jueves, 1 de julio de 2021

Política

La Cuestión de la Táctica del Proletariado en el Programa del Partido

Eduardo Ibarra 

EN LA HISTORIA de la lucha entre el proletariado y la burguesía, la táctica proletaria ha sido modificada por lo menos dos veces: la lucha por sorpresa con barricadas por la lucha electoral como forma principal de lucha (en las condiciones del capitalismo competitivo), y la lucha electoral por la táctica de combinar la lucha electoral con la lucha directa de las masas (en las condiciones del imperialismo). 

La lucha por sorpresa con barricadas había obtenido numerosas victorias (como, por ejemplo, en París en julio de 1830 y en febrero de 1848 y en Berlín en este mismo año), pero, dada la reestructuración de la guardia cívica (y especialmente su reaccionarización política) y la militarización de los gobiernos burguesas (y en particular el desarrollo de la tecnología militar), los ataques por sorpresa, según señaló Engels, perdieron eficacia ya después de 1849.

Puesto que las condiciones de la lucha de clases habían cambiado, la táctica del proletariado debió modificarse. Así, en las nuevas condiciones era necesario que las masas comprendiesen que debían intervenir directamente en la lucha revolucionaria, dejando atrás los tiempos en que la misma era actuada por una minoría consciente, pues dicha intervención era la única manera de compensar el fortalecimiento de la estructura y los cuerpos represivos del Estado burgués. Pero esta intervención tenía una condición primaria: que la teoría deviniera fuerza material prendiendo en las masas. Para esto era necesario un prolongado trabajo de propaganda. Este trabajo fue posibilitado por la implantación progresiva del sufragio electoral en los países de Europa. De esta forma el método de utilizar el sufragio universal reemplazó al método de la lucha por sorpresa con barricadas.

A propósito del nuevo método de lucha, Engels escribió:


Y aunque el sufragio universal no hubiese aportado más ventaja que la de permitirnos hacer un recuento de nuestras fuerzas cada tres años; la de acrecentar en igual medida, con el aumento periódicamente constatado e inesperadamente rápido del número de votos, la seguridad en el triunfo de los obreros y el terror de sus adversarios, convirtiéndose con ello en nuestro mejor medio de propaganda; la de informarnos con exactitud acerca de nuestra fuerza y la de todos los partidos adversarios, suministrándonos así el mejor instrumento posible para calcular las proporciones de nuestra acción y precaviéndonos por igual contra la timidez a destiempo y contra la extemporánea temeridad; aunque no obtuviésemos del sufragio universal más ventaja que ésta, bastaría y sobraría. Pero nos ha dado mucho más. Con la agitación electoral, nos ha suministrado un medio único para entrar en contacto con las masas del pueblo allí donde están lejos todavía de nosotros, para obligar a todos los partidos a defender ante el pueblo, frente a nuestros ataques, sus ideas y sus actos; y, además, abrió a nuestros representantes en el parlamento una tribuna desde lo alto de la cual pueden hablar a sus adversarios en la Cámara y a las masas fuera de ella con una autoridad y una libertad muy distintas de las que se tienen en la prensa y en los mítines. («Introducción» a Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850, de Marx).

 

Así, pues, en las condiciones del desarrollo relativamente pacífico del capitalismo, el nuevo método se convirtió en la forma principal de lucha.

 

Respecto a los resultados de esta circunstancia, Lenin escribió:

 

El oportunismo se ha ido incubando durante decenios por la especificidad de una época de desarrollo del capitalismo en que las condiciones de existencia relativamente civilizadas y pacíficas de una capa de obreros privilegiados los «aburguesaba», les proporcionaba unas migajas de los beneficios conseguidos por sus capitales nacionales y los mantenía alejados de las privaciones, de los sufrimientos y del estado de ánimo revolucionario de las masas que eran lanzadas a la ruina y que vivían en la miseria. (…) La fuerza de la costumbre, la rutina de una evolución relativamente «pacífica», los prejuicios nacionales, el temor a virajes rápidos y la falta de fe en estos virajes, todo esto, como es de suponer, han sido circunstancias complementarias que han vigorizado el oportunismo y han contribuido a la contemporización hipócrita y cobarde con él, bajo el pretexto de que esto es sólo temporal y obedece únicamente a causas y motivos especiales. (La bancarrota de la II Internacional).

 

También Stalin escribió sobre lo mismo:

 

El período en que dominó la II Internacional fue, principalmente, un período de formación y de instrucción de los ejércitos políticos proletarios en unas condiciones de desarrollo más o menos pacífico. Fue el período del parlamentarismo como forma preponderante de la lucha de clases. Las cuestiones de los grandes choques de clases, de la preparación del proletariado para las batallas revolucionarias, de las vías para llegar a la conquista de la dictadura del proletariado, no estaban entonces –así lo parecía– a la orden del día. La tarea reducíase a utilizar todas las vías de desarrollo legal para formar e instruir a los ejércitos proletarios, a utilizar el parlamentarismo adaptándose a las condiciones dadas, en las cuales el proletariado asumía y debía asumir –así lo parecía– el papel de oposición. No creo que sea necesario demostrar que, en ese período y con semejante concepción de las tareas del proletariado, no podía haber ni una estrategia coherente ni una táctica bien elaborada. Había pensamientos fragmentarios, ideas aisladas sobre táctica y estrategia, pero no había ni táctica ni estrategia.

El pecado mortal de la II Internacional no consiste en haber practicado en su tiempo la táctica de utilizar las formas parlamentarias de lucha, sino en haber sobreestimado la importancia de estas formas, considerándolas casi las únicas; y cuando llegó el período de las batallas revolucionarias abiertas y el problema de las formas extraparlamentarias de lucha pasó a primer plano, los partidos de la II Internacional volvieron la espalda a las nuevas tareas, renunciaron a ellas. (Los fundamentos del leninismo).

 

Entre nosotros, Mariátegui escribió sobre el tema:

 

La función de la Segunda Internacional fue casi únicamente una función organizadora. Los partidos socialistas de esa época efectuaban una labor de reclutamiento. Sentían que la fecha de la revolución social se hallaba lejana. Se propusieron, por consiguiente, la conquista de algunas reformas interinas. El movimiento obrero adquirió así un ánima y una mentalidad reformistas. (La escena contemporánea).

 

Si bien es cierto, pues, que la utilización del sufragio universal permitió que los partidos de la clase obrera crecieran en número, etcétera, no es menos cierto que, a un tiempo mismo, el ambiente de la vida política legal corrompió poco a poco a sus representantes en las instituciones burguesas y aun a los propios partidos. Por eso Stalin señaló que

 

… los partidos de la II Internacional iban echando grasa y no querían pensar seriamente en la revolución, en la dictadura del proletariado, en la educación revolucionaria de las masas.

 

El caso paradigmático de este resultado fue el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán. Así, pues, no se cumplió el pronóstico de Engels según el cual

 

… antes de terminar el siglo habremos conquistado la mayor parte de las capas intermedias de la sociedad, tanto los pequeños burgueses como los pequeños campesinos y nos habremos convertido en la potencia decisiva del país, ante la que tendrán que inclinarse, quieran o no, todas las demás potencias. («Introducción»).

 

        Engels escribió:

 

… a medida que va madurando para emanciparse [el proletariado] se constituye como un partido independiente, elige sus propios representantes y no los de los capitalistas. El sufragio universal es, de esta suerte, el índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estado actual, pero esto es bastante. El día en que el termómetro del sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer. (El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado).

 

Representativa, pues, de las condiciones del desarrollo más o menos pacífico del capitalismo, la teoría del termómetro del sufragio explica la siguiente afirmación:

 

Su crecimiento (el de los votos a favor del Partido Alemán) avanza de un modo tan espontáneo, tan constante, tan incontenible y al mismo tiempo tan tranquilo como un proceso de la naturaleza. («Introducción»).

 

De un modo tan espontáneo como un proceso de la naturaleza. Pero ¿puede decirse lo mismo en nuestra época de desarrollo catastrófico del capitalismo?

 

El punto de ebullición de que habló Engels es la guerra civil que debía producirse como la respuesta del proletariado y las clases trabajadoras en general al golpe de Estado de la burguesía.

 

Sin embargo, con la sapiencia de un verdadero teórico, Engels no absolutizó la lucha electoral y, por tanto, tampoco su teoría del termómetro del sufragio, no obstante haberla planteado en una época en la que la revolución proletaria no estaba en el orden del día. Así, esclareció:

 

… Liebknecht ya me ha hecho un lindo truco. De mi Introducción a los artículos de Marx sobre la Francia de 1848-50 ha extraído todo lo que podría servir para apoyar la táctica de paz a toda costa y de oposición a la fuerza y a la violencia, que por un tiempo le ha hecho alegre proponer, especialmente en el presente cuando se están preparando leyes coercitivas en Berlín. (Carta a Paul Lafargue del 3 de abril de 1895).

… propongo estas tácticas únicamente para la Alemania de hoy y solamente con una estipulación importante. En Francia, Bélgica, Italia y Austria, no se podían seguir estas tácticas en su totalidad y en Alemania podrían quedarse inaplicables mañana… (Citado por Bob Avakian en Para una cosecha de dragones).

 

Es decir, según Engels, la revolución no necesariamente tenía que producirse como resultado de un proceso que se desenvuelve «tan tranquilo como un proceso de la naturaleza» y que termina con el golpe de estado y la guerra civil, a pesar de que el proceso de la revolución se producía entonces en las condiciones del desarrollo relativamente pacífico del capitalismo, pues, de hecho, fuera de Alemania, la lucha entre el proletariado y la burguesía podía desarrollarse en circunstancias tales que el estallido de la guerra civil se produjese como resultado de otras causas.

 

        Con el surgimiento del imperialismo, el capitalismo pasó de su desarrollo relativamente pacífico a su desarrollo catastrófico: exacerbación de todas las contradicciones del capitalismo y aparición de otras nuevas, crisis económicas cada vez más profundas, crisis políticas desestabilizadoras, guerras interimperialistas por un nuevo reparto del mundo, actualidad de la revolución proletaria, desarrollo del movimiento de liberación nacional. Por eso nuestra época es definida como la del imperialismo y de la revolución proletaria.

 

Este cambio en las condiciones de la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, obligó a replantear la táctica proletaria: las nuevas condiciones no permitían ya la lucha electoral como forma principal de lucha, sino que exigía su combinación con la lucha directa de las masas. He ahí la nueva táctica proletaria.

 

Lenin escribió:

 

Saber encontrar, percibir, determinar exactamente la marcha concreta o el cambio brusco de los acontecimientos susceptibles de conducir a las masas a la grande y verdadera lucha revolucionaria final y decisiva, es en lo que consiste la misión principal del comunismo contemporáneo en la Europa occidental y en América.

Ejemplo: Inglaterra. No podemos saber –ni nadie se halla en estado de determinarlo por anticipado– cuándo estallará allí la verdadera revolución proletaria y cuál será el motivo principal que despertará, inflamará, lanzará a la lucha a las grandes masas, hoy aún adormecidas. Tenemos el deber, por consiguiente, de realizar todo nuestro trabajo preparatorio teniendo herradas las cuatro patas (según la expresión favorita del difunto Plejánov cuando todavía era marxista y revolucionario). Quizá sea una crisis parlamentaria la que «abra el paso», la que «rompa el hielo»; acaso una crisis que derive de las contradicciones coloniales e imperialistas irremediablemente complicadas, cada vez más inextricables y exasperadas; son posibles otras causas. No hablamos del género de lucha que decidirá la suerte de la revolución proletaria en Inglaterra (esta cuestión no sugiere duda alguna para ningún comunista, pues para todos nosotros está firmemente resuelta), pero sí del motivo que despertará a las masas proletarias adormecidas hoy todavía, las pondrá en movimiento y las conducirá a la revolución. No olvidemos que, por ejemplo, en la república burguesa de Francia, en una situación que, tanto desde el punto de vista internacional como del interior, era cien veces menos revolucionaria que la actual, bastó una circunstancia tan «inesperada» y tan «mezquina» como el asunto Dreyfus –una de las mil hazañas deshonrosas de la banda militarista reaccionaria– para conducir al pueblo a dos dedos de la guerra civil. (El estado y la revolución).

 

Así, pues, si ya en los tiempos a los que se refirió Engels, la lucha electoral tenía una validez solamente relativa, en las actuales condiciones del desarrollo catastrófico del capitalismo su validez es aun menor.

 

En nuestra época la teoría del termómetro del sufragio tiene vigencia como «el índice que sirve para medir la madurez de la clase obrera». Y, como señaló el propio Engels, tal termómetro «No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estado actual».

 

Pero no tiene vigencia como el factor que marca para los trabajadores «el punto de ebullición», pues nuestra época presenta una variedad de causas que pueden dar lugar a la revolución, y no una sola como el golpe de estado en la argumentación de Engels.

 

        Por eso, en nuestra época y para nuestra época, Lenin escribió:

 

Solo los canallas o los bobos pueden creer que el proletariado debe primero conquistar la mayoría en las votaciones realizadas bajo el yugo de la burguesía, bajo el yugo de la esclavitud asalariada, y que sólo después debe conquistar el poder. Esto es el colmo de la estulticia o de la hipocresía, esto es sustituir la lucha de clases y la revolución por votaciones bajo el viejo régimen, bajo el viejo poder. (Saludo a los comunistas italianos, franceses y alemanes).

 

Téngase en cuenta que, cuando Engels y Lenin se refieren a la lucha electoral, hablan del potenciamiento de la influencia entre las masas del partido proletario, y no de un partido oportunista o de un conglomerado de tendencias reformistas.

 

En resumidas cuentas, absolutizar en nuestra época la teoría del termómetro del sufragio, es no tener en cuenta las condiciones en las que la revolución proletaria mundial se desenvuelve desde el surgimiento del imperialismo y, a la par, es no tener en cuenta que Engels propuso dicha táctica «únicamente para la Alemania» de la últimas décadas del siglo XIX (táctica que podía quedar inaplicable posteriormente), «y solamente con una estipulación importante»: en otros países, como aquellos nombrados por Engels, la táctica del termómetro del sufragio no tenía aplicabilidad.

 

Para decirlo de otro modo, asumir librescamente la teoría del termómetro del sufragio es dar un salto hacia atrás, es retroceder hasta el siglo XIX, y, peor aún, es aterrizar en un solo país: Alemania.

 

Lenin señaló:

 

Para un marxista es indudable que la revolución es imposible sin una situación revolucionaria…

Seguramente no cometeremos un error si señalamos estos tres signos principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de las «alturas», una crisis de la política de la clase dominante. Que origina una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar con que «los de abajo no quieran», sino que hace falta además que «los de arriba no puedan» seguir viviendo como hasta entonces. 2) Una agravación, superior a la habitual, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de «paz» se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los mismos «de arriba», a una acción histórica independiente. (La bancarrota de la II Internacional).

 

Es decir, la revolución se produce por la conjunción de causas diversas, pero ligadas entre sí, como las señaladas por Lenin.

 

El movimiento revolucionario de las masas aparece pues en nuestra época como el termómetro que, contrariamente a la teoría del termómetro del sufragio de Engels, sí puede llegar y llegará –y llegó ya en no pocos casos– a marcar «el punto de ebullición».

 

Por supuesto, los marxista-leninistas no se oponen a la lucha legal (participación en las elecciones al parlamento, a los municipios, etc.), es decir, no son partidarios del infantilismo de izquierda y, por eso, no juegan a la revolución ni parlotean en abstracto sobre la misma. Los marxista-leninistas adhieren a la teoría sobre la lucha legal expuesta por Lenin en La enfermedad infantil.

 

Pero, por eso mismo, consideran que la lucha legal electoral debe servir a la lucha ilegal, aunque legítima, de las masas. En síntesis, la táctica proletaria debe apuntar a desarrollar un movimiento revolucionario de masas. En consecuencia, la lucha legal (parlamentaria, municipal, etc.) debe ser abordada desde la perspectiva del movimiento revolucionario de masas, y, por tanto, este movimiento no puede abordarse desde la perspectiva de la lucha electoral, como hace el oportunismo.

 

Pero, como es claro, dicho movimiento implica un trabajo ilegal de propaganda y de organización, la preparación de las fuerzas de la revolución.

 

El principio fundamental de la táctica proletaria es: 1) mantener la independencia política del proletariado tanto en la lucha legal como en la lucha de masas; 2) combinar los intereses inmediatos del movimiento con sus intereses futuros; 3) vincular el movimiento presente con el proceso general y el objetivo final de la lucha de clase del proletariado.

 

Como se ve, la cuestión de la táctica del proletariado es tan importante en la política del Partido, que su exposición no puede quedar por fuera de su Programa General.

 

18.07.2019.

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