domingo, 1 de septiembre de 2024

Filosofía

Cómo Plantea Lenin el Problema Referente a la Elaboración de la Teoría de la Dialéctica*

M. M. Rosental

EN SUS DEFINICIONES de la dialéctica y en su enfoque de la investigación de ella, Lenin parte de las conocidas formulaciones de Engels a este respecto. Engels consideraba la dialéctica materialista como la teoría de las leyes más generales del desarrollo de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento. En consonancia con ello, Lenin define la dialéctica como teoría del desarrollo, como doctrina del desarrollo.

En el artículo “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”, da la siguiente definición de la dialéctica: “es la doctrina del desarrollo en su forma más completa, más profunda y más libre de unilateralidad, la doctrina de la relatividad del conocimiento humano, que nos da un reflejo de la materia en eterno desarrollo” (“Obras”, t. XIX, p. 4).

En estas palabras llama la atención el subrayado polémico del momento de que la dialéctica materialista es la doctrina del desarrollo más completa y “libre de unilateralidad”. En un subcapítulo examinaremos detenidamente este importante aspecto del problema porque Lenin no exponía simplemente la dialéctica, sino que la desarrollaba en lucha contra las concepciones del desarrollo superficiales y “unilaterales”, metafísicas en esencia.

Después de determinar el lugar y el papel de la dialéctica en el marxismo y en la ciencia en general, Lenin revela su riquísimo contenido, sus diferentes aspectos y facetas como ciencia filosófica. A este respecto tiene gran importancia su crítica de la concepción plejanoviana de la dialéctica. Lenin valoraba positivamente las obras filosóficas de Plejánov, indicando que no se puede ser un marxista consciente sin haber estudiado todo lo realizado por Plejánov en este dominio. Y al mismo tiempo Lenin hizo una serie de observaciones críticas muy serias a su respecto a propósito de su enfoque de los problemas de la dialéctica materialista.

Esas observaciones son esenciales porque muestran la concepción del propio Lenin acerca del contenido de la dialéctica como ciencia. Esas observaciones siguen dos líneas: al reducir, según expresión de Lenin, la dialéctica a una suma de ejemplos, Plejánov no la estudiaba como ciencia, como teoría, como sistema de leyes y categorías vinculadas en una unidad por los principios generales del reflejo de la dialéctica del mundo objetivo en el pensamiento y por la generalización de la inmensa práctica multisecular del desarrollo histórico del pensamiento humano; 2) Lenin hace a Plejánov el reproche de que éste no elaboraba la dialéctica como lógica y teoría del conocimiento, es decir, de que ignoraba estos importantísimos aspectos de la dialéctica, limitándose a meras ilustraciones de la acción de las leyes de la dialéctica en la naturaleza y en la sociedad.

Examinemos cada una de estas dos líneas según las cuales Lenin hace sus observaciones críticas y, por consiguiente, revela la riqueza del contenido de la dialéctica materialista.

Como es sabido, Lenin se pronunció categóricamente contra la reducción de la dialéctica a una “suma de ejemplos”. Naturalmente, Lenin no se oponía a la ilustración y confirmación de los principios y tesis de la dialéctica con ejemplos y hechos tomados de las diferentes esferas del mundo objetivo. Al referirse al método de exposición e incluso de estudio del método dialéctico, señalaba la necesidad de partir de los ejemplos más simples tales como “Iván es un hombre; Zhuchka es un perro…”, y a poner de manifiesto ya en estas proposiciones simples todos los elementos de la dialéctica. Por consiguiente, no se puede entender su objeción contra la reducción de la dialéctica a una suma de ejemplos como rechazo de los ejemplos, especialmente en exposiciones populares.

Lenin se refería a otra cosa, directamente vinculada con su planteamiento del problema acerca de la elaboración de la dialéctica como ciencia, como teoría. Con un ejemplo tomado del dominio de la naturaleza, de la vida social y del pensamiento, es posible únicamente facilitar la comprensión de la esencia de la dialéctica, confirmar la justeza de sus principios, pero es imposible revelar su significación como ciencia de las leyes universales del desarrollo. Tal o cual ejemplo o hecho es solo una de la infinita multitud de manifestaciones particulares de la dialéctica que por sí mismas son aún insuficientes para demostrar su carácter universal. Si el ejemplo dado confirma e ilustra bien tal o cual tesis dialéctica, ¿no se puede acaso escoger ejemplos de otro género que lo refuten o que por lo menos no lo confirmen? Precisamente este el camino que siguen muchos adversarios de la dialéctica materialista pertenecientes al campo de la filosofía burguesa. Pertrechados con una lupa, buscan hechos que aunque solo sea en la más mínima medida sirvan de ejemplos contra la dialéctica. Claro está, es imposible encontrar esos ejemplos, pero no es tan difícil dar vuelta un hecho cualquiera de modo que se pueda comprobar que en él no existe la negación de la negación o la lucha de los contrarios. Todos recuerdan el caso de Sidney Hook quien citaba el siguiente ejemplo: si se destruye el grano, no se produce ninguna “negación de la negación”, es decir, un desarrollo con retorno al principio inicial, pero sobre una base superior. Este ejemplo, sin embargo, está completamente fuera de lugar porque la ley de la negación de la negación generaliza los procesos del desarrollo y cuando se destruye el grano está ausente precisamente el desarrollo.

Dicho de otro modo, la reducción de la dialéctica a una suma de ejemplos contiene la posibilidad de un enfoque puramente positivista de la dialéctica, cuyo sentido estriba en que se afirma: Bien, ustedes citan mil ejemplos que demuestran la verdad de los principios dialécticos, pero de pronto aparece el ejemplo 1001 que echa abajo esos principios o se convierte en una excepción de ellos, y entonces todo vuestro edificio se desploma. Como clara expresión precisamente de tal enfoque, positivista, de la dialéctica, que no la reconoce como ciencia, como teoría, puede servir el artículo de A. J. Ayer, “Filosofía y ciencia”, escrito para la revista “Voprosi filosofía”.

Ayer se pronuncia contra la dialéctica materialista desde posiciones puramente positivistas. Niega en principio la posibilidad de una filosofía capaz de ofrecer una “doctrina integral” y de explicar los fenómenos del mundo. Plantea el problema así: “¿Acaso la filosofía podría ofrecer también hoy una doctrina integral que sirva como fundamento general para las ciencias especiales y formular una serie de postulados que describan los fenómenos de la naturaleza en la forma más generalizada”1

Ayer rechaza terminantemente la posibilidad de tal filosofía. Pero para nuestros fines, lo que importa es llamar la atención sobre su modo de argumentar. Cuando niega la dialéctica materialista como tal “doctrina integral”, procede mediante su reducción a ejemplos, de los cuales unos, en su opinión, la confirman y otros la refutan. De aquí saca la conclusión de que sus principios tienen significación local, pero no universal. Escribe que el defecto fundamental de los intentos de todo género para crear una filosofía como “doctrina integral” consiste en que “las proposiciones surgidas como resultado, estaban privadas de contenido objetivo”2. Por “contenido efectivo” Ayer entiende el contenido concreto, particular que, por ejemplo, consiste en cualquier proposición física, biológica u otra. Así, por ejemplo, según su concepción, la tesis de que cada fenómeno tiene su causa, carece de contenido efectivo. Si en cambio se le da el sentido que le confería el viejo determinismo mecanicista, es decir, que a condición de conocer los datos iniciales (posición y velocidad) de cada partícula material es posible determinar en cualquier fracción de tiempo la posición ulterior de esa partícula, el principio de causalidad adquiere un contenido efectivo. Pero entonces ese principio pierde su significación universal porque en la mecánica cuántica, por ejemplo, semejante forma de determinismo no tiene cabida. Por eso el dilema es el siguiente: o bien los principios filosóficos tienen significación universal, pero ésta se paga al elevado precio de la pérdida del contenido efectivo, o bien tienen contenido efectivo pero entonces se vuelven limitados y no filosóficos.

Ayer enfila esta argumentación contra la dialéctica, contra el reconocimiento de su significación universal. “La misma objeción, a mi parecer -escribe-, puede hacerse también contra la teoría que afirma que las leyes de la dialéctica gobiernan la naturaleza. Decir que un proceso natural niega a otro y que después ambos se resuelven en una síntesis superior, o hablar del tránsito de la calidad a la cantidad no tiene ningún sentido hasta tanto no se hayan determinado con exactitud los correspondientes fenómenos concretos. Nosotros debemos saber qué significa la negación en términos de procesos físicos, qué debe entenderse por síntesis, cómo distinguir los diferentes niveles, cuáles son precisamente las cosas que cambian y cómo transcurren esos cambios”3. En estas consideraciones llaman la atención las palabras acerca de que las tesis de la dialéctica pueden adquirir sentido solo cuando sean expresadas “en términos de procesos físicos”. Pero, ¿por qué solo en términos de procesos físicos y no, digamos, biológicos, cosmogónicos, económico-políticos, históricos, etc.? ¿Y por qué solo en términos de estos fenómenos y procesos físicos dados, y no de otros -de los que hay una infinita multitud? La cuestión radica, sin embargo, en que los postulados filosóficos, incluidas las tesis de la dialéctica, no pueden por su naturaleza misma, en virtud de su universalidad, ser formulados en una forma concreta, particular. Esto significa colocar deliberadamente a la filosofía ante problemas insolubles, algo tan intolerable para cualquier ciencia particular, concreta, como lo sería el exigir una formulación de leyes científicas que tuviera significación solo para un caso dado, para este caso. Toda ley es algo general, y en consecuencia, lo general no puede ser directamente expresado en una forma concreta. Aquella exigencia equivaldría a negar las leyes en general, no solo las universales de las que se ocupa la filosofía, sino también las leyes particulares, más restringidas, como las que estudian las ciencias especiales. Toda la diferencia entre ellas reside en los niveles, en los grados de generalización.

No cabe sorprenderse, pues, de que al enfocar la dialéctica y sus principios solo desde el punto de vista de los objetos singulares, Ayer compruebe: la dialéctica halla su aplicación y justificación en la esfera de la vida social (este reconocimiento es de por sí valioso), pero no en el dominio de la física y de las demás ciencias naturales. Ayer cree que el principio de las contradicciones dialécticas, si se le formula como conflicto entre los “intereses económicos de las diversas clases”, de indeterminado se vuelve determinado, es decir, adquiere un contenido efectivo. “En este caso -afirma- una idea determinada sobre las oposiciones naturales adquiere un contenido concreto”5. En realidad, naturalmente, en este caso no es la idea “indeterminada” sobre las oposiciones la que adquiere un contenido, sino que la idea completamente determinada y sustancia se concreta, se manifiesta en una de las muchas expresiones particulares. Ayer quiere identificar una de esas expresiones particulares con la esencia de la ley misma y privarla así de su significación universal. Pero lo general en calidad de tal, en virtud de su naturaleza general, no puede tener en todas partes la misma expresión. Más aún. Si aplicada al desarrollo social, se reduce la ley universal de las contradicciones a un ejemplo del conflicto entre “los intereses económicos de las diversas clases”, perdería también en esta esfera, es decir en la esfera social, su significación universal, pues bajo el socialismo y el comunismo no hay cabida para este género de conflictos. A propósito sea dicho, precisamente sobre esta base muchos de nuestros adversarios acusan a los marxistas contemporáneos de traicionar la dialéctica porque éstos no reconocen el conflicto entre los intereses económicos de clase y la lucha de clases como fuerza motriz del desarrollo del socialismo y tanto menos bajo el comunismo. Pero, en realidad, en una determinada etapa de la sociedad, la lucha de clases deja de ser la fuerza motriz del desarrollo, lo que de ningún modo significa la “muerte” de la dialéctica y de la ley dialéctica de las contradicciones. Esto confirma una vez más excelentemente que no se puede reducir una ley de la dialéctica a tal o cual ejemplo particular de su manifestación.

Por más universal que sea tal o cual ley -si es una ley científica y no fantástica- no puede carecer de “contenido efectivo”, pues se basa en la generalización de la realidad y de los hechos reales. Tal es la naturaleza de cualesquiera leyes, tanto filosóficas, es decir, más generales, como científicas especiales, es decir, limitadas en su aplicación.

El sentido de la exigencia leninista de no reducir la dialéctica a una “suma de ejemplos” consiste también en revelar y estudiar el carácter universal de sus principios, que tienen fuerza de ley. Al hacer un esbozo de los “elementos de la dialéctica” y situando en primer lugar la objetividad del examen de las cosas, Lenin observa allí mismo “… no ejemplos, no divergencias, sino la cosa en sí”. Los ejemplos por sí mismo no pueden revelar el carácter universal de las leyes; solo pueden lograrlo el análisis de la realidad, el análisis del desarrollo de las cosas mismas, la generalización de las conexiones y relaciones esenciales de las cosas. Formular una teoría de la dialéctica, emplearla como ciencia, según Lenin, significa estudiar los principios de la dialéctica como leyes que tienen significación universal, que plantean determinadas exigencias del enfoque de la realidad y su conocimiento. Si tales o cuales principios filosóficos no cumplen esas funciones, no constituyen una ciencia, una teoría científica. Precisamente este aspecto es el que Lenin subraya en primer lugar y principalmente cuando exige la elaboración de la teoría de la dialéctica. Lenin ve la deficiencia del enfoque plejanoviano de la dialéctica en que, por ejemplo, un principio esencial de ésta como la unidad de los contrarios “es considerada como una suma de ejemplos… y no como una ley del conocimiento (y como una ley del mundo objetivo)” (“Obras”, t. XXXVIII, p. 357).

Pero ¿qué significa considerar esta tesis como una ley? Lenin da una clara respuesta a la pregunta: significa reconocer las tendencias contradictorias, mutuamente excluyentes, opuestas, “en todos los fenómenos y procesos de la naturaleza (incluidos el espíritu y la sociedad)” (“Obras”, t. XXXVIII, p. 358). Y del hecho de que es una ley universal deriva una determinada exigencia para nuestro conocimiento: “La condición para el conocimiento de todos los procesos del mundo en su «automovimiento», en su desarrollo espontáneo, en su vida real, -escribe Lenin- es su conocimiento como unidad de los contrarios” (“Obras”, t. XXXVIII, p. 358).

Ayer piensa que si una teoría tiene significación universal pierde en consecuencia su “fuerza explicativa”. “No tenemos nada que hacer con ella -escribe-, porque no presenta a los hechos ninguna exigencia determinada”6. Pero las cosas son justamente al revés. Precisamente porque la teoría de la dialéctica tiene significación universal, en cuanto generaliza lo esencial que es propio a todos los fenómenos, posee una inmensa fuerza explicativa y presenta determinadas exigencias al conocimiento de los hechos. Claro está, un positivista puede decir: ustedes combaten la reducción de la dialéctica a una suma de ejemplos, pero ustedes mismos declaran que vuestra dialéctica tiene la pretensión de generalizar todos los fenómenos; pero si esto es así ¿no introducen ustedes de antemano la necesidad de examinar más y más ejemplos? En caso contrario es imposible demostrar su carácter universal y su significación universal. Pero aquí nos encontramos ya con una concepción no científica, positivista, de la ley. La ciencia jamás agota la suma de los hechos o ejemplos de cuya esencia la ley es la generalización y expresión. Si el análisis científico revela correctamente la esencia de la realidad, no tiene significación el número de hechos investigados, sean cien o ciento uno. Si en cambio se emprende el camino de una investigación infinita de hechos y ejemplos, cuya explicación es la ley dada, ésta no será descubierta jamás. Esto se refiere especialmente a las leyes más generales. No admite duda, por ejemplo, que ningún hecho nuevo puede destruir la fuerza y significación general de la ley de la conservación y transformación de la energía para explicar los fenómenos de la naturaleza. Con mayor motivo aun, esto se refiere a las leyes (como las de la dialéctica) que son las leyes más generales. Una cosa distinta es que el estudio de los nuevos hechos y de las nuevas condiciones históricas tiene una significación inmensa para el desarrollo y la concreción de esas leyes dialécticas generales. Pero éste es ya otro aspecto del problema.

La exigencia leninista de investigar la dialéctica como ciencia, como teoría, significa examinarla en calidad de “doctrina integral”, que nos da la explicación de leyes a las que se subordinan los hechos de la realidad y los principios de su reflejo en el cerebro, en el pensamiento humano. Este enfoque de la dialéctica contiene una concepción de invalorable significación heurística acerca de ella.

De este elemento fundamental, que caracteriza la dialéctica como ciencia, como teoría, deriva también el siguiente momento de excepcional importancia. Toda teoría científica es la generalización de fenómenos y procesos de la realidad. La generalización a su vez es el reflejo de la esencia, de lo esencialmente general en la masa de los fenómenos. Para expresar esa esencia de los fenómenos, la teoría científica crea leyes**, conceptos y categorías, formula determinados juicios, proposiciones, etc. Poseen una significación especialmente importante en toda ciencia y teoría científica, las leyes y conceptos en que se resume lo más importante y esencial de los resultados alcanzados en el proceso del conocimiento del mundo objetivo.

La filosofía no constituye una excepción a lo antedicho. Como toda ciencia, resume los resultados de su propia generalización en forma de leyes, conceptos, categorías, etc. A este respecto, en la filosofía adquieren significación primordial las leyes y categorías como formas del reflejo de la realidad que permiten abarcar y expresar las generalizaciones de máxima amplitud. Tales son, por ejemplo, las leyes más generales del desarrollo formuladas por la dialéctica, o las leyes generales del desarrollo social dadas por la teoría del materialismo histórico, las categorías de ser, pensamiento, espacio, tiempo, movimiento, contenido, forma, necesidad, casualidad, formación económico-social, modo de producción, base, superestructura y muchas otras.

El planteamiento que hace Lenin del problema concerniente a la elaboración de la dialéctica como ciencia, incluye, en calidad de una de las más importantes exigencias, que sea investigada bajo la forma de leyes y categorías que abarquen en su conjunto todos sus aspectos y tesis. No es casual que precisamente en los “Cuadernos filosóficos”, donde con toda fuerza planteó el problema del enfoque de la dialéctica como ciencia, de la elaboración de la teoría del desarrollo dialéctico de la realidad y del pensamiento dialéctico, Lenin prestara muy grande atención al problema de las leyes y categorías. Enuncia definiciones generales de los conceptos y categorías, explica su significación como grados, como puntos nodales del conocimiento del mundo, como expresión de las conexiones y relaciones esenciales de los fenómenos, investiga especialmente la naturaleza de las categorías dialécticas, subraya su flexibilidad, conexión, tránsitos recíprocos, carácter contradictorio, etc.7

Si las leyes y categorías en general son “puntos nodales” del conocimiento del mundo, en la dialéctica misma en cuanto teoría del desarrollo de las leyes y categorías deben, de acuerdo con Lenin, constituir su esqueleto, por cuanto en ellas y por medio de ellas se expresan los diferentes aspectos del proceso universal del desarrollo del mundo objetivo y de su conocimiento. Por eso, la dialéctica puede ser estudiada como ciencia, como teoría científica, solo cuando es considerada como un conjunto coherente de leyes y categorías. En calidad de notable ejemplo de este enfoque auténticamente teórico de la investigación, Lenin cita “El Capital” de Marx que representa un sistema coherente e integral de leyes y categorías económicas.

Lenin ve el aspecto positivo de la “Ciencia de la lógica” de Hegel, entre otras cosas, precisamente en que en ella el desarrollo del mundo está expresado en forma categorial. Cada categoría singular considera un aspecto aislado, nexos y relaciones aislados del todo (es decir, del mundo) y todos ellos en su acción y tránsito recíprocos expresan el todo. Lenin ofrece una imagen sumamente instructiva de este cuadro lógico del mundo que permite comprender toda la significación de las categorías para la dialéctica en cuanto ciencia filosófica.

“El río y las gotas en ese río. La posición de cada gota, su relación con las otras; su vinculación con las otras; la dirección de su movimiento; la velocidad; la línea del movimiento -recta, curva, circular, etc.- hacia arriba, hacia abajo. La suma del movimiento. Los conceptos como registros de aspectos singulares del movimiento, de las gotas singulares (= «cosas», de «corrientes» singulares, etc. He aquí à peu près (aproximadamente, M. R.) el cuadro del mundo según la lógica de Hegel, -desde luego menos Dios y el absoluto” (“Obras”, t. XXXVIII, p. 36).

La dialéctica materialista en este aspecto, según Lenin, continúa y desarrolla las mejores tradiciones de toda la filosofía pasada, en la cual desde Aristóteles, se concedía gran significación a las categorías como instrumento de conocimiento y explicación filosóficos del mundo a diferencia del positivismo moderno, que las minimiza por todos los medios y las despoja de su contenido real objetivo. Pero a Lenin le era ajena la idea de que el número de categorías filosóficas debe estar rigurosamente determinado y dado de una vez para siempre. Así como es infinito el mundo en su desarrollo e ilimitado su conocimiento, el movimiento del pensamiento humano hacia la profundidad de la materia, tampoco la cantidad de categorías y conceptos tiene un límite determinado. Los nuevos datos, las nuevas condiciones engendran nuevos conceptos y categorías filosóficos. Claro está que en comparación con las ciencias especiales, donde en virtud de la gran concreción del contenido y del objeto mismo de investigación, cambia y se desarrolla más rápidamente el conocimiento y por eso crece más rápidamente el número de nuevos conceptos, la ciencia filosófica con sus categorías es, por así decirlo, más estable. Pero también aquí el sistema de categorías y conceptos, pese a su máxima generalidad, no se halla en estado de clausura.

Por consiguiente, en la dialéctica en cuanto teoría del mundo objetivo y las leyes de su desarrollo y del conocimiento deben ser reflejados por medio de las leyes y categorías filosóficas. Pero es claro que éstas no pueden ser algo incoherente, un montón en el que cada categoría y cada ley pueden ocupar cualquier lugar. Toda ciencia es un determinado sistema de conceptos, y este sistema no es arbitrario, sino que está subordinado a los fines del reflejo objetivo del objeto investigado por la ciencia. En cada ciencia el problema de la conexión recíproca, de la correlación de las leyes, conceptos y categorías es uno de los más arduos y, al mismo tiempo, de los más importantes, sin cuya resolución no hay ni puede haber ciencia.

Lenin planteó con toda fuerza este problema con respecto a la ciencia de la dialéctica, de la lógica dialéctica, en los “Cuadernos filosóficos”, y no solo lo planteó como problema, sino que indicó el camino y los principios del enfoque para su solución. Junto a los rasgos ya mencionados que caracterizan la dialéctica como teoría, como ciencia, este rasgo, es decir el de que ella debe ser investigada como sistema de leyes y categorías, constituye, indudablemente, según Lenin, uno de los rasgos más importantes y esenciales. Sin esto no hay ciencia, no hay teoría. Entre tanto, algunos investigadores de la filosofía marxista sienten temor ante el concepto mismo de sistema de la dialéctica materialista. Para ellos es semejante al sistema idealista de la lógica de Hegel en el que solo ven las insuficiencias, el carácter artificioso y forzado de algunas transiciones, inherentes al mismo, etc., atenuando lo positivo que contiene y que Lenin subrayaba de todas las maneras. En otros, la actitud negativa hacia el planteamiento mismo de este problema es suscitada, evidentemente, por el temor de decretar un sistema rígido cualquiera al que habría que aferrarse en toda explicación de la dialéctica, etc. En realidad, desde luego, no se trata de esto, y como sabemos, el propio Lenin procedió con extraordinaria soltura al exponer la esencia de la dialéctica y de la lógica dialéctica, destacando a primer plano, en dependencia de los fines perseguidos, ya unos, ya otros de sus aspectos. Sin embargo, planteó el problema de la conexión, del orden, de la sucesión de las categorías de la dialéctica concediéndole una gran significación metodológica. Claro está que Lenin tenía presente no un sistema rígido, sino la elaboración de los principios generales del enfoque de este problema, que señalaran la idea directriz y excluyeran la arbitrariedad y el subjetivismo, definieran los marcos generales del planteamiento y solución acertados de dicho problema. Esta es una de las condiciones del enfoque de la dialéctica como teoría, como ciencia.

En efecto, ¿qué diríamos, si la economía política del capitalismo se expusiera partiendo, digamos, del concepto de precio de producción, luego se pasara de él a la categoría de plusvalía y de ésta directamente a la renta de la tierra? ¿O si al explicar y estudiar la tabla periódica de los elementos químicos, la química procediera desde el elemento uranio al hidrógeno, del hidrógeno directamente al nitrógeno, etc.? Con un “sistema” de conceptos tal serían imposibles estas ciencias mismas. Es bien sabida la inmensa importancia que Marx concedía a la estructura de los conceptos y categorías económicos en “El Capital”.

En este sentido también el problema de la estructura de la dialéctica tiene significación primordial. Basta indicar las dificultades que enfrenta todo autor de manuales o textos sobre materialismo dialéctico en conjunto o en particular sobre la dialéctica cuando debe resolver el problema del orden y el lugar de cada categoría en el sistema general de las leyes y categorías dialécticas. Pero la significación de la estructura científica, del sistema de conceptos de la dialéctica, como de toda otra ciencia, no depende, naturalmente, solo de los fines de una acertada exposición del material científico. En realidad, la significación del sistema, de la estructura de conceptos en cada ciencia es considerablemente más profunda; ella indica el camino de investigación, del conocimiento, del contenido concreto del dominio estudiado del mundo objetivo, establece la correlación, el nexo interno entre los conceptos, que expresa la conexión y los tránsitos recíprocos de los fenómenos y procesos objetivos mismos.

Este problema tiene particular significación para la lógica como teoría del conocimiento. La lógica opera con los conceptos y categorías más generales, que tienen importancia para cualquier dominio del conocimiento científico. Por eso también la estructura de los conceptos lógicos tiene inmensa significación metodológica, pues indica el camino y los modos de toda investigación, de todo conocimiento.

Por lo tanto, la exigencia de Lenin de estudiar la dialéctica como una teoría integral contiene, a nuestro juicio, tres momentos fundamentales: 1) no reducir la dialéctica a una suma de ejemplos, sino revelar el carácter universal de sus leyes como leyes del desarrollo del mundo objetivo y del conocimiento, 2) elaborarla como un conjunto de determinadas leyes y categorías por medio de las cuales se expresa su contenido, y 3) las leyes y categorías de la dialéctica deben considerarse como un sistema científico coherente que se desarrolla y enriquece incesantemente sobre la base de los nuevos datos de la ciencia y de la nueva experiencia práctica de la humanidad.

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(*) M. M. Rosental, Lenin y la dialéctica, Capítulo I: El gran aporte de Lenin a la teoría de la dialéctica materialista, Apartado 2. Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, Uruguay.

(**) La expresión adecuada en lugar de “crea leyes” debería ser “descubre leyes”, o, en todo caso, revela las leyes al descubrirlas y expresarlas. [Nota de la Redacción CH].

(1) “Voprosi filosofía”, 1962, N° 1, p. 97.

(2) Ibíd.

(3) “Voprosi filosofía”, 1962, N° 1, p. 98.

(4) Ibíd., p. 99.

(5) “Voprosi filosofía”, 1962, N° 1, p. 98.

(6) “Voprosi filosofía”, 1962, N° 1, p. 99.

(7) Este problema es examinado en detalle en el libro del autor “Principios de lógica dialéctica” (Sotsekguiz, 1960). Ver Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, 1962.


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