondo que es necesario analizar.

En el artículo Notas sobre el Socialismo Peruano (9), demostramos que, en su literatura sobre el Partido, Mariátegui utilizó el término Socialismo como sinónimo del término Comunismo, así como el término Socialismo Peruano como intercambiable con el término Comunismo Peruano, mientras García utiliza ambos términos en su significado más elástico, más general, más dilatado, tergiversando así a Mariátegui y, por lo tanto, no desagraviaba el nombre de Partido Socialista ni mucho menos, sino que reivindicaba la palabra socialista sólo para designar la amalgama de revolucionarios y reformistas, de marxistas y revisionistas en una sola organización partidaria (10). De manera que, al proponer un partido socialista, García no cometía un simple error, sino una verdadera desviación de la Creación Heroica de Mariátegui.

Ahora, pues, cambiando de opinión, el nombre de socialista ya no le parece adecuado para el Partido (para su partido, en realidad). Por eso se imponen estos interrogantes: ¿no era que el problema de nuestra época era “la base para sostener el nombre de Partido Socialista”? ¿No era que “si el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo, se entiende entonces el porqué del nombre de Partido Socialista”? ¿Por qué cree García que, ahora,  el nombre de minga es el correcto, si el problema de nuestra época está vigente y, por tanto, el socialismo es el llamado a reemplazar el capitalismo?

Estos solos interrogantes bastan para percatarse de que lo que esconde la nueva propuesta de García es la idea de que Mariátegui se equivocó al proponer en los años 1920 el nombre de Partido Socialista. De nada le sirve afirmar que “el nombre [del Partido] cae por su peso en nuestra realidad actual” (11), pues desde el Manifiesto Comunista, y no apenas “en nuestra realidad actual”, “cae de su peso” que el proletariado de cada país tiene la necesidad de construir una forma propia del contenido universal del marxismo, idea ésta con la que, sin ninguna duda, pretende sostener el nombre de minga.

Pero ocurre que la forma del Partido no es su nombre, como insinúa García, sino únicamente el término que sirve para designarlo. El contenido del Partido es su ideología, su teoría, su política, sus militantes, y su forma es el modo como están estructurados estos elementos.

Un ejemplo puede proporcionar una mayor claridad sobre el punto. El contenido de una novela es la realidad objetiva reflejada en ella de manera explícita o implícita, y su forma, expresión de su contenido, es el lenguaje, el asunto, la composición, etcétera. El título de la novela es nada más que el término que sirve para designarla con mayor o menor explicitud. En el caso del partido proletario, su título es el término que designa, también con mayor o menor explicitud, su contenido.

Pues bien, para sostener su nueva propuesta, García recurre a un método que no es propio del marxismo: descontextualiza aquella afirmación mariateguiana sobre la recreación de la palabra amauta, y declara que así sigue al maestro, cuando, en realidad, seguirlo en punto a la cuestión del nombre del Partido, es asumir su pensamiento orgánico sobre los nombres de los instrumentos materiales e intelectuales de la revolución, y no manipular una afirmación sustraída del contexto que la explica. 

¿Por qué Mariátegui, que tituló Amauta a su célebre revista, en cambio tituló Socialista a su partido y Labor a su periódico político de masas? La correcta comprensión de este hecho histórico permite echar luces sobre la propuesta de un partido minga.

En la Presentación de ‘Amauta’, Mariátegui señaló que “El título no traduce sino nuestra adhesión a la Raza, no refleja sino nuestro homenaje al Incaismo. Pero específicamente la palabra ‘Amauta adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez” (12).

En Aniversario y balance, sostuvo: “Hemos querido que ‘Amauta’ tuviese un desarrollo orgánico, autónomo, individual, nacional. Por esto, empezamos por buscar su título en la tradición peruana. ‘Amauta’ no debía ser un plagio, ni una traducción. Tomábamos una palabra incaica, para crearla de nuevo. Para que el Perú indio, la América indígena, sintieran que esta revista era suya”. “El socialismo no es, ciertamente, una doctrina indo-americana. Pero ninguna doctrina, ningún sistema contemporáneo lo es ni puede serlo. Y el socialismo, aunque haya nacido en Europa, como el capitalismo, no es tampoco específica ni particularmente europeo. Es un movimiento mundial, al cual no se sustrae ninguno de los países que se mueven dentro de la órbita de la civilización occidental. Esta civilización conduce, con una fuerza y unos medios de que ninguna civilización dispuso, a la universalidad. Indo América, en este orden mundial, puede y debe tener individualidad y estilo; pero no una cultura ni un sino particulares. (…) El socialismo, en  fin, está en la tradición americana. La más avanzada organización comunista, primitiva, que registra la historia, es la inkaica”. “En Europa, la degeneración parlamentaria y reformista del socialismo ha impuesto, después de la guerra, designaciones específicas. En los pueblos donde ese fenómeno no se ha producido, porque el socialismo aparece recién en su proceso histórico, la vieja y grande palabra conserva intacta su grandeza”. “La originalidad a ultranza es una preocupación literaria y anárquica. En nuestra bandera, inscribimos esta sola, sencilla y grande palabra: Socialismo. Con este lema, afirmamos nuestra absoluta independencia frente a la idea de un Partido Nacionalista, pequeño burgués y demagógico)” (13).

Por otro lado, en su polémica con Sánchez, el maestro llamó la atención sobre el hecho de “que de la confluencia o aleación de ‘indigenismo’ y socialismo, nadie que mire al contenido y a la esencia de las cosas puede sorprenderse. El socialismo ordena y define las reivindicaciones de las masas, de la clase trabajadora. Y en el Perú las masas, -la clase trabajadora- son en sus cuatro quintas partes indígenas. Nuestro socialismo no sería, pues, peruano, -ni sería siquiera socialismo– si no se solidarizase, primeramente, con las reivindicaciones indígenas”. “Pero, para ahorrase todo equívoco… en lo que me concierne, no me llame Luis Alberto Sánchez ‘nacionalista’, ni ‘indigenista’, ni ‘pseudo-indigenista’, pues para clasificarme no hacen falta estos términos. Llámeme, simplemente, socialista. Toda la clave de mis actitudes -y, por ende, toda su coherencia, esa coherencia que lo preocupa a usted tanto, querido Alberto Sánchez- está en esta sencilla y explícita palabra” (14).

Y, en el artículo Lo nacional y lo exótico, había esclarecido: “Ninguna idea que fructifica, ninguna idea que se aclimata, es una idea exótica” (15).

Este es el pensamiento orgánico de Mariátegui sobre los nombres de los instrumentos de la revolución. Como es de conocimiento común, en el Perú concurren cuatro tradiciones en el proceso de formación de la nación peruana y, por esto, cuando Mariátegui habla de “tradición peruana”, está hablando no de una tradición de una sola pieza, sino de una tradición que implica cuatro tradiciones. Por eso, tan peruano es el castellano como el quechua, tan peruanas son las palabras socialista y labor como la palabra amauta (16).

De manera que, cuando el maestro señaló que el nombre de su revista no debía ser un plagio ni una traducción, lo que dijo específicamente fue que no debía ser lo uno ni lo otro en relación al castellano, elemento aportado por la tradición hispánica. Es así como Mariátegui expresó su adhesión “a la Raza”, su homenaje “al Incaísmo”, y, por lo tanto, al campesinado indígena, aliado natural del proletariado.

Pretender otra interpretación de la examinada afirmación mariateguiana, equivaldría a sostener que el nombre de Partido Socialista del Perú fue un plagio, es decir, que Mariátegui cometió un plagio.

Por otro lado, el verdadero sentido de la confluencia o aleación de indigenismo y socialismo reside en el hecho de que éste último asume las reivindicaciones indígenas, y no en el uso de alguna palabra quechua como nombre de tal o cual instrumento. Los hechos demuestran que, como adhesión y homenaje a la tradición indígena, para Mariátegui fue suficiente titular Amauta a su revista, pues su posición ideológica y política, representativa del proletariado revolucionario, no tenía por qué ser denominada “nacionalista” o “indigenista”, por ejemplo (tal como el propio maestro le hizo ver a Sánchez), ni, en consecuencia, su partido tenía por qué llevar un nombre quechua, sino que debía ser coherentemente denominado con la explícita palabra socialismo (como también le hizo ver a Sánchez) (17).

Ciertamente, la palabra amauta adquirió con la revista de Mariátegui una nueva acepción: en un proceso natural, adquirió el nuevo contenido específico de ser el maestro colectivo que fusionó el socialismo científico con la clase y el pueblo.

En conclusión:

1) aunque haya nacido en Europa, el socialismo es una doctrina y un movimiento mundiales;
2) el socialismo, es decir el comunismo, está en la tradición peruana;
3) en el Perú de Mariátegui la palabra socialismo conservaba intacta su grandeza;
4) esta palabra era una planta aclimatada al Perú y, por tanto, no podía ser calificada de exótica;
5) toda la clave y toda la coherencia de la posición de Mariátegui (léase del proletariado revolucionario) estaba en la explícita palabra socialismo;
6) así reivindicó Mariátegui, en su tiempo, la palabra socialismo que, en Europa, servía ya para designar a la tendencia reformista del proletariado;
7) el nombre de Partido Socialista del Perú significó un nombre propio en relación a la propuesta de la Tercera Internacional (18).

Este es el pensamiento orgánico de Mariátegui que explica por qué tituló Socialista a su Partido, Amauta a su revista y Labor a su periódico. Este pensamiento es, sin duda, ejemplo de la magistral comprensión mariateguiana de la relación entre socialismo y nación en la realidad concreta del Perú en punto a la cuestión del nombre de los instrumentos de la revolución.

Pero García plantea ahora que “Se requiere de un nombre propio, siguiendo la pauta de Amauta” (19), y es claro que plantea esto, en primer lugar, en relación al nombre de socialista, que ha dejado atrás, y en consecuencia su homenaje a la tradición indígena aparece contraria a la tradición hispánica, en la medida que contiene la idea de que cualquier nombre castellano para el Partido no es propio, y, en segundo lugar, en relación a lo extranjero y, por consiguiente, es claro que cae en la originalidad a ultranza.

En conclusión, la propuesta de un partido minga encierra la sibilina insinuación de que Mariátegui cometió un plagio al denominar Socialista a su partido. 

Ya hemos señalado que el título del Partido no es su forma y, por esto, plantear un nombre propio con el argumento con el que lo hace García, no pasa de ser una preocupación literaria y anárquica. Pero, tan propia es la palabra amauta como propio sería, por ejemplo, el nombre de Partido del Trabajo (20).

Estas aclaraciones nuestras son, pues, pruebas irrefutables de que García no ha comprendido el pensamiento orgánico de Mariátegui sobre los nombres de los instrumentos de la revolución, es decir, que no ha entendido que, en las condiciones de nuestra dualidad histórica, lo que es necesario seguir no es el caso aislado, singular, sustraído de su contexto, de la revista Amauta, sino el pensamiento orgánico de Mariátegui sobre la nomenclatura de los instrumentos. Sólo siguiendo la pauta de este pensamiento orgánico puede resolverse el problema de darle al partido un nombre suficientemente explícito y suficientemente demarcador (21).

La propuesta de un partido minga tiene su antecedente en el llamado Movimiento Político Inkarri. La palabra inkarri como nombre de un movimiento que se considera revolucionario, es un completo despropósito. El marxismo tiene una concepción lineal del desarrollo histórico, mientras el mito Inkarri expresa la concepción circular del tiempo que caracterizó al pensamiento indígena prehispánico. Esta concepción del tiempo es una concepción cíclica de la historia, semejante a la teoría reaccionaria del eterno retorno. Por cuanto resulta evidente que de lo que se trata no es de volver la rueda de la historia reconstruyendo el Tawantinsuyu, sino de llevar a la victoria la revolución socialista, base del Perú Integral, puede entenderse que este objetivo no es reflejado por la palabra inkarri, que, como nombre de un movimiento político que pretende ser marxista, expresa una completa inconsecuencia con la concepción materialista de la historia, y, por lo tanto, un demagógico homenaje a la tradición indígena.

En la misma línea demagógica aparece la propuesta de un partido minga. Por cuanto ha quedado demostrado que el título sirve para designar, con mayor o menor explicitud, el contenido del Partido, quienquiera puede percatarse de que el término minga es externo a este contenido en un doble sentido: 1) su significado (trabajo colectivo) expresa nada más que la forma del partido (22); y, 2) a diferencia de lo que ocurrió con la palabra amauta, con ella, es decir con la palabra minga, se intenta una recreación artificial, habiéndose recurrido para este efecto a inventar un acrónimo: Manifiesto Integrador Nacional Gran Acuerdo.

Así pues, el método de manipular una afirmación de Mariátegui (“específicamente la palabra ‘Amauta’ adquiere con esta revista una nueva acepción. La vamos a crear otra vez”) fuera del contexto donde se explica su significado, conduce directamente al artificio de poder “recrear” cualquier palabra de cualquier idioma aborigen. Para esto bastaría inventar un acrónimo.

Pero la propuesta de un partido minga tiene también un fondo que es menester analizar.

En el artículo Gonzalo y el partido de Mariátegui, (12.08.03), que hace parte del libro El pez fuera del agua…, confrontando la reconstitución senderista con el contenido ideológico, teórico, político y orgánico del PSP, señalamos que “Gonzalo silenció a Mariátegui y, de este modo, se apartó del Camino de la Revolución Peruana. Y con él su partido”; que “no hay ni puede haber reconstitución sin Mariátegui y menos todavía contra Mariátegui”; y que el partido de Guzmán, “llamado Partido Comunista del Perú y apodado Sendero Luminoso, no puede ser considerado como la continuación histórica del Partido Socialista del Perú fundado por Mariátegui el 7 de octubre de 1928” (23).

Pues bien, seis años y un mes después, García ha escrito. “Al ‘reconstituir’ el partido original surgió a la luz y llevó a la comprensión que ese partido “original” no era el que había propuesto y dirigido JCM hasta su prematuro fallecimiento. Un PC con su lema de “Seguir por el Sendero Luminoso de Mariátegui”, era así una incongruencia total, igual a cualquier otro PCP” (24). García, pues, coincide con nosotros, pero, sin que él mismo lo advierta, sus palabras le caen también a su propio proyecto de partido, como veremos enseguida.

El trabajo de investigación de los orígenes de la organización del proletariado ha conducido a la verdad de que la base de unidad del PSP fue el marxismo-leninismo.

Pero García y sus repetidores se empeñan en negar esta verdad histórica y, como si esto fuera poco, niegan también la filiación marxista-leninista de Mariátegui.

El trabajo de investigación de los orígenes de la organización del proletariado ha conducido a la verdad de que Mariátegui fue un anti-revisionista consecuente.

Pero García y sus repetidores silencian el revisionismo y encubren la restauración del capitalismo.

El trabajo de investigación de los orígenes de la organización del proletariado ha conducido a la verdad de que Mariátegui planteó claramente que “la praxis marxista… propone… la conquista del poder político como base de la socialización de la riqueza” (25).

Pero García y sus repetidores niegan este principio planteando construir “los gérmenes del socialismo” en las condiciones de la sociedad capitalista.

El trabajo de investigación de los orígenes de la organización del proletariado ha conducido a la verdad de que el PSP fue un partido doctrinariamente homogéneo.

Pero García y sus repetidores niegan esta verdad histórica intentando pasar como de Mariátegui la concepción de Portocarrero y Pesce de un partido de “dos niveles” y, por lo tanto, doctrinariamente heterogéneo.

El trabajo de investigación de los orígenes de la organización del proletariado ha conducido a la verdad de que el nombre de Partido Socialista equivalía al de Partido Comunista.

Pero García y sus repetidores han utilizado y utilizan los términos socialista y socialismo peruano de un modo tan dilatado, que su abandonado proyecto de partido socialista entrañaba la unidad con todo tipo de oportunismo, así como su propuesta de un partido minga entraña exactamente lo mismo. Por eso en 1988 García decía que “el Partido Comunista ha sufrido diferentes escisiones. Aún activa, de la segunda generación el PC (Unidad) y el PC (Bandera Roja). Y de la tercera generación el PC (Patria Roja) y el PC (Sendero Luminoso). Aparte, actúan también el PCR, el PSR, el PUM y otras facciones más. El panorama orgánico es, pues, no de un partido único sino de un movimiento comunista nacional” (26). Por eso también, ahora habla de “El Partido Comunista en el país, en sus múltiples facciones” (27), es decir que, según él, tiros y troyanos, moros y cristianos, son facciones del Partido Comunista.

El trabajo de investigación de los orígenes de la organización del proletariado ha conducido a la verdad de que el PSP fue un partido de clase bajo la forma de un partido de masas, un partido marxista-leninista, adherido al internacionalismo proletario, con una justa concepción de la revolución, una correcta teoría de la revolución peruana y concebido con una militancia pensante y operante y con un estatus legal. Este es el verdadero contenido de la Reconstitución.

Pero García y sus repetidores publicitan una versión tergiversada del concepto mariateguiano de partido de masas y de ideas (28).

En fin, el trabajo de investigación de los orígenes de la organización del proletariado ha conducido a la verdad de que el desarrollo del pensamiento de Mariátegui comporta un camino teórico y práctico del proletariado peruano, conocido con el nombre de Camino de Mariátegui, que no contiene ni puede contener las mencionadas posiciones oportunistas de García y sus repetidores.

Pero tanto el uno como los otros se empeñan en hacer pasar tales posiciones como un desarrollo del Camino de Mariátegui, en un intento por engañar a los activistas del Socialismo Peruano.

Las posiciones oportunistas y revisionistas de García y sus repetidores no tienen nada que ver con el Partido Socialista del Perú, no tienen nada que ver con la Creación Heroica de Mariátegui, no tienen nada que ver con el Socialismo Peruano. Por consiguiente, el partido minga, que aparece como la materialización de tales posiciones, es una incongruencia total, igual a cualquier PC” (29).

García ha escrito esta verdad: “Abimael Guzmán acuñó el término ‘Reconstitución’, que tuvo rápida acogida”. Y esta mentira: “… y llamó a seguir “Por el Sendero Luminoso de Mariátegui”, y así la facción que dirigía fue conocida como PC-SL” (30).

Efectivamente, Guzmán planteó la reconstitución del Partido en la VI Conferencia Nacional del Partido, y este es un mérito histórico suyo. El lema “Por el Sendero Luminoso de Mariátegui” fue acuñado por el FER, y no por Guzmán, hacia el año 1973 (31). Tanto en la charla Para entender a Mariátegui, 1968, como en el folleto Retomemos a Mariátegui y reconstituyamos su partido, 1975, Guzmán no utilizó en absoluto el referido lema, y esto basta para desmentir a García. Más aún, es de conocimiento general que el partido de Guzmán se opuso siempre a ser motejado “Sendero Luminoso”.

Es, pues, evidente que lo que intenta García recordando aquella verdad y urdiendo esta mentira, es la satanización del concepto de Reconstitución a fin de que sus seguidores, acérrimos adversarios de Guzmán, lo abandonen sin dificultades (32).

Y continúa García: “La propia experiencia, la propia lucha enseñó a través de la investigación de continuadores, que la Reconstitución se hundía en un círculo vicioso”. “La ‘reconstitución’ ha devenido fiasco en el país” (33).

Pero la verdad demasiado evidente es que lo que se hundió en un círculo vicioso y terminó en fiasco, fue su reconstitución (34). Es de conocimiento general que la farsa de su partido socialista terminó en un ruidoso fracaso, y esto es prueba suficiente de nuestro aserto. Ahora lo que hace García es consolar a sus seguidores generalizando su fracaso individual.

El concepto de Reconstitución es correcto en principio, y esto, como hemos sostenido arriba, es un mérito de Abimael Guzmán, que García se lo mezquina. El proletariado peruano tiene en el PSP el modelo de su partido, y su irrenunciable tarea histórica es reconstituir este partido de acuerdo a las condiciones actuales.

El hecho de que el mismo Guzmán, promotor original de la Reconstitución, se desviara de su contenido, es un problema distinto, así como también es un problema distinto que García, formalmente seguidor durante cuarenta años de la Reconstitución, igualmente se haya desviado de su contenido y, lo que es peor, ¡hasta haya renunciado al concepto mismo!

Por cuanto el propio proceso histórico de la revolución pugna por hacer realidad la Reconstitución del Partido de Mariátegui, las mencionadas defecciones no son nada para impedir su consecución y su consumación. El concepto de Reconstitución es completamente actual. La gran tarea histórica de Reconstituir el Partido de Mariátegui está vigente.

García, pues, ha renunciado a la Reconstitución, y esto tiene un específico sentido, pues su proyecto de partido de “dos niveles” es apenas un reciclaje del modelo de partido propuesto por Julio Portocarrero y Hugo Pesce en la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana realizada en Buenos Aires en junio de 1929, y, por lo tanto, nada tiene que ver con el PSP, modelo de partido proletario fundado por Mariátegui.

En resumidas cuentas, García ha abandonado incluso formalmente la tarea de reconstituir el Partido de Mariátegui y, por esto, plantea ahora “una organización de proyección nacional” con toda clase de oportunismo y toda clase de revisionismo (35). De hecho su fracaso individual lo ha llevado a esto.

Pero la Reconstitución es la Reconstitución del Partido Socialista del Perú de acuerdo a la realidad actual, o no es nada.

García hace una analogía entre el Movimiento 26 de Julio y su diseño de “una organización de proyección nacional”, pero falsificando la verdad histórica de la revolución cubana. La verdad histórica de esta revolución es que el Movimiento 26 de Julio fue, primero, por ideología y por programa, una organización demócrata revolucionaria, y que sólo después del triunfo de la revolución evolucionó hasta convertirse en una organización marxista-leninista. Esto fue una peculiaridad de la primera revolución socialista de América Latina, irrepetible por la sencilla razón de que ese proceso de transformación se produjo como consecuencia de la fuerza de los acontecimientos en una coyuntura particularmente especial. Pero con el uso que hace de la frase “verde por fuera, rojo por dentro”, García niega que, en realidad, el Movimiento 26 de Julio primero fue “verde”, y sólo después fue “rojo”. Por otro lado, en la medida que repite irreflexivamente el reproche que algunos sectores lanzaron al Movimiento 26 de Julio con aquello de “verde por fuera, rojo por dentro”, se desprende que comparte también la idea de que dicho movimiento “engañó” al imperialismo, como suelen decir algunos comentadores. En consecuencia, su forzada analogía no es inocente y, de hecho, encierra la idea de que sólo encubriendo el carácter comunista del partido es posible construirlo como partido de masas (36). Pero ocurre que la revolución socialista es una acción consciente de la clase y las amplias masas populares, y, por tanto, ningún camuflaje es necesario. Lo que es necesario es la más intensa y extensa agitación, la más intensa y extensa propaganda, la más intensa y extensa organización de la clase y las masas, precisamente en el estilo de Mariátegui.  

García dice que en las “tendencias y grupos definidos” de nuestra escena política, “más y más se llega a la comprensión del Socialismo Peruano, de la Creación Heroica de JCM como eje central de la actividad militante”, y que, por esto, “están maduras las condiciones para construir una organización de proyección nacional”. Y agrega que “éste es el contenido de disolución-dilución”, y que la dilución es la “integración en una entidad a la que cada cual aporta su experiencia, su especialización, su ligazón con determinado sector de actividad, pero sobre todo su identificación con el eje central y la tarea de combatir el orden social” (37).

Pero, igual que otras veces, no aporta ni una sola prueba de su afirmación, por lo que no se puede dejar de señalar que esa forma de argumentar no es marxista. Por eso caen por su propio peso estas preguntas: ¿cuál es la “comprensión” del Socialismo Peruano a que se ha llegado, por ejemplo, en el PCP (Unidad), en el PCP (Patria Roja), en el PCP (Sendero Luminoso), en el Partido Socialista Peruano? (38). ¿Cuál es la especialización de cada una de estas organizaciones? ¿Cuál es su combate contra el orden social?

En el artículo que comentamos, esas cuestiones quedan en la nebulosa, pero, para referirnos únicamente a la cuestión de la especialización -y específicamente a la de la facción de García- tenemos que decir que, conociendo el egotismo que caracteriza al mencionado, hay que imaginarse que él supone que su especialización es la teoría, por lo que, con el perdón de los lectores, resulta forzoso volver a reseñar algunas cuestiones centrales de su “comprensión” de la Creación Heroica de Mariátegui:

1) negación del marxismo-leninismo;
2) negación de la filiación marxista-leninista de Mariátegui y el PSP;
3) silenciamiento del revisionismo;
4) encubrimiento de la restauración capitalista; 
5) tergiversación de cuestiones fundamentales dirimentes del pensamiento de Mariátegui, y muy especialmente de su estrategia revolucionaria y su concepción del PSP.

Pues bien, el lector inteligente y objetivo, no bloqueado por el seguidismo ni embrutecido por el servilismo, puede captar con toda facilidad que tales posiciones constituyen el fondo de la cuestión, y que, por lo tanto, la “organización de proyección nacional”, que no sería más que la integración de distintas tendencias bajo esas y otras posiciones oportunistas y revisionistas, nada tiene que ver con el Partido de Mariátegui.

El pensamiento de Mariátegui tiene cuatro pilares fundamentales:

1) una premisa ideológica;
2) una conclusión teórica;
3) un objetivo político; y,
4) un instrumento orgánico.

En cuanto a lo primero, es decir, en cuanto a la verdad universal, quienquiera puede discernir si el PCP (U), el PCP (PR), el PCP (SL) y el PSP, por ejemplo, tienen la teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao como el aspecto general de su unidad orgánica (39).

En cuanto a lo segundo, es decir, en cuanto a que sólo la revolución socialista salvará al Perú, quienquiera puede discernir si tales organizaciones tienen realmente una posición correcta.

En cuanto a lo tercero, es decir, en cuanto a la lucha por la conquista del poder, quienquiera puede discernir si realmente tienen una posición revolucionaria.

En cuanto a lo cuarto, es decir, en cuanto a la concepción del partido, quienquiera puede discernir si siguen el modelo mariateguiano.

Es sabido que el PCP (U) ve con malos ojos a Stalin y es por completo contrario a Mao. Es sabido que, más allá de su retórica, el PCP (PR) no tiene una posición esclarecida ante la verdad universal. Es sabido que el PCP (SL) tiene una posición delirantemente maoísta y que, además, oficiosamente incluye el llamado pensamiento Gonzalo como parte de la verdad universal. Es sabido que el PSP tiene una posición ambigua ante el leninismo y que no reconoce a Stalin ni a Mao.

Y, en este mar confuso y confusionista, García y sus repetidores reducen la denominación de la teoría proletaria a la sola palabra marxismo, con lo que pretenden sentar una base para su integración con las mencionadas organizaciones, y algunas otras por el estilo.

En esto consiste la dilución-integración de García, es decir que, su dilución, empieza por ser dilución de la teoría de Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao en un marxismo a secas, y sólo después, y precisamente por ello, termina siendo dilución orgánica bajo la forma de integración de distintas tendencias oportunistas y revisionistas.

La realidad demasiado evidente es, pues, que, en las mencionadas organizaciones de nuestra escena política, no se procesa ninguna lucha interna en defensa de la Creación Heroica de Mariátegui, y que la actividad de sus militancias gira rutinariamente en torno a la lucha electorera (40). 

En el cuarto párrafo del artículo Organización: nombre posible, García, tal como hemos visto arriba, dice que en tales organizaciones existe “una identificación con el eje central y la tarea de combatir el orden social”, es decir, una identificación con la Creación Heroica de Mariátegui y con la tarea de conquistar el poder, ni más ni menos.

Pero ocurre que, nada más en el párrafo siguiente, se desdice completamente al afirmar que “no es sólo tener programa reivindicativo o programa prospectivo. Independientes fracasan tanto el partido electoral como el partido insurreccional. Esta es la amarga experiencia tanto nacional como internacional, y que expresa la grave crisis de identidad actual” (41).

Esta declaración implica que, aun en la propia conciencia de quien supone que “están maduras las condiciones para construir una organización de proyección nacional”, termina imponiéndose la realidad de una “grave crisis de identidad” de “las tendencias y grupos definidos” de nuestra escena política, lo que demuestra que las mismas no tienen ninguna verdadera identificación con la Creación Heroica de Mariátegui ni luchan realmente por la conquista del poder.

Ahora el lector puede discernir si las “tendencias y grupos definidos” han llegado o no a la “comprensión del Socialismo Peruano, de la Creación Heroica de JCM como eje central de la actividad militante”.

Ahora puede discernir si la unidad de oportunistas y revisionistas puede ser una organización apta para cumplir con “la tarea de combatir el orden social”.

Ahora puede discernir si el oportunismo que encierra la “comprensión” de García del Socialismo Peruano puede ser parte del Camino de Mariátegui.

Pero además, como si estuviera descubriendo la pólvora, García habla de la relación “programa reivindicativo-programa prospectivo”.

Es un hecho que el Programa Mínimo y el Programa Máximo deben guardar una determinada ligazón, una determinada relación que permita desbrozar el camino revolucionario hasta el punto de hacer necesaria la lucha de las amplias masas populares por la revolución socialista. Esto está claro para cualquier marxista coherente, y la afirmación de García sobre la relación entre ambos tipos de programa sólo sirve para hacer más notorio todavía el hecho de que las tendencias y grupos que en su diseño deben diluirse en una sola organización, se encuentran lejos de “comprender” la mencionada relación y más lejos todavía de actuarla al modo revolucionario.

Lenin planteó la dilución de la organización del partido y la integración de sus militantes al movimiento revolucionario de las masas en las condiciones de la sociedad socialista, mientras García plantea la dilución de las distintas organizaciones en una organización-mezcolanza en las condiciones de la sociedad capitalista.

Esta constatación prueba que la dilución de García no tiene nada que ver con la dilución de Lenin. De hecho, su propuesta de “una organización de proyección nacional” conculca la independencia política y la autonomía orgánica del proletariado, y, por esto, es REVISIONISMO EN CUESTIONES DE ORGANIZACIÓN.

En conclusión:

1) la imaginada “organización de proyección nacional” contiene la suposición de que se puede ser revisionista y, al mismo tiempo, tener la Creación Heroica de Mariátegui como “eje central de la actividad militante”;
2) esta suposición constituye una fractura de la relación entre la verdad universal y la verdad particular;
3) esta fractura expresa un nacionalismo estrecho;
4) este nacionalismo estrecho encierra la idea empirista de la unidad partidaria de oportunistas y revisionistas;
5) esta unidad constituye una completa negación de la concepción mariateguiana del partido de clase;
7) esta negación revela todo el oportunismo de la propuesta de “una organización de proyección nacional”.

En ocasión de su propuesta de un partido minga, de “una organización de proyección nacional”, una vez más García ha puesto en evidencia su irrefrenable egotismo burgués: “La Gran Conmemoración del 7 de Octubre 2008 puso, ¡por fin!, como centro de la actividad militante la Creación Heroica de JCM, el Socialismo Peruano. El proletariado peruano no volverá a ser mendigo sentado en banco de oro. En lo sucesivo, siempre partiremos de nuestra propia realidad”. “Esta reivindicación, este desagravio abre las puertas para el desarrollo de la teoría y práctica del Socialismo Peruano. Sólo ahora es posible debatir acerca de cómo entender el “partido de masas y de ideas”, propuesta original de JCM. Sólo ahora es posible debatir acerca de la relación disolución-dilución. Sólo ahora es posible acordar acerca del nombre de la organización del proletariado peruano” (42).

Pero es de conocimiento general que, después de treintaitrés años de existencia como grupo, su “Gran Conmemoración del 7 de Octubre 2008” apenas reunió a un reducido número de personas; que la crítica a sus posiciones ha demostrado que dicha conmemoración puso “como centro de la actividad militante” a un Mariátegui mistificado; y, que determinadas posiciones que ha levantado en las últimas décadas, son pruebas irrefutables de su mendicidad ante el revisionismo contemporáneo.

”Por fin”, ”sólo ahora”, dice García, demostrando así no sólo su egotismo burgués, sino también su deliberado autismo. Son patéticos los esfuerzos que hace por cerrar los ojos y cerrarles los ojos a sus partidarios ante trabajos como Mariátegui y el Partido Socialista del Perú (borrador), El partido de masas y de ideas de José Carlos Mariátegui, entre otros trabajos, escritos todos con mucha anterioridad a su “por fin” y a su “sólo ahora”. Pero, para mala suerte suya, los activistas capaces de pensar por cuenta propia no se dejan engañar.

No obstante, no está demás citar algunos párrafos de la Introducción al libro Mariátegui y el Partido Socialista del Perú (borrador), que, sin haber tenido ninguna intención más allá de su letra, de todos modos sirve para revelar el complejo adánico de García (43): “La realidad de las cosas ha demostrado que, en el plano teórico, la reconstitución partidaria ha significado, durante casi cuatro décadas, la lucha por esclarecer los caracteres del Partido Socialista del Perú, sencillamente porque de lo que se trataba y se trata todavía, es de reconstituir el Partido de Mariátegui y no el que se derivó de la reunión de Santa Eulalia del 20 de mayo de 1930”. “Los trabajos que publicamos ahora son una contribución a este esclarecimiento y, por tanto, a la determinación del verdadero contenido de la reconstitución, es decir, de los caracteres que en nuestro tiempo deben definir al partido del proletariado peruano”. “Tal como señalamos en el estudio que da nombre al presente libro, Mariátegui construyó el Partido Socialista del Perú como un partido de masas y de ideas, marxista-leninista, adherido al internacionalismo proletario, con una justa concepción de la revolución y una correcta estrategia revolucionaria de masas, y lo concibió con una militancia pensante y operante y con un estatus legal”. “En consecuencia, es claro que hay que retomar esta concepción mariateguiana del Partido, pero teniendo en cuenta las condiciones de nuestro tiempo”.

Sin confundir partido con frente, el proletariado revolucionario tiene ante sí la doble tarea de reconstituir el Partido de Mariátegui y construir el Frente Unido del Pueblo Peruano. Hacia estas dos grandes tareas se mueve con una fe vehemente y activa, pues sabe que únicamente con estas dos armas es posible combatir fructuosamente el orden social, sus instituciones, sus injusticias y sus crímenes y, finalmente, forjar la tercera arma para la conquista revolucionaria del poder.

Desde luego, García y sus repetidores pueden ponerle el nombre que quieran a su organización, pues ésta no representa al proletariado peruano. Pero en la medida que la propuesta del nombre minga pretende ser válida para el Partido, entonces era completamente necesario demostrar que, con respecto al tema, García sigue tan extraviado como en relación a otras cuestiones.

Y bien, ahora que han quedado esclarecidas las teorías y establecidos los hechos, “el que tenga ojos que vea y el que tenga oídos que oiga” (44).

Notas:
[1] El autor de estas líneas es testigo personal de estas afirmaciones de Alberto Palomino (las dos primeras) y Miguel Aragón (las restantes).
[2]  Testimonio de Martín Bohorquez.
[3]  Testimonio de César Risso.
[4]  ¿Reconstitución, reivindicación, refundación? Es evidente que, después de haber sido revelado su fondo, la propuesta de un partido socialista resultaba insostenible. Pero García dice que “Partido Socialista… otros, son ahora nombres comprometidos” (ibídem. La elipsis es nuestra), en un esfuerzo por ocultar los motivos últimos por las cuales ha abandonado su propuesta inicial, y muy especialmente por ocultar lo inocultable: que ese abandono prueba la validez de nuestra crítica. Pero el cambio es moco por baba y, por lo tanto, en todo lo tocante al fondo de la cuestión, nuestra crítica a su proyecto de partido continúa vigente. Es menester agregar que, después de un tiempo de publicado el presente artículo en la internet, García abandonó su propuesta de un partido minga y, en otro bandazo, volvió a proponer el nombre de partido socialista. Estos cambios demuestran la manera despótica con que García dirige a sus partidarios, pero también el servilismo de éstos, pues con la misma facilidad con que abandonaron este nombre por el de minga (uno de ellos hasta saltó de alegría contando que su mamá hablaba de minga cuando había que realizar las labores agrícolas), abandonaron también este nombre para tomar nuevamente el de socialista. Por eso se han ganado el apelativo de repetidores.
[5] Ver cap.1.
[6]  Pero, como es fácil entender, implícitamente niega el nombre científicamente exacto del Partido.
[7]  El Partido de Mariátegui. Mayúsculas en el original.
[8]  ¿Reconstitución, reivindicación, refundación?
[9] Este artículo ha circulado ampliamente en la internet y hace parte del libro La creación heroica de Mariátegui y el socialismo peruano. Planteamiento de la cuestión, de próxima publicación.
[10]  Preparando el terreno para tal propósito, García perforó la muy precaria posición anti-revisionista de sus seguidores con la publicación de los dos artículos mencionados en la nota 21 del capítulo anterior. 
[11] Organización: contenido y forma. Cursiva nuestra.
[12] OC, t.13, p.238.
[13] Ibídem, pp.246, 248, 249. Elipsis nuestra.
[14] Ibídem, p.217. Elipsis nuestra.
[15]  T.11, p. 28.
[16] Por eso, hay que recordar una vez más que, refiriéndose a Amauta, Mariátegui señala que eligió este nombre “Para que el Perú indio, la América indígena, sintieran que esta revista era suya”. Pero nadie que mire al contenido y a la esencia de las cosas puede sorprenderse de que el partido del proletariado peruano (y de cualquier otro país), requiere de un nombre que explicite exacta o aproximadamente su contenido de clase. El proletariado es una clase internacional, el comunismo es un movimiento mundial, la meta proletaria es universal. Esto no quiere decir que se uniforme el nombre de los partidos proletarios, sino más bien que, expresando, en alguna medida, su contenido de clase, permita que el proletariado sienta que el partido tal es suyo. Por otra parte, hay que reconocer que, en el contexto general en que se encuentra la expresión “Hemos querido que ‘Amauta’ tuviese un desarrollo orgánico, autónomo, individual, nacional”, los términos autónomo y nacional son excesivos. En realidad, lo que tuvo un desarrollo autónomo, nacional, fue el conjunto del proceso del Socialismo Peruano, hasta la prematura muerte de Mariátegui. Este desarrollo se observó tanto en el contenido como en la forma, y hasta en los nombres de los instrumentos de la revolución.
[17] Puede decirse, por eso, que en el marco de los nombres de los instrumentos de la revolución, en cuanto al nombre del Partido Mariátegui puso la cuestión de clase sobre la cuestión nacional. El lector perspicaz comprenderá fácilmente por qué el maestro procedió así precisamente, y no al revés.
[18] Esto significa que el internacionalismo no está en conflicto con un nombre propio para el Partido, a condición, claro está, de que no se caiga en originalidad a ultranza, es decir, a condición de que se sepa realmente elegir un nombre que explicite suficientemente el contenido del Partido.
[19] ¿Reconstitución, reivindicación, refundación? Subrayado en el original.   
[20] A propósito, hay que recordar que también Haya vivía hundido en la preocupación literaria y anárquica de los nombres propios, y que, precisamente, Alianza Popular Revolucionaria Americana, era un “nombre propio”. Y como lo sabe todo el mundo, la APRA utilizó y utiliza palabras quechuas y símbolos tawantinsuyanos, en un demagógico homenaje a la tradición indígena.
[21]  En el tiempo de Mariátegui, el término Socialista como nombre del Partido era, justamente, una palabra suficientemente explícita de su contenido.
[22]  La palabra minga expresa el modo en que están estructurados los elementos que constituyen el contenido del partido (trabajo colectivo en oposición a trabajo individual), pero no su contenido mismo. Trabajo colectivo también es, por ejemplo, el trabajo en una cooperativa de producción que, en las condiciones del capitalismo, es funcional al Estado. Es decir, la palabra minga no explicita en modo alguno el contenido del Partido. Por eso su proponente se ha visto obligado a inventar un acrónimo, pero esto es ya un ejercicio gratuito.
[23]  ¿Reconstitución, reivindicación, refundación? Subrayados en el original.
[24] Ver pp.191-197.
[25]  Defensa del Marxismo, p.26. Elipsis nuestras.
[26]  El partido de Mariátegui. El subrayado es nuestro.
[27]  Organización: contenido y forma.        
[28]  ¿Reconstitución, reivindicación, refundación? Subrayado en el original. La elipsis es nuestra.
[29]  Organización: contenido y forma. Obsérvese que García escribe la palabra reconstitución entre comillas.
[30]  Por lo demás, este lema no era ningún crimen contra el clasismo proletario, pues traducía la adhesión de las juventudes estudiantiles al pensamiento de Mariátegui. Hoy en día, sin embargo, en la medida en que ha sido profusamente utilizado para distinguir al partido de Guzmán de otros partidos comunistas, su uso ha perdido vigencia.
(31)  Es decir, manipular la especial ojeriza que le tienen sus seguidores al jefe senderista.
[32]  Organización: contenido y forma. Subrayado en el original.
[33]  La reconstitución de Guzmán, aunque terminó en fiasco, no se hundió en un círculo vicioso. El jefe senderista tuvo el mérito (mérito al fin y al cabo), de ponerse al frente de sus partidarios y llevar hasta el fin su reconstitución.
[34]  Es evidente que esta organización está propuesta no como un frente, sino como un partido. Por eso, hablando de ella, García dice que “este es el contenido de disolución-dilución” (Organización: nombre posible. Subrayado en el original) 
[35]  En el artículo Organización: nombre posible, ha escrito: “se puede comentar que un programa es el verde, otro es el rojo. Ambos son necesarios, uno para ligarse al pueblo (agitación), otro para tener cultura propia (propaganda)”. Esta declaración sobre la relación entre el Programa Mínimo y el Programa Máximo, contradice completamente la enseñanza mariateguiana de que “las masas trabajadoras de la ciudad, el campo y las minas y el campesinado indígena, cuyos intereses y aspiraciones representamos en la lucha política, sabrán apropiarse de estas reivindicaciones y de esta doctrina, combatir perseverantemente y esforzadamente por ellas y encontrar, a través de cada lucha, la vía que conduce a la victoria final del socialismo” (t.13, p.164. Cursivas nuestras).
[36]  Organización: nombre posible. Subrayados en el original. García se refiere al PC (U), PC (PR), PC (SL), PSP, etcétera. Por tanto, el lector puede tener claro en qué sentido preciso son “definidas” cada una de estas organizaciones.
[37]  En realidad, el problema no es de “comprensión”, sino de posición política. Oportunistas y revisionistas pueden, sin duda, llegar a la comprensión de tal o cual aspecto de la Creación Heroica de Mariátegui, pero esta comprensión teórica no deriva en una posición política revolucionaria. Muchos casos sirven de ejemplo de este aserto.
[38]  Mariátegui estableció el marxismo-leninismo como la base de unidad del Partido Socialista del Perú, y, de este modo, nos legó también un método para la ulterior formulación del aspecto general de la unidad del Partido. Pues bien, por cuanto la teoría del proletariado cobró un nuevo desarrollo con el pensamiento de Mao, es completamente justo denominarla como acabamos de hacerlo. Este es el sentido que tiene nuestro aserto.  
[39]  Falsificando la verdad histórica, en el artículo Aniversario 80 (05), García dice que “El PSP tenía dos niveles: internamente funcionaba como ‘facción orgánica y doctrinariamente homogénea’ (como ‘célula secreta de los siete’); externamente aspiraba a ser ‘el primer gran partido de masas e ideas de toda nuestra historia republicana’”. Y, hablando de la relación teoría-práctica y de la relación disolución-dilución, agrega: “El problema  que enfrentó JCM es el mismo que el proletariado enfrenta desde hace más de un siglo”. Esto fue escrito el 22.09.07. Por lo tanto, es un hecho que la expresión “desde hace más de un siglo” toca al ¿Qué hacer? de Lenin, escrito entre fines de 1901 y comienzos de 1902. Como es de conocimiento común, en este libro el jefe de la revolución rusa elaboró la teoría del partido proletario esclareciendo la relación entre el movimiento espontáneo de las masas y la conciencia comunista, entre la política sindical y la política marxista y entre los métodos artesanales de trabajo y la organización revolucionaria. Es esto lo que reniega García con su partido de “dos niveles”, con su “organización de proyección nacional”. Por lo demás, es menester subrayar que la recusación de esta sugerida organización no tiene por causa ningún exceso de celo doctrinario, sino la sencilla verdad de que la experiencia histórica ha demostrado que un partido de oportunistas y revisionistas no es garantía de lucha consecuente por el poder.
[40] Así lo prueba, precisamente, la participación de tales organizaciones en las últimas elecciones generales que llevaron a Humala al gobierno.
[41] Organización: nombre posible. Negritas en el original. Cursivas nuestras. 
[42]  ¿Reconstitución, reivindicación, refundación? Negritas y cursivas en el original.
[43]  Esta Introducción fue escrita el 11 de junio de 2008.
[44] San Marcos.


Ramón García o la Manipulación

(Fragmento)

Eduardo Ibarra

I

DESPUÉS DE CITAR, EL 5 DE ENERO DEL PRESENTE, a Federico Engels, Luis Alberto Sánchez, Gonzalo Huamán, Anita Rodríguez, Ricardo Oliveros y al suscrito, Ramón García anotó: “En nuestro medio activan dos socialismos: burgués y proletario, y dos dialécticas: idealista y materialista. Juzgue el lector a cuál pertenece cada párrafo recopilado. Y si se puede ser neutral ante la negación del Socialismo Peruano por un NN que tuvo la desvergüenza de escribirlo pero no el coraje de firmarlo; ante el calificativo de la Constitución del PSP como una tragedia; y ante el espectador de turno en pedestal de cristal” (negritas en el original).

La acusación de negar el Socialismo Peruano y la acusación de ser espectador no están dirigidas a mi persona, pero sí aquella otra según la cual considero la constitución del PSP “como una tragedia” (negritas en el original), razón por la cual paso a demostrar su falsedad.

           En el primer párrafo de El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Marx señaló: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa. Caussidière por Dantón, Luis Blanc por Robespierre, la Montaña de 1848 a 1851 por la Montaña de 1793 a 1795, el sobrino por el tío. ¡Y la misma caricatura en las circunstancias que acompañan a la segunda edición del 18 Brumario!”.

Cualquier persona inteligente –y sin la perversa intención de tergiversar el sentido de las palabras de Marx–, en modo alguno podría considerar que el fundador del comunismo científico concebía la historia como una tragedia, nada más porque esta palabra aparece en el párrafo citado. Como es notorio, la mencionada palabra aparece allí no en su sentido habitual, sino significando el carácter original, auténtico, genuino de un hecho o personaje históricos, en contraposición a su repetición que aparece como imitación, como caricatura, como farsa.

Y ocurre que mi afirmación, “Parafraseando a Marx, puede decirse, pues, que, si la experiencia de Mariátegui fue tragedia, su formal repetición es farsa”, explícitamente es una paráfrasis de la de Marx.

Eso significa que, de esa forma, me he referido a la fundación del PSP por Mariátegui como un hecho que tiene la virtud de lo original, de lo auténtico, de lo genuino, en contraposición al intento de fundar un otro partido socialista en el Perú de hoy, que aparece con el demérito de ser una imitación, una caricatura, una farsa. El significado de mi afirmación tiene, pues, que aparecer evidente para cualquier persona intelectualmente honesta.

Pero la mala fe es tal, que García me acusa de considerar la fundación del PSP “como una tragedia”. Por cuanto es imposible que una persona normalmente inteligente no comprenda el verdadero sentido del párrafo de Marx y, por lo tanto, de mi afirmación, la falaz acusación revela: 1) que su autor ha retorcido el significado de mi aserto; 2) que, de esta forma, intenta crucificarme; 3) que así pretende desviar la atención de la farsa que significa repetir lo formal (nombre del partido), y, al mismo tiempo, negar lo esencial (marxismo-leninismo).

En su artículo Elogio de “El Cemento” y del realismo proletario, Mariátegui escribió: “Ninguna revolución, ni la del cristianismo, ni la de la Reforma, ni la de la burguesía, se ha cumplido sin tragedia. La revolución socialista, que mueve a los hombres al combate sin promesas ultraterrenas, que solicita de ellos una extrema e incondicional entrega, no puede ser una excepción en esta inexorable ley de la historia”.

Puesto que, como se ve, el maestro utiliza allí la palabra tragedia en su significado habitual, García tendría que acusar a Mariátegui ¡de considerar la revolución socialista como una tragedia!

El proyecto de un partido socialista de ahora por el proyecto de un partido socialista de 1928, el Comité de Propaganda y Organización Socialistas de ahora por el Comité de Propaganda y Organización Socialistas de 1918, García por Mariátegui. No cabe duda: Marx tenía razón: todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces: “una vez como tragedia y la otra como farsa”.

Sin ninguna objetividad, sin ningún equilibrio mental, obnubilado por el odio, García ha retorcido el significado de mis palabras y maliciosamente me ha acusado de concebir la fundación del PSP como una tragedia, nada más porque en mi afirmación, igual que en la de Marx, aparece esta palabra.

No obstante, contrariamente a su intención, está completamente claro que no ha revelado ni podía revelar ninguna actitud negativa mía respecto a la experiencia mariateguiana (acerca de la cual, por lo demás, he publicado algunos artículos que desmienten categóricamente su infundio), sino apenas su propio espíritu criollo, su propia condición de falsario, su malévola intención liquidadora.

Como es de conocimiento común, desde hace tiempo García ha eludido todo debate de ideas con el suscrito y, evidenciando su impotencia, cada vez ha recurrido a la acusación gratuita, a la adjetivación obscena, al ataque personal. Esto lo pinta de cuerpo entero.

Ciertamente lo esclarecido es suficiente para que el lector atento, inteligente, no bloqueado por el seguidismo, pueda percibir toda perversa intencionalidad de García.

Después de provocar algunas muecas de alegría maligna en algunos de sus partidarios, las acusatorias palabras de García se las ha llevado el viento.

Por el contrario, mis palabras, paráfrasis de las de Marx, marcan una verdad sencilla y evidente: la caricatura que significa repetir lo formal (el nombre), y, al mismo tiempo, negar lo esencial (el marxismo-leninismo) del proyecto de partido de Mariátegui. POR ESO NO SE LAS LLEVA EL VIENTO.

En conclusión, es evidente que, una vez más, a García el tiro le ha salido por la culata.




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