El Manifiesto Comunista y el Partido de Clase
(Última Parte)
Eduardo Ibarra
MÁS ARRIBA HEMOS hablado del método de análisis de García, de su esquematismo; pues bien, ahora toca extendernos suficientemente sobre esta cuestión que está en la base de sus extravíos teóricos.
Como es posible que lo sepan quienes han leído con atención algunos textos representativos de nuestro personaje, los mismos se caracterizan por presentar una coherencia interna formal que, precisamente por formal, pone en evidencia su condición de ser un análisis cerrado y, por lo tanto, no pasible de complementos de importancia. Este es un vicio metodológico. García abusa pues del método de la abstracción y, este abuso consiste en que deja por fuera los elementos de la realidad concreta que no calzan con su esquema prestablecido, tal como hemos visto ya en el presente artículo. Por eso no es casual que, como resultado de ello, en su exposición encontremos notorias falacias y evidentes sofismas (muy necesarios a su armonía interna formal). Así, pues, el esquematismo de García tiene escasa conexión con la realidad concreta y, en realidad, la falsea.
Este formalismo, este abuso de la abstracción, este vicio metodológico le viene, probablemente, de Bujarin. Compare el lector, por ejemplo, el libro La economía mundial y el imperialismo, de Bujarin, y El imperialismo, fase superior del capitalismo, de Lenin, y encontrará la diferencia entre el método formalista del primero y el método marxista del segundo. Mientras Bujarin pretende agotar el tema del imperialismo mediante una estructura expositiva cerrada, Lenin no pretendía ofrecer en su libro un análisis completo de todos los cambios experimentados por el capitalismo en su fase imperialista y, en consecuencia, su método no aparece como un sistema cerrado, formalmente perfecto; en otras palabras, Lenin no pretendía que su libro fuera un análisis acabado de la nueva realidad del capitalismo; por el contrario, su libro deja abierta la posibilidad de nuevos desarrollos; así, por ejemplo, en sus páginas no expone sus ideas sobre el capitalismo monopolista de Estado, cuestión que aborda posteriormente en El Estado y la revolución, desarrollando así la teoría de la realidad contemporánea del capitalismo. Es decir, en El imperialismo, fase superior, el jefe de la revolución rusa expone los cambios del capitalismo que servían suficientemente para demostrar que el mismo había pasado a una nueva fase de su desarrollo, y, por cuanto del tema que se analiza en El estado y la revolución se desprende la necesidad de anotar el lugar y el papel del capitalismo monopolista de Estado en el imperialismo, entonces Lenin procedió en consecuencia; así, escribió en su mencionado libro:
… el imperialismo, la época del capital bancario, la época de los gigantescos monopolios capitalistas, la época de transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado, revela un extraordinario fortalecimiento de la “máquina del Estado”, un desarrollo inaudito de su aparato burocrático y militar, en relación con el aumento de la represión contra el proletariado, así en los países monárquicos como en los países republicanos más libres.(10)
Dicho lo anterior, puede decirse que, si no directamente de Bujarin, el método de análisis y exposición de García tiene muy poco que ver con el método marxista. Esto está claro.
Este vicio metodológico, este formalismo, estos recursos criollos, este extravío teórico de García se observan en muchos de sus artículos y ensayos. Mencionemos algunos: “El movimiento comunista internacional en la encrucijada”, “La lección polaca”, “La unidad del m.c.i.”, “El socialismo en España”, “El desmonte del izquierdismo”, “Talón de Aquiles-Mano de piedra”, “Las siete triples”, “El lexicón octubrino”, “El socialismo peruano”, “El movimiento comunista”, “El partido de Mariátegui”, “Nuestra época”, “Las cinco caídas de yo el supremo”, “El pedestal de cristal”, “Los partidos comunistas hoy”, “¿Al fin, quo vadis honorable Partido Comunista?”, “Acerca del centenario del socialismo peruano”, “¿Reconstitución, reivindicación, refundación?”, etc., etc., etc.
En el ya citado artículo “¿Al fin, quo vadis honorable Partido Comunista?”, García escribió que “ahora se debe poner el acento principalmente en el ‘conócete tú mismo’”. Muy bien, pero, entonces, nuestro formalista debería comenzar por conocerse a sí mismo. Así, tendría que reconocer que en la década de los setenta fue la cabeza del liquidacionismo de “izquierda” en las filas del Partido; que desertó de estas filas en febrero de 1975 –abandonando sin ningún escrúpulo a sus propios seguidores–; que en la segunda mitad de la misma década –y como resultado de su liquidacionismo– comenzó a replantear una serie de cuestiones que revelaban su renuncia a aspectos fundamentales de la lucha contra el revisionismo contemporáneo –renuncia que se puso de manifiesto primeramente en la revista Punto de Vista–; y que, algo después, lo condujo al liquidacionismo de derecha; a abjurar del marxismo-leninismo; a negar la correcta relación entre la verdad universal del proletariado y nuestra realidad concreta y, por lo tanto, a negar el principio de integrar la verdad universal del proletariado con la práctica concreta de la revolución peruana; a falsificar cuestiones fundamentales dirimentes de la Creación Heroica de Mariátegui; a negar el partido de clase promoviendo un kautskiano partido-amalgama; a negar la restauración del capitalismo en la URSS y otros países; a silenciar el nombre científicamente exacto del partido proletario; a promover una táctica según la cual la lucha electoral y no la lucha directa de las masas es la forma principal de lucha del proletariado; a negar los deberes del internacionalismo proletario; a conculcar el centralismo democrático en su propio grupo; a incentivar el culto a su persona; a aplicar los métodos criollos en la polémica con sus críticos etc., etc., etc.
Y de nada le sirve su extravagante afirmación –verdadera maniobra– según la cual él mismo no tiene forma de negar la tipificación de sus posiciones como revisionismo, sugiriendo así que las mismas son una “revisión positiva del marxismo”, pues cualquier marxista con un mínimo conocimiento del marxismo puede reconocer que sus posiciones –como las reseñadas arriba y otras más– son una flagrante revisión oportunista del marxismo.
Por sus obras los conoceréis, dice el aforismo. Y bien, siendo la cabeza del liquidacionismo –desde los años setenta hasta hoy– García tenía la obligación política y moral de cumplir el papel principal en la dirección práctica de su grupo, obligación con la que no fue consecuente en ningún momento. Así, su grupo está por cumplir: a) 50 años de existencia sin haber alcanzado ni el más mínimo grado de influencia en la clase obrera y el campesinado; b) más de 40 años desde que su cabeza propuso la reestructuración de los municipios como el “camino al socialismo”, no habiendo ganado en todo ese tiempo una sola alcaldía; c) 36 años desde que planteó, en otros términos, la “dilución-integración” de todas las organizaciones marxistas y oportunistas que activan en nuestro medio; d) 15 años desde que, tergiversando una afirmación de Mariátegui,(11) propuso que su grupo pasara a desenvolver un trabajo exclusivamente organizativo, sin haber salido hasta hoy de la situación orgánica en que se encontraba cuando hizo la propuesta; etc., etc., etc.
He ahí la “obra” de García que, obviamente, él mismo conoce de primera mano, pero de la cual no quiere hablar en absoluto. Esta obra puede ser expuesta concisamente así: la deserción de García del partido en 1975 terminó convirtiéndose en las décadas posteriores en su deserción del marxismo-leninismo y de los Fundamentos Teóricos, Políticos y Orgánicos del Partido de Mariátegui. ¡Ni más ni menos!
Ahora bien, con sus posiciones oportunistas, reseñadas aquí brevemente, ¿qué rol podría cumplir el grupo liquidacionista en la revolución peruana? “¡NINGUNO! ¡ABSOLUTAMENTE NINGUNO!” Así lo demuestran los casi cincuenta años de existencia independiente del grupo liquidacionista.
El método formalista examinado en esta última parte de nuestro artículo, es una evidente negación del método de análisis plasmado en el Manifiesto comunista y otras obras marxistas y, en este sentido, la más grave “falla geológica” del discurso del “profundo” García.
Nota
[10]
El estado y la revolución, ELE,
Pekín, 1975, p. 39.
[11]
La afirmación mariateguiana negada por García es la siguiente: “Berl distingue
y separa los tiempos de acción de los tiempos de espera, distinción que para el
‘revolucionario profesional’, de que habla Max Eastman, no existe. El secreto
de Lenin está precisamente en su facultad de continuar su trabajo de crítica y
preparación sin aflojar nunca en su empeño, después de la derrota de 1905, en
una época de pesimismo y desaliento. Marx y Engels realizaron la mayor parte de
su obra, aun independientemente de su eficacia revolucionaria, en tiempos que
ellos eran los primeros en no considerar de inminencia insurreccional. Ni el
análisis los llevaba a inhibirse de la acción, ni la acción a inhibirse del
análisis.” Pero ocurre que, como Berl, García separa los tiempos de crítica (de
espera en Berl) de los tiempos de preparación (de acción en Berl), separación
que no existe ni puede existir para el revolucionario, sea profesional o no,
pues, como acabamos de ver, a Marx, Engels y Lenin ni el análisis los llevaba a inhibirse de la acción, ni la acción a
inhibirse del análisis, es decir que, en un tiempo en el cual lo principal
puede ser el trabajo de crítica, la preparación es lo secundario y, por lo
tanto, no puede ser puesto de lado (como propone García); y, en un tiempo en el
cual lo principal puede ser la preparación, lo secundario es la crítica y, por
consiguiente, no puede ser puesta de lado (como hace García). Pero hemos visto
que, antidialécticamente, nuestro tergiversador de Mariátegui separa los
tiempos de crítica de los tiempos de preparación, con el burdo pretexto de que
en estos últimos el debate es “una discusión bizantina”, “un pleito de
sabidurías”, pretexto que oculta mal su vergonzoso temor a un verdadero debate
de ideas.
10.01.2024.
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