sábado, 1 de marzo de 2025

Literatura

INTERPRETACIÓN del Poema Existe un mutilado…

Julio Carmona

Ya, en número anterior de CREACIÓN HEROICA, se publicó otro comentario mío sobre el primer poema del libro de César Vallejo Poemas en prosa. Aquí ya puedo decir, con satisfacción y orgullo, que he terminado mi lectura de este libro. Y hago otro adelanto de la misma ofreciendo a los seguidores de CH, del poema 11 (once) del mismo libro. Primero, transcribo el poema (tal como figura en la edición de Mosca Azul, autorizada por Georgette), para pasar, enseguida, a hacer su interpretación. Nota bene: Quiero que este artículo sirva también para hacer el sempiterno homenaje a nuestro Amauta César Vallejo que en este año cumple 133 de inmortal.

Existe un mutilado…

Existe un mutilado, no de un combate sino de un abrazo, no de la guerra sino de la paz. Perdió el rostro en el amor y no en el odio. Lo perdió en el curso normal de la vida y no en un accidente. Lo perdió en el orden de la naturaleza y no en el desorden de los hombres. El coronel Piccot, Presidente de «Les Gueules Cassées», lleva la boca comida por la pólvora de 1914. Este mutilado que conozco, lleva el rostro comido por el aire inmortal e inmemorial.

Rostro muerto sobre el tronco vivo. Rostro yerto y pegado con clavos a la cabeza viva. Este rostro resulta ser el dorso del cráneo, el cráneo del cráneo. Vi una vez un árbol darme la espalda y vi otra vez un camino que me daba la espalda. Un árbol de espaldas solo crece en los lugares donde nunca nació ni murió nadie. Un camino de espaldas solo avanza por los lugares donde ha habido todas las muertes y ningún nacimiento. El mutilado de la paz y del amor, del abrazo y del orden y que lleva el rostro muerto sobre el tronco vivo, nació a la sombra de un árbol de espaldas y su existencia transcurre a lo largo de un camino de espaldas.

Como el rostro está yerto y difunto, toda la vida psíquica, toda la expresión animal de este hombre, se refugia, para traducirse al exterior, en el peludo cráneo, en el tórax y en las extremidades. Los impulsos de su ser profundo, al salir, retroceden del rostro y la respiración, el olfato, la vista, el oído, la palabra, el resplandor humano de su ser, funcionan y se expresan por el pecho, por los hombros, por el cabello, por las costillas, por los brazos y las piernas y los pies.

Mutilado del rostro, tapado del rostro, cerrado del rostro, este hombre, no obstante, está entero y nada le hace falta. No tiene ojos y ve y llora. No tiene narices y huele y respira. No tiene oídos y escucha. No tiene boca y habla y sonríe. No tiene frente y piensa y se sume en sí mismo. No tiene mentón y quiere y subsiste. Jesús conocía al mutilado de la función, que tenía ojos y no veía y tenía orejas y no oía. Yo conozco al mutilado del órgano, que ve sin ojos y oye sin orejas.

 

INTERPRETACIÓN del poema Existe un mutilado…

Existe un mutilado, no de un combate sino de un abrazo, no de la guerra sino de la paz. Perdió el rostro en el amor y no en el odio. (1) Lo perdió en el curso normal de la vida y no en un accidente. Lo perdió en el orden de la naturaleza y no en el desorden de los hombres. (2) El coronel Piccot, Presidente de «Les Gueules Cassées», lleva la boca comida por la pólvora de 1914. Este mutilado que conozco, lleva el rostro comido por el aire inmortal e inmemorial. (3)

(1)  La palabra «mutilado» se está usando en este caso como sustantivo, y deriva del verbo mutilar que significa cortar o cercenar una parte del cuerpo; pero en este caso, el mutilado de este poema, lo es del rostro, como si se le hubiera borrado el rostro, y esta mutilación no es «de un combate sino de un abrazo», se dice que no ha sido en un estado de guerra, sino de paz. «Perdió el rostro en el amor y no en el odio»: ha sido en un abrazo amoroso, pudiendo tratarse de una despedida, de una separación obligada.

(2) Si el rostro lo ha perdido «en el curso normal de la vida y no en un accidente», ese mutilado sufre de anonimia (no hay fotografía que lo pueda identificar), es peor que haber perdido las huellas dactilares; porque estas pueden seguir siendo útiles para actuar «en el desorden de los hombres»; pero no «en el orden de la naturaleza».

(3) Por ejemplo: ‘el coronel Piccot, lleva la boca comida por la pólvora de la guerra’ (de 1914), pero el mutilado, que el locutor poético afirma conocer, «lleva el rostro comido por el aire inmortal e inmemorial», es decir, el aire de la eternidad.

Rostro muerto sobre el tronco vivo. Rostro yerto y pegado con clavos a la cabeza viva. Este rostro resulta ser el dorso del cráneo, el cráneo del cráneo. (4) Vi una vez un árbol darme la espalda y vi otra vez un camino que me daba la espalda. Un árbol de espaldas solo crece en los lugares donde nunca nació ni murió nadie. Un camino de espaldas solo avanza por los lugares donde ha habido todas las muertes y ningún nacimiento. (5) El mutilado de la paz y del amor, del abrazo y del orden y que lleva el rostro muerto sobre el tronco vivo, nació a la sombra de un árbol de espaldas y su existencia transcurre a lo largo de un camino de espaldas. (6)

(4) Es, prácticamente, el rostro de una cosa, el rostro de un hombre cosificado, y como no se puede decir de las cosas que estén vivas, de este hombre también se considera que, por lo menos, su rostro es el que «está muerto sobre el tronco vivo», como si fuera un rostro de madera «yerto y pegado con clavos a la cabeza viva», es un rostro que se ha convertido en la parte trasera de la cabeza, dice el locutor poético: «Este rostro resulta ser el dorso del cráneo, el cráneo del cráneo.»

(5) El locutor poético dice haber visto cierta vez a un árbol darle la espalda, lo cual contradice a la lógica más ortodoxa, porque por donde se le mire no se sabrá nunca cual es la espalda de un árbol, pero la lógica poética exige a su lector admitir lo dicho por más descabellado que sea, y, apoyado en esa suerte de conjuro apodíctico, el locutor poético atribuye lo dicho a un camino, que también le daba la espalda. Y agrega una explicación, igualmente taxativa, para confirmar lo dicho, y dice que «Un árbol de espaldas solo crece en los lugares donde nunca nació ni murió nadie», y algo parecido refiere acerca del camino de espaldas, dice: «Un camino de espaldas solo avanza por los lugares donde ha habido todas las muertes y ningún nacimiento». Y leyendo estas lucubraciones me digo: ¿no es que CV se adelantó a las desmesuras del realismo mágico (de García Márquez)? Pruebas al canto: En el primer capítulo de Cien años de soledad, se lee el siguiente diálogo entre Úrsula Iguarán y su marido José Arcadio Buendía:

—No nos iremos —dijo [Úrsula]—. Aquí nos quedamos, porque aquí hemos tenido un hijo.

—Todavía no tenemos un muerto —dijo él—. Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra.

Úrsula replicó con una suave firmeza:

—Si es necesario que yo me muera para que se queden aquí, me muero.

(6) Si se sigue la progresión de lo planteado en los poemas previos a este, especialmente el titulado «Hallazgo de la vida», este mutilado «de la paz y del amor, del abrazo y del orden», es decir, es el desahuciado, el incurable de la falsa vida (esta que está con su falsa paz y falsos: amor, abrazo y orden), o sea que es el hombre que está bajo los zapatos de los Señores (con mayúscula). Y, por eso, se dice de él que «nació a la sombra de un árbol de espaldas y su existencia transcurre a lo largo de un camino de espaldas», comprendiendo a ese árbol de espaldas como la imagen de la naturaleza, y al camino de espaldas como la representación de la sociedad, es decir que la vida toda lo ignora.

Como el rostro está yerto y difunto, toda la vida psíquica, toda la expresión animal de este hombre, se refugia, para traducirse al exterior, en el peludo cráneo, en el tórax y en las extremidades. (7) Los impulsos de su ser profundo, al salir, retroceden del rostro y la respiración, el olfato, la vista, el oído, la palabra, el resplandor humano de su ser, funcionan y se expresan por el pecho, por los hombros, por el cabello, por las costillas, por los brazos y las piernas y los pies. (8)

(7) El mutilado, dice el locutor poético, tiene muerto el rostro, y, por tanto, su vida corporal y psíquica (sus actos de animal) tienen refugio para expresarse en su «peludo cráneo» y en las otras partes de su cuerpo (‘el tórax y las extremidades’).

(8) En lo que sigue hay una aparente contradicción porque aquí se dice que todos «los impulsos» que salen de «su ser profundo» (…) «retroceden del rostro, y la respiración, el olfato, la vista, el oído, la palabra, el resplandor humano de su ser» solo se manifiestan: «funcionan y se expresan por el pecho, por los hombros, por el cabello, por las costillas, por los brazos y las piernas y los pies», repito: mientras dice esto en este párrafo, en el siguiente dice:

Mutilado del rostro, tapado del rostro, cerrado del rostro, este hombre, no obstante, está entero y nada le hace falta. No tiene ojos y ve y llora. No tiene narices y huele y respira. No tiene oídos y escucha. No tiene boca y habla y sonríe. No tiene frente y piensa y se sume en sí mismo. No tiene mentón y quiere y subsiste. (9) Jesús conocía al mutilado de la función, que tenía ojos y no veía y tenía orejas y no oía. Yo conozco al mutilado del órgano, que ve sin ojos y oye sin orejas. (10)

(9) y la contradicción en esta parte podría establecerse, porque el locutor poético dice que: «Mutilado del rostro, tapado del rostro, cerrado del rostro, este hombre, no obstante, está entero y nada le hace falta», lo cual quiere decir que sin los órganos correspondientes (ojos, narices y boca) puede realizar sus acciones: ver y llorar, oler y respirar, hablar y sonreír, como dice en el párrafo anterior: «por el pecho, por los hombros, por el cabello, por las costillas, por los brazos y las piernas y los pies»; y, entonces, no hay contradicción, porque, orgánicamente, bien se sabe que cuando un órgano corporal se atrofia otro u otros lo reemplazan.

(10) Y el locutor poético, para mayor evidencia de lo que crea en el poema, pone el ejemplo de Cristo, y dice: si «Jesús conocía al mutilado de la función, que tenía ojos y no veía y tenía orejas y no oía.» Yo también puedo argumentar, dice el locutor poético, que «conozco al mutilado del órgano, que ve sin ojos y oye sin orejas». Y, con esta alusión a Cristo, no es que —como pretenden algunos intérpretes de la obra vallejiana— César Vallejo quisiera compararse con Cristo, ni siquiera emularlo sino, simplemente, que las condiciones sociales han cambiado (pasados más de mil años, cuando CV escribió esto) tanto que ya no se trataba (y aun hoy no se trata) de estar solo imposibilitado de ver o de oír, la cosa es más grave: se está imposibilitado de ser.


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