lunes, 1 de enero de 2024

Creación

Nakba

Eduardo Lualdi

 

Tomo esta flor que sangra. Es de un jardín

que luce miles de pétalos de piel cetrina.

La luna en su membrana reencarna noche a noche

en la luz de una tumba inapelable,

de lunes a lunes, día a día, noche a noche,

semana tras semana, aherrojadas de furias

hasta que no queda más que huesos y llantos

esparcidos como rotos diamantes por la patria.

 

Un criadero de muerte sigue a las sombras

de los que huyen abriéndose camino entre lamentos.

Si no cayeran bombas, tantas semillas germinarían

llenas de risas y de lágrimas. Echarían raíces

entre las hondas intimidades de la tierra.

Pero la vida fuga como un pequeño insecto entre las ruinas.

Los horizontes se colman de muertos sustantivos,

del tamaño de un grito, de una pupila negra,

de un suspiro a palos, de apenas el clamor de la chispa

que alumbra la inocente sustancial infantil

que muere en la quemadura del hierro incandescente.

¡Son miles de niños condenados!

 

Antes de la alucinación mortal de los verdugos

en la condensación sudorosa de los Merkava,

Dier Yassin retorna con su ferviente Rothschild

y su cosecha de niñas y niños muertos. Entonces Netanyahu

repite forajido el salmo de los exterminadores

de una Biblia que reparte la muerte hasta los tuétanos.

 

Si no es la lucha, sobrevendrá la caverna,

el corazón baldío muriéndose de pena entre cadenas

ilimitadas, a puñetazos e impávido quién sabe

dejando de latir sin más remedio antes de ser esclavo.

 

Palestina será libre, brotarán de su llanto

ya no flores de sangre, y sus niños

verán rodar los amaneceres por sus calles.

Palestina será libre. Será el fin de la nakba.

 

07/11/2023

 

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