viernes, 2 de febrero de 2024

Política

El Manifiesto Comunista y el Partido de Clase

 (1)

Eduardo Ibarra

El Manifiesto del Partido Comunista se llama así porque es la exposición del programa, a la vez teórico y práctico, del proletariado revolucionario, cuya redacción la Liga de los Comunistas había encargado a Marx y Engels. En el título del Manifiesto el nombre de Partido Comunista encierra pues el concepto de partido de clase del proletariado. No es casual que, en el prólogo a la edición alemana de 1872 del Manifiesto (primer prólogo de este libro), Marx y Engels escribieran lo que sigue: 


Dado el desarrollo colosal de la gran industria en los últimos veinticinco años, y con éste, el de la organización del partido de la clase obrera… 

Es decir, en el Manifiesto el nombre de Partido Comunista aparece como el nombre que doctrinalmente le corresponde al partido proletario, y no como un nombre fortuito, circunstancial, transitorio. 

En otros términos, en el Manifiesto la exposición de la concepción comunista del mundo aparece representada por el nombre científicamente exacto de Partido Comunista. 

En 1847 el socialismo 


… era un movimiento de la clase burguesa, y el comunismo lo era de la clase obrera. El socialismo era, al menos en el continente, cosa “respetable”; el comunismo, todo lo contrario. Y como nosotros manteníamos desde un principio que “la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma”, para nosotros no podía haber duda alguna sobre cuál de las dos denominaciones procedía elegir. Más aún, después no se nos ha ocurrido jamás renunciar a ella. (Prefacio a la edición inglesa de 1888 del Manifiesto). 

Es decir, “desde un principio”, Marx y Engels sostuvieron el nombre de Comunista como el nombre científicamente exacto del partido del proletariado, científicamente exacto porque       

La humanidad sólo puede pasar del capitalismo directamente al socialismo, es decir, a la propiedad común de los medios de producción y a la distribución de los productos según el trabajo de cada cual. Nuestro Partido va más allá: afirma que el socialismo deberá transformarse inevitablemente y de modo gradual en comunismo, en cuya bandera campea este lema: “De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades”. (Obras escogidas en doce tomos, Editorial Progreso, Moscú, 1977, t. VI, p. 309). 

Por eso, Lenin precisó en otro lugar: 


… el nombre de Partido Comunista [es] el único acertado desde el punto de vista científico. (Ob. cit., t. VIII, p. 35). 

Y, por eso, sostuvo también: 

El dialéctico Engels, en el ocaso de su existencia, sigue siendo fiel a la dialéctica. Marx y yo –nos dice– teníamos un hermoso nombre, un nombre científicamente exacto, para el partido, pero no teníamos un verdadero partido, es decir, un Partido proletario de masas. Hoy (a fines del siglo XIX), existe un verdadero partido, pero su nombre es científicamente inexacto. (Ob. cit., t. VII, p. 78). 

La esencia del problema es, pues, el carácter de clase del partido, carácter expresado científicamente en el nombre de Partido Comunista. Es decir, el quid de la cuestión es que en el Manifiesto el Partido Comunista es el partido-concepción del mundo, de lo cual se deriva, como es lógico, todo el resto de cuestiones que hacen un partido proletario (incluida su táctica, obviamente), sean cuales fuesen las condiciones históricas en las que opera. 

        Por eso, después del Manifiesto, a Marx y Engels no se les ocurrió jamás renunciar al nombre de Partido Comunista. 

Otra cosa es, desde luego, que, a lo largo de la historia de la lucha de clase del proletariado, por contingentes razones políticas el nombre exacto del partido proletario no pudo ser adoptado por algunos partidos o, en su defecto, hubo de ser reemplazado por algún otro. Pero esto no niega ni puede negar el nombre de Partido Comunista como el nombre exacto del partido proletario, sustentado por Marx, Engels y Lenin. 

Sin embargo, como lo puede comprobar cualquier lector, Ramón García silencia el nombre científicamente exacto del partido proletario (expresivamente ha procedido así durante toda la polémica), y esto le permite silenciar el partido-concepción del mundo y, por lo tanto, llevar el análisis por otro lado: por el lado de una consideración reduccionista del Partido, por el lado del partido-táctica. Por eso no es casual que hable de “partido insurreccional” y de “partido electoral” (ver su artículo “¿Al fin, quo vadis honorable Partido Comunista?”, 01 de marzo de 2010). 

Este silenciamiento del partido como la materialización de la concepción comunista del mundo y esta reducción del mismo a solo táctica, es la base de toda la argumentación de García que concluye en el planteamiento de un partido doctrinariamente heterogéneo (no obstante haber escrito, en su aludido artículo, que “el Manifiesto Comunista permanece como faro que guía el movimiento proletario internacional”), en la negación de las bases teóricas del programa del Partido acordadas por Mariátegui en octubre de 1928, en la asunción libresca de la teoría del termómetro del sufragio de Engels, en la creencia de que solo después de ganar el gobierno puede tomarse el poder. 

Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿cómo puede decir García, en el mismo lugar, que “el Partido Comunista se debate entre la vida y la muerte. Y no en un país en particular sino en todos los países en general”? 

Puede decir semejante dislate, precisamente porque no es capaz de ver el contenido ideológico del problema, porque lo que lo mueve es encubrir el pernicioso papel jugado por el revisionismo en la degeneración de muchos partidos comunistas y en vender la idea de que todo el problema reside en la cuestión táctica. En otros términos, porque para él el Manifiesto como exposición del programa del proletariado es una cosa y otra distinta es el expositor de dicho programa, el Partido Comunista. Por lo tanto, para García exposición y expositor son separables y, según cree, “El Partido Comunista tiene una historia paralela pero no similar a su manifiesto inaugural”. Así, pues, tenemos la exposición del Manifiesto por un lado, y a su expositor por otro. 

Pero ocurre que no es que el Partido Comunista tenga una “historia paralela” con respecto al Manifiesto, sino que muchos partidos comunistas traicionaron sus principios revolucionarios, precisamente por lo cual cayeron al pantano del revisionismo. Esta realidad indiscutible tuvo, como es obvio, consecuencias en el ámbito de la táctica: la insurrección fue abandonada allí donde debía llevarse a cabo y la lucha electoral fue actuada como si fuese el camino de la revolución. 

Por lo tanto, cuando, posando de “profundo”, García escribe que “Atribuir esta situación (la pretendida “historia paralela” entre el Manifiesto y el Partido Comunista) al revisionismo, oportunismo, escisionismo es quedarse en la superficie del fenómeno”, lo que hace es tender una cortina de humo a efecto de confundir al lector en el sentido de impedir que perciba la traición a los principios del Manifiesto del Partido Comunista. 

Por otro lado, García dice que “Centrar el debate en el nombre mismo de Partido Comunista, aun siendo importante también es quedase en la superficie del fenómeno”. Como hemos visto, a efecto de deslindar posiciones con el oportunismo y establecer el nombre científicamente exacto del partido proletario, Marx, Engels y Lenin centraron el debate en el nombre de Partido Comunista, pues para ellos dicho nombre representa la esencia de la concepción proletaria del mundo, la misión histórica mundial del proletariado. Por eso Lenin escribió: 


… nuestro partido, que en el momento actual goza, sin duda alguna, de grandísimas simpatías entre las masas trabajadoras de todos los países, tiene el deber de declarar del modo más inequívoco y con la mayor decisión, energía y claridad posibles que rompe sus relaciones con ese viejo socialismo oficial. Y el medio más adecuado para lograr ese objetivo es cambiar el nombre del partido. (Ob. cit., t. VIII. p. 35; cursivas nuestras). 

Así, pues, para García los “superficiales” son Marx, Engels y Lenin, y él, bastante modestamente, cree ser el “profundo”. ¡Ni más ni menos! 

Pero, además, García dice que “La cuestión central es que el Partido Comunista surgió como partido insurreccional”, siendo que “la cuestión central”, esencial, fundamental, es, en realidad, que el Partido Comunista nació como partido de clase, razón por la cual, dada una situación revolucionaria, debe llevar adelante la insurrección y, dada una situación no revolucionaria y de vigencia de la democracia burguesa, debe actuar la lucha electoral. Así se constata que García disocia el concepto de partido de clase que encierra el término Partido Comunista en el Manifiesto (de nada le sirve la frase “el Partido Comunista surgió como partido insurreccional”, que opone al concepto de “partido electoral”) y, por vía de consecuencia, divorcia del Manifiesto a su autor, el Partido Comunista. Y por este camino concluye que “el Partido Comunista se debate entre la vida y la muerte.” 

Es decir, la posición de García se presenta así: puesto que “Centrar el debate en el nombre mismo de Partido Comunista… es quedarse en la superficie del fenómeno” (en la medida en que para él discutir el nombre del partido proletario es discutir el nombre por el nombre, y no lo que representa el nombre de Partido Comunista como el nombre exacto del Partido), entonces lo que cuestiona es el carácter de clase del partido proletario; por consiguiente, es el carácter de clase del partido proletario lo que para él “se debate entre la vida y la muerte.” 

En otras palabras, García no discute el nombre por el nombre mismo (después veremos que no es siempre así), sino lo que representa el nombre de Partido Comunista en el Manifiesto, pero, claro está, sin reconocer que, precisamente, dicho nombre representa el nombre científicamente exacto del partido proletario; en consecuencia, García discute, en primera instancia, la cuestión de fondo: el carácter de clase del Partido, y es justamente este carácter lo que disocia del Manifiesto, para terminar diciendo que “el Partido Comunista se debate entre la vida y la muerte”, o sea, que el partido de clase se debate entre la vida y la muerte. Esto explica su propuesta de un partido-amalgama, lo que en absoluto es algo nuevo en la historia del movimiento obrero: Kautsky se le adelantó en más de un siglo. 

Esta es la primera “falla geológica” del discurso del “profundo” García.

 

10.01.2024.

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