Cómo Plantea Lenin el Problema Referente a la Elaboración
de la Teoría de la Dialéctica*
M. M. Rosental
EN SUS DEFINICIONES de la dialéctica y en su enfoque
de la investigación de ella, Lenin parte de las conocidas formulaciones de
Engels a este respecto. Engels consideraba la dialéctica materialista como la
teoría de las leyes más generales del desarrollo de la naturaleza, de la
sociedad y del pensamiento. En consonancia con ello, Lenin define la dialéctica
como teoría del desarrollo, como doctrina del desarrollo.
En el artículo “Tres fuentes y tres partes integrantes
del marxismo”, da la siguiente definición de la dialéctica: “es la doctrina del
desarrollo en su forma más completa, más profunda y más libre de
unilateralidad, la doctrina de la relatividad del conocimiento humano, que nos
da un reflejo de la materia en eterno desarrollo” (“Obras”, t. XIX, p. 4).
En estas palabras llama la atención el subrayado
polémico del momento de que la dialéctica materialista es la doctrina del
desarrollo más completa y “libre de unilateralidad”. En un subcapítulo
examinaremos detenidamente este importante aspecto del problema porque Lenin no
exponía simplemente la dialéctica, sino que la desarrollaba en lucha contra las
concepciones del desarrollo superficiales y “unilaterales”, metafísicas en
esencia.
Después de determinar el lugar y el papel de la
dialéctica en el marxismo y en la ciencia en general, Lenin revela su riquísimo
contenido, sus diferentes aspectos y facetas como ciencia filosófica. A este
respecto tiene gran importancia su crítica de la concepción plejanoviana de la
dialéctica. Lenin valoraba positivamente las obras filosóficas de Plejánov,
indicando que no se puede ser un marxista consciente sin haber estudiado todo
lo realizado por Plejánov en este dominio. Y al mismo tiempo Lenin hizo una
serie de observaciones críticas muy serias a su respecto a propósito de su
enfoque de los problemas de la dialéctica materialista.
Esas observaciones son esenciales porque muestran la
concepción del propio Lenin acerca del contenido de la dialéctica como ciencia.
Esas observaciones siguen dos líneas: al reducir, según expresión de Lenin, la
dialéctica a una suma de ejemplos, Plejánov no la estudiaba como ciencia, como
teoría, como sistema de leyes y categorías vinculadas en una unidad por los
principios generales del reflejo de la dialéctica del mundo objetivo en el
pensamiento y por la generalización de la inmensa práctica multisecular del
desarrollo histórico del pensamiento humano; 2) Lenin hace a Plejánov el
reproche de que éste no elaboraba la dialéctica como lógica y teoría del
conocimiento, es decir, de que ignoraba estos importantísimos aspectos de la
dialéctica, limitándose a meras ilustraciones de la acción de las leyes de la
dialéctica en la naturaleza y en la sociedad.
Examinemos cada una de estas dos líneas según las
cuales Lenin hace sus observaciones críticas y, por consiguiente, revela la
riqueza del contenido de la dialéctica materialista.
Como es sabido, Lenin se pronunció categóricamente
contra la reducción de la dialéctica a una “suma de ejemplos”. Naturalmente,
Lenin no se oponía a la ilustración y confirmación de los principios y tesis de
la dialéctica con ejemplos y hechos tomados de las diferentes esferas del mundo
objetivo. Al referirse al método de exposición e incluso de estudio del método
dialéctico, señalaba la necesidad de partir de los ejemplos más simples tales
como “Iván es un hombre; Zhuchka es un perro…”, y a poner de manifiesto ya en
estas proposiciones simples todos los elementos de la dialéctica. Por
consiguiente, no se puede entender su objeción contra la reducción de la
dialéctica a una suma de ejemplos como rechazo de los ejemplos, especialmente
en exposiciones populares.
Lenin se refería a otra cosa, directamente vinculada
con su planteamiento del problema acerca de la elaboración de la dialéctica
como ciencia, como teoría. Con un ejemplo tomado del dominio de la naturaleza,
de la vida social y del pensamiento, es posible únicamente facilitar la comprensión
de la esencia de la dialéctica, confirmar la justeza de sus principios, pero es
imposible revelar su significación como ciencia de las leyes universales del
desarrollo. Tal o cual ejemplo o hecho es solo una de la infinita multitud
de manifestaciones particulares de la dialéctica que por sí mismas son aún
insuficientes para demostrar su carácter universal. Si el ejemplo dado confirma
e ilustra bien tal o cual tesis dialéctica, ¿no se puede acaso escoger ejemplos
de otro género que lo refuten o que por lo menos no lo confirmen? Precisamente
este el camino que siguen muchos adversarios de la dialéctica materialista
pertenecientes al campo de la filosofía burguesa. Pertrechados con una lupa,
buscan hechos que aunque solo sea en la más mínima medida sirvan de ejemplos
contra la dialéctica. Claro está, es imposible encontrar esos ejemplos, pero no
es tan difícil dar vuelta un hecho cualquiera de modo que se pueda comprobar
que en él no existe la negación de la negación o la lucha de los contrarios.
Todos recuerdan el caso de Sidney Hook quien citaba el siguiente ejemplo: si se
destruye el grano, no se produce ninguna “negación de la negación”, es decir,
un desarrollo con retorno al principio inicial, pero sobre una base superior.
Este ejemplo, sin embargo, está completamente fuera de lugar porque la ley de
la negación de la negación generaliza los procesos del desarrollo y
cuando se destruye el grano está ausente precisamente el desarrollo.
Dicho de otro modo, la reducción de la dialéctica a
una suma de ejemplos contiene la posibilidad de un enfoque puramente positivista
de la dialéctica, cuyo sentido estriba en que se afirma: Bien, ustedes citan
mil ejemplos que demuestran la verdad de los principios dialécticos, pero de
pronto aparece el ejemplo 1001 que echa abajo esos principios o se convierte en
una excepción de ellos, y entonces todo vuestro edificio se desploma. Como
clara expresión precisamente de tal enfoque, positivista, de la dialéctica, que
no la reconoce como ciencia, como teoría, puede servir el
artículo de A. J. Ayer, “Filosofía y ciencia”, escrito para la revista “Voprosi
filosofía”.
Ayer se pronuncia contra la dialéctica materialista
desde posiciones puramente positivistas. Niega en principio la posibilidad de
una filosofía capaz de ofrecer una “doctrina integral” y de explicar los
fenómenos del mundo. Plantea el problema así: “¿Acaso la filosofía podría
ofrecer también hoy una doctrina integral que sirva como fundamento general
para las ciencias especiales y formular una serie de postulados que describan
los fenómenos de la naturaleza en la forma más generalizada”1
Ayer rechaza terminantemente la posibilidad de tal
filosofía. Pero para nuestros fines, lo que importa es llamar la atención sobre
su modo de argumentar. Cuando niega la dialéctica materialista como tal
“doctrina integral”, procede mediante su reducción a ejemplos, de los cuales
unos, en su opinión, la confirman y otros la refutan. De aquí saca la
conclusión de que sus principios tienen significación local, pero no universal.
Escribe que el defecto fundamental de los intentos de todo género para crear
una filosofía como “doctrina integral” consiste en que “las proposiciones
surgidas como resultado, estaban privadas de contenido objetivo”2.
Por “contenido efectivo” Ayer entiende el contenido concreto, particular
que, por ejemplo, consiste en cualquier proposición física, biológica u otra. Así,
por ejemplo, según su concepción, la tesis de que cada fenómeno tiene su causa,
carece de contenido efectivo. Si en cambio se le da el sentido que le confería
el viejo determinismo mecanicista, es decir, que a condición de conocer los
datos iniciales (posición y velocidad) de cada partícula material es posible
determinar en cualquier fracción de tiempo la posición ulterior de esa
partícula, el principio de causalidad adquiere un contenido efectivo. Pero
entonces ese principio pierde su significación universal porque en la mecánica
cuántica, por ejemplo, semejante forma de determinismo no tiene cabida. Por eso
el dilema es el siguiente: o bien los principios filosóficos tienen
significación universal, pero ésta se paga al elevado precio de la pérdida del
contenido efectivo, o bien tienen contenido efectivo pero entonces se vuelven
limitados y no filosóficos.
Ayer enfila esta argumentación contra la dialéctica,
contra el reconocimiento de su significación universal. “La misma objeción, a
mi parecer -escribe-, puede hacerse también contra la teoría que afirma que las
leyes de la dialéctica gobiernan la naturaleza. Decir que un proceso natural
niega a otro y que después ambos se resuelven en una síntesis superior, o
hablar del tránsito de la calidad a la cantidad no tiene ningún sentido hasta
tanto no se hayan determinado con exactitud los correspondientes fenómenos
concretos. Nosotros debemos saber qué significa la negación en términos de
procesos físicos, qué debe entenderse por síntesis, cómo distinguir los
diferentes niveles, cuáles son precisamente las cosas que cambian y cómo
transcurren esos cambios”3. En estas consideraciones llaman la
atención las palabras acerca de que las tesis de la dialéctica pueden adquirir
sentido solo cuando sean expresadas “en términos de procesos físicos”. Pero,
¿por qué solo en términos de procesos físicos y no, digamos, biológicos,
cosmogónicos, económico-políticos, históricos, etc.? ¿Y por qué solo en
términos de estos fenómenos y procesos físicos dados, y no de otros -de los que
hay una infinita multitud? La cuestión radica, sin embargo, en que los
postulados filosóficos, incluidas las tesis de la dialéctica, no pueden por su
naturaleza misma, en virtud de su universalidad, ser formulados en una
forma concreta, particular. Esto significa colocar deliberadamente a la
filosofía ante problemas insolubles, algo tan intolerable para cualquier
ciencia particular, concreta, como lo sería el exigir una formulación de leyes
científicas que tuviera significación solo para un caso dado, para este
caso. Toda ley es algo general, y en consecuencia, lo general no puede ser
directamente expresado en una forma concreta. Aquella exigencia equivaldría a
negar las leyes en general, no solo las universales de las que se ocupa la filosofía,
sino también las leyes particulares, más restringidas, como las que estudian
las ciencias especiales. Toda la diferencia entre ellas reside en los niveles,
en los grados de generalización.
No cabe sorprenderse, pues, de que al enfocar la
dialéctica y sus principios solo desde el punto de vista de los objetos
singulares, Ayer compruebe: la dialéctica halla su aplicación y justificación
en la esfera de la vida social (este reconocimiento es de por sí valioso), pero
no en el dominio de la física y de las demás ciencias naturales. Ayer cree que
el principio de las contradicciones dialécticas, si se le formula como
conflicto entre los “intereses económicos de las diversas clases”, de
indeterminado se vuelve determinado, es decir, adquiere un contenido efectivo.
“En este caso -afirma- una idea determinada sobre las oposiciones naturales
adquiere un contenido concreto”5. En realidad, naturalmente, en este
caso no es la idea “indeterminada” sobre las oposiciones la que adquiere un
contenido, sino que la idea completamente determinada y sustancia se
concreta, se manifiesta en una de las muchas expresiones
particulares. Ayer quiere identificar una de esas expresiones particulares con
la esencia de la ley misma y privarla así de su significación universal.
Pero lo general en calidad de tal, en virtud de su naturaleza general, no puede
tener en todas partes la misma expresión. Más aún. Si aplicada al desarrollo
social, se reduce la ley universal de las contradicciones a un ejemplo del
conflicto entre “los intereses económicos de las diversas clases”, perdería
también en esta esfera, es decir en la esfera social, su significación
universal, pues bajo el socialismo y el comunismo no hay cabida para este
género de conflictos. A propósito sea dicho, precisamente sobre esta base
muchos de nuestros adversarios acusan a los marxistas contemporáneos de
traicionar la dialéctica porque éstos no reconocen el conflicto entre los
intereses económicos de clase y la lucha de clases como fuerza motriz del
desarrollo del socialismo y tanto menos bajo el comunismo. Pero, en realidad,
en una determinada etapa de la sociedad, la lucha de clases deja de ser la
fuerza motriz del desarrollo, lo que de ningún modo significa la “muerte” de la
dialéctica y de la ley dialéctica de las contradicciones. Esto confirma una vez
más excelentemente que no se puede reducir una ley de la dialéctica a tal o
cual ejemplo particular de su manifestación.
Por más universal que sea tal o cual ley -si es una
ley científica y no fantástica- no puede carecer de “contenido efectivo”, pues
se basa en la generalización de la realidad y de los hechos reales. Tal es la
naturaleza de cualesquiera leyes, tanto filosóficas, es decir, más
generales, como científicas especiales, es decir, limitadas en su aplicación.
El sentido de la exigencia leninista de no reducir la
dialéctica a una “suma de ejemplos” consiste también en revelar y estudiar el
carácter universal de sus principios, que tienen fuerza de ley. Al
hacer un esbozo de los “elementos de la dialéctica” y situando en primer lugar
la objetividad del examen de las cosas, Lenin observa allí mismo “… no
ejemplos, no divergencias, sino la cosa en sí”. Los ejemplos por sí mismo no
pueden revelar el carácter universal de las leyes; solo pueden lograrlo el
análisis de la realidad, el análisis del desarrollo de las cosas mismas, la
generalización de las conexiones y relaciones esenciales de las cosas. Formular
una teoría de la dialéctica, emplearla como ciencia, según Lenin,
significa estudiar los principios de la dialéctica como leyes que tienen
significación universal, que plantean determinadas exigencias del
enfoque de la realidad y su conocimiento. Si tales o cuales principios
filosóficos no cumplen esas funciones, no constituyen una ciencia, una teoría
científica. Precisamente este aspecto es el que Lenin subraya en primer lugar y
principalmente cuando exige la elaboración de la teoría de la dialéctica. Lenin
ve la deficiencia del enfoque plejanoviano de la dialéctica en que, por
ejemplo, un principio esencial de ésta como la unidad de los contrarios “es
considerada como una suma de ejemplos… y no como una ley del
conocimiento (y como una ley del mundo objetivo)” (“Obras”,
t. XXXVIII, p. 357).
Pero ¿qué significa considerar esta tesis como una
ley? Lenin da una clara respuesta a la pregunta: significa reconocer las
tendencias contradictorias, mutuamente excluyentes, opuestas, “en todos
los fenómenos y procesos de la naturaleza (incluidos el espíritu y la
sociedad)” (“Obras”, t. XXXVIII, p. 358). Y del hecho de que es una ley
universal deriva una determinada exigencia para nuestro conocimiento: “La
condición para el conocimiento de todos los procesos del mundo en su «automovimiento»,
en su desarrollo espontáneo, en su vida real, -escribe Lenin- es su
conocimiento como unidad de los contrarios” (“Obras”, t. XXXVIII, p. 358).
Ayer piensa que si una teoría tiene significación
universal pierde en consecuencia su “fuerza explicativa”. “No tenemos nada que
hacer con ella -escribe-, porque no presenta a los hechos ninguna exigencia
determinada”6. Pero las cosas son justamente al revés. Precisamente
porque la teoría de la dialéctica tiene significación universal, en cuanto generaliza
lo esencial que es propio a todos los fenómenos, posee una inmensa
fuerza explicativa y presenta determinadas exigencias al conocimiento de los
hechos. Claro está, un positivista puede decir: ustedes combaten la reducción
de la dialéctica a una suma de ejemplos, pero ustedes mismos declaran que
vuestra dialéctica tiene la pretensión de generalizar todos los
fenómenos; pero si esto es así ¿no introducen ustedes de antemano la necesidad
de examinar más y más ejemplos? En caso contrario es imposible demostrar su
carácter universal y su significación universal. Pero aquí nos encontramos ya
con una concepción no científica, positivista, de la ley. La ciencia jamás
agota la suma de los hechos o ejemplos de cuya esencia la ley es la
generalización y expresión. Si el análisis científico revela correctamente la
esencia de la realidad, no tiene significación el número de hechos
investigados, sean cien o ciento uno. Si en cambio se emprende el camino de una
investigación infinita de hechos y ejemplos, cuya explicación es la ley dada,
ésta no será descubierta jamás. Esto se refiere especialmente a las leyes más
generales. No admite duda, por ejemplo, que ningún hecho nuevo puede destruir
la fuerza y significación general de la ley de la conservación y transformación
de la energía para explicar los fenómenos de la naturaleza. Con mayor motivo
aun, esto se refiere a las leyes (como las de la dialéctica) que son las leyes más
generales. Una cosa distinta es que el estudio de los nuevos hechos y de
las nuevas condiciones históricas tiene una significación inmensa para el
desarrollo y la concreción de esas leyes dialécticas generales. Pero éste es ya
otro aspecto del problema.
La exigencia leninista de investigar la dialéctica
como ciencia, como teoría, significa examinarla en calidad de “doctrina
integral”, que nos da la explicación de leyes a las que se subordinan los
hechos de la realidad y los principios de su reflejo en el cerebro, en el
pensamiento humano. Este enfoque de la dialéctica contiene una concepción de
invalorable significación heurística acerca de ella.
De este elemento fundamental, que caracteriza la
dialéctica como ciencia, como teoría, deriva también el siguiente momento de
excepcional importancia. Toda teoría científica es la generalización de
fenómenos y procesos de la realidad. La generalización a su vez es el reflejo
de la esencia, de lo esencialmente general en la masa de los fenómenos. Para
expresar esa esencia de los fenómenos, la teoría científica crea leyes**,
conceptos y categorías, formula determinados juicios, proposiciones, etc.
Poseen una significación especialmente importante en toda ciencia y teoría
científica, las leyes y conceptos en que se resume lo más importante y esencial
de los resultados alcanzados en el proceso del conocimiento del mundo objetivo.
La filosofía no constituye una excepción a lo
antedicho. Como toda ciencia, resume los resultados de su propia generalización
en forma de leyes, conceptos, categorías, etc. A este respecto, en la filosofía
adquieren significación primordial las leyes y categorías como
formas del reflejo de la realidad que permiten abarcar y expresar las
generalizaciones de máxima amplitud. Tales son, por ejemplo, las leyes más
generales del desarrollo formuladas por la dialéctica, o las leyes generales
del desarrollo social dadas por la teoría del materialismo histórico, las
categorías de ser, pensamiento, espacio, tiempo, movimiento, contenido, forma,
necesidad, casualidad, formación económico-social, modo de producción, base,
superestructura y muchas otras.
El planteamiento que hace Lenin del problema
concerniente a la elaboración de la dialéctica como ciencia, incluye, en
calidad de una de las más importantes exigencias, que sea investigada bajo la forma
de leyes y categorías que abarquen en su conjunto todos sus aspectos y
tesis. No es casual que precisamente en los “Cuadernos filosóficos”, donde con
toda fuerza planteó el problema del enfoque de la dialéctica como ciencia, de
la elaboración de la teoría del desarrollo dialéctico de la realidad y
del pensamiento dialéctico, Lenin prestara muy grande atención al problema de
las leyes y categorías. Enuncia definiciones generales de los conceptos y
categorías, explica su significación como grados, como puntos nodales del
conocimiento del mundo, como expresión de las conexiones y relaciones
esenciales de los fenómenos, investiga especialmente la naturaleza de las
categorías dialécticas, subraya su flexibilidad, conexión, tránsitos
recíprocos, carácter contradictorio, etc.7
Si las leyes y categorías en general son “puntos
nodales” del conocimiento del mundo, en la dialéctica misma en cuanto teoría
del desarrollo de las leyes y categorías deben, de acuerdo con Lenin,
constituir su esqueleto, por cuanto en ellas y por medio de ellas se expresan
los diferentes aspectos del proceso universal del desarrollo del mundo objetivo
y de su conocimiento. Por eso, la dialéctica puede ser estudiada como ciencia,
como teoría científica, solo cuando es considerada como un conjunto
coherente de leyes y categorías. En calidad de notable ejemplo de este
enfoque auténticamente teórico de la investigación, Lenin cita “El Capital” de
Marx que representa un sistema coherente e integral de leyes y categorías
económicas.
Lenin ve el aspecto positivo de la “Ciencia de la
lógica” de Hegel, entre otras cosas, precisamente en que en ella el desarrollo
del mundo está expresado en forma categorial. Cada categoría singular considera
un aspecto aislado, nexos y relaciones aislados del todo (es decir, del mundo)
y todos ellos en su acción y tránsito recíprocos expresan el todo. Lenin ofrece
una imagen sumamente instructiva de este cuadro lógico del mundo que permite
comprender toda la significación de las categorías para la dialéctica en cuanto
ciencia filosófica.
“El río y las gotas en ese río. La posición de cada
gota, su relación con las otras; su vinculación con las otras; la dirección de
su movimiento; la velocidad; la línea del movimiento -recta, curva, circular,
etc.- hacia arriba, hacia abajo. La suma del movimiento. Los conceptos como registros
de aspectos singulares del movimiento, de las gotas singulares (= «cosas», de «corrientes»
singulares, etc. He aquí à peu près (aproximadamente, M. R.) el cuadro
del mundo según la lógica de Hegel, -desde luego menos Dios y el absoluto”
(“Obras”, t. XXXVIII, p. 36).
La dialéctica materialista en este aspecto, según
Lenin, continúa y desarrolla las mejores tradiciones de toda la filosofía
pasada, en la cual desde Aristóteles, se concedía gran significación a las
categorías como instrumento de conocimiento y explicación filosóficos del mundo
a diferencia del positivismo moderno, que las minimiza por todos los medios y
las despoja de su contenido real objetivo. Pero a Lenin le era ajena la idea de
que el número de categorías filosóficas debe estar rigurosamente determinado y
dado de una vez para siempre. Así como es infinito el mundo en su desarrollo e
ilimitado su conocimiento, el movimiento del pensamiento humano hacia la
profundidad de la materia, tampoco la cantidad de categorías y conceptos tiene
un límite determinado. Los nuevos datos, las nuevas condiciones engendran
nuevos conceptos y categorías filosóficos. Claro está que en comparación con
las ciencias especiales, donde en virtud de la gran concreción del contenido y
del objeto mismo de investigación, cambia y se desarrolla más rápidamente el
conocimiento y por eso crece más rápidamente el número de nuevos conceptos, la
ciencia filosófica con sus categorías es, por así decirlo, más estable. Pero
también aquí el sistema de categorías y conceptos, pese a su máxima
generalidad, no se halla en estado de clausura.
Por consiguiente, en la dialéctica en cuanto teoría
del mundo objetivo y las leyes de su desarrollo y del conocimiento deben ser
reflejados por medio de las leyes y categorías filosóficas. Pero es claro que
éstas no pueden ser algo incoherente, un montón en el que cada categoría y cada
ley pueden ocupar cualquier lugar. Toda ciencia es un determinado sistema de
conceptos, y este sistema no es arbitrario, sino que está subordinado a los
fines del reflejo objetivo del objeto investigado por la ciencia. En cada
ciencia el problema de la conexión recíproca, de la correlación
de las leyes, conceptos y categorías es uno de los más arduos y, al mismo
tiempo, de los más importantes, sin cuya resolución no hay ni puede haber
ciencia.
Lenin planteó con toda fuerza este problema con
respecto a la ciencia de la dialéctica, de la lógica dialéctica, en los
“Cuadernos filosóficos”, y no solo lo planteó como problema, sino que indicó el
camino y los principios del enfoque para su solución. Junto a los rasgos ya
mencionados que caracterizan la dialéctica como teoría, como ciencia, este
rasgo, es decir el de que ella debe ser investigada como sistema de leyes y
categorías, constituye, indudablemente, según Lenin, uno de los rasgos más
importantes y esenciales. Sin esto no hay ciencia, no hay teoría. Entre tanto,
algunos investigadores de la filosofía marxista sienten temor ante el concepto
mismo de sistema de la dialéctica materialista. Para ellos es semejante al
sistema idealista de la lógica de Hegel en el que solo ven las insuficiencias,
el carácter artificioso y forzado de algunas transiciones, inherentes al mismo,
etc., atenuando lo positivo que contiene y que Lenin subrayaba de todas las
maneras. En otros, la actitud negativa hacia el planteamiento mismo de este
problema es suscitada, evidentemente, por el temor de decretar un sistema
rígido cualquiera al que habría que aferrarse en toda explicación de la
dialéctica, etc. En realidad, desde luego, no se trata de esto, y como sabemos,
el propio Lenin procedió con extraordinaria soltura al exponer la esencia de la
dialéctica y de la lógica dialéctica, destacando a primer plano, en dependencia
de los fines perseguidos, ya unos, ya otros de sus aspectos. Sin embargo,
planteó el problema de la conexión, del orden, de la sucesión de las categorías
de la dialéctica concediéndole una gran significación metodológica. Claro está
que Lenin tenía presente no un sistema rígido, sino la elaboración de los
principios generales del enfoque de este problema, que señalaran la idea
directriz y excluyeran la arbitrariedad y el subjetivismo, definieran los marcos
generales del planteamiento y solución acertados de dicho problema. Esta es
una de las condiciones del enfoque de la dialéctica como teoría, como ciencia.
En efecto, ¿qué diríamos, si la economía política del
capitalismo se expusiera partiendo, digamos, del concepto de precio de
producción, luego se pasara de él a la categoría de plusvalía y de ésta
directamente a la renta de la tierra? ¿O si al explicar y estudiar la tabla
periódica de los elementos químicos, la química procediera desde el elemento
uranio al hidrógeno, del hidrógeno directamente al nitrógeno, etc.? Con un “sistema”
de conceptos tal serían imposibles estas ciencias mismas. Es bien sabida la
inmensa importancia que Marx concedía a la estructura de los conceptos y
categorías económicos en “El Capital”.
En este sentido también el problema de la estructura
de la dialéctica tiene significación primordial. Basta indicar las dificultades
que enfrenta todo autor de manuales o textos sobre materialismo dialéctico en
conjunto o en particular sobre la dialéctica cuando debe resolver el problema
del orden y el lugar de cada categoría en el sistema general de las leyes y
categorías dialécticas. Pero la significación de la estructura científica, del
sistema de conceptos de la dialéctica, como de toda otra ciencia, no depende,
naturalmente, solo de los fines de una acertada exposición del material
científico. En realidad, la significación del sistema, de la estructura de
conceptos en cada ciencia es considerablemente más profunda; ella indica el camino
de investigación, del conocimiento, del contenido concreto del dominio
estudiado del mundo objetivo, establece la correlación, el nexo interno entre
los conceptos, que expresa la conexión y los tránsitos recíprocos de los fenómenos
y procesos objetivos mismos.
Este problema tiene particular significación para la
lógica como teoría del conocimiento. La lógica opera con los conceptos y
categorías más generales, que tienen importancia para cualquier dominio del
conocimiento científico. Por eso también la estructura de los conceptos lógicos
tiene inmensa significación metodológica, pues indica el camino y los
modos de toda investigación, de todo conocimiento.
Por lo tanto, la exigencia de Lenin de estudiar la
dialéctica como una teoría integral contiene, a nuestro juicio, tres momentos
fundamentales: 1) no reducir la dialéctica a una suma de ejemplos, sino revelar
el carácter universal de sus leyes como leyes del desarrollo del mundo objetivo
y del conocimiento, 2) elaborarla como un conjunto de determinadas leyes y
categorías por medio de las cuales se expresa su contenido, y 3) las leyes y
categorías de la dialéctica deben considerarse como un sistema científico
coherente que se desarrolla y enriquece incesantemente sobre la base de los
nuevos datos de la ciencia y de la nueva experiencia práctica de la humanidad.
_____________
(*) M. M. Rosental, Lenin y la dialéctica, Capítulo
I: El gran aporte de Lenin a la teoría de la dialéctica materialista,
Apartado 2. Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, Uruguay.
(**) La expresión adecuada en lugar de “crea leyes”
debería ser “descubre leyes”, o, en todo caso, revela las leyes al descubrirlas
y expresarlas. [Nota de la Redacción CH].
(1) “Voprosi filosofía”, 1962, N° 1, p. 97.
(2) Ibíd.
(3) “Voprosi filosofía”, 1962,
N° 1, p. 98.
(4) Ibíd., p. 99.
(5) “Voprosi filosofía”, 1962,
N° 1, p. 98.
(6) “Voprosi filosofía”, 1962, N° 1, p. 99.
(7) Este problema es examinado en detalle en el libro
del autor “Principios de lógica dialéctica” (Sotsekguiz, 1960). Ver Ediciones
Pueblos Unidos, Montevideo, 1962.
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