miércoles, 1 de mayo de 2024

Economía

La Coartada del Libre Mercado

Cesar Risso

RESULTA CURIOSO conocer las posturas de los intelectuales1 de derecha respecto de la diferencia entre derecha e izquierda. Los malabares que hacen para encubrir la realidad y enderezar la “percepción” de las clases trabajadoras hacia la responsabilidad de la izquierda por los graves problemas económicos que vivimos.

La época del imperialismo, caracterizada como aquella en la que dominan los monopolios, es algo tan evidente, que resulta imposible negarla. Sin embargo, nos plantean una y otra vez que el mercado es el mejor asignador de recursos y que por ello, el libre mercado es la única posibilidad de una gestión democrática.

Lo concreto es que si estamos en la época de la dominación de los monopolios, sencillamente no puede haber libre mercado.

A los argumentos que ya conocemos, les han añadido el siguiente:

“La derecha piensa, en distintos grados, que el libre mercado debe ser el que decida los temas centrales de la economía y que el resultado será siempre mejor que el control estatal por ser el sistema demasiado complejo para poder controlarlo y porque además el control estará siempre dirigido a beneficiar a quienes tienen el poder.”[resaltado nuestro]

Este argumento (la complejidad del sistema), según los intelectuales burgueses, es el que obliga a la existencia del libre mercado si es que deseamos la mejor asignación de recursos. Pero esta afirmación tiene implícita la valoración de la capacidad de la burguesía en particular, y del ser humano en general, para poder organizar y planificar la producción y el conjunto de actividades económicas de la sociedad. Es decir, dejan a la anarquía, al desorden, la solución de los problemas económicos. Además, hay que añadir, que la “mejor asignación de recursos” que le atribuyen al libre mercado, ha dado como resultado el conjunto de graves problemas que enfrenta la humanidad: la inflación, la pobreza, la desigualdad, la contaminación ambiental, con el consecuente deterioro y destrucción de los recursos naturales, etc. O sea que, el libre mercado como asignador de recursos es, desde el punto de vista de las clases explotadas, un desastre; y, desde el punto de vista de la burguesía imperialista, la posibilidad de explotación con la consecuente extracción de ganancias a las clases trabajadoras, sin límite ni control, con el añadido de que le permite sostener las relaciones sociales capitalistas.

La defensa del libre mercado tiene la finalidad de plantear la disyuntiva entre libre mercado o control estatal. Esta es, evidentemente, una disyuntiva falsa, debido a que en cualquiera de las dos propuestas está como base el sistema capitalista.

El Estado capitalista, o el “control estatal”, es la representación de los intereses de la burguesía, pues es una organización burocrático-militar que recurre a todos los mecanismos posibles para mantener a las clases trabajadoras sometidas a la forma de trabajo asalariado, además de recurrir al uso de relaciones sociales del pasado, como la esclavitud, que le rinden el fruto esperado de aumentar sus ganancias.

Para sortear el reconocimiento del carácter de clase burgués del Estado, orientan su argumento a la personalización del Estado. Así, dicen que “el control [estatal] estará siempre dirigido a beneficiar a quienes tienen el poder.”

La burguesía gasta enormes cantidades de dinero en la organización y planificación de sus empresas para hacer frente a la competencia y así desplazar a otras empresas y obtener ingentes ganancias. Es una descomunal inversión de recursos, que por supuesto se recupera con las exorbitantes ganancias extraídas de las clases trabajadoras. A pesar del nivel alcanzado en la organización y en la planificación de sus empresas, como de las grandes corporaciones multinacionales, que están repartidas por todo el planeta, son capaces de afirmar que el sistema capitalista es demasiado complejo y que por ello el Estado no puede llevar a cabo una mejor asignación de recursos que la que sí puede realizar el libre mercado.

Al respecto, tenemos la convicción de que la organización y planificación de las actividades económicas, para que sea un verdadero progreso, tienen que ser realizadas por el Estado Socialista, en el proceso de superación del trabajo asalariado, y de las demás formas de explotación; por el trabajo, libre de todo sometimiento, y de toda forma de explotación; por el proletariado organizado como clase dominante, en conjunto con las demás clases explotadas, en la transición de la economía capitalista hacia la economía socialista.

A pesar del enorme incremento de la productividad industrial y económica en el mundo durante el siglo XX y lo que corre del XXI, las clases trabajadoras no se han visto beneficiadas en sus condiciones materiales de existencia, sino que se ha agudizado la desigualdad, con un nivel mucho mayor de concentración de la “riqueza” por parte de la burguesía imperialista.

Por ejemplo:

“Un trabajador promedio necesita trabajar solo 11 horas por semana para producir tanto como 40 horas por semana en 1950. (Los datos aquí provienen de los Estados Unidos, pero los aumentos de productividad en Europa y Japón han sido de la misma magnitud). La conclusión es inevitable: si la productividad significa algo, un trabajador debería poder ganar el mismo nivel de vida que un trabajador de 1950 en solo 11 horas por semana.”3

Esto significa, que un resultado inmediato del aumento de la productividad debería de haber significado la reducción de la jornada laboral. Asimismo, al incrementarse las actividades económicas como consecuencia del aumento de la productividad, el empleo debió de haber crecido de manera importante. Pero, no ha ocurrido ni uno de los dos efectos importantes debidos al crecimiento de la productividad. Mas bien, el aumento de la productividad ha significado la sobre explotación de los trabajadores, quienes laboran más horas, y acceden a menores recursos con lo cual se ven afectadas sus condiciones materiales de existencia.

Los argumentos económicos de la burguesía se dirigen hacia la necesidad de sustentar la importancia de la derecha y del libre mercado, para sostener la idea de que todos los problemas son el resultado de los políticos y partidos de izquierda, y de aquellos que no encajan en dicha definición, como el caso de los congresistas. Esta es una evasión absurda, pero que encaja con el resto de disparatados argumentos de la burguesía. Ayuna como se encuentra de ideas para sustentar el sistema capitalista, echa mano de lo que sea.

“Esto nos lleva a la discusión actual respecto a si el gobierno de Dina Boluarte, o ella misma, es de derecha o de izquierda. El gobierno actual es producto de un gobierno de izquierda desastroso que acabó en un autogolpe fracasado. Además, la presidente tiene una muy baja popularidad y es mantenida por una mayoría del Congreso sobre la cual, como veremos, no aplican etiquetas ideológicas (ni de derecha ni de izquierda) más allá de su propio interés personal o gremial. Así, a la izquierda le conviene desmarcarse de Dina Boluarte y pintarla como lo opuesto a ellos, para poder culpar a su gobierno de todo lo malo y decir que no es de izquierda.”4

La definición de izquierda y de derecha a la que recurren los intelectuales de la burguesía, no les sirve para calificar al actual gobierno, tratando de escabullirse de lo que todos ven: que el congreso está tomado por la derecha, y que el nivel y desempeño que tiene corresponde a la burguesía en su incapacidad de ofrecer ni la más mínima posibilidad de progreso a las clases trabajadoras. El congreso actual está plagado de mediocres y sinvergüenzas porque es lo que la burguesía peruana necesita para mantenerse en el poder.

        Hay que añadir que la “izquierda” a la que se refiere la burguesía es la socialdemocracia, esto es, el ala izquierda de la derecha.

La burguesía ha renunciado temporalmente al control de la economía por parte del Estado. Pero retomará dicha política cuando le resulte necesaria. El libre mercado que constantemente reclama es la política neoliberal que viene aplicando en nuestro país desde la década del 90. De modo que basta con revisar los resultados del neoliberalismo para conocer lo que el libre mercado nos ofrece. Sin embargo, reiteramos que la disyuntiva libre mercado o control estatal, es falsa, mientras domine el sistema capitalista, y, más aún, en tanto estemos en la época de dominación de los monopolios.

Por más que la burguesía se invente los argumentos que sean, no hay solución para el capitalismo, solo su superación definitiva. La propuesta de José Carlos Mariátegui al respecto, define con claridad la importancia de El Capital de Carlos Marx y la solución planteada:

“Mientras el capitalismo no haya tramontado definitivamente, el canon de Marx sigue siendo válido.”

“Marx está vivo en la lucha que por la realización del socialismo libran, en el mundo, innumerables muchedumbres, animadas por su doctrina.”5

Así, pues, la propuesta del libre mercado no es más que una coartada de la burguesía para mantenerse vigente; a pesar de lo cual, esta no hace sino poner en evidencia la carencia de argumentos para defender la explotación capitalista de las diversas clases de trabajadores.

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(1) Nos referimos a Miguel Palomino, presidente de IPE, autor del artículo que comentamos.

(2) https://www.ipe.org.pe/portal/lo-que-la-izquierda-nos-deja/

(3) https://www.konradlorenz.edu.co/blog/la-productividad-y-la-semana-laboral/

(4) https://www.ipe.org.pe/portal/lo-que-la-izquierda-nos-deja/

(5) José Carlos Mariátegui, La filosofía moderna y el marxismo, en Defensa del marxismo. Págs., 40-41.

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